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Tema: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

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    Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    LA RESISTENCIA DE SAN JUAN DE PASTO Y SU NAVIDAD NEGRA

    Publicado por Cabeleira Santoro - Madrid, España

    Siguiendo con la serie de entradas sobre aquellos amerindios y mestizos leales a España durante las guerras de independencia hispanoamericanas hoy hablaré sobre la ciudad de San Juan de Pasto y sus habitantes de mayoría indomestiza. Esta localidad ubicada en el antiguo Virreinato de Nueva Granada luchó con bravura contra las tropas independentistas siendo posteriormente masacrada bajo el mando de Antonio José de Sucre en la llamada Navidad Negra de Pasto.

    San Juan de Pasto fue fundada por españoles a mediados del siglo XVI en lo que actualmente se conoce como el departamento de Nariño (Colombia). A pesar de que existen ciertas discrepancias sobre la fecha exacta de su fundación las autoridades colombianas decidieron elegir el 24 de junio de 1537 como fecha oficial del nacimiento de la ciudad. Tras su fundación el municipio de Pasto se convirtió rápidamente en una de las principales urbes de la región lo que desembocó en un proceso de mestizaje en donde los indomestizos siempre conformaron la mayoría de la población pastusa como todavía sucede en la actualidad. La prosperidad alcanzada hizo de Pasto una ciudad de fuerte carácter hispano con grandes connotaciones monárquicas y religiosas.

    Este marcado carácter hispano sería reafirmado una vez comienzan los primeros destellos separatistas en el Virreinato de Nueva Granada. Tanto es así que en la temprana fecha del 29 de agosto de 1809 la alcaldía de San Juan de Pasto publica un auto que cuestiona el proceso de independencia en donde destacan los siguientes extractos:

    “¿Con qué otros –en referencia a los impuestos– podrá soportar sus erogaciones la nueva soberanía?. Registradlo en todas las combinaciones de vuestra discreción y no las hallaréis”

    “Veréis echarse sobre las temporalidades de los regulares y venderles sus fundos, reduciéndolos a intolerable mendicidad; y últimamente: veréis recargar los tributos con nuevas imposiciones que constituyan sus vasallos en desdichada esclavitud...”

    “Esta es la felicidad pomposa a la patria que nos proponen. Nos halagan con palabras vacías de objeto, y luego se verán en la necesidad de arrojar el rayo tempestuoso sobre los miserables que han tenido la inconsideración de someterse a su dorado veneno...”

    Este documento demuestra que los pastusos de la época tenían la suficiente perspectiva como para presagiar las grandes calamidades que traería consigo la independencia incluso hasta nuestros días.

    Una vez estalla la guerra de independencia, la ciudad de San Juan de Pasto permanece leal a España incluso tras la instauración en 1811 de la república bautizada como Provincias Unidas de la Nueva Granada. Tras varias rebeliones fallidas contra la delegación del gobierno republicano en Pasto se consigue reinstaurar la soberanía española el 20 de mayo de 1812 gracias a las milicias formadas por los propios pastusos con la inestimable ayuda de los negros cimarrones provenientes del Valle del Patía. Al enterarse de la pérdida de la localidad el nuevo gobierno republicano entró en cólera y a través de la Gobernación de Popayán envió una carta fechada el 4 de julio de 1812 al cabildo de Pasto donde decía:

    “La ruina de Pasto ha llegado y esa ciudad infame y criminal va a ser reducida a cenizas. No hay remedio: un pueblo estúpido, perjuro e ingrato que ha roto los pactos y convenciones políticas y que con la más negra perfidia ha cometido el horrible atentado de hacer prisionero al Presidente de este Gobierno, después que enjugó sus lágrimas y le levantó de la desgracia en los días de sus amarguras, debe ser, como el Pueblo Judío, entregado al saqueo y a las llamas. Tiemble, pues, la ingrata Pasto que ha hecho causa común con los asesinos y ladrones de Patía, y tiemblen esos hombres de escoria y de oprobio que se han erigido en cabezas de la insurrección de los pueblos. Una fuerza poderosa, terrible, destructora y hábilmente dirigida va a caer sobre esa ciudad inicua. Ella será víctima del furor de un Reino entero, puesto en la actitud de vengarse y aniquilarla. Las tropas belicosas de las provincias confederadas de la Nueva Granada reducirán a pavesas a Pasto y sólo podrá evitar su irremediable destrucción poniendo inmediatamente en libertad las personas del Presidente, oficiales y soldados, pérfidamente sorprendidos, y entregando todas las armas. Decídase, pues, ese Ayuntamiento: ésta es la primera y última intimidación que le hace este Gobierno, justamente irritado, de la Provincia de Popayán.”

    Queda de manifiesto que ya en 1812 el gobierno republicano estaba dispuesto a realizar una masacre contra toda la población de Pasto sin hacer distinciones entre civiles y milicianos como finalmente sucedería 10 años después. Pero esta carta no fue una manifestación aislada puesto que entre las órdenes impartidas por Simón Bolívar hay una referencia a la ciudad de Pasto que dice “haced lo posible por destruir a los pastusos”.

    Tras casi dos años de feroz resistencia, el general Antonio Nariño envía una misiva a la localidad de San Juan de Pasto en la cual conminaba al municipio a deponer las armas y aceptar la autoridad republicana bajo amenaza de ser atacada por el ejército separatista. El 4 de abril de 1814 el ayuntamiento de Pasto responde de la siguiente manera:

    “Nosotros hemos vivido satisfechos y contentos con nuestras leyes, gobiernos, usos y costumbres. De fuera nos han venido las perturbaciones y los días de tribulación...”

    A pesar del continuo hostigamiento de las tropas independentistas los pastusos siguieron siendo fieles a España. Su lealtad sería recompensada con la llegada de las tropas españolas provenientes de Europa que reinstauraron el Virreinato de Nueva Granada en el año 1816.


    "Pastuso asesinado por: Simón Bolívar" en la Calle del Colorado
    de San Juan de Pasto (Colombia). Pintado por Psicoamnesia

    Sin embargo en 1819 el ejército independentista retoma el poder constituyendo la República de Colombia. Pese a que este hecho supuso el final definitivo del virreinato neogranadino, la ciudad de Pasto se mantuvo bajo control español gracias a la determinación de los pastusos que siguieron combatiendo contra el gobierno republicano. El 7 de abril de 1822 se produce la Batalla de Bomboná a unos 50 kilómetros de San Juan de Pasto donde las tropas realistas lideradas por el coronel Basilio Modesto García derrotan al ejército dirigido por Simón Bolívar pese a estar en inferioridad numérica. Debido a esta inferioridad los efectivos españoles se vieron notablemente mermados lo que supuso la capitulación de la localidad de Pasto ante las fuerzas republicanas el 8 de junio de 1822. No obstante la derrota sufrida por Simón Bolívar a manos de los pastusos no fue olvidada puesto que el bando separatista consideró una humillación que milicianos indomestizos vencieran a su máximo líder. Tanto fue así que hasta modificaron el relato de la Batalla de Bomboná para dar como vencedor a Simón Bolívar. En definitiva aquella batalla supuso el desencadenante último de la Navidad Negra de San Juan de Pasto que acontecería ese mismo año.

    Pese a la reciente capitulación los pastusos emprenden un nuevo ataque que desemboca en la Batalla de Taindala producida el 24 de noviembre de 1822 en las proximidades de Pasto. La milicia realista dirigida por Benito Boves vence al ejército independentista liderado por Antonio José de Sucre contra todo pronóstico. Esta nueva derrota de las fuerzas republicanas enfureció a Simón Bolívar de tal forma que movilizó en masa a sus mejores tropas para lo que pretendía ser una brutal venganza contra toda la ciudad de San Juan de Pasto sin excepción alguna. El 24 de diciembre de 1822 el ejército dirigido por Antonio José de Sucre bajo las órdenes de Simón Bolívar llega a la localidad de Pasto en donde se produce la aniquilación de toda resistencia miliciana debido a la enorme superioridad numérica del contingente independentista.

    A partir de ese momento se producen una serie de brutales acontecimientos que posteriormente se conocerían bajo el nombre de la Navidad Negra de San Juan de Pasto. Una vez que la ciudad quedó indefensa el ejército republicano se ensañó en una sanguinaria venganza por el apoyo del pueblo pastuso a la causa española. El mayor de los abusos cometidos por los independentistas fue el exterminio de la mayor parte de la población pastusa sin hacer distinciones entre milicianos y civiles hasta el extremo de asesinar a mujeres, ancianos, niños e incluso bebés. Se calcula que cerca de 500 pastusos fueron asesinados a lo largo de los tres días que duró la presencia de las tropas separatistas. Tal fue la masacre que la Calle del Colorado de la ciudad de Pasto debe su nombre a la cantidad de sangre allí derramada por las víctimas pastusas durante la Navidad Negra. Además de esta matanza hubo multitud de violaciones a mujeres y niñas que solían acabar con el asesinato posterior de la fémina. Sin embargo todo esto sólo fue una parte de la brutal represalia puesto que también hubo un expolio y destrucción absolutos tanto de las propiedades de los vecinos como de las iglesias y edificios públicos. Se robaron todo tipo de objetos de valor y se destruyeron los archivos del ayuntamiento junto con los libros parroquiales suponiendo a la postre la pérdida de un patrimonio histórico de incalculables dimensiones puesto que abarcaban casi tres siglos de la historia de la ciudad.

    La Navidad Negra de Pasto fue una matanza y expolio de tal magnitud que incluso algunos conocidos personajes independentistas criticaron con dureza a Antonio José de Sucre por permitir tales atrocidades. El general José María Obando le dedicó las siguientes palabras:

    “No se sabe cómo pudo caber en un hombre tan moral, humano e ilustrado como el general Sucre la medida altamente impolítica y sobremanera cruel de entregar aquella ciudad a muchos días de saqueo, de asesinatos y de cuanta iniquidad es capaz la licencia armada; las puertas de los domicilios se abrían con la explosión de los fusiles para matar al propietario, al padre, a la esposa, al hermano y hacerse dueño el brutal soldado de las propiedades, de las hijas, de las hermanas, de las esposas; hubo madre que en su despecho salióse a la calle llevando a su hija de la mano para entregarla a un soldado blanco antes de que otro negro dispusiese de su inocencia; los templos llenos de depósitos y de refugiados fueron también asaltados y saqueados; la decencia se resiste a referir tantos actos de inmoralidad ejecutados contra un pueblo entero que de boca en boca ha transmitido sus quejas a la posteridad”

    Por su parte el voluntario irlandés Daniel Florencio O'Leary dijo en referencia a la Navidad Negra:

    “[…] en horrible matanza que siguió, soldados y paisanos, hombres y mujeres, fueron promiscuamente sacrificados y se entregaron los republicanos a un saqueo por tres días, y a asesinatos de indefensos, robos y otros desmanes; hasta el extremo de destruir, como bárbaros al fin, los libros públicos y los archivos parroquiales, cegando así tan importantes fuentes históricas”

    No obstante aunque Antonio José de Sucre estaba al mando del asalto a la localidad de Pasto no se debe olvidar que las órdenes venían impuestas por Simón Bolívar. El general Antonio José de Sucre actuó con semejante crueldad porque sabía que no traería consecuencias para su persona puesto que contaba con el beneplácito de su superior. Como mencioné anteriormente la derrota de Simón Bolívar en la Batalla de Bomboná supuso un duro golpe para su prestigio debido a que hombres con menor preparación y en menor número lograron vencerle. Desde entonces el anhelo del líder independentista era vengarse a toda costa de los pastusos pese a la capitulación de San Juan de Pasto apenas dos meses después de aquella batalla. El nuevo alzamiento de la ciudad fue la escusa perfecta para planificar su venganza máxime tras otra derrota del ejército republicano a manos de los pastusos en la Batalla de Taindala. Entre las numerosas tropas que movilizó Simón Bolívar para la tarea se encontraban muchos de los supervivientes de su derrota en Bomboná como los hombres del Batallón Rifles. Por desgracia la masacre realizada en Pasto no debe sorprender a nadie pues el bando independentista había acuñado el concepto de “guerra a muerte” que consistía en el asesinato de civiles, el saqueo y la destrucción indiscriminada de propiedades y el fusilamiento de los prisioneros de guerra. Sin embargo en este caso fue si cabe peor puesto que estaba en vigencia el Tratado de Regulación de la Guerra firmado por el propio Simón Bolívar el 25 de noviembre de 1820 donde se especificaba que los pueblos que fueran ocupados por las tropas militares serían bien tratados y respetados.

    Tras el relato de esta serie de acontecimientos históricos sobre San Juan de Pasto recomiendo el visionado de los siguientes vídeos ya que posteriormente realizaré algunos comentarios al respecto:





    En el vídeo de la izquierda podemos ver al historiador peruano Heraclio Bonilla afirmando que la independencia hispanoamericana supuso una tragedia tanto para los negros como para los amerindios que perdieron la autonomía que les reconocía la corona española. Según sus palabras esto explica por qué ambos grupos se opusieron a la independencia señalando a los pastusos como ejemplo de ello para finalmente constatar que la emancipación hispanoamericana sólo benefició a una minoría criolla.

    Mientras en el vídeo de la derecha aparece una noticia del informativo municipal de San Juan de Pasto sobre las pintadas aparecidas en la ciudad aludiendo a la Navidad Negra. Estas pintadas fueron realizadas en 2010 y provocaron un gran revuelo debido a que en ellas aparecía la frase “Pastuso asesinado por: Simón Bolívar”. Como se puede apreciar las autoridades locales quisieron restar importancia a estos hechos calificándolos como marginales e invitaron a los pastusos a ignorar las pintadas que recordaban el extermino allí producido en la navidad de 1822. Los testaferros de la doctrina oficial impuesta sobre la independencia hispanoamericana llegaron al descaro de declarar que aquellas pintadas atentaban contra los episodios históricos protagonizados por Simón Bolívar. Parece ser que para las autoridades colombianas la Navidad Negra no fue un episodio histórico puesto que han hecho todo lo posible por eliminar cualquier atisbo de ello como si nunca hubiera sucedido. Sin lugar a dudas este vídeo es el máximo exponente de la manipulación histórica que ejercen los estados hispanoamericanos y que llevamos denunciando en nuestro blog desde su creación. Para contrarrestar la falta de información sobre los hechos históricos que los gobiernos hispanoamericanos no quieren que conozcáis os aconsejo un ejercicio de lectura como el practicado por Carlos Castro. Este habitante del municipio de Pasto era conocedor de la Navidad Negra gracias a la lectura de un libro biográfico sobre Agustín Agualongo del cual hablaré en mi próxima entrada. Resulta evidente que la legitimidad de los estados surgidos tras la independencia hispanoamericana se sustenta primordialmente en la ignorancia de las sociedades a las que niegan una información veraz sobre su pasado. Por eso aplaudo la valentía de este hombre ya que sus declaraciones bien le pudieron costar el repudio de muchos pastusos que desconocen los trágicos acontecimientos de la Navidad Negra.

    A modo de curiosidad si eres colombiano y alguna vez te has preguntado por el origen de las burlas hacia los pastusos efectivamente éstas son debidas a su lealtad al Imperio Español durante la guerra de independencia. Una vez consolidado el gobierno republicano se ejerció una deliberada estigmatización sobre los pastusos que posteriormente se tradujo en una caricaturización de los mismos que continúa vigente en la sociedad colombiana. Tras esta amplia entrada quisiera despedirme pidiendo como siempre vuestra participación en forma de valoraciones y comentarios. ¡Gracias por vuestro apoyo!

    Extraído de Corriente Hispanista: LA RESISTENCIA DE SAN JUAN DE PASTO Y SU NAVIDAD NEGRA
    Última edición por Rodrigo; 23/07/2012 a las 06:46
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  2. #2
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    En efecto, ahí está el origen de los chistes de pastusos que se cuentan en Colombia y en el vecino Ecuador, y que suelen exactamente los mismos que se cuentan de los gallegos en Argentina o los leperos en España. Es una venganza histórica, una especie de damnatio memoriae aunque hoy en día ni ellos mismos saben su origen. Y lo mismo se podría decir de los chistes de los ingleses sobre los irlandeses (la católica Irlanda, a la que han oprimido y tratado de aplastar durante siglos, incluso adelantándose a Stalin en el empleo del Holodomor como arma). O de los chistes de italianos sobre los torroni, como llaman despectivamente a los del sur, precisamente por su tenaz oposición a la unificación masónica de Italia. El sur, tan próximo a nosotros, tan hermano, por haber sido parte de la Corona de Aragón durante siglos (sobre lo que también suelen escribir la historia al revés en Italia). ¡Viva Pasto! ¡Viva Agualongo!

  3. #3
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    Pongo aquí este artículo porque es la continuación del que abre el hilo, pero ya hay otros para quien quiera saber más sobre Agualongo:

    Agustín Agualongo

    Los "antiheroes" pastusos



    AGUSTÍN AGUALONGO: LA PERSONIFICACIÓN DE LA LEALTAD

    Publicado por Cabeleira Santoro - Madrid, España

    Para finalizar esta serie de entradas sobre aquellos amerindios y mestizos que lucharon a favor del Imperio Español durante las guerras de independencia hispanoamericanas resulta imprescindible hablar de Agustín Agualongo. Esta destacada figura histórica de etnia mestiza lideró la resistencia neogranadina tras los terribles acontecimientos de la Navidad Negra que relaté en mi anterior entrada.

    Juan Agustín Agualongo Cisneros nació el 25 de agosto de 1780 en la ciudad de San Juan de Pasto. Tras una infancia tranquila se cree que trabajó como pintor hasta el comienzo de la guerra en donde decide tomar parte de forma activa. Desde entonces la vida de Agustín Agualongo estaría estrechamente ligada a la tenaz resistencia de su ciudad natal narrada en profundidad en mi anterior entrada. Para aquellos que no hayan leído la susodicha entrada les aconsejo hacerlo pues complementa a ésta en algunos sucesos que no voy a relatar de nuevo para no ser redundante.
    El 7 de marzo de 1811 se presenta como voluntario para formar parte de la milicia realista que estaba reclutando el cabildo de Pasto para defender al municipio de las tropas insurgentes enviadas por la junta de gobierno de Quito. Ingresa entonces en la Tercera Compañía de Milicias del Rey donde fue descrito de la siguiente manera según su ficha militar:
    “Agualongo era de baja estatura, pues sólo medía un metro con cuarenta centímetros; tenía pelo y cejas negras, ojos pardos, nariz regular, poca barba y una mancha como carate debajo de los ojos; era cari abultado, tenía color prieto y bastante abultado el labio superior. Esas características y sus apellidos de origen español, lo clasificaban como mestizo”
    Tras la caída de San Juan de Pasto participa en su reconquista el 20 de mayo de 1812 logrando así su primer ascenso a cabo del ejército español. Agustín Agualongo vuelve a ascender a sargento en mayo de 1814 tras formar parte del contingente que evitó la toma de ciudad natal por parte de las tropas secesionistas lideradas por el general Antonio Nariño. Su vertiginosa carrera militar continúa en la Batalla de la Cuchilla del Tambo producida el 29 de junio de 1816. Este combate finaliza con una decisiva victoria del bando realista que pone fin a la breve existencia de las Provincias Unidas de Nueva Granada reinstaurándose el Virreinato de Nueva Granada. Debido a su participación en esta batalla Agustín Agualongo logra un nuevo ascenso a subteniente.
    Tras la proclamación de la República de Colombia el 19 de agosto de 1819 (constituida realmente el 19 de diciembre de ese mismo año), el militar pastuso consigue reagrupar a los efectivos realistas que quedaban desperdigados por el extinto virreinato neogranadino en San Juan de Pasto. Esta muestra de lealtad inquebrantable al Imperio Español le sirve para ascender a teniente. El 12 de septiembre de 1821 se libra la Segunda Batalla de Huachi donde el bando realista derrota a las tropas independentistas dirigidas por Antonio José de Sucre. Esta nueva victoria en plena descomposición del Imperio Español lleva a algunos a pensar que la participación de Agustín Agualongo en las batallas trae consigo una buena suerte atribuida a la divina providencia. Como recompensa a su actuación vuelve a conseguir un ascenso al rango de capitán. Después de la capitulación de la localidad de Pasto el 8 de junio de 1822 por las tropas independentistas lideradas por Simón Bolívar, los pastusos se rebelan ante el dominio republicano retomando el control de su ciudad en septiembre de ese mismo año gracias a la determinación de algunos militares realistas entre los que se encontraba Agustín Agualongo. Tras la victoria lograda por los realistas pastusos en la Segunda Batalla de la Cuchilla de Taindala acontecida el 24 de noviembre de 1822 se produciría la masacre de la Navidad Negra de San Juan de Pasto justo un mes después. El día anterior a la matanza llegó a la ciudad la noticia de que un enorme contingente republicano dirigido por Antonio José de Sucre había atravesado el río Guáitara. Agustín Agualongo partió entonces de Pasto en una desesperada búsqueda de refuerzos en vista de la enorme superioridad numérica del bando separatista. Por desgracia no hubo tiempo ni milicianos suficientes para defender a su ciudad natal de la inmensa hecatombe que se le venía encima.
    Agustín Agualongo
    A pesar del exterminio que se produjo durante la Navidad Negra, los pastusos consiguen recuperarse para seguir luchando por la defensa de España. Agustín Agualongo se convierte entonces en el líder indiscutible de la resistencia pastusa creando una nueva milicia escasamente armada con machetes, garrotes y lanzas. El 11 de junio de 1823 atacan a las tropas republicanas dirigidas por el general Juan José Flores logrando contra todo pronóstico reconquistar San Juan de Pasto, lo que convierte a la ciudad en un indiscutible bastión de la resistencia española. Debido a esta enésima reconquista el líder mestizo consigue ascender a coronel. Tras este nuevo éxito la milicia pastusa encabezada por Agustín Agualongo emprende una marcha hacia el municipio de Ibarra. El 12 de julio de 1823 llega a dicha ciudad logrando un fuerte apoyo para la causa española. Mientras tanto Simón Bolívar parte veloz hacia la localidad de Ibarra para acabar personalmente con la resistencia pastusa que tantos quebraderos de cabeza le había ocasionado. Así es como el 17 de julio de 1823 se produce la Batalla de Ibarra en donde las tropas realistas son derrotadas por el ejército independentista.
    Sin embargo esta derrota no quiebra la férrea voluntad de Agustín Agualongo que regresa a su ciudad natal tomada nuevamente por las fuerzas republicanas en su ausencia. El 18 de agosto de 1823 el líder pastuso reconquista una vez más la ciudad-talismán de la resistencia realista lo que aumenta su fama de irreductible hasta límites insospechados. Después de un tiempo el líder mestizo decide abandonar San Juan de Pasto en vista de la debilidad de una milicia realista notablemente mermada tras más de una década de resistencia. Las tropas realistas se refugian entonces en las montañas de la región en lo que supondría la etapa final de la guerra de guerrillas del extinto Virreinato de Nueva Granada. No obstante la milicia pastusa liderada por Agustín de Agualongo vuelve a reconquistar la ciudad de Pasto por última vez a mediados de mayo de 1824 tras derrotar de nuevo al ejército republicano dirigido por el general Juan José Flores. Esta nueva victoria es la que permite al líder pastuso alcanzar el máximo rango militar de General de Brigada de los Ejércitos del Rey.
    Pero apenas unas semanas después las fuerzas secesionistas logran tomar San Juan de Pasto provocando la huída de lo poco que quedaba de las tropas realistas incluyendo a su líder. La última batalla en la que participa Agustín Agualongo se produce a principios de junio de 1824 en la localidad de Barbacoas donde resulta herido de una pierna. El 24 de junio de 1824 es capturado por el bando republicano tras la traición del entonces militar José María Obando que le había prometido ayudarle en su lucha por la defensa del Imperio Español. Agustín Agualongo es trasladado como prisionero a la ciudad de Popayán y posteriormente se le ofrece la posibilidad de perdonarle la vida a cambio de jurar lealtad a la constitución de la República de Colombia. Es entonces donde el líder mestizo en un acto de enorme integridad y nobleza responde de forma tan escueta como tajante: “¡Nunca!”

