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Tema: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

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  1. #1
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    La invención del 20 de Julio como fecha de Independencia Nacional

    RAÚL ROMÁN ROMERO

    @ElUniversalCtg

    19 de Julio de 2009 12:01 am





    A un año de que se celebre el segundo centenario del 20 de julio de 1810 nadie parece dudar que esta fecha representa el nacimiento de la república colombiana.

    La mayoría de los textos de enseñanza primaria y secundaria definen estas fechas como tales, mientras las celebraciones solemnes realizadas por el gobierno nacional todos los años el 20 de julio, difundidas por la televisión y otros medios de información, así lo demuestran.

    En efecto con ésta múltiple difusión del 20 de julio como fecha de la independencia nacional se sigue proyectando una visión de la historia y de la memoria que se mantiene prisionera de los mitos fundacionales de la historia colombiana, construidos a lo largo del siglo XIX con el objetivo de instrumentalizar el discurso histórico para forjar y representar la unidad nacional, hecho que lamentablemente mantiene camuflando los hechos y celebraciones de otras regiones del país en las celebraciones de Bogotá y localidades aledañas.

    Por esta razón, cuando hablo del 20 de julio como fecha de “independencia nacional”, prefiero referirme a la invención de una tradición que impuso esta fecha para simbolizar la independencia y la fundación de la república colombiana, sin olvidar, que esta imposición estuvo acompañada de un proceso de disciplinamiento de la memoria social, ejecutado por medio de un uso de la historia y de una representación simbólica de la misma, impuesta desde el gobierno, utilizando como instrumentos eficaces la enseñanza escolar, el uso público de la historia y la elaboración de un ritual simbólico repetitivo que influyó paulatinamente en el imaginario colectivo de la sociedad colombiana.

    Pese a esta imposición, un año antes de cumplir los 200 años de los hechos ocurridos el 20 de julio de 1810 en Bogotá, el gobierno Nacional por medio del Ministerio de Educación, imitando el concurso de historia ocurrido hace 100 años, despliega la segunda etapa de un proyecto pedagógico y político titulado “Historia Hoy”.

    Aprendiendo con el bicentenario de la independencia”, en el que utilizando el sistema educativo en todo los niveles, pretende construir una mirada plural del proceso de la independencia, generando un “acercamiento al bicentenario que permitirá que estudiantes, maestros y comunidad educativa en general, participen en la construcción de nuevos relatos diversos y plurales: juntos constituirán la memoria de la independencia y al hacerlo estarán construyendo también unos nuevos capítulos en la historia de Colombia”.

    A pesar de este esfuerzo, nada novedoso desde el punto de vista de la conmemoración de 1910, esta celebración del bicentenario y la manera como se ha concebido termina re-legitimando la fecha y los hechos del 20 de julio como fundacionales de independencia nacional, sin que ello de pie a que esta propuesta del gobierno plantee realmente una transformación significativa de la memoria histórica del país, impuesta políticamente entre 1907 y 1910. El hecho de seguir reconociendo el día 20 de julio como día de la independencia colombiana y organizar alrededor de la fecha todo un despliegue simbólico y pedagógico, instrumentalizando para ello la enseñanza de la historia del país demuestra la incapacidad del gobierno y de los académicos de superar la exclusión y el centralismo de la celebración del primer centenario, y al mismo tiempo indica la imposibilidad de entablar un debate en líneas contestatarias que permita renovar la visión de una historia de la independencia que monopoliza la representación de la fundación de la república y la nación colombiana con los hechos ocurridos en el mundo andino.

    En este sentido la rememoración de este proceso bicentenario, que debe convertirse en una oportunidad para discutir en profundidad el papel que ha desempeñado esta fecha y otras en la construcción de una memoria e identidad nacional, mantiene su status de celebración nacional, aunque solo represente los hechos ocurridos en Bogotá y aunque además haya sido impuesta sobre otras fechas, como fecha de independencia nacional en las primera década del siglo XX, mediante la Ley 39 del 15 de junio de 1907, dictada por La Asamblea Nacional Constituyente y Legislativa, durante el gobierno del general Rafael Reyes.

    La invención e imposición de esta fecha respondió a la necesidad que tenía el gobierno de fortalecer la quebrantada unidad nacional y la urgencia que, en ese entonces, tenían las elites andinas para consolidar su hegemonía sobre las demás regiones, ya que el país vivía las consecuencias de la crisis de los partidos políticos tradicionales, de las tentativas separatistas que se presentaban desde diferentes regiones y de la fragilidad de la soberanía del Estado evidenciada nítidamente desde la separación de Panamá.

    A estas situaciones se sumaba la crisis del discurso histórico que reflejaba en el pasado la ausencia de proyectos comunes, lo que exigía la construcción de una memoria nacional fundamentada en la construcción de un pasado colectivo del país. A partir de estas necesidades y circunstancias se comprende el despliegue realizado por el Estado hacia las regiones y localidades periféricas del país para que reconocieran y conmemoraran el 20 de julio de 1910 como la fecha de la independencia de Colombia. Antes de la imposición de esta celebración, el 20 de julio de 1810 no representó la independencia nacional, ni mucho menos la fundación de la república, como podemos verlo si realizamos un seguimiento minucioso a las narrativas históricas elaboradas a lo largo del siglo XIX.

    El ejemplo sin duda más importante lo encontramos en el pensamiento y la opinión de Miguel Antonio Caro, uno de los intelectuales y políticos conservadores más distinguidos de la segunda mitad del siglo XIX colombiano, quien en un artículo criticó duramente el 20 de julio como día de la independencia nacional, y señalaba que esta fecha no era el aniversario de la independencia sino de la revolución “como dicen nuestros historiadores”.

    Para él, su cuestionada posición frente a esta fecha era histórica y no política y consideraba “que “siendo histórica y no política nuestra tesis no vienen a cuento los recursos de pasión….”:

    Tal fue el importante movimiento de 1810 movimiento grandioso y fecundísimo pero constitucional y monárquico, no republicano ni de independencia. Legalizóse, y ratificáronse sus principios por la constitución monárquica de 1811, cuyo imperio se extendió hasta el 16 de julio de 1813. Entonces solo entonces se declaró independencia propiamente dicha. El Estado, de monarquía que era, se constituyó en forma democrática…

    Nosotros hemos distinguido esas dos fechas, bien que sin separarlas, pues la una conduce a la otra, y hemos concluido que El 20 de julio no es aniversario de independencia, porque entonces no se proclamó independencia ni del nacimiento de la República porque la forma monárquica subsistió hasta 1913.

