La verdad histórica no puede ser callada por más tiempo, los que la ocultaron ya no pueden impedir su divulgación.

LOS INDÍGENAS REALISTAS, LOS "ESPAÑOLES AMERICANOS", HISTORIA SECRETA DE LA AMÉRICA DEL SIGLO XVIII.

El Gran Ejército Real del Perú, contando con su Capitanía General de Chile, durante toda la guerra civil (de independencia), la constituyó sin duda el grupo hispanoamericano, integrado por los mestizos con mayoría de sangre indígena, que en el Perú eran, y son, conocidos con el nombre de “cholos”, aún a pesar de que durante la república establecida, estaba prohibido llamarles así por ordenanza de general independentista José de San Martín y Matorras, sino llamándoles "peruanos".

Aquellos hombres, jóvenes y señores, eran reclutados en sus lugares de origen, ya fuera la costa o la sierra, las más de las veces NOS DICEN NUESTROS HISTORIADORES, por la "fuerza" y destinados a los Cuerpos de Línea o Milicias, previa instrucción del uso de las armas y las voces de mando. Dicen también nuestros ilustres historiadores que era un constante problema para los mandos el idioma de estas tropas, puesto que en la inmensa mayoría sólo hablaban su lengua nativa –el quechua o el aymará- por lo cual, llamaron a varios "mistis"(españoles nacidos en el Perú) de Arequipa, Cuzco, Huamanga y del Alto-Perú y Puno, que se codeaban siempre con ellos en sus idiomas cuando trabajaban en las haciendas y cuando estaban en la Guardia Civil de aquel entonces, idiomas vigilados y protegidos por la mismísima Corona Española y también por las Órdenes que se establecieron en el Perú y en el Alto-Perú, desde la creación de las Leyes de Indias por parte de los Reyes Católicos y cumplidos durante el Reinado del Rey-Emperador Carlos I las Españas y de las Indias (Carlos V el Sacro Imperio), que velaron por ellas desde ese entonces hasta el fin de los Reinos de Ultramar.








Eran entonces, por parte de los mandos, tanto los peninsulares venidos como los que residían aquí, que nombraron a varios "mistis" para guiar y facilitar la comprensión de los nuevos mandos, como también la interacción de varios mestizos que facilitaron la comprensión entre blancos e indios, "mistis y cholos", con la suerte más, de que aquellos "mistis o mistianos", supiesen perfectamente además del idioma nativo, el uso frecuente de las armas a cuerpo y fuego, contando encima con sus guardaespaldas o empleados negros, que gustosos acompañaban a sus patrones, nombrándoles oficiales a los mistis y creando, como también metiéndolos en los otros batallones, a los propios negros, quedando así solucionado este "problema" del que nos cuentan desde la secundaria acerca de quiénes y cómo debían dirigirlas, maniobrarlas y luchar codo a codo, desde ese momento en adelante.

Nos dicen que eran en general "soldados sumisos y dóciles", que no tenían la bravura militar y no cuestionaban sus deberes, ni se sublevaban por la falta de paga, pero incansables andarines, sobrios, valientes y disciplinados. Una cosa obvian nuestros historiadores y no lo MENCIONAN, como nunca mencionan cómo era la bandera realista, era que los NEGROS, BLANCOS, INDIOS, MESTIZOS Y ZAMBOS, luchaban por una razón que NOS UNÍAN, en aquel entonces. y era la fe, que estaba encima del Rey, porque cuando arribaron y se alzaron los independentistas, se iban sin temeridad alguna, a DESTROZAR las iglesias y conventos de monjas, por parte de los negros, cuando arribaron los soldados de San Martín en camino hacia Lima, los muy ignorantes e insensibles atacaron nada más ni nada menos que al patrón e interceptor de los negros españoles, a SAN MARTÍN DE PORRAS, lo que provocó la protesta "silenciada" de las cofradías del Señor de los Milagros, y sabiendo que las cosas iban en serio cuando José de San Martín y Matorras proclamaba la independencia en la plaza de armas de Lima, la gran parte de negros de Lima se fueron, con los caballos de sus patrones junto con los soldados y las caballerías del Virrey, hacia la Sierra, con la única razón que tenían, de defender a San Martín de Porras, a María y a Dios, creándose la montonera disciplina Real de morenos, portando con su propia banderola (No sería raro que el color que escogiesen fuese el morado por el Señor de los Milagros) por la parte de los indios, chocaron y saquearon contra sus "patrones y patronas" que estaban en aquellas ermitas o iglesias que estaban dentro de sus pueblos de donde provenían, tal era la desdicha, que como lo mismo hacían con sus antiguas deidades, adornándolas de oro, botellas de anís, flores, capas finamente adornadas, botellones de vino, mazorcas y collares de plata a los pies de las estatuas santas, encontraban a su regreso totalmente saqueadas y destrozadas, haciendo sacar unas cuantas lágrimas, tanto a las mujeres, los padres y las monjas, como los que tenían que ir y venir cuando los mandos virreinales pedían su presencia en una escaramuza o en un choque de montoneros.

