Fuente: Misión, Número 342, 4 Mayo 1946. Páginas 3 y 14-15.
REPLICA DEL RVDO. SR. HERRERA
Por Luis Ortiz y Estrada
LO QUE DICE EL RVDO. SR. HERRERA
Ya compuesto y a punto de entrar en máquina el número anterior, un respetable sacerdote nos entregó en nuestra Redacción el escrito del Rvdo. D. Ángel Herrera Oria que verán nuestros lectores, pues nos rogó, en nombre de dicho señor, que le diéramos cabida en nuestras columnas.
Cuantos han seguido los artículos en que hemos analizado y refutado el “principio básico” de la doctrina social del Sr. Herrera, se han enterado de que nuestra impugnación se ha basado en el falso concepto del derecho de propiedad patente en el argumento aducido para defenderlo, hijo de un equivocado concepto del derecho de gentes o natural secundario. Principio, el del Sr. Herrera, que, como demostramos, no es de la Iglesia, ni ha sido enseñado nunca por los Papas, como gratuitamente afirma dicho señor, sino discurrido por las escuelas marxistas como formidable ariete contra el derecho de propiedad privada, precisamente como medio para destruir el orden social cristiano que los Pontífices tratan de salvar a toda costa.
Nuestra tesis queda íntegramente en pie. Ni refuta el Sr. Herrera uno sólo de nuestros argumentos, ni rechaza la interpretación que hemos dado a los textos pontificios que por nuestra cuenta hemos aducido, ni se defiende de la impugnación que hemos hecho de sus arbitrarias interpretaciones de textos pontificios y de Báñez por él aducidos. En fin, lo que el Sr. Herrera ha querido oponer a cuanto nosotros hemos dicho es lo que va a continuación sin quitar punto ni coma:
“(Respuesta a MISION)
OBSERVACIONES
1.ª El señor Estrada ha mutilado un principio fundamental y básico, que consta de tres miembros, relacionados entre sí y supeditados el primero al segundo y ambos al tercero. Los tres miembros son: “Conviene producir el mayor número posible de bienes, distribuirlos equitativamente y asegurar en el reparto la paz social”.
El articulista suprime el miembro segundo y el tercero de esta proposición y se queda con el primero. E incluso añade: el mayor número de bienes “materiales”, adjetivo que no emplea el conferenciante.
Es conocida la fórmula social de Balmes: “El mayor bienestar posible para el mayor número posible; la mayor inteligencia posible para el mayor número posible; la mayor moralidad posible para el mayor número posible.”
Si de estos tres miembros hubiéramos suprimido el segundo y el tercero, Balmes podría ser tachado de materialista. Que es, exactamente, lo que ha hecho el autor del artículo.
2.ª El señor Estrada escribe que el “principio básico” de mi doctrina social –principio que él, alterando el texto gratuitamente, me atribuye– “nos daría una humanidad brutalizada por el materialismo de producir y más producir, con la consiguiente esclavitud que de ello se deriva”.
¿Cómo iba yo a defender semejante enormidad? Si terminantemente condeno en el texto el capitalismo liberal, sin ética ni entrañas, porque ha hecho del “producir y más producir” la ley suprema de su economía, con olvido de la equitativa distribución y gravísimo daño de la paz social. (Págs. 9, 10, 13 y 30.)
3.ª El señor Estrada me inculpa de hablar “contra la dignidad y los derechos de la persona humana”. Por doquiera se defiende en la conferencia esta dignidad, basada en “la interna y esencial unión del hombre con Dios” (Pío XII). Interpretando este texto, se dice en la conferencia que “dignidad perfecta, libertad perfecta, unidad perfecta, santidad perfecta, miembro perfecto del Cuerpo Místico de Cristo, son términos convertibles”. (Pág. 19.)
