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Tema: Crímenes de guerra de los Aliados en 1945

  1. #41
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    Re: Crímenes de guerra de los Aliados en 1945

    Los campos de exterminio del Rhin: El destino de los prisioneros alemanes en manos del judío Eisenhower


    Con la capitulación final en mayo de 1945, el supremo comandante aliado se vio con el control de mas de 5 millones de harapientos y desgastados aunque vivos, soldados, dado que Eisenhower ya no podía matar alemanes armados en guerra el general de escritorio decidió asesinar alemanes desarmados en paz

    Ya que la Convención de Ginebra garantiza a los prisioneros de guerra la misma comida, refugio y medicinas que sus captores, Eisenhower simplemente eludió el tratado creando su propia categoría de prisioneros, en virtud de esta re-clasificación los soldados alemanes ya no eran considerados prisioneros de guerra sino D.E.Fs ( Fuerzas Enemigas Desarmadas).

    Con esta astuta modificación, y en directa violación con la Convención de Ginebra Eisenhower ahora podía tratar en secreto con aquellos bajo su poder, lejos de las miradas del mundo exterior .





    https://www.youtube.com/watch?v=5ffJte3oww4

  2. #42
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    Re: Crímenes de guerra de los Aliados en 1945

    LOS CAMPOS DE LA MUERTE DE EISENHOWER

    By Esencia NS on 14:07:00

    Seguramente después de ver cientos de películas y de leer la versión de la historia escrita por los buenos tendrás la idea de que el comportamiento del ejército americano durante la Segunda Guerra Mundial fue tremendamente respetuoso con los vencidos, como corresponde al paladín de las democracias occidentales, y que nada sucio (salvo algún lamentable hecho aislado) podría achacarse a los soldados de la democracia más antigua del planeta. Bien pues presta atención porque hoy me gustaría hablarte de los campos de la muerte de Eisenhower.





    Para tratar los campos de la muerte de Eisenhower sería conveniente que empecemos dando un pequeño repaso al derecho internacional.


    Durante la Conferencia de Paz de la Haya al inicio del siglo XX, los Estados que se consideraban "civilizados" se comprometieron a cumplir con una serie de derechos y obligaciones internacionales con las que se pretendía humanizar las guerras y acabar con los abusos contra los indefensos.



    El 26 de enero de 1910 las Convenciones de Guerra de La Haya fueron ratificadas por todos los países participantes, entre ellos los Estados Unidos, y en la Convención de Ginebra, entre otros hay cuatro derechos fundamentales están garantizados para los prisioneros de guerra.



    1. Que serán alimentados y cobijados en la misma forma que las tropas de base o de reserva de las Fuerzas que capturan.


    2. Que podrán enviar y recibir cartas.



    3. Que serán visitados por delegados del Comité de la Cruz Roja Internacional quienes informarán en secreto, acerca del trato que reciben a un Poder de Protección. (En el caso de Alemania, como el gobierno se desintegró en las etapas finales de la guerra, Suiza había sido designada como Poder Protector).



    4. Una vez restablecida la paz la liberación de los prisioneros de guerra se efectuará en el más breve tiempo posible.


    Los aliados firmaron todas estas convenciones comprometiéndose a cumplirlas.


    Pero en marzo de 1945, un mensaje al Staff Combinado de Jefes enviado por Eisenhower recomendaba la creación de un nuevo tipo de prisioneros "Fuerzas Enemigas Desarmadas", o DEF quienes no recibirían el estatus de prisioneros de Guerra, definido por la Convención de Ginebra.


    Esto era una clara violación de la Convención de Ginebra. A pesar de ello El 26 de Abril de 1945, la combinación de Jefes aprueba el Status DEF, solamente para los Prisioneros de Guerra alemanes en manos de los norteamericanos. Los miembros británicos habían rehusado adoptar el plan norteamericano para sus propios prisioneros.
    "Con efecto inmediato todos los miembros de las Fuerzas Alemanas que se mantienen en custodia norteamericana en la zona de ocupación en Alemania, serán considerados como Fuerzas Enemigas Desarmadas y no tendrán el estatus de Prisioneros de Guerra". - Dwight D. Eisenhower.
    A partir de ese momento los prisioneros alemanes quedan privados del derecho internacional, siendo su seguridad transferida a la arbitrariedad de los vencedores. Recordemos que el no respeto del derecho internacional en las cuestiones de guerra es considerado como Crimen de Guerra.


    Como consecuencia situación de los campos fue la siguiente:


    – Los prisioneros no fueron registrados ni a su llegada ni durante su permanencia.


    – Hubo casos en los que se disparó sin causa aparente contra los prisioneros.


    – Los prisioneros se instalaron, a pesar del frío y la lluvia, sobre el suelo raso sin techo alguno. Se les prohibió construir alojamientos. No fueron entregadas tiendas de ningún tipo a pesar de que está comprobado que los norteamericanos disponían de ellas.


    – Los prisioneros se cavaron agujeros para sí, en los que poder cobijarse como podían de la intemperie. También estos agujeros fueron en algunos casos destruidos y el suelo de nuevo aplanado.


    – No había instalaciones de limpieza. Las letrinas, hechas de hoyos y maderos, estaban junto a las vallas, dónde los prisioneros no pudieran dejar de ser vigilados.


    – Durante los primeros momentos, no había alimentos ni agua a pesar de que los almacenes norteamericanos tenían alimentos suficientes y el Rin sólo se encontraba a 200 metros.


    – En algunos casos los prisioneros pudieron recibir más adelante algunos alimentos de los norteamericanos: huevo en polvo, leche en polvo, galletas, chocolate en barras, café en polvo, pero como no les fue entregada agua muchos murieron a causa de enfermedades intestinales.


    – Los prisioneros no tenían ningún tipo de relación con el mundo exterior, no se permitía ningún tipo de intercambio postal. A la población le estaba prohibido, bajo pena de muerte, el acercarse a los campos de prisioneros.


    – La Cruz Roja Internacional no tuvo ningún tipo de permiso para acercarse a los campos. Los alimentos y ayudas que fueron enviados por la Cruz Roja Suiza fueron devueltos por instrucción expresa de Eisenhower.


    – Los enfermos y los heridos fueron insuficientemente o nada atendidos mientras los hospitales cercanos no eran utilizados.



    – Como personal de vigilancia fueron contratados trabajadores forzados extranjeros (polacos, rusos, etc...). La policía de los campos consistía en antiguos prisioneros de los campos de trabajo de Speer. Los prisioneros eran diariamente humillados, maltratados y torturados por ellos.





    El escritor canadiense Bacque, autor del libro “Other losses”, escribe:



    “En los campos a lo largo de las orillas del Rin constataron los médicos militares desde el 1 de mayo hasta el 15 de junio de 1945 una pavorosa tasa de mortalidad, ochenta veces superior a la de cualquier otra situación conocida anteriormente por aquellos profesionales. Efectiva y escrupulosamente registraron las causas de muerte: muchos murieron por disentería y diarrea, y otros muchos por tifus, tétanos, envenenamiento de la sangre, etc. todo en cifras inconcebibles desde la Edad Media. La terminología médica no bastaba para describir la catástrofe de la que eran testigos aquellos médicos. También fueron registrados casos de muerte por adelgazamiento o cansancio.... por enfermedad del corazón o inflamación pulmonar.”


    La situación de los campos del Rin llevó en poco tiempo a unas tasas de mortalidad masivas.


    Leamos algunos testimonios.


    De un prisionero alemán:


    En abril fueron aprisionados cientos de miles de soldados alemanes, pero también muchos de ellos enfermos que se encontraban en hospitales, amputados, auxiliares femeninas y civiles. Un internado de Rheinberg tenía más de 80 años, el otro tan sólo nueve.... un hambre constante y una sed torturadora eran sus compañeros, murieron de disentería. Un cielo cruel los regó semana tras semana con tormentosa lluvia... los amputados se deslizaban por el barro como anfibios, empapados y temblorosos... día tras día sin techo, noche tras noche permanecían desalentados en la arena de Rheinberg o morían en sus hundidos agujeros... (Heinz Janssen, prisionero de guerra en Rheinberg – James Bacque)


    Un testimonio norteamericano:


    El 30 de abril fue un día duro. Lluvia, aguanieve y nieve se iban turnando, y todo ello con un frío que calaba hasta los huesos. Estrechamente apiñados, para poder calentarse mutuamente, se mostraban a la vista al otro lado del alambre de espino: alrededor de 100.000 hombres extenuados, apáticos, sucios, descarnados con mirada vacía, vestidos con uniformes sucios y grises, con los pies hundidos en el barro hasta los tobillos. Aquí y allá se veían manchas blancas que tras una mirada más atenta resultaban ser las vendas de heridas mal curadas. La comandancia divisionaria alemana informó que los hombres no habían comido nada desde hacía por lo menos dos días y que el abastecimiento de agua era un problema urgente – mientras ahí estaba el Rin, lleno de agua, a sólo 200 metros. (James Bacque,)


    George Weiss:


    Mecánico de tanques que ahora vive en Toronto, recuerda el campo donde estuvo junto al Rin: "Toda la noche teníamos que estar sentados uno contra otros. Pero la falta de agua era la cosa peor de todas. Durante tres día y medio no tuvimos nada de agua, teníamos que beber nuestra orina...."


    El soldado Heinz T:


    (Su nombre se mantiene en reserva ante su solicitud) había cumplido justo 18 años en el hospital, cuando los norteamericanos entraron en su sala el 18 de abril. El y sus compañeros heridos fueron sacados del hospital y llevados al Campo en Bad Kreuznach en el Rhineland, donde ya se encontraban varios cientos de miles de prisioneros. Heiz llevaba solamente un pantalón corto, zapatos y una camisa.


    Heinz estaba lejos de ser el más joven en el campo, Había niños de 6 años entre los prisioneros, así como mujeres embarazadas y hombres de más de 60 años. Al comienzo cuando los árboles comenzaron a crecer en el campo, algunos lograron cortar sus ramas para hacer fuego, Los guardias ordenaron apagar el fuego. En muchos lugares estaba prohibido cavar agujeros en el suelo para hacer refugios. "Todo lo que teníamos para comer era el pasto". Recuerda Heinz.


