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Tema: En busca de la verdad: el verdadero origen de Cristobal Colón

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    Re: En busca de la verdad: el verdadero origen de Cristobal Colón

    25.- La muerte del Príncipe de Viana.


    Desde que el muy poderoso y temido infante D. Juan de Trastamara, celebró su segundo matrimonio, el infeliz príncipe D. Carlos, primogénito del citado D. Juan y de la Reina Doña Blanca de Evreux, fue perseguido tenaz e inicuamente por su madrastra, Doña Juana Enríquez. Esta persecución subió de punto al nacer el futuro Rey católico D. Fernando.

    Noche y día martirizaba a la flamante infanta de Aragón el pensamiento de que el fruto de sus entrañas sería un principillo obscuro y relativamente pobre, mientras que el hijo de la otra, ya Soberano de Navarra y duque francés de Nemours, llegaría a ser, probablemente, conde de Barcelona, señor de muchas ciudades, villas y burgos en Castilla, y Rey de Valencia, Mallorca, Aragón, Sicilia, Nápoles y Cerdeña.

    Como era poderosísimo el influjo que ejercía Doña Juana sobre su viejo esposo, éste, que detentaba ya la Corona propiedad de D. Carlos, dio en humillarle con tanta persistencia, que el citado príncipe, no muy conforme con el título de "lugarteniente del señor Rey, su padre", hubo de protestar y acudir a las armas. A semejante extremo fué arrastrado, según se dice, por los beamonteses, que, a fuer de leales servidores y deudos de la casa de Evreux, veían indignados cuanto estaba ocurriendo en Navarra.

    Vencido el joven príncipe por las tropas del autor de sus días y prisionero de ellas, fue encerrado primeramente en el castillo de Tafalla y después en el de Monroy; más los aragoneses gobernados por el infante Don Juan en nombre del Rey magnánimo -muy agradablemente entretenido a la sazón en Nápoles, donde tenía una brillante corte de artistas y poetas famosos-, los aragoneses, repito, se declararon tan abiertamente a favor de D. Carlos, que hubo necesidad de acudir a una comisión de notables para que zanjaran las diferencias existentes entre el padre y el hijo.

    Al fin, y en virtud del laudo dictado por aquélla, quedó el preso en libertad; mas subsistiendo la aversión de Doña Juana a su entenado, causa de los disgustos entre Don Juan y su primogénito, los partidarios de uno y otro tornaron a ensangrentar el país, hasta que, desbaratados junto a Estella los beamonteses, resolvió D. Carlos trasladarse a Italia para pedir protección al Rey, su tío y al Pontífice.

    Tras una corta estada en la capital del mundo católico, sin lograr el amparo de Calixto III, que se desentendió del asunto por vituperable egoísmo, llegó D. Carlos a la ciudad partenopea, donde fue recibido cariñosamente por el magnánimo Monarca aragonés, quien noticioso de que D. Juan, por inducimiento de su esposa, intentaba despojar de la Corona materna al de Viana, escribió al desnaturalizado padre diciéndole que deseaba ser árbitro en sus querellas con aquél.

    A fin de conservar los gobiernos de Aragón y Valencia, que en nombre de D. Alfonso desempeñaba, mandó D. Juan suspender el proceso incoado contra su hijo para desheredarle, procuró que cesara la enemistad entre agramonteses y beamonteses y dejó, por lo pronto, de perseguir y maltratar a los últimamente mencionados.

    Sabedor de esto el príncipe , preparábase a tornar al país materno cuando, víctima de cruel enfermedad, murió en junio de 1458 el excelente Alfonso V.

    En su testamento dejaba a un hijo suyo habido fuera de matrimonio la Corona de Nápoles, y al infante D. Juan, los demás Estados que poseía en España e Italia.

    Ni D. Carlos ni su genitor quisieron desacatar las postreras disposiciones del Rey Alfonso, y el primero solicitado para que se ciñera la Corona napolitana negóse rotundamente. Hizo más; no juzgando oportuna por entonces la vuelta al suelo hispano y pareciéndole poco discreto permanecer en la ciudad partenopea, retiróse a un cenobio mesinés, donde se dedicaba al estudio y a escribir algunas de las obras en prosa y verso que han llegado hasta nuestros días, cuando Don Juan, ganoso de vigilarle más de cerca, le ordenó volver a España sin demora.

    Obedeció el príncipe, aunque varios amigos y servidores fieles procuraron que no saliera de Sicilia, y con un acompañamiento modestísimo arribó a las costas de Cataluña, desde las cuales se trasladó a Mallorca por haberlo dispuesto así D. Juan últimamente.

    Tuvo en Palma tantos disgustos, que al poco tiempo embarcóse con dirección a Barcelona; pero noticioso de que sus partidarios, que eran infinitos en la antigua ciudad de los Condes, le preparaban un recibimiento entusiasta, no quiso entrar en ella temeroso de enojar al Monarca aragonés, y se alojó en un convento de las cercanías, desde el cual escribió al Rey excusándose de haber salido de Mallorca y manifestándole que deseaba hablar con él y con la Reina para convencerles de su filial afecto.

    Repugnaba a la Enríquez ver a su entenado, mas para complacer a D. Juan, que había resuelto entrevistarse con su hijo, decidió acompañar al Rey a Barcelona, y al llegar a Igualada salió el príncipe a recibirlos, y puesto de hinojos les besó las manos, correspondiendo ellos muy afectuosamente a tales manifestaciones de respeto y cariño.

    Seguidamente entraron en la urbe laletana, que les agasajó sobremanera y durante algún tiempo, no mucho en verdad, vivieron los tres como correspondía a padres e hijo.

    Rompióse la concordia por haber averiguado el último que D. Juan pensaba desheredarle. Este proyecto indigno movió a Don Carlos a ponerse de acuerdo con sus parciales aragoneses, navarros y catalanes y a reanudar antiguos tratos con el Rey de Castilla, con cuya hermana, Isabel, deseaba casarse.