4.ª No es cierto, en fin, que el conferenciante “niegue “categóricamente” que con el régimen de propiedad privada se produce más, se reparte mejor y hay más paz”. Lo que dice el orador es: “Pero, ¿es cierto que siempre y en todas las circunstancias el régimen de propiedad privada produce más, distribuye mejor y proporciona mayor paz social? ¿Se puede afirmar esto del régimen capitalista, tal como, a veces, se practica modernamente en el mundo? Honradamente, no.”
Es decir, que el conferenciante no niega la menor; distingue la menor. Acepta que, de ley ordinaria, el régimen de propiedad privada produce esos beneficios. Pero “no siempre y en todas las circunstancias”. Es decir, que se salva el principio del régimen de propiedad privada; pero no se justifica todo régimen de propiedad privada. Y, así, se condena explícitamente el régimen capitalista liberal, como explícitamente lo han condenado los Papas:
Dice Pío XII: “Pero tampoco puede aceptar aquellos sistemas que reconocen el derecho de propiedad privada según un concepto completamente falso, y están, por consiguiente, en oposición con el orden social verdadero y sano. Por eso, allí donde, por ejemplo, el capitalismo se basa en principios de errónea concepción y se arroga sobre la propiedad un derecho ilimitado, sin subordinación ninguna al bien común, la Iglesia le ha reprobado como contrario al derecho de naturaleza.” (1944, pág. 6.)
Y se concluye: “Que la lógica pide que el actual régimen se reforme en lo que tiene de vicioso y se conserve en lo que tiene de saludable.”
5.ª El señor Estrada olvida que, en la conferencia, la producción y la distribución se supeditan a la paz social, como ya se ha indicado. Mas insisto aquí sobre este concepto para subrayar que no se habla de simple orden material, sino de “paz”, que es un concepto más profundo que el de orden. ¿Qué entiende el conferenciante por paz social? No puede ser otro su concepto que el concepto cristiano, según el cual la paz social ha de basarse en la paz familiar y en la paz individual. Y la paz individual no existe donde no se respeta la dignidad de la persona humana.
Pero, a mayor abundamiento, en la misma conferencia da a entender el conferenciante lo que entiende por paz social, reproduciendo palabras del Papa Pío XII en el mensaje de 1942:
“Los que deseen que la estrella de la paz brille en el mundo, opóngase a la aglomeración de los hombres, a manera de masas sin alma, etc.” (1942, pág. 25.)
6.ª El articulista ha olvidado que las reglas de la hermenéutica piden que los pasajes oscuros de un texto se interpreten a la luz de los claros y manifiestos.
7.ª El señor Estrada parece haber olvidado que las palabras “absoluto y necesario” no tienen en la conferencia un valor metafísico, sino moral, como pide la naturaleza del trabajo y el asunto o materia de la conferencia.
Así como hay un imposible metafísico y un imposible moral, así hay también un necesario metafísico y un necesario moral.
8.ª El articulista no ha reparado en que sería un absurdo, en el sentido amplio del término, que un sacerdote, en un acto de Acción Católica, donde había numerosos sacerdotes, y presidido por un señor arzobispo, defendiera, con el aplauso de la concurrencia, principios comunistas. Y que, por añadidura, una entidad de Acción Católica se encargara, después, de imprimir y divulgar la conferencia.
9.ª El articulista no ha tenido presente aquella norma de caridad y de prudencia que nos pide “que seamos más prontos a salvar la proposición del prójimo que a condenarla”. Y, si no podemos salvarla, “a inquirir cómo la entiende”.
Para inquirir en este caso no era necesaria la consulta personal, ni el buscar la interpretación auténtica. Bastaría abrir el folleto por cualquiera de sus páginas para comprender que el conferenciante condena todo sistema materialista, ya sea el comunismo ruso, ya el capitalismo liberal.
A. HERRRA ORIA
(Citas por la edición de Bilbao. Artes Gráficas Grijelmo, S. A. 1944.)”