    Charles von Luttichau:


    Estaba convaleciente cuando decidió entregarse voluntariamente a las tropas norteamericanas que estaban cerca de su casa. Fue llevado al Campo Kripp, en el Rin cerca de Remagen.


    Fuimos mantenidos en hacinadas prisiones de alambres de púas, al aire libre, con escasos alimentos, recordaba recientemente. "Más de la mitad del tiempo no tuvimos alimentos, el resto del tiempo teníamos una pequeña ración K. Pude ver desde el encierro que nos estaban dando una décima parte de lo que le entregaban a sus propios hombres...Le reclamé al Comandante norteamericano del Campo que estaban violando la Convención de Ginebra, pero simplemente me dijo: ¡Olvide la Convención, ustedes no tienen ningún derecho!"


    "Las letrinas eran sólo una tabla sobre una zanja junto al cerco de alambre de púas. Por las enfermedades, los hombres tenían que defecar en el suelo. Pronto muchos de nosotros estábamos demasiado débiles para sacarnos los calzoncillos. Así nuestra ropa estaba infectada, y así estaba también el barro donde caminábamos, nos sentábamos o nos acostábamos. Es esas condiciones nuestros hombres muy pronto, dentro de pocos días, hombres que habían ingresado sanos al Campo estaban muertos. Vi a nuestros hombres llevar muchos cuerpos a la entrada del Campo donde eran apiñados arriba de un camión que se los llevaba".


    Capitán Julien (ejército francés):


    El 10 de julio, una unidad del ejército francés tomó Dietersheims y 17 días después el Capitán Julien llego para asumir el mando. Su informe sobrevive como parte de una investigación del ejército en una disputa entre Julien y su predecesor. En el primer Campo al cual entró, dijo haber encontrado un terreno fangoso "habitado por esqueletos vivientes" algunos de los cuales murieron mientras los observaba. Algunos se apretujaban unos juntos a otros bajo trozos de cartón a pesar de que el día de julio era cálido. Mujeres que yacían en agujeros cavados en el suelo le miraban directamente con edemas de hambre en sus abultados vientres en una grotesca parodia de embarazo; ancianos con largas barbas grises le miraban débilmente, niños de seis o siete años con los anillos de un mapache en sus ojos del hambre le miraban con sus ojos faltos de vida. Dos médicos alemanes en el "hospital" estaban tratando de cuidar a los moribundos en el suelo, bajo el cálido cielo, entre las marcas dejadas por las tiendas de campaña que los norteamericanos se habían llevado con ellos.



    El Comité Internacional de Cruz Roja no recibió autorización para intervenir en estos campos ¡¡hasta el 2 de febrero de 1946!!





    En la página de cruz roja podemos leer:



    "No obstante, las cantidades de socorros recibidas por el CICR para estos cautivos siguen siendo muy modestas. En el transcurso de sus visitas, los delegados constatan que los prisioneros de guerra alemanes están a menudo detenidos en condiciones espantosas; llaman la atención de las autoridades detenedoras sobre este hecho y logran, poco a poco, ciertas mejoras. "


    El CICR y la Segunda Guerra Mundial


    Las cifras.


    ¿Cuántos alemanes fueron prisioneros en los campos de la muerte de Eisenhower bajo la denominación de DEF fuerzas enemigas desarmadas y por lo tanto sin ninguno de los derechos que la Convención de Ginebra reservaba a los prisioneros de guerra?


    Pues la friolera de 6.000.000 de alemanes.


    La historiografía de los Estados Unidos al respecto habla únicamente de 5.000 muertos. La historiografía oficial alemana actual, se centra en 5.000 muertos, máximo en 10.000 pero nunca acepta un número mayor.


    Esto significaría que de los cinco o seis millones de prisioneros que fueron hacinados en los campos del Rin, sólo un 0,1% no superaron las condiciones en que se vivía en los campos. No obstante una tasa de mortalidad del 0,1% corresponde a la tasa que tendría una población que viviera en condiciones normales. Para los Campos del Rin una tasa así queda totalmente descartada.
    El escritor canadiense Bacque asegura:”La cifra total de víctimas se encuentra sin ninguna duda por encima de los 800.000, con casi toda seguridad más cerca de los 900.000 y posiblemente por encima de un millón. Las causas de su muerte fueron esencialmente provocadas por los oficiales del ejército norteamericano, que disponían de suficientes alimentos y otros medios como para poder mantener a los prisioneros con vida. A las organizaciones de ayuda que procuraron auxiliar a aquellos prisioneros les fue prohibido el acercarse. Todo esto fue entonces ocultado y cubierto mediante mentiras.... Las actas y pruebas fueron eliminadas, manipuladas o guardadas secretamente. Esto continúa así todavía hasta la actualidad.”


    El doctor Ernest F. Fisher jun., Mayor del Ejército de los Estados Unidos, escribió:


    "El odio de Eisenhower, tolerado por una burocracia militar que le era dócil, produjo el horror de los campos de la muerte, algo incomparable con cualquier otro suceso a lo largo de la historia militar norteamericana. En vista de las catastróficas consecuencias de aquel odio y de la indolente indiferencia que la oficialidad de la SHAEF (del comando central de las fuerzas expedicionarias aliadas) se mostró la más dolorosa cara del ejército norteamericano." (Citado por Baque en a.a.O., Pg. 17).



    No estaría de más recordar que hay 1.000.000 de muertos alemanes en la SGM que permanecen sin aclarar. Se trata del “millón perdido”. Hasta la caída del muro de Berlín estos desaparecidos en el occidente de Alemania fueron atribuidos a la URSS, pero cuando los rusos abrieron sus archivos en los noventa, los cuales desde por lo menos el 1946 mostraron una información inesperadamente detallada, sólo pudieron quedar aclarados alrededor de 100.000 desapariciones de esa zona. Se calcula además, que durante el año 1945 alrededor de 200.000 alemanes de esos lugares murieron anónimamente en las extensiones de Rusia. El millón perdido permanece sin aclarar.





    ¿Dónde están los muertos?


    Una cuestión importante es ¿dónde se encuentran los cadáveres de los campos de exterminio de Eisenhower? Ningún organismo oficial ha considerado nunca la necesidad de buscar fosas comunes en el entorno del Rheinwiesen. Dado que según la postura oficial no existen muertos, no es necesario buscarlos.


    La asociación para el cuidado de las sepulturas de guerra alemanas (Volksbund für Deutsche Kriegsgräberfürsorge) tienen las manos atadas desde la ley de sepulturas de 1952, en la que su labor quedó centrada únicamente a cuestiones de los caídos en el extranjero. En Alemania debe aguardar una orden de la administración. Una orden así no ha sido nunca dada.


    Sólo en una ocasión se inició la búsqueda de fosas comunes, y fue una búsqueda no oficial. El miembro de las fuerzas armadas y experto en fosas Otto Schmitt, de Guldental – Bretzenheim se propuso desde 1970 el clarificar la cuestión de los desaparecidos.


    En otoño de 1985 Otto Schmitt , tras consultar con el propietario Otto Tullius, comenzó en el emplazamiento de las antiguas letrinas los primeros trabajos de prospección. El interés de los habitantes de la zona y de la prensa local se despertó.


    Poco después del comienzo de las pesquisas, cuando todavía no se había encontrado nada, llegó una visita inesperada: una delegación de la administración local de Bad Kreuznach transmitió un escrito en el que se comunicaba que aquellas tierras quedaban dentro de los terrenos protegidos por la ley de patrimonio nacional y que por lo tanto cualquier excavación o manipulación de ellas quedaba prohibido. Otto Schmitt se vio obligado a abandonar su trabajo.



    El 27 de octubre del año siguiente, 1986, se ratificó y reforzó la ley de patrimonio sobre las tierras del campo de Bretzenheim. Todas las solicitudes que Otto Schimtt presentó para poder continuar con su trabajo fueron rechazadas por diversos motivos. Finalmente, al inicio de los noventa y derrotado por la Administración, abandonó su estéril lucha.


    Conclusión.


    Pueden ponerse en duda las cifras dadas por el escritor canadiense Bacque y estará bien que se haga si esto ayuda a conocer con mayor exactitud lo ocurrido en los campos de la muerte de Eisenhower, pero hay ciertos hechos de extraordinaria gravedad que a estas alturas ya nadie cuestiona.


    1. Crear el estatus de Fuerzas Enemigas Desarmadas (FED) para no reconocer los derechos de los prisioneros de guerra alemanes fue un acto ilegal que atenta gravemente contra los acuerdos suscritos por los estados unidos en la Conferencia de Paz de la Haya.


    2. Esta artimaña legal permitió que las tropas norteamericanas sometieran a los prisioneros alemanes a unas condiciones de reclusión inhumana e injustificable, negándose incluso a que organizaciones como Cruz Roja Internacional acudiera en su auxilio.


    3. Como consecuencia de estas actuaciones miles de prisioneros de guerra fallecieron innecesariamente.


    4. Tanto la administración americana como la alemana no han intentado investigar estos hechos y han obstaculizado las investigaciones de terceros.


    5. Ningún militar ni responsable político norteamericano ha sido nunca juzgado por lo ocurrido en estos campos de la muerte, a pesar de que en los juicios de la post guerra un buen número de los condenados a muerte fueron ejecutados por hechos de mucha menor gravedad.



