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Tema: Gobernación y Diócesis de Venezuela

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  1. #1
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    Re: Gobernación y Diócesis de Venezuela

    Otrosí, vos doy licencia y facultad a vos y a los dichos pobladores para que a los indios que fueren rebeldes siendo amonestados y requeridos los podáis tomar por esclavos guardando cerca de esto lo que de yuso en esta nuestra Capitulación y asiento será contenido y las otras instrucciones y provisiones nuestras que cerca de ellos mandaremos dar y de esta manera y guardando la dicha órden los indios que tuvieren los caciques y otras personas de la tierra por esclavos pagándoselos a su voluntad a vista de la justicia y veedores y los religiosos que con vos irán los podáis tomar y comprar siendo verdaderamente esclavos pagándonos el quinto de los dichos esclavos.
    ..........Otrosí, digo que porque la dicha tierra mejor y mas brevemente se pueble mandaré hacer a las dichas tierras las mercedes que tenemos hechas y tienen las otras tierras e islas que ahora están pobladas siendo conveniente a la dicha tierra y no contrariais las cuales seais obligados a declarar para proveer en ello.
    ..........Otrosí, que por tiempo de seis años vos mandaré dar lugar en las nuestras atarazanas de Sevilla en que tengais las cosas que se hubieren de llevar y cargar para la dicha tierra y vos daré licencia para que en las islas de Tenerife podais cortar cien pinos de los que allí tenemos nuestros pudiéndose dar sin perjucio de tercero para que hagais de ellos lo que quisiereis.
    ..........Y porque nos siendo informados de los males y desórdenes que en descubrimientos y poblaciones nuevas se han hecho y hacen y para que nos con buena conciencia podamos dar licencia para los hacer para remedio de lo cual con acuerdo de los del Nuestro Consejo y consulta nuestra que está ordenada y despachada una Provisión general de capítulos sobre que vos habeís de guardar en la dicha población y descubrimiento la cual aquí mandamos incorporar su tenor de la cual es este que se sigue:
    ..........Don Carlos por la gracia de Dios, Rey de Romanos y Emperador siempre augusto doña Juana su madre y el mismo Don Carlos por la misma gracia Reyes de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalem, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas de Canarias, de las Indias, islas y tierra firme del Mar Océano, Condes de Barcelona, Señores de Vizcaya y de Molina, Duques de Atenas y de Neopatria, Condes de Rosellón, y de Cerdeña, Marqueses de Oristán y de Goriano, Archiduques de Austria, Duques de Borgoña y de Bravante, Condes de Flandes del Tirol.- Por cuanto nos somos certificados y es notorio que por la desordenada codicia de algunos de nuestros súbditos que pasaron a las nuestras islas y tierra firme del Mar Océano por el mal tratamiento que hicieron a los indios naturales de las dichas islas y tierra firme, así con los grandes y excesivos trabajos que les daban teniéndolos en las minas para sacar oro y en las pesquerías de las perlas y en otras labores y granjerías haciéndoles trabajar excesiva e inmoderadamente no les dando el vestido ni el mantenimiento necesario para su sustentación de sus vidas tratándoles con crueldad y desamor mucho peor que si fueran esclavos lo cual todo ha sido y fué causa de la muerte de gran número de los dichos indios, tanta en cantidad que muchas de las islas y partes de tierra firme quedaron yermas y sin poblaciones algunas los dichos indios naturales de ellas y que otros huyesen y se fuesen y se ausentasen de sus propias tierras y

  2. #2
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    Re: Gobernación y Diócesis de Venezuela

    naturaleza y se fuesen a los montes y otros lugares para salvar sus vidas y salir de la dicha sujección y mal tratamiento lo cual todo fué muy grande estorbo a la conversión de los dichos indios a Nuestra San Fé Católica, y de no haber venido todos a ellos entera y generalmente en verdadero conocimiento de que Dios Nuestro Señor es muy deservido y asimismo somos informados que los capitanes y otras gentes que por nuestro mandado y con nuestra licencia fueron a descubrir y poblar algunas de las dichas Indias y tierra firme siendo como fué nuestro principal intento y deseo de traer a los dichos indios en verdadero conocimiento de Dios Nuestro Señor y de su Santa Fé con predicación de ella y ejemplo de personas dotales y buenos religiosos con les hacer buenas obras y tratamientos de prójimos sin que en sus personas y bienes no recibiesen premia (sic) ni fuerza ni daño ni desaguisado alguno y habiendo sido todo esto así por nos ordenado y mandado y llevándolo los dichos capitanes y otros nuestros oficiales y gentes de tales armadas por mandamiento e instrucción particular movidos por la dicha codicia olvidando el servicio de Dios Nuestro Señor y nuestro hirieron y mataron muchos de los dichos indios en los descubrimientos y población y conquistas y les tomaron sus bienes sin que los dichos indios les hubiesen dado causas justas para ello ni hubiesen procedido ni hecho las amonestaciones que eran temido de les hacer ni hecho a los cristianos resistencia ni daño alguno por la predicación de Nuestra Santa Fe Católica, lo cual demás de haber sido en gran ofensa de Dios Nuestro Señor dió ocasión y fue causa que no solamente los dichos indios que recibieron las dichas fuerzas de nuestros y. agravios pero otros muchos comarcanos que tuvieron de ello noticia y sabiduría se levantaron y juntaron con mano armada contra los cristianos nuestros súbditos y naturales muchos de ellos y aun a los religiosos y personas eclesiásticas que ninguna culpa tuvieron y como mártires padecieron predicando la fé cristiana por lo cual todo suspendimos y sobreseimos en le dar las licencias para las dichas conquistas y descubrimientos queriendo proveer y platicar asi por el castigo de lo pasado como en el remedio de lo venidero y excusar los dichos daños e inconvenientes y dar orden en los descubrimientos y poblaciones que de aquí adelante se hubieren de hacer se hagan sin ofensa de Dios y sin muerte ni robo de los dichos indios y si cautivarlos por esclavos indebidamente de manera que el deseo que habemos tenido y tenemos de cumplir Nuestra Santa Fé que los dichos indios e infieles vengan en conocimiento de ella se hagan sin algo de nuestras conciencias y se prosiga nuestro propósito y la intensión y obra de los católicos Reyes Nuestros Señores abuelos entre las cuales partes de las islas y tierra firme del Mar Océano que son de nuestra conquista y quedan por descubrir y poblar lo cual visto con gran deliberación por los del Nuestro Consejo de las Indias y con nos consultado fué acordado que debiamos mandar dar esta nuestra Carta en la dicha razón por la cual ordenamos y mandamos que ahora y de aquí adelante así para remedio de lo pasado como en los despoblamientos y poblaciones que por nuestro mandado y por nuestro nombre se hiciese en las dichas islas y tierra firme del Mar Océano descubiertas y por descubrir nuestros límites y demarcación se guarde y cumpla lo de yuso será contenido en esta guisa.
    ..........Primeramente ordenamos y mandamos que luego sean dadas nuestras cartas y provisiones para los oidores de nuestra Audiencia que reside en la ciudad de Santo Domingo de la Isla Española y para los gobernadores y otras justicias que ahora son o fueren de la dicha isla y de las otras islas San Juan y Cuba y Jamaica y para los

  3. #3
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    Re: Gobernación y Diócesis de Venezuela

    gobernadores y Alcaldes Mayores y otras justicias asi de tierra firme como de la Nueva España y de las otras provincias del Panuco y de las Higueras y de la Florida y tierra nueva y para las otras personas que nuestra voluntad fueren de lo cometer y encomendar para que cada uno con gran diligencia y cuidado cada uno en su lugar y jurisdicción se informen cuales de nuestros súbditos y naturales asi capitanes como oficiales y otras cualesquier personas hicieron las dichas muertes y robos y excesos y desaguisados y herraron culpados en su jurisdicción envien ante nos en el Nuestro Consejo de las Indias la relación de la culpa con su parecer del castigo que sobre ello se debe hacer lo que sea servicio de Dios Nuestro Señor y nuestro y convenga a la ejecución de nuestra justicia.
    ..........Otrosí, ordenamos y mandamos que si las dichas nuestras justicias para la dicha información e informaciones hallasen que algunos de nuestros súbditos de cualquier calidad y condición que sean y otros cualesquier que tuvieren algunos indios o esclavos sacados y traidos de sus tierras y naturalezas si buenamente les ponga en aquella libertad o encomienda que de razón y justicia según y de la manera y calidad y habilidad y capacidad de sus personas hubiere lugar teniendo siempre respeto y consideraciones al bien y provecho de los dichos indios para que sean tratados como libres y no como esclavos y que sean bien mantenidos y gobernados y que no se les de trabajo demasiado y que no los traigan en las minas contra su voluntad que han de hacer con parecer del prelado o de su oficial habiéndole en ello lugar o en su ausencia con acuerdo y parecer del cura o su teniente de la iglesia que en el estubiere sobre lo cual todo encargamos mucho las conciencias y si los dichos indios fueren cristianos no se han de volver a sus tierras áunque ellos lo quieran sino estuvieron convertidos a Nuestra Señora Fé Católica por el peligro que a sus ánimas se les puede seguir. ..........Otrosí, ordenamos y mandamos que ahora y de aqui adelante cualesquier capitanes y oficiales y otros cualesquier nuestros súbditos y naturales de fuera de estos nuestros reinos que con malicia y mandado hubiere de ir o fuere a descubrir y poblar y rescatar en alguna de las islas y tierra firme del Mar Océano y nuestros límites y demarcación sean tenidos y obligados antes que salgan de estos nuestros reinos cuando se embarcaren para hacer su viaje llevara lo menos dos religiosos o clérigos de misa en su compañía los cuales nombre ante los del Nuestro Consejo de las Indias y por ellos habida información de su vida doctrina y ejemplo sean aprobados por tales cuales conviene al servicio de Dios Nuestro Señor y por la instrucción y enseñamiento de los dichos indios y predicación conversión de ellos conforme a la aumenta de la concisión de las dichas Indias a la Corona Real de estos reinos. ..........Otrosí, ordenamos y mandamos que los dichos religiosos y clérigos tengan muy gran cuidado y diligencia en procurar de los indios que los indios sean bien tratados como prójimos mirados y favorecidos y que no consientan que sean hechas fuerzas ni robos, daños ni desaguisados ni maltratamiento alguno y si lo contrario hiciere por cualquier persona de cualquier calidad y condición que sean tengan muy gran cuidado a solicitar de nos avisar luego en pudiendo particularmente de ello para que nos o los del Nuestro Consejo lo mandemos proveer y castigar con todo rigor. ..........Otrosí, ordenamos y mandamos que los dichos capitanes y otras personas que con nuestra licencia fuere hacer descubrimiento y población o rescate cuando hubiere de salir en alguna isla o tierra firme que hallaren durante la navegación o viaje en nuestra demarcación o en los límites de lo que les fuere particularmente señalado en la dicha

  4. #4
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    Re: Gobernación y Diócesis de Venezuela

    licencia lo hayan de hacer y hagan de acuerdo y parecer de nuestros oficiales que para ello fueren por nos nombrados y de los dichos religiosos o clérigos que fueren con ellos y no de otra manera so pena de perdimiento de la mitad de todos sus bienes el que hiciese lo contrario para la nuestra Cámara y Fisco. ..........Otrosí, mandamos que la primera y principal cosa que después de salidos en tierra los nuestros oficiales y nuestros capitanes y otras cualesquier gentes hubieren de hacer sea procurar que por lengua de intérprete que entiendan los indios y moradores de la tierra e isla les diga y declare como los enviamos para los enseñar buenas costumbres y de apartarlos de vicios y de tomar carne humana y a instruirlos en nuestra Santa Fé y predicarla para que se salven y atraerlos a nuestro señorío para que sean tratados muy mejor que lo son y favorecidos y mimados como los otros nuestros súbditos y cristianos y les digan todo lo demás que fuere ordenado por los dichos Reyes Católicos que les había de ser dicho manifestado y requerido y mandamos que lleven firmado el dicho requerimiento de Francisco de los Cobos nuestro Secretario y del Nuestro Consejo y que se lo notifique y hagan entender particularmente por los dichos intérpretes una o dos o mas veces y cuantas pareciere a los dichos religiosos o clérigos que conviene y fuere necesario para que la entiendan por manera que nuestras conciencias queden descargadas sobre lo cual encargamos a los dichos religiosos y clérigos o descubridores y pobladores sus conciencias.
    ..........Otrosí, mandamos que después de hecha y dada a entender la dicha amonestación y requerimiento a los dichos indios según y como se contiene en el capítulo en próximo que viereis que conviene y es necesario para el servicio de Dios y nuestro y para seguridad vuestra y de los que adelante hubieren de vivir y morar en las dichas Indias o tierras de hacer algunas fortalezas o casas fuertes y llanas para vuestras moradas procurarán con mucha diligencia y cuidado de las hacer en las partes y lugares donde estén mejor y se puedan conversar y perpetuar y conversando y procurando que se haga con el menor daño y perjuicio que se pueda sin les tomar por fuerza sus bienes y hacienda ante mandamos que les hagan buen tratamiento y buenas obras y los animen y alleguen y traten como prójimo de manera que por ellos y por ejemplo de sus vidas de los dichos religiosos o clérigos o por su doctrina predicación e institución vengan en conocimiento de nuestra fe y amor y gana de ser nuestros vasallos súbditos y naturales. ..........Otrosí, mandamos en la misma forma y orden guarden y cumplan en los rescates y en todas las condiciones que hubiere de hacer e hicieren como los dichos indios sin les tomar por fuerza ni contra su voluntad ni les hacer mal ni daño en sus personas y dando a los dichos indios por lo que tuvieren (sic) y los dichos españoles quisiereis haber satisfacción y equivalencia de manera que ellos queden contentos. ..........Otrosí, mandamos que ninguno pueda tomar ni tome por esclavo a ninguno de los dichos indios so pena de perdimiento de todos sus bienes y oficios y merced y las personas a lo que la merced fuere en caso que los dichos indios no consintiesen que los dichos religiosos o clérigos estén entre ellos y los constituyan buenos usos y costumbres y que les prediquen nuestra Santa Fé Católica o no quisieran darnos la obediencia o no consintieron resistiendo y defendiendo con mano armada que no se busquen minas ni saquen de ellas oro y los otros metales que se hallaren porque en estos casos permitimos que por ello en defensa de sus vidas y bienes los dichos pobladores puedan con acuerdo y parecer de los dichos religiosos o clérigos siendo conformes y formándolo de sus

  5. #5
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    Re: Gobernación y Diócesis de Venezuela

    nombres hacer guerra y hacer en ella aquella que los derechos en nuestra Santa Fé y religión cristiana permite y manda que se haga y pueda hacer y no en otra manera ni en otro caso alguno so la dicha pena. ..........Otrosí, mandamos que los dichos capitanes y otras gentes no puedan apremiar ni compeler a los dichos indios a que vayan a las dichas minas de oro y otros metales ni a pesquería de perlas ni otras granjerías suyas propias so pena de perdimiento de sus oficios y bienes para nuestra Cámara pero si los dichos indios quisieran ir a trabajar de su voluntad bien permitimos que se puedan servir y aprovechar de ellos como personas libres tratándolos como tales no les dando trabajo demasiado teniendo especial cuidado de les enseñar en buenos usos y costumbres de apartarlos de los vicios de comer carne humana y adorar los ídolos y del pecado y delito contra natura y de los atraer a que se conviertan en nuestra San Fé y que vivan en ella u (sic) procurando la vida y salud de los dichos indios como de las suyas dándoles y pagándoles por su trabajo y servicio de lo que mereciere y fuere razonable considerada la calidad de sus personas y condición de la tierra y a su trabajo siguiendo cerca de todo esto que dicho es el parecer de los dichos religiosos del cual todo en especial el buen tratamiento de los indios que tenga especial cuidado de manera que ninguna cosa se haga con cargo y peligro de nuestras conciencias y sobre ello les encargamos las suyas de manera que contra el voto y parecer de los dichos religiosos y clérigos no puedan hacer ni hagan cosa alguna de las susodichas contenidas en este capítulo y ende los otros que dispone la manera y orden que han de ser tratados los dichos indios. ..........Otrosí, mandamos que así vista la calidad y condición y habilidad de los dichos indios pareciera a los dichos religiosos o clérigos que el servicio de Dios y bien de los dichos indios y para que se aparten de sus vicios en especial del delito nefando de comer carne humana y hacer instruidas y enseñados en buenos usos y costumbres y en nuestra Fé y Doctrina cristiana y para que vivan en policía (sic) conviene y es necesario que se encomiende a los cristianos para que se sirvan de ellos como de personas libres que los dichos religiosos o clérigos lo puedan encomendar siendo ambos conformes según y de la manera que los ordenaren teniendo siempre respeto al servicio de Dios y bien y utilidad y buen tratamiento de los dichos indios y que a ninguna cosa nuestras conciencias puedan ser encargadas de lo que hiciereis y ordenarais sobre lo cual les encargamos las suyas y mandamos que ningunos vayan ni pasen contra lo que fuere ordenado por los dichos religiosos y clérigos y en razón de la dicha encomienda so la pena que con algún navío que viniere a estos nuestros reinos nos envíen los dichos religiosos o clérigos la información verdadera de la calidad y habilidad de los dichos indios y relación de lo que cerca de ella hubieron ordenado para que nos lo mandemos ver en nuestro Consejo de las Indias y para que se apruebe y conforme lo que fuere justicia y en servicio de Dios y bien de los dichos indios y sin perjuicio de Dios y cargo de nuestras conciencias y lo que no fuere tal se entiende y se provea como convenga al servicio de Dios y nuestro sin daño de los dichos indios y su libertad y vidas y se excusen los daños e inconvenientes pasados.
    ..........Iten ordenamos y mandamos que los pobladores conquistadores que con malicia ahora y de aquí adelante fuere a rescatar y descubrir dentro de los límites de nuestra demarcación sean tenidos y obligados de llevar gente que con ellos hubiere de ir a cualquier de las dichas casas de estos nuestros reinos de Castilla y de las otras partes que no fuere expresamente prohibidos sin que puedan llevar ni lleven de los vecinos y

  6. #6
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    Re: Gobernación y Diócesis de Venezuela

    moradores y estantes en las Indias y tierra firme del dicho Mar Océano y de alguna dellas sino fuere una o dos personas en cada descubrimiento para lenguas y otras cosas necesarias a los tales viajes so pena de perdimiento de la mitad de todos sus bienes para la Nuestra Cámara al poblador o conquistador y maestre que los llevare sin mi licencia expresa y guardando y cumpliendo los dichos capitanes y oficiales que ahora y de aquí adelante hubiere de ir o fuere con nuestras licencias a las dichas poblaciones y rescates y descubrimiento haya de llevar y gozar y goce y lleve los salarios y quitaciones provechos y gracias y mercedes que por nos y en nuestro nombre fueren con ellos asentado y capitulado lo cual todo por esta nuestra carta prometemos de les guardar y cumplir si ellos guardaren y cumplieron lo que por nos en esta nuestra Carta les es encomendado y mandado y no lo guardando ni cumpliendo o viniendo y pasando contra ello y contra parte de ellos de mas de incurrir en las penas de suso contenidas declaramos y mandamos que hayan perdido y pierdan todos los oficios y mercedes de que por el dicho asiento y Capitulación habían de gozar. Dada en Granada a diecisiete días del mes de Noviembre de 1526 años. Yo el Rey. Yo Francisco de los Cobos Secretario de sus Cesáreas y Católicas Majestades la hice escribir por su mandado. Doctor Carvajal Epíscopus Cañemi. El Doctor Beltrán Epíscopus Sevitate. Registrada Juan de Samano. Orbina por Chanciller. Por donde por la presente haciendo vosotros lo susodicho a vuestra costa según y de la manera que de suso se contiene y guardando y cumpliendo lo contenido en la dicha provisión que de suso va incorporada y todas las otras instrucciones que adelante vos mandaremos hacer para la dicha tierra y para el buen tratamiento y conversión a nuestra Santa Fé Católica de los nuestros naturales de ellos y prometo que vos será guardada esta Capitulación y todo lo en ella contenido en todo y por todo según de suso se contiene y no lo haciendo así nos no seamos obligados a vos mandar guardar ni cumplir lo susodicho ni cosa alguna de ellos antes vos mandaremos castigar y proceder contra vosotros como contra persona que no guarda y cumple o traspasa los mandamientos de su Rey y Señor natural y de ellos vos mandaré dar la presente firmada de mi nombre y refrendada de mi infraescrito secretario hecha en Madrid a veintisiete días del mes de Marzo de mil quinientos veintiocho años. Yo el Rey. Por mandado de Su Majestad Francisco de los Caobos.