NUESTRA CONSTESTACIÓN
Como han visto nuestros lectores, si bien queda íntegra la tesis que hemos defendido contra el Sr. Herrera, se nos hacen en su escrito cargos verdaderamente graves. Si no resultara otro que algún error nuestro, quedaríamos sumamente agradecidos al Sr. Herrera por su caridad de enseñarnos algo importante por nosotros ignorado. Porque es realmente mucha nuestra ignorancia y deficiente nuestra preparación, nos esforzamos en aprender, y para conseguirlo, aceptamos y, en la medida que la discreción lo consiente, solicitamos lecciones de cuantos nos pueden enseñar. Y no hay día en que no recibamos lecciones, muchas veces sumamente provechosas, incluso de quienes conocen muy poco o nada las letras humanas.
En pleito, pues, el honor de nuestra pluma, que es nuestra espada y nuestro útil de trabajo, nos es necesario contestar a las anteriores OBSERVACIONES. Nos aplicaremos a hacerlo con la concisión y claridad debidas; para ello seguiremos punto por punto las observaciones que se nos han hecho:
1.ª – Se nos acusa de infidelidad en la transcripción de textos mediante mutilaciones e interpolaciones que alteran sustancialmente su sentido. Concretamente se nos atribuye haber falseado “el principio fundamental y básico” sentado por el señor Herrera en la mayor de su argumento en defensa del derecho de propiedad. Cuyo argumento íntegro se copió en el artículo ABSOLUTAMENTE NECESARIO (05-01-46), y por segunda vez en el de DE GENUINA FUENTE MARXISTA (30-03-46), especialmente dedicado a refutarlo. En ambos aparece, sin faltar ni sobrar una letra, y acompañado de su contexto propio, el principio en cuestión, tomado de la conferencia de Valladolid, como oportunamente se hizo notar. En el segundo de dichos artículos, cuando se empieza a refutar tal principio, vuelve éste a copiarse sin recortes ni añadidos; antes, en el mismo artículo, se copia otra versión del propio Sr. Herrera. En todas las transcripciones figuran los tres miembros tal y como el Sr. Herrera quiso que figuraran y se relacionaran. Nuestros lectores han tenido que leer necesariamente lo que el Sr. Herrera quiso escribir a este respecto con las mismas palabras en que quiso expresarlo. En el segundo de dichos artículos, a continuación del texto del argumento en cuestión, con palabras nuestras, se extractan las tres proposiciones del argumento. Entonces empleamos el concepto de “bienes materiales”. Pero esto no puede tacharse de añadido corruptor de un texto, porque no se transcribe texto alguno, sino lo que nosotros entendimos quiso decir el autor. En todo caso, cabría acusarnos de error de interpretación.
De esto, asimismo, se nos acusa, también sin razón ni motivo. No le hay a que se deduzca de la omisión de ninguno de los tres miembros del principio, porque es patente que no se omitieron, aunque no se impugnaron los tres porque no era el caso hacerlo. ¿Nos equivocamos al calificar de materiales los bienes en cuestión? Se trata de la propiedad privada, de bienes “producidos” mediante el trabajo (el propio autor empleó antes y emplea ahora este concepto); que se reparten, cambian, compran y venden; bienes de los que ha de salir el peculio, el patrimonio, de quienes se afanan en producirlos. Si no son estos bienes materiales, venga Dios y lo vea. Notamos con gusto, y no nos sorprende, que el Sr. Herrera se asusta del materialismo que entraña dicho principio.
Y observamos, además, que el texto entrecomillado por el Sr. Herrera en esta su primera observación, no corresponde literalmente ni a la conferencia de Madrid ni a la de Valladolid, únicas a que nosotros nos hemos referido. No le hacemos cargo alguno por ello, puesto que los tres son sustancialmente iguales, aunque difieran en las palabras y resulte más claro el de Valladolid a que nosotros nos hemos referido. Nos importa hacerlo constar para que alguno de nuestros lectores no crea que nos tomamos con los textos ajenos libertades que no estimamos lícitas. En esto seguimos la escrupulosidad de polemistas de la talla de Mateos Gago y D. Ramón Nocedal, tan admirado y seguido hasta el sepulcro y un poco más allá por el Sr. Herrera.