    El almirante D. Fadrique, padre de la Reina, participó a su yerno que nuestro Enrique IV se mostraba favorable a dicho matrimonio, y como D. Juan, que se hallaba en Lérida presidiendo unas Cortes, supiese, casi al mismo tiempo, que los beamonteses se apercibían a la guerra y que igual cosa hacían en Cataluña y Mallorca los partidarios del príncipe, ordenó a éste que se presentase al punto en aquella ciudad.

    Repitiéndose el caso de Sicilia, aconsejaron a D. Carlos sus íntimos desobedeciera el mandato paterno, y aún hubo quien le dijo "que era de temer le diesen un bocado de mala digestión"; mas el príncipe se empeñó en ir a Lérida, donde, seguidamente de oír todo linaje de improperios, fue encerrado en un castillo o fortaleza real.

    La noticia de lo ocurrido desagradó al Monarca castellano, exasperó a los nobles beamonteses e indignó hasta tal extremo a las cortes barcelonesas, que no tardaron en enviar a D. Juan II embajadores pidiéndole la libertad del preso y pintándole, sin ninguna clase de eufemismos, los males enormes que podría originar la conducta observada con aquél.

    Contestó el Soberano altivamente: mas como numerosos sublevados, provistos de cañones, se dirigiesen a Lérida, él, la Enríquez y toda su corte viéronse en la precisión de huir a Fraga y más tarde a Zaragoza. Supo aquí D. Juan que en Valencia, Sicilia y Mallorca varios pueblos levantaban bandera para defender a D. Carlos, y determinó sacarle de la prisión donde le tenía y encargar a Doña Juana le condujera a Barcelona, como si únicamente a ruegos de aquella odiosa mujer le hubiese puesto en libertad.

    Los catalanes, que sabían perfectamente a qué atenerse respecto al asunto, no consintieron que la Reina pasase de Villafranca, población en la cual fue entregado el príncipe a sus familiares y amigos.

    Divulgóse este acontecimiento rápidamente por España entera, y en todas partes produjo verdadero alborozo. Don Carlos, que entró en Barcelona triunfalmente, pretendió entonces que sus adeptos dejasen las armas, mas ellos se negaron a complacerle ínterin D. Juan no le confiase los gobiernos de Cataluña y del Rosellón y le reconociese en público como su primer heredero.

    Obligado por las circunstancias, suscribió el Rey tales condiciones, que no tuvo tiempo de vulnerar, como seguramente era su intención secreta, pues una enfermedad que sumió a media Europa en doloroso estupor acabó con el príncipe en escasos días.

    Antes de que falleciese, algunos de sus afines, que sospechaban un terrible misterio en la mortal dolencia que padecía, le aconsejaron que se casase con Doña Brianda Vaca, y legitimando a su bastardo Don Felipe destruyese las maquinaciones de la madrastrona. Otro cualquiera habría puesto en práctica semejantes consejos, más el moribundo supo resistirlos y expiró manifestándose pesaroso de haber peleado contra su padre y pidiendo perdón a cuantos hubiese perjudicado con motivo de tal pelea.
    Los continuos disgustos y cavilaciones, dice un historiador, habían quebrantado la salud de aquel infeliz, que ya durante su prisión última necesitó asistencia médica.

    Imaginando que le hubiesen dado hierbas malignas, se dispuso que le hicieran la autopsia. Halláronle los pulmones podridos, y como falleciese a la sazón un sirviente que probaba cuanto D. Carlos comía le encontrasen dichas entrañas igual que las de su amo, generalizóse la creencia en el envenenamiento del príncipe.

    Zurita, enemigo de falsear verdades, y Mariana, poco dispuesto a disimular las infamias de los poderosos, entienden que Su Alteza murió a causa de los trabajos y congojas de su atormentada vida. El pueblo, que le amaba, dio en llamarle santo y aún intentó que Roma le canonizase, porque se decía que sus restos sepultados en Poblet obraban milagrosas curaciones.

    Don Carlos de Viana escribió varias obras en verso y en lenguaje prosado. Entre ellas son dignas de mención el Libro de los milagros de San Miguel de Excelsis y la Crónica de Navarra.



    José Fernández Amador de los Ríos
    Blanco y Negro (Madrid, 1933)




    26.- Colón llega a la Rábida. La protección de su cuñado, el Duque de Medinaceli.


    Una vez que Colón tuvo conocimiento de que sus proyectos de descubrimiento en Portugal no habían sido aprobados y reafirmándose en ellos, hubo de plantearse otra alternativa.

    Para entonces, su esposa Filipa había fallecido y sus restos reposaban en la iglesia del Carmen.

    Al igual que su padre, el Príncipe de Viana, el futuro Almirante quedó viudo muy joven, a los 24 años, mientras que su progenitor perdió a su esposa Doña Inés de Cleves a los 27.

    A la sazón, su hijo Diego tenía unos 4 años. Si su padre pretendía seguir con su proyecto no podía ni llevarlo consigo ni dejarlo solo. Decidió buscar albergue donde el niño fuera educado mientras él continuaba la búsqueda de apoyos para su proyecto. Tomó la decisión de marchar al Puerto de Palos acompañado por el pequeño Diego.

    En Palos daba comienzo para Colón una nueva etapa de su vida. Se encontraba ya en el sendero que habría de llevarle a la inmortalidad, aunque todavía tendría que dar muchos pasos y sortear grandes dificultades por las áridas tierras de Castilla.

    En 1485, Cristóbal Colón, acompañado de su hijo Diego, que para entonces contaba 5 años, salió de Lisboa con destino a Palos, siendo lo más probable que este viaje lo realizara por mar, ya que por tierra implicaba más dificultades. Hubo de llegar a Palos en algún barco posiblemente comercial.