    http://www.anhvenezuela.org/admin/Bi...a%20(1528).pdf

  7. #7
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    Re: Gobernación y Diócesis de Venezuela

    Creacion de la Diócesis de Venezuela

    1531
    ERECCION DEL PRIMER OBISPADO DE
    VENEZUELA.


    Bula de su Santidad Clemente VII.
    Clemente Obispo, siervo de los siervos de Dios, para perpetua memoria desta por la notable preeminencia de la Sede Apostólica, en la cual estamos constituidos, y puestos, despues de Bienaventurado San Pedro, Principe de los Apóstoles, aunque desiguales, en mérito es, empero con igual autoridad tenemos entendido ser cosa digna al Romano Pontífice plantar nuevas Sillas Episcopales, y poner nuevas Iglesias en el fértil Campo de la Militante Iglesia, para que mediante las nuevas fundaciones de pueblos, nueva gente se llegue á la Santa Madre Iglesia, y la confesion de su Cristiana Religion, y de la Fé Católica, se levante, extienda, y florezca, y los lugares ganados por los Católicos Principes, y de los infieles adquiridos, sean Ilustrados; y los naturales, y habitadores de ellos fortalecidos, con la doctrina, y autoridad de las nuevas sillas, y venerables Prelados, y ayudando Dios Omnipotente á su buen propósito, alcanzen más facilmente los premios de la eterna Beatitud.
    Y como entre otras Provincias de las partes de tierra Firme, del Mar Oceano nuevamente descubiertas, y ganadas por nuestro muy amado hijo Carlos Emperador de los Romanos, que tambien es Rey de Castilla y Leon, y sujetadas á su temporal Monarquía, y Señorío, hay una llamada Venezuela, cuyos naturales, y moradores, careciendo de la divina luz viven sin ninguna instruccion de la Fé Católica, y en la cual aún no hay Iglesia alguna edificada. Y por tanto para que los dichos naturales, y habitadores, que son capaces de razon, y humanidad, se alleguen á la dicha Fé, y apartadas las tinieblas vengan á la luz de la verdad y conozcan á Nuestro Salvador Jesucristo, Redentor de todo el genero humano, sea necesario plantar allí Seminarios de cosas espirituales, y hacer los septos, y cercos del rebaño del Señor, al cual sean llevados, y en el cual sean guardadas las ovejas que andan perdida?. Nos habiendo tenido madura deliberacion sobre estas cosas, con nuestros venerables hermanos Cardenales de la Santa Iglesia Romana, y el dicho Cárlos Emperador, deseando lo muy mucho, y allende desto suplicándonoslo humildepaente, á loa y gloria de aquel cuya Cs la
    tierra, y cuanto hay en ella, y todos Ios que moran en ella, y para alegría y gozo de la Córte Celestial,'y ensalzamiento de la nuestra Fé, y salud de las ánimas de los dichos naturales, y habitadores, con consejo de los nuestros hermanos, y con autoridad Apostólica: por el tenor de las presentes señalamos con título de ciudad el pueblo llamado Coro, que está en la dicha Provincia de Venezuela, en la cual hay algunos Cristianos; instituimos en ella una Iglesia Catedral debajo de la invocacion que parecerá al mismo Don Cárlos Emperador, en la cual esté un Obispo llamado de -Coro, que es en la Iglesia, y Ciudad dicha y Diócesis que se le señalare, predique la palabra de Dios, y convierta los naturales infieles de ella, y las gentes bárbaras al culto de la santa Fé Católica y convertidos los instituya y confirme en la santa Fé Católica, y les dé la gracia del Bautismo y administre y haga administrar, así á todos los convertidos, como á los demas fieles que viviesen en la dicha Ciudad, y Diócesis, y á los que á ella de otras partes viniesen los Sacramentos Eclesiásticos, y las demas cosas espirituales, é instituya en la dicha Iglesia, Ciudad y Diócesis, Dignidades, Canongias, Prebendas, y Beneficios Eclesiásticos, con cura, y sin cura, y disminuya, y siembre las demas cosas espirituales, como mejor le parezca, que convenga al aumento del Culto divino y salud de las ánimas de los naturales, con silla y otras insignias, y jurisdicciones Episcopales, y privilegios, excepciones y gracias de que otras Iglesias Catedrales, y sus Prelados usan, y gozan por derecho, y por costumbres en los Reynos de Castilla y Leon, á los cualos la dicha Provincia es anexa. Y No?, con la autoridad, y tenor dicho instituimos y damos á la misma Iglesia el pueblo, y aldea distrito, y termino suso, parte de la misma Provincia que le ha de ser señalado y señalada por el mismo Emperador Don Cárlos, puestos sus lindes al cual ó la cual declarados los dichos lindes, y términos, con un prenen y rédito conveniente, con que el dicho Obispo se pueda decentemente sustentar, declaramos que sea obligado el dicho Emperador Don Carlos á señalar dentro de dos años primeros siguientes, y declarar la invocacion de la misma Iglesia, y el dicho Obispo de Coro, que fuere por tiempos, el cual sea sujeto al Arzobispo de Sevilla, que fuere por tiempo, en el derecho Metropolítico; declaramos que pueda y deba tener, y ejercer jurisdiccion Episcopal en todos los dichos naturales, y habitadores, y hacer otras cosas, que otros Obispos en sus Iglesias, y
    Ciudades y Diócesis puedan y deban hacer, 'y ejercer. Y concedemos, y asignamos que todas las cosas que allí se dieren, y cojieren, y crearen, fuera del oro, plata, y otros metales, piedras, perlas preciosas, las cuales cosas dejamos libres á los Reyes de Castilla, y de Leon, ó que por tiempo fueren, pueda libre, y lícitamente demandar, y cojer los diezmos, y primicia?, debidos por el derecho, y otros derechos Episcopales, como los demas Obispos en España los demandan y cojen por derecho, y costumbre. Y demas de esto le concedemos el derecho Patronazgo do presentar dentro de un año, por la distancia de los lugares, á Nos, y al Romano Pontífice que por tiempo fuere, persona idónea para la dicha Iglesia de Coro, todas las veces que tuviere vacacion de ellas; y del mismo consejo, autoridad y tenor dichos reservamos, y cometemos al dicho Emperador Don Carlos, Rey de Castilla, y Leon, ó que por tiempo fuere, para siempre jamas poder, para presentar á Nos, y al Romano Pontífice que por tiempo fuere, Obispo, y Pastor para la dicha Iglesia, y á ninguno dé los hombres les sea en ninguna manera lícito romper, quebrantar con loca osadia, y contradecir esta nuestra carta de nombramiento, ereccion, institucion, determinacion, concesion, y reservacion: ó si alguno presumiere, intentare esto, entienda haber incurrido en la ira de Dios Todopoderoso, y de sus Bienaventurados San Pedro, y San Pablo. Dadas en Roma en la Iglesia de San Pedro, el año de la Encarnacion del Señor de mil quinientos treinta y un año a veinte y uno de julio.

    http://books.google.com/books?id=1Sw...ed=0CDsQ6AEwBA

  8. #8
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    Re: Gobernación y Diócesis de Venezuela

    Carta del obispo Juan Lopez Agurto pidiendo que se mude la Silla Episcopal de Coro a Caracas


    Señor:
    Habrá un año que salí del obispado de Puerto Rico, a que V. M.
    se sirvió hacerme merced de presentarme, y en este tiempo tengo
    experimentados los inconvenientes que siguen de estar fundada
    la Iglesia Catedral en el lugar de Coro, si bien de antes los tenía
    previstos por estar confinante a este el dicho obispado de Puerto
    Rico; y considerando el descargo de la conciencia de V. M. y de
    la mía, me ha parecido forzoso dar cuenta que el lugar de Coro,
    que cons - ta de cuarenta vecinos, y sus edificios pajizos, no es
    capaz de sustentar pre - bendados,
    porque de cuatro que ordinariamente ha habido, los más se
    ausen - taban de la catedral, faltando al culto Divino y otros,
    yéndose fuera de esta pro - vincia, dejaron las prebendas;
    y después que el pirata holandés se fortificó en la isla de
    Curaçao, doce leguas distante del dicho pueblo de Coro,
    se retiraron los ornamentos y bienes de la Iglesia al monte,
    como el caudal de los vecinos.
    Por esto y por haber entendido los informes que se han
    hecho a V. M. por el Concilio Provincial celebrado en
    Santo Domingo, como por los obispos, mis predecesores,
    en orden a que se traslade la dicha catedral, y motivado
    por esto, V. M. fue servido de despachar su Real Cédula
    para que el gobernador informase a qué lugar sería más
    conveniente mudarla, la retiré en el ínterin, hasta dar
    cuenta a V. M., a esta ciudad de Santiago de León,
    cabeza de esta Gobernación, con dos solos prebendados
    que hallé, en donde con clérigos que se han recogido
    para este efecto, se celebran los oficios Divinos con la
    autori - dad posible en la iglesia parroquial que, para
    aumentar su edificio en catedral, no necesita del socorro
    de V. M. porque de los bienes del expolio del obispo muerto,
    mi antecesor, tiene para esto. Lo cual no se podrá hacer
    en la de Coro que, en cien años, no ha podido cubrir más
    de una capilla y ésa, se viene al suelo por la mala calidad
    de los materiales, que son muy pocos y costosos.
    Y para que esto tenga el complemento debido, suplico a
    V. M. se sirva de dar licencia para que se traslade con efecto a esta ciudad...
    En Santiago de León de Caracas, a 15 de junio de 1636
    Juan, Obispo de Venezuela.
    Última edición por Michael; 13/12/2012 a las 10:17

  9. #9
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    Re: Gobernación y Diócesis de Venezuela

    Queja de Coro por ser mudada la Silla a Caracas



    18 de diciembre de 1636: La ciudad de Coro, cabeza de la provincia de Venezuela,
    y a quien las demás de ella deben el lustre que tienen, se halla dando voces a las
    puertas de la Justicia... si alguna ciudad no merece el título de hermana de ellas,
    es la de Santiago de León, que siempre le ha cuadrado el de madrastra. Prueba
    grande de esta verdad es el rigor con que ha hecho esta mudanza y el con qué
    pretende sostenerla, sin considerar que han de ser muchísimos los daños e
    inconvenientes que se han de seguir

  10. #10
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    Re: Gobernación y Diócesis de Venezuela

    III - DE LA PROVINCIA DE MARACAIBO




    La provincia de Maracaibo, llamada así por el nombre de su capital, quizás no nos ocupará mucho por ser pequeña. Empieza al oriente cerca del famosísimo lago del cual hablaremos más tarde, pues el camino que lleva del lado oriental del lago a Barinas y pasa por el páramo de Macuchies, es en esta parte la línea fronteriza. Al sur el término divisorio es Cúcuta, al norte el mar y al occidente la nueva ciudad española de Perijá. La provincia es de clima muy caliente en general, aunque como la provincia de Caracas, tiene también lugares de clima variado. Sus ciudades son pocas y no muy vistosas, pero la capital que por el nombre del lago se llama Maracaibo, es notable desde muchos puntos de vista. Está situada cerca a la boca del lago en el mar, en la parte occidental, bien edificada y de clima saludable, lo que sin duda debe favorecer a sus habitantes, que según datos averiguados por los jesuítas que residían allá, contaba en años pasados de 13.000 a 13.313 almas, fuera de los forasteros que van a la ciudad de diferentes partes por motivos de comercio. Con todo esto, una ciudad tan importante, no tiene ningún convento de monjas ni de frailes, exceptuando algunos observantes. No voy a demorar a los lectores hablando del floreciente comercio de esa ciudad, a donde se concentra todo el cacao de Cúcuta y Mérida. Basta haberlo indicado en otra parte. Pasemos a las otras ciudades españolas.
    En la parte oriental del lago, está la ciudad de la nueva Gibraltar, que fue capital floreciente de esa provincia en sus principios, pero en la actualidad no muy considerable. Viajando por el camino que hemos ya indicado, se encuentran algunas poblaciones indias, y después de varios días se llega en fin a Mérida, que dista de Maracaibo unas 80 leguas y situada entre el oriente y el mediodía. Esta ciudad que en sus principios fué más renombrada de lo que es en la actualidad, recientemente ha sido erigida en diócesis, lo que aumentará no sólo su gloria sino también la población, que ha disminuido mucho por las incursiones de los motilones en los cacaotales de esa región.
    Sin embargo, Mérida no es insignificante. Situada en la alta planicie de una hermosa colina al pie de la cual corren cuatro ríos, tiene en frente montes nevados que atemperan admirablemente el clima haciéndolo muy agradable; esos montes en su cima están siempre cubiertos de nieve y a veces también en sus faldas. Un clima de ese género debe ser apropiado para la producción de nuestros frutos. En efecto, además de los aguacates y chirimoyas, hay buenos higos, cedros, melocotones, manzanas, excelentes hortalizas, étc. Pero su población no está proporcionada a la belleza del lugar, sin embargo, si queremos conocer el número de los religiosos que están en Mérida, parece que no es pequeño. Allá estuvieron los jesuítas, que generalmente no se establecieron sino en lugares importantes. Hay dominicos, observantes, agustinos pero pocos, y un monasterio de clarisas. En esa ciudad además de los magistrados de costumbre, reside un lugarteniente del gobernador de Maracaibo. Cerca de Mérida hay un lugar bien poblado, llamado vulgarmente el Egido, es una agrupación de españoles que se entregan a la fabricación de azúcar, pues allá hay muchos trapiches. Al oriente de Mérida, a unas cincuenta leguas de distancia, está la ciudad de Barinas, y en sus alrededores algunas poblaciones de Achaguas, Cuacuaros y de otros indios, regidas por dominicos enviados de Santafé. En esta parte, por ser todavía salvaje, la jurisdicción de Barinas se extiende quizás hasta el Orinoco, siguiendo la orilla derecha del río Apure.
    Al sur de Mérida, al lado del camino indicado, hay un lugar que se llama Estanques, formado por una agrupación de españoles, unidos en parroquia para guardar las plantaciones de cacao, de las cuales se dice haber sido muy grande la del señor don Femado Dávila, en la actualidad devastada en gran parte por los motilones. En el extremo sur de la jurisdicción o gobierno de Maracibo, está una población española distinguida con el título de ciudad, la Grita, muy célebre por el bello azul que se ha descubierto últimamente, por su tabaco y sus panelas, o panes de azúcar rojo que confeccionan sus habitantes.
    Volvamos atrás para observar a los indios, de cuyo idioma no digo nada por falta de datos. Y para comenzar por los convertidos a la fe, a lo largo del camino ya indicado varias veces, hay algunas poblaciones indias, como Capacho, Bailadores, Timotes, etc. En el gran lago de Maracaibo hay cuatro de esas poblaciones edificadas sobre el agua: Moporo, Tomoporo, Misoa y Lagunillas, por esta circunstancia esa provincia tomó el nombre de Venezuela o pequeña Venecia. . En la parte oriental del lago se ven algunas otras poblaciones, y otras en otras partes, pero las más célebres son las de los Jaquetíes, habitantes en la costa vecina, divididos en cinco colonias sujetas a un cacique, y que la defienden de los enemigos con flechas, en cuyo manejo son muy valerosos. En la misma costa hay otras dos o tres poblaciones de otros indios.
    Pasamos a los infieles, los cuales por su inconstancia en el bién una vez que lo han abrazado y dejado después, o por su resistencia en abrazarlo, o por otras causas desconocidas para mí, son quizás más numerosos de lo que podría esperarse en tan culta provincia. Y no vamos a tener mucho trabajo para encontrarlos, pues ellos mismos nos saldrán al encuentro.
    Aquí están lo Cocinas, que desde el lado izquierdo del lago de Maracaibo se extienden hasta el mar, sin preocuparse por convertirse al cristianismo, sino por alguna rara excepción. No tienen morada estable, ni casa, ni lugares que habiten por largo tiempo. En efecto, después de haber permanecido por cierto tiempo en un lugar, recogen sus hamacas y se van a buscar otro. Con la misma facilidad con que recorren las selvas entran también a Maracaibo para comerciar con los blancos, sin tener dificultad alguna en mostrarse casi desnudos hombres y mujeres, los primeros cubiertas sus desnudeces con unas calabazuelas, las segundas con un pedacito de tela. Si se conociera bien su idioma, se podría mudar en amable este espectáculo extravagante convirtiéndolos a Cristo.
    Después de los cocinas, están hacia el poniente los Goajiros, de los cuales hay algunos cristianos en las misiones de los capuchinos. No son tan feroces que maten a los viajeros, pero cuando ven alguno por sus tierras, en seguida lo rodean todos y casi lo detienen a la fuerza hasta que le dan tabaco, azúcar y canutillos de vidrio y todo lo que desean. Estos indios tienen buenas razas de caballos y montan tan bien y tan velozmente en pelo, guiando el caballo con riendas de bejuco, que pueden competir con los chilenos. Corriendo así precipitadamente llevan la guerra hasta los cocinas, que por ser débiles la esquivan huyendo y escondiéndose en los bosques, hasta que ellos se marchan. Pero otro pueblo cercano, que vive en una lengua de tierra que entra al mar por el espacio de 50 leguas y es toda plana y cubierta de árboles muy altos, espera a los Goajiros a pie firme y pelea con ellos virilmente. Ningún misionero ha logrado nunca penetrar en ese pueblo que sin embargo tiene mucha necesidad de civilizarse, pues si por ventura un barco encalla en la costa vecina, inmediatamente lo asaltan, matan a los pasajeros, les quitan sus haberes y queman en fin el barco y dispersan los restos en el mar.
    Pero esta ferocidad de los indios marítimos de la provincia de Maracaibo es nada en comparación con la de los motilones que ocupan los países mediterráneos. No dan ellos cuartel a nadie, sea blanco, negro o indio de otro pueblo, hombre o mujer, grande o pequeño, y aún un animal, si tienen oportunidad los matan a todos y no se preocupan sino de la lanza que encuentran al lado de los cadáveres. "Despedazan las telas, son palabras del Padre Collado que muchas veces los encontró con grave peligro, echan al aire el azúcar, la sal y guardan para si, si la encuentran, solamente la lanza". Es posible, que siendo ellos tan insolentes, no se pueda encontrar en tanto tiempo un remedio a ese desorden? Ciertamente que se ha buscado, pero siempre en vano. Los motilones son siempre los mismos a pesar de las dulces maneras y del amor con que se les trate.
    Por lo tanto es fácil pensar con qué ferocidad actúan contra las plantaciones de cacao de los blancos, matando a los negros que trabajan allá. Yo podría citar muchas plantaciones antes florecientes y ahora reducidas a nada, familias empobrecidas, conventos endeudados por este motivo, pero me abstengo de ello por brevedad, limitándome sólo a dar una breve noticia de la calidad, del número de esta nación y de la región en que habita. En cuanto a lo primero, los motilones son ciertamente atrevidos o temerarios, pero no valerosos. Matan siempre a traición, detrás de un árbol, abrigados por los bosques, pero nunca al descubierto. En el viaje de Mérida a la ciudad de Maracaibo se pasa por sus poblaciones. Para contenerlos son suficientes dos soldados con fusil a la espalda, aunque lo lleven descargado, tan grande es el terror que tienen a esas armas. Tampoco parecen muy respetables por su número, el Padre ya citado me dice que años atrás los hispanomeridenses y los cucuteños se pusieron de acuerdo para frenar la temeridad de esos indios y en quince días de viaje a través de sus selvas, no encontraron sino algún caney o cabaña capaz de contener cerca de cien personas, y algunas escasísimas huellas que son todos indicios de un pueblo no numeroso; no pudieron tomar prisioneros sino una vieja y una muchacha.
    Pero el país habitado o recorrido por los motilones es de una extensión maravillosa. Están en una planicie selvática de cerca a 300 millas de larga por otras tantas de ancha, en toda la provincia de Maracaibo no hay otra llanura mejor. En efecto, no sólo está cubierta de árboles y por consiguiente apropiada para el cultivo del cacao y de la caña de azúcar si se pudiera cultivar descuajando la selva, sino que para mayor ventaja de los habitantes está dividida en dos partes por el río Zulia que desemboca en el célebre lago de que vamos a hablar en seguida. Creo que nadie ignore cuán útil es la cercanía de los ríos para la feracidad de las tierras, es casi como si la regaran. En efecto, a lo largo del Zulia además de los terrenos secos hay también húmedos y pantanosos, los cuales tienen abundantísima caza y barro muy feraz, dejados en abandono por los bárbaros, llaman las industriosas manos de los españoles. Pero ésto es suficiente.
    En la provincia de Maracaibo, como en casi todas las demás, hay misioneros destinados a reducir a los salvajes. Es lástima que no sean en esa provincia tantos cuantos son necesarios. "Respecto a las misiones, me dice el alabado digno sujeto ya nombrado, a Maracaibo pertenecen las de los capuchinos navarros que están a dos días de la ciudad y se encuentran en el camino que va a Valledupar. Hay tres o cuatro poblaciones de pocos indios, además de la residencia que se llama Perijá, y fué recién fundada por los españoles de las islas Canarias". Un diccionario, una gramática de los idiomas de esos indios serían muy útiles para hacer la historia de esas misiones, pero yo no tengo más datos sobre el particular.
    El lago de Maracaibo, con el cual pondremos fin a este capítulo, quizás es el mayor o por lo menos el más renombrado de toda América meridional, y con razón. Pues según lo que dice el P. Collado, fue medido por un piloto inteligente cuando él estaba en Maracaibo, y se encontró que desde su desembocadura en el mar hasta el Catatumbo, a saber hasta la boca del río Zulia, tiene 60 leguas de largo y 30 de anchura, tomada la medida en el medio. Además ese lago es tan profundo que hasta los navíos más grandes pueden navegar con seguridad cerca de la costa. Está sujeto a olas no inferiores a las del mar del cual recibe también algún reflejo, y si no fuera todo dulce como es, más justamente que lago se podría llamar golfo.