    Miguel Antonio Caro aunque rechazaba la condición fundacional del 20 de julio, intentaba resaltar otro suceso ocurrido en Bogotá como el iniciador de la república de Colombia, por ello pretendía que el 16 de julio de 1813, se convirtiera y se reconociera como día independencia nacional. Al respecto agregaba. “Ese mismo 16 de julio es el que nosotros hemos reconocido como legítimo aniversario de la declaración de la independencia nacional; sin negar por eso la importancia del 20 de julio, glorioso aniversario de la Revolución de Santafé”.

    Caro, aunque rechazó el 20 de julio como fecha de independencia nacional, se convirtió en uno más de los intelectuales que durante el siglo XIX hicieron esfuerzos para construir una historia nacional, cuyo eje central girara en torno a los acontecimiento de Bogotá y su alrededores, A estos intentos se sumaron las iniciativas de otros intelectuales a principios del siglo XX, como Pedro María Ibáñez y Eduardo Posada, ambos miembros de la naciente Academia de Historia de Bogotá. Estos últimos ajustándose a las necesidades políticas del momento, y como una manera de fortalecer las iniciativas que se hacían tanto desde los gobiernos liberales como desde los de la regeneración para fortalecer el Estado y mantener la unidad nacional, se propusieron realizar una contribución a este proceso mediante la organización de un conjunto de publicaciones bajo el título de Biblioteca de Historia Nacional. Dentro de estas publicaciones se encuentra. “La Patria Boba”, que consta de tres partes, una de estas, “Días de la independencia”, escrita por J. M. Caballero, representó un esfuerzo significativo por mostrar los acontecimientos del interior del país y de manera exclusiva los de Bogotá a la que dedica la narración y la gloria de realizar la independencia.

    Todos estos esfuerzos que venían desde el siglo XIX, dirigidos a la construcción de un pasado común mediante la elaboración de una historia nacional que permitiera fortalecer la unidad del país, se materializaron utilizando el 20 de julio de 1910 como fecha para celebrar cien años de la independencia de Colombia. Para concretar este objetivo lo primero que se hizo, después de sancionar la Ley para la celebración del primer centenario de la independencia, fue crear la Comisión Nacional del Centenario de la Independencia, mediante el Decreto del 22 de octubre de 1907, esta comisión quedó compuesta por el secretario general de la presidencia de la república, el gobernador del distrito capital, Manuel Vicente Umaña y Jorge Vélez con el fin de que “preparan los programas y proyecten las medidas necesarias para que se haga con toda solemnidad la celebración de la independencia nacional”.

    Uno de los puntos del programa que se creó para la celebración, pretendía estratégicamente el disciplinamiento del imaginario social colombiano, para ello estipuló como uno de los números especiales un concurso de “historia patria”, de cuyos ganadores saldrían dos textos uno para la enseñanza superior y otro para la enseñanza elemental, con lo cual se aseguraba el objetivo principal, de instrumentalizar la enseñanza de la historia para asegurar en las nuevas generaciones un conocimiento común sobre el pasado de Colombia, para de esta forma asegurar la unidad del pasado del país.

    En agosto de 1909, la reorganización de la junta trajo como reacción inmediata de un grupo de individuos que se consideraban participes potenciales del concurso de historia, quienes por medio Eduardo Posada, miembro de la Academia de Historia de Bogotá y de la junta, hicieron llegar un “memorial” a la Junta del Centenario, para solicitar que se conservara el concurso de historia creado por la junta anterior. Lo importante del memorial es que las razones que exponen para dicha solicitud, permiten reconocer que la preocupación principal del gobierno y la elite intelectual del interior del país se centraba en la necesidad de consolidar la unidad colombiana, amenazada por las voces separatistas de algunas ciudades de la costa Caribe colombiana, la parte insular de esta región y otras regiones del país. El memorial decía:


    * Historiador de la Universidad de Cartagena.

    Profesor Universidad Nacional de Colombia sede Caribe gran pedagogo. Apartes de un ensayo enviado por su autor.




    _______________________________________

    Fuente:

    https://www.eluniversal.com.co/suple...ional-AOEU7367

  2. #2
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    Humberto Montero

    Publicado el 22 de enero de 2019

    La leyenda negra colombiana


    Con apenas ocho millones de habitantes, los españoles exploraron y conquistaron un tercio del planeta Tierra. Aunque sus enemigos extendieron datos infundados desde el siglo XVI para minar la moral de la primera potencia por entonces –la llamada leyenda negra–, fueron los propios españoles sus peores enemigos, al dar por buena toda la cantidad de inmundicias que destilaban ingleses, franceses y holandeses. Lo cierto es que, además de lograr alianzas notables entre los indígenas sometidos al Imperio Azteca y al Inca para derrotar a ambos, los españoles fundaron ciudades colosales, implantaron universidades punteras en las principales urbes americanas y en Filipinas, y acumularon gestas. Entre ellas, la primera vuelta al mundo, de la que se cumplen 500 años, gracias a la cual se determinó definitivamente la esfericidad de la Tierra. En septiembre de 1519, ahí es nada, financiada por la Corona española, la expedición Magallanes-Elcano partía del puerto gaditano de Sanlúcar de Barrameda con cinco naves. Tres años después, muerto Fernando de Magallanes en Filipinas, arribaba en solitario al mismo puerto la nave Victoria. Era el 6 de septiembre de 1522 y de los 239 hombres que partieron, sólo a 18 les cupo la gloria de regresar con vida. Juan Sebastián Elcano fue uno de los afortunados. Eran los tiempos en que la divisa del comercio mundial, la primera global, era el real de a ocho, el llamado “Spanair dollar”, cuyo grabado en honor a las dos columnas de Hércules da origen al símbolo del dólar estadounidense. Mientras las ciudades coloniales españolas florecían por doquier, los colonos británicos se las veían y se las deseaban para lograr asentarse en los inhóspitos y fríos territorios de la Norteamérica. Como recoge la obra del historiador británico John H. Elliot “Imperios del Mundo Atlantico”, Boston era la ciudad más poblada en las colonias británicas con apenas 16.000 habitantes a mediados del siglo XVIII. Le seguían Filadelfia, con 13.000 habitantes, y Nueva York, con 11.000. Por entonces, Ciudad de México ya contaba con 112.000 habitantes censados. En Lima residían 52.000 personas; en La Habana, 36.000, y en Quito, 30.000.

    Pese a todo, la leyenda negra caló hasta los tuétanos en estas tierras hasta ahora.

    La autocrítica deja de ser positiva cuando se vuelve autodestructiva.