    Esta sólo es otra más de las muchas historias que nunca te contaron. Si deseas saber más te recomiendo leer el testimonio de Martin Brech, profesor de filosofía y religión, guardián de uno de los campos de la muerte. Llega a decir cosas como ésta: "La vista de tantos hombres desesperados por conseguir comida y agua, enfermando y muriendo ante nuestros ojos, es indescriptible. Incluso ahora, solo puedo pensar en ella momentáneamente"


    A U.S. PRISON GUARD AT ONE OF "IKE'S DEATH CAMPS"


    Los campos de la muerte de Eisenhower ~ Historia y Cultura del III Reich
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  3. #43
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    Re: Crímenes de guerra de los Aliados en 1945

    EL MASÓN TRUMAN DESTRUYÓ COMUNIDADES CATÓLICAS EN JAPÓN

    Tras la destrucción de Hiroshima el 6 de agosto de 1945, el alto mando militar estadounidense liderado p...or el presidente Harry Truman –a quien se le suele vincular con la masonería–, puso la mira sobre Kokura para forzar la rendición de Japón; sin embargo el mal tiempo hizo que se cambiara por Nagasaki.

    El día del lanzamiento de “Fat Man” –nombre del proyectil–, la pequeña comunidad católica japonesa perdió en Nagasaki dos tercios de sus miembros.

    En ese entonces Nagasaki tenía unos 240 mil habitantes. Un error de cálculo de los aviadores estadounidenses hizo que la bomba no cayera en el centro de la ciudad; pero el efecto igual fue devastador y asesinó de manera inmediata a unas 75 mil personas. En los días siguientes murió un número similar a causa de heridas y enfermedades ocasionadas por la radiación.

    Nagasaki fue desde el siglo XVI centro importante del catolicismo en Japón, impulsado por los misioneros jesuitas y franciscanos.

    El cardenal Biffi en su libro de memorias se hace una pregunta inquietante: “Podemos bien suponer que las bombas atómicas no hayan sido tiradas al azar. La pregunta es por lo tanto inevitable: cómo así se escogió para la segunda hecatombe, entre todas, precisamente la ciudad de Japón donde el catolicismo, aparte de tener la historia más gloriosa, estaba más difundido y afirmado?" Giacomo Biffi, "Memorie e digressioni di un italiano cardinale [Memorias y digresiones de un italiano cardenal]", Cantagalli, Siena, 2007, pp. 640

    Las bombas de Hiroshima y Nagasaki acabaron con la vida de más de 250.000 personas y dejaron un legado de horror que aún perdura en nuestros días. En los siguientes años, la destrucción de ambas ciudades quedó asociada con las imágenes de edificios arrasados y llanuras llenas de escombros. Pero, ¿dónde estaban las víctimas? A principios de 1946, las autoridades estadounidenses habían ordenado la destrucción de centenares de fotografías y prohibido la difusión de cualquier testimonio de la masacre. Se prohibió a la población japonesa cualquier comentario sobre los bombardeos o las informaciones que pudieran “alterar la tranquilidad pública.



    Fuentes:

    Hiroshima y Nagasaki: dos pueblos muy Católicos <http://www.taringa.net/…/Hiroshima-y-Nagasaki-dos-pueblos-m…>

    Un día como hoy la bomba atómica mató a dos tercios de los católicos en Nagazaki, por Eduardo Berdejo <https://www.aciprensa.com/…/nagasaki-70-anos-de-la-bomba-a…/>







    ________________________

    Fuentes:

    https://www.facebook.com/16662719736...type=3&theater
    Trifón dio el Víctor.

  4. #44
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    Re: Crímenes de guerra de los Aliados en 1945

    martes, 16 de febrero de 2016

    DRESDE, EL HOLOCAUSTO OLVIDADO



    Hace 71 años, el 13 y el 15 de febrero de 1945, durante la Segunda Guerra Mundial los aliados lanzaron cuatro ataques aéreos consecutivos, sobre Dresde, la séptima ciudad más importante de Alemania en aquel entonces, una población que no constituía de ningún modo un objetivo industrial, estratégico o militar de primer orden. La Real Fuerza Aérea de Gran Bretaña y la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, masacraron indiscriminadamente a mas de 200.000 personas en una ciudad que albergaba a 800 mil refugiados que huían del avance soviético de Zhukov. Después de los bombardeos los cazas descendieron para ametrallar todo lo que aún se movía; ni los animales del zoológico se libraron del sadismo de los pilotos ingleses y americanos.5.000 bombas explosivas y 400.000 incendiarias, cegaron la vida, los sueños y las ilusiones de miles de personas.


    Hoy Memorias del Pasado quiere recordar a los mártires olvidados de esta gran represalia, desproporcionada e indiscriminada, del bombardeo de Dresde, esta masacre sin sentido y que constituye literalmente un verdadero holocausto de cientos de miles de civiles alemanes, esperamos de corazón que en un futuro también pueda haber reparación y reconocimiento histórico real de este y otros sucesos que fueron crímenes de guerra, que los vencedores los reconozcan y que los culpables paguen, desde este espacio solo podemos decir que ¡nunca los perdonaremos! y a las victimas que ¡nunca los olvidaremos!.


    Para mas información acerca de este tema, click en la imagen.:





    Este, es un interesante material adicional, es un contenido muy fuerte, se recomienda la discreción del espectador:





    Ayúdanos a difundir la verdad, postea esta imagen en tus redes sociales:




    Publicado por Revisionista en 18:38

    Etiquetas: Datos curiosos, Documental, Homenaje, Revisionismo, Vídeo, Youtube



    Memorias del Pasado: DRESDE, EL HOLOCAUSTO OLVIDADO


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    Re: Crímenes de guerra de los Aliados en 1945

    Aniversario del intento de destrucción de La Ultima Cena de Da Vinci por las potencias liberales

    Una de las obras maestras de la pintura, "La Ultima Cena", de Leonardo da Vinci, pintada entre los años 1495 y 1497, es un encargo de su mecenas, el Duque Ludovico Sforzala.






    Leonardo la pintó directamente sobre una pared de la Sacristía del Bramante, en la Basilica - Santuario de Santa María de las Gracias (Santa Maria delle Grazie), en Milán.



    Milán era, como en la actualidad, considerada como una ciudad simbólica en donde se concentraba un gran porcentaje de la historia del mundo, pues grandiosos representantes del arte habían vivido y trabajado allí, creando maravillosas obras.



    Y la Última Cena es una obra mundialmente conocida y reconocida, y todo el mundo sabe donde está situada.





    La basílica, restaurada donde está sita la famosa escena de La Última Cena, en un fresco, es decir pintado en una pared




    Pues bien, las potencias aliadas liberales, se decidieron bombardear Milán de forma indiscriminada, población civil, obras de arte, monumentos, etc... incluidos



    Y sabiendo donde estaba la obra de Leonardo, y sabiendo que era un edificio sin interés militar ni industrial, los aliados liberales atacaron la iglesia el 15 de agosto de 1943, durante la II Guerra Mundial, con otro de sus habituales bombardeos criminales sobre población civil







    Como dejaron la Basílica los bombardeos de la potencias liberales, donde sabían que estaba la obra maestra, y que, por supuesto, no tenía interés militar


    Las bombas derribaron gran parte de la iglesia, más de un 60%, y a pesar de que una bomba incendiaria cayó a pocos metros y quemó todo a su alrededor —incluyendo todo el Refectorio donde se encuentra la pintura—, una de las pocas paredes que sobrevivió quedando intacta es sobre la que estaba pintada la Ultima Cena.



    Que se salvó gracias a la previsión de los dominicos que antes habían construido una estructura de andamios y bolsas de arena que la protegió.



    Es el mismo espíritu que alentaba el bombardeo del Monasterio de Montecasino, cuna de Europa, o de las catedrales alemanas en ciudades sin interés militar.



    Se trata de destruir las muestras de la civilización occidental, que cuando de verdad es civilización, está impregnada de cristianismo.



    Es la forma en que entienden la cultura las potencias protestantes liberales como es el imperio británico, que oprime a naciones cristianas como Inglaterra, Escocia, Gales o Irlanda




    ___________________________

    Fuente:


    Anotaciones de Pensamiento y Critica: Aniversario del intento de destrucción de La Ultima Cena de Da Vinci por las potencias liberales
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    Re: Crímenes de guerra de los Aliados en 1945

    ¿Quién recuerda los campos de concentración de Eisenhower?