2.ª – Porque estábamos persuadidos de que el Sr. Herrera rechazaría las consecuencias, las pusimos tan de relieve como supimos, tratando de convencerle por el legítimo procedimiento de reducción al absurdo. En la naturaleza humana corrompida, con frecuencia van por distintos caminos en bien y en mal, la inteligencia y la voluntad. Como no se puede deducir lógicamente que quien profesa los principios sanos en toda su pureza, siga una vida íntegramente irreprochable, tampoco se puede concluir que quien profese principios equivocados acepte íntegramente las consecuencias que de ellos se deducen. A cada paso nos encontramos con el absurdo de quienes levantan trono a los principios y cadalsos a las consecuencias. ¿No recuerda haber leído el Sr. Herrera repetidas veces esta frase, cuando tan fervorosamente seguía las doctrinas del Sr. Nocedal? Que el Sr. Herrera no había pensado en “defender semejante enormidad” lo decimos ahora, con tanto mayor gusto por cuanto nos adelantamos a decirlo en nuestro artículo DE GENUINA FUENTE MARXISTA con las siguientes terminantes palabras: “Estamos seguros de que el Sr. Herrera, cuando dijo esto en sus conferencias, no se había dado cuenta del alcance de tan monstruoso principio y no midió las consecuencias gravísimas que de él se deducen.”
3.ª – No hay más que repetir lo dicho a cuenta de la observación anterior.
4ª. – Recordemos que el Sr. Herrera atribuye a la Iglesia su desdichadamente famoso argumento acerca de la propiedad privada. Nos dice ahora que en sus conferencias no niega la menor, sino que la distingue. Sabe de sobra el Sr. Herrera, aunque no cayera en la cuenta cuando esto escribió, que en las controversias escolásticas, no distinguen quienes proponen y defienden los argumentos sino quienes lo impugnan, tratando de negar la consecuencia, intentando demostrar que en el silogismo, que sólo admite tres términos, más o menos embozadamente se ha colado un cuarto término que le quita todo valor dialéctico. De modo que, al distinguir, lo impugna; al impugnarlo, lo supone falso; luego no cree legítima la consecuencia. Pero la consecuencia es la que sigue: “el derecho de propiedad privada es muy conforme a la naturaleza”. En suma: el Sr. Herrera no defendió con su argumento el derecho de propiedad, sino que lo impugnó. Ocurre, no obstante, que los Papas reiteradamente insisten en que ha defenderse ahincadamente el derecho de propiedad privada, porque es la piedra angular del orden social cristiano. ¿Se explica ahora el Sr. Herrera nuestro empeño en demostrarle su error y, en la medida de nuestras fuerzas, demostrarlo a cuantos pudieron aprenderlo en sus palabras? Naturalmente que cuando en sus conferencias distinguió y ahora que lo repite, no pensó en la trascendencia de sus palabras, razón de más para que haya alguien que se lo haga ver. Si hubiera acudido a los numerosos argumentos que en defensa de dicho derecho expuso León XIII en la “RERUM NOVARUM”, hubiera tenido los que la Iglesia ha hecho suyos por la pluma de uno de sus egregios Pontífices; argumentos incontrovertibles, en los que él ni nadie puede hincar el diente de una distinción que los invalide.
Como no entra en juego nuestro amor propio, ninguna importancia tiene ocuparnos del error que nos atribuye en esta observación.