    Después de esta categórica respuesta es juzgado y condenado a muerte por un pelotón de fusilamiento. Agustín Agualongo al enterarse de su condena demandó que se le permitiera ser fusilado con su uniforme de coronel del ejército español como finalmente sucedería. El 13 de julio de 1824 se dispuso frente del pelotón de fusilamiento con su uniforme y con los ojos al descubierto pues según sus palabras:
    "Quiero morir cara al sol, mirando a la muerte de frente, soy hijo de mi estirpe, quiero morir con mi uniforme, no me venden los ojos, quiero morir de frente"
    Cripta de Agustín Agualongo en la iglesia
    de San Juan Bautista de Pasto (Colombia)
    El general Agustín Agualongo encaró los momentos previos a su ejecución con gran entereza en donde incluso llegó a afirmar con enorme solemnidad:
    “Si tuviese veinte vidas, estaría dispuesto a inmolarlas por la Religión Católica y por el Rey de España”
    Mientras que en el último instante cuando los fusiles de los militares republicanos ya habían sido cargados gritó fiel a sus principios: “¡Viva el Rey!”
    Agustín Agualongo murió fusilado el 13 de junio de 1824 sin conocer que se le había concedido el ascenso al máximo rango de General de Brigada de los Ejércitos del Rey. Pero incluso tras la muerte del líder pastuso las fuerzas secesionistas seguían preocupadas por un posible nuevo alzamiento de los pastusos. Simón Bolívar mantenía su odio irrefrenable y su miedo atroz por el pueblo pastuso. En el año 1825 se encontraba en el municipio de Potosí cuando envío una carta dirigida a Francisco de Paula Santander en la que decía lo siguiente:
    “Los pastusos debe ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte dando aquel país a una colonia militar. De otro modo, Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aun cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos aunque demasiado merecidos…”

    Simón Bolívar era consciente de que las atrocidades cometidas por el ejército independentista en San Juan de Pasto nunca se olvidarían y menos después de la Navidad Negra. Su plan consistía en una especie de “solución final” que recuerda a épocas mucho más recientes de la Historia. Por suerte el líder separatista murió antes de llevar a cabo esta macabra idea que hubiera supuesto la eliminación absoluta de todos los pastusos y en definitiva el genocidio del pueblo pastuso.
    Agustín Agualongo fue un hombre extraordinario de pequeña envergadura pero de enorme nobleza. Valga como ejemplo su actuación tras la reconquista de San Juan de Pasto el 18 de agosto de 1823 en donde el líder pastuso dio alcance al general Pedro Alcántara Herrán. El militar secesionista comenzó a suplicarle de rodillas que no lo matara y Agustín Agualongo le respondió: “Yo no mato rendidos”

    Esta célebre frase contiene una denuncia implícita al ejercito republicano debido a que los prisioneros realistas solían acabar fusilados por sus carceleros independentistas. Cabe destacar además que los pastusos perdonaron la vida a una serie de personajes secesionistas como Antonio Nariño o el propio Pedro Alcántara Herrán. Pero Agustín Agualongo era también un hombre que como sus paisanos de la época tenía la suficiente perspectiva como para presagiar las grandes penurias que traería consigo la independencia incluso hasta nuestros días. Al igual que el auto del cabildo de San Juan de Pasto sorprenden sus premonitorias palabras: “Yo sé que la separación sólo traerá calamidades”

    <em>



    Agustín Agualongo tenía una serie de cualidades (honor, integridad, nobleza y lealtad) que jamás estarán al alcance de quienes traicionaron a su patria en favor de unos países que han negado sus raíces hispanas a la vez que han supuesto el origen de una corrupción endémica que ha desembocado en el actual subdesarrollo de Hispanoamérica. Un hombre que en sólo 13 años de carrera militar consiguió ascender al escalafón más alto del ejército español y que prefirió morir con nobleza fiel a sus ideales antes que vivir con una denigrante traición a su patria. Todo esto convierte a Agustín Agualongo en el mayor patriota español nacido en América. El líder mestizo es un héroe para los que reivindicamos la reunificación de la Hispanidad y un ejemplo de nobleza para todos independientemente de nuestras ideas. Pero sobre todo Agustín Agualongo es el reflejo de todo un imperio que como él mismo había surgido del mestizaje.
    Por ello desde aquí quiero rendirle el mayor de mis tributos a la vez que honrar la memoria de un hombre que por su arrojo y honor se ha convertido en una de esas leyendas que perdurarán hasta el fin de los tiempos. Alguien que sin ser militar luchó y murió por defender la unidad de la Hispanidad llegado el momento. Como bien dicen los pastusos: ¡Agualongo vive!

    Postdata – En esta serie de entradas he criticado con dureza la omisión o tergiversación de ciertos hechos históricos que no convienen a los gobiernos hispanoamericanos. Es por ello que incluyo un par de vídeos para destacar el reconocimiento al líder pastuso que hacen el canal de televisión “Señal Colombia” y la alcaldía de Pasto. Lástima que en este último caso utilicen su figura como herramienta de un nacionalismo pastuso que hipotéticamente aspira a la independencia de la región cuando ello supone una nueva tergiversación histórica puesto que Agustín Agualongo defendió la unidad del Imperio Español.

    Corriente Hispanista: AGUSTÍN AGUALONGO: LA PERSONIFICACIÓN DE LA LEALTAD
    Rodrigo, sjl y Gaetano Coccorese dieron el Víctor.

  4. #4
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    Me ha gustado el teatrillo que han hecho para los niños de Pasto. Este tipo de cosas son las que educan en valores de verdad. Me ha llamado la atención que el actor dijera cosas como "cara al sol" o "surgiran como espinas rojas y negras de pólvora y sangre mi bandera" que suenan a la Falange Española. Un saludo a los neogranadinos hispanistas que visiten el foro.

    Otro video interesante:

    Última edición por Rodrigo; 02/10/2012 a las 01:38
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  5. #5
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    CUANDO LA COHERENCIA Y LA VERDAD HISTÓRICA SUPERAN A LA IDEOLOGÍA, NAVARRO WOLFF, EX GUERRILLERO DEL M-19 RINDE HOMENAJE A AGUSTÍN AGUALONGO, EL CAUDILLO REALISTA, COMO GOBERNADOR DE NARIÑO.




    ___________________________

    Fuente:

    https://www.facebook.com/photo.php?f...type=3&theater
    Última edición por Mexispano; 06/03/2016 a las 05:46

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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    La macabra navidad negra de Pasto. La toma militar a sangre y fuego.

    Escrito por Enrique Herrera



    Martes, 23 Diciembre 2014 22:30




    Fotografía: Miguel Garzón



    A ciento ochenta y nueve años de la toma militar de Pasto a sangre y fuego por parte de las tropas que comandaba Antonio José de Sucre, aquel 24 de diciembre de 1822, consideramos oportuno traer a referencia una pequeña serie de comentarios que respecto a este macabro acontecimiento han escrito diversos autores, unos muy allegados y defensores acérrimos de la actitud de Simón Bolívar y sus demás Generales contra Pasto, por aquello de así es la guerra, y otros de pronto imparciales. Pero es lo cierto que los unos y los otros no pudieron ni se podrá ocultar el acto criminal que se cometió contra una población civil indefensa como observaremos a continuación.

    El historiador José Manuel Restrepo, narra así el acontecimiento: “Al amanecer del 24 los cuerpos desfilaron sin detenerse por la fragosa montaña que separa a Yacuanquer de Pasto. Tardaron mucho en atravesarla, y hasta las doce del día no avistaron a los facciosos apostados en las alturas y quebradas que rodean a la ciudad por la parte del sur. A la una de la tarde fueron destinadas la primera y quinta del Rifles a tomar las alturas que ocupaban los rebeldes a nuestra izquierda; el resto del batallón, con su coronel y el general Barreto, se dirigieron contra la principal estancia del enemigo. Habiéndose ésta sobre la iglesia de Santiago, circuida de un terreno excesivamente cortado, y donde los pastusos se creían invencibles con el auxilio de aquel santo apóstol, patrón de la España…

    Alberto Montezuma Hurtado, manifiesta: “ Según refiere la crónica, la propia imagen de Santiago fue puesta en medio de los defensores, como un gran general y más bien cayó al suelo en uno de los lances del combate, convirtiéndose en estorbo, y mientras sus decepcionados partidarios le echaban en cara tan lamentable inutilidad.. A las tres de la tarde la dispersión de los facciosos se hizo incontenible; el sujeto Boves tomó camino de oriente con unos clérigos españoles y varias gentes de fusil, Agualongo y Merchancano se acogieron a sus montes hospitalarios. Y entonces, bajo la vista inexplicablemente gorda del general Sucre, los vencedores se entregaron al saqueo de la ciudad, distinguiéndose por sus atrocidades el famoso batallón Rifles, con su jefe Arturo Sanders a la cabeza. Sobre los hechos no existe un solo recuerdo, amargo o descomedido, no hay tampoco un solo comentario, en prueba de lo cual se transcriben ahora los de diversos y conocidos historiadores:

    De don José Manuel Groot: "Las tropas irritadas con la obstinada guerra que les hacían los pastusos, saquearon la ciudad y el general Sucre hubo de permitírselo. Allí no hallaron casi gente, todos los hombres habían huido, no habían sino las monjas y algunas mujeres refugiadas en el convento".

    De don Carlos Pereyra: "Sucre tuvo que destrozar a los combatientes y tuvo que presenciar después, lleno de un profundo desaliento, la matanza que siguió al combate".

    Del general Tomás Cipriano de Mosquera: "El encono del batallón Rifles por el rechazo que sufrió en Taindala en el mes anterior, le hizo ser cruel y no dio cuartel, de lo que provino que murieran más de cuatrocientos hombres, mientras que los cuerpos del gobierno nacional solamente tuvieron seis muertos y cuarenta heridos. El general Sucre tuvo que restablecer la disciplina y sujetar al Rifles, poniéndose a la cabeza del batallón Bogotá. Este castigo cruel que sufrieron los pastusos produjo que la guerra durara dos años más".

    Del general José María Obando: "No se sabe cómo pudo caber en un hombre tan moral, humano e ilustrado como el general Sucre la medida, altamente impolítica y sobremanera cruel de entregar aquella ciudad a muchos días de saqueo, de asesinatos y de cuanta iniquidad es capaz la licencia armada; las puertas de los domicilios se abrían con la explosión de los fusiles para matar al propietario, al padre, a la esposa, al hermano y hacerse dueño el brutal soldado de las propiedades, de las hijas, de las hermanas, de las esposas; hubo madre que en su despecho, salióse a la calle llevando a su hija de la mano para entregarla a un soldado blanco antes de que otro negro dispusiese de su inocencia; los templos llenos de depósitos y de refugiados fueron también asaltados y saqueados; la decencia se resiste a referir por menor tantos actos de inmoralidad.. .".

    José Manuel Restrepo, historiador coetáneo de los acontecimientos y profundo admirador de Bolívar y su ejército dice al respecto: “Después de hora y media de combate los facciosos –léase los pastusos- fueron derrotados completamente en todos los puntos. Los dispersos huyeron, unos con Boves hacia las montañas de Sibundoy, camino del Amazonas, y otros al Juanambú, a fin de ampararse en el desierto de El Castigo.

    En el acto fue ocupada la ciudad, en la que solo hallaron las monjas y unas pocas mujeres acogidas al convento – se refiere al de Las Conceptas- . Los hombres habían huido todos llevándose las armas. Desgraciadamente la ciudad fue saqueada por las tropas vencedoras, irritadas sobremanera por la obstinada resistencia que habían hecho sus habitantes.

    Los pastusos tuvieron cerca de ochocientos muertos en los diferentes combates, y se les tomaron muy pocos prisioneros a causa de la vigorosa terquedad con que se defendían. Por una rara fortuna, el General Sucre perdió solo ocho muertos y treinta y dos heridos.”

    Del general Daniel Florencio O'Leary, secretario privado de Simón Bolívar: "En la horrible matanza que siguió soldados y paisanos, hombres y mujeres, fueron promiscuamente sacrificados".

    Del doctor José Rafael Sañudo: "Se entregaron los republicanos a un saqueo por tres días, y asesinatos de indefensos, robos y otros desmanes hasta el extremo de destruir como bárbaros al fin, los archivos públicos y los libros parroquiales, cegando así tan importantes fuentes históricas. La matanza de hombres, mujeres y niños se hizo aunque se acogían a los templos, y las calles quedaron cubiertas con los cadáveres de los habitantes, de modo que "el tiempo de los Rifles" es frase que ha quedado en Pasto para significar una cruenta catástrofe. Quizás el haber permitido Sucre tan nefandos hechos, dio causa a que la Providencia señalara los términos de Pasto ocho años después para que sea sacrificado en términos de La Ventaquemada".

    El historiador ecuatoriano Pedro Fermín Cevallos, refiere así el macabro acontecimiento: “Después de hora y media de combate, fue derrotado del todo el enemigo, y Sucre ocupó la ciudad desierta. Más de ochocientos de los rebeldes quedaron tendidos en el campo, fuera de los heridos, no habiendo costado al vencedor sino ocho muertos y treinta y dos heridos. Los vencedores llevados de la venganza contra un pueblo tenazmente enemigo suyo saquearon la ciudad.”


    ___________________________

    Fuente:

    La macabra navidad negra de Pasto. La toma militar a sangre y fuego.

  7. #7
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    En plena semana santa, Antonio Nariño amenaza a Pasto.

    Escrito por Enrique Herrera


    Miércoles, 01 Abril 2015 08:29






    Fotografía: Miguel López



    La semana santa es para el mundo occidental, particularmente los católicos, tiempo de reflexión y penitencia en recuerdo del martirizado calvario que sufriera Jesucristo. Este acontecimiento tiene su historia que vamos a analizar primeramente y luego nos adentrarnos en un suceso histórico que por cierto no es muy conocido cual fue la semana santa en que Antonio Nariño y su tropa amenazó con destruir a Pasto y su gente en 1814, siendo como ya se ha dicho en otras oportunidades derrotado por la actitud valerosa de las mujeres pastusas.

    La semana santa es un ritual que lleva anualmente a los católicos del mundo a reflexionar sobre el acontecimiento histórico que se tiene del sacrificio en el monte Calvario de Jesucristo, situación que tiene una característica: no siempre se conmemora en una misma fecha, lo es en marzo o en su defecto en abril ateniéndose a lo dispuesto por el concilio de Nicea (año 325) y ratificado por el de Trento (1545-1563) respecto a que la Pascua debía conmemorarse el primer domingo siguiente al plenilunio o luna llena del 21 de marzo o después de este día. Desde 1515 hasta 1576, científicos de la Universidad de Salamanca habían estudiado las falencias o errores del calendario Juliano que regía por aquel entonces. Posesionado el papa Gregorio XIII acoge los nuevos planteamientos y ordena mediante bula papal, que expide el 24 de febrero de 1582, suprimir 10 días al calendario de 1582 al decretar que del jueves 5 de octubre se pase al día siguiente al 15. Es decir del 6 al 14 de octubre de 1582, son días que no existieron dentro del calendario que a partir de aquel entonces se conocerá como gregoriano.

    He aquí, a grandes rasgos, el análisis sobre el porqué del calendario que nos rige, y en tal razón cual es la base para el cambio de fecha de la celebración de la Semana Santa que volvemos a repetir se debe conmemora a partir del domingo siguiente a la primera luna llena del equinoccio de primavera, cayendo entre el 22 de marzo y el 25 de abril del respectivo año.

    De acuerdo a la tradición y documentos que al respecto se encuentra, de manera indiscutible la ciudad San Juan de Pasto albergó desde un principio todo un grupo de conquistadores y pobladores españoles altamente creyentes, fervorosos defensores de su religión y los principios católicos, apostólicos y romanos que dieron pie para que poco a poco con el trascurrir del tiempo el valle de Atriz y sus alrededores se fueron poblando con el establecimiento de infinidad de templos, capillas y conventos que caracterizaran el sector.

    Finalizando el siglo XV, son varias las comunidades religiosas de varones establecidas en San Juan de Pasto: Mercedarios en 1539, Franciscanos en 1562, Dominicos en 1572 y Agustinos en 1585 y una de mujeres: Las Conceptas en 1588, todas ellas comprometidas en promover e imponer la religión católica, apostólica y romana de acuerdo con los compromisos que se tiene con la corona española.

    Imágenes de santos, vírgenes y cristos traídas ya sea de Quito, Lima y aun de España fueron ubicados en sus respectivos templos o capillas para su correspondiente veneración. Cada poblado del Valle de Atriz atendiendo el adoctrinamiento de la religión acogió como patrono una determinada imagen para celebrar con gran pomposidad sus tradicionales fiestas patronales.

    La Semana Santa o Mayor congregaba a todos los pobladores tanto del sector urbano como del rural y según estudios que existen al respecto las comunidades indígenas de los sectores circunvecinos del Valle de Atriz tenían la costumbre de participar activamente cargando imágenes representativas a la crucifixión y muerte de Jesucristo que traían desde sus respectivos poblados. El historiador Sergio Elías Ortiz nos narra así la Semana Santa de 1709: “hay que decir, que como antecedentes de las grandes solemnidades, a los presos detenidos por deudas en la cárcel y el punto de Pascua a los que estaban por “delito crimen”, el domingo anterior, por la tarde, se tenía la llamada procesión de penitencia que saliendo de la iglesia matriz, recorría todo el marco de la ciudad, deteniéndose ante la iglesia de cada convento. Desde ese mismo momento, los llamados penitentes se creían autorizados a andar, como alma en pena, rigurosamente vestidos de blanco, por todas las casas recordando a los vecinos los castigos eternos reservados a los pecadores empedernidos. Por otra parte los llamados cucuruchos, especie de mamarrachos vestidos de morado y negro, con un foete para espanto de los muchachos callejeros, desde allí mismo, también emprendían sus andanzas por la ciudad y sus alrededores a demandar limosnas para el Santo Sepulcro y para otras cosas que nada tenían que ver con el culto y así con la profesión de picaros y buscones herederos de la madre Celestina. Desde esa misma tarde, igualmente empezaban a practicarse el ayuno y la abstinencia hasta el Domingo de Pascua con una rigurosidad más apropiada a monjes trapenses que a vecinos de un poblado perdido en los riscos de los Andes. Y había que ver lo que era ese ayuno y su abstinencia. Ni siquiera los enfermos según contaban los antiguos, se excusaban de practicarlos en señal de absoluta sumisión a la Iglesia de Dios, y como castigo de culpas mucho menos graves y maliciosos quizá, que las que ahora cometemos y castigamos. Venían luego, desde el martes y el sábado santo las procesiones de aparato, con cuadros vivos que salían de los templos de los conventos, por turno riguroso, dentro de un silencio perfecto, no obstante que los indios, sobre quienes pesaba un pasado milenario de superstición y de fetichismo, se colocaban dentro de ellas como danzantes; y que los penitentes extremaban las contorsiones en empeño de demostrar su aparatoso arrepentimiento; y los veinticuatro del Rosario, ceñidos habito telar, al modo de los monjes Benitos, se azotaban públicamente; y los del cuadro llamado Alma Santa hacían signos misteriosos en cada esquina; y el melancólico tañido de campanas o el áspero sonar de las matracas ponían terror en las almas, no obstante todo esto, decimos, los espectadores si espectadores podían llamarse a quienes formaban las alas de la procesión, guardaban recogimiento y marchaban silenciosos y compungidos al compás de la música fúnebre, o contemplaban especialmente las muchachas en flor, desde las celosías de las ventanas, el lento desarrollo de las escenas bíblicas o de los pasos sacramentales…”

    Visto el por qué varia de fecha la conmemoración de la semana santa, al igual de cómo se asentó en San Juan de Pasto el adoctrinamiento del catolicismo, entremos a continuación a analizar cuál y como sería para las gentes de Pasto el ver que en plena semana santa de 1814 el general Antonio Nariño y sus tropas avanzan amenazantes para tomarse a sangre y fuego a la ciudad. Tenían el antecedente de la criminal actitud de los quiteños cuando vinieron y saquearon el templo de Santo Domingo en busca de las 413 libras de oro, razón por la cual Pasto y su gente tuvo que estar atenta a defenderse de la pretendida nueva toma militar.

    Zozobra, incertidumbre, temor. Qué sentimiento de inquietud no tendrían las gentes de Pasto cuando conocedoras del avance de las fuerzas militares al mando del general Antonio Nariño, sabían que tendrían que afrontar para defender la ciudad de una nueva arremetida de las gentes del norte. Hasta Calibio, cerca de Popayán, se habían desplazado en su oportunidad para evitar dicho avance, no lo lograron y ahora el contrincante venia en camino.