    En términos similares se vive en Colombia, donde perdura la percepción extendida de que las guerrillas terroristas tenían una justificación en la desigualdad para sus crímenes. Solo así se entienden unos acuerdos bendecidos por buena parte del país en los que en pos de una soñada paz se rendía la honra, la justicia y la reparación para miles de víctimas de las FARC y del ELN. El último atentado de Bogotá nos demuestra que los asesinos siempre vuelven por el camino que conocen: el mal. Por eso, no merecen el perdón ni la libertad. Y, por eso, se equivocan los que aún creen que hay que agotar todas las vías de diálogo para congraciarse con un enemigo que lo único que busca es hincar de rodillas al Gobierno, sea del signo que sea, lo que es lo mismo que doblegar y humillar a todo el pueblo soberano de Colombia. Un país que no se merece a esa lacra, que no ha hecho nada malo para que le arrebaten los bienes más preciados: la dignidad, el futuro, la libertad y la vida. ¿O es que acaso merecían la muerte las víctimas de esta última matanza? Quien así lo crea está enfermo. La leyenda negra colombiana es una farsa y no hay motivo alguno, ni antes ni mucho menos hoy, para justificar las actividades terroristas de las narcoguerillas. Solo espero que estos veinte muertos, con nombres y apellidos, no acaben en el cubo de la basura, arrinconados en la mesa de unos diálogos de paz con el ELN dentro de unos años. No los olvide. Porque entonces el siguiente podría ser usted.




    _______________________________________

    Fuente:

    La leyenda negra colombiana

  3. #3
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    CONFERENCIA. Dr. Pablo Victoria "La otra cara de la Independencia".

    Felicito a mi amigo Pablo Victoria Wilches por decir verdades de a puño. Cambiando nombres, es lo mismo que nos ocurrió en el Río de la Plata.

    ▶ Más información sobre sus libros: http://patriciolons.com/products-cate...

    ▶ Pablo Victoria: https://twitter.com/PabloVictoriaW


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    Agradecemos a #PabloVictoria por permitirnos publicar su conferencia.

    Gracias por mirar!!!

    Patricio Lons

    #PabloVictoria #SemanaDeLaHispanidad2019





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  4. #4
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    🇪🇸 VOX Granada homenajea al General Agustín Agualongo Cisneros en Pasto, antiguo Virreinato de Nueva Granada.

    #EspañaSiempre #VOX #Granada









    https://www.facebook.com/granadavox/...3624?__tn__=-R
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    El proceso de emancipación en Colombia tuvo un componente internacional determinante; sin embargo, la historia no ha ahondado en esta dimensión y se ha mantenido en el imaginario una lectura más limitada y localista del hecho. En este sentido es fundamental analizar el papel asumido por las potencias extranjeras, desentrañar el rol jugado por los capitalistas internacionales (banqueros, financistas, casas comerciales y negociantes particulares), esclarecer cuáles fueron sus fines prioritarios y determinar la importancia de los grupos mercenarios, su procedencia, composición, número, organización y acciones.






    https://isbn.cloud/9789585414945/la-...bia-1814-1824/
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    BICENTENARIO: causas del realismo de Pasto y del Sur de Colombia

    Miguel Cordoba miércoles, 28 agosto, 2019




    Desde Nod

    Por Alejandro García Gómez


    pakahuay@gmail.com


    Ahora que se conmemoran los 200 años de la Batalla de Boyacá –para unos historiadores- y para otros sólo el de un Combate en Boyacá, batalla o combate que se ha referenciado como punto de inicio del sello de nuestra independencia del reino español de Fernando VII, deseo expresar mi opinión sobre la causa del rechazo de nuestra región sureña a las ideas, actitudes y accionar del llamado Ejército Libertador, es decir, las causas del acentuado realismo de nuestra región sur, en ese entonces conocida como Provincia de Pasto, con su mínima capital –que llevaba ya el mismo nombre, adicionado al de su santo patrón, San Juan de Pasto-, nombre colonial que se ha buscado reeditar en estos últimos años, tanto allí como en otras capitales, hasta de la misma Santafé de Bogotá (¿cosas de la moda?). Al opinar sobre el Realismo Pastuso, no me pretendo historiador. Deseo que quede claro que sigo siendo un escritor de novelas, cuentos, poesía, ensayo y crónica, además de opinador columnista; los historiadores me merecen todo mi respeto. Aclaro también que estas notas siguientes, entrecomilladas, forman parte de mi reciente libro “Sur, donde las rocas secretamente florecen. Crónicas”, publicado por la Alcaldía Municipal de Pasto en 2018.

    Expreso también que me aparto de una de las principales tesis actuales de algunos (o quizá de varios) de nuestros historiadores nariñenses, la cual asegura que fuimos realistas porque buscábamos que se respetara nuestra voluntad en nuestro propio destino, la de nuestro propio proyecto de región, que son las palabras con las que, más o menos, he escuchado plantear esta tesis. Al contrario, pienso que nosotros, jamás -ni entonces ni hoy-, hemos llegado a formularnos como destino propio, como proyecto propio, como visión de conjunto humano con voluntad propia, y no es sólo nosotros como región; es todo nuestro país -al que llamamos ahora Colombia- el que jamás ha procedido así (y no sé si todos los países de nuestra Latinoamérica). Hasta hoy nuestros líderes o quienes han pretendido fungirlo, nuestras élites políticas, nacionales y regionales (y quizá latinoamericanas) o quienes han reclamado serlo, no se han preocupado de nuestros territorios y de nosotros como países, sino como de unas fincas particulares o grupales propias de ellos, a las que hay que defender o usurpar con una legislación y un ejército, para su beneficio particular propio o de sus familia o de sus grupos, pero jamás como proyecto nacional o de región (mucha razón lleva el escritor Héctor Abad Faciolince con su novela Angosta; recomiendo su lectura). Ejércitos que antes los conformaron con sus esclavos o con sus peones, hoy con soldados o con paramilitares o con organizaciones de delincuentes y hasta con guerrilleros (“si tenemos que sicariar con los Pelusos, sicariamos”, recordemos que fueron las palabras de un alto general del ejército, recientemente).