    Publicado el octubre 10, 2017por neocohn

    Gotha, Alemania – “El campo de la muerte de Eisenhower”
    El 10 de marzo de 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial estaba llegando a su fin, el general Eisenhower firmó una orden asignando el estatus de Fuerzas Enemigas Desarmadas A los prisioneros de guerra alemanes que se estaban entregando a los estadounidenses. Esta orden constituía una violación de la Convención de Ginebra porque permitía a Eisenhower dejar de aplicar las reglas para el tratamiento de los prisioneros de guerra. Le permitió dejar morir de hambre a los prisioneros de guerra alemanes, negarles el derecho de enviar y recibir cartas y recibir paquetes de los civiles alemanes y de la Cruz Roja. Los prisioneros de los nazis disfrutaron de todos estos derechos, incluso en los famosos campos de concentración. Eisenhower firmó esta orden antes de que incluso hubiera visto los horrores de los campos de concentración, que tanto le afectaron.
    En su libro titulado “Otras pérdidas”, James Bacque escribió lo siguiente:
    No había tiendas de campaña en el campo de Gotha DEF, sólo alambradas de alambre de púas alrededor de un campo que se convirtió en un barrizal. El primer día, recibieron una pequeña ración de comida, que luego se redujo a la mitad. Para conseguirla, se vieron obligados a correr encorvados, entre líneas de guardias que les golpeaban con palos mientras corrían hacia la comida. El 27 de abril, fueron trasladados al campo de EE.UU. en Heidesheim más al oeste, donde no había comida en absoluto durante días, y luego muy poca.
    La ciudad alemana de Gotha es conocida por los estadounidenses como los primeros cuarteles generales del Ejército estadounidense en Alemania, creados por el general Dwight D. Eisenhower en abril de 1945 y como sede de uno de los campos de prisioneros de guerra donde los soldados alemanes capturados fueron tratados de una manera bárbara con total desprecio a las reglas de la guerra civilizada, según un guardia estadounidense en el campamento.
    El general Eisenhower mencionó a Gotha en su libro “Cruzada en Europa”, como la ciudad más cercana al “campo de horror” de Ohrdruf-Nord , el primer campo de concentración descubierto en Alemania por soldados estadounidenses el 4 de abril de 1945, sin embargo no mencionó su propio campo de prisioneros situado cerca de Gotha.
    Hace unos años, conocí a un ex soldado alemán que había sido prisionero en el campo de prisioneros estadounidense cerca de Gotha en Alemania. Algunos de los soldados estadounidenses, que estaban custodiando el campamento, le habían permitido escapar. Me contó los horribles detalles sobre cómo los norteamericanos habían tratado a los prisioneros de guerra alemanes.
    Después de 1947, la mayoría de los registros de los campos de prisioneros de guerra fueron destruidos por el gobierno de Estados Unidos, según James Bacque, autor de un libro titulado “Otras Pérdidas”. Bacque escribió que los alemanes afirmaron que 1.700.000 soldados que estaban vivos al final de la guerra y se había rendido a los aliados, nunca volvieron a casa. Todos los países aliados negaron su responsabilidad, y nunca se les dijo a las familias lo que les había sucedido a sus seres queridos.
    La siguiente cita del Teniente Ernest Fisher, de la 101ª División Aerotransportada y antiguo historiador del Ejército de los Estados Unidos, procede del libro “Otras Pérdidas”:
    A partir de abril de 1945, el ejército de Estados Unidos y el ejército francés aniquilaron sin más a un millón de hombres, la mayoría de ellos en campos de concentración estadounidenses.
    El odio de Eisenhower, transmitido a través de la obediente burocracia militar, produjo el horror de unos campos de muerte sin igual en la historia militar americana …
    Stephen Ambrose, un notable historiador de la Segunda Guerra Mundial, rechaza las afirmaciones de James Bacque. Su reseña del libro de Bacque se puede leer en este sitio web:
    Stephen Ambrose: A Review of 'Other Losses'
    Para leer otra opinión, puede visita este sitio web:
    Eisenhower's Holocaust - His Slaughter Of 1.7 Million Germans
    Irónicamente, Gotha también ocupa un lugar en la historia como el lugar de nacimiento del Partido del Trabajador Socialista de Alemania en 1875. La misma casa, llamada Haus am Tivoli, donde August Bebel y otros se unieron para formar este nuevo partido político de izquierda, está en la Intersección de Cosmartstrasse, pero está cerrado a los turistas.
    Una placa fue colocada fuera de la casa por el gobierno comunista de Alemania Oriental, conmemorando esto como el lugar donde un “momento glorioso en la historia de la clase obrera alemana” ocurrió.
    Karl Marx escribió un mordaz artículo titulado “Crítica del Programa de Gotha”, en el que criticaba al nuevo partido como una traición al proletariado y el Partido Comunista, que había popularizado en 1848 con su “Manifiesto Comunista”. En 1890, El nombre del partido fue cambiado al Partido Socialdemócrata.
    El 7 de mayo de 1945, el ejército alemán se rindió al general Eisenhower, que se negó a estrechar la mano con el general alemán, como es costumbre. El país neutral de Suiza fue eliminado como la Potencia protectora de los prisioneros alemanes, lo que constituyó otra violación de la Convención de Ginebra. El general George S. Patton liberó rápidamente a los prisioneros que se habían rendido a su tercer ejército, pero el general Eisenhower mantuvo a sus prisioneros de guerra hasta el final de 1946, obligándolos a vivir con raciones de hambre. Los paquetes de la Cruz Roja enviados a los campos de prisioneros alemanes fueron devueltos. Los campos de prisioneros no tenían barracones ni tiendas de campaña.
    Los prisioneros alemanes se vieron obligados a cavar agujeros en el suelo para refugiarse, como muestra la siguiente imagen. A pesar de que el ejército estadounidense tenía un montón de tiendas de campaña, los prisioneros vivieron durante meses en sus agujeros. Cuando llovía, los agujeros se derrumbaban y los prisioneros morían.
    Los prisioneros de guerra alemanes tuvieron que cavar hoyos para refugiarse, como se muestra en la foto de arriba.
    Fuente.

    https://pormiedoalosjudios.wordpress...de-eisenhower/
    Pious dio el Víctor.
    «¿Cómo no vamos a ser católicos? Pues ¿no nos decimos titulares del alma nacional española, que ha dado precisamente al catolicismo lo más entrañable de ella: su salvación histórica y su imperio? La historia de la fe católica en Occidente, su esplendor y sus fatigas, se ha realizado con alma misma de España; es la historia de España.»
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    Re: Crímenes de guerra de los Aliados en 1945

    En el aniversario de la finalización los salvajes bombardeos de las tropas de las potencias liberales a Montecasino y en el del comienzo del asalto quiero recuperar la memoria sintetizada.
    El primer ataque sobre el monasterio, cuna de Europa, se inició el 4 de enero de 1944.

    La célebre abadía benedictina se encuentra situada en una montaña sita al sur de Roma. Y en ella reposan los restos de Benito de Nursia, San Benito, Patrón de nuestro continente.



    San Benito, Patrón de Europa, por Fra Angélico

    Montecasino es uno de los orígenes de nuestra cultura occidental donde renació la civilización tras la caida del Imperio Romano tras la invasión de los bárbaros.



    Grabado de la Abadía antes de la destrucción por parte de los anglosajones

    En Montecasino se escribió "la Regola que durante el derrumbamiento de la civilización clásica contribuyó en gran medida a salvar lo mejor del mundo antiguo y a inaugurar el nuevo".

    Allí "en los grandes scrptoria, los monjes habían copiado obras inmortales que de otro modo se habrían visto destinadas al olvido o a la destrucción".

    Allí "se encontraba el corazón de un probo ejército que, desde Escocia a Sicilia, había trabajado durante más de mil años por la salvación eterna de los hombres pero también por una vida mejor en la tierra".

    Tal como escribe con acierto, y valor, el gran periodista Vitorio Messori, la destrucción del Monasterio de Montecasino es fruto del odio anticatólico




    El tema lo trata en el magnífico y recomendable libro "Leyendas negras de la Iglesia", manual insustituible para rebatir los típicos tópicos calumniosos del Discurso Cultural Dominante.






    La prensa británica y Leo Sulzberger II, miembro de la familia Sulzberger, propietaria del New York Times fueron algunos de los principales impulsores de los bombardeos destructores

    En la segunda guerra mundial, tras el desembarco aliado en la península itálica, los alemanes habían extendido una barrera defensiva denominada "línea Gustav". Levantada en los montes Abruzos, sin embargo excluía la cumbre de Montecassino. El monasterio, en un risco elevado en medio de la planicie, hubiera sido un lugar excepcional para apoyar la citada linea defensiva.

    Pero el comandante en jefe del ejército alemán en la zona era el Marical Kesserling, bávaro y católico, militar de honor, y no quiso exponer el historico monasterio a los resultados del combate. A las afueras de la Abadía un piquete de policía militar protegía la entrada haciendo cumplir las órdenes de que ningún soldado alemán podía ingresar.



    El ejército alemán era conocedor de lo que Montecasino representa para la civilización universal. Por ello, en contra de lo que marcaba cualquier norma táctica y estratégica de carácter militar, Kesserling no incluyó Montecasino en su línea de defensa.

    Allí, además del tesoro arquitectónico que representaba el edificio de la Abadía y de los inconmensurables valores artísticos y bibliográficos que albergaba, hallaron refugio multitud de prófugos, heridos, enfermos, viejos y mujeres, que fueron acogidos por la comunidad de monjes.

    Los aliados, principalmente los dirigentes del ejército estadounidense, como está demostrado documentalmente, tenían conocimiento de que en la montaña y en el monasterio no había tropas alemanas.

    Dió lo mismo. Entre el 17 de enero al 18 de mayo, la colina fue atacada cuatro veces por las tropas aliadas.



    También es probado que se decidió la destrucción por motivos no militares, "empujados por un deseo de destrucción que sólo puede explicarse por el deseo de hacer desaparecer de la faz de la tierra uno de los símbolos más significativos del detestado papismo católico".

    Esto queda confirmado porque el vandálico bombardeo se anunció previamente de forma pública, indicando el día y la hora de la operación, lo que demuestra que no había interés militar estratégico.



    Este anuncio permitió que los alemanes, a pesar de que la Wehrmacht sufría una dramática crisis de elementos de transporte y combustible, encontraran los camiones necesarios para poner a salvo de la destrucción aliada, en el Vaticano, parte de los tesoros artísticos y culturales de la abadía, incluyendo el excepcional archivo, que, por ejemplo, contenía el primer escrito en lengua italiana.


    Traslado de las obras de arte salvadas de la barbarie aliada al ser trasladadas al Vaticano gracias al Teniente Coronel Julius Schlegel

    También las monjas y monjes benedictinos de Monasterio fueron evacuados, quedando al comienzo de la batalla solamente el Abad Gregorio Diamare* de 82 años y 5 monjes.


    Abad Gregorio Diamare

    Tal como habían anunciado, el 15 de febreo de 1944, grandes cantidades de "fortalezas volantes" americanas, entre ellas 42 B-17 Flying Fortresses , junto con 47 B-25 Mitchell y 40 B-26 Marauder, combinadas con cañones de grueso calibre, bombardeaban el histórico monasterio (453 toneladas de bombas descargadas, en ocho oleadas).


    Vista aérea del sector Cassino.
    Arriba el monasterio de Montecassino, abajo la ciudad de Cassino

    "Estuvieron bombardeando y disparando durante tres días hasta que tuvieron la seguridad de que de la abadía sólo quedaban ruinas insalvables (luego se descubrió que se había destruido todo menos la cripta, en la que se hallaron intactas las reliquias de Benito y Escolástica). Se había concebido la acción como un "espectáculo", de modo que un equipo de cineastas oficales filmó el acontecimiento"




    Tras el destructor bombardeo aéreo y artillero aliado, la Werhmacht ocupó el monte, aprovechando los escombros como magnífico punto defensivo. Desde el aspecto militar el vandalismo estadounidense fue muy útil para las tropas alemanas, que usando las ruinas como refugio seguro de sus posiciones pudieron resistir los asaltos de las fuerzas aliadas durante muchos meses.