    Los motivos determinantes de este viaje fueron dos: el primero, conectarse con familiares a fin de poner bajo custodia de los mismos a su hijo Diego. El segundo, la posibilidad de conseguir apoyos para sus planes recabándolos del reino de Castilla.

    Allí cerca tenía dos cuñados afincados en el condado de Niebla: Pedro Correa, marido de Iseu Perestrello, y Miguel de Mulyart, esposo de Violante o Briolanja Muñiz.

    El condado de Niebla era entonces la región de la boca del Guadiana y de Huelva. Los marineros de este condado realizaban expediciones conjuntas con Portugal a Canarias, Madeira y Cabo Verde, concertando todo tipo de actividades comerciales.

    Colón hubo de partir de Lisboa con mucha cautela, temiendo una posible retención de su persona por parte del Rey de Portugal.

    Habiendo llegado a Palos, divisó a una distancia de 6 kilómetros un pintoresco Monasterio en lo alto de una colina poblada de pinos. Impresionado debió quedar el viajero ante la semejanza de aquel paisaje con el que forma Porto Colom y el Monasterio de San Salvador de Felanitx. Colón, si así fuese, habríase encontrado como en claustro materno. Con olor a su tierra natal.

    Colón se dirigió desde Palos hasta el Monasterio de la mano de su hijo, recabando de sus monjes franciscanos alimentos y abrigo. De ellos recibió acogida franca y generosa.

    Se ha demostrado y por lo tanto es de justicia proclamar la labor con que los monjes de esta Orden contribuyeron al descubrimiento de América.

    Fueron, sin duda, aportaciones importantes las investigaciones, escritos y elementos vinculados a la disciplina náutica tales como los realizados por el franciscano mallorquín Ramón Llull en el siglo XIII. Recordemos que Llull escribió que en la otra parte de nuestro continente había unas tierras desconocidas hasta entonces.

    Posteriormente, las aportaciones continuaron, como las de los franciscanos de La Rábida Fray Juan Pérez y Fray Antonio de Marchena. La labor de estos dos frailes fue fundamental para poder llevar a cabo el descubrimiento del Nuevo Mundo.

    Cristóbal Colón se encontró en el Convento con Fray Juan Pérez, que escuchó con espíritu abierto el soliloquio iluminado que el Descubridor discurría, llamando impresionado al médico del Monasterio para que también escuchase. Este médico, García Fernández o Hernández, no pasaba de ser un simple aficionado a la cosmografía. El Monasterio contaba entonces entre sus hermanos con un verdadero astrólogo o, como entonces se decía, con significativa palabra, "estrellero". Llamábase Fray Antonio de Marchena.

    Colón halló en La Rábida un caudal de amigos, un hogar y una escuela para su hijo. La fe en su proyecto se reforzó al saber las creencias y tradiciones cultivadas entre los marineros del vecino Puerto de Palos. Muchos de ellos solían frecuentar el Monasterio, donde intercambiaban experiencias, esperanzas y visiones. Encontró un tal Pedro de Velasco que "contó a Colón la expedición portuguesa al mando de Diego de Teive, en la que el dicho Velasco figuraba como piloto, prueba significativa de la estrecha colaboración en que vivía aquel litoral a pesar de la frontera política. Velasco sería ya entonces piloto varado y viejo, pues su historia se remontaba a los tiempos del Infante Don Enrique, es decir, a más de cuarenta años. Contaba que, ya pasada la isla de Fayal, después de haber navegado más de ciento cincuenta leguas, impelidos por un viento noroeste, a la vuelta descubrieron la isla de las Flores, guiándose por muchas aves que vían volar hacia ella, porque cognocieron que eran aves de tierra y no de la mar y ansí juzgaron que debían de ir a dormir a alguna tierra ".

    La impaciencia y la enorme curiosidad de Colón no le permitían el menor descanso. Seguro que conversaba e indagaba permanentemente acerca de cuestiones que deseaba conocer y que le pudiesen ser útiles en sus planes futuros. En esto hay también gran semejanza con su coterráneo Ramón Llull, que, como él, fue infatigable viajero empecinado investigador y un curioso integral.

    Si bien Colón tuvo en La Rábida un gran apoyo moral, necesitaba también y prioritariamente el económico mediante el cual concretar y acometer su proyecto. Como noble, aunque pobre de recursos económicos, tenía la posibilidad de acceder a la aristocracia. Un buen día partió de La Rábida en busca de esos posibles mecenazgos y rumbeó para los dominios del Duque de Medina Sidonia, Don Enrique de Guzmán, segundo en el ducado de la casa citada anteriormente. Para entonces, Don Enrique era el hombre más acaudalado de España, poseedor del dominio feudal más espléndido de la Península, reinando de hecho sobre región extensa que bordeaba al Puerto de Sanlúcar.

    Colón propuso allí sus planes, pero, por causas que se ignoran, no fueron aprobados. Sufría de esta forma su segunda frustración, pero nuestro empecinado y voluntarioso navegante no se iba a dejar ganar por la desesperanza y el escepticismo.

    Recuperado su espíritu de la negativa ducal, Colón enfiló nuevamente sus proyectos hacia otro notable Señor de la época y éste sería el Duque Don Luis de la Cerda, quinto Conde y primer Duque de Medinaceli.

    Don Luis era heredero legítimo de la rama primogénita de Castilla; su antecesor directo era el hijo mayor de Don Alfonso el Sabio, muerto joven, cuyos herederos habían sido desposeídos de la Corona por su tío, hijo menor de Don Alfonso, que reinó con el nombre de Sancho IV.

    Residía el Duque en el Puerto de Santa María, que toda Andalucía conoce con el nombre de El Puerto.