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    Antonio Aparisi

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    Re: Gobernación y Diócesis de Venezuela

    La Iglesia como factor unificador del territorio venezolano


    Como parte de la historia venezolana, destaca el hecho de que todo el oriente venezolano formó parte del obispado de Puerto Rico como “anexos ultramarinos“ hasta que fue creado el arzobispado de Venezuela.


    Los meses de junio y julio son ricos en hechos memorables para la Historia de la Iglesia venezolana. Próximos a concluir con la publicación de El Ucabista correspondiente al año académico 1995-1996, consideramos que bien podíamos dedicar este número a resaltar algunos acontecimientos significativos ocurridos en estos dos meses, en diferentes siglos claro está, propios de la Historia Eclesiástica de Venezuela.


    La Diócesis de Caracas o de Venezuela


    La Diócesis de Venezuela fue la primera que efectivamente se instituyó en nuestro país, mediante la Bula " Pro excellenti praeeminentia " expedida por el papa Clemente VII, fechada en Roma a 21 de junio de 1531. En el documento pontificio se habla de la Provincia de Venezuela, que comprende el mismo territorio otorgado a los Welser en 1528, a saber: " ... que hay en la dicha costa que comienza desde el Cabo de la Vela o del fin de los límites y términos de la dicha Gobernación de Santa Marta ", hasta Maracapana al Oriente, incluyendo todo el cordón insular situado al Norte de dicha costa, exceptuando, expresamente, las que tenía encomendadas Juan de Ampíes, es decir, Aruba, Curazao y Bonaire.


    Clemente VII ordenó erigir una iglesia catedral en Coro para que allí residiera el Obispo, población que para entonces era el asiento del gobierno de la Provincia y a la que se le concedió el título de Ciudad Pontificia, caso excepcional en toda América: "... con título de ciudad el pueblo llamado Coro que está en la dicha Provincia de Venezuela ".


    El primer obispo de la Diócesis fue Don Rodrigo de Bastidas, quien un 4 de junio de 1532 dictó en Medina del campo, Diócesis de Salamanca, España, las reglas para el establecimiento y gobierno de la nueva Iglesia, es decir, su Carta Fundamental.


    A Rodrigo de Bastidas le sucedieron once obispos, hasta que la sede quedó canónicamente transferida a Caracas en 1638 (7 de marzo), en cumplimiento de la Real Cédula del 20 de junio de 1637. Entre las razones que justificaban dicho traslado se encuentran las siguientes: la superioridad económica de la nueva sede, Caracas, ciudad en la que habían fijado su residencia la mayoría de los Obispos hasta la fecha, y las ventajas estratégicas contra cualquier ataque holandés que, desde Curazao, estaba sólo a ocho o nueve horas de navegación de Coro, situación peligrosa puesto que en cualquier momento los holandeses podían saquear los bienes de la Iglesia.


    Uno de los Obispos más destacados, en esta atapa previa a la transferencia canónica de la sede episcopal de Coro a Caracas, fue Fray Gonzalo de Angulo, quien asumió el obispado de Caracas el 29 de junio de 1619. Al obispo Angulo se debe en buena parte y en conjunción con el gobernador Francisco de la Hoz Berrío, la reducción a poblados de los indios, diseminados en las encomiendas, lo cual se tradujo en la fundación de una gran cantidad de pueblos de doctrina que han perdurado hasta nuestros días. Sólo en los alrededores de Caracas y en los Valles de Aragua, se fundaron entre 1620 y 1622 diez pueblos de indios y cinco iglesias. Advertimos, además, que en todas estas fundaciones se cumplió con el procedimiento señalado por el gobernador Berrío y por el obispo Angulo.


    El Arzobispado de Caracas y Venezuela


    Por Real Cédula del 16 de julio se comunicó la elevación de la Diócesis de Venezuela a Arzobispado. La historia es como sigue: Con la erección de los obispados de Mérida (1777) y Guayana (1790) se logró avanzar bastante en el proceso de integración territorial venezolana, tanto en lo civil como en lo eclesiástico, para finales del siglo XVIII. Para estos años ya se contaba con Instituciones con carácter hacendístico, militar, gubernativo, judicial y comercial, como es el caso de la Intendencia de Ejército y Real Hacienda (1776), la Capitanía General (1777), la Audiencia de Caracas (1786), el Real Consulado (1793), pero faltaba la provincia eclesiástica.


    La erección de ésta se consiguió en 1803 (Bula "In Universali Ecclesiae Regimine" del 24 de noviembre). Esta decisión fue motivada fundamentalmente por la cesión de la isla de Santo Domingo a Francia, porque allí residía desde el siglo XVI el Metropolitano de la Provincia Eclesiástica a la cual pertenecía Venezuela. Pero a decir verdad, la elevación de la Diócesis caraqueña a Arquidiócesis era sólo cuestión de tiempo, era inminente, puesto que ya estaban dadas todas las condiciones que requería la Provincia de Venezuela para convertirse en el eje y centro de la futura nacionalidad venezolana.


    El 15 de noviembre de 1804 se dio cumplimiento a la Real Cédula del 16 de julio en la que se notificaba la elevación de la Diócesis de Venezuela a Arzobispado, centralizándose en torno a Caracas las Diócesis de Guayana y Mérida. El primer arzobispo fue don Francisco de Ibarra, quien se había desempeñado como obispo de la ahora arquidiócesis caraqueña, después de haber sido el primer obispo de la diócesis de Guayana, cargo en el que estuvo por seis años.


    El Arzobispado de Caracas y Venezuela se convirtió en un factor de integración territorial. Aunque la integración eclesiástica no es un asunto político en sí mismo, sus efectos integradores para el país fueron indudables. Tengamos presente que el territorio venezolano, en lo eclesiástico, estuvo disgregado y dependiente de dispares centros de poblamiento, como fueron Puerto Rico y Bogotá. Todo el oriente venezolano formó parte del obispado de Puerto Rico como "anexos ultramarinos". Táchira, Mérida y Barinas pertenecieron al Arzobispado de Bogotá hasta 1777.


    Las Diócesis de Mérida y Guayana se crearon en fecha tardía. Considérese la discordancia entre el ordenamiento territorial civil de Venezuela logrado en 1777 con la creación de la Capitanía General y las jurisdicciones territoriales eclesiásticas. La independencia y autonomía propia de una Iglesia nacional sólo se logró en 1803 con la Arquidiócesis.


    La trascendencia de este hecho de jurisdicción eclesiástica trasciende una mera conveniencia administrativa. Las vinculaciones entre lo civil y lo eclesiástico eran inmensamente más hondas y decisivas que en nuestros días, hasta por el régimen mismo de Patronato Regio propio de la América española. ¿ Qué hubiera ocurrido si en la época republicana la Provincia de Guayana hubiera sido gobernada por un Obispo residente en Puerto Rico ?


    La significación histórica de la erección del Arzobispado de Caracas bien puede estar plasmada en el siguiente párrafo, del obispo Santiago Hernández Milanés, al nuevo arzobispo Ibarra: " Deje Vuestra Señoría Ilustrísima venir los honores cuando no los buscamos y alégrese en ello por su Patria, que poco a poco se va elevando hasta lo sumo, para cuyo cumplimiento ya no falta sino Virrey ".


    ¡ El Virreinato de Venezuela !. Pero este proceso de integración económico, político, gubernativo, judicial, comercial y eclesiástico, que pudo haber concluído en la erección del quinto Virreinato de América, fue interrumpido por la Guerra de Independencia.


    Manuel Donis
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    Antonio Aparisi

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    Re: Gobernación y Diócesis de Venezuela

    Maracaibo: construcción de la identidad regional en el siglo XIX





    Germán Cardozo Galué


    Universidad del Zulia


    Resumen


    Cualquier intento de abordar el tema de la identidad regional se fundamenta en los datos aportados por la geografía e historia: explican la relación dialéctica entre el hombre y su entorno. En este artículo se parte del surgimiento de la unidad regional en el Zulia y se avanza hacia la aparición de un imaginario autonomista en la élite de Maracaibo y su discurso regionalista en el siglo XIX, a objeto de aportar el análisis histórico que permita concluir sobre la presencia de una identidad regional con cobertura en el Estado Zulia, su naturaleza y fundamentos sociopolíticos.


    Palabras clave: Región, localidad, identidad, Maracaibo, región marabina.





    Maracaibo: Construction of regional identity in the 19th century





    Germán Cardozo Galué
















    INTRODUCCIÓN





    La identidad regional, como toda realización material o creación espiritual del ser humano, es un producto cultural y simbólico resultante de la praxis social:


    ... la cultura (esa nueva dimensión de la realidad que se va constituyendo en los diferentes momentos de representación objetiva de la reproducción espiritual de la creación de la realidad humanosocial) es también una forma de praxis permanente cuya determinación radica en el pensamiento y en el conocimiento como una instancia por la cual se logra la unidad de la práctica material y la reproducción espiritual (López 1989: 84).


    El hombre objetiva el espacio material en el cual se desenvuelve su cotidianidad (paisaje, actividades productivas, relaciones sociales, organización política, vías de comunicación, etc.), y de este acto cognoscitivo extrae representaciones simbólicas (verbales, escritas, icónicas, etc.) que le permiten definir su entorno social y compartirlo con sus semejantes a través del fenómeno comuni-cativo.


    Este permanente y continuado estado de confrontación entre lo que la realidad le ofrece, la mente representa y la comunicación con sus semejantes transforma, origina ese producto cultural al que se ha denominado el imaginario colectivo. La percepción o conciencia de sí que tiene una sociedad, la cual se enriquece, reproduce y transmite de generación en generación, hace que una comunidad se reconozca como perteneciente a un determinado todo social, que la dota de unidad, la identifica como tal conglomerado humano y la diferencia de otros.


    Esta unidad e identidad subyacentes en los imaginarios colectivos, desde una perspectiva espacial, puede surgir en el tiempo en ámbitos de diferentes tamaño y como resultado de diversos procesos sociohistóricos: desde la pequeña territorialidad de una comunidad indígena hasta la extensa y compleja grandiosidad de un Estado Nacional, pasando por todas las instancias a las que la praxis social ha denominado, a lo largo del tiempo y con diferentes connotaciones: comunidades, arrabales, barrios, poblados, parroquias, villas, ciudades, municipios, provincias, estados, naciones, bloques continentales, etc.


    Cada una de estas circunscripciones sociales, producto, en ocasiones de instancias económicas y políticas y con frecuencia de similitudes étnico-culturales, constituye lo que hemos convenido en denominar, en los estudios de las ciencias sociales, "micro regiones", "sub regiones", "regiones" y "macro regiones".


    Para los fines de este particular análisis el sustantivo región connota una porción de territorio determinada por caracteres étnicos o circunstancias especiales de clima y topografía, producción, administración, gobierno, etc. De allí que en el proceso histórico a qué se denomine región dependa de la variable que se tome en cuenta: tan región lo es la "macroregión andina" determinada por sus características topográficas como lo fue la "macroregión marabina" de los siglos XVI al XIX habida cuenta de las relaciones socioeconómicas, como lo es la actual "región zuliana" concebida en términos de la administración de su desarrollo, la "subregión de la Costa Oriental del Lago" resultado de la actividad productiva dominante o la "micro región de Machiques", que, según la definición del historiador mexicano Luis González y González, es "la unidad tribal culturalmente autónoma y económicamente autosuficiente, es el pueblo entendido como conjunto de familias ligadas al suelo, es la ciudad menuda en la que todavía los vecinos se reconocen entre sí ... es el pequeño mundo de relaciones personales y sin intermediarios" (González 1986: 28).


    En consecuencia, la identidad regional puede estar referida a espacios de diferentes dimensiones territoriales, dependiendo su grado de mayor o menor presencia de la creación de una conciencia común y de la identificación de los distintos grupos de la población con la sociedad como un todo: es un producto histórico del regionalismo, que puede ser definido, en primera instancia, como un sentimiento de apego y de pertenencia a determinado espacio del que se es nativo o residente.


    El regionalismo durante la conformación de las sociedades modernas, al igual que el nacionalismo en una esfera más amplia territorialmente, ha sido un instrumento para motivar la actividad y solidaridad políticas, para movilizar a la sociedad regional contra opositores internos o externos, o contra cualquier amenaza, es decir para crear la identidad regional. En la concepción del regionalismo se ha pasado del plano psicológico al político; de ahí que sin haber desaparecido los regionalismos circunscritos a las pequeñas comunidades de base (localidades, municipios) se hayan superpuesto en los países latinoamericanos regionalismos provinciales, departamen-tales, estadales.





    ...porque no se extingue la naturaleza, el genio, el sentimiento popular y esas condiciones especiales de esa comarca que llamamos Estado Zulia y que está destinada a ser en lo venidero un gran pueblo, y un gran país, acaso una nación..."





    Estas modificaciones en el tiempo y espacio hacen que el regionalismo deba ser estudiado a partir del análisis de las condi-ciones de su formación y las distintas funciones que fue teniendo según la situación histórica, y no meramente en sus manifes-taciones y contenidos, es decir tomando sólo en cuenta manifestaciones culturales, destino histó-rico compartido, historia común, etc. (Cfr. König, H.-J. 1994: 25).


    Dos elementos, pues, guían, necesariamente, cualquier intento de abordar el tema de la identidad regional en toda sociedad: el geográfico y el histórico, que resumen y explican la relación dialéctica entre el hombre y su entorno. Ambas constituyen claves indispensables en este intento de aportar criterios para la discusión sobre la identidad regional zuliana.


    BASES GEOHISTÓRICAS DE LA IDENTIDAD REGIONAL MARACAIBERA


    Desde una perspectiva geográfica, no cabe la menor duda de que el territorio que hoy ocupa el Estado Zulia se corresponde con una región natural: la parte más extensa de la hoya hidrográfica del Lago de Maracaibo; y en el pasado, antes de los sucesos de la Independencia, abarcó la casi totalidad de esta hoya como Provincia de Maracaibo, incluyendo en su jurisdicción político-administrativa al Lago, las planicies costeras aledañas y las eleva-ciones y cumbres andinas tanto occidentales como orientales.


    Esta unidad natural, con su variedad de tierras, climas y vege-taciones, comunicadas por una enorme super-ficie de agua y sus numerosos afluentes, atrajo durante milenios a comunidades indígenas de todo el continente, que luego se llamaría América: arahuacos, caribes y chibchas, entre otros, convergieron y poblaron aquella matriz acogedora y feraz. Sus diversos asentamientos agrícolas y pesqueros originaron en un proceso milenario las primeras identidades regionales, de raigambre tan fuerte que una de ellas, la wayuu o guajira, alcanzó los niveles sociopolíticos de lo que hoy se denomina una nación, y aún pervive.


    El proceso de conquista y ocupación de la cuenca del Lago de Maracaibo por parte de los adelantados de la Corona española introdujo un nuevo elemento étnico y socio cultural que modificó el rumbo histórico de aquel espacio, y en consecuencia el modo de concebirlo. Como en la antigüedad prehispánica, el espejo mágico del Lago atrajo a los invasores que habían penetrado por la Costa Firme de la que llamarían provincia de Caracas o Venezuela y a quienes ya habían tomado posesión de Santafé de Bogotá, Tunja y Pamplona: desde Coro y el Tocuyo se establecieron en Maracaibo y Trujillo, desde las cumbres andinas en San Cristóbal y Mérida, creando jurisdicciones distintas.


    Sin embargo, en los comienzos mismos de este proceso, los nuevos actores sociales sentaron las bases de lo que se convertiría con el tiempo, en relación con el inmenso espacio ocupado por el Lago y sus tierras aledañas, en uno de los más fuertes elementos constitutivos del imaginario histórico regional.


    En 1577, el Consejo de Indias remitió a los gobernadores, corregidores y alcaldes mayores un extenso cuestionario que tenía por propósito conocer para su mejor gobierno la ubicación, recursos, medio geográfico, poblamiento y evangelización de las posesiones españolas en América.


    Ya para la época existían en el occidente de la actual Venezuela no menos de cinco o seis Ayuntamientos, con sus respectivos alcaldes y jurisdicciones independientes; sin embargo cuando, en 1579, los Alcaldes ordinarios de Maracaibo, Rodrigo de Argüelles y Gaspar de Párraga, contestaron el cuestionario de la Corona lo denominaron "Descripción de la ciudad de Nueva Zamora de Maracaibo, su término y Laguna", aportando información no sólo sobre Maracaibo y su jurisdicción sino también sobre todo el entorno de la cuenca lacustre. Resaltaron la importancia del Lago como eje operativo de dominio y de explotación de los recursos naturales; indicaron la presencia en él de varios puertos de donde salían caminos hacia los centros ya poblados y áreas productivas del interior del territorio (Trujillo, Mérida, San Cristóbal, Pamplona) como para destacar la unidad que conformaba Maracaibo con aquel espacioso anfiteatro natural (Arellano 1964) .