    José María Espinosa, el Abanderado de Nariño, plasmó en sus “Memorias” el valor de las mujeres pastusas cuando en Calibio combatieron de igual a igual que los hombres. Ahora les tocaría defender a Pasto, pero esta vez tendrían que afrontar el combate en plena semana santa de 1814, situación que obligaba a tomar las armas en días donde la oración, la reflexión y el recogimiento tenía que ser su mayor preocupación, pero los acontecimientos macabros del 22 de septiembre de 1811, en que las tropas quiteñas penetraron en la ciudad a sangre y fuego buscando las 413 libras de oro que se encontraban escondidas dentro de las paredes del templo de Santo Domingo, donde hoy se ubica el templo de Cristo de Rey, hizo que aquella semana santa de 1814, sería muy diferente a las demás.

    El 4 de marzo de 1814, Antonio Nariño, desde Popayán escribe amenazante al Cabildo de Pasto: “Yo propongo a Usía muy ilustre nuevamente el partido de la conciliación y de la paz. Usía muy ilustre sabrá la conducta que he guardado en esta ciudad –se refiere a Popayán- y estoy resuelto a guardar la misma en esa, si no se me hace resistencia; o a cerrar por la primera vez mi alma a los sentimientos de compasión y entregarla – a Pasto- a las llamas, para que sirva de escarmiento a los obstinados…”

    Nariño, tal cual como lo había hecho meses antes el norteamericano Alejandro Macaulay, amenaza a Pasto con “entregarla a las llamas”, es decir destruir e incendiar la ciudad. En cuanto a su comportamiento en Popayán se sabía que había dado la orden para recoger cuanto objeto de valor tuviesen, particularmente los de índole sagrada como copones, custodias y demás elementos religiosos para luego fundirlos. En Pasto este hecho era de mucha trascendencia por su espíritu religioso.

    El Cabildo de Pasto, el 1 de abril de 1814, responde así la notificación de destrucción que anuncia Nariño: “El reconocer el derecho de la soberanía y de la madre Patria a quien debemos nuestra existencia, y celebre, hoy desgraciado país de las Américas, por las turbaciones que nos causan los mismos que podían recordar la felicidad en que vivíamos, descansando en nuestras familias, bajo de nuestras viñas y de nuestras higueras; esto es lo que nos conduce y que no nos hará mudar de sistema, no por deferencia al halago, ni por temor a las amenazas desde muy antes vertidas y protestadas; de modo que para nosotros tan glorioso será el podernos defender de una fuerza que, sin derechos, ni legitima autoridad, nos trata de oprimir, como el que esta ciudad quede reducida a una nueva Numancia o Sagunto.”

    Numancia y Sagunto fueron dos ciudades españolas que se resistieron a ser invadidas por extranjeros, prefiriendo sus pobladores, antes que entregar la ciudad, incendiarla y luego se suicidaron para evitar quedar en calidad de esclavos. Las mujeres que estaban embarazadas prefirieron abrirse el vientre para sacar sus crías y lanzarse al fuego.

    El 3 de abril de 1814, siendo domingo de ramos, Nariño desde la Caldera, recuerda esta fecha, de acuerdo a carta que hace llegar al Cabildo de Pasto, cuando dice: “Yo ruego a Usía Ilustre, por las entrañas de Jesucristo, que no me forcen a proceder contra mis principios: no vengo a destruir ni he tomado las penalidades de esta expedición por ninguna mira personal…En este concepto, aguardo antes de atacar en Juanambú, la contestación de Usía Ilustre en el término de la distancia: quiero que jamás me quede el dolor de no haber tentado todos los medios que dicta la prudencia, la política y la religión…”

    El lunes santo, responde así el Cabildo de Pasto: “Contestando en los términos que Usía solicita, a su oficio de 3 de los corrientes, en que por las entrañas de Nuestro Redentor Jesucristo (cuya memoria es la que debería ocupar, sin profanar irreligiosamente estos sagrados días) dice que no lo forcemos a proceder contra sus principios, y en una palabra, que lo que desea es la paz, la armonía, buena inteligencia entre todos nosotros…Exponemos a Usted, que por nuestra parte no se atropellan estos objetos, los más dignos de la fe que profesamos y de la sociedad. Ya se lo hemos indicado a Usía en nuestro anterior oficio; Usía es quien nos viene a hacer la agresión más injusta…Puede estar igualmente satisfecho de que nosotros no apetecemos la guerra sino la paz. En manos de Usía está el logro, con no perseguirnos y retirar sus tropas; pero es inevitable, o defendernos o morir por los sagrados principios que nos conducen…”

    El miércoles santo, 6 de abril de 1814, el general Antonio Nariño, se sale de casillas y lanza esta triste y macabra amenaza a Pasto y su gente, cuando dice: “por última vez digo a Usía muy Ilustre, que si se me hace un solo tiro, fiados en la indulgencia que he usado en todos los pueblos de mi tránsito, Pasto queda destruida hasta sus fundamentos…Es preciso que antes de romper el fuego, se decida abiertamente a hacer causa común con nosotros o a quedar destruida, y destruida de un modo que nunca jamás pueda volver a ser habitada…”

    Ante tan categórica actitud de destrucción que anuncia Nariño para con Pasto y su gente, el Cabildo de Pasto responde el viernes santo, 8 de abril de 1814: “Sería una impertinencia preguntar a Usía con qué autoridad viene a invadir a un pueblo que halla su convivencia en vivir bajo las sabias y equitativas leyes del gobierno español; porque por lo mismo que se trata de invasión, no hay que hablar de otros derechos, de otra autoridad ni de otra ley que la del más fuerte; y puesto que Usía no nos deja otro arbitrio al presente que éste, no obstante de ser el más bárbaro que la ciega ambición ha podido inspirar a los hombres, puede Usía escoger a lo largo del Juanambú, el punto que le parezca más a propósito para terminar nuestras diferencias. En todos ellos encontrará Usía, pastusos y encontrará victimas generosas decididas a ser inmoladas sobre los altares de la patria…”

    Triste y macabra la actitud del general Antonio Nariño, cuando no respetó ni los días de la semana santa de 1814, para amenazar y pretender dominar a las gentes de Pasto, razón más que suficiente para que Pasto y su gente se prepare a defenderse de quien en Popayán abusando de su autoridad había robado y fundido los objetos de carácter sagrado que encontró en los templos, capillas y conventos de esa ciudad, que podían esperar, entonces las gentes de Pasto?.

    Frente a las amenazas de destrucción para con Pasto y su gente de parte del general Antonio Nariño, comprenderá amable lector el porqué de parte nuestra planteamos que lo que menos debía llamarse nuestro departamento es Nariño, por cuanto se hizo homenaje a un invasor que pretendía destruirnos y solo el valor de las mujeres pastusas impidió su cometido cuando lo derrotaron aquel 10 de mayo de 1814



    ___________________________

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    En plena semana santa, Antonio Nariño amenaza a Pasto.

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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    Las agresiones contra Pasto

    Escrito por Enrique Herrera

    Domingo, 19 Abril 2015 20:20






    Fotografía: Diego Rodríguez



    La historia como bien se ha dicho, tiene que basarse en documentos para a partir de ellos entrar a deducir cual fue la realidad del objetivo a investigar, en tal razón son varias las personas que nos han solicitado hacer una especie de resumen sobre aquellos documentos que de manera agresiva comprometieron la actitud del pueblo de Pasto, particularmente durante el proceso denominado de independencia. Con la carta que suscribe la junta de gobierno de Quito, el 10 de agosto de 1809, se dio comienzo a este proceso epistolar que vamos a continuación a analizar.

    El 16 de agosto de 1809, se dio lectura en el cabildo de Pasto de un mensaje suscrito por la Junta de Gobierno quiteña fechada el 10 de agosto del mencionado año, luego de analizar la situación en que se encuentra dice: “finalmente la necesidad que tendrá éste (el reino de Quito) de arreglar sus límites, proporcionándose un posesión fronteriza capaz de consultar a su mayor seguridad, la cual se halla puntualmente de la parte de allá de esa ciudad, acordará sin duda preferir al reunirse en Quito más bien que en Santafé que está a mayor distancia y que en nada le interesa…”. Queda claro de acuerdo a esta misiva, que el interés de los quiteños era de que Pasto haga parte administrativamente de Quito desvinculándose de Santafé de Bogotá “que está a mayor distancia y que en nada le interesa…”

    Antes de entrar a Pasto a sangre y fuego los quiteños el 22 de septiembre de 1811, con el objeto de robar el oro que estaba escondido entre las paredes del templo de Santo domingo, a hora Cristo Rey, hicieron llegar el siguiente comunicado: “El gobernador Tacon…pretenda tal vez, abandonando los límites de aquel gobierno (se refiere al de Popayán), llevar consigo los caudales que anticipadamente extrajo de las reales cajas y casa de la moneda y dirigió a esa ciudad (es decir a Pasto), en que se comprenden más de doscientos mil pesos (800 libras de oro) pertenecientes a esta Provincia (la de Quito) que con destino a la de Cartagena, se remitieron con el situadista en el año pasado de 1809 y quedaron depositados en las cajas de Popayán, por las alteraciones de políticas del Virreinato de Santafé…Se espera, que Usía (es decir el Cabildo de Pasto) no permitirá sin quedar comprometido a su responsabilidad, la extracción de ellos ni que se agoten en proyectos ni preparativos turbulentos de una guerra desoladora e infructuosa”.

    A la advertencia anterior, el cabildo de Pasto, responde así el 27 de abril de 1811: “Puede asegurar a Vuestra Excelencia, es, que lejos de tratarse de la extracción de los caudales, ha sabido que habiéndola propuesta de su mitad para Barbacoas el expresado don Francisco Ignacio de Urquinaona, la resistió el Gobierno y lo separó de la intendencia de dichos caudales, poniéndolos al cuidado de don Joaquín Gutiérrez…”, para tranquilidad de la gente.

    Don Joaquín de Caicedo y Cuero, quien también viene a Pasto tras del cargamento de Oro en referencia, y no por la independencia como se ha hecho creer, se pronuncia desde La Cruz el 13 septiembre de 1811, para dar claridad a su posición política, cuando dice a Tomas de Santa Cruz: “Yo sé bien que Usted y todo ese honroso vecindario han tomado las armas engañados por la más vil calumnia, de que nosotros obramos contra la religión y el rey”.

    “Sé que nos marca con la infame señal de insurgentes y revolucionarios, cuando hacemos alarde de ser fieles vasallos de Fernando VII y de venerar la santa religión que profesamos…”.

    Por estas y muchas razones, el historiador vallecaucano Germán Patiño Ossa, al hablar de su paisano Caicedo y Cuero, en artículo virtual de internet denominado “La independencia que no fue”, es enfático en manifestar que: “Esta Junta (la de Ciudades Confederadas del Valle del Cauca) se organizó como gobierno, formó ejercito propio y se ocupó de la hacienda pública. Su presidente fue Joaquín de Caicedo y Cuero, quien nació, vivió, luchó y murió como realista, hasta donde la documentación permite conocerlo. No fue mártir de la independencia, ni mucho menos protomártir…”.

    El Gobierno de la Provincia de Popayán que había asumido en ausencia del titular Caicedo y Cuero, cuando éste cae prisionero en Pasto se pronunció así el 4 de julio de 1812, en contra de la ciudad y su gente: “La ruina de Pasto ha llegado y esa ciudad infame y criminal va a ser reducida a cenizas.

    No hay remedio: un pueblo estúpido, perjuro e ingrato que ha roto los pactos y convenciones políticas y que con la más negra perfidia ha cometido el horrible atentado de hacer prisionero al Presidente de este Gobierno… debe ser, como el Pueblo Judío, entregado al saqueo y a las llamas. Tiemble, pues, la ingrata Pasto que ha hecho causa común con los asesinos y ladrones de Patía, y tiemblen esos hombres de escoria y de oprobio que se han erigido en cabeza de la insurrección de los pueblos. Una fuerza poderosa, terrible, destructora y hábilmente dirigida va a caer sobre esa ciudad inicua.

    Ella será la victima del furor de un Reino entero, puesto en la actitud de vengarse y aniquilarla. Las tropas belicosas de las Provincia Confederadas de la Nueva Granada reducirán a pavesas a Pasto…”

    Este lenguaje nada cordial, menos diplomático, absolutamente guerrerista, insultante y oprobioso con que se manifiesta el Supremo Gobierno de Popayán, encuentra digna respuesta en contestación del Cabildo de Pasto cuando en oficio del 20 de julio de 1812, dice: “Ha recibido este Ayuntamiento el oficio de la Junta Superior de esa ciudad, concebido en términos poco equitativos y conciliadores de paz que todos deseamos.

    No ha reflexionado esa Junta que el tratar de perjura a esta ciudad es renovar la llaga con que ésta está lastimada. Si en términos decentes y decorosos se trata de ajuste y reconciliación, no se hará sordo este Cabildo a las voces de la razón y justicia…estableciendo en lo posible el antiguo gobierno en que nacieron nuestro padres y nosotros y con que vivieron y vivimos en paz, sin efusión de sangre, sin robos sin los males que a todos nos inundan...”

    El norteamericano Alejandro Macaulay, que es comisionado por Popayán para que salga al rescate de Joaquín de Caicedo y Cuero, retoma el lenguaje amenazante en un primer comunicado con fecha 17 de julio de 1812: “Si se me dispara un solo fusilazo en el tránsito, Pasto pagará sus crímenes desapareciendo de la tierra…No quedará hombre vivo desde el Guáytara hasta el Juanambú; el fuego consumirá sus edificios y propiedades; las futuras generaciones admiraran en sus ruinas y escombros un castigo proporcional a su delitos”. El Cabildo de Pasto da respuesta de manera mesurada: “Cuando las condiciones que se proponga vengan desnudas de fanfarronada y terrorismo y sean conformes a la equidad, al derecho de gentes y a evitar la efusión de sangre, este cabildo sabrá oírlas y sabrá proponer los medios conciliadores…”

    Pretendiendo el aventurero norteamericano nuevamente amedrentar a sus contrincantes les dice: “hoy ocupo un punto ventajoso y me será muy fácil entrar por asalto en la ciudad y reducirla a cenizas. ¡Qué cuadro tan horroroso! Yo me estremezco; pero no habiendo otro arbitrio, así lo ejecutaré con el mayor dolor de mi corazón…Si estas reflexiones no son bastantes para convencer a usía, tiemble de las consecuencias que inmediatamente van a originarse, de la sangre que derramaré y de la desolación que se le espera”.

    Cuando el General Antonio Nariño asume la campaña del Sur, el 4 de marzo de 1814 desde Popayán amenaza con “entregar (a Pasto) a la llamas, para que sirva de escarmiento a los obstinados”. El cabildo de Pasto, contesta al oficio en referencia trayendo a relación toda una serie de favorables situaciones vividas por su gente, antes de las incursiones militares del norte y del sur de la región cuando: “podían recordar la felicidad en que vivíamos, descansando en nuestras familias, bajo de nuestras viñas y de nuestras higueras; esto es lo que nos conduce y lo que no nos hará mudar de sistema, ni por deferencias al halago, ni por temor a las amenazas desde muy antes vertidas y protestadas; de modo que para nosotros tan glorioso será el podernos defender de una fuerza que, sin derechos, ni legitima autoridad, nos trata de oprimir, como el que esta ciudad quede reducida a una nueva Numancia o Sagunto”. Esta respuesta inesperada para Nariño, hace que éste desde el Alto de La Caldera, le diga al Cabildo de Pasto el 3 de abril de 1814, domingo de ramos, que él, no está para filosofar, “que no es ya la opinión la que me conduce con mi ejercito por estos remotos climas: es la necesidad de existir…En este concepto, aguardo antes de atacar en Juanambú, la contestación de Usía muy ilustre en el término de la distancia: quiero que jamás me quede el dolor de no haber tentado todos los medios que dicta la prudencia, la política y la religión.” El cabildo replica con este tajante planteamiento: “Usía es quien nos viene a hacer la agresión más injusta. Nosotros, en fuerza que le compendiamos en nuestro oficio, hemos vivido satisfechos y contentos con nuestras leyes, gobiernos, usos y costumbres. De fuera nos han venido las perturbaciones y los días de tribulación…Por uno y otro lado hemos padecido violencias, incendios, robos y escándalos y hasta ahora no podemos comprender con qué autoridad se han formado revoluciones, pretendiendo por la fuerza, o sujetarnos o destruirnos al mismo tiempo que se decanta la libertad…Puede estar igualmente satisfecho de que nosotros no apetecemos la guerra sino la paz. En manos de Usía está su logro, con no perseguirnos y retirar sus tropas; pero es inevitable, o defendernos o morir por los sagrados principios que nos conducen”. En respuesta a las anteriores consideraciones, Nariño se sale de casillas y manifiesta con insultos y amenazas en plena semana santa de 1814: “que si se me hace un solo tiro, fiados en la indulgencia que he usado en todos los pueblos de mi tránsito, Pasto quedará destruida hasta sus fundamentos…Es preciso que antes de romper el fuego, se decida abiertamente a hacer causa común con nosotros o a quedar destruida, y destruida de un modo que nunca jamás pueda volver a ser habitada…” Dos días después, Nariño tiene respuesta: “Puede Usía escoger a lo largo del Juanambú, el punto que le parezca más a propósito para terminar nuestras diferencias. En todos ellos encontrará Usía, pastusos y encontrará victimas generosas decididas a ser inmoladas sobre los altares de la patria…”

    Queda claramente establecido como la gente de Pasto fue amenazada y atacada tanto del norte como del sur de la región por Caleños, Payaneses y Quiteños respectivamente, sin que aún se esgrimiera actos de independencia de España, razón por la cual tuvo que armarse improvisadamente para defenderse de una destrucción total con que se amenaza. Llevaba trece años de lucha defendiéndose de la criminal agresión de que era objeto cuando conoce en 1822 la pretendida incursión militar del general venezolano Simón Bolívar, tema que vamos a analizar de acuerdo a los comunicados que existen al respecto.

    Luego de tener conocimiento Bolívar de la imposibilidad de salir desde Buenaventura a Guayaquil para encontrarse con el general Sucre, decide continuar su marcha militar por tierra. Estando en Popayán, en carta que suscribe a Santander el 29 de enero de 1822, dice categóricamente que “espero dar un combate más aventurado que el de Boyacá, y voy a darlo de rabia y despecho, con ánimo de triunfar o de no volver…”

    El general Santander expresa su preocupación en carta suscrita 22 de febrero de 1822, cuando le dice a Bolívar: "Nos queda otra vez el Juanambú y Pasto, el terror del ejército y es preciso creerlo el sepulcro de los bravos, porque 36 oficiales perdió Nariño y Valdés ha perdido 23 que no repondremos fácilmente. Resulta que Ud. debe tomar en consideración las ideas de Sucre y de abandonar el propósito de llevar ejército alguno por Pasto, porque siempre será destruido por los pueblos empecinados, un poco aguerridos y siempre, siempre victoriosos".

    Derrotado en Cariaco o Bomboná, Bolívar se retira, retrocede hasta ubicarse en El Trapiche, hoy ciudad Bolívar en el Departamento del Cauca. Con el triunfo de Sucre en Pichincha, la dirigencia de Pasto capitula en Berruecos por cuanto conoce que Bolívar ha recibido refuerzos de Bogotá, lo hace sin poner en conocimiento de su decisión al pueblo raso, a las milicias que siempre estuvieron prestas a dar el combate.

    Desde El Trapiche, Bolívar amenaza a Pasto y su gente el 29 de mayo de 1822, cuando le dice Basilio García: “Yo insto a Vuestra Señoría, todavía, Señor Coronel, a que oiga los acentos de la razón y de la justicia para que conjure la negra y terrible tempestad que se va a descargar sobre la infeliz Pasto; tempestad que arrojará más rayos, mas fuegos y estragos que todos los volcanes de los Andes, que con sus bocas infernales vomitan la muerte desde Pasto a Quito…”.

    Días después vuelve Bolívar con sus amenazas a Pasto y su gente, cuando anuncia que: “Tenemos derecho para tratar a todo el pueblo de Pasto como prisionero de guerra, por que todo él, sin excepción de una persona nos hace la guerra, y para confiscarles todos los bienes como pertenecientes a enemigos. Tenemos en fin, derecho a tratar a esa guarnición con el último rigor de la guerra, y al pueblo para confinarlo en prisiones estrechas, como prisionero de guerra, en las plazas fuertes marítimas, y todo ese territorio secuestrado por cuenta del fisco…”

    Al suscribirse el 6 de junio de 1822 la capitulación de Berruecos, Bolívar exclamó: “Esto vale para mí, y es más glorioso que una batalla ganada…”

    Después de los macabros acontecimientos del 24 de diciembre de 1822, donde por órdenes de Bolívar, el general Sucre prácticamente acabó con la ciudad sacrificando algo más de 800 personas, Bolívar llegó el 2 de enero de 1823 permaneciendo hasta el día 14 dejando al mando al general venezolano Bartolomé Salóm con estrictas medidas para acabar con los pastusos, entre ellas aquella de asesinar a sus mejores hombres arrojándolos amarrados en pareja sobre los abismos del río Guitara, testimonio que reconoce el propio Salom cuando en carta que suscribe a Bolívar le dice: “sorprendieron (los pastusos) una contestación del Sr. Comandante Aguirre sobre la remisión de esposas que yo le pedía para mandar asegurar a los que se me presentaran según instrucciones de su Excelencia, y sacaron del Guaitara los cadáveres de dos pastusos, que con ocho más entregué al comandante Cruz Paredes con la orden verbal de que los matara secretamente…”. Este acto criminal lo corrobora Daniel O’Leary, secretario de Bolívar en sus célebres “Memorias” cuando dice: “Prisioneros degollados a sangre fría, niños recién nacidos arrancados del pecho materno, la castidad virginal violada, los campos talados y las habitaciones incendiadas, son los horrores que han manchado las páginas de la historia militar de las armas colombianas…Los prisioneros fueron a veces atados de dos en dos, espalda con espalda y arrojados desde las altas cimas que domina el Guitara, sobre las escarpadas rocas que impiden el libre curso de su torrente, perdiéndose sin eco entre los terribles vivas de los inhumanos sacrificadores y el ronco estrepito de las aguas, los gritos desesperados de las victimas…”; y el general José María Obando, en “Apuntamientos para la Historia”, refiere así este criminal asesinato ordenado por Bolívar: “El coronel Eusebio Borrero, que se hallaba con el general Salóm en Pasto, tuvo el honor de ser preferido para autorizar el sacrificio de 28 víctimas; pero habría sido mucha condescendencia sacrificarlas por los medios conocidos, y de un solo golpe, y se inventó un género de muerte que no tuviese estos defectos. Amarrados espalda con espalda, apenas le era permitido escoger el compañero con que cada uno debía ser sacrificado: catorce matrimonios cívicos fueron precipitados vivos uno en uno desde lo alto del puente hasta los hondos abismos del Guaitara, haciendo penar a los últimos con el espectáculo sucesivo de los primeros. Recuerdo –dice Obando- entre estas víctimas a los respetables vecinos Matías Ramos y don Pedro María Villota, hombres del todo inocentes y pacíficos…”

    Nos falta espacio para traer a referencia un gran número de documentos que reflejan el martirio, el sacrificio, el dolor de la gente de Pasto frente a los crímenes de los denominados próceres de la independencia, concluyamos por ahora con la lapidaria frase de Simón Bolívar cuando desde Potosí en Bolivia escribió el 21 de octubre de 1825:” "Los pastusos deben ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte, dando aquel país a una colonia militar. De otro modo Colombia se acordara de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aun cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos".