    Ruinas de la abadía tras el ataque de las potencias liberales

    Las decenas de miles de caídos aliados, muchos de ellos polacos, son resultado de la idea norteamericana de destruir el monasterio.

    La destrucción de la abadía fue un desvarío desde la perspectiva militar y un crimen desde el plano cultural pero "probablemente una exigencia irreprimible y oscura, una necesidad liberadora para aquel cóctel de protestantismo radical e iluminismo masónico que, desde el principio, distingue a la clase dirigente americana. Incluyendo, por tanto, a los altos mandos militares".



    Franklin Delano Roosevelt con sus atributos masónicos junto a Towsend Scudder y Robert Elliott Owens, Grandes Maestros de la G. L. de Nueva York, y a Gran Maestre Jacob Charles Klinck y el Ministro de Comercio Her. Daniel C. Roper. (foto de 1935, en una Tenida de la Logia Architect Nº 519 de la ciudad de Nueva York, en que recibieron el grado de Maestro masón sus hijos, que se ven de pie, detrás de su padre

    Sin embargo este odio desatado da muestra de la importancia histórica y cultural del lugar, para dar lugar a tal furia destructiva contra una de las cunas de Occidente.


    El monasterio restaurado

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    * Al abad Gregorio Diamare, muerto en 1945, el Estado italiano le concedió, a título póstumo, en 1951, la Medaglia d´oro al valor civile. Así lo justifica "Unica Autorità rimasta sul posto, interveniva ripetutamente e con energia presso il comando militare tedesco, ottenendo il rilascio di numerose persone che, prelevate come ostaggio, erano state condannate a morte, ed evitando la distruzione disposta in segno di rappresaglia, di alcune località abitate. Dopo aver posto in salvo innumerevoli tesori di arte depositati nell´abbazia, riconosciuta la inutilità dei suoi sforzi diretti a preservare tale distruzione dell´insigne monumento, decideva di allontanarsene e, attraversata la linea del fuoco, profonda circa 20 chilometri, alla testa di un corteo di donne, malati e feriti, riusciva, tra l´infuriare della battaglia, a portare tutti in salvo."


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  8. #48
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    Re: Crímenes de guerra de los Aliados en 1945

    En el septuagésimosexto aniversario del bombardeo de Muñiste rescato este artículo de 30Giorni que nos introduce en la realidad del genocidio liberal sobre la población civil con bombardeos indiscriminados.

    Corrijo, no sólo no indiscriminados sino muy discriminados, procurando destruir el patrimonio espiritual de Europa.

    Es decir los edificios religiosos, que en Europa son los católicos

    Atacar el armazón del alma de Occidente. Al igual que en Montecasino

    Los liberales con toda su brutalidad tecnológica al servicio de su ideología política destruyeron las iglesias pero no pudieron destruir su objetivo, la Iglesia.

    Un obispo bajo las moral bombs

    El León de Münster, «el opositor más empedernido del nazismo», como lo definió en el 42 el New York Times, denuncia los terribles bombardeos aliados que arrasaron las ciudades alemanas. En estas páginas, las cartas que escribió el obispo a Pío XII en los años de la guerra

    por Stefania Falasca


    La ciudad de Münster destruida por los bombardeos de los aliados

    En las crónicas de las ciudades alemanas bautizadas por el fuego aliado durante la Segunda Guerra Mundial sigue habiendo un día para el recuerdo.

    El de Münster fue el 10 de octubre de 1943. Era domingo. A primeras horas de la tarde, bajo un límpido cielo otoñal, los fieles católicos de Münster se habían reunido ane el pórtico de la antigua catedral.

    Aquel día se celebraba la maternidad de María. El altar mayor de la majestuosa catedral gótica relucía a la luz de las velas. Los canónigos de la catedral se acababan de sentar en los escaños del coro cuando comenzaron a sonar las sirenas: eran las 14.55.

    «Recibimos el aviso de seguir alerta a las 22 de un sábado por la noche, durante una fiesta», escribe en el parte el mayor Ellis B. Scripture, navegante estadounidense de la 90 escuadrilla de bombarderos. «La orden de despegar llegó por teletipo. Se nos comunicó que nuestro objetivo era la entrada de la catedral de Münster. Recuerdo que me quedé estupefacto al enterarme de que, por primera vez desde el comienzo de la guerra, iba a ser la población civil el objetivo de nuestro bombardeo. Fui al coronel Gerhart y le dije que no consideraba posible seguir sus órdenes. Su reacción fue exactamente la que, según pensé luego, me habría debido esperar de un oficial de carrera y un excelente comandante. “Escuche, mayor, esto es la guerra: g-u-e-r-r-a, ¿entiende? Estamos en una batalla sin cuartel, los alemanes han matado durante años a personas inocentes en toda Europa. Nuestro deber es destrozarlos. Y lo haremos. Así que, yo estoy al frente de esta misión, y usted es mi navegante, de modo que ¡vendrá conmigo! ¿Alguna pregunta?”. “No, señor”, respondí. El tema estaba cerrado [1]

    La primera bomba rompedora cayó con precisión absoluta en la bóveda del cuadrado occidental de la catedral de Münster. Desde arriba, la entrada oeste de la catedral, enmarcada por las imponentes torres románicas, era un objetivo difícil de fallar. Los supervivientes escaparon, buscando cobijo bajo las paredes de las torres. Sólidas como el firmamento, habían resistido a setecientos siglos de historia. La segunda bomba la alcanzó de lleno. Se derrumbaron como una montaña de escombros. Después siguieron las bombas incendiarias. Los edificios se encendieron como antorchas. Todo el centro histórico se convirtió en una antorcha. Varios kilómetros de vapores amarillos y densas columnas de fuego y humo negro se levantaron en el cielo. En pocos minutos, la antigua y orgullosa belleza de la ciudad episcopal de Münster se consumó en las llamas. A las 16.30 el coronel Gerhart declaró concluida la operación sobre Münster.

    La impecable reconstrucción de aquel bombardeo hecha por el historiador Jörg Friedrich termina así. Friedrich añadió un detalle más a su narración. Un detalle sin comentarios. «El coronel Gerhart, sin embargo, tuvo que admitir que no todo había salido como se esperaba. La misión no había concluido completamente. “Ha habido un error”, dice en su comunicación. “La trescientos cincuenta escuadrilla de bombarderos se ha equivocado sobre Münster, se ha dirigido hacia Enschede, en Holanda. Confundiéndola con la ciudad alemana, ha descargado sobre Enschede su carga. Sorry.Lo sentimos” [2] .



    El obispo Clemens August von Galen entre los escombros de la plaza de la Catedral

    También los civiles de Münster se preguntaron si no habían sido víctimas de algún error. Por lo demás, ya había ocurrido que se les bombardeara por error. La noche del 15 de mayo de 1941 habían caído seis bombas sobre Münster. Los aviones ingleses habían atravesado el Rhin como respuesta al bombardeo alemán sobre Rotterdam; se dirigían a los dieciséis objetivos entre Colonia y Dortmund, pero acabaron desenganchando bombas sobre cualquier lugar en donde una luz indicara la presencia de humanos. Detalles.

    Y como estos, muchos otros. También en los relatos de los supervivientes de aquel 10 de octubre, en los testimonios de quienes tenían grabado en los ojos el horror de los montones de cuerpos medio carbonizados, casi un cúmulo de cenizas, descuartizados, amontonados sobre los escombros de la Marienplatz, de Groitgasse… De quienes excavando entre los escombros, tratando de separar a los muertos de los vivos, se encontraron con el espectáculo sobrecogedor de los amasijos de cadáveres de mujeres y niños sofocados, quemados en los refugios. Como los descritos en las páginas abarrotadas de otros recuerdos: los de los testigos que declararon en el proceso canónico de Clemens August von Galen, el obispo de Münster.

    «Cuando se oyeron las sirenas de alarma, el obispo estaba poniéndose los paramentos para bajar a la catedral. No le dio tiempo de bajar hasta el refugio antiaéreo», cuenta el canónigo Alois Schröer. «Las bombas rompedoras alcanzaron y destruyeron su residencia. Se quedó apretado contra la única pared que quedó en pie» [3] . Allí lo encontró su secretario, Heinrich Portmann: «Mientras los aviones seguían sobrevolando la ciudad, vi al reverendísimo monseñor arriba, bajo el cielo abierto entre las ruinas y el humo… estaba milagrosamente ileso. Con dificultad lo ayudé a bajar […]. Más tarde, en el refugio del Colegio Ludgerianum, le informé de la muerte de los fieles… del vicario Emmerich y de las cincuenta y nueve hermanas de la caridad de San Clemente, que habían volado todas juntas al cielo desde su convento, alcanzado por una bomba incendiaria. Por la noche me pidió que lo acompañara a la catedral. Se quedó allí, inmóvil, frente a aquellos escombros devorados por las llamas. En silencio, lloró [4]


    ¿No era desde aquella catedral desde donde el “León de Münster” había levantado su voz desenmascarando y condenando los aberrantes crímenes y las infamias del nazismo? ¿Desde donde se había atrevido a atacar frontalmente a Hitler? Nadie en el Tercer Reich se había atrevido a tanto. Hasta el punto de que por su atrevido e indómito valor, apenas un año antes, se había ganado las páginas de The New York Times como «el más encarnecido opositor del régimen nacionalsocialista» [5] , y sus famosas homilías incluso fueron lanzadas en el cielo de Berlín por la Royal Air Force inglesa. Furioso de odio, Hitler juró que le haría «pagar hasta el último céntimo» [6] . Sin embargo, sabía que destruirlo también habría significado renunciar a toda la Westfalia y decidió aplazarlo todo hasta el final de la guerra. Pero esto pertenecía al pasado.



    La ciudad de Dresde completamente arrasada por los bombardeos de 1945

    El 4 de noviembre de 1943 el obispo Von Galen escribe a Pío XII comunicándole la catastrófica situación en la que se encontraba la ciudad de Münster y el dolor por las víctimas del bombardeo aliado. «Junto al sufrimiento del pueblo, también la destrucción de las doscientas iglesias de la diócesis le provocaban un profundo dolor y, más que nada, la de la catedral, tanto que no llegó nunca a comprender por qué lo habían hecho los aliados» [7] , declara en el proceso el sacerdote Theodor Holling.