    Los españoles radicados en Maracaibo habían detectado, a escasas décadas de las primeras correrías y fundaciones en el occidente de la actual Venezuela, la existencia de una región natural con potencialidades económicas. Fueron sus pobladores y las autoridades políticas de Maracaibo quienes al objetivar aquel espacio y sus posibilidades económicas comenzaron a alimentar el imaginario histórico con rasgos que asomaban ya la prefiguración de la unidad regional, basada en la funcionalidad económica.


    El interés por parte de las autoridades maracaiberas de lograr el dominio efectivo de las jurisdicciones lacustres y andinas no tardó en hacerse notar y en consolidarse. Para ello, desde fines del siglo XVI, los vecinos de Maracaibo iniciaron un permanente acoso a la obligada navegación que debían hacer, por el canal que comunica al Lago con el Caribe, los comerciantes que ingresaban mercaderías y extraían frutos de las jurisdicciones andinas, a través de los puertos de Gibraltar y Zulia. El secuestro de barcos, el cobro de peaje y aun las incursiones bélicas de los maracaiberos sobre Gibraltar dieron resultado.


    En Real Cédula de 31 de diciembre de 1676, la Corona española comunicó al Gobierno de Mérida y a las Audiencias de Santafé de Bogotá y Santo Domingo la fusión de Maracaibo y Mérida bajo una sola jurisdicción. Dos años después, Maracaibo logró que la capital de la nueva entidad administrativa, conocida como "Provincia de Mérida, La Grita y ciudad de Maracaibo", fuera traslada a su puerto y con la capitalidad la "feria de hacendados y mercadere", una de las más famosas del Caribe oriental. Maracaibo pasó a controlar en lo político y económico la totalidad de la cuenca lacustre, desde los fértiles valles y piedemonte andinos hasta las yermas tierras guajiras.


    Más que su condición de capital administrativa de la Provincia, el manejo de la actividad mercantil puso en manos de Maracaibo el control efectivo del "hinterland" lacustre. La vida económica de quienes habitaban los más remotos poblados de aquel espacio danzó al compás que marcaba el reflejo de la oferta y la demanda en los mercados mundiales: la ciudad-puerto engranaba al circuito comercial externo con el regional. El tabaco de Barinas se enfardelaba como "Tabaco de Maracaibo"; a los puertos españoles y de otras colonias llegaban "Harina de Maracaibo", "Cacao de Maracaibo". Maracaibo que no producía nada lo comercializaba todo, y se imponía en el imaginario colectivo su preponderancia regional.


    Aunque los nexos comerciales y el control administrativo del Ayuntamiento maracaibero no eran suficientes para afirmar la existencia del dominio efectivo del territorio, pues persistieron los espacios regionales que desde el momento mismo del contacto aborigen-hispánico habían comenzado a fraguarse como resultado de las condiciones topográficas, niveles de relacionamiento (etnias indígenas con diferentes modos de producción y de vida), actividad productiva, etc., Maracaibo, la ciudad primada, persistió en reforzar la unidad regional de su provincia e inició un discurso político en el cual ya asomaban rasgos de lo que hoy se conoce como identidad regional zuliana.


    Durante un período de larga duración, casi cuatro siglos, factores naturales como la inmensidad de la hoya hidrográfica del Lago de Maracaibo, el aislamiento originado por las escarpadas cumbres andinas y la lejanía de los principales centros administrativos (Bogotá y Caracas), más otros de índole social como la implantación por parte del mercantilismo español de una economía agroexportadora, fuertemente atada a través de su circuito comercial a los mercados internacionales, habían convertido al occidente de Venezuela en una región "mediterránea" : un espacio con especificidad y ritmo históricos propios, diferente, en cuanto a su dinámica y características fundamentales, del resto de los actuales conjuntos regionales vecinos, tanto venezolanos como colombianos (Cardozo, 1991: 11).


    LA ÉLITE MARACAIBERA: DE LA UNIDAD REGIONAL A LA LUCHA POR LA AUTONOMÍA


    El ejemplo más notorio de la percepción de este proceso unificador se descubre en los escritos y actuación de una de las figuras más representativas de la élite maracaibera: José Domingo Rus, actor social de primera línea durante la coyuntura de la Independencia, cuando Maracaibo se convirtió en la ciudad disidente de este movimiento y proclamó su adhesión a la Monarquía española.


    Desde 1794, en su informe "Sobre la provincia de Maracaibo hecho al Consulado de Caracas ... ", Rus, como diputado consular de Maracaibo, ofreció un minucioso cuadro de los rasgos demográficos de cada una de las jurisdicciones, economía (recursos explotados y explotables, producción, mano de obra, comercio, etc.), distancias y comunicaciones de la provincia (Arellano 1964: 461-473).


    La unidad regional se hacía evidente en el informe de Rus. En aquel momento el discurso no fue más allá de las descripciones de carácter económico típicas de quienes se habían formado y actuaban en el marco de la Ilustración, aunque no se dejaban de hacer observaciones que tocaban a lo político-administrativo en favor de la provincia. Pero la segunda versión de este informe, ampliada y presentada por Rus en las Cortes de Cádiz, en 1814, al fragor de la guerra de Independencia venezolana, descubre el imaginario histórico y las pretensiones autonómicas de una élite que se considera con el derecho de figurar al frente de los destinos de su provincia. El discurso sobre una supuesta identidad regional se inicia cuando solicita y argumenta la separación de la provincia de Maracaibo de la de Caracas para que sea elevada a Gobernación y Capitanía General:


    Maracaibo, ni por un momento debe depender de Caracas, cuyas determinaciones y recursos negados parece se habían propuesto dar en tierra con su agricultura, comercio y defensa; y no es bien ya se deje de conocer la mejora en que debe empeñarse cada provincia, cuando por la Constitución política de la Monarquía española, que acaba de sancionarse [1812], todas tienen un interés igual para ocurrir a sus ramos y salir del abatimiento en que las habían tenido los siglos de hierro o las depravaciones de aquellos que con títulos de capitales, como Caracas, todo se lo absorbían y nada concedían a las pobres subalternas, a quienes miraban con desprecio, porque nunca consultaron sino su propio interés y el brillo de sus poseedores. Debe cesar este sistema y pasar al de oro de cada pueblo (Rus, 1969: 74-75).


    Rus, consciente de aquella unidad regional, que sobrepasaba los límites establecidos de la Provincia de Maracaibo, y pensando en la fortaleza económica, política y militar de una futura Capitanía General, solicitó a las Cortes de Cádiz la anexión a aquella de las jurisdicciones de Río Hacha, Valles de Cúcuta, El Rosario, Salazar de las Palmas, San Faustino y San Cayetano (Rus 1969: 161-168).


    La élite maracaibera en nombre de la provincia envuelve a todo su territorio en su propio destino, aunque ya se han separado Mérida y Trujillo para plegarse al movimiento emancipador, y el resto de sus jurisdicciones (Perijá, San Carlos, Gibraltar) se mantienen alejadas del conflicto y a la espera del devenir de los sucesos. El testimonio andino de Antonio Nicolás Briceño, diputado por Mérida ante la Convención de 1811, en estos momentos cruciales de definición nacional, es un claro indicador de las tensiones y contradicciones que se habían acumulado a lo largo del dominio español y que condujeron a sus élites a no plegarse a la actitud rebelde de Maracaibo:


    ... cada día se ratifican y convencen más de su acertada elección, aplaudiendo el actual sistema que ha puesto en sus manos la potestad judicial, la gubernativa y la económica, fluyendo sobre su propio país la substancia y las riquezas con que contribuyen los Pueblos mismos que reciben beneficio. Haced una comparación exacta de lo que esas ciudades de Mérida y Trujillo eran unidas a Maracaibo y lo que son hoy separadas sólo ha diez meses de una potestad distante que las degradaba... ellas permanecerían en la apatía y abatimiento que las afligía y de que hoy se ven libres ...


    ... Mérida y Trujillo se han separado de Maracaibo contra la expresa voluntad del Gobernador de esta plaza, tratándolo de déspota, negándole autoridad sobre ellas y sacudiendo las tropas que en su distrito mantenía ... (Briceño 1811: 30 y 32).


    La conciencia de las potencialidades reales del hinterland que rodeaba a Maracaibo y de la preeminencia -no menos cierta- que había adquirido como ciudad-puerta del occidente de Venezuela, impulsó a su élite a jugarse el todo por el todo, en 1810, con la esperanza de consolidar sus pretensiones autonómicas y quizás un nuevo espacio "nacional". Durante una larga década se enfrentó a los ejércitos republicanos; pero el resultado de la guerra la obligó a claudicar; su proyecto separatista, los deseos de independencia que había alimentado su imaginario autonómico fueron castrados por una nueva dependencia, primero de la República de Colombia y luego de la República de Venezuela, más estricta y exigente que la anterior, la monárquica, pues se regía por un férreo sistema constitucional.


    El Cabildo de Maracaibo, en 1821, la declaró "libre e independiente del Gobierno Español, cualesquiera que fuera su forma desde este momento en adelante; y en virtud de su soberana libertad se constituye en república democrática y se une con los vínculos del pacto social a todos los pueblos vecinos y continentales, que bajo la denominación de República de Colombia defienden su libertad e independencia, según las leyes imprescriptibles de la naturaleza" (Citado por Ortega 1991: 20. Subrayado del autor).


    El Cabildo incorporaba a Maracaibo y al resto de la provincia al movimiento emancipador dejando constancia de que en su imaginario histórico estaba presente una identidad regional que le permitía representar y tomar decisiones por los pueblos "marabinos": actuaba en nombre de un colectivo que no renunciaba a su soberanía; hacía libre uso de ella para integrarse "con los vínculos del pacto social" a la unión colombiana en igualdad de circunstancias y condiciones que el resto de las entidades que la conformaban. Comportamiento que revela, en estos fundamentales momentos de transición de la sociedad monárquica a la republicana, a una élite política local que se apresta a iniciar nuevas relaciones de poder pero sin menoscabo de los fueros autonómicos y preeminencia regional adquiridos a lo largo de su proceso histórico. El asedio militar de Francisco Tomás Morales a la provincia de Maracaibo, casi inmediato a estos acontecimientos, devolvió momentáneamente a España el control de este espacio, hasta la capitulación del jefe realista en 1823.


    La República de Colombia, en su Constitución de 1821, le reconoció a Maracaibo sus derechos históricos sobre el occidente venezolano al declararla capital del Departamento del Zulia, y someter a las provincias de Coro, Trujillo y Mérida a su jurisdicción militar, política y administrativa . Estrategia que aseguraba a los ejércitos libertadores el dominio sobre la provincia disidente al atarla a territorios que desde los inicios de la contienda bélica se habían declarado partidarios del proceso emancipador.


    Cuando Venezuela se separó de la República de Colombia, en 1830, la Provincia de Maracaibo pasó a formar parte del nuevo país, no sin antes haberse convertido -según la prensa de la época- en "...teatro de discusiones y de dudas... Unos pretendían unirse a la Nueva Granada, otros formar un estado independiente o hanseático, y otros finalmente seguir el pronunciamiento de Venezuela..." (La Mariposa. Maracaibo, 14 de septiembre de 1840, número 13). Todo esto ocurría en Maracaibo, una prueba más de las vacilaciones de una élite que se resistía a aceptar las ataduras del nuevo centro de poder, y no renunciaba fácilmente a sus aspiraciones autonómicas sobre el extenso espacio del occidente venezolano.


    En los avatares de este nuevo juego político, también perdió su primacía administrativa sobre el occidente venezolano al ser reconfirmadas Mérida y Trujillo, sus antiguas jurisdicciones, como provincias independientes. ¿Temor por parte del Poder Central caraqueño de que aquella vasta y rica región occidental, liderada por una ciudad con tradición de autonomía, llegara a separarse de la República?; sin embargo, la primacía económica se mantuvo. La privilegiada posición geográfica del puerto, entre la feraz región lacustre-andina y las rutas del comercio caribeño hacia Europa y los Estados Unidos de Norteamérica, la convertían en el centro nodal de uno de los movimientos mercantiles más importantes de Venezuela.


    LA ÉLITE MARACAIBERA: DE LAS ASPIRACIONES AUTONÓMICAS A LA DEFINICIÓN DE LA IDENTIDAD REGIONAL





    A lo largo del siglo XIX, la élite maracaibera pregonó y disputó sus menguados fueros autonómicos ante la constante reafirmación del centralismo, que no tenía cuenta de si la Constitución vigente era centro-federal o federal del todo. Reforzaron esta demanda las circunstancias particulares que rodearon el crecimiento económico, político y urbano de la ciudad-puerto y su consolidación como centro de la actividad intelectual; pero todo ello a expensas y en detrimento del resto de los centros poblados y jurisdicciones de la Provincia de Maracaibo, Estado Zulia a partir de 1864.


    Maracaibo creció demográficamente en la medida en que se hacía dinámico el circuito agroexportador del cual era centro nodal; y a este circuito le daba vida la demanda de café, en permanente aumento, a partir de la década de 1830. Atraídos por las posibilidades de este nuevo rubro económico, hombres de negocio y comerciantes de origen inglés, francés e italiano, principalmente, se radicaron en la ciudad-puerto y en los centros de acopio de las áreas productivas andinas.


    Igual ocurrió con las migraciones desde el interior de la provincia, cuyo crecimiento demográfico pasó por décadas de estan-camiento mientras Maracaibo cuadruplicaba y aun quintuplicaba en número de habitantes al resto de los puertos y poblados. Atraídos por las noticias de la reanimación que experimentaba la capital, emigraron hacia ella centenares de agricultores y criadores procedentes de los más apartados rincones. Así comentaba este hecho un columnista anónimo al exponer en un periódico de 1837 las causas del atraso y decadencia de la Provincia:


    ...Una de ellas, y acaso la principal, es el abandono en que se ven por los habitantes de esta provincia las extensas y feraces costas del lago, en que pródiga la natu-raleza ofrece precozmente mil por uno. Desconociendo que la sólida y verdadera riqueza consiste en el cultivo de la tierra y absoluta contracción al cuidado de las heredades, las abandonan por venir a vivir en la ciudad, para venir a ejercer otras profesiones de comerciante, sin tener los elementos necesarios para ellas como son el crédito, el capital y nociones exactas ...(El Constitucional de Maracaibo, número 46).


    Gracias a la exportación del café, que llegaba de las áreas productivas andinas a través de los puertos del Lago, la Aduana de Maracaibo pasó, en tres décadas, de un cuarto rango al segundo para el año de 1860, multiplicando por ocho el valor de los capitales movilizados.


    El alza acentuado en la movilización de capitales ocurrió durante la década de 1850, y esto tuvo que ver con la llegada a Maracaibo del comercio alemán en los primeros meses de 1842. El café se exportaba principalmente a través de Curazao y de Nueva York.


    Luego del cierre de la Aduana, entre 1874 y 1878, por decreto de Guzmán Blanco, interesado en el control efectivo de las aduanas del país, principal fuente de los recursos que necesitaba para obras públicas y pago de las deudas externas e internas (Cfr. Urdaneta 1992: 81-112), la década de 1880 constituye un período de recuperación y crecimiento de las transacciones comerciales por el puerto de Maracaibo.


    El alza en los precios del café a nivel mundial, cuya cifra más alta se dio a mediados de la década de 1890, señaló el momento de consolidación del Circuito agroexportador marabino. Maracaibo lucía como el principal emporio mercantil de la región y del país. Con cerca de 40.000 habitantes, contaba con 51 establecimientos de comercio por mayor y 388 de comercio al detal (Arocha 1895). Era ya la aduana venezolana que movilizaba un mayor volumen de mercancías y frutos, y por consiguiente de capitales.


    Todo esto había sido posible gracias al concurso de las inversiones agrícolas en los Andes y de la mano de obra esparcida por las áreas productivas o concentradas en los pequeños puertos del Lago y sus afluentes: La Ceiba, Gibraltar, Encontrados, etc. Maracaibo creció en lo económico a expensas de la explotación de los recursos y fuerza de trabajo de las jurisdicciones andinas y de las planicies costeras del Lago.


    En lo urbano, Maracaibo inició e intensificó un proceso de modernización y expansión, a medida que el comercio del café prosperaba en el último tercio del siglo XIX. La ciudad estrenó nuevos edificios públicos. En 1883, en homenaje al Libertador se inauguró el 24 de junio el Teatro Baralt; de estilo ecléctico morisco, con capacidad para mil personas. El más suntuoso de ellos lo constituyó la sede de la Escuela de Artes y Oficios, construida en 1888 como parte del homenaje a Rafael Urdaneta en el centenario de su nacimiento. En septiembre de 1890 trasladaron a éste el Poder Legislativo. Techaron con tejas algunas casas del perímetro urbano, construidas o refaccionadas según nuevos cánones arquitectónicos: altas, de largos ventanales de contrastantes y vivos colores; enlosaron algunas aceras más de sus calles. Los héroes y las efemérides patrias les dieron nuevo nombre: Libertador, Páez, Carabobo, Urdaneta. Coincidiendo también con las conmemoraciones del natalicio del héroe, quedó inaugurado el servicio telefónico, y por vez primera en el país, una población venezolana se iluminó con el alumbrado eléctrico. Por fin, Maracaibo tenía acueducto público.


    El perímetro urbano se había extendido hacia el norte con el municipio Santa Lucía, y hacia el oeste surgió el de Cristo de Aranza. Su ampliación demandó mejoras en el sistema de transporte. En 1884, inauguraron la primera línea de tranvías de tracción animal: unía al céntrico sector del mercado con Los Haticos, tradicional área de esparcimiento en la ciudad, a donde las familias adineradas empezaron a trasladar su residencia habitual. Otras líneas se construyeron que conducían, también desde el centro, a El Empedrado, El Milagro, Las Delicias; y en 1891, se estrenó la de Bella Vista, de tracción mecánica a vapor.


    El resto de los puertos y poblados del territorio zuliano, testigos silenciosos del enriquecimiento y buena vida de la élite maracaibera como trampolín de la producción cafetalera andina y su abastecedor de frutos y artesanía, permanecía en un estado de casi total abandono, carentes de los servicios esenciales, con una fisonomía que los asemejaba a la más retirada de las aldeas rurales. Así lo demuestran los continuos reclamos y quejas de los concejos municipales de los diferentes poblados y jurisdicciones del Estado: el gobierno maracaibero no atendía a sus demandas de presupuesto para emprender obras públicas indispensables, mejoramiento de las condiciones urbanas, educación, etc., mientras las arcas oficiales se llenaban con los aportes de los impuestos municipales y este dinero servía para modernizar y embellecer a Maracaibo: un centralismo regional.


    Políticamente, en Maracaibo se consolidó a lo largo del siglo XIX, su clase dirigente en torno a un proyecto de reafirmación de su papel como entidad autónoma en el concierto de la República, reforzado por su incorporación al sistema federal a partir de 1864. Difícil conseguir en el proceso histórico venezolano de ese siglo a otra localidad que, de manera tan continua, asumiera ante el Poder Central caraqueño actitudes de rebeldía e incon-formidad.


    Hasta el año de 1830, al frente de las diversas instancias políticas -gobernación, ayuntamiento o concejo municipal- estuvieron los representantes de la élite tradicional maracaibera, vinculada familiarmente con las autoridades del pasado sistema monárquico español. A partir de la creación de la República, el gobierno del general José Antonio Páez, como otra de las medidas para debilitar a aquella élite que durante los años de la Independencia asumió definidas posiciones autonomistas, colocó al frente de los organismos locales a funcionarios provenientes del militarismo vencedor.