    ___________________________

    Fuente:

    Las agresiones contra Pasto.

  9. #9
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    La lectura de libro “Estudios sobre la Vida de Bolívar” del humanista pastuso José Rafael Sañudo, pone al descubierto las atrocidades de los “patriotas” en su paso criminal por Pasto. Leyendo ese libro, se comprende la resistencia de un pueblo al embiste brutal de una independencia no querida. A los héroes de Pasto, por haber vencido en Bomboná “se los cosió por la espalda, alanceados y arrojados ...al vórtice horripilante del Guaítara”. En ese libro se conoce la terrible noche del 24 de diciembre de 1822, la “Nochebuena fastuosa” donde “las manos de Sucre conocieron la vergonzante sangre de sus hermanos pastuosos torturados, vencidos y humillados. Las violaciones y la crueldad con que se enseñaron contra los habitantes de Pasto, obligaron a los pastuosos a defenderse con todo su ardor y valentía en defensa de su propia vida.





    ___________________________

    Fuente:

    https://www.facebook.com/23052595029...type=3&theater

  10. #10
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    El monarquista Joaquín de Caicedo y Cuero.

    Escrito por Enrique Herrera


    Domingo, 25 Enero 2015 19:57







    Joaquín de Caicedo y Cuero, presidente de la Confederación de ciudades vallecaucanas y el norteamericano Alejandro Macaulay, son dos personajes que la historia oficial del país ha pretendido ubicarlos como patriotas, cuando en realidad no lo son, de acuerdo a toda una serie de documentos que trataremos en esta oportunidad al cumplirse 202 años de su fusilamiento en Pasto, por órdenes expresa de don Toribio Montes, Presidente de la Real Audiencia de Quito, según se analizará a continuación.

    El historiador Emiliano Díaz del Castillo, nos ofrece una gran documentación respecto al comportamiento profundamente monarquista de don Joaquín de Caicedo y Cuero en su libro titulado “Testimonio del Acta de Independencia de Cali” que a continuación se trae a referencia.

    En la misiva que suscribe Joaquín de Caicedo y Cuero a Santiago Arroyo de Valencia el 29 de junio de 1810, previene el peligro del dominio francés para lo cual se debe “elegir la forma de nuestro gobierno, atemperándolo a nuestros usos, costumbres y carácter, jurando siempre a Fernando VII y su familia; y que luego, sin pérdida de un momento, se organice en el Reino una Junta Suprema de Seguridad Publica, cuyo principal instituto sea la salud y defensa de la Patria y la conservación de estos preciosos dominios para Fernando y su familia, según el orden prescrito en las leyes. Amigo, bien puede ser que yo me engañe, pero estoy persuadido que el que piense de otro modo, es un traidor. No conoce ni respeta la religión; no sabe estimar la libertad ni la seguridad de la patria…es cuanto podemos hacer por el rey y la patria…”

    En el texto registrado no existe duda cuál es el pensamiento de Joaquín de Caicedo y Cuero respecto a la defensa total y absoluta a Fernando VII y su familia, el no hacerlo es ser traidor, irrespetuoso de la religión, lo ha dicho de manera categórica.

    El 3 de julio de 1810, así arengaba Caicedo y Cuero: “Religión, Rey y Patria son los sagrados objetos que nos han reunido en este día…hollar los sagrados derechos de la soberanía o ser fieles al virtuoso, al desgraciado ungido del Señor Don Fernando VII, objeto de nuestro más tierno amor y respeto…”, razón por la cual el historiador vallecaucano Germán Patiño Ossa, manifiesta: “se llevó a cabo una junta o reunión extraordinaria del Cabildo de Cali y fue aprobada una declaración que, en sentido estricto, nada tiene de Acta de Independencia, como siempre se ha considerado. Por el contrario, ese texto proclama la adhesión a la monarquía española, al Rey Fernando VII y se considera a España como patria de los firmantes. Su presidente fue Joaquín de Caicedo y Cuero, quien nació, vivió, luchó y murió como realista, hasta donde la documentación permite conocerlo. No fue mártir de la independencia, ni mucho menos protomártir…”

    Meses después, cuando integra y preside la junta de las ciudades confederadas del Valle del Cauca para enfrentar militarmente al gobernador de Popayán Miguel Tacón que los había desconocido cuando llamó a conformar la Junta Provisional de esa ciudad, en el acta del 1 de febrero de 1811 se consignó que “la necesidad de su independencia, la de librarse del yugo francés y conservarle estos dominios a nuestro legitimo soberano el Señor Don Fernando Séptimo…”

    El juramento que hicieron puestos de rodillas los compromete a “la defensa de nuestra Santa Religión, sin permitir otra, fidelidad y vasallaje al señor don Fernando Séptimo, nuestro amado soberano y conservar estos lugares para el mismo, sacrificándose gloriosamente por la patria...”, según dice el acta en referencia.

    Joaquín de Caicedo y Cuero sigue los lineamientos que encontramos tanto en el acta del 10 de agosto de 1809 en Quito como la del 20 de julio de 1810 en Santafé de Bogotá, mal llamadas de independencia, donde se consigna el reconocimiento monárquico a Fernando Séptimo, la defensa a la religión católica y la guerra frontal a los franceses en cabeza de Napoleón Bonaparte.

    A la acta del 3 de julio de 1810 donde ciertos historiadores pretenden ponderar como de la independencia de Santiago de Cali, se suma el denominado “testimonio del acta” que el historiador Emiliano Díaz del Castillo encontró dentro de la documentación que heredara de su familia donde se ratifica el profundo amor, respecto y vasallaje del Cabildo caleño presidido por Caicedo y Cuero para con Fernando Séptimo: “A este fin se dirigen sus deliberaciones, al mismo sus acuerdos. Tenga pues, Vuestra Majestad, la bondad de estimarlos como un brote de nuestra fidelidad, como un testimonio de nuestro amor a Fernando, como una precaución necesaria para conservarle las posesiones del Nuevo Mundo, si se pierden las del antiguo. Si llega este caso desgraciado, organícese el Gobierno en estos países, donde no tiene influjo el plan mortífero del usurpador. Vengan los respetables individuos de ese Concejo Soberano, vengan los ilustres españoles, que hayan acreditado su fidelidad en esta época sembrada de sangre, y de todo género de calamidades. Vengan, que los recibiremos con los brazos abiertos, y nos reuniremos todos, proponiéndonos por único objeto la pureza de nuestra Religión Santa, y la felicidad de la Patria, que hemos de conservar a sangre y fuego para el inmortal Fernando Séptimo …”

    Visto a grandes rasgos la actitud monarquista de Joaquín de Caicedo y Cuero en los meses previos a la campaña que va emprender contra Pasto y su gente cuando viene tras las 413 libras de oro al igual que lo hicieron las tropas quiteñas que ingresaron a sangre y fuego el 22 de septiembre de 1811, adentremos en el análisis de los comunicados que Caicedo y Cuero hace llegar al Cabildo de Pasto, donde nuevamente sale a flote su decidido monarquismo a favor de Fernando Séptimo.

    “Yo sé bien que Usted- dice Caicedo y Cuero a Tomas de Santacruz en carta del 13 de septiembre de 1811- y todo ese honroso vecindario (Pasto) han tomado las armas engañados por la más vil calumnia, de que nosotros obramos contra la religión y el Rey…Sé que nos marca con la infame señal de insurgentes y revolucionarios, cuando hacemos alarde de ser fieles vasallos de Fernando VII y de venerar la santa religión que profesamos”.

    En cuanto al norteamericano Alejandro Macaulay, quien también vino agredir a Pasto y su gente con el pretexto de rescatar a Joaquín de Caicedo y Cuero que estaba preso con algo más de cuatrocientos soldados. Incumpliendo el pacto que firmara con las autoridades del Cabildo de Pasto para que se regrese a Popayán con sus tropas y el grupo de presos que se le hizo entrega, pretendiendo burlar el paso hacia Quito es detenido, juzgado y luego ejecutado por ordenes de Toribio Montes en compañía de Caicedo y Cuero y un grupo de oficiales caleños. El verdadero propósito, el objetivo que tenía Macaulay para pasar a Quito no era otro que encontrarse con Claudina Montes, la hija del presidente de la Real Audiencia de Quito Don Toribio Montes, razón por la cual tampoco se lo puede calificar de patriota o promotor de la independencia de España.

    Visto a grandes rasgos pero con contundente documentación se ha demostrado el total y absoluto monarquismo de Joaquín de Caicedo y Cuero al igual que del norteamericano Alejandro Macaulay, ahora traemos a referencia dos artículos de académicos vallecaucanos que coinciden con nuestro planteamiento de desconocer por completo el patriotismo de Joaquín de Caicedo y Cuero y lo ubican como debe ser un simple monarquista, como se entra a demostrar

    El historiador German Patiño Ossa, se refiere así al problema planteado: Cuando esta columna aparece en cercanías del 3 de julio se vuelve un ritual casi obligado: debe controvertir a los malos historiadores que crearon un mito según el cual en Cali se proclamó la Independencia el 3 de julio de 1810.

    Hay que decirlo una vez más: en esa fecha no se produjo ninguna declaración de independencia de España por parte del cabildo caleño y tampoco de su presidente, Joaquín de Caicedo y Cuero. Por el contrario, lo que se reafirmó fue la lealtad a la corona española y al “bienamado” rey Fernando VII, como se puede leer textualmente en el acta que da cuenta de lo sucedido en la sesión extraordinaria de ese día.

    ¿De dónde salió entonces la especie que todos los años congrega a autoridades alrededor de la celebración de una supuesta ‘independencia’, que nunca fue? Del hecho de que la declaración del cabildo de Cali en su sesión extraordinaria del 3 de julio se embolató en el archivo nacional y también a que no se conservó en el Archivo Histórico de Cali, circunstancia que fue aprovechada por algunos aficionados a la historia que, henchidos de amor por su patria chica se la imaginaron como ‘precursora’ de la independencia en Colombia, y se dieron a la tarea de propalar aquella suposición por todos los medios, sin que nadie se atreviera a controvertirlos.

    Como el acta del 3 de julio estuvo perdida 180 años, hasta que el historiador José Tomás Uribe la encontró en el Archivo Nacional y además quienes sostenía la barbaridad de la ocurrencia de un movimiento independentista eran personas respetables agrupadas en la academia vallecaucana de historia, nadie tuvo el coraje de dudar de aquellas afirmaciones estrambóticas, con excepción de este columnista y unos pocos historiadores más.

    Desde luego, cuando apareció el Acta, los sostenedores del mito lo primero que hicieron fue dudar de su autenticidad y pidieron la realización de pruebas técnicas para certificarla. Hechas las pruebas que garantizaban la veracidad del documento, y pese a que pone en evidencia que no hubo tal “grito de Independencia en Cali”, no han tenido hasta ahora la decencia intelectual de reconocer el error en el que incurrieron durante años y continúan propalando falsedades alrededor del proceso de independencia en Cali y el Valle del Cauca.

    Su visión de la historia es clasista y busca entronizar en el panteón de próceres a personajes que pertenecieron al reducido grupo social de hacendados esclavistas, fieles a la corona española y serviles adoradores del monarca español, Y lo siguen haciendo pese a la evidencia documental, que es abrumadora, con una tranquilidad que hace dudar de que estén en sus cabales.

    El Miembro de Número de la Academia de Historia del Valle del Cauca, Cristhian Caicedo de la Serna, se manifiesta así respecto a la falsa independencia de Cali y luego la de Santa Fe de Bogotá, el artículo titulado Grito de independencia del 3 de julio: “El 28 de junio de 1810, en la Casa Consiterial, convocado el Cabildo Extraordinario a petición de Antonio Camacho, Sindico Personero de Cali, éste dice que la Península está “casi enteramente sujeta al yugo francés” y se deben tomar “las providencias convenientes para mantener la seguridad de estos dominios para nuestro rey cautivo que es el ídolo de todos sus vasallos americanos”, si no “el vasallaje, la fidelidad que todos debemos hemos jurado a nuestro legitimo Soberano el Señor Don Fernando VII vendrá a ser del Tirano Usurpador –léase Napoleón Bonaparte- , la patria… vendrá a ser presa de ese hombre particular por sus perfidias y crímenes…si respetamos la sagrada religión, si amamos a Fernando VII, si le queremos conservar libres e independientes estas inmensas posesiones, del dominio del usurpador, es necesario, yo lo repito que despertemos, que abramos los ojos, que no nos dejemos sorprender en la presente inacción…” Este discurso es realista, no de sublevación contra España.

    El 30 de junio de 1810, se celebró en Cali, en él, Joaquín de Caicedo y Cuero manifestó que hemos de conservar estos dominios para Fernando, nuestro joven y cautivo monarca, víctima de los hombres extraordinarios por sus maldades, el infame Godoy que lo entrega y el traidor Bonaparte que lo aprisiona…” A raíz de estas sesiones, se celebró la Junta Extraordinaria del Cabildo de Cali el 3 de julio de 1810- QUE A ALGUIEN LE DIO POR LLAMAR DE INDEPENDENCIA DE SANTIAGO DE CALI, LO CUAL ES UNA BARBARIDAD- en esta junta del 3 de julio, dijeron que España estaba perdida y se tenía “el próximo riesgo de ser esclavizada por el tirano Napoleón y reducida a su obediencia …en consecuencia reflexionado los señores del presente congreso los males e irreparables daños que puedan venir a estos dominios acordaron: se le presente al Consejo de Regencia la debida obediencia como el Tribunal en que se ha depositado la soberanía se le preste por esta ciudad el juramento de obediencia y homenaje como a nuestro Rey y Señor Natural…Que viniendo de España los vasallos fieles, hagan un mismo cuerpo con nosotros, como que todos tenemos iguales obligaciones de religión, vasallaje y patriotismo, jurando conservar estos dominios y defenderlos a sangre y fuego para Fernando VII y su familia…Que se pida al Virrey – Amar y Borbón la convocatoria e instalación de una junta Superior de Seguridad Publica en aquella capital – en Santa Fe de Bogotá-, cuyo principal instituto sea la salud y conservación de la patria y de estos preciosos dominios para Fernando VII y su familia…” Esta junta Superior de Seguridad Publica, es la se crea e instala en Santa fe de Bogotá el 20 de julio de 1810 y cuya acta se conoce apócrifamente como de independencia- En consecuencia de todo, puestos de rodillas los señores que asistieron al presente congreso- el de Cali- delante de la imagen de Nuestro Señor Jesucristo Crucificado, juraron por él, la Santa Cruz y sobre los Santos Evangelios, de prestar obediencia y homenaje de fidelidad al Consejo de Regencia en representación del Señor don Fernando VII, firma el acta entre otros don Joaquín de Caicedo y Cuero.

    El acta del Cabildo de Cali de 3 de julio de 1810, de MANERA ABSURDA, ha sido declarada por historiadores como de independencia de Cali, cuando es de fidelidad a Fernando VII, de prepararse a defender estas tierras para el Monarca Español y no dejar que usurpador Bonaparte se apodere de ellas, para lo cual los caleños, están dispuestos a luchar hasta derramar la última gota de sangre por defender la Patria Española. Decir lo contrario es magna ignorancia.

    Es falso que dicho 20 de julio de 1810 se dio nuestro grito de independencia de España. Afirmarlo es farsa que durante más de un siglo han incrustado en el cerebro de la juventud, cándidos maestros e historiadores y libros fanáticos, tendenciosos, que han corrompido la historia hasta mitificarla, engañando a un pueblo crédulo. Se trató, como en España, de combatir el yugo francés a través de juntas de gobierno en ciudades o regiones, que no querían hacer parte de la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino. Estas juntas, de las ciudades españolas y americanas, como la Central de Cadiz, eran realistas.

    Dice la mal llamada Acta de Independencia Nacional del 20 de julio de 1810, que los cabildantes santafereños juraron así: Puesta la una mano sobre los Santos Evangelios y la otra formando la señal de la cruz, a presencia de Jesucristo Crucificado, dijeron: Juramos por el Dios que existe en el cielo, cuya imagen está presente y cuyas sagradas y adorables máximas contiene este libro, cumplir religiosamente la Constitución y voluntad expresada en esta acta acerca de la forma de gobierno provisional que ha instalado; derramar hasta la última gota de nuestra sangre por defender nuestra Sagrada Religión, nuestro amado Monarca Don Fernando VII y la libertad de la Patria.

    En esta acta del 20 de julio, está probado que se juró defender el Nuevo Reino, del dominio de Francia; de dar hasta la vida y derramar hasta la última gota de nuestra sangre por la religión católica, apostólica y romana, por la Patria y por el Rey de España y de América, el Amado Fernando VII; es demostración perfecta que el grito de independencia es un disfraz fijado en la mente de varias generaciones de colombianos, al negarse a aceptar la verdad. Nuestra guerra de independencia, fue la misma guerra de la península y sus dominios: quitarse de encima el yugo francés, lograr nuestra libertad de Francia. Eso es lo que en verdad histórica celebramos alborozados el 20 de julio de cada año. Eso es lo que hay que rectificar para que los colombianos no sean embaucados desde temprana edad; para que los ciudadanos en general, sean conscientes de la realidad histórica, para que se encuentren con una nueva patria libre de falacias, de mitos y leyendas que se parecen a las victorias de don Pelayo…”

    Son interesantes apartes del artículo escrito por el historiador vallecaucano, Cristhian Caicedo de la Serna, miembro de Número de la Academia de Historia del Valle del Cauca.



    ___________________________

    Fuente:

    El monarquista Joaquín de Caicedo y Cuero.

  11. #11
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    Con todo y faltas de ortografía y sintaxis extraña, resulta interesante lo que dice.



    PASTO CIUDAD SOÑADA

    3 de febrero de 2012 ·

    ..

    POR QUE LOS PASTUSOS ODIAN TANTO A SIMÓN BOLIVAR?

    Un Seguidor de la página, ante todos los artículos de Historia publicados aquí manifiesta en sus palabras escritas:

    "Conosco la historia de Pasto y no se por que su odio al libertador. Razon tenia Bolivar de no querernos, fuimos la unica ciudad que se opuso a la independencia de España. Pero comprendo a nuestros ancestros por que no conocian la esencia de la libertad, solo creian en las doctrinas de la religion y en el rey y por ende ir en contra de este era estar en contra de Dios y temian su castigo. La iglesia dominaba la economia y la politica e ese tiempo y aun se evidencia este fenomeno sino quienes son los dueños de tierras y fincas que circundan a Pasto, los gesuitas. reconosco la lealtad y pujanza de Agualongo pero no comparto su idea. Enaltezco al libertador Simon Bolivar por su inteligencia y su amor por la patria libre y soberana. La memoria de Bolivar vive en el corazon Colombia y Latinoamerica"

    Y se Responde de la siguiente manera:

    La libertad todos la queremos, pero la verdad es que los Métodos y otros fines de quienes eran beneficiarios extranjeros y nacionales de Bolivar era lo mas reprochable desde esos momentos hasta la actualidad. Basta buscar sobre la "historia del desarrollo Agrario en Colombia desde la independencia hasta la fecha", para darse cuenta, que esa libertad en la que murieron tantos pastusos y otros latinoamericanos de pueblo razo, no fue solo una ficción, pues los grandes latifundios, a través de los cuales se hacia la real exclavitud pasaron de mano de los nobles, descendientes de Guerreros de España, a los nuevos nobles Guerreros - Grandes Militares de Bolivar, muchos de ellos mercenarios Ingleses, que peleaban por NEGOCIO. Sino miremos ha tantos seres de raza negra que pelearon por esta libertad y DOSCIENTOS AÑOS después en la Costa Pacífica viven en la pobreza mas grande. Se quedaron con algo? No. Todo fue para los Grandes. Si ganaron su libertad, pero en las condiciones mas deplorables.

    Y los GRANDES LATIFUNDISTAS No eran solo la Iglesia, era en su mayoria MILITARES, que trasmitieron sus propiedades a descendientes, hoy lo nuevos ricos, lo nuevos grandes empresarios, con dinero para seguir influenciando la vida y destinos políticos actuales.

    Aquellos altos rangos fueron los beneficiados con las adjudicaciones de Bolivar, no esos soldados que realmente hicieron todo.

    La verdad es que esa libertad es una ficción, que cuando uno pregunta a los abuelos que aún sobreviven, dan datos para espantarse. Cuando mires a un viejito de esos del campo, de esos que como obreros construyeron la estructura de la ciudad, obtendrás datos de como los grandes nuevos latifundistas, militares de Bolívar también abusaron de sus abuelos.

    Hace un año hablaba con un de estos personajes y me decia que su abuelo había trabajado en la hacienda de Nueva Aranda, y decia, que en tiempo de la nueva República, que su padre no podía trabajar o pasarse a la hacienda vecina, por que estaban autorizados moralmente sus patrones incluso a darle muerte. Yo pregunto, disponer de la vida de un trabajador de esta forma no es otra cosa que esclavitud en extremo?. Estos trabajadores eran llamados "peones con cierto", que eran de quienes se disponía de esa manera.

    Este viejo, contaba que su padre fue sacado de Tuquerres, tierra de los Pastos, como así se hizo con muchos otros, y esta tierra llamada por muchos de Quillacingas se mezclo al igual con la sangre hispaana y creo una sola nueva raza, "EL PASTUSO ACTUAL". Si esos fueron lo esclavos de esta República de Bolivar.

    Hoy el hijo de este "peón con cierto" es un anciano, que tiene la ventura de contar esta realidad que no aparece en los libros.