    Hoy mismo carecemos de ese proyecto regional y nacional; creo que de ahí se deriva la parte más sustancial de nuestra tragedia (incluidas las razones de nuestra enorme inequidad), y no sé si de todas las adversidades e infortunios que hemos debido padecer. En nuestro país, algunos gobiernos, fugazmente, han pretendido formular y ejecutar ese tipo de proyectos, pero han sido borrados de un plumazo por las élites. El ejemplo más claro –quizá no el único- es el primer período presidencial de Alfonso López Pumarejo (1934-1938) con sus leyes de modernización capitalista del Estado en cuanto a la tenencia y producción de la tierra, y a la reforma de los servicios de educación y salud. De haber dejado actuar esas leyes y esa visión “lopezpumarejista” de Estado -La Revolución en Marcha-, pienso que seríamos un país más equitativo, con una paz mucho más estable y duradera, y con mucho mejor y más justo desarrollo; nos habríamos ahorrado toda la violencia del Siglo XX y la del actual, además del azote del narcotráfico, consecuencia de la inequidad, la corrupción y la violencia. La clerecía católica y las élites aristocráticas de ambos partidos políticos lo borraron, tildando de comunista a López Pumarejo. A esto me he referido en varios artículos de mi columna Desde Nod.

    Un paréntesis: quizá una excepción vivificante actual es el ejemplo de dos poblaciones antioqueñas ubicadas en su suroeste cafetero. Uno no se cansa de asombrarse de la diferencias entre las bellas poblaciones de Jardín y de Jericó en contraposición con las que las circundan (Andes, Venecia, etc.). Ambas nacidas de la llamada “Colonización Antioqueña”, cuando los habitantes de este territorio de la patria comenzaron a adaptar las tierras aún baldías, de su entonces Estado de Antioquia, con la promesa gubernamental de que serían de su propiedad, siempre y cuando las pusieran a producir. En alguna visita mía a esas poblaciones, al notar mi asombro, alguna persona me explicó que Jardín y Jericó nacieron con un “Plan territorial” –voy a usar esta acepción actual con su permiso- diferente a las del resto: en su nacimiento se contempló mucha equidad con miras hacia una mejor convivencia comunitaria, y así trata de ser hasta hoy. El espíritu cultural de estas poblaciones se lo siente, casi que se lo respira, porque así fue desde sus inicios. Pero precisamente ahora están entre la espada y la pared por culpa de unas compañías mineras que llegaron a esos territorios a acabar con su bien vivir y con su tranquilidad. No pierdo la esperanza de que así como Jardín y Jericó, habrá otras poblaciones en la geografía de nuestra patria, con similar historia humana, pero desconocida en las indiferentes esferas de gobierno en Bogotá. Dejo aquí porque todo esto daría para otro ensayo o crónica (fin del paréntesis).

    Y ahora entremos al grano (y como dije arriba, todo el artículo que sigue hace parte de mi libro (2018) referenciado antes):

    Las causas del realismo pastuso podrían formularse de la siguiente manera, a mi modo de ver:

    “a.- Hay una causa que muy pocos historiadores mencionan quizá porque piensen que científica u objetivamente no pueda ser mensurable o porque, quizá también, poca importancia le han dado y talvez ni la habrán notado otros: el nariñense es un pueblo muy, pero muy leal. Al hacer esta afirmación, sé que me estoy arriesgando a que el posible lector de este texto lo cierre con una sonrisa cercana al desprecio por lo ingenuo del escritor sobre esto que los antropólogos llaman Determinismo.

    “Sin embargo, otra de las causas del éxito del dictador mexicano Porfirio Díaz para los resultados de sus campañas y sus 35 años de tiranía sobre su país, se acepta que fue también por su conocimiento de la gente de la que se rodeaba y de aquella a la que se enfrentaba. Con su perfidia –término medio entre la lealtad y la traición y que la practicó toda su vida, como los políticos de hoy, principalmente los que desean perpetuarse-, Díaz tenía plena conciencia de que las virtudes de “sus indios” eran la lealtad y la verdad, que esa era una característica propia de ellos: “…Moralmente, el mestizo Díaz se daría cuenta de que la lealtad y la verdad –virtudes cardinales del indígena- conducen más fácilmente al sacrificio que al poder” (Enrique Krauze, Porfirio Díaz, Místico de la autoridad. 2002, pg. 76). ¿Genética o cultura o ambas? La población nariñense, y más para esos días, tenía un altísimo porcentaje de ascendencia marcadamente indígena. Este ha sido un tema que quizá no se ha estudiado satisfactoriamente.

    “b.- Ignorancia del común del pueblo, que era la casi totalidad de la población. Esta circunstancia había sido común y corriente en toda Hispanoamérica, argüirán algunos, y debo admitir como válido este argumento. Incluso la que podría llamarse la aristocracia “noble” pastusa no tenía -en la mayoría de sus cuadros más jóvenes- casi preparación académica, debido a la pragmática-sanción de Carlos III que, desde 1767 por recomendación de su ministro Campomanes, expulsó a los jesuitas de todo el territorio español y de sus colonias a causa del levantamiento popular conocido como “Motín de Esquilache”. Con los jesuitas desaparecieron también de Pasto el Colegio de la Compañía y su escuela de las primeras letras.

    “c.- Acentuada religiosidad, principalmente en el pueblo raso. Ésta ha sido más característica en nuestra región que en otras. La acentuada religiosidad, unida a la ignorancia, me parece que siempre han sido manipuladas, no sólo en nuestra región sino en cualquier esquina de la Historia. En nuestro país, recordemos quiénes la manosearon en las guerras civiles del siglo diecinueve –una vez eliminadas todas las cabezas de la terrible Hidra pastusa-.

    “Cosa igual en los comienzos del siglo veinte y luego en tiempos de la llamada Violencia, muy entrado el pasado Siglo XX. Quienes la manipularon en tiempos de la naciente Independencia, tenían intereses creados para que el realismo continuara, porque temían perder sus privilegios si nacía un cambio de sistema de gobierno. Dicha manipulación fue ejercida por los terratenientes y la aristocracia pastusa, apoyados por casi todo el alto, mediano y bajo clero. Al comienzo de la lucha la aristocracia de Pasto dudó entre la lealtad a su lejano rey o a la nueva república que se fundaba. Se hizo la consulta al Obispo español de Popayán Salvador Jiménez, quien “pastoreaba” a Pasto: ¿las ideas de una república armonizaban con las de la Religión Católica? Él respondió que NO, y la voz del prelado, para el populus pastensis, fue la voz de Dios.