    Lo que Hitler no había conseguido realizar lo hizo el moral bombing. Así había traducido Churchill el concepto de estrategia de la «guerra del aire justa» destinada a «redimir la moral mediante el derrumbe sistemático de la resistencia moral de los alemanes» [8]. Durante el 43 Münster fue “redimida” por 49 incursiones, a las que se añadirían otras 53 antes del final de la guerra: las más duras fueron las del 30 de septiembre y del 22 de octubre del 44. Descargaron en total 5000 bombas rompedoras y 200 mil incendiarias en una ciudad de 66.000 habitantes.

    Un destino que la unió a muchas otras ciudades alemanas, en aquel deliberado “enconamiento terapéutico” en la agonía de fuego que llevó a la cancelación de todo el país* [9] .

    Münster, sin embargo, no formó parte de las ciudades privilegiadas por el Bomber Command aliado, sobre las que se pusieron a punto las sofisticadas técnicas del “Maximun use of fire”, con los efectos especiales de las “Tempestades de fuego” que provocaron su total “desertificación”: ciudades como Potsdam, Lübeck, Hamburgo, Dresden… el orgullo de Arthur Harris, el genio absoluto del moral bombing que había bautizado los éxitos de aniquilación alcanzados como «Operación Gomorra».

    Y sin embargo, en Inglaterra, en cuanto el número de las víctimas de estas operaciones alcanzó las cuatro cifras, mientras la inteligencia militar planificaba el proceso de «hamburguización» de Alemania, dejó de ser comunicado a la opinión pública. Los ingleses, que habían sufrido las incursiones enemigas sobre Londres, sabían, sin embargo, cuál era el significado de las «operaciones de limpieza practicadas por el Bomber Command » [10] , y cuando se intensificó el uso estratégico de los bombardeos masivos, tuvo que intervenir el arzobispo anglicado de York, Cyril Foster Garbett, para desempolvar, una vez más, la definición agustiniana de «guerra justa», para justificar ante los ojos de la opinión pública el imponente despliegue de recursos humanos y económicos.

    Pero otro autorizado miembro de la Iglesia anglicana, el obispo de Chichester, George Bell, planteó públicamente otra pregunta: «¿Quién personifica “la Alemania amante de la guerra” y quién, en cambio, es una simple víctima de la “guerra justa” que pretende poner fin a la guerra?» [11] .

    Y frente a la Cámara de los Lores en gran agitación, Bell proclamó: «Los aliados no pueden comportarse como divinidades que fulminan a los enemigos desde el cielo. Un dios puede desencadenar todas las plagas que quiera porque no está sometido a las leyes, o mejor, representa a la ley. La palabra clave escrita en nuestras banderas esderecho . Nosotros, que junto con nuestros aliados somos los libertadores de Europa, hemos de poner nuestra fuerza al servicio del derecho. Y el derecho es contrario al bombardeo de las ciudades enemigas, especialmente el bombardeo nutrido». «Exijo, pues», concluyó, «que se pida explicaciones al gobierno sobre su política de bombardeo de las ciudades enemigas en este momento, sobre todo de las acciones contra los civiles, los no combatientes y los objetivos no militares y no industriales» [12] . Era el 11 de febrero de 1943.

    Un año después, el 9 de febrero de 1944, en la Cámara de los Lores, Bell volvió a atacar frontalmente una práctica que cada vez era más devastadora: «Ha de haber proporción entre los medios empleados y el objetivo alcanzado. Borrar del mapa una ciudad entera cae fuera de esta proporción. La cuestión del bombardeo sin límites es de enorme relevancia para la política y la acción del gobierno. Poner al mismo nivel a los asesinos nazis y al pueblo alemán, sobre los que han llevado a cabo todo tipo de desmanes, significa difundir la barbarie» [13] . Eran las mismas y valerosas constataciones que, en la otra parte, en la Alemania devastada por el moral bombing , osó pronunciar el obispo Von Galen frente a las Fuerzas aliadas.



    El general Arthur Harris

    Con motivo de la primera peregrinación tras la guerra que hizo la población de Münster el 1 de julio de 1945 al santuario mariano de Telgte, Von Galen hizo públicamente una dura protesta por el comportamiento del gobierno militar aliado, que no hacía respetar los derechos del pueblo alemán. «Los fieles», atestigua Heinrich Portmann, «que hallaron entonces a su gran abogado en medio de las tribulaciones y los sufrimientos, encontraron un benéfico consuelo, pero no así los jefes de las tropas de ocupación, dado que el obispo fue llamado para que rindiera cuentas al comandante militar de Warendorf» [14] .

    El encuentro está documentado por la declaración del sacerdote Federico Sühling: «El comandante Jackson le pidió al obispo aclaraciones con respecto a las palabras pronunciadas; él respondió firmemente: “Como fuerzas de ocupación tienen ustedes también deberes, y si no los cumplen actuaré exactamente igual que hice contra las injusticias y la barbarie del nacionalsocialismo”. Mencionó luego algunos puntos que le interesaban particularmente: las agresiones de obreros extranjeros, especialmente rusos y polacos, y la violencia de las tropas de ocupación contra los civiles. Refiriéndose sobre todo a los casos de violencia, el obispo se irritó sobremanera, dio un puñetazo sobre la mesa y le dijo al intérprete: “Traduzca al pie de la letra lo que acabo de decir”. Tras una larga discusión se llegó a un acuerdo, pero el obispo no cambió ni una coma de su homilía» [15] .

    Precisamente en Münster, en octubre del 45, Von Galen y el obispo anglicano de Chichester se reunieron en la sede del gobierno militar en presencia del general de brigada Chadwick Bell, que se hallaba en Alemania como representante de la Iglesia anglicana, expresó su estima y plena sintonía con el obispo alemán, quien «con ardiente amor pastoral se había prodigado a la hora de proteger a su grey» y que no había tenido temor «de llamar al pan, pan, y al vino, vino defendiendo los derechos de Dios y de la dignidad humana pisoteada, también ahora que el caos y la barbarie se agudizan a causa de los atropellos, los saqueos, las violencias que comenzaron tras la entrada de las tropas aliadas» [16] .

    El 20 de agosto de 1945 Von Galen había escrito al papa Pacelli: «Incluso los nuevos periódicos alemanes dirigidos por las fuerzas de ocupación han de publicar continuamente declaraciones con las que pretenden achacar a todo el pueblo alemán, incluso a los que nunca comulgaron con las erróneas doctrinas del nacionalsocialismo y hasta se opusieron a ellas según sus medios, una culpa colectiva y la responsabilidad por todos los crímenes cometidos por quienes ocupaban anteriormente el poder».

    Luego constataba amargamente: «Parece que esta disposición de ánimo es el fundamento para justificar las campañas de rapiña y saqueo […] y la despiadada deportación de la población alemana de su patria». No se cortaba a la hora de atacar duro: «Es realmente aterrador que el nacionalismo exasperado que culmina en el culto a la raza del nacionalsocialismo domine hoy también entre los vencedores, hasta el punto de que en Potsdam se ha decidido expulsar a toda la población alemana de los territorios asignados a Polonia y a Checoslovaquia y amasarlos en los territorios occidentales...» [17] .

    En la carta siguiente, del 25 de septiembre de 1945, describiéndole también al papa Pacelli «la terrible situación de los territorios ocupados», le suplicaba que interviniera con «una ayuda directa mediante protestas ante las potencias vencedoras» [18] .

    El 6 de enero del 46 el obispo Von Galen escribe la última carta a Pío XII antes de llegar a Roma para recibir la birreta cardenalicia. Aquel día quiso celebrar la Epifanía en las ruinas del santuario de Telgte. Con estas palabras cerró la homilía: «Bajo el nazismo dije públicamente, y se lo escribí directamente también a Hitler en el 39, cuando ninguna potencia intervino entonces para obstaculizar sus pretensiones expansionistas: “La justicia es el fundamento del Estado; si la justicia no queda restablecida, entonces nuestro pueblo morirá de putrefacción interna”. Hoy he de decir: si los pueblos no respetan el derecho, entonces no llegará nunca la paz y la concordia entre los pueblos» [19] .


    NOTAS

    [1] Bomben auf Münster , preparado por el Museo cívico de Münster, Münster 1983, p. 44.

    [2] Jörg Friedrich, La Germania bombardata, la popolazione tedesca sotto gli attacchi alleati 1940-1945, Milán 2004, p. 200.

    [3] Positio super virtutibus beatificationis et canonizationis servi Dei Clementis Augustini von Galen, vol. II, Documenta, p. 341.

    [4] Ibidem , vol. I, Summarium, p. 625.

    [5] New York Times, 8 de junio de 1942; cfr. 30Días, n. 8 de 2004, págs. 44 y ss.

    [6] Joachim Kuropka, Clemens August Graf von Galen. Neue Forschungen zum Leben und Wirken des Bischofs von Münster, Münster 1992, en Positio , op. cit., vol. II, Documenta, p. 1099.

    [7] Positio, op. cit., vol. I, Summarium, p. 209.

    [8] Sir Charles Webster y Noble Frankland, Strategic Air Offensive Against Germany, 1939-1945, Londres 1961, vol. V, p. 135.

    [9] «Una prueba de fuego incesante, intensa y duradera, como nunca le había pasado hasta ahora a ningún otro país», como declaró Churchill; cfr. Dokumente deutscher Kriegsschäden, Evakuierte, Kriegsgeschädigte, Wahrungsgeschädigte. Die geschichtliche und rechtliche Entwicklung, preparado por el Bundesminister für Vertriebene, Flüchtlinge, Kriegsgeschädigte, Bonn 1962, supl. n. 2, p. 105; «Una agonía infligida que no conoció tregua y llegó hasta el final, cuando ya todos sabían que la guerra se había perdido, incluso el Führer» (Joachim Fest,La disfatta. Gli ultimi giorni di Hitler e la fine del Terzo Reich, Milán 2004, p. 12).