    BUSQUEN A SUS ABUELOS, A ESOS ANCIANOS QUE ANDAN POR AHÍ. SON LIBROS VIVIENTES, LÉANLOS Y REGISTREN LAS CRÓNICAS CONTADAS DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN ANTES QUE SE MUERAN Y SE PIERDAN PARA SIEMPRE




    ___________________________

    Fuente:

    https://es-es.facebook.com/pastociud...50648863586257

  12. #12
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    El otro ataque republicano. La batalla de Genoy

    Escrito por Enrique Herrera


    Lunes, 02 Febrero 2015 22:14






    Fotografía: Miguel López




    La población de Genoy, la cual se ubica en las que bien podríamos calificar como goteras de la ciudad de Pasto, tiene para orgullo y valor de su gente, todo un compendio de historias que hacen del pintoresco lugar un sitio de gran atracción turística no únicamente por sus paisajes sino porque en la actualidad las gentes de la región se han preocupado por brindar especiales platos típicos para degustar particularmente en fines de semana. El 2 de febrero de 1821, tuvo ocurrencia una batalla donde salieron triunfantes sus gentes. Será el tema a tratar en esta oportunidad, pero antes vamos a conocer algunos aspectos históricos de este importante corregimiento del municipio de Pasto.

    Genoy, pintoresca y bucólica población del sector rural del municipio de Pasto que se ubica a escasos doce kilómetros de la ciudad capital del departamento de Nariño, remonta su existencia a tiempo que se pierde en los anaqueles de la historia cuando aún el paso avasallador del conquistador hispano no asolaba con la emblemática cruz y la afilada espada doblegando tribus y poblaciones del nuevo territorio conquistado.

    Sus primitivos pobladores, asentaron su ilusión, se enamoran del paisaje, se acogieron al caudal de sus quebradas, para sin temor, convivir respetando la montaña que muchas veces ha anunciado con expresivo lenguaje su existencia. Lo ha hecho en la mañana clara y despejada, en la tarde de brumoso día, en la oscura soledad de una noche sin luna o por el contrario cuando Selene o la Kuilla se asoma y brilla con todo su esplendor. Es el volcán, es el cerro de acuerdo a la denominación de los mayores sin que tenga un nombre en especial. Es la montaña sagrada de los quillacingas. Es el volcán de La Galera como lo bautizará el padre ecuatoriano Juan de Velazco a partir de la publicación en 1844 de su libro Historia del Reino de Quito, y lo es también el Urcunina, la montaña de fuego según registro poético del bardo pastuso Carlos Augusto Guerrero Orbegozo en su épico poema que titula “Rumipamba o el amanecer de un pueblo” que termina de escribirlo el 25 de octubre de 1951 en México, después de haberlo iniciado el 12 de diciembre de 1943 en Pasto.

    En efecto, ya lo hemos identificado con el sonoro nombre de Volcán Galeras como hoy todo el mundo lo conoce, es nuestro volcán, la montaña tutelar de la región, la que se yergue a 4272 metros sobre el nivel del mar mostrando toda su majestuosidad que en un tiempo atrás, cuando aún el calentamiento de la tierra no se había manifestado, su cresta, su cima estaba cubierta de nieve, semejando un gran pez recostado con su lomo fulgurante frente a la brillantez de los rayos luminosos del sol, hoy en día de cuando en vez, si ha llovido y la heladés es penetrante, todavía se puede apreciar esa imagen de esplendor que hace parte del pasado.

    Los Genoy, curtida raza de una población que se siente orgullosa de su pasado, conserva sus tradición y cultura, la exalta, la asimila y da a conocer con sus cantores, con sus artistas, con la gente del común y corriente que brinda amabilidad, cortesía, amistad y gran cultura para con el forastero que disfruta de todo cuanto bello tiene y presenta la región más próxima al Galeras.

    Hasta el año de 1568, Genoy era la puerta de entrada para la ciudad de San Juan de Pasto de acuerdo a planteamiento que hace el historiador José Rafael Sañudo en “Apuntes sobre la historia de Pasto”, cuando al hablar sobre el camino que venía de Popayán refiere en su trayecto a El Patía, El Pueblo de la Sal hoy Taminango, El río Caliente o Juanambú cruzado o atravesado por Guambuyaco para llegar al Tambo y ascender hasta Mombuco hoy La Florida, pasando por Chaguarbamba hoy Nariño para continuar por Genoy y llegar finalmente a Pasto. La defensa que hacen los Abades de sus tierras, obligaron a los pobladores españoles de Pasto que habían establecido en el sector del Peñol su epicentro para explotar las minas de metales preciosos a buscar una nueva ruta para el norte y así se hizo por órdenes del Capitán Día Sánchez de Narváez cuando se trazó y construyó por el sector del Calvario remontando la cima de Tacines, Cebollas, Chacapamba hoy Villamoreno, Ortega y cruzar el Juanambú por el sector colindante con La Cañada, pasando por Berruecos hasta La Venta hoy ciudad de La Unión.

    Para el año de 1559, se registra a Genoy como Encomienda del conquistador y poblador español don Hernando de La Espada. El 3 de abril de 1573, el capitán y Regidor español Juan Rosero, solicita al cabildo de Pasto “se le haga entrega de diez fanegadas de tierra para sembrar, en la llanada de Genoy, que está junto a Jatacanza la quebrada al medio; los dichos señores le proveyeron las dichas diez fanegadas como lo pide, sin perjuicio de otro tercero que mejor derecho tenga, y le mandaron dar título y testimonio de ello”, según describe el acta del cabildo de Pasto en referencia.

    En 1975, se crea el Corregimiento de Genoy con la expedición del Acuerdo 021 del Concejo de Pasto, comprendiendo dentro de su jurisdicción a sectores como: El Edén, La Cocha, Pullitopamba, Aguapamba, Castillo Loma, Nueva Campiña, Chaguaryaco y Bellavista, entre otros

    Descrito a grandes rasgos una síntesis monográfica de Genoy, entraremos a continuación a analizar el porqué del día 2 de febrero de 1821, las gentes de Genoy tuvieron que afrontar con el respaldo de las de Pasto una nueva incursión militar de los ejércitos republicanos, esta vez al mando del general Manuel Valdez, quien era responsable de la línea del río Mayo, donde tenía su campamento y donde recibió la orden de Parte del general Francisco de Paula Santander para avanzar cuanto más pueda, según lo había dispuesto el general Simón Bolívar desde ciudad Trujillo en Venezuela. He aquí entonces cuales son los pormenores de este acontecimiento histórico.

    Luego de una sangrienta confrontación entre las tropas de Pablo Morillo y las que estaban bajo el mando de Simón Bolívar en Venezuela, se acordó por parte de los dos contrincantes celebrar un armisticio en la ciudad de Trujillo quedando comprometida la suerte de las gentes del sur, concretamente las de Pasto. El general Manuel Valdés, responsable del Comando Sur, recibe la orden de avanzar cuanto más pueda hacia el Sur hasta cuando lleguen los comisionados por Bolívar y Morillo para acordar lo pertinente,

    Este tratado debía durar seis meses y extenderse a toda Colombia, conservando cada parte del territorio que ocupaba, cuyos límites se expresaron por lo tocante a las Provincias de Venezuela. Respecto de la Nueva Granada, se acordó enviar comisionados de ambas partes, a fin de que fijaran las líneas de demarcación. Las partes tomaron la determinación de comisionar al coronel Antonio Morales a nombre de Bolívar, y al teniente coronel José Moles delegado de Morillo para que den cumplimiento al pacto de respetar y acoger como propio el territorio donde se encuentren con las tropas acantonadas ya sean españolas o republicanas. Esta situación tan apremiante fue la que obligó al general Manuel Valdés que tenía sus tropas antes del río Mayo, organizar precipitadamente una marcha que lo condujera lo más lejos posible de avanzar así sea “que no tuviese más fuerzas que sus edecanes” según quería Bolívar.

    El general Manuel Valdés esperaba triunfar y pasar sobre Pasto para ubicarse mínimo a orillas del río Guiatara donde tendría lugar el encuentro con los dos comisionados, siendo derrotado como ya se ha visto en los peñascos de Genoy.

    El 2 de febrero de 1821, la derrota del ejército republicano al mando del general Manuel Valdés en Genoy fue contundente, desastrosa, absolutamente gloriosa para las tropas de milicianos pastusos que ubicados estratégicamente entre las rocas y barrancos de la parte alta del sector dieron buena cuenta de los batallones Cundinamarca, Cauca, Neiva, Guías de Apure y El Albión integrado por mercenarios ingleses. El desorden fue tal que como bien dice el general republicano Manuel Antonio López: “Cuando nuestra vanguardia llegó al pie de la Loma de Genoy, se encontró con todas las tropas enemigas parapetadas detrás de los barrancos y las piedras, y, sin una disposición preliminar del general Manuel Valdés, empezó el ataque por el centro; la mayor parte de nuestros soldados se habían atrasado en una marcha forzada casi a la carrera; los que iban llegando entraban en combate sin atender a que cuerpos se unían; los del Cundinamarca se mezclaban con los del Neiva, los Neiva con los del Cauca, los del Cauca con los del Cundinamarca, y nadie pensaba sino en hacer fuego sobre el enemigo…En esta mal dirigida acción, perdimos veinte oficiales, entre los cuales recuerdo como más conocidos míos al Teniente Coronel Lucas Carvajal, al capitán Isidoro Ricaurte, a los tenientes Pedro Vélez, José Barea y Juan José Rebolledo, de Popayán; a los subtenientes Castro y Benjumea, algunos ingleses del Batallón Albión, y saliendo herido el subteniente Hermenegildo Correa…El general Valdés huyó con la caballería, y nuestra infantería emprendió la fuga en dispersión”

    El relato que hace el general José Antonio López es muy descriptivo sobre la Batalla de Genoy aquel 2 de febrero de 1821. El número de prisioneros llevados a Pasto también es considerable y hubiesen sido fusilados si no llegan de manera oportuna los comisionados por Pablo Morillo y Simón Bolívar después del denominado tratado de Trujillo que fue firmado el 26 de noviembre de 1820. “Las bases de este convenio santo y filantrópico- dice el historiador José Manuel Restrepo - fueron propuestas por los comisionados de Colombia y adoptadas con pequeñas modificaciones por los de España. Estipulóse la conservación, buen tratamiento y canje de los prisioneros de guerra; que los desertores de las banderas de una parte que se aprehendieran sirviendo bajo las de la otra no podrían ser castigados con la pena capital, y tampoco los conspiradores o desafectos; que se trataría muy bien y se respetaría a los pueblos que fueran ocupados alternativamente por las tropas de los dos Gobiernos; en fin, que se enterraran o quemaran los cadáveres de todos aquellos que murieran en los campos de batalla…”

    Los citados comisionados de Morillo y de Bolívar encontraron a las tropas derrotadas de Valdés en predios de El Trapiche, hoy ciudad Bolívar en el Departamento del Cauca. Los acompañaba el general Antonio José de Sucre que venía con la orden de asumir el mando del Comando Sur en reemplazo del general Valdés. Protocolizados los acuerdos, siguieron los comisionados hacia Pasto para tratar lo pertinente con las autoridades de la ciudad

    El historiador Sergio Elías Ortiz, refiere así el trascurrir de los delegados plenipotenciarios de Pablo Morillo y Simón Bolívar: “Los comisionados Morales y Moles oficiaron a don Basilio desde La Venta en el sentido de notificarle el armisticio para que inmediatamente suspendiera las hostilidades y se les proporcionaran las garantías suficientes a ellos para continuar su viaje a Pasto, sembrado como estaba el trayecto de milicianos en son de guerra a muerte. La ciudad victoriosa nada quería saber de tratados, ni de comisiones, pues estaba soliviantada y en permanente agitación callejera, ante las noticias de los pactos celebrados por los jerarcas de la guerra que ella no estaba al cabo de entender, y menos apreciar en su justo significado. Los comisionados, que no las tenían todas consigo, entraron a la ciudad el 10 de febrero, acompañados de un batallón de pastusos armados, de don Basilio García, que hacía de gobernador comandante general, de varios oficiales españoles.....que salieron a recibirme, dice el coronel Morales, del cabildo y del clero. Las calles estaban cubiertas de un inmenso pueblo que gritaba sin cesar: "¡Viva nuestro rey don Fernando VII!" Una monja gritó: "¡Mueran los insurgentes!" y lo mismo hizo una mujer del bajo pueblo. Este estaba lleno de desconfianza de mi mensaje y en una grande fermentación que se traducía bastante a pesar de activas y prudentes medidas que para sofocarla había tomado de antemano don Basilio y de las públicas exhortaciones de su ilustrísima». Con precauciones y todo, la exacerbación de ánimos continuó al día siguiente porque el pueblo no creía en la buena fe del mensaje de paz de los comisionados pues que el archivo cogido a Valdés revelaba planes del gobierno de Colombia que no estaban en concordia con los ajustes del tratado y así no podía tenerse absoluta confianza en él, no obstante que las autoridades españolas, ponían a la vista de todos los documentos auténticos y de que unos de los tales comisionados era netamente español, enviado de Morillo. En vista de la situación, don Basilio se dirigió al público en una alocución en que se invitaba al pueblo de Pasto a descansar en el gobierno que tenía el cuidado de la conservación de todos y de mantener en su fuerza y vigor los derechos del rey y por lo tanto se pedía al vecindario que cesara de reunirse y se retirara a sus casas a descansar y cultivar sus heredades, sin temor de que los enviados hubiesen venido de mala fe, pues en ese caso el gobierno no les habría dado entrada al territorio, y antes sí les habría apresado y castigado su intriga; pero estando él, como comandante de armas y gobernador de la Provincia satisfecho de lo contrario, pues tenía a la vista los oficios y firma del general Morillo, que conocía muy bien, lo mismo que la de su secretario Caparros, les pedía que descansasen en las operaciones y medidas del gobierno que en todo deseaba el mayor beneficio y felicidad.

    El historiador José Manuel Restrepo, dice al respecto: “El general Sucre estableció su cuartel general en El Trapiche, y comenzó a reorganizar la División. Morales y Moles siguieron a Pasto. Al entrar en esta ciudad semibarbara hubo verdadera conmoción de sus habitantes, que no querían recibir a un jefe insurgente, ni aceptar el armisticio, lo que puso en riesgo a los comisionados. Fueron necesarios todo el influjo del Obispo Jiménez y de Don Basilio García para persuadir a los pastusos que conformaran con el armisticio. Admitiose este al fin y se convino en que El Mayo fuera la línea divisoria, quedando por el Rey la orilla izquierda de este río y la derecha por Colombia. En consecuencia, los jefes realistas mandaron desarmar las guerrillas de Patía, y sus habitantes entablaron comunicación pacificas con los de Popayán. Esperabase que con el trato frecuente algunos ilusos depondrían su odio fanático y envejecido contra la república.

    Habiendo celebrado este arreglo los comisionados continuaron su viaje a Quito. El Presidente Aymerich los mandó tratar muy bien por todos los pueblos del tránsito. Le hizo un magnifico recibimiento en la capital, y los numerosos patriotas de aquella ciudad aumentaron la pompa y la fiesta por obsequiar al representante de Bolívar. Aymerich confirmó la línea de demarcación en el Mayo y lo demás que se había hecho en Pasto.


    __________________________

    Fuente:

    El otro ataque republicano. La batalla de Genoy

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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    La historia de Agustín Agualongo

    Escrito por Enrique Herrera

    Domingo, 30 Agosto 2015 14:38







    Hace 235 años, concretamente el 25 de agosto de 1780, nacía en Pasto, el caudillo Agustín Agualongo Sisneros, quien de simple miliciano cuando se inscribe en 1811 para defender a su ciudad de las agresiones que va a ser objeto por parte de los ejércitos que tanto del norte como del sur pretenden destruir, fue adquiriendo sus títulos militares hasta alcanzar el de Brigadier General de los Ejércitos del Rey. Analizaremos cuales son los conceptos que varios importantes historiadores de Colombia y Ecuador emitieron a favor de nuestro valor y orgullo de un pueblo como hemos considerado a Agustín Agualongo.

    Los siguientes son apartes del libro “Agualongo Valor y Orgullo de un Pueblo” de autoría de Enrique Herrera Enríquez hablando del nacimiento del prócer pastuso: “Fuertes vientos impregnados de frío que presurosos bajan desde las colindantes montañas vecinas al valle de Atriz, caracterizan en general la temporada de agosto en el placido recinto de la histórica San Juan de Pasto que se extrémese y convulsiona en los albores de la década de 1780, no solo con el habitual periodo ambiental de la época, sino frente a la nueva tributación que se augura implantar por parte del gobierno español ante la guerra que libraba contra Inglaterra que para aquel entonces cumplía algo mas de un año.

    En Ullaguanga, bucólico lugar poblacional de la ciudad, cercano al sector denominado río Blanco en predios del caudal cristalino del Pasto, la familia Agualongo Sisneros, está presta a recibir un nuevo hijo que tanto Manuel como Gregoria al igual que toda la familia en general y los vecinos más cercanos esperan ansiosamente para acogerlo con gran beneplácito esperando darle un nombre acorde con el calendario católico cristiano según disposición y costumbre de las gentes de aquel ayer que poco a poco se ha ido diluyendo para dar paso a nuevas identidades de la modernidad actual.

    En altas horas de la madrugada del 25 de agosto de 1780, los dolores de parto de Gregoria Sisneros Almeida se hacen más dramáticos como preámbulo del nacimiento de nuevo hijo de Manuel Agualongo quien preocupado por el estado de su esposa ha salido en búsqueda de la partera para que atienda el nacimiento de su vástago. Las horas pasan y la angustia es cada vez más impaciente, el penetrante frío acompañado de fuertes vientos que traspasa umbrales, puertas y ventanas de la soñolienta ciudad, cala los huesos, hace estremecer el cuerpo provocando tomar una taza de café o un tinto con aguardiente que alivie en algo la expectativa del momento.

    En medio de la angustia, la impaciencia y los vientos fríos de aquel agosto, se escucha el llanto de la nueva criatura que retumba cual si fuese trueno del relámpago destellante en el volcán tutelar de la ciudad cuando éste se encuentra en plena reactividad y ahora presenta un magnifico espectáculo con su cima cubierta de temprana nieve, resplandeciente ante la luz estelar de la mañana. ¡Es un varón! ¡Es un varón! Alguien grita. Si, en efecto, los Agualongo Sisneros cuentan con un varón que sin lugar a dudad da gran alegría en general a la familia, particularmente a Manuel, que como hombre siente complacer la continuidad de su estirpe con su particular apellido.

    Tres días después, el 28 de agosto, cumpliendo con el ritual de los católicos cristianos del ayer, el recién nacido fue llevado y presentado ante el altar de la Iglesia o Templo Matriz de San Juan Bautista de Pasto para que sea bautizado por el padre Miguel Ribera, quien seguramente como era costumbre de la época propuso el nombre de AGUSTIN haciendo honor al santo patrono que se festeja en este día. A la madrina de bautizo de Agustín Agualongo Sisneros, doña Catalina Pérez se le advirtió el parentesco que contraía al igual que las obligaciones que adquiría para con el ahijado...”

    El nombre de Agustín Agualongo despierta controversia entre quienes sin conocer su historia lo atacan, le indilgan las vicisitudes del pueblo de Pasto, insultan y denigran por la valerosa actitud que tuvo frente a las milicias pastusas en las confrontaciones con Simón Bolívar y sus generales, cuando se pretendía acabar con Pasto y su gente; en tanto, quienes hemos profundizado en el conocimiento de la historia de la vida militar del Coronel de Brigada Agustín Agualongo, lo defendemos y respetamos el valor y orgullo de pastuso que siempre enarboló cuando nuestra ciudad y en general la región fue objeto de los execrables crímenes que casi terminan con Pasto y su gente, no en vano el general Simón Bolívar decía desde Potosí a Santander el 21 de octubre de 1825: “Los pastusos deben ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte, dando aquel país a una colonia militar. De otro modo Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aún cuando sea de aquí a cien años, por que jamás se olvidaran de nuestros estragos…”

    Esta situación nos ha llevado a una investigación de carácter histórico para que conozcamos cual ha sido y es el criterio que ha despertado la vida militar de un guerrero como lo fue Agustín Agualongo.

    José María Obando, antiguo compañero de lucha y quien capturó al caudillo popular pastuso, dice: “Agualongo había sido demasiado grande en su teatro, tanto por su valor y constancia, como por la humanidad que había desplegado en competencia de tantas atrocidades ejercidas contra ellos. Yo pude haber manchado mis manos con la sangre de aquellos desgraciados en un tiempo en que era mayor el lucimiento cuanto era mayor la matanza; pero no quise igualarme a los barbaros que hasta hoy se jactan de haber bebido el hombre rendido”

    “Agualongo no debe estudiarse ni analizarse solamente desde su faceta como realista-dice el Presidente de la Academia de Historia del Cauca, Edgar Penagos Casas- Fue el signo de una región olvidada, de una raza bravía y valerosa, de un pueblo dominado y engañado a través de los siglos y que otrora fuese dueño absoluto de todo un continente…Cabría preguntarse si Agualongo no fue acaso un visionario al pensar que la verdadera liberación de un pueblo estaba muy lejos de realizarse con nuestra gesta emancipadora. Tal vez hoy nuestro indio esté hoy más sometido y más esclavizado y más cercano a desaparecer de la América que por muchos siglos estuvo bajo su señorío…Para los historiógrafos modernos, el tema del análisis sociológico del fenómeno Agualongo es apasionante. Ese hombre pequeño, rudo y de gran inteligencia llego a constituirse en el símbolo de la resistencia y de la lealtad de una raza que secularmente ha sido objeto del engaño y las promesas del dominante de turno….”

    Para el connotado escritor ecuatoriano Juan Montalvo: “Agustín Agualongo era un famoso caudillo, griego por la astucia, romano por la fuerza de carácter”.

    El destacado hombre publico pastuso don Franco Jesús Apraez, manifiesta: “Blanco o mestizo, indio o español, hijodalgo o gañan- muy poco nos importa- El General Agualongo encausó y dignificó hasta el heroísmo en épocas amargas, el honor pisoteado del pueblo pastuso. Fiel a su raza y leal a sus ideas, Agustín Agualongo, cumplió la misión sagrada de lavar con sangre las afrentas de un pueblo subyugado”.