    Acogido cálidamente, Colón se alojó por dos años en la mansión del Duque. Éste había llegado ya a acuerdos concretos con el futuro Almirante, concediéndole " hasta tres o cuatro mil ducados con que hiciese tres navíos o carabelas ", condicionadas a que debían ser construidas en los arsenales del Duque situados en El Puerto.

    Fue también el Duque de Medinaceli el que facilitó a Colón una carta de presentación para los Reyes Católicos.

    Al regreso de su primer viaje, antes que Don Fernando y Doña Isabel, fue el de Medinaceli el primero en España que supo que Colón había vuelto de su primer viaje y había descubierto todo lo que prometió.

    El Almirante llegó a Lisboa, según el Diario de a bordo, el lunes 4 de Marzo de 1493. El 19 del mismo mes, desde Cogolludo, el Duque de Medinaceli escribió una carta a su tío el Gran Cardenal Don Pedro González de Mendoza dando cuenta de aquella arribada:



    "Reverendísimo Señor. No sé si sabe Vuestra Señoria cómo yo tove en mi casa mucho tiempo a Cristóval Colomo, que se venía de Portogal y se quería ir al rey de Françia para que emprendiese de ir a buscar las Indias con su favor y ayuda; e yo lo quisiera provar y enbiar desde el Puerto, que tenia buen aparejo con tres o cuatro caravelas, que no me demandava más; pero como vi que hera esta empresa para la Reina, Nuestra Señora, escrevilo a Su Alteza desde Rota y respondióme que gelo enbiase. Y yo gelo embié entonçes y supliqué a Su Alreza, pues yo no lo quise tentar y lo adereçava para su serviçio, que me mandase hazer merced y parte en ello, y que el cargo y descargo d'este negoçio fuese en el Puerto. Su Alteza lo reçibió y lo dio en cargo a Alonso de Quintanilla; el cual me escrivió de su parte que no tenía este negoçio por muy çierto, pero que, si se acertase, que Su Alteza me haria merced y daría parte en ello; y después de averle bien esaminado, acordó de enbiarle a buscar las Indias. Puede aver ocho meses que partió y agora él es venido de buelta a Lisbona y ha hallado todo lo que buscava y muy complidamente, lo cual luego yo supe; y por fazer saber tan buena nueva a Su Alteza, gelo escrivo con Xuares y le enbio a suplicar me haga merced que yo pueda embiar en cada año allá algunas caravelas mías. Suplico a Vuestra Señoria me quiera ayudar en ello e gelo suplique de mi parte, pues a mi cabsa y por yo detenerle en mi casa dos años y averle endereçado a su serviçio se ha hallado tan grande cosa como ésta; y porque de todo informará mas largo Xuares a Vuestra Señoria, suplícole le crea.
    Guarde Nuestro Señor Vuestra reverendísima persona como Vuestra Señoria desea.
    De la mi villa de Cogolludo, a XIX de março.
    Las manos de Vuestra Señoria besamos.
    -Luis".

    Mientras Colón se alojaba en la residencia Ducal, hubo de contactar con un marinero que le narró que, en el curso de un viaje realizado a Irlanda, "vido aquella tierra que los otros haber por allí conocían, e imaginaban que era Tartaria, que daba vuelta por el occidente" .

    Anteriormente, ya he mencionado lo positivo que resultó para Colón lo manifestado por algunos marineros portugueses en Puerto Santo, datos que tuvieron entonces gran importancia, habida cuenta que le reconfortaron espiritualmente para seguir adelante con sus planes y que además arroparon en cierta medida su idea central. Pero seguía falto de apoyos económicos para ejecutar su proyecto.
    El destino le tenía previsto conseguir ese apoyo en el ducado de Medinaceli. ¿Cuáles podían ser los motivos que hicieron que este aristócrata, integrante de la nobleza española, recibiera a un navegante de origen plebeyo? Hay razones profundas que justifican tal actitud hospitalaria y de apoyo concreto por parte de Don Luis: es que el Duque de Medinaceli se había casado con Doña Ana de Aragón y Navarra, hija natural de Don Carlos, Príncipe de Viana y de Doña María de Armendáriz, por lo que el futuro Gran Almirante era cuñado del Duque.


    La cuestión familiar aparece aquí como una de las causas principales, pero no la única, de la acogida y apoyo que brindó el Duque a nuestro hombre, lo que viene a ratificar la nobleza de la cuna de Cristóbal Colón.

    Antonio Paz y Mélia publicó una obra en la cual fueron recogidos una serie de los más principales documentos del Archivo y Biblioteca de la Casa de Medinaceli. En uno de los documentos transcritos podemos leer:

    "Capitulaciones matrimoniales y concordia para el casamiento del Conde de Medinaceli D. Luis de la Cerda y Doña Ana de Aragón y Navarra, nieta del Rey D. Juan de Aragón, de Navarra y de Sicilia. (1470).
    (extracto) el Conde traía en ayuda del matrimonio las villas de Medinaceli, Cogolludo y Puerto de Santa María.
    Doña Ana traía 20.000 florines de oro que le daba el rey a propia herencia suya y de los suyos.
    Además 10.000 florines de oro que le daban los Príncipes D. Fernando y Doña Isabel de Castilla.
    (Firma autógrafa de D. Juan II de Aragón y sello de placa, maltratado).
    (Firma de Juan de Saint Jordi).
    Obligación otorgada por el Príncipe D. Fernando, Rey de Sicilia, primogénito de Aragón, de dar al Conde de Medinaceli, D. Luis de la Cerda, 10.714 florines de oro a cumplimiento de los 30.000 del dote con Dª. Ana de Aragón, su sobrina.
    Dueñas, 13 de Julio de 1470.
    (Firmas autógrafas del Príncipe y del secretario Gaspar de Ariño).
    (Testigos Frey Alfonso de Burgos, Confesor; el Doctor D. Tello de Buendía, Arcediano de Toledo y Luis de Antezana.
    (Sello grande de placa.)
    Carta del Príncipe D. Fernando de Aragón en la que ofreció al Conde de Medinaceli que si el Rey D. Juan, padre del Príncipe, fallecía sin haberle pagado los 20.000 florines ofrecidos del dote de D.ª Ana, S.A. los pagaría.
    Dueñas 14 de Julio de 1470.
    (Firma autógrafa. Falta el sello de placa.)
    Cédula de la Princesa de Aragón D.ª Isabel, reina de Sicilia, por la que se obligó a dar al Conde de Medinaceli, su primo, 5 mil florines de oro como dote para su casamiento con D.ª Ana de Aragón y de Navarra, sobrina de S.A.
    Dueñas, 16 Julio de 1470.
    (Firma autógrafa, falta el sello de placa.)"