    “Aquí detengámonos en un pequeño paréntesis:

    En 1814 -cuando ya Pasto se aprestaba a combatir “la invasión” del General Antonio Nariño-, hay un cruce de comunicaciones entre el cabildo de la ciudad y el general, presidente del gobierno de Cundinamarca (Santafé) que le pedía rendirse y tomar las armas por su gobierno. El cabildo le responde a su comunicación del abril 6 (cita tomada de la de obra de Sergio Elías Ortiz -pg. 327, 1974-, “Agustín Agualongo y su tiempo”):

    ‘Como acaso será ésta la última vez que este cabildo tenga la bondad de hablar con usía, en contestación a su oficio del 6 que rige, ha creído de su deber asegurarle con la ingenuidad que constituye su carácter, que tiene firme en sus principios y cada día más adherido al sistema de gobierno que vivieron y murieron sus padres… etc’ (letra bastardilla y resaltado míos). ¿Por qué el Cabildo de Pasto se autocalifica de carácter ingenuo? ¿Sabría quizá que ya se rumoraba algo en relación con esto, con que se lo calificaba de ingenuo? De haber sido así, ¿quiénes podrían haber sido –y por qué- quienes propagaron esos rumores? ¿Tiene esto alguna relación con el posteriormente llamado Chiste Pastuso? (fin del paréntesis).

    “d.- Interés de la aristocracia pastusa de que la minúscula y dependiente ciudad de esos días, Pasto, tuviera las mejoras de una grande e independiente. Independiente en lo civil, en lo eclesiástico y en lo militar. Dejar de ser así la villa intermedia entre las grandes urbes como lo eran Popayán y Quito. Esto beneficiaría a las aristocracias civil, militar y eclesiástica porque serían ellos quienes tomarían sus riendas. Para lograrlo –pensaban- deberían hacer méritos, ¿y qué mejor que esta prueba de fidelidad al Rey? Sólo así tendrían la oportunidad de solicitar, ilusos, al lejano Rey Fernando VII, como en realidad lo solicitaron, los privilegios mencionados, con la correspondiente petición a los jefes más inmediatos, en poder y distancia, para que dieran cuenta al soberano de las calidades de súbditos que tenía en estas breñas de América, desconocidas para su majestad; esta petición siempre fue desdeñada o burlada, pero jamás tomada en serio.

    “Concretamente Pasto deseaba tener un colegio real y seminario, siquiera con dos cátedras, Filosofía y Teología Moral, para empezar. Que se estableciera un centro de gobierno y que se la erigiese en sede episcopal. Estos eran los deseos desde el comienzo de la lucha. Ya más tarde (1816, por intermedio de Pablo Morillo) se agregaron otras solicitudes al Consejo de Indias: exención del pago de alcabalas, privilegio que había perdido la ciudad, porque curiosamente se perdieron las cédulas de esta prerrogativa. Abolir el estanco del aguardiente y del tabaco. Que a los indios se les exonerara totalmente del tributo o al menos de la mitad. Finalmente, que se condecorara tanto al ayuntamiento como al vecindario según grado de Su Majestad.

    “Tardíamente, el Consejo de Indias concedió (20 de marzo de 1919):

    1) eximir del pago de alcabala por 10 años a la ciudad;

    2) que el virrey de Santa Fe de Bogotá se hiciera cargo del seminario de la manera menos gravosa;

    3) NO a la solicitud de desestancar los estancos;

    4) los indios serían exonerados de éste en la mitad y sólo por un tiempo definido, según lo estableciera el virrey;

    5) en cuanto a las condecoraciones, esperar los informes para repartir los homenajes; eso sí, se guardó el privilegio de nombrar a algunos habitantes para éstos, entre ellos a doña María Manuela Vicuña, mujer del regidor de Quito y habitante de esa ciudad, don Pablo Guarderas, por una comunicación enviada al ayuntamiento de Pasto con remisión de ropas para gentes pobres y de reciente luto por causa de la guerra y un manto de terciopelo carmesí para la Virgen de las Mercedes, patrona de la ciudad.

    “A mi parecer, la estrategia de los dirigentes pastusos era apoyar a la aristocracia española (demostrando fidelidad al Rey) detentora hasta el momento del mando político, militar y eclesiástico en América. Apoyarla contra los deseos de poder de la aristocracia criolla que en el momento peleaba ese poder encarnizadamente, sin dejar de observar el sometimiento al rey de España, como fue en un comienzo el cariz tomado por el confuso movimiento “independentista” provocado por los linajudos criollos. Los aristócratas pastusos esperaban que la aristocracia española, “ayudada”, sería la mejor “cuña política” que tendrían para obtener los favores de Fernando VII. Esta ilusión se convirtió en otra frustración más.

    “Como otro de innúmeros ejemplos, el Cabildo de Pasto recibió este homenaje: (que mueve a la sonrisa o a la ira) ‘… En virtud de las facultades que me tiene conferidas el rey nuestro señor, don Fernando VII, en sus reales instrucciones de 18 de noviembre de 1814, y atendiendo a la acendrada fidelidad y buenos servicios y adhesión a la causa del rey… he venido a conceder al dicho ayuntamiento reunido, los honores y tratamiento de mariscal de campo de los reales ejércitos… etc. Santa Fe de Bogotá, a 23 de septiembre de 1816. Pablo Morillo’ (Ortiz, 1974, subrayado mío).

    “e.- Una causa que mucho más tarde aparece, después de los primeros excesos cometidos por las tropas patriotas en sus iniciales luchas y escaramuzas, y que debieron ser publicitados y manejados de manera proclive por los militares realistas y por la aristocracia pastusa, fue el deseo de retaliación ante hechos como el incendio de la población de Patía (actual sur del Cauca en la llamada carretera Panamericana) ejecutado por las tropas al mando del capitán patriota Eusebio Borrero, que sembró para siempre el rencor entre los habitantes de este inhóspito valle, hacia todo lo que tuviera que ver con el llamado Ejército Libertador.

    “f.- Por último, esta sí una causa verdaderamente tardía, debió de ser el deseo de sangre de venganza del común del pueblo contra los no sólo abusos sino crímenes por parte del ejército patriota, apoyados en forma activa o pasiva por el alto mando. Venganza contra los excesos del batallón Rifles (por órdenes de Sucre que a su vez dependían de las de Bolívar) al entrar a Pasto a sangre y fuego en la navidad de 1822, claro está que después del rompimiento por parte de los pastusos (instigados por el español Benito Boves, que huyó con los primeros reveses, sobrino de José Tomás Boves) de las capitulaciones firmadas entre Bolívar y Basilio García luego del revés de la batalla de Bomboná (07 de abril de 1822) sufrido por Su Excelencia El Libertador, reversado por esta causa hacia el norte, hacia El Trapiche (hoy Bolívar, Cauca). Cuando el español García firmó las capitulaciones, ya conocía el triunfo de Sucre en Pichincha (al sur, 24 de mayo de 1822) sobre su compatriota el general Melchor Aymerich, no así Bolívar. García temía sufrir un acorralamiento en Pasto desde el sur y desde el occidente –por el Océano Pacífico y Barbacoas- con ese revés de las armas realistas. Sólo le habrían quedado las selvas amazónicas del oriente para replegarse o huir.