Mencionar a los "mestizos y mistis", se sabe con más detalle, los verdaderos hechos ahora de quiénes estuvieron allí, durante y después, pero una razón de las cuales, negros, indios, mistis, mestizos y zambos prestaban sus mejores servicios, si eran animados y mandados por sus paisanos y con todos a las guerras civiles españolas, era primeramente que defendían el honor de su fe y de su hogar, porque hablar de la política, ¿quién no rehúye o debe saber PROFESIONALMENTE antes de hablar de política?. El General Pezuela los describe en su diario militar como de instrucción más que regular, pues hacían bien en el ejercicio del fusil y en las maniobras del Batallón. En el combate, luchaban hasta el fin, haciéndose matar en sus puestos pero jamás retrocediendo, como lo hacían sus adversarios en montoneras, allí el porqué de la diferencia, entre unas "montoneras disciplinadas Reales" y de las "montoneras patriotas independentistas" de los gauchos argentinos, unos cuántos huasos chilenos y de los morochucos peruanos.








Sus principales inconvenientes eran sus peculiares modos de vida y sus pautas de comportamiento, ajenos a las Ordenanzas españolas, como sus frecuentes deserciones, sí, las más de las veces sólo por querer volver a sus casas para ocuparse de sus labores en tiempo de las cosechas y por supuesto, esta vez NO DEJARLAS SOLAS LAS IGLESIAS, pues el apego sentimental y espiritual de aquellos hombres en esos años eran de amor puro hacia Jesucristo, María, a la tierra en el tiempo de las cosechas y al patrón o patrona respectiva de su pueblo, que velaban y "bendecían" sus cosechas, compensándolos cuando los sacaban a pasear y festejar junto con ellos, por todo el pueblo, a pesar que los padres consentían que sacasen las imágenes en días no procesionales.

La actitud de estos hombres y mujeres hacia el servicio del Rey con las armas, que si bien no les agradaba, ¿A QUIÉN NO?, no rehuían, si desertaban, al cabo de unos días regresaban con los ánimos de sus paisanos que los devolvían para que peleen por el Rey y por Dios, tan sólo cambió con la prédica y la propaganda revolucionaria, aunque ésta no siempre dio el resultado que los independentistas deseaban, puesto que PENSABAN QUE ADORABAN AL DIOS INTI (SOL), EL SÍMBOLO DE LOS INDEPENDENTISTAS, PERO QUE EN REALIDAD ENCONTRABAN QUE ESTABAN APEGADÍSIMOS A SUS SANTOS PATRONES Y A LA FE CATÓLICA. Entre los Caciques Realistas más destacados encontramos al Brigadier de los Reales Ejércitos Don Mateo García Pumacahua, Cacique de Chincheros, quien en 1780 fue con sus tropas uno de lo que contribuyó a la derrota del Cacique de Tinta, José Gabriel Condorcanqui, más conocido como “Túpac Amaru”. Pumacahua actuó en el lado realista desde 1811 en que entró con sus tropas cuzqueñas como refuerzo de General Arequipeño Don José Manuel de Goyeneche y Barreda a poco de la batalla de Huaqui y se halla retratado en el ya mencionado cuadro, como uno de los miembros de que escoltaba al General.