    Otro escrito describe lo siguiente:

    "Don Luis de la Cerda, Vº. Conde de Medinaceli, Señor del Puerto de Santa María y de la villa de Cogolludo y su tierra, sucedió a Don Gastón, su padre, en su gran Casa y Estados. Fué uno de los heroicos y superiores caballeros de su tiempo, como lo manifestó en servicio del rey Don Enrique el IVº. y de los Católicos Reyes Don Fernando y Doña Isabel en las guerras de Portugal y en las del reino de Granada hasta la entrega de la ciudad, como parece por el Privilegio de la dicha entrega, su data en el Real de la Vega, en 30 de Diciembre del año 1491, donde confirma con título de Duque de Medinaceli, primo del Rey y de la Reina, y su vasallo.
    Diósele el dicho título de Duque desta gran Casa por merced de los dichos Católicos Reyes, y ansimismo se le dió título de Conde del Puerto de Santa María por los dichos Reyes.
    Casó tres veces el Duque Don Luis: la primera, con Doña Catalina Laso de Mendoza, hija de Don Pedro Laso de Mendoza y de Dª. Juana Carrillo, su mujer, cuyo matrimonio fué nulo por ser primos hermanos y no haber obtenido dispensación de Su Santidad.
    Casó segunda vez con Doña Ana de Navarra y Aragón, hija del Príncipe Don Carlos, primogénito de Navarra, y de Doña María de Almendáriz, de quien tuvo por su hija única a Doña Leonor de la Cerda y Navarra, primera mujer de Don Rodrigo de Mendoza, Iº. Marqués de Cenete, que murió sin sucesión.
    Casó tercera vez, estando cercano a la muerte, con Doña Catalina Vique de Orejón, natural del Puerto de Santa María, de quien tuvo por hijo a Don Juan de la Cerda, que sucedió en la Casa; a Don Pedro de la Cerda, Caballero del hábito de Santiago".


    "El año de 1475, estando el Rey Don Fernando el Católico en Almazán, el dicho Conde Don Luis le envió a requerir con una cosa rara, y no de las comunes, como los otros grandes, para que le hiciese merced de alguna ciudad o villa, sino que le diese favor para proseguir su derecho en la sucesión del reino de Navarra que decía pertenecer legítimamente a la Condesa Doña Ana de Navarra, su mujer, hija del Príncipe Don Carlos".

    Como se podrá observar, estas pruebas documentales sirven para esclarecer deductivamente que Cristóbal Colón y Doña Ana de Navarra eran hijos naturales de Don Carlos, Príncipe de Viana, aunque de distintas madres, hermanos paternos y a la vez sobrinos de los Reyes Católicos, por ser el Príncipe de Viana, hermano de Don Fernando.

    No deja de tener interesante relación con el tema lo que cuenta Madariaga en su obra Vida del muy magnífico señor Don Cristóbal Colón :

    "¿Y no había dado órdenes el Duque para que 'con extrema solicitud se pusieren los navíos en aquel río del Puerto de Santa María en astillero, sin que se alzase mano dellos hasta acabarlos'? Así como Don Quijote, cuando entró en el Castillo del Duque y se vio tratado como caballero andante, se sintió confirmado en su fe 'y aquel fue el primer día que de todo en todo conoció y creyó ser caballero andante verdadero, y no fantástico, viéndose tratar del mismo modo que él había leído se trataban los tales caballeros en los pasados siglos', así Colón, cuando el Duque 'mandóle llamar y haciéndole el tratamiento que según la nobleza y benignidad suya y la autorizada persona y graciosa presencia de Cristóbal Colón merecía, informóse dél muy particularmente...' sobre su plan, debió sentirse por primera vez de todo en todo descubridor de nuevas islas, verdaderas y no fantásticas, allende un mar de verdad".

    La principal conclusión de esta cita es que sólo un hombre de ascendencia noble podía recibir, de un semejante suyo, el trato recibido. Colón era descendiente directo, hijo de uno de los Príncipes más ilustres de su época.

    Las costumbres de entonces hacían de la nobleza un estamento elitista, casi imposible de abordar si no se contaba con antecedentes válidos, como era el parentesco nobiliario entre otros.

    Con estas conclusiones, que no son todas, queda bien patente que el Descubridor de América, no podía ser el genovés Cristóforo Colombo, hijo del guardián de la puerta de la Olivella Doménico Colombo, que posteriormente también ejerció de tejedor y tabernero.


    Gabriel Verd
    Secretario General de la Asociación Cultural Cristóbal Colón




    27.- El enigma de Cristóbal Colón.