    Este vuelco en la estructura de poder ocasionó que la ciudadanía se dividiera en dos bandos: los Campesinos, "compuesto de la mayor parte de la gente notable, de toda la pudiente, de todos los gremios y de mucha parte del pueblo bajo", y los Tembleques, del sector "arribista"1 , que desautorizaban y desconocían en forma permanente a los miembros de la élite local. A mediados de 1834, durante el proceso eleccionario "nacional", los Tembleques infringieron repetidas veces la ley de elecciones; los Campesinos, colmado el vaso, reaccionaron en su contra y denunciaron los hechos ante el Poder Central.


    Pero llevaron más adelante sus acciones: encarcelaron en el Castillo San Carlos al Gobernador Ramón Fuenmayor y al Alcalde Ramón Enríquez, cabecillas de los Tembleques, y asumió el gobierno Lino Celis, líder del movimiento Campesino. En sus comunicaciones a Caracas, los Tembleques acusaron a los Campesinos de revolucionarios que buscaban romper la integridad del Estado Nacional: "enemigos" del orden establecido que pretendían sustraer a Maracaibo de la dependencia de Venezuela2.


    De hecho, en la ciudad habían circulado pasquines, como uno anónimo de 1833 en el que se criticaba al poder caraqueño de considerar a los maracaiberos como inferiores e incapacitados para ocupar cargos públicos de importancia: "...Se quebró el cetro de España -afirmaban- se destruyó el imperio de Bolívar y va a comenzar el de los Borbones Caraqueños, y si no ¿cómo nos están encapando poco a poco cuando no hijos natos, otros tantos como ellos, y todos nosotros considerados como imbéciles para obtener empleos?..."3 .


    La situación fue considerada de tal gravedad por Páez que se vio obligado a declarar alterado el orden público en Maracaibo e ilegal el gobierno provisional de Lino Celis: sacó de su retiro en Coro a Rafael Urdaneta y lo puso al frente de un batallón que marchó sobre Maracaibo. La elección fue doblemente acertada; por una parte, dio origen a la reconciliación de Páez y Urdaneta, quien no había aprobado la disolución de la República de Colombia, y por otra a Urdaneta lo unían con los maracaiberos estrechos vínculos familiares y de amistad, nexos comerciales y aun ideológicos pues había introducido la masonería en Maracaibo, a la cual pertenecía la élite que conformaba al movimiento Campesino. Tan fue así, que dejó acantonadas sus tropas en Casigua y se presentó en Maracaibo sorpresivamente solo, reponiendo inmediatamente el orden, acción que, según informó a Páez, no fue "un acto de las armas sino de la obediencia voluntaria del Gobierno"4. Los rebeldes fueron indultados por el Poder Ejecutivo y nombrados Manuel Ramírez y Mariano Montilla, ambos identificados con los Campesinos, como Gobernador de la Provincia y Comandante de Armas, respectivamente.


    En una segunda movida política, muy próxima a la anterior, fueron los Tembleques quienes, disgustados con Páez por el apoyo prestado a los Campesinos, se manifestaron en junio de 1835 como partidarios de las Reformas propuestas por Mariño y respaldaron en septiembre de 1835 a Francisco María Farías y su posterior invasión y ocupación de Maracaibo.


    Pocos años después, la disolución por la fuerza armada del Congreso Nacional el 24 de enero de 1848, que ocasionó la muerte, entre otras, de Julio Salas, diputado por Maracaibo, la enfrentó nuevamente al Poder Central. Los maracaiberos, con el apoyo de la Diputación Provincial y todos los "notables" de la ciudad, hicieron la guerra, durante un año a Monagas. José Aniceto Serrano, gobernador de la provincia, denunció "la traición de Monagas al pacto suscrito por Páez para sostener el continuismo político y las prerrogativas de las provincias" (Ferrer 1996: 185). Primera y única acción militar de Maracaibo contra el Poder Central.


    Quizás esto explica que durante los años de la Revolución Federal (1859-1864) Maracaibo se abstuviera de participar directamente en el conflicto. Sólo en momentos en que el triunfo indiscutible del ejército de la Federación, a principios de 1863, definió hacia qué bando se inclinaba la balanza, Maracaibo, y tras ella las principales capitales provinciales y poblados regionales, proclamaron su adhesión a la causa federal; el occidente venezolano, temeroso de quedar entre dos fuerzas políticas de diferente signo, hizo causa común con Maracaibo (Cfr. Cardozo, Quevedo 1996).


    Resuelta la guerra, dos maracaiberos, Nemesio Baralt y Octaviano González afirmaban, en 1865, que era en el aislamiento del Zulia, en el desarrollo de sus industrias y sus recursos propios donde habría que buscar las razones que daban a esta región "el carácter independiente que viene demostrando desde los primeros tiempos de la República en sus diferentes evoluciones políticas... porque no se extingue la naturaleza, el genio, el sentimiento popular y esas condiciones especiales de esa comarca que llamamos Estado Zulia y que está destinada a ser en lo venidero un gran pueblo, y un gran país, acaso una nación" (Baralt, González, 1865: 3-4). Nunca se expresó de manera tan precisa e idealista el imaginario autonomista maracaibero y la presumida identidad regional.


    De ahí que no extrañe cómo el ambiente de Federación, que constituyó para Maracaibo el clímax de sus pretensiones autonomistas, condujese a tres declaraciones de indepen-dencia del Poder Central caraqueño. La primera, fechada el 20 de febrero de 1863 y firmada por Jorge Sutherland y Venancio Pulgar, Gobernador y Jefe de Operaciones de la Provincia respectivamente, señala el enfrentamiento de Maracaibo a Páez y su apoyo a la Federación:


    ¡Viva la independencia de Maracaibo...


    ...¿Qué lazos pueden unirnos ya a esa República contradictoria que soporta humillada con la resignación del esclavo vil una Dictadura que se organiza como para ser interminable, sin vergüenza ni temor de la historia? ¿Qué nos detiene... cuando el corazón nos dice, ¡Independizaos!


    No más consideraciones, maracaiberos: la lealtad no nos ordena el suicidio. Rompamos los lazos: ¡proclamemos la independencia de Maracaibo!


    Tenemos elementos para subsistir por nosotros mismos? Claro está, cuando hemos prodigado tanto dinero...


    Los bienes de la independencia son incalculables; si nos detuviésemos en exponerlos, correríamos el riesgo de ser tenidos como visionarios por los que no conocen este suelo privilegiado, nido de tantas riquezas ...5


    La segunda y tercera, en el contexto del fracaso del gobierno federal por parte de Caracas, lo constituyen un decreto del 30 de julio de 1868 firmado por Jorge Sutherland como gobernador del Zulia, y un acuerdo de 24 de junio de 1869 de la Legislatura del Estado, según los cuales el Zulia "reasume la soberanía" delegada en los poderes nacionales mientras los pueblos de la unión establecen un gobierno general de conformidad con la Constitución.6


    El discurso regionalista aparece en boca de los dirigentes y élite maracaibera; pero, en qué medida se corresponde con la praxis social de todo el espacio zuliano, y en consecuencia denota identidad regional, se verá plasmado en los acontecimientos producidos por la movilización social que origina, a fines de 1889 y principios de 1890, el rescate de la autonomía de la que había sido privada el Estado por decreto de Guzmán Blanco.


    El retorno de Guzmán Blanco al poder, en febrero de 1879, como jefe de la Revolución Reinvindicadora inauguró para la élite maracaibera un nuevo período de calamidades. Así lo presentía su población que fijó en las esquinas e hizo circular pasquines que denigraban del mandatario.


    Con el propósito de debilitar al caudillismo local y demás frentes de oposición regionales, Guzmán Blanco hizo aprobar por el Congreso, el 27 de abril de 1881, una nueva Constitución que reducía a Venezuela de veinte a nueve Estados. Zulia permaneció aún como uno de estos nueve Estados autónomos de la Unión.


    Un mes después, el 19 de mayo, contradiciendo a la recién aprobada Constitución, el Congreso promulgó una Ley que instaba a los Estados Falcón y Zulia a fusionarse entre sí o con otros Estados. Al día siguiente, Guzmán Blanco dictó un decreto mediante el cual designaba un Presidente en el "Grande Estado" resultante de la fusión de Falcón y Zulia; todavía ambas entidades no habían tenido tiempo de enterarse de la disposición emanada del Congreso.


    El 18 de noviembre se promulgó la Constitución del Grande Estado Falcón-Zulia que dio figura jurídica al pacto de unión entre ambos Estados. Posteriormente, en abril de 1883, la nueva entidad federal pasó a denominarse simplemente Estado Falcón, y su capital se radicó en Capatárida. El Zulia, convertido en Sección, desapareció del mapa y de la división político-territorial del país. Doble descalabro para la élite dirigente maracaibera: el Zulia perdía su entidad como Estado de la Federación y Maracaibo la capitalidad regional, ejercida desde mediados del siglo XVII.


    En la más pura tradición de la política moderna del siglo XIX, la élite maracaibera, a lo largo de la década de 1880 y mientras se mantuvo Guzmán Blanco en el poder, se organizó para crear un clima de opinión en la colectividad a favor de la reconquista de los derechos y fueros perdidos. La pedagogía política se puso en marcha. Simultáneamente la élite se valió de la prensa y del contacto directo con la comunidad.


    Alejado Guzmán Blanco del poder y de Venezuela, el 5 de julio de 1888 asumió la Presidencia Juan Pablo Rojas Paúl. Su pronta actitud antiguzmancista y las positivas obras de gobierno despertaron en los maracaiberos francas esperanzas.


    Pero, desde septiembre de 1889, los partidarios de Rojas Paúl propusieron un proyecto de reforma constitucional para mantenerlo en el poder; además, modifica-ciones en la organización político-territorial preveían, entre otras, la desaparición de las secciones Falcón y Zulia del Gran Estado Falcón para fusionarlas en una sola entidad: se haría Ley, por la nueva Constitución, lo que hasta ese momento sólo se había sostenido por el decreto guzmancista.


    La noticia cayó como rayo sobre las aspiraciones de la élite maracaibera con respecto a la región; así lo manifiesta la decepción y patetismo de quienes la comentaron, al confirmarla el diputado por la Sección Zulia, Antonio Acosta Medina, en telegrama enviado, el 19 de diciembre de 1889, desde la Asamblea Legislativa del Estado Falcón, establecida por Guzmán Blanco en Capatárida:


    ...cuando el Zulia creía próxima la hora de aquella reintegración, siniestro rumor que llega a sus playas y que se difunde por todo su territorio como fatídico mensajero, le anuncia que su autonomía, hasta hoy sólo perdida en el hecho quedaría borrada en el Pacto Federal por virtud de las reformas (El Zulia y su autonomía ante la Nación: IV-V).


    De inmediato, la élite maracaibera organizó un movimiento de protesta. El clarinazo lo lanzó el periodista Trinidad Bracho Albornoz, director de El Noticioso; propuso la estrategia a seguir:


    La reducción de los Estados fue un medio de que se valió el antiguo régimen para tener más a la mano los resortes que habían de sostenerle en el poder... Por eso es necesario que el Zulia entero levante su voz para protestar contra la formación del nuevo Estado; organícense asociaciones, créense periódicos; convóquense mitings; agrúpense los individuos de cada un gremio, para que todos a una eleven su voz hasta el Jefe de la República, hasta el Congreso, hasta la Nación entera, protestando contra el inconsulto maridaje de Coro y Maracaibo (El Noticioso. Maracaibo, 18 de diciembre de 1889, núm. 15: 4. Subrayado del autor).


    La prensa abrió un debate público que precisó y fundamentó los derechos que asistían a los zulianos para rescatar su autonomía y que ésta quedara formalmente definida en la Constitución. Las plazas de la ciudad fueron escenario de asambleas públicas para compartir con el colectivo maracaibero el momento de tensión que se vivía. La convocatoria, de carácter popular, motivó una respuesta igualmente popular. Los habitantes de Maracaibo se reunieron, según la tradicional figura de los gremios, y uno tras otro hicieron público en pasquines y notas a la prensa su rechazo a la decisión que el Congreso de la República estaba pronta a tomar: el Zulia debía conservar su autonomía. Los pronunciamientos fueron firmados por los miembros de cada uno de los gremios de Maracaibo. Pero no todo el Zulia entero levantó su voz para protestar contra la formación del nuevo Estado, según el llamado y a propuesta del periodista Trinidad Bracho Albornoz.


    La cúpula organizadora del movimiento proautonomista se constituyó como "Junta Central Reinvindicadora de la Autonomía del Zulia", creada el 31 de diciembre de 1889 en "El Elefante Blanco", elegante salón de reuniones sociales, con representación de todos los gremios de la ciudad: abogados, médicos, dependientes, estudiantes, marinos, comer-ciantes, tipógrafos, carpinteros, ganaderos, carpinteros de rivera, pulperos, tabaqueros, corredores, queseros, albañiles, zapateros y herreros. La Junta se declaró en sesión permanente.


    El 10 de febrero de 1890 sus integrantes firmaron un documento de declaración de principios dirigido al Congreso de los Estados Unidos de Venezuela; lo acompañaba la reproducción de los innumerables editoriales y artículos publicados en la prensa maracaibera, los discursos en las plazas y las manifestaciones de adhesión gremial a la causa autonomista. Titularon al expediente impreso: El Zulia y su Autonomía ante la Nación.


    Algunos párrafos extraídos de los "Manifiestos" gremiales definen y funda-mentan el discurso autonomista. En el firmado por 52 miembros del gremio de herreros, se lee:


    A primera vista aparecerá que litigamos por una cuestión de palabras; pero no es así, porque en el fondo es una cuestión de vida o muerte para el Zulia; es una cuestión que hiere muy profundamente nuestros intereses, nuestro más legítimo orgullo, nuestro decoro y dignidad como pueblo venezolano...


    ZULIA! ... He aquí el talismán de nuestros más caros afectos, el que se enlaza con el nombre de Dios, con nuestras férvidas oraciones, el norte de nuestras más puras esperanzas y a cuyo aliento deseamos vivir y morir...


    ...borrar por completo del mapa venezolano la dulce palabra Zulia , destruyendo de un sólo golpe lo que ha sido, es y será el pueblo conocido con ese nombre, es a nuestro juicio una barbaridad. Sería suponer tristemente que del lado de acá del Occidente no viven sino parias: sería suponer que no hay ideas en nuestro cerebro, sangre en nuestras venas ni un rasgo de altivez en nuestros corazones ...("Desde el yunque". En: El Zulia y su Autonomía ante la Nación: 124-125).


    Estas reflexiones, cargadas de emotividad sobre el Zulia y su pueblo las sustentaban los redactores del documento de presentación del alegato pertenecientes a la élite política e intelectual del momento, en el dominio de una territorialidad que englobaba a una macro región geográfica y en el proceso histórico propio de esta parte del país. Para demostrar cómo "el Zulia se basta a sí mismo y que puede por sí sólo vivir como Estado independiente de la Unión Venezolana", recordaban que "la geografía y la historia... le señalan en el espacio y el tiempo puesto aparte, como provincia o Estado entre las agrupaciones de la República" (El Zulia y su Autonomía ante la Nación: XI y VI).


    Finaliza el siglo, y los actores sociales del momento retoman un discurso que se escuchó en boca de José Domingo Rus en los años de la lucha emancipadora. Es el balance de los logros alcanzados durante esas décadas de esfuerzo y superación para figurar en el concierto republicano y ser respetados como entidad territorial autónoma, de acuerdo a la especificidad de su centenario proceso histórico. En el imaginario maracaibero ser autónomo no era un capricho político; representaba una convicción histórica.


    Es de notar, en primer término, la presencia durante los meses de conflicto de toda la comunidad maracaibera: élite política e intelectual y miembros de los diferentes sectores laborales. La participación de los gremios maracaiberos respondió a una válida estrategia política para presentar al Zulia ante el Congreso de Venezuela como un todo unido. Aunque la "Junta Central Reinvindicadora" y los diferentes gremios actuaron y se pronunciaron en nombre del Zulia, no participó población que no fuera maracaibera, como lo prueba la ausencia total de miembros de otras ciudades y poblados, los cuales ni siquiera se manifestaron enviando correspondencias de apoyo al movimiento autonomista. Curio-samente, sí hubo una muestra de apoyo de los maracaiberos residenciados en Cúcuta; como se sabe era numerosa esta colonia por los intereses comerciales que se manejaban entre las dos ciudades.


    El 14 de abril de 1890, el Congreso declaró nulo el pacto de unión entre Falcón y Zulia; y el 3 de mayo, el Presidente Andueza Palacio firmó el decreto mediante el cual se devolvía la autonomía al Zulia. Esta pronta respuesta a un conflicto que al llegar al Congreso había durado escasos dos meses de deliberaciones constituyó un triunfo para la élite maracaibera.





    CONSIDERACIONES FINALES


    Maracaibo, como fenómeno urbano y hecho social, se debate durante el siglo XIX entre el realismo y la ensoñación, en una actitud vital que oscila pendularmente del éxito al fracaso y de éste hacia la superación de las contradicciones.


    Su estratégica ubicación, en una de las regiones naturales más feraces y mejor comunicada del país y en la ruta del Caribe hacia el mundo Atlántico, la ha convertido en la ciudad primada del occidente venezolano y del nororiente colombiano. Su élite dirigente, a lo largo de un período de larga duración, ha tomado conciencia de lo que expresara Agustín Codazzi, en 1840, al describir las zonas agrícolas de Venezuela:


    Pero lo anterior nada es en comparación de las esperanzas que prometen los países desiertos que circundan el lago de Maracaibo: parece que la providencia ha internado esta gran masa de agua para [a]cercar las costas a las tierras que están al pie de las más altas cordilleras de Trujillo y Mérida ...Si se reflexiona que apenas ribetean las playas del lago unas cuantas haciendas... y que el resto del país, donde es silvestre el árbol del cacao, se halla enteramente inculto, se vendrá en conocimiento de lo que Maracaibo debe ser en los tiempos venideros, cuando una población activa y proporcionada a su extensión, sepa sacar partido de todas sus ventajas (Codazzi, A. 1940: I, 73).


    Esa conciencia de las potencialidades reales del hinterland que rodea a Maracaibo y de la preeminencia -no menos cierta- que ha adquirido como ciudad-puerta del occidente de Venezuela, impulsó a su élite a jugarse el todo por el todo, en 1810, con la esperanza de consolidar sus pretensiones autonómicas y quizás un nuevo espacio "nacional". Durante una larga década se enfrentó a los ejércitos republicanos; pero el resultado de la guerra la obligó a claudicar; su proyecto separatista, los deseos de independencia que había alimentado su imaginario autonómico fueron castrados por una nueva dependencia, primero de la República de Colombia y luego de la República de Venezuela, más estricta y exigente que la anterior pues se regía por un férreo sistema constitucional.


    En los avatares de este juego político, también perdió su primacía administrativa sobre el occidente venezolano al ser reconfirmadas Mérida y Trujillo, sus antiguas jurisdicciones, como provincias indepen-dientes ¿Temor por parte del Poder Central caraqueño de que aquella vasta y rica región occidental, liderada por una ciudad con tradición de autonomía, llegara a separarse de la República?


    A lo largo del siglo XIX, la élite maracaibera pregonó y disputó ante la constante reafirmación del centralismo, que no tenía cuenta de si la Constitución vigente era centro-federal o federal del todo, sus menguados fueros autonómicos. Sin embargo debió pasar bajo sus "horcas caudinas": un plumazo Guzmán Blanco la privó de su autonomía, a lo largo de la década de 1880.


    A partir de 1830 creció el movimiento mercantil del puerto aguijoneado por la demanda mundial de café; pero la dirección del comercio, las finanzas y la riqueza pasaron sucesivamente de los británicos a los alemanes: los descendientes de la élite colonial sobrevivieron de la actividad rentística inmobiliaria y de los préstamos.