    El historiador Sergio Elías Ortiz dice respecto de Agualongo y el pastuso de ayer: “En este momento decisivo en la historia de la ciudad, se revelo el alma antigua que dormía en cada pastuso. Reaccionó la sangre del Cid, pura o mezclada con la de primitivo indígena, y produjo ese tipo combativo, tenaz, sufrido, astuto, valiente hasta la temeridad, que como combatiente fue la desesperación de sus contrarios; un pueblo de soldados donde hasta las mujeres y los niños combatían con heroicidad nunca vista…”

    El historiador ecuatoriano Roberto Morales Almeida, dice: “Agualongo supera la miseria mortal conduciendo a su pueblo a vencer o morir por lo que creía deber único y sagrado. La historia nos dice cómo en Ibarra, Bolívar y Agualongo se miraron de potencia a potencia, debiendo el libertador emplear todo el dinamismo de su genio para eclipsar al indio realista que tremolaba reciamente el bicolor frente al tricolor de Colombia”

    El Maestro Ignacio Rodríguez Guerrero, afirma: “En Agualongo se cristaliza por modo magnifico las mas raras virtudes humanas, la lealtad sin vacilaciones, en todas las circunstancias, la hidalguía y generosidad con el adversario vencido. Prefirió la muerte a vivir con deshonra. Murió sin vendas de frente al sol: “Firme como su tierra y su estirpe”.

    Agustín Agualongo, el miliciano, el coronel, el General de Brigada, titulo este que concediera de manera póstuma el gobierno español a nuestro caudillo, ha sido estudiado y seguirá siéndolo para nuestro orgullo de pastusos, encontrando que cada vez que se investiga el trajinar militar del líder pastuso en defensa de su pueblo, frente a las agresiones de que fuimos objeto desde 1809 hasta su muerte en 1824, siempre fue el brazo de Agustín Agualongo el que evitó que desaparecieran a Pasto y su gente, como se analizara en su oportunidad.

    Manuel José Castrillón, testigo presencial del fusilamiento de Agualongo se refiere así al acontecimiento: “el caudillo pastuso murió como un valiente y que explicó muy bien a cuantos lo visitaron en la cárcel, que él no se consideraba criminal porque había hecho la guerra sosteniendo la causa de sus convicciones; llenando una labor de conciencia; que el no era un traidor al gobierno republicano porque no lo había reconocido, ni lo había jurado y que como prisionero, debía gozar de las garantías que habían regularizado la guerra. No obstantes estas razones, que eran justas y que debían haberse apreciado en su justo valor, fue fusilado …Tal vez este hombre, hubiera sido útil a la patria, si se lo hubiera iniciado en las doctrinas de la democracia, porque manifestó hasta su muerte que era digno de consideración, con un dignidad heroica que no era compatible con su educación. La patria nada ganó con la muerte de un hombre que, alejado del foco de sus opiniones, más tarde hubiera sido de provecho para la causa pública. La patria se libró de un enemigo astuto, entusiasta en su partido y valiente, cuyo prestigio impedía el sosiego público y el afianzamiento del orden legal, pero el medio de que se la ha hecho mérito para deshacerse de él, fue indigno, principalmente para la causa de la libertad y de la filosofía. Parece que Pasto estaba condenado a que se ejecutaran actos vandálicos, los más execrables que ocurrieron en aquella época, dirigidos por funcionarios públicos que debieran acatar las garantías sociales, dar valor moral a nuestras instituciones y buena fe de los representantes del gobierno. Se fusiló al valiente Agualongo y a tres de sus compañeros, creyendo falsamente que poner fuera del dominio a unos hombres fanáticos por sus convicciones, se destruiría el mal. Error funesto! Sangre no produce otro efecto que crear nuevos prosélitos y el patíbulo nunca sirve para corregir delitos y mucho menos para terminar cuestiones políticas. Más bien es lección objetiva que se da al pueblo, para aprender a matar, porque las ejecuciones se traducen en asesinatos judiciales. Las victimas que se sacrifican en los patíbulos se consideran mártires de sus doctrinas y atraen más bien la conmiseración de los espectadores que su antema y la maldición. Los patíbulos desmoralizan más bien que corrigen los delitos. Y en efecto, la pena moral no la sufren los que mueren, sino los que observan. Maldición eterna a los patíbulos…”

    Alberto Miramón, hace la siguiente comparación: “Ricaurte y Agualongo…Pueden darse imágenes más violentamente opuestas, y, al propio tiempo, más estrechamente unidas en la decisión heroica de servir a sus respectivos pendones, que la del joven santafareño que en un colina venezolana, hace volar el parque, cuya custodia le había sido confiada y se inmola a su causa, con la del intrépido pastuso (Agualongo), que rompe la promesa del indulto para no mancillar su fe jurada, aunque ya estaba definitivamente perdida la suerte de ella…¿Conservar la existencia a trueque de cambiar de bandera y entra al servicio de sus enemigos de la víspera?” Agualongo no sabe de esas jugadas cobardes e indignado rechazó semejante propuesta. El no era tránsfuga, uno de esos seres acomodaticios a quienes vivir es lo que más importa. Casi pide la muerte, porque lejos de los suyos, vencido, inerme, comprende que sólo ya ella puede liberarlo. Nunca como entonces se presentó aquel hombre cual autentico arquetipo de la tierra, es esa provincia turbulenta y sufrida a la que ni la clemencia podía vencer, ni el rigor intimidar, al decir de Daniel Florencio O´Leary.

    Los agentes de la república no podían ofrecer más, ni debían seguir dilatándose en el cumplimiento de la sentencia: comprendían que sus reflexiones eran inútiles, que sus halagos se romperían contra la fortaleza de aquel corazón, como la vana hermosura de la ola contra el arrecife, y fue preciso ordenar su fusilamiento.

    El historiador payanes A.J. Lemos Guzmán, se hace esta pregunta: ¿Debió fusilarse a Agualongo?, y responde:

    “Militarmente quizás si; pero esa vida algo valía, era respetable, el hombre tenia dimensiones heroicas, simbolizaba una viva raíz de nuestra estirpe y no era el traidor, sino simplemente un rebelde convencido, con el revoltillo, en la mente inculta, de ideas políticas atrabiliarias y exasperados sentimientos religiosos, don Juan Montalvo lo exalta, y su nombre aún vive, tal vez se merecía la clemencia, y mas que todo por que no fue sanguinario, Obando rehusó mancharse con esa linfa altiva, pero no fue oído; Agualongo, en todo caso fue grande, y es también un prócer colombiano, si no de la libertad, si de la rebeldía”.

    El historiador Alfonso Ibarra Revelo dice: “Agualongo, es un ser humano, tangible, hecho de la misma arcilla palpitante y viviente de que todos estamos formados y más que todo es salido de la carne dura del pueblo. No es un símbolo, no es una metáfora de hombre, como cualesquiera de los hombres colombianos. Es un hombre pero en grado heroico inimitable y ejemplar. Ha sido pasado ya por el tamiz más sutil de todas las apreciaciones universales y ha quedado como salao de su análisis acrisolado, el recuerdo de sus hazañas épicas como muestra del guerrero único en la historia de América y como estandarte glorioso de una raza vigorosa, patriótica y leal”.

    El sacerdote Justino Mejia Mejía manifiesta: “Eso por que ayer Pasto tuvo un Agustin Agualongo. Eso porque hoy Pasto tiene una sombra de cadalso. No volverán por siempre jamas los días heroicos. No volverán por siempre jamas Agustin Agualongo. Y al hablar de Pasto estoy hablando de Nariño.

    Nos está haciendo falta Agustin Agualongo, el hombre inmarcesible que años atrás, el 17 de julio de 1823, llevó hasta la ciudad ecuatoriana de Ibarra el nombre y la bravura de las gentes de su tierra, los garrotes y los pendones de Pasto de Ayer.



    __________________________

    Fuente:

    La historia de Agustín Agualongo

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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    El falso grito de independencia del 20 de julio de 1810 en Bogotá

    Escrito por Enrique Herrera

    Jueves, 16 Julio 2015 23:27






    Fotografía: Juan Francisco Vargas


    Hace ocho días, luego de dejar muy en claro el pensamiento y comportamiento profundamente monarquista de Joaquín de Caicedo y Cuero, máximo exponente de la dirigencia vallecaucana, se trajo a referencia el documento de la Junta de Gobierno de Santafé de Bogotá donde plantea que: “Cali tendrá el honor de decir en la posteridad, que se anticipó a manifestarlos, y correr los riesgos a que la exponía su declaración…” cuando pide “que luego inmediatamente y sin pérdida de momentos, se pida al excelentísimo señor virrey del Reino la convocación e instalación de una Junta Superior de Seguridad Pública en aquella capital, cuyo principal instituto sea la salud y conservación de la Patria y de estos preciosos dominios para Fernando Séptimo y su familia, cuya extensión de facultades deberán prescribirse en aquella capital, con acuerdo de diputados de todos los cabildos del Reino...” que no es otra cosa que plantear la conformación de una junta Superior de Seguridad Publica que defienda el gobierno de Fernando VII frente al usurpador de Napoleón Bonaparte, lo cual no es ninguna independencia frente a España. Si cabe la independencia de Francia, que había impuesto a José I, hermano de Napoleón como monarca.

    En el oficio que se hace llegar al Comisionado de Regencia don Antonio Villavicencio, se ratifica la fidelidad y lealtad a Fernando VII, cuando manifiesta: “Este Cabildo, el de Cali, protesta con toda la buena fe que le inspiran sus obligaciones, que no se ha propuesto en sus acuerdos otro objeto que el de conservar la pureza de nuestra Sagrada Religión, la fidelidad debida a nuestro desgraciado Fernando 7º (que tiene hechizados los corazones de sus vasallos americanos), y la seguridad y tranquilidad de la Patria que a poca vigilancia podemos libertar de las garras del Monstruo que quiere hacerse señor de toda la tierra. Se anticipa este ilustre cuerpo a manifestar a V. S. sus sentimientos, no sólo por consideración al brillante carácter de Comisionado Regio, de que se congratula, sino también por no omitir paso que pueda conducir a beneficio de la Patria y conservación de estos Dominios para nuestro Rey cautivo”

    “Y en consecuencia de todo, puestos de rodillas los señores que asistieron al presente Congreso, el de las Ciudades Confederadas del Valle del Cauca, delante la imagen de Nuestro Señor Jesucristo crucificado, juraron por él, la Santa Cruz, y sobre los Sagrados Evangelios, de prestar obediencia y homenaje de fidelidad al Consejo de Regencia, en representación del Señor don Fernando Séptimo, en los términos y bajo las circunstancias acordadas en la presente Acta, que firman Sus Señorías por ante mí el presente escribano al que doy fe…” En el oficio que se remite al Consejo de Regencia por el Cabildo de Cali, reafirma y ratifica su fidelidad y lealtad a Fernando VII:” El adjunto testimonio del acta celebrada por este cabildo en consecuencia de la real cédula expedida para el reconocimiento y obediencia de ese Consejo de Regencia, como el cuerpo que inmediatamente representa la augusta persona de nuestro muy amado y cautivo soberano señor don Fernando 7º, acredita que en los más remotos lugares de la América no se respiran otros sentimientos que de respeto a nuestra Santa Religión, fidelidad al Monarca desgraciado, y amor a la Patria. Las presentes circunstancias no pueden ser más delicadas. Jamás he visto la nación en crisis más memorable, ni sembrada de mayores peligros. El usurpador de las coronas, el monstruo de la Europa, el hombre más sanguinario que ha conocido la tierra, se refieren a Napoleón, cuando no puede con la fuerza de sus armas victoriosas ocurre a la seducción, al engaño, a la perfidia para conquistar espíritus débiles y extender su imperio, no sólo en la Europa, sino fuera de ella. El americano no suspira sino sentimientos de fidelidad”.

    El historiador Indalecio Lievano Aguirre, refiere así los acontecimientos del 20 DE JULIO DE 1810 en Santa fe de Bogotá: “Por las correcciones y entrerrenglonaduras que se hicieron en el Acta del Cabildo del 20 de julio de 1810, ha podido establecerse que su redacción inicial fue modificada en el sentido de hacer más expreso el reconocimiento de Fernando VII y del Consejo de Regencia y dar importancia especial al nombramiento del Virrey como Presidente de la Junta Suprema. Tales fueron las bases sobre las que se llegó a un acuerdo entre el Oidor Jurado y los patricios criollos, quienes no deseaban la Independencia sino compartir el poder con el Virrey. Tal era la doctrina de Camilo Torres y los principales juristas de Santafé, para quienes los vínculos de dependencia entre la Metrópoli y los Dominios se mantendrían incólumes si España permitía a "los descendientes de don Pelayo", a los herederos de los conquistadores y encomenderos, participar en el gobierno de los Dominios, en igualdad de condiciones con los españoles. En general, para las oligarquías criollas de América, la Independencia era una alternativa sembrada de peligros, y sólo deseable en el caso de que España fuera dominada por los "libertinos de Francia" y se tratara de imponer, a las posesiones de Ultramar, las "detestables" doctrinas de la Revolución Francesa. Por ello, las revueltas que dirigieron las oligarquías criollas, en 1810, en las capitales americanas (Quito, Caracas, Santiago de Chile, Santafé de Bogotá), coincidieron en su adhesión a Fernando VII y al Consejo de Regencia de Cádiz.

    Como a los criollos no les importaba la Independencia sino compartir el poder con las autoridades coloniales, en el Cabildo de Santafé pudo el Oidor Jurado, la noche del 20 de julio, conseguir que en el Acta de ese día se dejaran registrados y a salvo los intereses de Fernando VII y por consiguiente de España.

    En cuanto a la actitud de quien suscribiera el famoso Memorial de Agravios, Lievano Aguirre dice: Fue don Camilo Torres quien se encargó de defender la jurisdicción del Consejo de Regencia y los derechos de Fernando VII, dando muestras, desde aquella noche, de la conducta equívoca que mantendría a lo largo del proceso de emancipación.

    Fue don Camilo Torres quien, en la noche del 20 de julio, más eficazmente ayudó al Oidor Jurado a impedir que se tomara cualquier decisión que pudiera parecerse a una declaración de Independencia, y fue él, con Frutos Joaquín Gutiérrez y Acevedo Gómez, quienes impusieron la elección del Virrey Amar y Borbón como Presidente de la Junta Suprema.

    Una vez electo el señor Amar, se designó Vicepresidente de la Junta a don José Miguel Pey, hijo del famoso Oidor que ordenó el desconocimiento de las Capitulaciones otorgadas a los Comuneros y redactó la famosa sentencia de muerte contra Galán. A continuación el Oidor Jurado procedió a instalar solemnemente la Junta de Gobierno y los vocales presentes juraron no "abdicar los derechos imprescriptibles de la soberanía del pueblo a otra persona que a la de su augusto y desgraciado Monarca don Fernando VII" y sujetar "este nuevo Gobierno a la Superior Junta de Regencia, ínterin exista en la Península". Para terminar la ceremonia, se recomendó « muy particularmente al pueblo — dice el Acta — la persona del Excelentísimo señor don Antonio de Amar ».
    Pasto Mi Tierra

    Miguel Antonio Caro, quien fue presidente de Colombia y destacado intelectual, se refiere así al 20 de Julio de 1810: Invadida España por los franceses y cautivo Fernando VII, instalóse la Junta de Sevilla, que se arrogó el título de Suprema de España e Indias; sucedióle la Central, y luego el Consejo de Regencia, y estos cuerpos, con pretensiones heredadas de la primera, confirmaron en sus empleos a los virreyes y oidores, y ya con noticias falsas sobre la situación de España, ya con tardías promesas, intentaron mantener sujetas las comarcas ultramarinas.

    Animados del doble ejemplo de los hijos mismos de España que erigían juntas patrióticas que luego derribaban, aprovechóse el pueblo de Santafé de un casual accidente, para llevar adelante su intento, y representado como los demás de América, única pero lealmente por el Ayuntamiento, asumió la soberanía, depuso autoridades, y desconoció cualquiera que no fuese la de Fernando, a quien juró vasallaje, ofreciéndole, como asilo para reinar, por estar ocupada la península, la tierra de Cundinamarca.

    Tal fue el importante movimiento de 1810: movimiento generoso y fecundísimo; pero constitucional y monárquico, no republicano ni de independencia. Legalizóse y ratificáronse sus principios por la Constitución monárquica de 1811, cuyo Imperio se extendió hasta el 16 de julio de 1813. Entonces, y sólo entonces, se declaró la independencia propiamente dicha; el Estado, de monarquía que era, se constituyó en forma democrática, y el Presidente de Cundinamarca, que enantes ejercía el Poder Ejecutivo como Vicegerente del Rey empezó a desempeñarlo bajo la protección de Dios y en nombre del pueblo.

    Nosotros, dice Miguel Antonio Caro: hemos distinguido esas dos fechas, bien que sin separarlas, pues la una conduce a la otra; y hemos concluido: el 20 de julio no es aniversario de independencia, porque entonces no se proclamó independencia; ni del nacimiento de la República, porque la forma monárquica subsistió hasta 1813.

    Tal ha sido nuestra tesis; y ciertamente que para demostrarla bastaría la antecedente concisa relación de los hechos, acorde, como está, con los que consignan nuestras historias; Repasemos, ya que a ello se nos invita, las que en otro número en pocas palabras apuntamos, y examinemos, por su orden, los reparos de La América .

    Ante todo argüimos con el contenido del Acta misma impropiamente llamada de independencia, pues en ella se reconoce por monarca de la Nueva Granada al que lo era de España, a don Fernando VII, concluye finalmente el intelectual Miguel Antonio Caro.

    Por otra parte el protocolo para asumir un cargo, después del 20 de julio de 1810 tenía la siguiente pregunta: Juráis por Dios Nuestro Señor y los Santos Evangelios que estáis tomando, defender, proteger y conservar nuestra Santa Religión Católica, Apostólica y Romana, sostener los derechos del Señor Don Fernando Séptimo contra el usurpador de su corona Napoleón Bonaparte y su hermano José?

    Ante lo cual, quien asume el cargo, respondía: Juro por el Dios que existe en los cielos, y cuya imagen está presente y cuyas sagradas y adorables máximas contiene este libro (puesta la mano derecha sobre los evangelios), cumplir religiosamente la Constitución y voluntad del pueblo expresada en esta acta, acerca de la forma de gobierno provisional que ha instalado; derramar hasta la última gota de nuestra sangre por defender nuestra Sagrada Religión Católica, Apostólica, Romana, nuestro amado monarca Fernando Séptimo y la libertad de la Patria.

    Es de advertir que cuando se hablaba de la Patria era de España a quien se consideraba y reconocía como tal.
    Tres días después, el 23 de julio, similar a Quito, se ordena por parte de la Junta santafereña, poner un gran retrato al óleo de Fernando VII en la Plaza Mayor o principal de Santafé de Bogotá para que presida las reuniones o manifestaciones de la época.

    El primer Bando de la nueva Junta de Gobierno, redactado por Camilo Torres, el del famoso Memorial de Agravios, manifiesta que: “Convencido este cuerpo de los sentimientos con que el pueblo ha excitado su lealtad a favor de su justa causa, ha resuelto, como fundamento de la Constitución a que prestará todo el lleno de su energía, se observen los puntos siguientes:

    1º Sostener y defender la Religión Católica, Apostólica y Romana.

    2º Defender los derechos de nuestro amable soberano don Fernando VII, conservando este reino a su augusta persona hasta que tengamos la feliz suerte de verlo restituido a un trono de que le arrancó el tirano del mundo (Napoleón).

    En Funza, reconocida como Villa Santiago de Bogotá, se diseña el 6 de septiembre de ese año, el primer escudo que se tenga noticia del nuevo régimen donde se conserva insignias de fidelidad y lealtad a Fernando VII. Todo indica que el escudo en referencia se diseñó para ser acogido como emblema del nuevo régimen con epicentro en Santafé de Bogotá, hoy Funza lo tiene como su escudo insignia.

    El 14 de octubre de 1810, día del cumpleaños del monarca español, la orden fue de festejar dicha efemérides con todo el fervor y el entusiasmo que la ocasión ameritaba, lamentando profundamente la prisión del amado monarca por parte del infame Bonaparte según se establece en los documentos de la época.

    La Constitución de 1811 de Cundinamarca es totalmente monarquista al reconocer a Fernando VII como su rey cuando se inicia así: "Don Fernando VII por la gracia de Dios, y por la voluntad y consentimiento del Pueblo legítima y constitucionalmente representado, Rey de los Cundinamarqueses y á su Real nombre D. Jorge Tadeo Lozano Presidente Constitucional del Estado de Cundinamarca, á todos los moradores estantes y habitantes en él – Sabed…”.

    El propio historiador José Manuel Restrepo en su Historia de la Revolución de Colombia, dice: “ declarada que fue la independencia absoluta el 16 de julio de 1813, el colegio revisor de la constitución de Cundinamarca determinó que se adopte otra bandera, que debía componerse de los colores azul, amarillo y encarnado.

    También se decretó que suprimiéndose en la moneda el busto del Rey, se pusiera por el anverso el de aun india con esta inscripción: Libertad Americana; y por el reverso una granada, su peso y el año en que se acuñara. Conforme a tales reglas y tipos se acordó sellar en Santafé una moneda de plata de baja ley, pues no pasaba de siete dineros, que fuera provincial, y que solamente circulara en el territorio de Cundinamarca

    Estos casos no son aislados por parte de la Junta Suprema de Gobierno, largo sería enumerar toda la serie de hechos que demuestran la sumisión, el vasallaje, reconocimiento y acatamiento a Fernando VII y a España hasta el 16 de julio de 1813 cuando a petición de Antonio Nariño el colegio electoral de Cundinamarca aprobó “que de hoy en adelante Cundinamarca es un Estado libre e independiente, queda separado para siempre de la corona y gobierno de España y de toda autoridad que no emane inmediatamente del pueblo y sus representantes...”