    Hablar de la falta de pruebas de que Cristóbal Colón haya nacido en Génova o en otra parte de Liguria (desde luego, no se ha podido encontrar ningún Acta de Bautismo a su nombre, único documento que, a partir del Concilio de Trento, tenía algún valor en una época en que la documentación civil no existía y que fijaba la fecha de un nacimiento con unos ocho días de más o de menos) ya que esas afirmaciones no se apoyan más que en minutas de actas notariales, como la del 30 de octubre de 1470 o la del 7 de agosto de 1473, es decir, posteriores en varios decenios a la época supuesta de su nacimiento, hay dos hechos que, a primera vista, llaman la atención por su rareza. Primero, el nepotismo del Almirante de la Mar Océana es cosa harto conocida y que bastante le fue echado en cara durante su vida. En cuanto a su orgullo, éste era tal que le impelía a considerarse de familia noble y nada menos que descendiente de Julius Colonus, Cónsul romano, vencedor de Mitrídates, Rey del Ponto. Dicho orgullo le hacía tratar de igual a igual con los Reyes Católicos, cuando se llevaron a cabo las discusiones de las "Capitulaciones", y saltaba a la vista de todos.

    ¿Cómo, pues, orgulloso como era y con un instinto familiar tan desarrollado que le hacía llamar a su lado a sus dos "hermanos" Bartolomé y Diego, cómo pudo consentir, llegado a ser Gran Almirante de la Mar Océana, Virrey de las Indias y Gobernador perpetuo de las tierras descubiertas, después de haber acuartelado "su" escudo con las armas de Castilla y de León, cómo pudo consentir en continuar siendo el cuñado del obscuro quesero Bavarello? ¿Por qué dejó a "su hermana" Bianchinetta seguir luchando con la mediocridad? ¿Por qué no hizo nada por "su sobrino", el joven Pantalino? ¿Por qué no hizo con ellos lo que hizo con "sus" hermanos, por qué no los limpió de su villanía o por lo menos no llenó su bolsa para permitirles llevar un tren de vida digno de parientes colaterales de un Almirante de Castilla? Quería ocultar sus orígenes plebeyos, me contestarán los genovistas. Admitámoslo, pero Bavarello, Bianchinetta, Pantalino debían saber perfectamente quién era ese nuevo Almirante que acababa de hacer un viaje tan extraordinario y fuera de lo común, del cual todos hablaban, aunque no fuera más que ¡por la colección zoológica de papagayos y de indios que le rodeaba con el fin de asegurar su publicidad! ¿Por qué no se precipitaban, ellos también, a España, como Bartolomé, para formar parte de la segunda expedición hacia el País del Oro, expedición en la que participaron más de mil quinientas personas? Ellos no tenían por qué ocultar el parentesco que los unía a ese hombre llegado repentinamente a la celebridad. Al contrario, es de suponer que si Colón hubiera sido un pariente próximo, las habladurías de aquéllos no se hubieran parado en el barrio populoso de Génova donde moraban y, a su vez, hubieran llegado a ser una especie de celebridades locales; como consecuencia, y si no hubiera sido más que para que callaran, por su propio decoro, aunque el Almirante no hubiese deseado tenerlos cerca de sí, en Castilla o en La Española, les hubiera entregado, si no directamente, por lo menos por el intermedio de un Banco (y ¡los Bancos genoveses no faltaban en Europa!), con toda la discreción deseable, algunos socorros que hubiesen permitido a los Bavarelli ostentar una posición económica más de acuerdo con la nueva situación social del señorón.

    En vez de esto, si los genovistas no hubieran descubierto a Bianchinetta y a su preclara familia, siempre la hubiéramos ignorado, pues nunca jamás, en ninguna parte, absolutamente en ninguna parte, hace mención Colón de su familia colateral genovesa. ¡Actitud algo rara, confesémoslo, por parte de un hermano!

    Segundo, en lo que trata de su padre, la cosa es todavía más inexplicable. Ese anciano muere a la edad respetable de ochenta y un años, en la miseria y cargado de deudas... En ningún momento, a partir de su exaltación al Almirantazgo y su acceso a la fortuna (su pretendida pobreza, durante los últimos años de su vida, no es sino una fábula contradicha por los millones de maravedís que dejó a sus herederos), vemos a Colón preocuparse de la suerte de su padre ni tratar de ayudarle. Vignaud pretende que los acreedores de Doménico se dirigieron al Almirante para tratar de hacerse pagar las deudas de su padre cuando la muerte de éste, mas reconoce ignorar el resultado de sus trámites. No se halla ninguna huella de estos últimos en los papeles que dejó Colón y menos aún pruebas de que hubiese pagado... ¡Dejó pues, voluntariamente, empañar la memoria de "su" padre después de haberle dejado vivir y morir en la miseria, preocupándose tan poco de la reputación del apellido que él mismo llevaba! La única explicación a tal actitud no puede hallarse sino en la ignorancia en que estaba Cristóbal Colón de que viviese, en Génova, Doménico Colombo.

    Además, de 1493 a 1499, durante seis años en el decurso de los cuales va y viene de Europa al Nuevo Mundo (en total tres viajes) y permanece durante períodos bastante largos en España, jamás siente Colón el deseo, no sólo de volver a Génova, mas ni siquiera de volver a ver a su padre o por lo menos de tener noticias de él y, por su parte, Doménico, a pesar del legítimo orgullo que hubiera debido sentir de haber engendrado a un hijo tal (sin hablar de la ayuda material sobre la que, moralmente, tenía derecho a contar) tampoco hizo nada para relacionarse con él.

    En resumen, y a pesar de correr el riesgo de que se nos acuse de repetición, mas es nuestro deber insistir sobre este punto, la anomalía de las relaciones familiares entre Cristóbal Colón y los Colombo de Génova a los que se le quiere unir de manera tan estrecha es tan patente que no puede significar más que una cosa: el Almirante don Cristóbal Colón no era, no podía ser, el hijo de Doménico Colombo, ni, por consiguiente, el hermano de Bianchinetta. Más aún si recordamos, una vez más, que no sabía el italiano, prueba que no era de Liguria (a pesar de lo que haya mentado atrevidamente Pedro Martyr d'Anghleria en 1493).

    ¿Quién era pues el Almirante don Cristóbal Colón? ¿De dónde provenían los dos "hermanos" entrados detrás de él en la Historia?