    Venganza contra las exacciones que Bolívar ordenó luego de que Sucre destruyó a Pasto. Venganza contra las exacciones y desalojos de propiedades a los pastusos. Venganza contra los abusos de los generales que siguieron dando pábulo a su sevicia en Pasto, como el horrible crimen propiciado por el General Salom y ejecutado por el Teniente Coronel Cruz Paredes, que consistió en amarrar de espaldas, y en parejas, a 14 principales personajes pastusos y empujarlos vivos hacia los vórtices del río Guáitara…”

    Espero que el anterior sea otro aporte de nuestra región a la conmemoración de estos 200 años de Boyacá.

    Este es un espacio de opinión destinado a columnistas, blogueros, comunidades y similares. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores que ocupan los espacios destinados a este fin por la página Informativo del Guaico y no reflejan la opinión o posición de este medio digital.




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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    ¿Por qué los pastusos no se querían independizar de España?

    Miguel Cordoba domingo, 22 septiembre, 2019





    Tomado de www.eltiempo.com


    Hace 200 años corrió el rumor de que los pastusos eran gente de poco entendimiento. Ese rumor corrió hasta nuestros días y los habitantes de la capital de Nariño se convirtieron en protagonistas de cientos de historias y chistes en los que no salen muy bien librados.

    ¿Pero qué hay detrás de esta situación? Los pastusos no creían en la causa libertadora, poco les importaba el sueño de libertad de unos criollos intelectuales y, bajo ningún motivo, pretendían traicionar a los reyes, a quienes les juraron lealtad. Para ellos la palabra era igual de importante que su volcán. Simón Bolívar llegó a calificarlos de “malditos hombres”.

    Para los pastusos no existía la posibilidad de traicionar al rey, ya que “Pasto había empeñado su palabra y le habían jurado fidelidad”, explicó Lydia Inés Muñoz Cordero, presidenta de la Academia Nariñense de Historia.

    Y es que, según Muñoz, las bases de esa sociedad eran la fidelidad a la palabra empeñada y la lealtad a sus juramentos. “Lo peor para un pastuso era retraerse de su palabra”, dijo la historiadora y agregó que en San Juan de Pasto vivían satisfechos con el gobierno del rey.

    Tuvieron que pasar varias guerras que dejaron cientos de muertos para que San Juan de Pasto, esa provincia clave para conectar lo que sería la Gran Colombia, pues era un importante corredor para llegar a Quito, se convirtiera en parte de la Nueva Granada y jurara lealtad a los patriotas y a la naciente nación.

    “Logramos, en fin, destruir a los pastusos. No sé si me equivoco como me he equivocado otras veces con esos malditos hombres, pero me parece que por ahora no levantarán más su cabeza los muertos”, le dijo Simón Bolívar al general Francisco de Paula Santander en una carta enviada desde Quito el 21 de julio de 1823.

    Muñoz Cordero narró que la disputa entre sureños y patriotas duró más de 12 años, pues la resistencia Pastusa comenzó en 1809 cuando desde Quito fue invitada a formar parte de la junta de Gobierno. Estaban convencidos de que la soberanía era para los reyes y no para el pueblo.

    Desde ahí ocurrieron varias batallas en las cuales los pastusos salieron vencedores, pues todos, el pueblo, los indígenas, los oligarcas y la iglesia se mantuvieron unidos para honrar su juramento de lealtad a la corona española.

    El apoyo de los indígenas fue clave, explicó el historiador Felipe Arias Escobar, porque ellos se sentían más seguros con la corona: “La movilidad social que daba la guerra, o la amenaza que significaba ese ascenso, fue un factor decisivo para volverse realista o patriota. La mitad de la provincia de Pasto eran indígenas, quienes veían amenazados sus intereses por el ascenso criollo y el fin de la autoridad del Rey y sus leyes, quienes protegían al indio de los abusos de los terratenientes españoles y criollos, tal como se verificó después”.

    Esas batallas dejaron cientos de muertos de cada bando, pero también dejaron presos, y algunos de ellos muy famosos, como el general Antonio Nariño, quien cayó en una batalla en 1814 pero, por su valentía y honor, los sureños le perdonaron la vida.

    Incluso Pasto fue un fortín de la corona española. Tras la batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819, cuando los patriotas derrotaron a los españoles. Las tropas del rey se refugiaron en la hoy capital de Nariño para reagruparse y resistir a los nuevos enfrentamientos.

    Pero luego de varios intentos del ejército libertador de adherir a Pasto a la causa patriótica, por la fuerza o por acuerdos, -incluso en 1811 respetan a la junta de Santa Fe de Bogotá- fue en abril de 1822 cuando después de una sangrienta batalla en Cariaco, Bomboná, Simón Bolívar derrotó a los pastusos por una cuestión técnica.

    Aunque el ejército de Bolívar perdió unos 300 hombres, narró Muñoz, por los códigos de guerra el vencedor era el ejército que permaneciera en el campo de batalla. Y fue el ejército de Bolívar el que permaneció en el terreno, pues los hombres comandados por el español Basilio García tuvieron que regresar a Pasto por una amenaza que recibió la ciudad.

    Cuando Bolívar exigió ser recibido como el vencedor, Basilio García se opuso, pues la victoria no había sido total. Así las cosas, hicieron unas capitulaciones en las cuales aceptaron que Pasto ya no estaría con los españoles, pero no serían sometidos.

    “Estando en Pasto tomo la pluma y escribo lleno de gozo, porque a la verdad hemos terminado la guerra con los españoles asegurando para siempre la suerte de la república. En primer lugar, la capitulación de Pasto es una obra extraordinariamente afortunada para nosotros, porque estos hombres son los más tenaces, más obstinados, y lo peor es que su país es una cadena de precipicios donde no se pueda dar un paso sin derrocarse”, escribió Bolívar a Santander el 9 de junio de 1822.

    Pero tras las capitulaciones, que no fueron aprobadas por todo el pueblo, surgió una pequeña rebelión, bajo el mando del español Benito Boves. Esto desató la furia de Bolívar, quien decidió enviar al mariscal Antonio José de Sucre para que se tomara a sangre y fuego la ciudad y así someter de una vez por todas a los sureños.

    Un ejército de unos 3.000 hombres, en diciembre de 1822, llegó a Pasto y, narró Muñoz, unos 400 civiles fueron asesinados, un número significativo de la población. Esa es la famosa Navidad Negra de los pastusos, pues, agregó la historiadora, allí no hubo combate, sino un asalto.