    [10] Stephen A. Garrett, Ethics and Airpower in World War II. The British Bombing of German Cities, Nueva York 1997, p. 89-90.

    [11] texto

    Ibidem, p. 99.
    [12] Ibidem, p. 111.

    [13] Ibidem, p. 113.

    [14] Positio, op. cit., vol. I, Summarium, pp. 429-430.

    [15] Ibidem, pp. 47-48.

    [16] Ibidem, p. 386.

    [17] Carta de Clemens August von Galen a Pío XII, véase pág. 62.

    [18] Peter Löffler, Bischof Clemens August Graf von Galen, Akten, Briefe und Predigten 1933-1946, vol. II, Mainz 1988, p. 1226.

    [19] Positio , op. cit., vol. II, Documenta, p. 623.




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    Re: Crímenes de guerra de los Aliados en 1945

    La destrucción de la abadía de Montecassino: otra muestra de la barbarie


    El 15 de febrero de 1944 se destruyó la abadía de Montecassino, símbolo de la civilización cristiana y europea.



    Eduardo Núñez

    Tal
    día como hoy hace 77 años, el 15 de febrero de 1944, los bárbaros, en este caso los aliados anglo-americanos, destruyeron con un bombardeo masivo la abadía de Montecassino, símbolo de la civilización cristiana y europea. Y defendida por el 14º ejército alemán situado allí para frenar el avance de los aliados.

    Este testimonio del artillero Douglas Lyne, de veinte años, que sirvió en el 57º Regimiento de la Artillería Real (X Cuerpo de Ejército) durante la batalla de Montecasino, nos ofrece un singular e interesantísimo testimonio sobre cómo vieron la destrucción del monasterio de Montecassino los soldados de a pie, en este caso un artillero:

    “Baste decir que a finales de enero y principios de febrero no se había hecho progreso alguno para la toma de Montecassino, sin lo cual era imposible avanzar hacia Roma. Fue entonces cuando mi regimiento de artillería fue enviado al frente, para apoyar a la 201.ª Brigada de Guardias. El monasterio se alzaba a unos 450 metros de altitud, y debíamos encontrar un puesto de observación que estuviera al menos a 750 metros. Desde allí, cuando el tiempo lo permitía, podíamos ver, al otro lado del valle, el relumbrante monumento que, debo decirlo, parecía un tanto amenazador e incongruente, pues era la única construcción de la zona que no había sido destruida. El 15 de febrero hacía más o menos una semana que nos hallábamos allí y nos hallábamos en un estado lamentable, ¡el clima era abominable! De vez en cuando podíamos ver el monasterio a través de un claro entre las nubes, siempre presente, lo que, para ser franco, nos ponía los nervios de punta. Este edificio se transformó, a pesar de su magnificencia, en algo monstruoso, una excrecencia, que bloqueaba nuestra vida y nos impedía sentirnos “en casa”. De forma casi obsesiva empezamos a identificar el monasterio con todo aquello que odiábamos.

    Llevaba ya dos años en combate, casi sin interrupción, y estar en combate embota la sensibilidad. Repentinamente, una mañana en la que hacía bastante bueno, hacia las 9.30 horas, justo después de desayunar, una gigantesca flota aérea, compuesta fundamentalmente por fortalezas volantes – unas 250 – surgió de entre la bruma, proveniente del sur.

    Nos estábamos preguntando a dónde irían cuando las bombas empezaron a caer sobre el viejo monasterio de San Benito, a unos quince kilómetros de donde nos encontrábamos, justo al otro lado del valle. Debo confesar que fue un espectáculo muy estimulante –sin duda la impresión fue comparable a la que debieron sentir los espectadores del circo romano al ver cómo los cristianos eran devorados por los leones –. Todos nos pusimos a emitir gritos de alegría y a besarnos unos a otros. Estábamos como locos, todo el mundo pensaba que era lo más maravilloso que había pasado desde la erupción de Pompeya [del Vesubio]. Sin embargo, se hallaba junto a mí un galés llamado Tom Roberts, mentor y amigo mío desde que cruzáramos el Cabo de Buena Esperanza con destino a Suez y hombre de gran espiritualidad; y cuando acabé de temblar, cuando cesaron las risas y los gritos histéricos, me obligó a sentarme y me dijo: “Calma, Doug, todo esto está muy bien, ¿pero acaso nos metimos en esta guerra para bombardear monasterios?” Me quedé callado unos segundos, y luego me dije: “¿Pero qué estamos haciendo sobre esta maldita colina, rodeados de destrucción y caos, volviéndonos medio locos? ¿Por qué o contra qué combatimos? Henos aquí aplaudiendo la destrucción de uno de los mayores monumentos de la cristiandad”. Nuestro ánimo pasó repentinamente del júbilo a una especie de horror y a replantearnos nuestra propia esencia, cosa muy desestabilizadora para un soldado, sobre todo en combate”.

    El bombardero estratégico número 666 (un número muy apropiado para el caso), pilotado por el mayor Bradford Evans, el cual, con un número de código tan inquietante, encabezaba la primera de las cuatro formaciones de B-17, las fortalezas volantes estadounidenses, que habían recibido la orden de destruir el milenario monasterio que surge sobre la colina, a las fortalezas volantes le siguen otras cuatro oleadas de bombarderos medianos. A las 13,33 horas todo había terminado, los monjes estaban todos salvos, pero varios cientos de refugiados habían muerto bajo las bombas, y será difícil, incluso después de la guerra, desenterrar los cuerpos y poner un nombre en las lápidas. Otro crimen de guerra que quedó impune para siempre. Añadir a eso que la soldadesca de los soldados marroquíes o “Goumiers” violaron a unas 2000 mujeres italianas tras tomar Montecassino después, en mayo de 1944, en el rango de edad entre 11 a 80 años. 700 mujeres fueron agredidas sexualmente.

    https://www.tradicionviva.es/2021/02...de-la-barbarie


  10. #50
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    Re: Crímenes de guerra de los Aliados en 1945

    Un historiador norteamericano, Alfred M. de Zayas, revelaba la tragedia de 16 millones de alemanes...



    Última edición por ALACRAN; 12/02/2024 a las 13:28
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Crímenes de guerra de los Aliados en 1945

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Un historiador norteamericano, Alfred M. de Zayas, revela la tragedia de 16 millones de alemanes, en su libto "Nemesis at Postdam" (1977)



    R
    evista
    FUERZA NUEVA, nº 569, 3-Dic-1977

    LOS CRÍMENES DE GUERRA DE LOS OTROS

    Un historiador norteamericano, Alfred M. de Zayas, revela la tragedia de 16 millones de alemanes

    Cualquier persona interesada en la historia del siglo XX puede encontrar en las librerías cientos de volúmenes dedicados a la Segunda Guerra Mundial. Pero casi todos ellos tienen por única finalidad contarnos lo malvados que eran los fascistas que la perdieron. Si se trata de los alemanes, los relatos llegan al paroxismo. Espectaculares crónicas, mórbidos reportajes, se alinean, uno junto al otro, en los escaparates, a la espera del incauto ciudadano. Apenas interesa a nadie que en ellos se anide una hipérbole por línea, tres falsedades por párrafo y otras tantas calumnias por página. No en vano circula desde comienzos del siglo XX la consigna de “Le boche payera tout”.

    Sin embargo, de vez en cuando, surge algún libro destinado a revisar aquellos acontecimientos. No tema el lector demócrata, no vamos a airear la obra escrita de ningún nacionalsocialista -léase nazi- mal arrepentido. Nos referimos, especialmente, a autores como Hoggan, Barnes, Tansill y Beard. Todos ellos norteamericanos. Otro yanqui, el doctor Arthur R. Butz, profesor de la Universidad de Evanston, acaba de torpedear, con datos irrefutables, la conocida leyenda de los seis millones de judíos. No iba a recibir el Premio Nobel por ello, pero al menos hace escasas semanas (1977) le han obsequiado con un atentado.

    Ahora (1977), un jurista norteamericano, Alfred M. de Zayas, de rancio origen español, ha dado a conocer, tras largos años de investigación “in situ”, un volumen que sin duda será clásico en la materia: “Nemesis at Potsdam” (Routledge & Kegan, Londres y Boston). Simultáneamente, ha aparecido en lengua alemana en la editorial Beck de Munich, bajo el título de “Die Anglo-Amerikaner und die Vertreibung der Deutschen”. Por vez primera divulga los documentos que hay al respecto en los Archivos Federales de Coblenza y Friburgo, y en el central de la Cruz Roja en Ginebra. E incluye testimonios de primera mano de diplomáticos norteamericanos, británicos y polacos sobre la gran masacre de que fueron víctimas los alemanes del Este al terminar la segunda guerra mundial.

    A guisa de prólogo, Robert Murphy, que intervino como consejero norteamericano en la fatídica conferencia de Postdam, ratifica la evidente corresponsabilidad de los aliados occidentales en los hechos. El propio Murphy hace la observación de que en un memorándum remitido a su Gobierno, el 12 de octubre de 1945, denunciaba que en las expulsiones en masa no se hacía la menor diferencia de trato entre las mujeres y niños y los dirigentes del partido nazi.

    Versalles, hora cero

    Bueno sería recordar, y Zayas acopia bastantes datos, que el origen de todas las grandes calamidades bélicas que se iniciaron en 1939 está en el inicuo Dictado de Versalles de 1918. Entre la infinidad de tropelías de arbitrariedades que en él se gastaron, figura la transferencia de dos millones de alemanes a Polonia y de otros tres millones de germanos al nuevo Estado artificial de Checoslovaquia. Los famosos puntos hablaban del “principio de autodeterminación de los pueblos”, pero los propios aliados los violaban abiertamente. No obstante, en los Estados Unidos, que se ensuciaron al patrocinar y firmar el bárbaro documento de Versalles, meses después el Senado abrió los ojos y se negó a ratificarlo.