En 1813, sus tropas fueron convertidas por el Virrey Don Joaquín de la Pezuela Griñán y Sánchez Muñoz de Velasco en el Regimiento de Milicias Disciplinadas de Infantería de “Nobles Patricios del Cuzco” de los cuales no hemos podido, hasta ahora, obtener el detalle de su uniforme, pero estimamos que debían llevar el señalado a las Milicias Disciplinadas, pero con algún agregado lujoso, adornos como cordones y detalles en sus casaquillas, chacós y pantalones, debido al origen y dignidad de sus Oficiales, nobles cuzqueños de las famosas "Trece Casas de sangre Inca" (Panacas Reales), entre cuyas prerrogativas estaba la de pasear una vez al año, generalmente en la Procesión del “Corpus Christi”, el Estandarte Real de la Ciudad de Cuzco, del que eran custodios.

En dichas oportunidades, los Caciques colocaban sobre sus trajes ceremoniales y uniformes, los emblemas de oro correspondientes a su dignidad, consistentes, en cadenas de oro en bandolera, un sol de oro colgando del pecho y hombreras, rodilleras y hebillas de oro representando rostros de Puma, emblema del Imperio Incaico. Su soberanía correspondía al Rey de España, y había reconocido ya en el siglo XVI a los nobles Incas como “Títulos de Castilla”. Como parte de su propia peripecia personal, en 1814 Mateo Pumacahua se sublevó a favor de la independencia pretendiendo alzar a todo el Cuzco, siendo derrotado por sus PROPIOS COMPATRIOTAS que permanecieron fieles hasta el final de la guerra, sí, hasta en la guerra civil de Ayacucho y después durante la república como grandes hacendados, tristemente robados y eliminados en su totalidad, como los otros hacendados, extinguiéndose estas "panacas reales" que fueron protegidas y apoyadas por la Corona española, pero en la república, por su condición de "nobles", a pesar que eran mestizos de tez clara y otros indios de sangre pura y noble, fueron las cosas irónicamente al revés en la república.







Una de las consecuencias de aquellos hechos fue la suspensión de la ceremonia en 1815. Sin embargo, una prueba de esa fidelidad es que a mediados de 1824 solicitaron los Caciques de todas las casa nobles cuzqueñas al Virrey José de la Serna y Martínez de Hinojosa en el Cuzco, presentando una serie de considerandos de profesión de fe Realista, volver a pasear el Real Estandarte. No fue una solicitud interesada, ya que estaba cercano el fin de la guerra y su resultado era previsible, como para intentar captar simpatías del Virrey en esos momentos. Por otro lado, además de los Nobles indígenas y de los mestizos cuzqueños o altoperuanos, se hallaban los indígenas puros, casi sin integrar en la sociedad americana y peor aún en las repúblicas, y que sirvieron en el Ejército Real. Contrariamente a lo que comúnmente se cree, estos indígenas también fueron en su mayoría fieles a la Corona de España durante la guerra de independencia de América.

Varias son las unidades formadas con sus parcialidades, no sólo en el Alto Perú, sino también en el Perú y aún en Chile. La mayoría de ellas rindieron importantes servicios a la Corona hasta el último tiempo de la guerra.







De todos ellos, los que sin duda destacaron por su valor y ferocidad fueron los Araucanos del Sur de Chile.

En la expedición a Chile en 1813, estos indios araucanos y su Cacique Villacurá se manifestaron fieles y adictos al Rey como devotísimos a Dios, que celebraron a su modo la llegada de las tropas Patriotas Realistas, y juraron con las expresiones más vivas de júbilo y respeto al no ceder a las pretensiones de los independentistas de Chile y:

- “formar para la defensa del Rey, una muralla de guerreros en cuyos fuertes pechos se embotarían las armas de los revolucionario y aún quisieron partir muchos a Chillán para mezclar su sangre con la de los soldados del suspirado Rey Don Fernando. La ilustre asamblea de Araucanos tuvo término después de haber recibido los caciques medallas de oro con el busto del soberano y otros de plata, con un bastón de cada uno.”