    Un hecho llama la atención de cualquiera que estudie los documentos dejados por Colón y los reunidos por Fernando y Las Casas: las numerosísimas y constantes contradicciones del Almirante cuando habla de su juventud; estas contradicciones son tan evidentes que sus apologistas, tanto los contemporáneos como los posteriores, no han podido pasarlas en silencio: pretende haber empezado a navegar a los catorce años y las actas notariales del 30 de octubre de 1470, 7 de agosto de 1473, otra también de 1472, que le dicen respectivamente de más de diez y nueve, veintidós y veintiún años de edad, no mencionan su estado de "marino", anomalía extraña para esta época y en tales documentos, en los cuales, por el contrario, se le califica de "lanero". La conclusión objetiva que se impone es que si estos textos corresponden en rigor a una sola persona, puesto que la edad que se le atribuye en cada uno de ellos corresponde a las diferencias de fechas, esa persona debía ser un individuo conocido y reconocido como ejerciendo la profesión de "lanero" y no de "marinero". Por lo tanto, si, efectivamente, el Almirante empezó a navegar a la edad de catorce años, no puede tratarse de él en los susodichos documentos.

    En otro lugar afirma haber navegado por todas partes a donde puedan ir barcos (" todo lo que hoy se navega, lo he andado ", carta de 1501) pero comete errores geográficos, admite fábulas (a propósito de sirenas) que demuestran que sus viajes se efectuaron sobre todo... ya en libros, ya sentado a la mesa de algún bodegón con unos marineros que volvían de alguna lejana expedición y gustaban de contar sus aventuras a un auditorio complaciente, admirativo y crédulo, en la taberna acostumbrada de su puerto de embarque.

    En la "lettera rarissima" de 1503, dice haber entrado al servicio de los Reyes Católicos a la edad de veintiocho años, lo que le haría nacer en 1457, pero en el Diario de a bordo del primer viaje, con fecha 21 de diciembre de 1492, pretende " haber recorrido los mares durante veintitrés años sin interrupción, y haber visto todo el Levante y el Poniente ". Entonces ¿habría empezado a navegar a los doce años? O, sino, no habría nacido en 1457, sino en 1455, cosa que, de todas maneras, infirma las notas notariales de las cuales hablábamos hace un momento, puesto que en 1470 no podía tener diez y nueve o veintiuno años, sino trece o quince... Luego, " sin la menor interrupción "... ¿Cuándo y cómo tuvo tiempo de casarse, de tener un hijo, de instalarse en Porto-Santo, de discutir con el Rey D. Joa II de Portugal?...

    También en 1501 nos afirma que está navegando desde hace más de cuarenta años (" ya pasan de cuarenta años que yo voy en este uso ") o sea, desde 1460. ¡¡¡Tenía pues tres o cinco años cuando empezó a navegar!!! O, si había empezado a la edad de catorce años, ello significa que había nacido en 1446 y, en este caso, ¡tenía veinticuatro años cuando el acta notarial de 1470!

    Y podríamos, en esta forma, citar un sinnúmero de contradicciones de Cristóbal Colón, todas sacadas de sus escritos.

    Es que Colón quería ocultar sus orígenes y desalentar a los indiscretos, no cesan de repetir los colombófilos genovistas, desconsolados al hallar a su héroe cogido en flagrante delito de mentira. Mas, ¿por qué?, ¿con qué fin, si no tenía que esconder alguna tara referente a esos orígenes?

    La impresión que se saca de toda la Colomboteca publicada y sin publicar aún, hasta la fecha, pero que nadie se ha atrevido a formular abiertamente, es que Cristóbal Colón, a partir de 1485, y más aún después de 1492, cuando hubo alcanzado la fama, cuenta acerca de su pasado una fábula aprendida, pero mal aprendida, la historia de otro y que se compone, con la historia de este otro, una personalidad de juventud que no es la suya...

    Esta impresión notada al leer las biografías más serias y más modernas del Almirante, así como las de sus contemporáneos, se la comunicaba un día a una de mis alumnas cuya vivísima inteligencia y perspicacia siempre me habían seducido y decíale cómo, cualquiera que fuese la hipótesis admitida, uno siempre daba con unas objeciones de tal peso que, en conciencia, veíase obligado a abandonarla para repetirse un constante, irritante y desesperante "¡¿Qué sé yo?!".

    Séame lícito dar aquí públicas gracias a esta alumna, la señora doña Genoveva Dire de Boudoire, no sólo por la valiosísima ayuda que aportó en la labor preparatoria de este trabajo, sino también porque me alentó en los momentos de impaciencia (por no decir peor) provocados por el enigma colombino, cuya clave me dió su genial intuición.

    "-¿Qué sé yo? -repetíale, pues, un día de perplejidad mayor que la de otros...

    -Pero... ¿Y si hubiera habido sustitución de personalidad? -me preguntó, de repente, mi interlocutora.

    -¿Cómo es eso?

    -Sí, si el Almirante, por una razón o por otra, ¿hubiese tomado el nombre de "Colón" cuando la desaparición del verdadero "Colón"?... En este caso, las biografías del Colón genovés serían exactas pero no se aplicarían al Almirante puesto que serían dos personas diferentes, lo que explicaría esas dudas y esas contradicciones cuando de su juventud se trata y también el que no haya tenido nunca ninguna relación con su supuesta familia genovesa...".

    Esta hipótesis, aunque muy atrevida a priori, fue para mí un rayo de luz en esta enmarañada historia.


    Marcelo Gaya y Delrue
    Zaragoza, 1953





    28.- Luis Ulloa, la catalanidad de Cristóbal Colón (Primera parte).


    Luis Ulloa fue un historiador peruano nacido en Lima el 27 de septiembre de 1869. Por su carrera de Ingeniero, descolló en las Matemáticas y esta formación matemática le sirvió luego para sus investigaciones históricas, a las cuales dedicó la mayor parte de su vida. Fue director de la Biblioteca Nacional de Lima, y correspondiente de la Academia de la Historia de Madrid, además de miembro del Instituto Histórico del Perú.

