Revista FUERZA NUEVA, nº 533, 26-Mar-1977
Decreto-ley sobre relaciones laborales
UN SALTO MORTAL
(…) Nos parece, en algunos de sus pasajes, un salto mortal hacia atrás, el célebre Decreto-ley de cuatro de marzo sobre Relaciones Laborales. Una exégesis detallada de su contenido resultaría más propia de una revista profesional: la huelga, los conflictos, los convenios, la renuncia del Estado a velar por grandes aspectos de las condiciones de trabajo, el despido, las plantillas… Nos referiremos tan sólo a algunos de estos temas y de soslayo, pues el Decreto-ley -esto que viene no es jurídico- lleva mucha miga.
***
Si José Antonio dijo, en un octubre de 1933: “Queremos que no se canten derechos individuales en casa de los famélicos”, y en un noviembre de 1934 dijo: “El Estado nacionalsindicalista no se inhibirá cruelmente de las luchas económicas… ni asistirá impasible a la dominación de la clase más débil por la más fuerte…”
Si Franco dijo, y además lo firmó un 13 de marzo de 1938, en plena Cruzada: “El Estado se compromete a ejercer una acción constante y eficaz en defensa del trabajador… y fijará las bases para la regulación del trabajo… y velará por la seguridad y continuidad en el trabajo…”, y si otro día Franco, siendo ministro de Trabajo Girón, afirmó en un 16 de octubre de 1942: “Toda la materia relacionada con la reglamentación del trabajo… condiciones mínimas a que han de justarse las relaciones laborales…, será función privativa del Estado que se ejercitará sin delegación posible por el Departamento Ministerial de Trabajo…”
No lo fue porque uno y otro tuvieran sendos caprichos de decir todo aquello: el ruidoso fracaso del liberalismo económico, hijo legítimo del liberalismo político, imponía una reacción eficaz, lo menos parecida posible a las ampulosas declaraciones de derechos, epidemia del ochocientos. Así, lo que José Antonio dice, precedido de la palabra “queremos”, pasa a ser prosa eficiente en el Boletín Oficial del Estado y en la realidad práctica. Ejemplo, los avances en política social conseguidos en cuarenta años, pese a que España partía de una economía triturada.
***
Por el Real Decreto ley del día 4 de marzo, el Estado renuncia, en parte, a “ejercer esa acción constante en defensa del trabajador”, según se desprende del título IV de la Exposición de Motivos, confirmado por el título IV de su parte dispositiva, en relación con el artículo primero de la Ley de 16 de octubre de 1942 que arriba transcribimos.
Nos liberalizamos; al renunciar el Estado a algunas de las funciones de tutela al trabajador, hacemos más fácil la lucha de clases y posiblemente “la explotación del hombre por el hombre”, tan repetida desde los saintsimonianos, 1825, hasta Lenin, 1924, y desde Lenin hasta hoy.
Hemos dado un salto mortal, pero hacia atrás, ¡oh los “corssi e ricorssi” de Vico! ¡Qué chascos produce la historia, sobre todo para tantas gentes sencillas que piensan que el progreso se da siempre, o para las que piensan que cuando de verdad progresamos es ahora!
Nada hemos dicho del llamado derecho a la huelga. Nos apuntamos a una sociedad que tuviera en su Ley Fundamental una declaración así: los trabajadores tienen derecho a que no haya huelgas.
***
Nada hemos dicho del despido que, conforme al mencionado Decreto-ley, en algunos casos resulta más permisivo de lo que lo fuera en el texto refundido de 26 de enero de 1944, firmado por Girón. Muy poco se separó éste de la Ley de 21 de noviembre de 1931, y, en lo que lo hace, lo es en otorgar mayores garantías a los derechos del trabajador. Algo tendría la ley de 1931, que, promulgada siendo ministro de Trabajo Largo Caballero, ha sido respetada cerca de medio siglo y todo el tiempo que duró la “dictadura” de Franco con escasas modificaciones, que precisamente fueron introducidas en beneficio del trabajador.
Son los aspectos a que nos referimos en los dos párrafos anteriores de sumo interés, y a ellos, quizá otro día intentemos hincarles el diente.
Aun cuando el Fuero del Trabajo declara en su preámbulo que la economía debe estar supeditada a la política, es cierto que en esta sociedad tan compleja que hemos construido, la economía presione sobre la política, la condiciona y somete, o dicho más claro, la economía manda. Si ésta es de vacas flacas, a todos nos ciñe y nos estruja; o a todos debe hacerlo. Pero que no nos doren la píldora diciéndonos que avanzamos en la llamada cuestión social con justicia y libertad, pues por algo tenemos democracia y somos “ya” europeos.
Más veraces serían si se nos dijera que España, que en otros tiempos diera leyes a medio mundo (aquellas leyes entre 1500 y 1600 para evitar la explotación de las colonizados, Leyes de Indias, modelo de respeto al trabajador), ahora renuncia a ser precursora y ha de homologarse a una estructura cuya decadencia atisbara Spengler hace medio siglo, y hoy la tocamos con la mano.
ADAINAC
|
Marcadores