    La institucionalidad del 20 de julio de 1810 como fecha de la independencia de nuestro país, se origina en la ley 60 del 8 de mayo de 1873, que emite el presidente de la República Manuel Murillo Toro, dirimiendo una interesante polémica que se presenta entre Miguel Antonio Caro que defiende el 16 de julio de 1813 como día de la independencia, y José María Quijano Otero que acoge el 20 de julio de 1810. Quijano Otero era liberal y ejercía como Secretario de la Cámara de Representantes, tenía en tal razón más afinidad y amistad política con el presidente Murillo Toro que hacía parte del Olimpo Radical del liberalismo colombiano de aquella época



    __________________________


    Fuente:

    El falso grito de independencia del 20 de julio de 1810 en Bogotá

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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    Cartas desde Colombia: Los Indios del Rey





    Un bicitaxi circula con una bandera de España en Cuba

    Carlos Arturo Calderón Muñoz.- “Si tuviera veinte vidas estaría dispuesto a inmolarlas por la religión católica y por el rey de España”. Esas fueron algunas de las últimas palabras pronunciadas el 13 de julio de 1824 por un coronel del ejército realista en Popayán, actual Colombia, antes de ser fusilado por las tropas “libertadoras”. Este coronel, quien murió sin saber que había sido ascendido a general por su rey y que se rehusó a ser vendado porque quería morir de cara al sol (¿Premonición de un himno futuro?), no era europeo, ni siquiera era blanco, era un indio mestizo y su nombre fue Agustín Agualongo.

    Cuando se habla de las guerras de emancipación americanas se suele fabricar un escenario en el que una fuerza multicultural de indios, negros, zambos, mulatos y demás mestizos se enfrentaron a la opresión genocida blanca hasta lograr su libertad. En realidad, ambos bandos contaron con una mezcla de todos los colores. Rara vez se menciona que los jerarcas del independentismo eran hombres blancos y acaudalados que traicionaron a su rey y a su país para lucrarse de los negocios que tenían con la masonería anglosajona. Mucho menos se reconoce que una mayoría aplastante de los grupos indígenas a lo largo de todas las Américas decidieron pelear del lado de la corona en ese periodo oscuro.

    Agualongo era parte de la alta sociedad de San Juan de Pasto, ciudad occidental de Colombia que se caracterizó por una férrea defensa de la unidad con España, llegando a derrotar en varias ocasiones a los ejércitos de Antonio Nariño y Simón Bolívar. Cuando todo el virreinato de la Nueva Granada, además de Guayaquil y Quito, había caído bajo el poder independentista, los 21 pueblos indígenas que circundaban Pasto continuaron en una guerra de guerrillas, proclamando su lealtad al rey Fernando, estos nobles indios persistieron en su lucha hasta 1830. Esta actitud no fue una excepción sino una regla a lo largo de América.




    Guerrillas indígenas realistas contra Simón Bolivar.



    En el caribe colombiano existen los poblados de Mamatoco, Gaira, Bonda y Ciénaga que suelen ser desconocidos por el español e incluso el colombiano promedio de hoy, pero en las guerras de emancipación sus residentes indígenas fueron imprescindibles para que Santa Marta soportara el asedio de los rebeldes. En 1816 el cacique de Mamatoco, Antonio Núñez, fue nombrado capitán de los ejércitos del rey y años más tarde, en 1823, cuando los ejércitos realistas ya tenían cuatro años de haber sido derrotados en el puente de Boyacá, muchos de estos indios retomaron Santa Marta. En 1813 la aristocracia criolla de Cartagena, que estuvo al servicio de la independencia desde sus inicios, tuvo que afrontar levantamientos de las clases populares indígenas que se sentían traicionadas al ver como sus líderes locales desconocían al rey.

    Los indios guajiros históricamente han ocupado un territorio que se extiende por la frontera colombo-venezolana, en sus dominios fueron una total maldición para las tropas independentistas. Muchos de los refuerzos de los ingleses entraron por esa zona al país y en los anales de la historia militar británica hay volúmenes enteros que hablan de la feroz resistencia de esos nativos a los que llamaban barbaros, pero que los reconocían como valientes y decididos por la causa del rey de España.

    El militar anglosajón Francis Burdett O´Connor, reconoce en sus escritos que desembarcó en Margarita con 800 lanceros y al llegar a Riohacha sólo le quedaban 261. Las tremendas bajas eran producto del enfrentamiento con guajiros, que como guerrilleros les resistían en cada pueblo por el que pasaban.






    Ya que hablamos de Venezuela, en donde nació Simón Bolívar, la propaganda negra no ha sido capaz de callar las voces de los fantasmas del pasado. Mientras el gobierno bolivariano utiliza el día de la hispanidad para hablar de la resistencia indígena (Resistencia antiespañola por supuesto) en el común de la hermana Venezuela todavía resuena la feroz lucha de los indios caquetios del Coró, que para la vergüenza de muchos fueron más realistas y españoles que cuantiosos blancos americanos, empezando por Bolívar.

    Estos indios fueron leales a España desde la conquista, rechazaron a los piratas ingleses y franceses durante los siglos XVI y XVII y cuando la independencia llegó combatieron sin descanso a las tropas de Francisco Miranda. Sus últimos reductos fueron finalmente derrotados en 1823, cuando la batalla de Carabobo ya era parte de la historia. Su lealtad fue castigada con sangre, de los más de 8000 indios caquetios que habitaban la localidad antes de la guerra, poco menos de 1800 sobrevivieron al conflicto.

    Muchos indios, al igual que esclavos y mestizos, se incorporaron en una guerrilla que llegó a convertirse en un ejército bajo el mando del asturiano José Tomás Bobes, quien logró derrotar a los ejércitos independentistas de Venezuela y por escaso tiempo la mantuvo alejada de la garra separatista. En 1829 las últimas guerrillas mixtas, que incluían muchos indígenas de diferentes latitudes venezolanas, cayeron ante el avance del mundialismo

    Contrario a la propaganda negra, España siempre fue muy respetuosa con las tradiciones y culturas locales de sus súbditos. En el Perú, los ejércitos realistas tenían un gigantesco componente de “cholos”, que es una forma genérica, y en ocasiones despectiva, de llamar a los grupos indígenas de esa república hermana. Eran descritos por sus superiores, como el general Pezuela, como soldados dispuestos a hacerse matar en sus puestos. El problema es que cuando ya habían pasado casi 3 siglos de presencia española en esos territorios, la mayoría de esos indios no hablaba la lengua de Cervantes.




    Indígenas de Panamá celebrando el Día de la Hispanidad.


    Sus lenguas nativas, siendo el quechua y el amayra las mayoritarias, eran protegidas por las leyes de la corona, razón por la cual muchos mandos medios españoles aprendían sus idiomas para darles instrucciones en batalla; no es de extrañarse que hubiera tal lealtad por España. En el Perú se conformó el regimiento de Nobles Patricios del Cuzco, cuyo cuerpo de oficiales estaba compuesto por los descendientes de las 13 casas de sangre Inca. Es decir, en plena guerra de independencia, los descendientes del imperio Inca continuaban con el estatus de nobleza de sus ancestros dentro de la estructura social española.

    En 1814 uno de los caciques miembros de este cuerpo, Mateo Pumacahua, traicionó a España y se sublevó a favor de la independencia. Su posición de noble inca y oficial del rey fue intranscendente para sus hermanos de sangre, fueron los propios indígenas los que frustraron su intento golpista y después de derrotarle se mantuvieron junto a la corona hasta el fatídico final.

    Los iquichanos combatieron por la hispanidad aun cuando el virrey se había rendido, fueron liderados por un simple campesino indígena, Antonio Huanchaca, quien al igual que el pastuso Agualongo juró defender con su vida a España y su rey. Debieron ser más que vanas palabras, pues su comportamiento en batalla fue tan destacado que terminó siendo Brigadier general de los ejércitos del Perú.





    Moviéndonos más al sur, en ese Chile mítico y telúrico, las tribus indígenas, alguna de ellas idealizada por Alonso de Ercilla en su soberbia obra cumbre “La Araucana”, fueron tan dignas de reconocimiento como cualquier otra. Los ofrecimientos de ayuda logística y militar a la causa del rey tuvieron un carácter permanente. En 1813 el cacique Villacurá se declaró a sí mismo y a sus gobernados como adictos al rey y dispuso todos sus recursos para combatir hasta el último hombre en la defensa de Chillán.

    En 1817 media docena de caciques y otros tantos nobles ofrecen al rey todos sus medios para la lucha. Los jinetes araucanos eran sumamente habilidosos y respetados por los españoles, siempre combatieron con sus ropajes tradicionales, como lo hicieran pueblos nativos europeos junto a los romanos. A todos sus nobles se les daban posiciones de oficiales en el ejército y vestían con el decoro propio de Europa.

    Por su parte los pehuenches combatieron a muerte en todo el territorio continental chileno y en la Patagonia argentina contra las fuerzas independentistas. Su lucha fue tan extensa que no fueron derrotados sino hasta el año de 1832, tiempo para el cual batallas históricas de la independencia como las de Ayacucho, Pichincha y Junín ya tenían varios años de terminadas. En el cono sur también se contó con el apoyo de los lafkenches, wenteches, boroganos, reches y en general todo el mundo mapuche.

    Los hermanos Pincheira consolidaron uno de los últimos reductos del realismo en América, estos organizaron guerrillas que desafiaron el poder republicano en Chile y la Argentina. Sus victorias militares no se hubieran logrado de no ser por el apoyo irrestricto de los ya mencionados pehuenches. Los caciques Neculmán, Canumilla y Martín Toriano fueron de sus aliados nativos más destacados.

    Me gustaría poder citar a todos los pueblos y comunidades indígenas que pelearon a favor de España en la independencia, pero cada vez que viajo por mi geografía nacional, cada vez que abro un libro o página web saltan cientos de nuevos nombres y epopeyas locales de amerindios que lucharon por la corona. También hubo grupos que pelearon por los independentistas, pero a diferencia de aquellos que combatieron por la hispanidad no tuvieron números tan grandes ni hazañas tan heroicas.

    Es aquí donde saltan las hienas iracundas a proclamar que todos esos indios fueron obligados a luchar y que cualquiera que lo niegue no pasa de ser un apólogo del exterminio de los pueblos originarios de América. La verdad, el mestizo que esto escribe no puede aceptar esa idea. España no tuvo colonias, sino provincias. La madre patria era la tierra de seres alegres y orgullosos que desconocían el rigor del mundo feudal de la edad media, eran libres, o arrogantes dependiendo quien los juzgue, gracias a que habían aprendido a vivir bajo el cerco enemigo. No se rindieron, sino que hicieron de la lucha por la subsistencia su actuar habitual, rendirse nunca ha sido su costumbre. Eran herederos de Roma por lo tanto llevaban civilización, no arrasaban en obras de saqueo masivo como suele hacerlo el Islam.

    ¿Y eso qué? Pues, lo que digo no es idealización, es realidad. En las Américas siempre existieron las leyes de indias, que dedicaban capítulos enteros a la protección de los derechos de la población conquistada. Los nativos gozaron de un estado de bienestar porque eran ciudadanos del imperio. Hoy existe la medicina tradicional indígena porque los españoles la recopilaron en tomos y la incorporaron a la historia escrita. El amayra, el quechua, el guaraní, los múltiples dialectos mayas, las más de 65 lenguas indígenas de mi natal Colombia y muchos otros cientos a lo largo del continente sobreviven al día de hoy porque fueron respetadas, mantenidas y legalmente protegidas por la corona. Si un español europeo se atreve a contradecir este hecho, le reto a que me explique cómo es que el vasco, catalán y gallego gozan de tal salud en la madre patria.




    Indígenas colombianos explotados por multinacionales.


    En Europa o en América, Hispania , como Roma, aglutinó bajo un sueño común a los pueblos y a diferencia de Israel o los Aztecas se encargó, siendo la nación vencedora, de que los vencidos mantuvieran su dignidad. Esa actitud es la antítesis de la realidad pragmática, de hecho es de locos. Debe ser por eso que los hispanos vemos como arquetipo de la nobleza al álter ego de Alonso Quijano.

    España siempre ha sido propensa a la libertad, por lo tanto odia la esclavitud y a los esclavos, los indios no podían ser sometidos a ese flagelo y si llegaron esclavos negros al continente fue por los tratados impuestos a Iberia cuando fue derrotada militarmente por sus hermanos europeos. El trueque, los ídolos paganos, la hechicería, las parteras y prácticamente todos los vestigios de cultura local fueron protegidos. De haber sido diferente mi país sería, desgraciadamente, como los Estados Unidos de América, en donde es más fácil encontrarse a un chino o a un bantú que ver un navajo o un sioux.

    ¿España fue perfecta? No, hubo abusos, homicidios y robos como en cualquier comunidad humana de la historia sin importar su raza o cultura. Pero a diferencia de muchas otras naciones, incluso en la sofisticada Europa, la madre Hispania, mi amada Gothia, se caracterizó por continuar la nobleza propia de la civilización clásica.

    Esos indios pelearon con fanatismo extremo y amor incondicional por su protector, por su padre, pues era así como imaginaban a un rey que nunca vieron. Lo que sucedió después no tiene nombre, La masonería y el sanedrín no conocen la magnanimidad. A lo largo de todo el continente se presentaron masacres y exterminios de pueblos locales durante los siglos XIX y XX. Para satisfacer la necesidad de carne de res de los ingleses, en Argentina se aniquilaron a las tribus que ocupaban el lugar que se necesitaba para el ganado. En todo el continente se cargó contra las lenguas nativas, se ridiculizaron sus costumbres y la Iglesia católica, si es que así se le puede llamar a ese engendro infiltrado que conocemos hoy, convirtió a fuerza de cañón a los otrora protegidos paganos. En Colombia los indios no volvieron a ser reconocidos como ciudadanos con plenitud de derechos hasta la Constitución de 1991.





    El mundialismo económico impone sus reglas: Poblaciones indígenas de toda Iberoamérica viven hoy en condiciones de esclavitud.


    El tiempo ha pasado y así como los españoles cambiaron a Don Pelayo por Zapatero y Rajoy, los indios han sido absorbidos por un globalismo atroz que los usa para la promoción de la dictadura. ¿Qué importa si el Che Guevara los consideraba una fuerza bruta que podía ser utilizada como carne de cañón en las revoluciones marxistas? ¿A qué indio le interesa que a la nobel de la paz, Rigoberta Menchú, no le importaba que comunidades indígenas diferentes a la suya fueran masacradas por los sandinistas con tal de obtener reconocimiento económico y mediático? ¿A qué indio le importa que Evo Morales, presidente indígena de Bolivia, se desborde en demagogia pachamamista mientras saquea los recursos de sus hermanos para regalárselos a las mega-petroleras internacionales? Déjenme decirles, ¡a ninguno! Esos indios de hoy actuarán como lobotomizados en favor de la causa mundialista porque ya no se acuerdan de quienes han sido.

    Marruecos refuerza su flota con un submarino ruso de última generación, la alcaldía de Londres ha quedado bajo dominio musulmán, China se hace con el control del oro, la finanza judía concentra más poder que nunca y lo peor de todo, las mujeres españolas han dejado de dar a luz, debe ser porque el hombre español ya no ama la vida. Casi todos esos indios, salvo por sus líderes mestizos, eran puros, su conexión con España era cultural y administrativa, no habían lazos genéticos. Aun así se enfrentaron al Apocalipsis de su tiempo con valentía incuestionable.
    ¿Qué haré yo que tengo sangre española en mis venas? ¿Qué harán ustedes europeos blancos? Estamos a las puertas del Ragnarök, la hispanidad, como parte indivisible de Europa, tendrá que pelear. Nos quieren extinguir y personalmente no deseo que la siguiente generación recuerde a España como al mito de la Atlántida, deseo que la vivan. España y Europa deben sobrevivir, esta vez es nuestro turno de que así sea.

    Desde San Bonifacio de Ibagué, Colombia




    __________________________

    Fuente:

    Cartas desde Colombia: Los Indios del Rey – Alerta Digital

  16. #16
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    Simón Bolívar, el traidor anglosajón masón, al margen de traicionar y asesinar españoles, también al acabar la guerra se dedicó a aniquilar tribus indígenas, que anteriormente estaban protegidos por la corona española. Por tanto pedimos su retirada en España!!






    https://www.facebook.com/11088336593...type=3&theater

  17. #17
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    LA LEALTAD OLVIDADA. AGUSTÍN AGUALONGO Y LA CIUDAD DE PASTO.


    Cuando a finales de la primera década del siglo XIX estallan las primeras insurrecciones en la América española, el líder indo-mestizo Agustín Agualongo se alistó en los Reales Ejércitos en los que alcanzaría el grado de coronel, enfrentándose al mismísimo masón Simón Bolívar. Finalmente sería capturado y condenado a muerte tras consejo ...de guerra de los independentistas. Aunque se le ofreció el perdón y la conservación de su grado y empleo de coronel si renegaba de su españolidad y se pasaba a los republicanos, fiel a su trayectoria vital y a su firme ideario escogió la lealtad a España. Sus últimas palabras antes de que las balas asesinas del pelotón de fusilamiento segaran su vida fueron: 《Si tuviese veinte vidas, estaría dispuesto a inmolarlas por la Religión Católica y por el Rey de España, ¡Viva el Rey!!》.

    ... Otra figura digna de una estatua o un lienzo en España y cuya memoria no será glosada jamás en película ni documental alguno.










    https://www.facebook.com/16538977815...type=3&theater

  18. #18
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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    EL DOLOROSO GENOCIDIO DE PASTO.


    Amigos invisibles. Para escribir sobre momentos tristes de la historia americana hay que tener verdadera fortaleza en el alma, porque ahora recordamos el caso del expresidente guatemalteco Efraín Ríos Montt, condenado a ochenta años de reclusión por genocidio contra la población maya, cuestión que nos trae a otro recuerdo la continua barbaridad cometida contra el pueblo pastuso de Colombia en tiempos de la Independencia, y por el solo hecho remarcado de dicha comunidad al ser fieles devotos a la corona española con que habían convivido y cruzado su sangre americana durante tres siglos, sucesos ocurridos cuando los llamados facciosos guerrilleros, insurgentes e intolerantes para con sus principios ancestrales eran opuestos de una manera despiadada contra la razón monárquica de esa amplia y fraterna región sureña colombiana, de donde las tropas venidas desde Bogotá castigando su fidelidad al Rey cometieron toda suerte de tropelías y represalias con o sin razón, aunque mejor sin razón, pero que dieron como resultado el derramamiento de sangre de este pueblo indomestizo trabajador y en sus contornos, escenario que no se ha podido olvidar por lo horrible del exterminio utilizado y que desgraciadamente en su realización por orden superior ocupa a tropas y oficiales venezolanos destacados en esa campaña bélica cegada de pasión, lo que siempre ha sido reprobado en el recuerdo de la historia de Colombia y hasta de Venezuela.






    Agustín Agualongo.



    Pero andemos desde el comienzo de esta escalada de hechos para poder discernir a grandes rasgos lo problemas acontecidos en su desarrollo, que andan aún en vías de entendimiento porque no es fácil englobar la sucesión de circunstancias controversiales que se desatan desde el triunfo de Simón Bolívar en la batalla de Boyacá (7-8-1819) y cuando luego de su entrada oropelesca a la capital de virreinato en extinción el caraqueño lleno de fuerzas suficientes y por tanto acelerado el seso con el triunfo militar y los agasajos pertinentes confirma su deseo ya previsto de con prontitud continuar hacia el Sur que yace en manos monárquicas para consolidar tantas ambiciones, es decir, derrotar la fortaleza hispana existente en el virreinato del Perú, pues como era de suponer con aquel bastión militar existente al Sur de sus anhelos soterrados, la libertad de Colombia independiente era solo una simple quimera. Pues bien, mediante la sujeción del poder que este militar tiene entre sus manos con rapidez concentra un ejército que lo acompañará en esa intención libertaria, siendo su primer destino del acceso la ciudad de Popayán, noble y señorial encrucijada de cultura que venía a ser una suerte de frontera divisoria con el viejo reino de Quito, por cuya razón el mundo interracial que continuaba hacia el Sur del amulatado valle de Patía, tuvo otros sentimientos rebeldes en referencia con lo acontecido en el extinto virreinato, no compartiendo por ende tales ideas libertarias, consideradas por aquellos mestizos cimarrones como extremas. Y mientras Bolívar permanece entre esas latitudes payanesas se dio a la tarea de reclutar preparando mejor al ejército que traía desde Cundinamarca, contando entre ellos valiosos oficiales venezolanos, como Bartolomé Salom, el malogrado Pedro León Torres y demás conocidos de su aprecio. En otro análisis que debe hacer Bolívar para la continuación de esta ruta finalmente escogida, que debiera llevarlos por difíciles montañas hasta Quito, tiene que tomar un punto de importancia a tener en cuenta, cual es la idiosincrasia de esos pueblos pertenecientes a la región de Pasto, de tendencia ancestral conservadora, o sea cuyos caudillos defienden por principio la estabilidad de la monarquía reinante como a su propia familia cristiana. Pasto por aquella manera de actuar “todos a una”, al estilo comendero de Lope de Vega, es recalcitrante, dura de roer, y bien sabe el Libertador que esa gente prefiere inmolarse antes de ceder en la opinión resuelta, por lo que descartando el viaje marino hacia el Sur por Buenaventura insiste en desatar el nudo gordiano que significa combatir a como diere lugar contra los enceguecidos pastusos, quienes por cierto para la defensa de sus intereses vitales estaban aliados en forma de milicias ciudadanas e indígenas, como el caso del mestizo Agustín Agualongo, con un pequeño ejército español allí acantonado y al mando inteligente del estratega logroñés coronel Basilio García. Bolívar sabía que sin la derrota de aquellos valientes ultramontanos era imposible penetrar con su tropa en la vía que conduce hasta Quito, mientras ya trotaba hacia esa capital otrora incaica la guerra de Bolívar con la espada de Sucre. Y por ello adelantando camino frente a todo pronóstico el caraqueño decidió esquivar la entrada a San Juan de Pasto, para seguir y establecerse en las alturas difíciles de Bomboná, cerca del volcán Galeras, calculando esta vez mal con lo que iba a suceder. En efecto, habiéndose atrevido a presentar batalla el 7 de abril de 1822 con las fuerzas pastusas mantenidas en sitios estratégicos de aquellas alturas y peñascos, el resultado final del encuentro fue un verdadero desastre para el ejército bolivariano.






    José Rafael Sañudo.