    ¿Cómo trataban los polacos a aquellos millones de nuevos súbditos a la fuerza? La persecución física de sus cuerpos y la expoliación de sus bienes era tan generalizada que las quejas de las víctimas llovían sobre la Sociedad de Naciones. Y se llegó al 13 de septiembre de 1934. Aquel día, el coronel Beck, ministro polaco de Asuntos Exteriores -después, responsable directo de la segunda guerra mundial-, anunciaba ante la Asamblea General de la Sociedad de Naciones, que su Gobierno se veía obligado “a partir de hoy a renunciar a toda colaboración con los organismos internacionales, en todo lo relativo a los controles de la aplicación, por parte de Polonia, del sistema de protección de las minorías. De este modo, Polonia se colocaba abiertamente fuera de la ley internacional, pero ello le facilitaba el perseguir con más saña a los indefensos germanos.

    Cientos de tumbas alemanas impulsaron al nuevo canciller Hitler a pedir la estricta aplicación de la democracia en aquellos territorios. Sabía que ganaría abrumadoramente cualquier elección. El plebiscito del Sarre, organizado no por él, sino por los franceses y la Sociedad de Naciones, era un claro precedente. Pero Inglaterra, Francia y EE. UU., que hoy (1977) tanto proclaman el principio de “un hombre, un voto” para los negros de Rhodesia o Sudáfrica, no podían tolerar que fuese aplicado a los blancos de Danzig o la Silesia. Además, les parecía normal tener dividida a Alemania en dos partes, desde 1918. Que los pisoteados alemanes se quejasen en voz alta era algo que crispaba la conciencia democrática de Londres, París y Washington. Alfred M. de Zayas resume la situación con un aforismo francés, que parecían entonar a coro las tres capitales de la plutocracia: “Cet animal es très mechant, quand on l’attaque il se defend!” (¡Este animal es muy malo, cuando se le ataca se defiende!). La más elemental lógica revela que en 1939 tenía que estallar el polvorín de Danzig.

    Los rusos invaden Europa

    Más hablemos del tema esencial de la obra, la evacuación de la población alemana del Este. En octubre de 1944, al acercarse los ejércitos rusos a la Prusia Oriental, una masa de cinco millones de seres, en su mayoría ancianos mujeres y niños, emprendieron la retirada, por campos y carreteras, hacia el Oeste. Casi exactamente cien años antes, Carlos Marx anunciaba en el “Manifiesto Comunista” que el espectro del comunismo se extendería por Europa. Ahora otro hebreo, pero soviético, Ilya Ehrenburg, concretaba aún más en su famosa proclama a los soldados rojos: “Si ya has matado a un alemán, mata a un segundo, para nosotros no hay nada más divertido que los cadáveres alemanes. No cuentes los días. No cuentes los kilómetros. Cuenta sólo una cosa: los alemanes que has matado”.

    En la primera aldea alemana de la frontera que cayó en sus manos, Nemmersdorf, las 65 personas que quedaban, predominando mujeres y niños, fueron asesinadas por los soldadesca roja . Se iniciaba así una era de miles y miles de Paracuellos, que cubriendo de sangre todas aquellas tierras, llegaría hasta 50 kilómetros al este de Hamburgo. Un joven oficial soviético, Solzhenitzyn, por mencionar de pasada aquellas bestialidades en una carta a su familia, sufrió ocho años de “archipiélago Gulag”.

    Según datos oficiales, rigurosamente comprobados por el antiguo Ministerio Federal de Expulsados, de 16 millones de alemanes fugitivos en el Este, 1,1 millones perecieron por los acontecimientos bélicos, mientras que otros 2,11 millones murieron durante la huida o la expulsión, es decir, prácticamente después de terminada la guerra. Esto último, en el lenguaje de los aliados, fue designado como “transferencias de población”. Un eufemismo más.

    El calvario de la posguerra

    A los dos meses y pico de terminada la guerra, en la Conferencia de Postdam, los aliados decidían la expulsión total de los alemanes del Este. Jamás se conoció en la historia un hecho de tal magnitud. Sólo en la antigua Asiria, bajo el reinado de Asurbanipal se había llegado a algo semejante -que afectó a unos 4,5 millones de seres-. pero en condiciones más humanas. Ahora, el calvario de esa población civil alemana, cuyo periodo más agudo se había iniciado en marzo y abril de 1945, duraría hasta el año 1949.

    El libro de Zayas revela el alcance de este inmenso genocidio, que dejó tras de sí tres millones y cuarto de cadáveres. En todas partes comenzaba igual. Los soldados rojos y sus agentes autóctonos colocaban bandos en pueblos y ciudades. Se anunciaba a la población civil que unas horas después tenía que estar dispuesta para ser trasladada al Oeste. Una vez concentrada la gente, los asesinatos, las violaciones y las expoliaciones estaban a la orden del día. Si aparecía algún joven -cosa rara, pues los soldados estaban en campos de concentración- se le liquidaba o le enviaban a Siberia. Aquella masa indefensa de ancianos, mujeres y niños, expulsados a punta de bayoneta de sus hogares, quedaban a merced de la crueldad, el capricho o el sadismo de los vencedores.

    A los que inicialmente lograban salvar la vida, les quedaban nuevas etapas, en las que podían caer asesinados por el camino o bien perecer por hambre, disentería o agotamiento. Ciertamente, los invasores de Europa ya no tenían ningún pretexto bélico, pues la guerra había terminado varios meses antes. Pero eran las horas felices de Ehrenburg, Morgenthau y Kaufman. De la infinidad de testimonios recogidos en el libro de Zayas, vamos a mencionar alguno.

    Cuatro testimonios

    Un corresponsal del “Manchester Guardian”, F. A. Voigt, contaba en su periódico lo que sucedía en Checoslovaquia:

    “El 31 de julio (de 1945) hubo una explosión en la fábrica de cables de Usti (Aussig, en el Elba). Se dijo que los responsables eran los del Werwolf, aunque ciertamente no había el menor indicio de ello. Siguió una matanza. Las mujeres y los niños eran lanzados al río desde el puente, y se fusilaba a los alemanes por las calles. Se estima que fueron asesinadas entre dos mil y tres mil personas.”

    Norman Clark, en un informe desde Berlín, publicado por el “News Chronicle”, el 24 de agosto de 1945, relataba:

    “Bajo el techo de la estación (berlinesa) de Stettin, destruido en los bombardeos… contemplé hoy, al mediodía, un vagón de ganado, que estaba en vía muerta en el parachoques cercano al andén 2.

    En un lado yacían cuatro personas, bajo unas mantas y sobre unas angarinas de bambú y fibra de rafia; en otra esquina estaban agonizando otras cuatro más, todas ellas mujeres. Una pidió agua, con voz apenas perceptible. Dos ayudantes sanitarias hicieron cuanto podían por cumplir los pequeños deseos de las moribundas.

    El tren había llegado de Danzig. Había estado en camino siete días. En ocasiones suelen tardar más… Millares de seres -incluso hasta 25.000 por día- llegan a pie hasta los arrabales, donde son contenidos y se les veda el acceso a la ciudad ya saturada. Diariamente, en la estaciones berlinesas, son recogidos entre cincuenta y cien niños -hasta ahora en un corto tiempo se han reunido unos 5.000 en total- que son huérfanos de ambos padres o quedaron abandonados, y a los que se lleva a orfanatos o se les facilita madres adoptivas”.

    En noviembre de 1945, F. A. Voigt escribía en “Nineteenth Century and After”:

    “Aproximadamente hacia la misma fecha (31 de agosto de 1945) llegó a Berlín un transporte con alemanes sudetes, hombres, mujeres y niños de Troppau. Estuvieron en ruta durante dieciocho días, en vagones de ganado al descubierto. Emprendieron el viaje 2.400 seres, y llegaron en Berlín 1.350. Es decir, perecieron más de un millar en el camino.”

    El 8 de diciembre de 1945, Bertrand Russell, poco sospechoso de fascista, contaba en el “New Leader” a sus lectores:

    “A todas horas, mujeres y niños son concentrados en trenes, cada uno sólo con una maleta, cuyo contenido en la mayoría de los casos es robado por el camino. El viaje a Berlín dura muchos días, en los cuales no se reparte el menor alimento. Muchos, al llegar a Berlín, son cadáveres: los niños que fallecen por el camino son arrojados por las ventanas… Pero a muchos de los que se expulsa de sus casas no se les traslada por ferrocarril, sino que tienen que caminar a pie hacia el Oeste. No es posible recibir estadísticas precisas sobre el número de los expulsados de este modo, pues sólo los rusos podrían facilitarlas. Ernest Bevin los calcula en nueve millones. Según el testimonio de un oficial británico, que ahora se encuentra en Berlin, mueren poblaciones enteras, y los hospitales berlineses harían parecer completamente normal la visión de los campos de concentración”.

    Los tres genocidas

    Mientras tanto, los tres mayores genocidas que recuerda la historia de la humanidad, Churchill, Truman y Stalin -con sus Dresde, Hiroshima e infierno Gulag- entretenían los ocios legalizando la entrega a Stalin de aquellos territorios que, por otra parte, ya tenía ocupados. Por eso decía con sorna el diplomático Kennan que el acuerdo de Postdam “cerró la puerta del establo cuando el caballo ya había sido robado”.

    Alfred M. de Zayas ha sacado del olvido el infortunio de 16 millones de alemanes. La amplia base documental de estas páginas, su estilo claro y conciso, y su profundo sentido analítico, las convierte en lectura obligada para cuantos se interesan por la segunda guerra mundial. ¿Acaso siete lustros después hemos de vivir exclusivamente de la propaganda aliada? La aportación de nuevos historiadores como Zayas confirma la vieja expresión de Halkin, de que “la historia no está hecha, pues siempre se está haciendo de nuevo”.

    La traducción y edición en español de “Nemesis at Postdam” resulta indispensable para mantener viva en estos pagos la mortecina llama de la verdad histórica.

    B. Roncesvalles

    Última edición por ALACRAN; 12/02/2024 a las 13:34
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