El 24 de septiembre de 1817 se anotaba en el Libro Manual de la Tesorería del Ejército Real de Talcahuano que, “cuatro Caciques, nueve Mocetones y tres Lenguaraces, han venido a notificar su fidelidad al Soberano y a ver el modo de contribuir con las armas del Rey”.

El 7 de octubre hacen lo propio los dos Caciques de Tucapel, ofreciendo sus lanzas-guerreros, para pelear contra los independientes.

Estos araucanos eran excelentes jinetes y diestros lanceros usando sus largas lanzas de caña de Coligüe, que podían alcanzar hasta tres metros de largo. No usaban uniformes sino ropas naturales, consistentes en ponchos tejidos en sus telares y colores blancos, negros, azules o rojos, con diseños que les eran particulares, llevaban “chiripás” y botas de potro con espuelas que podían ser de madera o de plata labrada según la DIGNIDAD DEL PROPIETARIO.

De las provisiones del vestuario entregado a los jefes de esos fieles araucanos hemos podido reconstruir el uniforme que llevaban los Caciques, los "Capitanejos" y sus Tenientes. Los primeros llevaban casacas de paño azul de primera calidad, con las vueltas, vivos y divisas de casimir grana y el forro de bayeta blanca. Llevaban galón de plata adornándolas y dos varas de “coronelas” (los tres galones que denotaban el empleo o el grado de Coronel) también de plata. Las casacas llevaban un total de una y media docenas de botón de hilo de plata, lo que indica que tenían solapas, aunque iban abrochadas con broches. Los chalecos eran igualmente granas de casimir con botones chicos de plata en cantidad de una docena. El calzón podía ser grana o azul y se les entregaron botas altas a los caciques. Sus sombreros eran clásicos con cabos de plata y escarapelas de paño encarnado y cintas.

- "Una antigua práctica del “Sistema Borbónico de Defensa” consistía en integrar a las comunidades indígenas retiradas de las zonas más habitadas, en las tareas de la defensa y control de las fronteras. Ello se lograba nombrando jefes militares a los que eran de las tribus y clanes, reforzando su autoridad por diversos métodos y así se podía contar con su movilización llegado el caso. Para ello se les entregaban, además de otros presentes, uniformes militares con divisas de empleo, medallones con el retrato del Rey, crucifijos grandes de plata u oro, golas e incluso banderas..."

La contrapartida eran sus servicios militares cuando se necesitaba disponer de fuerzas mayores o ejercer un mejor control de una determinada región.

Así, cuando el Brigadier Don Antonio Pareja llevó a cabo la marcha al sur de Chile, recibió la vieja lealtad al Rey de las Españas de los indios araucanos.

Los Capitanejos llevaban un uniforme similar pero sin las “coronelas” de plata y solo galón en las vueltas y cuello, calzón azul, sombreros con escarapela y cintas pero sin galón y, probablemente, las botas de potro típicas de los araucanos.

En tanto, los Tenientes llevaban chaquetas de paño de la estrella de color azul con divisa encarnada y botones de plata.

En 1819 se hallan provisiones que señalan que los Capitanejos llevaban casacas encarnadas con divisa azul y guarnecidas de cordones blancos.




BIBLIOGRAFÍA:

- (Tomado de “Los Realistas” (1810-1826) Virreinatos del Perú y del Río de la Plata y Capitanía General de Chile, de Julio Mario Luqui Lagleyze y Antonio Manzano Lahoz, pp. 86, 87, 88)

- Tómese como ejemplo la referida sublevación de 1814 (Pumacahua) reprimida por las propias fuerzas cuzqueñas del Ejército Real.

- A.H.C. (Archivo Histórico del Cuzco). Gobierno Virreinal 1822/24 Leg. 2 (N° 156) “Expediente sobre que se continúe en esta capital el Paseo del Pendón Real…”.

- “El pensador del Perú” -1813, en Colección de Historiadores y Documentos para la Independencia de Chile. Tomo IV, pág. 101-102.

- A.G.N.P. (Archivo General de la Nación Perú), Fondo C-15. “Libro Manual de la Tesorería del Ejército Real”, del 22 de agosto de 1817 al 18 de febrero de 1818.




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