    El tradicional orgullo maracaibero calificó a su urbe como "segunda ciudad de Venezuela", aunque su aspecto la asemejase más a una aldea o poblado rural: la mayor parte de sus calles y edificaciones ofrecían un panorama desolador y deplorable, y careció de elementales servicios como agua y alumbrado hasta fines del siglo XIX. Los aledaños de las ordenadas instalaciones portuarias y elegantes edificaciones mercantiles que miraban al Lago en el frente de La Marina contrastaban de tal modo con el resto de la "segunda ciudad" que produjo una avalancha de ordenanzas municipales que decretaron el "fiat" de la ciudad deseada o imaginada. La casi totalidad de las disposiciones e iniciativas fueron letra muerta por largo tiempo.


    Era tan fuerte el impulso de este acto volitivo que, aunque las realizaciones urbanas marchasen a paso lento, la nueva ciudad, la ciudad deseada, existió primero en el verbo iluminado de ensayistas y poetas que en la realidad.


    En 1889, el escritor y jurista Jesús María Portillo describía así a Maracaibo:


    Bajo un cielo el más espléndido de las regiones tropicales y sobre una llanura que besa el Coquivacoa, el más grande de los lagos de la América del Sur, se levanta gentil como una odalisca y vaporosa como el sueño de una fada, la ciudad de Maracaibo...


    Difícil sería hacer una descripción que pudiera ser original en el sentido de la belleza poética que ella encierra. Los trovadores que nacieron a orillas de su laguna y otros bardos que la han visitado, han agotado, y hasta copiándose los unos a los otros, el vocabulario de la poesía y la fuente de las imágenes. TIERRA DEL SOL AMADA la llama el más egregio de sus hijos; COPIA EMBELLECIDA DE LA REINA DEL ADRIÁTICO la nombra otro ... (Portillo, J. M. 1890: 5)


    La ciudad y su lago fueron el binomio poético que se multiplicaba como en un juego de infinitos espejos a lo largo del siglo XIX. La realidad virtual fue más poderosa que el diario espectáculo de un asentamiento urbano dejado muchas veces a su suerte y de un lago cuyas orillas ya contaminaban los desechos humanos y los despojos de su matadero. Los escritores crearon la ilusión de la ciudad y del entorno deseados:


    Maracaibo! .... mansión encantadora


    que tienes del espacio los colores,


    las armónicas voces de la aurora


    y del Edén las virginales flores!


    En ti las hadas que el destino adora


    tienen templo y altar de sus amores;


    por eso tan hermosa te formaron


    y con galas tan ricas te adornaron.


    Como esta estrofa de J. M. Pinzón Rico, publicada en El Zulia Ilustrado, (p. 60) fueron centenares los poemas dedicados a Maracaibo y su lago, reproducidos en libros, folletos, revistas y periódicos, tantos cuantos poetas la poblaban. ¿Inspiración o evasión?


    También los políticos y constructores de la ciudad soñaban. Jesús Muñoz Tébar, Presidente del Estado, se expresaba así, en 1894, al proponer la dotación de un acueducto:


    Maracaibo, que es hoy la segunda ciudad de Venezuela, llegará en pocos años a ser la primera, si se le da una distribución de agua suficiente.


    El número de sus habitantes crecerá con rapidez hasta alcanzar el límite para el cual se haya calculado esa distribución. Si después de llegar a ser una ciudad de cien mil habitantes, se la puede abastecer de agua ilimitadamente, crecerá, y en menos de un siglo la llamaríamos la New York de la América del Sur (Cfr. Atencio R., M. 1995: 475-476).


    Esa secular lucha entre lo que Maracaibo quería ser y lo que sus condiciones económicas y vicisitudes políticas le permitían quedaron plasmadas en las estrofas de Udón Pérez que presidieron este evento como un grito de reafirmación identitaria:


    "Mía", cuando ríes; "mía", cuando lloras;


    "mía", cuando luchas; "mía", cuando oras;...


    "mía", a todas horas, Maracaibo mía.





    NOTAS


    1 Informe privado del General Rafael Urdaneta al Secretario del Interior. Maracaibo, 29 de diciembre de 1834. Archivo General de la Nación. Sección de Interior y Justicia, tomo CVIII, folio 252. Este y los documentos referidos a esta coyuntura son citados por Arlene Urdaneta Quintero, La Revolución de las Reformas en Maracaibo. Campesinos y Tembleques, cuya lectura se recomienda para una información mayor y análisis de estos hechos.


    2 "Averiguación oficial del Alcalde Ramón Enríquez quien informa al Gobernador sobre los últimos sucesos" e "Informe del Gobernador Ramón de Fuenmayor al gobierno de Caracas". Maracaibo, julio de 1834. Archivo General de la Nación. Sección de Interior y Justicia, tomo XCII, folios 247 y 269, respectivamente.


    3 Archivo General de la Nación. Sección de Interior y Justicia, tomo XXIX, folio 266.


    4 "Oficio enviado al Despacho de Guerra y Marina". Archivo General de la Nación. Sección de Interior y Justicia, tomo CVIII, folios 262-264.


    5 Archivo Histórico del Zulia: año 1863, tomo 15, legajo 25, folio 2. Cfr. Rutilio Ortega González et alii: Las independencias de Maracaibo.


    6 Archivo Histórico del Zulia: documentos sueltos de 1868-1869, tmo 27, legajo 6.





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    Re: Gobernación y Diócesis de Venezuela

    Maracaibo: construcción de la identidad regional en el siglo XIX





    Germán Cardozo Galué


    Universidad del Zulia


    Resumen


    Cualquier intento de abordar el tema de la identidad regional se fundamenta en los datos aportados por la geografía e historia: explican la relación dialéctica entre el hombre y su entorno. En este artículo se parte del surgimiento de la unidad regional en el Zulia y se avanza hacia la aparición de un imaginario autonomista en la élite de Maracaibo y su discurso regionalista en el siglo XIX, a objeto de aportar el análisis histórico que permita concluir sobre la presencia de una identidad regional con cobertura en el Estado Zulia, su naturaleza y fundamentos sociopolíticos.


    Palabras clave: Región, localidad, identidad, Maracaibo, región marabina.





    Maracaibo: Construction of regional identity in the 19th century





    Germán Cardozo Galué
















    INTRODUCCIÓN





    La identidad regional, como toda realización material o creación espiritual del ser humano, es un producto cultural y simbólico resultante de la praxis social:


    ... la cultura (esa nueva dimensión de la realidad que se va constituyendo en los diferentes momentos de representación objetiva de la reproducción espiritual de la creación de la realidad humanosocial) es también una forma de praxis permanente cuya determinación radica en el pensamiento y en el conocimiento como una instancia por la cual se logra la unidad de la práctica material y la reproducción espiritual (López 1989: 84).


    El hombre objetiva el espacio material en el cual se desenvuelve su cotidianidad (paisaje, actividades productivas, relaciones sociales, organización política, vías de comunicación, etc.), y de este acto cognoscitivo extrae representaciones simbólicas (verbales, escritas, icónicas, etc.) que le permiten definir su entorno social y compartirlo con sus semejantes a través del fenómeno comuni-cativo.


    Este permanente y continuado estado de confrontación entre lo que la realidad le ofrece, la mente representa y la comunicación con sus semejantes transforma, origina ese producto cultural al que se ha denominado el imaginario colectivo. La percepción o conciencia de sí que tiene una sociedad, la cual se enriquece, reproduce y transmite de generación en generación, hace que una comunidad se reconozca como perteneciente a un determinado todo social, que la dota de unidad, la identifica como tal conglomerado humano y la diferencia de otros.


    Esta unidad e identidad subyacentes en los imaginarios colectivos, desde una perspectiva espacial, puede surgir en el tiempo en ámbitos de diferentes tamaño y como resultado de diversos procesos sociohistóricos: desde la pequeña territorialidad de una comunidad indígena hasta la extensa y compleja grandiosidad de un Estado Nacional, pasando por todas las instancias a las que la praxis social ha denominado, a lo largo del tiempo y con diferentes connotaciones: comunidades, arrabales, barrios, poblados, parroquias, villas, ciudades, municipios, provincias, estados, naciones, bloques continentales, etc.


    Cada una de estas circunscripciones sociales, producto, en ocasiones de instancias económicas y políticas y con frecuencia de similitudes étnico-culturales, constituye lo que hemos convenido en denominar, en los estudios de las ciencias sociales, "micro regiones", "sub regiones", "regiones" y "macro regiones".


    Para los fines de este particular análisis el sustantivo región connota una porción de territorio determinada por caracteres étnicos o circunstancias especiales de clima y topografía, producción, administración, gobierno, etc. De allí que en el proceso histórico a qué se denomine región dependa de la variable que se tome en cuenta: tan región lo es la "macroregión andina" determinada por sus características topográficas como lo fue la "macroregión marabina" de los siglos XVI al XIX habida cuenta de las relaciones socioeconómicas, como lo es la actual "región zuliana" concebida en términos de la administración de su desarrollo, la "subregión de la Costa Oriental del Lago" resultado de la actividad productiva dominante o la "micro región de Machiques", que, según la definición del historiador mexicano Luis González y González, es "la unidad tribal culturalmente autónoma y económicamente autosuficiente, es el pueblo entendido como conjunto de familias ligadas al suelo, es la ciudad menuda en la que todavía los vecinos se reconocen entre sí ... es el pequeño mundo de relaciones personales y sin intermediarios" (González 1986: 28).


    En consecuencia, la identidad regional puede estar referida a espacios de diferentes dimensiones territoriales, dependiendo su grado de mayor o menor presencia de la creación de una conciencia común y de la identificación de los distintos grupos de la población con la sociedad como un todo: es un producto histórico del regionalismo, que puede ser definido, en primera instancia, como un sentimiento de apego y de pertenencia a determinado espacio del que se es nativo o residente.


    El regionalismo durante la conformación de las sociedades modernas, al igual que el nacionalismo en una esfera más amplia territorialmente, ha sido un instrumento para motivar la actividad y solidaridad políticas, para movilizar a la sociedad regional contra opositores internos o externos, o contra cualquier amenaza, es decir para crear la identidad regional. En la concepción del regionalismo se ha pasado del plano psicológico al político; de ahí que sin haber desaparecido los regionalismos circunscritos a las pequeñas comunidades de base (localidades, municipios) se hayan superpuesto en los países latinoamericanos regionalismos provinciales, departamen-tales, estadales.





    ...porque no se extingue la naturaleza, el genio, el sentimiento popular y esas condiciones especiales de esa comarca que llamamos Estado Zulia y que está destinada a ser en lo venidero un gran pueblo, y un gran país, acaso una nación..."





    Estas modificaciones en el tiempo y espacio hacen que el regionalismo deba ser estudiado a partir del análisis de las condi-ciones de su formación y las distintas funciones que fue teniendo según la situación histórica, y no meramente en sus manifes-taciones y contenidos, es decir tomando sólo en cuenta manifestaciones culturales, destino histó-rico compartido, historia común, etc. (Cfr. König, H.-J. 1994: 25).


    Dos elementos, pues, guían, necesariamente, cualquier intento de abordar el tema de la identidad regional en toda sociedad: el geográfico y el histórico, que resumen y explican la relación dialéctica entre el hombre y su entorno. Ambas constituyen claves indispensables en este intento de aportar criterios para la discusión sobre la identidad regional zuliana.


    BASES GEOHISTÓRICAS DE LA IDENTIDAD REGIONAL MARACAIBERA


    Desde una perspectiva geográfica, no cabe la menor duda de que el territorio que hoy ocupa el Estado Zulia se corresponde con una región natural: la parte más extensa de la hoya hidrográfica del Lago de Maracaibo; y en el pasado, antes de los sucesos de la Independencia, abarcó la casi totalidad de esta hoya como Provincia de Maracaibo, incluyendo en su jurisdicción político-administrativa al Lago, las planicies costeras aledañas y las eleva-ciones y cumbres andinas tanto occidentales como orientales.


    Esta unidad natural, con su variedad de tierras, climas y vege-taciones, comunicadas por una enorme super-ficie de agua y sus numerosos afluentes, atrajo durante milenios a comunidades indígenas de todo el continente, que luego se llamaría América: arahuacos, caribes y chibchas, entre otros, convergieron y poblaron aquella matriz acogedora y feraz. Sus diversos asentamientos agrícolas y pesqueros originaron en un proceso milenario las primeras identidades regionales, de raigambre tan fuerte que una de ellas, la wayuu o guajira, alcanzó los niveles sociopolíticos de lo que hoy se denomina una nación, y aún pervive.


    El proceso de conquista y ocupación de la cuenca del Lago de Maracaibo por parte de los adelantados de la Corona española introdujo un nuevo elemento étnico y socio cultural que modificó el rumbo histórico de aquel espacio, y en consecuencia el modo de concebirlo. Como en la antigüedad prehispánica, el espejo mágico del Lago atrajo a los invasores que habían penetrado por la Costa Firme de la que llamarían provincia de Caracas o Venezuela y a quienes ya habían tomado posesión de Santafé de Bogotá, Tunja y Pamplona: desde Coro y el Tocuyo se establecieron en Maracaibo y Trujillo, desde las cumbres andinas en San Cristóbal y Mérida, creando jurisdicciones distintas.


    Sin embargo, en los comienzos mismos de este proceso, los nuevos actores sociales sentaron las bases de lo que se convertiría con el tiempo, en relación con el inmenso espacio ocupado por el Lago y sus tierras aledañas, en uno de los más fuertes elementos constitutivos del imaginario histórico regional.


    En 1577, el Consejo de Indias remitió a los gobernadores, corregidores y alcaldes mayores un extenso cuestionario que tenía por propósito conocer para su mejor gobierno la ubicación, recursos, medio geográfico, poblamiento y evangelización de las posesiones españolas en América.


    Ya para la época existían en el occidente de la actual Venezuela no menos de cinco o seis Ayuntamientos, con sus respectivos alcaldes y jurisdicciones independientes; sin embargo cuando, en 1579, los Alcaldes ordinarios de Maracaibo, Rodrigo de Argüelles y Gaspar de Párraga, contestaron el cuestionario de la Corona lo denominaron "Descripción de la ciudad de Nueva Zamora de Maracaibo, su término y Laguna", aportando información no sólo sobre Maracaibo y su jurisdicción sino también sobre todo el entorno de la cuenca lacustre. Resaltaron la importancia del Lago como eje operativo de dominio y de explotación de los recursos naturales; indicaron la presencia en él de varios puertos de donde salían caminos hacia los centros ya poblados y áreas productivas del interior del territorio (Trujillo, Mérida, San Cristóbal, Pamplona) como para destacar la unidad que conformaba Maracaibo con aquel espacioso anfiteatro natural (Arellano 1964) .


    Los españoles radicados en Maracaibo habían detectado, a escasas décadas de las primeras correrías y fundaciones en el occidente de la actual Venezuela, la existencia de una región natural con potencialidades económicas. Fueron sus pobladores y las autoridades políticas de Maracaibo quienes al objetivar aquel espacio y sus posibilidades económicas comenzaron a alimentar el imaginario histórico con rasgos que asomaban ya la prefiguración de la unidad regional, basada en la funcionalidad económica.


    El interés por parte de las autoridades maracaiberas de lograr el dominio efectivo de las jurisdicciones lacustres y andinas no tardó en hacerse notar y en consolidarse. Para ello, desde fines del siglo XVI, los vecinos de Maracaibo iniciaron un permanente acoso a la obligada navegación que debían hacer, por el canal que comunica al Lago con el Caribe, los comerciantes que ingresaban mercaderías y extraían frutos de las jurisdicciones andinas, a través de los puertos de Gibraltar y Zulia. El secuestro de barcos, el cobro de peaje y aun las incursiones bélicas de los maracaiberos sobre Gibraltar dieron resultado.


    En Real Cédula de 31 de diciembre de 1676, la Corona española comunicó al Gobierno de Mérida y a las Audiencias de Santafé de Bogotá y Santo Domingo la fusión de Maracaibo y Mérida bajo una sola jurisdicción. Dos años después, Maracaibo logró que la capital de la nueva entidad administrativa, conocida como "Provincia de Mérida, La Grita y ciudad de Maracaibo", fuera traslada a su puerto y con la capitalidad la "feria de hacendados y mercadere", una de las más famosas del Caribe oriental. Maracaibo pasó a controlar en lo político y económico la totalidad de la cuenca lacustre, desde los fértiles valles y piedemonte andinos hasta las yermas tierras guajiras.


    Más que su condición de capital administrativa de la Provincia, el manejo de la actividad mercantil puso en manos de Maracaibo el control efectivo del "hinterland" lacustre. La vida económica de quienes habitaban los más remotos poblados de aquel espacio danzó al compás que marcaba el reflejo de la oferta y la demanda en los mercados mundiales: la ciudad-puerto engranaba al circuito comercial externo con el regional. El tabaco de Barinas se enfardelaba como "Tabaco de Maracaibo"; a los puertos españoles y de otras colonias llegaban "Harina de Maracaibo", "Cacao de Maracaibo". Maracaibo que no producía nada lo comercializaba todo, y se imponía en el imaginario colectivo su preponderancia regional.


    Aunque los nexos comerciales y el control administrativo del Ayuntamiento maracaibero no eran suficientes para afirmar la existencia del dominio efectivo del territorio, pues persistieron los espacios regionales que desde el momento mismo del contacto aborigen-hispánico habían comenzado a fraguarse como resultado de las condiciones topográficas, niveles de relacionamiento (etnias indígenas con diferentes modos de producción y de vida), actividad productiva, etc., Maracaibo, la ciudad primada, persistió en reforzar la unidad regional de su provincia e inició un discurso político en el cual ya asomaban rasgos de lo que hoy se conoce como identidad regional zuliana.


    Durante un período de larga duración, casi cuatro siglos, factores naturales como la inmensidad de la hoya hidrográfica del Lago de Maracaibo, el aislamiento originado por las escarpadas cumbres andinas y la lejanía de los principales centros administrativos (Bogotá y Caracas), más otros de índole social como la implantación por parte del mercantilismo español de una economía agroexportadora, fuertemente atada a través de su circuito comercial a los mercados internacionales, habían convertido al occidente de Venezuela en una región "mediterránea" : un espacio con especificidad y ritmo históricos propios, diferente, en cuanto a su dinámica y características fundamentales, del resto de los actuales conjuntos regionales vecinos, tanto venezolanos como colombianos (Cardozo, 1991: 11).


    LA ÉLITE MARACAIBERA: DE LA UNIDAD REGIONAL A LA LUCHA POR LA AUTONOMÍA


    El ejemplo más notorio de la percepción de este proceso unificador se descubre en los escritos y actuación de una de las figuras más representativas de la élite maracaibera: José Domingo Rus, actor social de primera línea durante la coyuntura de la Independencia, cuando Maracaibo se convirtió en la ciudad disidente de este movimiento y proclamó su adhesión a la Monarquía española.


    Desde 1794, en su informe "Sobre la provincia de Maracaibo hecho al Consulado de Caracas ... ", Rus, como diputado consular de Maracaibo, ofreció un minucioso cuadro de los rasgos demográficos de cada una de las jurisdicciones, economía (recursos explotados y explotables, producción, mano de obra, comercio, etc.), distancias y comunicaciones de la provincia (Arellano 1964: 461-473).