5.ª – El principio “fundamental y básico” de la doctrina social del Sr. Herrera, tal y como lo predicó en Valladolid, es el siguiente: “Conviene a la Humanidad que se produzca el mayor número posible de bienes; que éstos se repartan del modo más equitativo y que, con el reparto, se asegure la paz social”. ¿Cómo se asegura la paz social? “Con el reparto”. ¿Qué es lo que se reparte? “El mayor número posible de bienes”. ¿Es o no cierto que en la tesis del señor Herrera es condición fundamental para la paz social “que se produzca el mayor número posible de bienes” de los que, además de producirse y repartirse, se consumen, cambian, venden…; tan materiales que se traducen en dinero? Sea cual fuere el concepto de la paz que tuviere el conferenciante, y en ningún momento hemos dudado de que pudiera ser otro que el de una paz cristiana, lo cierto es que en el “principio fundamental y básico” de su doctrina lo hace descansar en producir y más producir.
Nosotros hemos hablado de orden social porque de orden social hablan los Pontífices. Desde luego que no vemos cómo pueda haber paz social ni de ninguna clase sin que reine el orden debido, que no es el material, como nos hace decir el señor Herrera.
6.ª – Muy sinceramente agradecemos al señor Herrera su lección acertada de hermenéutica. Aunque la aprendimos hace ya mucho tiempo, y en nuestros artículos hay pruebas frecuentes de que la aplicamos, no está mal que haya quien nos la recuerde por si en alguna ocasión se nos ocurriera olvidarla.
7.ª – En metafísica, lo mismo que en la moral, como en las ciencias naturales, las artes y cuanto alcanza la inteligencia humana a expresar mediante el lenguaje, lo “absoluto” es lo contrario de lo “relativo” o subordinado, como lo “necesario” lo es de lo “contingente”. Donde más hemos barajado estas palabras ha sido en el comentario al texto de Báñez, que para nada se refiere a la metafísica. Ni en éste ni en pasaje alguno las hemos dado valor distinto del que tiene en los textos comentados. Muéstresenos un texto en contrario y lo aclararemos o rectificaremos según haya lugar.
8.ª – No es elegante ni mucho menos esta observación del señor Herrera. Ni medio bien está parapetarse tras de unos sacerdotes que amablemente fueron a oírle, de un Arzobispo que bondadosamente acudió a presidir y de la Acción Católica que tuvo la gentileza de organizar el acto. Pase que huya del combate dialéctico, pero no debió en manera alguna tratar de que salieran por él a la palestra instituciones muy respetables y personas sagradas que como tales han de ser tratadas. Alguien pudiera suponer que se trata de llevarnos a un terreno resbaladizo en el que fácilmente se puede caer en lo que ningún católico debe caer. No hay cuidado. Hace ya tiempo que nos han salido los dientes y no ponemos en juego el amor propio. Nunca a nosotros se nos ocurrirá ampararnos en tales personas e instituciones; antes bien, en cuanto podamos, estamos dispuestos a servirles de escudo. Los errores son del señor Herrera y no de quienes presidieron, organizaron y oyeron sus conferencias. A él le importa defenderse, si es que nos equivocamos nosotros.