    “No podían permitirse volver a perder una ciudad clave en el camino a Quito y al Perú, en plena guerra continental. Tres días de saqueos, muertes y violaciones que marcaron a la ciudad y a sus habitantes a cargo del Batallón Rifles, más meses de represalias en toda la región a cargo de Salom, Flores y el propio Bolívar”, contó Arias.

    El Libertador no podía permitir que los pastusos tuvieran la intención de volver a estar en su contra y de una vez por todas se sumaran a la causa patriótica.

    “Desde la conquista acá, ningún pueblo se ha mostrado más tenaz que ese. Acuérdese usted de lo que dije sobre la capitulación de Pasto, porque desde entonces conocí la importancia de ganar esos malvados. Ya acá visto que no se pueden ganar, por lo mismo es preciso destruirlos hasta en sus elementos”, le escribió a Santander en julio de 1823.

    Y lo logró, esos “malvados” no volvieron a luchar contra la causa patriótica. Se quedaron desde ese momento en el bando de Simón Bolívar, pero el recuerdo de diciembre de 1822 se preservó. De hecho, se convirtió en un patrimonio cultural de Pasto cuando, en el carnaval de Blancos y Negros, rememora esa noche de Navidad.

    No obstante, con el paso de los años la fidelidad que tenían los pastusos a los reyes pasó a Colombia. Por eso, dijo Muñoz, la mejor definición de pastuso la hizo Roberto María Tisner, de la Academia Colombiana de Historia, cuando dijo que el habitante de la capital de Nariño es “patriota y fiel como ninguna a lo largo de la historia, primeramente con el rey y luego con los libertadores”.

    Foto: Ministerio de Cultura

    Nota original:

    https://www.eltiempo.com/politica/go...MzdP7dEJCpovZE




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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    Joaquín de Mosquera y Figueroa, oriundo de Popayán (Real Audiencia de Quito), fue Diputado a las Cortes de Cádiz, presidió el Consejo de Regencia de España sancionando la Constitución de 1812. Firmaba los decretos como "YO, EL REY", según la dignidad de su cargo.

    El rey nombró a Mosquera Ministro del Consejo de Indias el 3 de julio de 1814, y el 15 de noviembre del mismo año lo designó Secretario de la Cámara del mismo Supremo Consejo. El 19 de noviembre de 1825 fue nombrado para iniciar la causa de beatificación de la religiosa quiteña Mariana de Jesús Paredes y Flores. Por su lealtad a la Corona, Fernando VII le nombró caballero de la Orden de Isabel la Católica el 23 de febrero de 1817.








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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    La toma de Cartagena por Morillo fue un asunto feo, clásico de las guerras civiles. En mi foto, en San Felipe, puede verse que el cañón apunta a tierra firme… y es que, desde el punto de vista militar, este era el asunto.

    El 11 de noviembre de 1811 se declaró de forma unilateral la independencia de la ciudad de Cartagena de Indias (en España el último ejército de campaña que quedaba había sido destruido por los franceses en Sagunto el 25 de octubre) y la causa de Fernando VII se dio por perdida, estableciendo los “patriotas” al poco tiempo, un lucrativo negocio de piratería encubierta, vendiendo patentes de corso a todo piratuelo que pasara por allí…

    Sin embargo, con el final de la guerra en Europa, el chollo se acabó, pues se envió un ejército desde España para reestablecer la autoridad del rey en Nueva Granada, que no era sino un fracasado estado federal envuelto en guerras civiles entre diversas republiquetas basura.

    Buen conocedor de las defensas de Cartagena, el ataque de Morillo fue mucho más inteligente que el del inglés Vernon. Francisco Tomás Morales desde Santa Marta, tenía que incomunicar la ciudad por tierra, y la flota del capitán Pascual Enrile Acedo bloqueó el auxilio desde el mar, desde La Boquilla, al norte de la ciudad hasta Barú, al sur de la Bahía. En julio de 1815 el frente terrestre había ocupado la línea del Río Magdalena, que era la entrada de alimentos, correo y mercancías, y en los siguientes días las tropas realistas ocuparon toda la provincia, desde Bocas de Ceniza hasta la punta de Arboletes (actuales departamentos colombianos de Atlántico, Bolívar, Sucre y Córdoba) y habiendo cortado completamente a Cartagena sus campos de abastecimiento, buscando la rendición de Cartagena por el hambre.

    Durante el asedio el aprovisionamiento de alimentos fue el principal problema que afrontó la ciudad sitiada. Además de las tropas, había que alimentar a la población civil, que sumada al ejército, eran unas 20 000 personas. Al mes del sitio los cartageneros tuvieron que recurrir a caballos, perros, ratas y todo tipo de animal para alimentarse. A eso se sumó una terrible peste derivada de la insalubridad. Cada día cientos de personas morían en las calles y como no alcanzaban las fosas comunes, muchos se corrompían a la intemperie.

    El 6 de diciembre de 1815 Morillo ocupó Cartagena, y la vanguardia formada por el Regimiento León entró a la ciudad después de 105 días de asedio: «Hombres y mujeres, vivos retratos de la muerte, se agarraban de las paredes para andar sin caerse; tal era el hambre horrible que habían sufrido…veinte y dos días hacía que no comían otra cosa que cueros remojados en tanques de tenería.» (Rafael Sevilla).

    Un tercio de la población había muerto y Cartagena de Indias, en 1800 la cuarta ciudad más importante en la América española después de Ciudad de México, La Habana y Lima, quedó arrasada, perdiendo toda su importancia anterior, pues si bien los independentistas la recuperaron de forma definitiva el 10 de octubre de 1821, tardó más de un siglo en volver a tener la población de 1815.


    La pregunta es ¿mereció este horror la pena?








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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    La batalla de Bomboná, preámbulo del genocidio de Pasto




    Cesáreo Jarabo 26/07/2024

    Simón Bolívar

    Las tropas británicas comandadas por Simón Bolívar tomaron el control de la entonces capital Santa Fe en agosto de 1819 tras las victorias obtenidas en Paya, Pantano de Vargas y Puente de Boyacá.

    El 24 de junio de 1821 las tropas británicas vencieron en la batalla de Carabobo, y acto seguido, Simón Bolívar centró sus esfuerzos en dominar Pasto, ciudad y término que se significaba por su españolidad, lo que motivó que llevase a cabo, justamente en este lugar, una de sus más feroces campañas de exterminio.

    La conocida como batalla de Bomboná, o de Cariaco, tuvo ocasión el 7 de abril de 1822, en el hoy municipio de Consacá, en el departamento de Nariño, y se encontraba en el camino que el Estado Mayor británico le había marcado para llegar a Quito y a Guayaquil, completando la pinza que por mar estaba siendo llevaba a término por el pirata Cochrane, supuestamente supeditado a las órdenes del agente británico José de San Martín, que el 12 de julio del mismo año tomaba Lima, que era entregada sin lucha por el virrey La Serna.