    La unidad regional se hacía evidente en el informe de Rus. En aquel momento el discurso no fue más allá de las descripciones de carácter económico típicas de quienes se habían formado y actuaban en el marco de la Ilustración, aunque no se dejaban de hacer observaciones que tocaban a lo político-administrativo en favor de la provincia. Pero la segunda versión de este informe, ampliada y presentada por Rus en las Cortes de Cádiz, en 1814, al fragor de la guerra de Independencia venezolana, descubre el imaginario histórico y las pretensiones autonómicas de una élite que se considera con el derecho de figurar al frente de los destinos de su provincia. El discurso sobre una supuesta identidad regional se inicia cuando solicita y argumenta la separación de la provincia de Maracaibo de la de Caracas para que sea elevada a Gobernación y Capitanía General:


    Maracaibo, ni por un momento debe depender de Caracas, cuyas determinaciones y recursos negados parece se habían propuesto dar en tierra con su agricultura, comercio y defensa; y no es bien ya se deje de conocer la mejora en que debe empeñarse cada provincia, cuando por la Constitución política de la Monarquía española, que acaba de sancionarse [1812], todas tienen un interés igual para ocurrir a sus ramos y salir del abatimiento en que las habían tenido los siglos de hierro o las depravaciones de aquellos que con títulos de capitales, como Caracas, todo se lo absorbían y nada concedían a las pobres subalternas, a quienes miraban con desprecio, porque nunca consultaron sino su propio interés y el brillo de sus poseedores. Debe cesar este sistema y pasar al de oro de cada pueblo (Rus, 1969: 74-75).


    Rus, consciente de aquella unidad regional, que sobrepasaba los límites establecidos de la Provincia de Maracaibo, y pensando en la fortaleza económica, política y militar de una futura Capitanía General, solicitó a las Cortes de Cádiz la anexión a aquella de las jurisdicciones de Río Hacha, Valles de Cúcuta, El Rosario, Salazar de las Palmas, San Faustino y San Cayetano (Rus 1969: 161-168).


    La élite maracaibera en nombre de la provincia envuelve a todo su territorio en su propio destino, aunque ya se han separado Mérida y Trujillo para plegarse al movimiento emancipador, y el resto de sus jurisdicciones (Perijá, San Carlos, Gibraltar) se mantienen alejadas del conflicto y a la espera del devenir de los sucesos. El testimonio andino de Antonio Nicolás Briceño, diputado por Mérida ante la Convención de 1811, en estos momentos cruciales de definición nacional, es un claro indicador de las tensiones y contradicciones que se habían acumulado a lo largo del dominio español y que condujeron a sus élites a no plegarse a la actitud rebelde de Maracaibo:


    ... cada día se ratifican y convencen más de su acertada elección, aplaudiendo el actual sistema que ha puesto en sus manos la potestad judicial, la gubernativa y la económica, fluyendo sobre su propio país la substancia y las riquezas con que contribuyen los Pueblos mismos que reciben beneficio. Haced una comparación exacta de lo que esas ciudades de Mérida y Trujillo eran unidas a Maracaibo y lo que son hoy separadas sólo ha diez meses de una potestad distante que las degradaba... ellas permanecerían en la apatía y abatimiento que las afligía y de que hoy se ven libres ...


    ... Mérida y Trujillo se han separado de Maracaibo contra la expresa voluntad del Gobernador de esta plaza, tratándolo de déspota, negándole autoridad sobre ellas y sacudiendo las tropas que en su distrito mantenía ... (Briceño 1811: 30 y 32).


    La conciencia de las potencialidades reales del hinterland que rodeaba a Maracaibo y de la preeminencia -no menos cierta- que había adquirido como ciudad-puerta del occidente de Venezuela, impulsó a su élite a jugarse el todo por el todo, en 1810, con la esperanza de consolidar sus pretensiones autonómicas y quizás un nuevo espacio "nacional". Durante una larga década se enfrentó a los ejércitos republicanos; pero el resultado de la guerra la obligó a claudicar; su proyecto separatista, los deseos de independencia que había alimentado su imaginario autonómico fueron castrados por una nueva dependencia, primero de la República de Colombia y luego de la República de Venezuela, más estricta y exigente que la anterior, la monárquica, pues se regía por un férreo sistema constitucional.


    El Cabildo de Maracaibo, en 1821, la declaró "libre e independiente del Gobierno Español, cualesquiera que fuera su forma desde este momento en adelante; y en virtud de su soberana libertad se constituye en república democrática y se une con los vínculos del pacto social a todos los pueblos vecinos y continentales, que bajo la denominación de República de Colombia defienden su libertad e independencia, según las leyes imprescriptibles de la naturaleza" (Citado por Ortega 1991: 20. Subrayado del autor).


    El Cabildo incorporaba a Maracaibo y al resto de la provincia al movimiento emancipador dejando constancia de que en su imaginario histórico estaba presente una identidad regional que le permitía representar y tomar decisiones por los pueblos "marabinos": actuaba en nombre de un colectivo que no renunciaba a su soberanía; hacía libre uso de ella para integrarse "con los vínculos del pacto social" a la unión colombiana en igualdad de circunstancias y condiciones que el resto de las entidades que la conformaban. Comportamiento que revela, en estos fundamentales momentos de transición de la sociedad monárquica a la republicana, a una élite política local que se apresta a iniciar nuevas relaciones de poder pero sin menoscabo de los fueros autonómicos y preeminencia regional adquiridos a lo largo de su proceso histórico. El asedio militar de Francisco Tomás Morales a la provincia de Maracaibo, casi inmediato a estos acontecimientos, devolvió momentáneamente a España el control de este espacio, hasta la capitulación del jefe realista en 1823.


    La República de Colombia, en su Constitución de 1821, le reconoció a Maracaibo sus derechos históricos sobre el occidente venezolano al declararla capital del Departamento del Zulia, y someter a las provincias de Coro, Trujillo y Mérida a su jurisdicción militar, política y administrativa . Estrategia que aseguraba a los ejércitos libertadores el dominio sobre la provincia disidente al atarla a territorios que desde los inicios de la contienda bélica se habían declarado partidarios del proceso emancipador.


    Cuando Venezuela se separó de la República de Colombia, en 1830, la Provincia de Maracaibo pasó a formar parte del nuevo país, no sin antes haberse convertido -según la prensa de la época- en "...teatro de discusiones y de dudas... Unos pretendían unirse a la Nueva Granada, otros formar un estado independiente o hanseático, y otros finalmente seguir el pronunciamiento de Venezuela..." (La Mariposa. Maracaibo, 14 de septiembre de 1840, número 13). Todo esto ocurría en Maracaibo, una prueba más de las vacilaciones de una élite que se resistía a aceptar las ataduras del nuevo centro de poder, y no renunciaba fácilmente a sus aspiraciones autonómicas sobre el extenso espacio del occidente venezolano.


    En los avatares de este nuevo juego político, también perdió su primacía administrativa sobre el occidente venezolano al ser reconfirmadas Mérida y Trujillo, sus antiguas jurisdicciones, como provincias independientes. ¿Temor por parte del Poder Central caraqueño de que aquella vasta y rica región occidental, liderada por una ciudad con tradición de autonomía, llegara a separarse de la República?; sin embargo, la primacía económica se mantuvo. La privilegiada posición geográfica del puerto, entre la feraz región lacustre-andina y las rutas del comercio caribeño hacia Europa y los Estados Unidos de Norteamérica, la convertían en el centro nodal de uno de los movimientos mercantiles más importantes de Venezuela.


    LA ÉLITE MARACAIBERA: DE LAS ASPIRACIONES AUTONÓMICAS A LA DEFINICIÓN DE LA IDENTIDAD REGIONAL





    A lo largo del siglo XIX, la élite maracaibera pregonó y disputó sus menguados fueros autonómicos ante la constante reafirmación del centralismo, que no tenía cuenta de si la Constitución vigente era centro-federal o federal del todo. Reforzaron esta demanda las circunstancias particulares que rodearon el crecimiento económico, político y urbano de la ciudad-puerto y su consolidación como centro de la actividad intelectual; pero todo ello a expensas y en detrimento del resto de los centros poblados y jurisdicciones de la Provincia de Maracaibo, Estado Zulia a partir de 1864.


    Maracaibo creció demográficamente en la medida en que se hacía dinámico el circuito agroexportador del cual era centro nodal; y a este circuito le daba vida la demanda de café, en permanente aumento, a partir de la década de 1830. Atraídos por las posibilidades de este nuevo rubro económico, hombres de negocio y comerciantes de origen inglés, francés e italiano, principalmente, se radicaron en la ciudad-puerto y en los centros de acopio de las áreas productivas andinas.


    Igual ocurrió con las migraciones desde el interior de la provincia, cuyo crecimiento demográfico pasó por décadas de estan-camiento mientras Maracaibo cuadruplicaba y aun quintuplicaba en número de habitantes al resto de los puertos y poblados. Atraídos por las noticias de la reanimación que experimentaba la capital, emigraron hacia ella centenares de agricultores y criadores procedentes de los más apartados rincones. Así comentaba este hecho un columnista anónimo al exponer en un periódico de 1837 las causas del atraso y decadencia de la Provincia:


    ...Una de ellas, y acaso la principal, es el abandono en que se ven por los habitantes de esta provincia las extensas y feraces costas del lago, en que pródiga la natu-raleza ofrece precozmente mil por uno. Desconociendo que la sólida y verdadera riqueza consiste en el cultivo de la tierra y absoluta contracción al cuidado de las heredades, las abandonan por venir a vivir en la ciudad, para venir a ejercer otras profesiones de comerciante, sin tener los elementos necesarios para ellas como son el crédito, el capital y nociones exactas ...(El Constitucional de Maracaibo, número 46).


    Gracias a la exportación del café, que llegaba de las áreas productivas andinas a través de los puertos del Lago, la Aduana de Maracaibo pasó, en tres décadas, de un cuarto rango al segundo para el año de 1860, multiplicando por ocho el valor de los capitales movilizados.


    El alza acentuado en la movilización de capitales ocurrió durante la década de 1850, y esto tuvo que ver con la llegada a Maracaibo del comercio alemán en los primeros meses de 1842. El café se exportaba principalmente a través de Curazao y de Nueva York.


    Luego del cierre de la Aduana, entre 1874 y 1878, por decreto de Guzmán Blanco, interesado en el control efectivo de las aduanas del país, principal fuente de los recursos que necesitaba para obras públicas y pago de las deudas externas e internas (Cfr. Urdaneta 1992: 81-112), la década de 1880 constituye un período de recuperación y crecimiento de las transacciones comerciales por el puerto de Maracaibo.


    El alza en los precios del café a nivel mundial, cuya cifra más alta se dio a mediados de la década de 1890, señaló el momento de consolidación del Circuito agroexportador marabino. Maracaibo lucía como el principal emporio mercantil de la región y del país. Con cerca de 40.000 habitantes, contaba con 51 establecimientos de comercio por mayor y 388 de comercio al detal (Arocha 1895). Era ya la aduana venezolana que movilizaba un mayor volumen de mercancías y frutos, y por consiguiente de capitales.


    Todo esto había sido posible gracias al concurso de las inversiones agrícolas en los Andes y de la mano de obra esparcida por las áreas productivas o concentradas en los pequeños puertos del Lago y sus afluentes: La Ceiba, Gibraltar, Encontrados, etc. Maracaibo creció en lo económico a expensas de la explotación de los recursos y fuerza de trabajo de las jurisdicciones andinas y de las planicies costeras del Lago.


    En lo urbano, Maracaibo inició e intensificó un proceso de modernización y expansión, a medida que el comercio del café prosperaba en el último tercio del siglo XIX. La ciudad estrenó nuevos edificios públicos. En 1883, en homenaje al Libertador se inauguró el 24 de junio el Teatro Baralt; de estilo ecléctico morisco, con capacidad para mil personas. El más suntuoso de ellos lo constituyó la sede de la Escuela de Artes y Oficios, construida en 1888 como parte del homenaje a Rafael Urdaneta en el centenario de su nacimiento. En septiembre de 1890 trasladaron a éste el Poder Legislativo. Techaron con tejas algunas casas del perímetro urbano, construidas o refaccionadas según nuevos cánones arquitectónicos: altas, de largos ventanales de contrastantes y vivos colores; enlosaron algunas aceras más de sus calles. Los héroes y las efemérides patrias les dieron nuevo nombre: Libertador, Páez, Carabobo, Urdaneta. Coincidiendo también con las conmemoraciones del natalicio del héroe, quedó inaugurado el servicio telefónico, y por vez primera en el país, una población venezolana se iluminó con el alumbrado eléctrico. Por fin, Maracaibo tenía acueducto público.


    El perímetro urbano se había extendido hacia el norte con el municipio Santa Lucía, y hacia el oeste surgió el de Cristo de Aranza. Su ampliación demandó mejoras en el sistema de transporte. En 1884, inauguraron la primera línea de tranvías de tracción animal: unía al céntrico sector del mercado con Los Haticos, tradicional área de esparcimiento en la ciudad, a donde las familias adineradas empezaron a trasladar su residencia habitual. Otras líneas se construyeron que conducían, también desde el centro, a El Empedrado, El Milagro, Las Delicias; y en 1891, se estrenó la de Bella Vista, de tracción mecánica a vapor.


    El resto de los puertos y poblados del territorio zuliano, testigos silenciosos del enriquecimiento y buena vida de la élite maracaibera como trampolín de la producción cafetalera andina y su abastecedor de frutos y artesanía, permanecía en un estado de casi total abandono, carentes de los servicios esenciales, con una fisonomía que los asemejaba a la más retirada de las aldeas rurales. Así lo demuestran los continuos reclamos y quejas de los concejos municipales de los diferentes poblados y jurisdicciones del Estado: el gobierno maracaibero no atendía a sus demandas de presupuesto para emprender obras públicas indispensables, mejoramiento de las condiciones urbanas, educación, etc., mientras las arcas oficiales se llenaban con los aportes de los impuestos municipales y este dinero servía para modernizar y embellecer a Maracaibo: un centralismo regional.


    Políticamente, en Maracaibo se consolidó a lo largo del siglo XIX, su clase dirigente en torno a un proyecto de reafirmación de su papel como entidad autónoma en el concierto de la República, reforzado por su incorporación al sistema federal a partir de 1864. Difícil conseguir en el proceso histórico venezolano de ese siglo a otra localidad que, de manera tan continua, asumiera ante el Poder Central caraqueño actitudes de rebeldía e incon-formidad.


    Hasta el año de 1830, al frente de las diversas instancias políticas -gobernación, ayuntamiento o concejo municipal- estuvieron los representantes de la élite tradicional maracaibera, vinculada familiarmente con las autoridades del pasado sistema monárquico español. A partir de la creación de la República, el gobierno del general José Antonio Páez, como otra de las medidas para debilitar a aquella élite que durante los años de la Independencia asumió definidas posiciones autonomistas, colocó al frente de los organismos locales a funcionarios provenientes del militarismo vencedor.


    Este vuelco en la estructura de poder ocasionó que la ciudadanía se dividiera en dos bandos: los Campesinos, "compuesto de la mayor parte de la gente notable, de toda la pudiente, de todos los gremios y de mucha parte del pueblo bajo", y los Tembleques, del sector "arribista"1 , que desautorizaban y desconocían en forma permanente a los miembros de la élite local. A mediados de 1834, durante el proceso eleccionario "nacional", los Tembleques infringieron repetidas veces la ley de elecciones; los Campesinos, colmado el vaso, reaccionaron en su contra y denunciaron los hechos ante el Poder Central.


    Pero llevaron más adelante sus acciones: encarcelaron en el Castillo San Carlos al Gobernador Ramón Fuenmayor y al Alcalde Ramón Enríquez, cabecillas de los Tembleques, y asumió el gobierno Lino Celis, líder del movimiento Campesino. En sus comunicaciones a Caracas, los Tembleques acusaron a los Campesinos de revolucionarios que buscaban romper la integridad del Estado Nacional: "enemigos" del orden establecido que pretendían sustraer a Maracaibo de la dependencia de Venezuela2.


    De hecho, en la ciudad habían circulado pasquines, como uno anónimo de 1833 en el que se criticaba al poder caraqueño de considerar a los maracaiberos como inferiores e incapacitados para ocupar cargos públicos de importancia: "...Se quebró el cetro de España -afirmaban- se destruyó el imperio de Bolívar y va a comenzar el de los Borbones Caraqueños, y si no ¿cómo nos están encapando poco a poco cuando no hijos natos, otros tantos como ellos, y todos nosotros considerados como imbéciles para obtener empleos?..."3 .


    La situación fue considerada de tal gravedad por Páez que se vio obligado a declarar alterado el orden público en Maracaibo e ilegal el gobierno provisional de Lino Celis: sacó de su retiro en Coro a Rafael Urdaneta y lo puso al frente de un batallón que marchó sobre Maracaibo. La elección fue doblemente acertada; por una parte, dio origen a la reconciliación de Páez y Urdaneta, quien no había aprobado la disolución de la República de Colombia, y por otra a Urdaneta lo unían con los maracaiberos estrechos vínculos familiares y de amistad, nexos comerciales y aun ideológicos pues había introducido la masonería en Maracaibo, a la cual pertenecía la élite que conformaba al movimiento Campesino. Tan fue así, que dejó acantonadas sus tropas en Casigua y se presentó en Maracaibo sorpresivamente solo, reponiendo inmediatamente el orden, acción que, según informó a Páez, no fue "un acto de las armas sino de la obediencia voluntaria del Gobierno"4. Los rebeldes fueron indultados por el Poder Ejecutivo y nombrados Manuel Ramírez y Mariano Montilla, ambos identificados con los Campesinos, como Gobernador de la Provincia y Comandante de Armas, respectivamente.


    En una segunda movida política, muy próxima a la anterior, fueron los Tembleques quienes, disgustados con Páez por el apoyo prestado a los Campesinos, se manifestaron en junio de 1835 como partidarios de las Reformas propuestas por Mariño y respaldaron en septiembre de 1835 a Francisco María Farías y su posterior invasión y ocupación de Maracaibo.


    Pocos años después, la disolución por la fuerza armada del Congreso Nacional el 24 de enero de 1848, que ocasionó la muerte, entre otras, de Julio Salas, diputado por Maracaibo, la enfrentó nuevamente al Poder Central. Los maracaiberos, con el apoyo de la Diputación Provincial y todos los "notables" de la ciudad, hicieron la guerra, durante un año a Monagas. José Aniceto Serrano, gobernador de la provincia, denunció "la traición de Monagas al pacto suscrito por Páez para sostener el continuismo político y las prerrogativas de las provincias" (Ferrer 1996: 185). Primera y única acción militar de Maracaibo contra el Poder Central.


    Quizás esto explica que durante los años de la Revolución Federal (1859-1864) Maracaibo se abstuviera de participar directamente en el conflicto. Sólo en momentos en que el triunfo indiscutible del ejército de la Federación, a principios de 1863, definió hacia qué bando se inclinaba la balanza, Maracaibo, y tras ella las principales capitales provinciales y poblados regionales, proclamaron su adhesión a la causa federal; el occidente venezolano, temeroso de quedar entre dos fuerzas políticas de diferente signo, hizo causa común con Maracaibo (Cfr. Cardozo, Quevedo 1996).


    Resuelta la guerra, dos maracaiberos, Nemesio Baralt y Octaviano González afirmaban, en 1865, que era en el aislamiento del Zulia, en el desarrollo de sus industrias y sus recursos propios donde habría que buscar las razones que daban a esta región "el carácter independiente que viene demostrando desde los primeros tiempos de la República en sus diferentes evoluciones políticas... porque no se extingue la naturaleza, el genio, el sentimiento popular y esas condiciones especiales de esa comarca que llamamos Estado Zulia y que está destinada a ser en lo venidero un gran pueblo, y un gran país, acaso una nación" (Baralt, González, 1865: 3-4). Nunca se expresó de manera tan precisa e idealista el imaginario autonomista maracaibero y la presumida identidad regional.


    De ahí que no extrañe cómo el ambiente de Federación, que constituyó para Maracaibo el clímax de sus pretensiones autonomistas, condujese a tres declaraciones de indepen-dencia del Poder Central caraqueño. La primera, fechada el 20 de febrero de 1863 y firmada por Jorge Sutherland y Venancio Pulgar, Gobernador y Jefe de Operaciones de la Provincia respectivamente, señala el enfrentamiento de Maracaibo a Páez y su apoyo a la Federación:


    ¡Viva la independencia de Maracaibo...