9.ª – Cuando se lanzan a volar en público doctrinas contrarias a lo que los Papas nos mandan profesar, necesario es rebatirlas haciendo ver el error para que de él se aparte quien lo predicó y para prevenir que en él caigan quienes llegaron a oírlas o leerlas, sobre todo cuando es mucha la fama de quien las predica y tienen tanta importancia los errores que amenazan en su fundamento el orden social cristiano, que los Papas ponen todo su empeño en salvar. Salir al paso de dichos errores es labor de apostolado y acto de caridad no despreciable. Que no consiste ésta en evitar trabajos y sinsabores, precisamente, sino en amar por amor de Dios; por tanto, en hacer el bien, y no lo hay mejor que corregir al que va errando en tales materias y dar buen consejo al que lo ha de menester. El quid está en no tomar el rábano por las hojas, tratando, por ejemplo, de imponer en cuestiones libres el propio criterio. O en no guardar el respeto que las personas merecen, confundiendo en un mismo anatema a ellas con el error, cuando éste se profesa de buena fe, y así ha de presumirse si no consta muy patentemente lo contrario. Nosotros hemos defendido con ahínco una doctrina que los Papas mandan defender con empeño a los hombres y a los pueblos. Al señor Herrera le hemos guardado el respeto que merece, sobre todo por su carácter sacerdotal. Cuando una objeción que se nos hizo nos llevó por la mano a examinar un error fundamental de su doctrina social, escribimos (artículo PIEDRA FUNDAMENTAL): “Pero de una vez para siempre sépase que distinguimos entre el error y la persona que lo profesa de buena fe. Todos estamos obligados a ser virtuosos; no lo estamos a ser sabios.” Hemos repasado nuestros escritos y no encontramos nada en este aspecto de que arrepentirnos. Pero si algo se nos hubiera escapado que no supiéramos ahora advertir, lo damos por borrado, no escrito y reprobado. Si concretamente se nos señala lo que en este aspecto merece censura, concretamente lo reprobamos. Pero hay algo que no podemos borrar y de lo que no podemos arrepentirnos. No podemos borrar la doctrina, porque estamos obligados a profesarla, propagarla y defenderla siempre que sea necesario; es de Nuestra Santa Madre la Iglesia, enseñada por el magisterio supremo de los Sumos Pontífices, y no nuestra, para que de ella dispongamos como se nos antoje. Tampoco podemos arrepentirnos de haber tratado esta cuestión públicamente. Un debate privado sabe de sobra el señor Herrera que no hubiera dado el fruto que ha de esperarse de un debate público y nos hubiera dejado en deuda de caridad con respecto a nuestros lectores, a los que estamos muy particularmente obligados. El sentido clarísimo del argumento, con su principio fundamental y básico, hacía inútil todo esclarecimiento. Los aciertos del resto de las conferencias en nada atenúan el error del principio fundamental y básico, aunque obligan más particularmente a salvar, como se salvó, la intención del conferenciante. No sólo no se le atribuyeron los errores monstruosos de las consecuencias derivadas lógica y necesariamente del principio, sino que expresamente dijimos que los rechazaba.
* * *
Cuando habíamos dado por terminada la cuestión, las OBSERVACIONES del señor Herrera nos obligan a continuarla. Para que no se prolongue, hacemos el esfuerzo de acabar con ella en este número. No nos arrepentimos de haberla tratado con alguna extensión. Lo hacía necesario la fama de que goza el señor Herrera y el peligro de contagio de las doctrinas que a título de democracia cristiana cuajan en el extranjero, y muy especialmente en la tan desdichada Francia, con los resultados desastrosos que a la vista están.
No es la democracia cristiana de la GRAVES DE COMMUNI y del MOTU PROPRIO de Pío X (18 de diciembre de 1903), sino la “cosa” que se quería hacer tragar al gran León XIII, cuando precisamente escribió su Encíclica para hacerla vomitar a quienes ya la habían tragado. Es lo que expresamente condenó el santo Pío X en Le Sillon, agravado ahora considerablemente, como hemos visto en la Semana Social de Toulouse, muy prestamente ensalzado como estupendas novedades en nuestra Patria. Un celoso religioso español, que ha residido mucho en Francia en estos últimos tiempos, dedicado a una intensa labor de apostolado, informa con conocimiento directo del deplorable estado espiritual de nuestra vecina nación. Se ha llegado en una asamblea de sacerdotes a proponer que se trate de conseguir que la misa se celebre en francés y no en latín.
Hoy más que nunca es necesario tener ideas claras, sobre todo en las cuestiones fundamentales, y lo es el derecho de propiedad privada, cada vez más amenazado por quien quiera que se sienta con arrestos de reformador social, y el recurso de unas doctrinas con la pretensión de nuevas, no siendo en realidad más que retoños de vejeces mandadas retirar.
Nos consuela advertir en el lenguaje del escrito de ahora del señor Herrera un tono distinto del que leímos en los pasajes comentados de sus conferencias.
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