Ante esta noticia siento dos cosas a la vez:

1- Alegría por el pueblo húngaro que empieza a despertar.

2- Vergüenza por nuestra mísera situación en la que somos incapaces de conseguir resultados en nuestro país. Y aún nos atrevemos a cuestionar por simples lindezas a países donde a diferencia de nosotros, sí que consiguen auténticos resultados y además muy buenos. Típico del atrevimiento bocazas español, un defecto muy propiamente nuestro.