    La batalla de Bomboná, según explica Wikipedia, fue planificada por Bolívar como un éxito rotundo para la causa republicana, de lo cual anticipa la gloria el creyente caraqueño, sin entender que la mentalidad indígena puede pensar de otra manera. Así, para someter a Pasto Bolívar envía desde Popayán 2.400 hombres armados, a sabiendas de la enorme dificultad del intento, pues los anteriores deseos militares habían terminado en graves derrotas. Sin embargo como compulsivo y hasta testarudo que era Don Simón para ello decidió aplicar una táctica de no darle frente a la ciudad de Pasto y sus fuerzas, sino desviarse hacia la ruta enhiesta de Bomboná, con intención de seguir camino hacia el anhelado Quito, a donde ya se dirigía el general Sucre, sin tomar en cuenta que por medio de avanzadas sus pasos estaban medidos por las tropas contrincantes, que al momento sumaban 1.200 hombres al mando del coronel Basilio García, las que se parapetan en el estrecho cañón del río Cariaco, para allí presentar batalla, que se inicia el 7 de abril de 1822, a las tres de la tarde. Bolívar desde luego por lo angosto del sitio y sin prever resultados dirigirá de lejos la batalla, con el uso seguro del catalejo, mientras eufórico asienta ante adictos oficiales “!Tenemos que vencer y venceremos¡”, ordenando a sus hombres tomar camino en bajada hacia el río. De esta manera ya ejecutado el plan previsto en la media hora siguiente los batallones Bogotá, Vargas y Guías sin callejón de salida fueron masacrados diezmándose esa tropa a la mitad por obra de los realistas lugareños desde sus posiciones ventajosas, mientras así “se apilan unos cadáveres sobre otros”. El sacrificado batallón patriota Rifles lleno de bajas tuvo mejor actuación al trepar a una altura atacando luego por retaguardia a la tropa española, situándose en el ala derecha realista. Pero Bolívar aún ofuscado por una pretendida victoria y con el carácter conocido que mantiene, valiéndose del menguado Batallón Vencedores mas unas reliquias que le restan combate hacia la pérdida de su empeño, quedando aquello pronto reducido a una pequeña tropa ya desorientada, por lo que algunos patriotas logran salvarse huyendo entre las sombras reinantes, mientras la destrucción fue completa en el campo republicano. Esa noche Bolívar permaneció confundido y falto de sueño, porque desconocía el destino del Batallón Rifles, angloparlante, de élite y tan consumidor de soldados, que en pocas horas perdiera la mitad de sus hombres, o sea más de mil, contándose así una mayoría de muertos, mientras que las bajas realistas fueron apenas 250, retirándose luego estos monárquicos pensantes dentro de la estrategia escogida, hacia los refugios del Sur.





    General Bartolomé Salom.




    Por el desastre conseguido en Bomboná el caraqueño tuvo que dar marcha atrás, impidiéndole ello llegar a las puertas de Pasto y debido a dicha causa debió regresar al norteño valle del Cauca, cerrándosele así el paso hacia Quito. Ante la catástrofe ocurrida y acumulando los 300 heridos que deja tal contienda Don Simón escribe al general Santander indicándole que anda aturdido por el clavo ardiente que era Pasto, ciudad mestiza por demás monárquica que mantuviera al borde de la desazón el general caraqueño, pues en varias ocasiones pactó la paz con Bolívar para a poco emprender de nuevo la guerra, de donde ya sacado de juicio este venezolano, como en momentos de estulticia valga decir iguales a los que le obligan a firmar la guerra a muerte en Trujillo, siete años después y ya en tiempos de sosiego originados por la paz suscrita con Pablo Morillo en esa misma ciudad trujillana, casi como estallando la ventura pacifista y ya fuera de razón Bolívar se extralimita para saltar al desequilibrio, que es cuando contra toda lógica humana ordena a figuras de la talla del cumanés general Sucre y del porteño Bartolomé Salom a desmedirse en las órdenes que reciben (entonces las órdenes se cumplen sin chistar) y, en consecuencia, proceder con otra guerra a muerte esta vez contra el taimado y astuto pueblo pastuso, para doblegar definitivamente y en base a desmanes genocidas al leal y monárquico pueblo serrano San Juan de Pasto, baño de sangre que ni esos pastusos ni otros menos resignados aún perdonan al conocido autor intelectual en su extravagancia llamada ante los ojos de la Historia “La Navidad Negra de Pasto”, pues casi como estallando la calma se desata una represión inaudita e inolvidable contra ese pueblo creyente en sus ideas, es decir un baño de sangre que sobresalta en el recuerdo de la llamada Guerra de Independencia y que al detalle de la denuncia investiga en escrito dejado para siempre el adolorido pastuso y magistrado, catedrático, jurista doctor José Rafael Sañudo, quien con el dolor de sus ancestros y la paciencia indígena necesaria se dio a la tarea de esculcar hasta el fondo estos desmanes que duelen recordar pero que significan una página negra en esa contienda libertaria manchada con la sangre de tantos inocentes, algo así como el caso bíblico de Herodes. Aunque es difícil conseguir su libro bestseller en tres ediciones intitulado “Estudios sobre la vida de Bolívar”(1925, y Bedout, 1980), ojalá tengan oportunidad de leerlo, donde en carne propia se detallan las atrocidades cometidas en Pasto y sus alrededores. A pesar de dolerles este criterio en la mente tarifada de algunos.


    Ahora bien, llegado el momento vamos a recordar la famosa Navidad Negra de Pasto, teniendo en cuenta que los intereses personales o ideológicos pueden sesgar la idea central de estos sucesos. Como bien sabemos Bolívar fue derrotado en Bomboná de manera por demás funesta, pero dados los intereses oscuros que luego aparecen para salvar su honra militar y política, los memorialistas adulantes de entonces cambiaron tal desastre en un triunfo momentáneo, y pronto para seguir el éxito emprendido los realistas de Benito Boves en Taindala vencen al ejército del general Sucre “contra todo pronóstico”, por lo que ante este otro revés que provoca un pequeño grupo militar mestizo y fanatizado, con soberbia de mando, para algo decir, Don Simón sin temblarle la pluma y menos su acariciada gloria ordena ingresar al cumanés Sucre, a Pasto, al frente de un numeroso ejército para aniquilar toda resistencia miliciana, mediante el primitivo sistema del asesinato en masa, que incluye hasta los bebés (500 en tres días) de la ciudad, según queda bien escrito. “Haced lo posible por destruir a los pastusos” fue la orden terminante de Bolívar, y con ello cayó en la trampa histórica el distinguido y fiel Sucre, para quien aquel genocidio fue como una mancha en su impecable hoja militar, que le trajo ocho años después y en la misma región el vil asesinato de su persona, suceso triste que tuviera acaso una reivindicación de esos hechos desastrosos. Y conste que aprecio mucho la memoria del mariscal Sucre, como la del mismo Bolívar en su etapa genial, acaso por un principio de lealtad sobre sus triunfos, pero no de derrotas. Como recuerdo triste de esa navidad llorosa (24-12-1822) aún queda en pie la Calle Colorada, que con tal apelativo consagra la masacre sanguinolenta allí ocurrida de tres días, el robo, la destrucción de todo como propiedades, iglesias, edificios, archivos (donde se perdieron tres siglos de Historia), violaciones y otros desmanes a concebir, al extremo que el propio Daniel Florencio O’Leary, comedido y diplomático en su lenguaje, sobre este bárbaro proceder hacia la posteridad reprobó de manera total dicho sacrificio ordenado por el general caraqueño contra los leales y reconocidos pastusos, ante la vergüenza de Bolívar al ser derrotado de esta manera por un pequeño grupo indígena, olvidando así lo que firmara meses atrás en Trujillo, verbigracia, sobre el fusilamiento de prisioneros y el buen trato a los cautivos en pueblos ocupados. Aquí valga anotar en calidad de apostilla que la Historia Oficial manipulada es otra cosa digna de estudio, como ocurre mucho en estos tiempos de discordias y desafueros.


    Y volviendo sobre el mismo tema “Pasto era un camino de trastorno mental como consecuencia del enlace de razas antropófagas con diabólicos conquistadores españoles”, al decir simpático y cascabelero del historiador José Santos Roz. En efecto, aplicando esos principios rígidos sobre la palabra escrita de Bolívar recordemos que el caraqueño Don Simón escribe a Santander (21-10-1825), “Los pastusos deben ser aniquilados y las mujeres e hijos trasportados a otras partes, dando aquel país a una colonia militar……. de aquí a cien años y más se olvidarán de nuestros estragos, aunque demasiado merecidos”. A confesión de parte, pues, relevo de pruebas. Y todavía en 1823 los tercos pastusos por encima de su estela de muertos se levantaron otra vez a favor de la monarquía, ya tan distante de Boyacá, cuando en verdad acaba, por lo que Bolívar de nuevo los enfrenta en Ibarra, de cuyo resultado fatal mueren más de 800 realistas. Por ello antes, el 25-1-1823, Bolívar dispone fusilar a cuantos pastusos reclutados se fugaron en Balsapampa “y a todos los que los acompaña" Bueno, es hora que dejemos a los pastusos quietos, recontando sus muertos y las barbaridades que se cometieron con aquel altivo pueblo que es como la marca romana para dividir la frontera incaica con los indígenas habitantes de Colombia. Habrán presenciado ustedes escenas espeluznantes pero verdaderas porque quien escribe, conocedor algo de la Historia y visitante en varias ocasiones de aquellos pueblos azotados, no debía callar sobre cuanto estudiara in situ porque dejaría de ser su esencia de historiador, o de “viejo enterrador de la comarca”, según canta el bambuco recordando aquellos tiempos que no se olvidan. Yo creo en lo que he escrito porque mi compromiso es con la verdad y el sol no se tapa con un dedo. Así lo he demostrado en este blog, contra viento y marea. Sin embargo si usted es contrario a estas reflexiones bañadas de sangre inocente, allá con sus principios que respeto, aunque parodiando al indio Agualongo adolorido con su patria chica, he traído bastantes pruebas de lo que en realidad sucedió en el serrano Pasto y sus contornos. Sería oportuno profundizar en estos temas álgidos, en otra oportunidad. Hasta pronto.



    _______________________________________

    Fuente:

    Venezuela y el Mundo: EL DOLOROSO GENOCIDIO DE PASTO.

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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    Enrique Santos presenta a un Antonio Nariño recargado

    El historiador transportará a los lectores 200 años atrás con 'Mancha de la tierra', su actual obra.


    Por: VÍCTOR OGLIASTRI POSSO |


    7:53 p.m. | 22 de julio de 2015







    Foto: Mauricio Moreno / EL TIEMPO

    Enrique Santos Molano es historiador, lingüista y columnista de este diario desde 1965, donde también fue jefe de redacción nocturno entre 1963 y 1972.




    Ya han pasado los vientos de la conspiración. Triunfaron los ejércitos rebeldes y se han comenzado a construir los cimientos de una nueva nación. Antonio Amador José de Nariño y Álvarez del Casal, en su lecho de enfermo en Villa de Leyva, comienza a narrarle a su difunta esposa, Magdalena Ortega y Mesa, su historia.

    De esta manera, Enrique Santos Molano, como si fuese un espectador más de los hechos, ha escrito 'Mancha de la tierra', primera obra de una trilogía de novelas que tienen por título general 'Los hermanos libertadores', en la que se narran toda la epopeya de la independencia y cómo esta se fue gestando muchos años antes de que comenzaran a darse los hechos definitivos. Ahí están Nariño, José Antonio Galán, José Celestino Mutis, José Antonio Ricaurte, el marqués de San Jorge, Magdaleno Ortega, Francisco de Miranda, Pablo Morillo, Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander, Pedro Fermín de Vargas y una larga lista de personajes que fueron apareciendo en la vida de Nariño y participaron en los acontecimientos, dejando todo en su lucha por defender sus ideas.

    Ahí, en la riqueza de la historia, están los ingredientes que Santos Molano, quien además de gran historiador deleita al lector con su pluma, tomó para construir una novela en la que nos transporta más de 200 años atrás en la historia y nos sumerge en los acontecimientos que vivían los criollos en medio de la opresión impuesta por la Corona española y los vientos subversivos que entraban en los libros, los comentarios de voz a voz y panfletos que viajaron desde Europa y entraron y se regaron como pólvora desde Norteamérica hasta el sur del continente.

    Y no podría ser otro el personaje central de la historia que Antonio Nariño, de quien, a propósito, se conmemora este año 250 de su nacimiento y del que Santos Molano ha sido su investigador por excelencia y se ha ocupado de su vida, ya como biógrafo o como autor de ficción. Ahí es donde uno ve al escritor moverse como pez en el agua por las calles de la antigua Santa Fe, describiendo a los personajes que vivieron el conflicto, sus relaciones, excesos de poder, de amor o despotismo, el tipo de vestuario, peinados, pelucas importadas, posiciones políticas, muebles, comidas, tarjetas de invitación, celebraciones, cortejos, conspiraciones, desplazamientos, etc., contado con los ritmos propios de los acontecimientos que va narrando y que seducen tanto que nos apropiamos de ellos.

    En 1971 Santos Molano comenzó su camino por la novela, con la publicación de las Memorias fantásticas, en las que van apareciendo los personajes que serán los compañeros inseparables del escritor desde entonces.

    'Mancha de la tierra' está narrada en primera persona por su personaje principal, y Santos Molano aprovecha para deleitarnos con un recorrido por las raíces históricas de la rebelión americana contra España, y de entrada nos deja ver el nerviosismo y el crujir de dientes de los realistas con la marcha de los Comuneros y la posible toma de la capital del Nuevo Reino de Granada.



    ‘Mancha de la tierra’. Despectiva manera de referirse a los criollos, a los hijos de españoles nacidos en estas tierras por parte de los peninsulares. ¿Muy parecido al sudaca de hoy?

    Más o menos. Es el mismo desprecio que sienten los conquistadores por los conquistados; y, en el caso suramericano, y colombiano en particular, es el complejo de inferioridad que nos dejó esa “mancha de la tierra” con respecto a los europeos, y en general a lo extranjero. El complejo criollo. Sin embargo, el marqués de San Jorge descubre que la “mancha de la tierra” no es tal mancha, sino la marca que legitima nuestro ser criollo, nuestra autenticidad como americanos.




    ¿Cuál es la esencia de la novela?

    Es una novela que abarca toda la epopeya de la Independencia, vista desde la vida cotidiana, y que narra los hechos de sus libertadores, por boca de uno de ellos, Antonio Nariño; pero también es una novela de amor, como me dijo hace poco una lectora.



    La novela comienza con un Nariño de tan solo 17 años, y a través de la narración nos permite ver de dónde provenía su rigurosa formación...

    Antonio Nariño fue un autodidacta muy afortunado, que tuvo el mejor maestro que se podía tener en ese momento, el doctor José Celestino Mutis; y que además se crio en un ambiente de elevadísimo nivel cultural, como era el que imperó entre la alta clase criolla de la época. A los diecisiete años Nariño domina, como su propio idioma, el latín, el griego, el francés y el inglés. Con Pedro Fermín de Vargas se aplicaron –siempre bajo la guía de Mutis– al estudio de las ciencias botánicas y médicas, y a la economía que surge a partir de los ensayos de Bernardo Ward (español) y del fundamental trabajo de Adam Smith. Nariño era un lector infatigable que conoció a fondo distintos sistemas filosóficos, estudió la historia universal y se empapó de la más importante literatura, desde los clásicos hasta los autores de moda entonces. Y le sobra tiempo para conspirar por la libertad.



    ¿Por qué Antonio Nariño? ¿Qué le atrae tanto de la figura del Precursor, que lo ha llevado a dedicarle más de cincuenta años de estudio?


    Aunque en Colombia hay multitud de personajes que han tenido vidas muy interesantes, dignas de ser noveladas, no he encontrado ninguno como Nariño cuya vida sea una novela de suspense desde el día en que nace hasta el día en que muere. Como lo anota Ricardo Silva Romero en las palabras tan generosas que escribió sobre Mancha de la tierra: “Nariño es un hombre que parece de ficción, pero que es de verdad”. Jorge Restrepo lo puntualiza en una de sus columnas: “Nariño pagó el precio de la lucha por la civilidad”. Y fue un precio bien alto el que pagó, dieciséis años de su vida en las prisiones españolas. Y más alto es el precio que hemos pagado los colombianos por no haber seguido el ejemplo liberador de civilidad que nos dio Nariño: el precio de una violencia sin fin.



    Además, vivió intensamente, entre carcelazo y carcelazo...

    Antonio Nariño vivió intensamente cada segundo de su vida. Aun en la cárcel no dejó de conspirar, no dejó de preocuparse por cómo iban los acontecimientos en su patria. Cuando cae preso en Pasto le escribe a su tío, el presidente de Cundinamarca Manuel de Bernardo Álvarez: “Debes estar presente en todos los lugares de peligro”; y, en Cádiz, fomenta desde la Real Cárcel la rebelión de Riego en Las Cabezas de San Juan contra el absolutismo de Fernando VII.



    Entre reuniones donde se confabulaban y se escribían panfletos para ser pegados en las calles, puentes y atrios, usted aborda de manera muy sutil el tema de la masonería. ¿Cómo llega al Nuevo Reino? ¿Fueron muy perseguidos?

    La intervención de los masones es decisiva en la Independencia de América, incluida la de los Estados Unidos. Llegan al Nuevo Reino de Granada en el mismo año en que estalla la Revolución de los Comuneros (que es el episodio central del libro), y en poco tiempo la juventud granadina, con Nariño a la cabeza, hace parte de la masonería; pero las autoridades españolas no persiguen a los masones. No podían hacerlo. Los masones no eran visibles y el secreto de sus actuaciones es tal que las autoridades realistas ni saben que existe la masonería. La persecución de la Real Audiencia es concretamente contra los conspiradores criollos, a los que somete a estrecha vigilancia a raíz del movimiento de los Comuneros.



    Antes se decía que la letra con sangre entra. ¿Hoy se podría decir que la historia novelada pega?


    Si me pregunta si la historia novelada atrae más lectores que la historia académica, no tengo duda. Por cada libro de historia académica se venden diez o veinte de lo que llaman novelas históricas. Ahora, si la pregunta es si la historia novelada enseña más que la historia académica, pienso que son dos maneras diferentes de enseñar lo mismo, y que la una, amena y apasionante, puede conducir hacia la otra, rigurosa y metódica, que no le deja margen a la imaginación.



    Usted siempre ha tenido una fuerte inclinación hacia la investigación histórica. ¿Tiene algún método particular?

    Parto de la estructura académica con la organización de las fichas, cronológicas y onomásticas. Situados en el escenario los personajes y los hechos, desaparezco el método académico y entro en la novela. La trama es un delicado trabajo de costura.



    ¿Qué debe tener una ficción histórica para cautivar?


    Que contenga todos los ingredientes novelescos, sin faltar un ápice a la verdad histórica; que sea amena y que los personajes se ganen al lector.



    Llama la atención la manera en que se describen hasta los mínimos detalles. Es como si usted hubiese estado ahí...


    Es que estuve ahí todo el tiempo que duraron la investigación y la redacción. Me volví un hombre del siglo XVIII, un miembro de la Ilustración. Si uno quiere retratar una época, tiene que vivirla, ser uno más de la multitud que se mueve en la trama, y conocer el entorno hasta los últimos detalles.



    Los personajes aparecen con sus bondades y sus excesos, con sus odios y sus genialidades, con sus amores y venganzas...

    Sí, y como en cualquier novela en que el autor pierde la autonomía casi desde el principio, los personajes me fueron diciendo cómo tenía que retratarlos, no solo en su físico, sino en sus interioridades. El caso más notable es el de Juan Francisco Berbeo, a quien pensé plasmar como el traidor por antonomasia, y él mismo, a lomo de sus hechos, me demostró que era un patriota abnegado y un valiente defensor de la causa.



    Además rinde tributo al virrey José Solís, con sus cualidades de gobernante, su amor secreto y la manera como pasó de agache...


    La historia del virrey Solís, y de sus amores clandestinos con la Marichuela, es una novela dentro de la novela, y tan verdadera e intrigante que puede leerse como si fuera ficción.



    El libro está narrado de manera muy cinematográfica...

    Sí, ensayé combinar en la novela el ritmo literario con el ritmo cinematográfico, a ver cómo suenan.



    Este primer libro cubre de 1734 a 1781. ‘El santuario de la libertad’, el segundo, va de 1781 a 1797, y ‘El ruido del tiempo’, de 1798 a 1823, que cierra con la muerte de Antonio Nariño. ¿Cómo va el proceso de escritura?

    El título general de la trilogía, o saga, es 'Los hermanos libertadores'. El segundo libro está escrito, en borrador, en un setenta por ciento y confío en terminarlo en diciembre y tener pulido el texto final para abril del 2016. Del tercer libro ya tengo escrito lo más importante, que son el primer párrafo y el último. No falta sino la tripa.






    VÍCTOR OGLIASTRI POSSO


    Especial para EL TIEMPO


    Periodista y director de CyC Radio, emisora virtual del Instituto Caro y Cuervo






    _______________________________________

    Fuente:

    'Mancha de la tierra', obra del escritor Enrique Santos - Música y Libros - ELTIEMPO.COM

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    Re: Pastuso asesinado por Simón Bolivar

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    "Bolívar, excitado por los extenuantes halagos de Inglaterra ha, partiendo de un instinto animal, obedecido sin derecho a una legitima defensa, las no muy cordiales ni humildes ordenes de dos o de tres hombres que, en su calidad de bribones, han desmantelado un imperio para anexarse de manera materialista las gloriosas tierras hispanas con fines meramente oscuros. Nada me pareció mas repugnante el ver como las tierras donde nací, gozaron de una exquisita libertad, únicamente ideal, mientras los bárbaros ingleses aglutinaban derechos sobre estas tierras que no les eran dignos de su razón de ser. El tiempo me dará la razón, Bolívar fue el peor Español que pudo haber traído Dios a nuestras tierras, pues, ha traicionado la rica cultura hispana para abultarse en su ignominioso ego, el seudónimo de 'caballero ingles' "

    -Discurso esgrimido el 14 de mayo de 1823 por Don Antonio Nariño cuando acusado por alta traición por Simón Bolívar, compareció en Santa Fe ante el Congreso para defenderse abiertamente de las acusaciones que se le acusaba (la acusación de alta traición fue una excusa de Bolívar para apartar a Nariño de el nuevo gobierno, obedeciendo a Jorge IV y Sur Thomas Lawrence, pues, este habría propuesto varias veces un sistema Autárquico expulsando a la mano inglesa lejos de la Gran Colombia, propuesta que fue acogida con desagrado por el Gobierno Ingles llamando a Nariño "vil desagradecido" ya que Inglaterra habría financiado en totalidad, la independencia de los virreinatos de Nueva Granada y las demás provincias que constituían la Gran Colombia)

    Fuente: La Gran Colombia: Mitos y Realidades- José Joaquín Ortíz (Tunja, 1814 - Bogotá, 1892)










    _______________________________________

    Fuente:


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