    ...¿Qué lazos pueden unirnos ya a esa República contradictoria que soporta humillada con la resignación del esclavo vil una Dictadura que se organiza como para ser interminable, sin vergüenza ni temor de la historia? ¿Qué nos detiene... cuando el corazón nos dice, ¡Independizaos!


    No más consideraciones, maracaiberos: la lealtad no nos ordena el suicidio. Rompamos los lazos: ¡proclamemos la independencia de Maracaibo!


    Tenemos elementos para subsistir por nosotros mismos? Claro está, cuando hemos prodigado tanto dinero...


    Los bienes de la independencia son incalculables; si nos detuviésemos en exponerlos, correríamos el riesgo de ser tenidos como visionarios por los que no conocen este suelo privilegiado, nido de tantas riquezas ...5


    La segunda y tercera, en el contexto del fracaso del gobierno federal por parte de Caracas, lo constituyen un decreto del 30 de julio de 1868 firmado por Jorge Sutherland como gobernador del Zulia, y un acuerdo de 24 de junio de 1869 de la Legislatura del Estado, según los cuales el Zulia "reasume la soberanía" delegada en los poderes nacionales mientras los pueblos de la unión establecen un gobierno general de conformidad con la Constitución.6


    El discurso regionalista aparece en boca de los dirigentes y élite maracaibera; pero, en qué medida se corresponde con la praxis social de todo el espacio zuliano, y en consecuencia denota identidad regional, se verá plasmado en los acontecimientos producidos por la movilización social que origina, a fines de 1889 y principios de 1890, el rescate de la autonomía de la que había sido privada el Estado por decreto de Guzmán Blanco.


    El retorno de Guzmán Blanco al poder, en febrero de 1879, como jefe de la Revolución Reinvindicadora inauguró para la élite maracaibera un nuevo período de calamidades. Así lo presentía su población que fijó en las esquinas e hizo circular pasquines que denigraban del mandatario.


    Con el propósito de debilitar al caudillismo local y demás frentes de oposición regionales, Guzmán Blanco hizo aprobar por el Congreso, el 27 de abril de 1881, una nueva Constitución que reducía a Venezuela de veinte a nueve Estados. Zulia permaneció aún como uno de estos nueve Estados autónomos de la Unión.


    Un mes después, el 19 de mayo, contradiciendo a la recién aprobada Constitución, el Congreso promulgó una Ley que instaba a los Estados Falcón y Zulia a fusionarse entre sí o con otros Estados. Al día siguiente, Guzmán Blanco dictó un decreto mediante el cual designaba un Presidente en el "Grande Estado" resultante de la fusión de Falcón y Zulia; todavía ambas entidades no habían tenido tiempo de enterarse de la disposición emanada del Congreso.


    El 18 de noviembre se promulgó la Constitución del Grande Estado Falcón-Zulia que dio figura jurídica al pacto de unión entre ambos Estados. Posteriormente, en abril de 1883, la nueva entidad federal pasó a denominarse simplemente Estado Falcón, y su capital se radicó en Capatárida. El Zulia, convertido en Sección, desapareció del mapa y de la división político-territorial del país. Doble descalabro para la élite dirigente maracaibera: el Zulia perdía su entidad como Estado de la Federación y Maracaibo la capitalidad regional, ejercida desde mediados del siglo XVII.


    En la más pura tradición de la política moderna del siglo XIX, la élite maracaibera, a lo largo de la década de 1880 y mientras se mantuvo Guzmán Blanco en el poder, se organizó para crear un clima de opinión en la colectividad a favor de la reconquista de los derechos y fueros perdidos. La pedagogía política se puso en marcha. Simultáneamente la élite se valió de la prensa y del contacto directo con la comunidad.


    Alejado Guzmán Blanco del poder y de Venezuela, el 5 de julio de 1888 asumió la Presidencia Juan Pablo Rojas Paúl. Su pronta actitud antiguzmancista y las positivas obras de gobierno despertaron en los maracaiberos francas esperanzas.


    Pero, desde septiembre de 1889, los partidarios de Rojas Paúl propusieron un proyecto de reforma constitucional para mantenerlo en el poder; además, modifica-ciones en la organización político-territorial preveían, entre otras, la desaparición de las secciones Falcón y Zulia del Gran Estado Falcón para fusionarlas en una sola entidad: se haría Ley, por la nueva Constitución, lo que hasta ese momento sólo se había sostenido por el decreto guzmancista.


    La noticia cayó como rayo sobre las aspiraciones de la élite maracaibera con respecto a la región; así lo manifiesta la decepción y patetismo de quienes la comentaron, al confirmarla el diputado por la Sección Zulia, Antonio Acosta Medina, en telegrama enviado, el 19 de diciembre de 1889, desde la Asamblea Legislativa del Estado Falcón, establecida por Guzmán Blanco en Capatárida:


    ...cuando el Zulia creía próxima la hora de aquella reintegración, siniestro rumor que llega a sus playas y que se difunde por todo su territorio como fatídico mensajero, le anuncia que su autonomía, hasta hoy sólo perdida en el hecho quedaría borrada en el Pacto Federal por virtud de las reformas (El Zulia y su autonomía ante la Nación: IV-V).


    De inmediato, la élite maracaibera organizó un movimiento de protesta. El clarinazo lo lanzó el periodista Trinidad Bracho Albornoz, director de El Noticioso; propuso la estrategia a seguir:


    La reducción de los Estados fue un medio de que se valió el antiguo régimen para tener más a la mano los resortes que habían de sostenerle en el poder... Por eso es necesario que el Zulia entero levante su voz para protestar contra la formación del nuevo Estado; organícense asociaciones, créense periódicos; convóquense mitings; agrúpense los individuos de cada un gremio, para que todos a una eleven su voz hasta el Jefe de la República, hasta el Congreso, hasta la Nación entera, protestando contra el inconsulto maridaje de Coro y Maracaibo (El Noticioso. Maracaibo, 18 de diciembre de 1889, núm. 15: 4. Subrayado del autor).


    La prensa abrió un debate público que precisó y fundamentó los derechos que asistían a los zulianos para rescatar su autonomía y que ésta quedara formalmente definida en la Constitución. Las plazas de la ciudad fueron escenario de asambleas públicas para compartir con el colectivo maracaibero el momento de tensión que se vivía. La convocatoria, de carácter popular, motivó una respuesta igualmente popular. Los habitantes de Maracaibo se reunieron, según la tradicional figura de los gremios, y uno tras otro hicieron público en pasquines y notas a la prensa su rechazo a la decisión que el Congreso de la República estaba pronta a tomar: el Zulia debía conservar su autonomía. Los pronunciamientos fueron firmados por los miembros de cada uno de los gremios de Maracaibo. Pero no todo el Zulia entero levantó su voz para protestar contra la formación del nuevo Estado, según el llamado y a propuesta del periodista Trinidad Bracho Albornoz.


    La cúpula organizadora del movimiento proautonomista se constituyó como "Junta Central Reinvindicadora de la Autonomía del Zulia", creada el 31 de diciembre de 1889 en "El Elefante Blanco", elegante salón de reuniones sociales, con representación de todos los gremios de la ciudad: abogados, médicos, dependientes, estudiantes, marinos, comer-ciantes, tipógrafos, carpinteros, ganaderos, carpinteros de rivera, pulperos, tabaqueros, corredores, queseros, albañiles, zapateros y herreros. La Junta se declaró en sesión permanente.


    El 10 de febrero de 1890 sus integrantes firmaron un documento de declaración de principios dirigido al Congreso de los Estados Unidos de Venezuela; lo acompañaba la reproducción de los innumerables editoriales y artículos publicados en la prensa maracaibera, los discursos en las plazas y las manifestaciones de adhesión gremial a la causa autonomista. Titularon al expediente impreso: El Zulia y su Autonomía ante la Nación.


    Algunos párrafos extraídos de los "Manifiestos" gremiales definen y funda-mentan el discurso autonomista. En el firmado por 52 miembros del gremio de herreros, se lee:


    A primera vista aparecerá que litigamos por una cuestión de palabras; pero no es así, porque en el fondo es una cuestión de vida o muerte para el Zulia; es una cuestión que hiere muy profundamente nuestros intereses, nuestro más legítimo orgullo, nuestro decoro y dignidad como pueblo venezolano...


    ZULIA! ... He aquí el talismán de nuestros más caros afectos, el que se enlaza con el nombre de Dios, con nuestras férvidas oraciones, el norte de nuestras más puras esperanzas y a cuyo aliento deseamos vivir y morir...


    ...borrar por completo del mapa venezolano la dulce palabra Zulia , destruyendo de un sólo golpe lo que ha sido, es y será el pueblo conocido con ese nombre, es a nuestro juicio una barbaridad. Sería suponer tristemente que del lado de acá del Occidente no viven sino parias: sería suponer que no hay ideas en nuestro cerebro, sangre en nuestras venas ni un rasgo de altivez en nuestros corazones ...("Desde el yunque". En: El Zulia y su Autonomía ante la Nación: 124-125).


    Estas reflexiones, cargadas de emotividad sobre el Zulia y su pueblo las sustentaban los redactores del documento de presentación del alegato pertenecientes a la élite política e intelectual del momento, en el dominio de una territorialidad que englobaba a una macro región geográfica y en el proceso histórico propio de esta parte del país. Para demostrar cómo "el Zulia se basta a sí mismo y que puede por sí sólo vivir como Estado independiente de la Unión Venezolana", recordaban que "la geografía y la historia... le señalan en el espacio y el tiempo puesto aparte, como provincia o Estado entre las agrupaciones de la República" (El Zulia y su Autonomía ante la Nación: XI y VI).


    Finaliza el siglo, y los actores sociales del momento retoman un discurso que se escuchó en boca de José Domingo Rus en los años de la lucha emancipadora. Es el balance de los logros alcanzados durante esas décadas de esfuerzo y superación para figurar en el concierto republicano y ser respetados como entidad territorial autónoma, de acuerdo a la especificidad de su centenario proceso histórico. En el imaginario maracaibero ser autónomo no era un capricho político; representaba una convicción histórica.


    Es de notar, en primer término, la presencia durante los meses de conflicto de toda la comunidad maracaibera: élite política e intelectual y miembros de los diferentes sectores laborales. La participación de los gremios maracaiberos respondió a una válida estrategia política para presentar al Zulia ante el Congreso de Venezuela como un todo unido. Aunque la "Junta Central Reinvindicadora" y los diferentes gremios actuaron y se pronunciaron en nombre del Zulia, no participó población que no fuera maracaibera, como lo prueba la ausencia total de miembros de otras ciudades y poblados, los cuales ni siquiera se manifestaron enviando correspondencias de apoyo al movimiento autonomista. Curio-samente, sí hubo una muestra de apoyo de los maracaiberos residenciados en Cúcuta; como se sabe era numerosa esta colonia por los intereses comerciales que se manejaban entre las dos ciudades.


    El 14 de abril de 1890, el Congreso declaró nulo el pacto de unión entre Falcón y Zulia; y el 3 de mayo, el Presidente Andueza Palacio firmó el decreto mediante el cual se devolvía la autonomía al Zulia. Esta pronta respuesta a un conflicto que al llegar al Congreso había durado escasos dos meses de deliberaciones constituyó un triunfo para la élite maracaibera.





    CONSIDERACIONES FINALES


    Maracaibo, como fenómeno urbano y hecho social, se debate durante el siglo XIX entre el realismo y la ensoñación, en una actitud vital que oscila pendularmente del éxito al fracaso y de éste hacia la superación de las contradicciones.


    Su estratégica ubicación, en una de las regiones naturales más feraces y mejor comunicada del país y en la ruta del Caribe hacia el mundo Atlántico, la ha convertido en la ciudad primada del occidente venezolano y del nororiente colombiano. Su élite dirigente, a lo largo de un período de larga duración, ha tomado conciencia de lo que expresara Agustín Codazzi, en 1840, al describir las zonas agrícolas de Venezuela:


    Pero lo anterior nada es en comparación de las esperanzas que prometen los países desiertos que circundan el lago de Maracaibo: parece que la providencia ha internado esta gran masa de agua para [a]cercar las costas a las tierras que están al pie de las más altas cordilleras de Trujillo y Mérida ...Si se reflexiona que apenas ribetean las playas del lago unas cuantas haciendas... y que el resto del país, donde es silvestre el árbol del cacao, se halla enteramente inculto, se vendrá en conocimiento de lo que Maracaibo debe ser en los tiempos venideros, cuando una población activa y proporcionada a su extensión, sepa sacar partido de todas sus ventajas (Codazzi, A. 1940: I, 73).


    Esa conciencia de las potencialidades reales del hinterland que rodea a Maracaibo y de la preeminencia -no menos cierta- que ha adquirido como ciudad-puerta del occidente de Venezuela, impulsó a su élite a jugarse el todo por el todo, en 1810, con la esperanza de consolidar sus pretensiones autonómicas y quizás un nuevo espacio "nacional". Durante una larga década se enfrentó a los ejércitos republicanos; pero el resultado de la guerra la obligó a claudicar; su proyecto separatista, los deseos de independencia que había alimentado su imaginario autonómico fueron castrados por una nueva dependencia, primero de la República de Colombia y luego de la República de Venezuela, más estricta y exigente que la anterior pues se regía por un férreo sistema constitucional.


    En los avatares de este juego político, también perdió su primacía administrativa sobre el occidente venezolano al ser reconfirmadas Mérida y Trujillo, sus antiguas jurisdicciones, como provincias indepen-dientes ¿Temor por parte del Poder Central caraqueño de que aquella vasta y rica región occidental, liderada por una ciudad con tradición de autonomía, llegara a separarse de la República?


    A lo largo del siglo XIX, la élite maracaibera pregonó y disputó ante la constante reafirmación del centralismo, que no tenía cuenta de si la Constitución vigente era centro-federal o federal del todo, sus menguados fueros autonómicos. Sin embargo debió pasar bajo sus "horcas caudinas": un plumazo Guzmán Blanco la privó de su autonomía, a lo largo de la década de 1880.


    A partir de 1830 creció el movimiento mercantil del puerto aguijoneado por la demanda mundial de café; pero la dirección del comercio, las finanzas y la riqueza pasaron sucesivamente de los británicos a los alemanes: los descendientes de la élite colonial sobrevivieron de la actividad rentística inmobiliaria y de los préstamos.


    El tradicional orgullo maracaibero calificó a su urbe como "segunda ciudad de Venezuela", aunque su aspecto la asemejase más a una aldea o poblado rural: la mayor parte de sus calles y edificaciones ofrecían un panorama desolador y deplorable, y careció de elementales servicios como agua y alumbrado hasta fines del siglo XIX. Los aledaños de las ordenadas instalaciones portuarias y elegantes edificaciones mercantiles que miraban al Lago en el frente de La Marina contrastaban de tal modo con el resto de la "segunda ciudad" que produjo una avalancha de ordenanzas municipales que decretaron el "fiat" de la ciudad deseada o imaginada. La casi totalidad de las disposiciones e iniciativas fueron letra muerta por largo tiempo.


    Era tan fuerte el impulso de este acto volitivo que, aunque las realizaciones urbanas marchasen a paso lento, la nueva ciudad, la ciudad deseada, existió primero en el verbo iluminado de ensayistas y poetas que en la realidad.


    En 1889, el escritor y jurista Jesús María Portillo describía así a Maracaibo:


    Bajo un cielo el más espléndido de las regiones tropicales y sobre una llanura que besa el Coquivacoa, el más grande de los lagos de la América del Sur, se levanta gentil como una odalisca y vaporosa como el sueño de una fada, la ciudad de Maracaibo...


    Difícil sería hacer una descripción que pudiera ser original en el sentido de la belleza poética que ella encierra. Los trovadores que nacieron a orillas de su laguna y otros bardos que la han visitado, han agotado, y hasta copiándose los unos a los otros, el vocabulario de la poesía y la fuente de las imágenes. TIERRA DEL SOL AMADA la llama el más egregio de sus hijos; COPIA EMBELLECIDA DE LA REINA DEL ADRIÁTICO la nombra otro ... (Portillo, J. M. 1890: 5)


    La ciudad y su lago fueron el binomio poético que se multiplicaba como en un juego de infinitos espejos a lo largo del siglo XIX. La realidad virtual fue más poderosa que el diario espectáculo de un asentamiento urbano dejado muchas veces a su suerte y de un lago cuyas orillas ya contaminaban los desechos humanos y los despojos de su matadero. Los escritores crearon la ilusión de la ciudad y del entorno deseados:


    Maracaibo! .... mansión encantadora


    que tienes del espacio los colores,


    las armónicas voces de la aurora


    y del Edén las virginales flores!


    En ti las hadas que el destino adora


    tienen templo y altar de sus amores;


    por eso tan hermosa te formaron


    y con galas tan ricas te adornaron.


    Como esta estrofa de J. M. Pinzón Rico, publicada en El Zulia Ilustrado, (p. 60) fueron centenares los poemas dedicados a Maracaibo y su lago, reproducidos en libros, folletos, revistas y periódicos, tantos cuantos poetas la poblaban. ¿Inspiración o evasión?


    También los políticos y constructores de la ciudad soñaban. Jesús Muñoz Tébar, Presidente del Estado, se expresaba así, en 1894, al proponer la dotación de un acueducto:


    Maracaibo, que es hoy la segunda ciudad de Venezuela, llegará en pocos años a ser la primera, si se le da una distribución de agua suficiente.


    El número de sus habitantes crecerá con rapidez hasta alcanzar el límite para el cual se haya calculado esa distribución. Si después de llegar a ser una ciudad de cien mil habitantes, se la puede abastecer de agua ilimitadamente, crecerá, y en menos de un siglo la llamaríamos la New York de la América del Sur (Cfr. Atencio R., M. 1995: 475-476).


    Esa secular lucha entre lo que Maracaibo quería ser y lo que sus condiciones económicas y vicisitudes políticas le permitían quedaron plasmadas en las estrofas de Udón Pérez que presidieron este evento como un grito de reafirmación identitaria:


    "Mía", cuando ríes; "mía", cuando lloras;


    "mía", cuando luchas; "mía", cuando oras;...


    "mía", a todas horas, Maracaibo mía.





    NOTAS


    1 Informe privado del General Rafael Urdaneta al Secretario del Interior. Maracaibo, 29 de diciembre de 1834. Archivo General de la Nación. Sección de Interior y Justicia, tomo CVIII, folio 252. Este y los documentos referidos a esta coyuntura son citados por Arlene Urdaneta Quintero, La Revolución de las Reformas en Maracaibo. Campesinos y Tembleques, cuya lectura se recomienda para una información mayor y análisis de estos hechos.


    2 "Averiguación oficial del Alcalde Ramón Enríquez quien informa al Gobernador sobre los últimos sucesos" e "Informe del Gobernador Ramón de Fuenmayor al gobierno de Caracas". Maracaibo, julio de 1834. Archivo General de la Nación. Sección de Interior y Justicia, tomo XCII, folios 247 y 269, respectivamente.


    3 Archivo General de la Nación. Sección de Interior y Justicia, tomo XXIX, folio 266.


    4 "Oficio enviado al Despacho de Guerra y Marina". Archivo General de la Nación. Sección de Interior y Justicia, tomo CVIII, folios 262-264.


    5 Archivo Histórico del Zulia: año 1863, tomo 15, legajo 25, folio 2. Cfr. Rutilio Ortega González et alii: Las independencias de Maracaibo.


    6 Archivo Histórico del Zulia: documentos sueltos de 1868-1869, tmo 27, legajo 6.





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