    La acción estaba claramente coordinada por Inglaterra, ya que los ejércitos de Bolívar y de San Martín carecían de estructura para el tratamiento conjunto de la acción, y, sin embargo, tenían individualmente un fluido trato jerárquico con la estructura militar británica, hasta el extremo que fue solo en Lima donde ambos personajes al servicio de su majestad británica tomaron contacto en 1822.

    Tres años antes, en 1819, y mientras Cochrane, con el acompañamiento de San Martín, operaba para la invasión marítima de Lima, Daniel O’leary, gestor británico de las acciones culminadas por Simón Bolívar, vencía en la batalla de Boyacá. El objetivo era llegar a Quito, pero sobre todo a Guayaquil y en vista de las dificultades que había para llegar por mar, tuvo que tomar la vía por Pasto.

    Daniel Florencio O’leary

    El 6 de abril de 1822, las tropas comandadas por Simón Bolívar, bajo el control de Daniel Florencio O’leary, estaban en Consacá, ocupando la hacienda de Bomboná, con unas unidades que demostraban a quién estaban sirviendo: Los húsares, los lanceros, los fusileros, la infantería ligera de Cundinamarca, los rifles, la infantería ligera de Salabrieta y el regimiento de Hibernia. Todos con referencia británica, incluido el de infantería ligera de Salabrieta y el de Cundinamarca, siendo que alguna de estas unidades combatiría durante toda la guerra hasta la batalla (o teatro) de Ayacucho. Y el brigadier general se llamaba Arthur Sanders… Y el batallón de rifles sirvió para crear la guardia de honor de Simón Bolívar.

    Este ejército “de liberación”, dicen, compuesto por más de dos mil unidades de élite británicas, fue enfrentado por las tropas patriotas compuestas esencialmente por unos mil doscientos milicianos indígenas y mestizos, mal armados, comandados por el coronel Basilio García, cuya actuación es merecedora de especial análisis, en la quebrada de Cariaco; batalla que tuvo un desarrollo en nada acorde con el resultado.

    Batalla de Bomboná

    En el enfrentamiento que se inició en la tarde del día 7, Domingo de Resurrección, las fuerzas anglo-separatistas fueron barridas del campo de batalla por las fuerzas patriotas, en las que las milicias de Pasto se significaron de manera muy especial.

    La batalla empezó a las dos de la tarde y terminó pasada la medianoche. Los anglo- separatistas fueron claramente vencidos y el ejército patriota, misteriosamente, se retiró a media noche. Los separatistas, por el contrario, vieron sus fuerzas reducidas en más de un tercio entre muertos y heridos. Pero al haberse retirado el ejército nacional, que había sufrido 20 muertos y 60 heridos, fue el ejército de Bolívar, el ejército anglo-separatista, quien se anotó la batalla.

    ¿Pero quién fue el vencedor? El General separatista José María Obando señala: “Habíamos perdido 800 hombres muertos y más de 1000 heridos, en tanto que el enemigo no contaba de perdida más que 18 muertos y heridos, y 20 prisioneros que le había tomado el Rifle…”

    ¿A qué obedeció la retirada?; ¿a qué vino retar luego a Bolívar?; ¿a qué devolverle la bandera del batallón Bogotá?

    Mes y medio después, Antonio José De Sucre venció en la batalla de Pichincha. Era el 24 de mayo de 1822 y el resultado fue especialmente negativo para el pueblo pastuso que fue sometido a Bolívar. Pero cinco meses después, Agustín Agualongo y Benito Boves expulsaron a las tropas anglo-separatistas.

    Pero el 6 de junio de 1822, a los sesenta días de la batalla de Bomboná, Basilio García permitió la ocupación de Pasto, plasmada en el tratado de Berruecos, que fue firmado tras la rendición de Quito el 25 de mayo de 1822. Con este tratado, y a espaldas de los pastusos, todo el territorio existente en todo el sur de Colombia, desde Tulcán hasta Popayán y costas de Barbacoas, quedaban libres para la acción depredadora británica bajo la vigilancia de su agente Bolívar.

    José Tomás Boves

    No podía terminar así la cuestión. Las milicias pastusas, victoriosas en Bomboná, veían cómo el Obispo Jiménez de Enciso y el coronel Basilio García los habían traicionado, pero, por el contrario, estaban presentes, Benito Rodríguez Boves, sobrino del héroe llanero José Tomás Boves, y Agustín Agualongo, que promovieron el alzamiento popular que situó a Estanislao Merchancano como gobernador de la Provincia mientras Boves y Agualongo organizaban militarmente a los pastusos.

    Pero el ejército colonial anglo separatista dirigió una unidad comandada por Antonio José de Sucre que fue vencida en Taidala el 24 de noviembre de 1822. Repuestos del contratiempo, el 22 de diciembre volvió a producirse una batalla en el mismo lugar, recayendo la victoria del lado de las tropas británicas al mando de Arthur Sandes, que obtuvo permiso de Antonio José de Sucre para martirizar Pasto, algo que llevó a efecto la Nochebuena de ese fatídico 1822.

    José María Obando

    En el Pacto de Berruecos de seis de junio, Bolívar prometía indulto, respeto al libre albedrío, a las costumbres, a la religión… y el 24 de diciembre, Antonio José de Sucre, como un acto de desprecio por el nacimiento de Nuestro Señor, masacró Pasto. El ejército separatista, al que comandaba, llegó a la ciudad. La población huyó o se refugió en las iglesias, y finalmente salió en procesión con la imagen de Santiago. Las tropas de Sucre no respetaron ni a los ancianos de 80 años ni a los niños de pecho. Quien más destacó fue Apolinar Morillo, el mismo que tiempo después sería la mano ejecutora en la conjura masónica dirigida por José María Obando, y que acabaría asesinando al propio Sucre, liberándolo así de los posibles remordimientos en la mente del autor material de tamaño genocidio que con toda justicia lo encumbra como Caín de América, compartiendo título con Simón Bolívar.

    Es menester recordar las actuaciones de todos; es menester honrar debidamente al pueblo mártir de Pasto, y es menester poner en su lugar a los conocidos como “libertadores” y a los conocidos como “nuestros aliados” que acabaron sumiendo a toda la Hispanidad en un ramillete de colonias, enfrentadas entre sí y sometidas a servidumbre.





    https://espanaenlahistoria.org/episo...idio-de-pasto/

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