    Ulloa concibió la idea de rehacer la historia del descubrimiento de América en vista de las profundas contradicciones, deficiencias y desaciertos evidentes de algunos historiadores. A partir de esa época (principios del siglo XX), comenzó a reunir elementos con tal objeto.

    Al cabo de veinticinco años de investigaciones, ofreció al público el resultado de sus estudios en un copioso volumen redactado en francés, Colomb, Catalan. La vraie genèse de la découverte de l'Amerique (París, 1927 -Colón, catalán. La verdadera génesis del descubrimiento de América-). La tesis ahí desarrollada por Ulloa sobre Colón y sus descubrimientos se expone con detención en EUIE, t. 65, págs. 925-926.

    - La Patria de Colom con relación al descubrimiento de América .- En La Prensa , de Buenos Aires, núms. correspondientes al 1, 4, 11, 18, 25 de Enero, y 8 y 15 de Febrero de 1931.

    - Noves proves de la catalanitat de Colom. Les grands falsetats de la tesi genovesa . París, sin año de impresión.

    Ulloa mismo en un artículo publicado en Barcelona, y en La Veu de Catalunya , del 25 de Febrero de 1932, a propósito de su propaganda sobre la nacionalidad de Colom, dice textualmente: "Yo no pretendo todavía determinar con exactitud la familia a la que perteneció Colón, sino dejar consolidado plenamente su cuna catalana y destruir la tesis genovesa".

    "Yo hago análisis y demostración científica, lejos de toda teoría preconcebida" ( Cristófor Colom fou català , p. 60 -Cristóbal Colón fue catalán-). Aquí reconoce que, para imponerse una teoría como la suya, es gran obstáculo "la fuerza de la tradición" y "tiránico el poder de las opiniones vulgarizadas" (pág. 61).

    Para Madariaga, Luis Ulloa no es el indio despreciable de Astrana Marín, que le reprocha prejuicio catalanista; pero también reconoce y proclama que "cuando no entra en juego este prejuicio, Ulloa es útil y sus opiniones sobre las raíces catalanas de Colón merecen estudio" (Madariaga, Salvador de, en Vida... de Colón, nota 5.ª al cap. VI, en la pág. 599 de la 4.ª ed., 1947).

    Sus teorías sobre Colón se encuentran en Historia de Cristóbal Colón , de Enrique de Gandía, págs. 60 y 85-91 y sobre todo, pág. 149.

    El mejor estudio sintético de su teoría sobre el origen catalán de Cristóbal Colom (así escribe siempre él) lo publicó en el vol. VI, de la Historia Universal , publicada por el Instituto Gallach, de Barcelona, en 1932. En él dio cuenta erudita y detallada de las razones en que se apoya para usar la forma "Colom".

    Muy noble y caritativamente, hace observar Soldevila (en Historia de España , III-27), que Ulloa ha sido "acusado de declarar falso todo documento que se opone a su tesis; pero el hecho es que no es él el único que impugna la autenticidad de tales documentos; antes o después de él la han impugnado otros historiadores que no comparten ni poco ni mucho su tesis".

    En lo que más extremoso se muestra Ulloa y lo que con mayor frecuencia le hace trasponer la línea de lo justo y de lo prudente, es en rechazar sistemáticamente y de golpe los documentos genoveses, como otras tantas falsificaciones. Su actitud, en este punto, es indeclinable. Rarísima vez se le ocurre tratar de armonizar datos genoveses con los que ofrece la documentación española. Cristóforo Colombo de Génova es, en su dictamen, el polo opuesto del Cristóbal Colón descubridor de América, su antítesis irreconciliable. De vista pierde, en general, según ya advirtió Madariaga (cap. II) que ésta suya es "solución fácil pero inadmisible, no sólo porque una gran nación y una gran ciudad no falsifican, sino porque si estos documentos se hubiesen falsificado, concordarían con los hechos de la vida de Colón que ya se conocían al tiempo de la supuesta falsificación; por otra parte, la construcción genovesa, por muchas dificultades no explicadas que presente -y en efecto las presenta y graves-, coincide con demasiados datos de la vida de Colón para que esta coincidencia pueda explicarse como mero azar".

    Cumple hacer constar que al lanzar el Sr. Ulloa el primer libro, en 1927, sobre la catalanidad de Colón, estuvieron muy lejos los eruditos catalanes de precipitarse a abrazarla con ciegos entusiasmos. "Con pocas excepciones -recuerda Soldevila (F.) en Historia de España , III-20-, todos observaron una actitud de interés, pero, al mismo tiempo, de prudencia o de reserva. El Sr. Ulloa, muy discretamente, hay que decirlo, se había lamentado de ello. F. Valls Taberner, en el prólogo que puso a las Noves proves de la catalanitat de Colom (-Nuevas pruebas de la catalanidad de Colón- pág. 13), no ocultó su opinión de que algunos 'razonamientos del Sr. Ulloa, en prueba de su opinión, no le parecía que pudiesen darle el refuerzo que él les atribuía'. Y el Sr. Ulloa tuvo, por su parte, la caballerosidad de publicar aquel prólogo. En lo que a mí concierne, divulgué y glosé en algunos artículos (en La Publicitat) las obras del historiador peruano, hice resaltar lo que me pareció en ellas más interesante, llegué a la conclusión de que era preciso tener en cuenta su tesis; pero me abstuve siempre de pronunciarme favorablemente. Véase cómo he tratado la cuestión en mi Historia de Catalunya , II, pág. 178-179.

    En cuanto a la ciencia de Ulloa, tan discutida, diré lo que dije otras veces: que era uno de los historiadores que mejor conocía la bibliografía colombina, conocimiento servido por una memoria prodigiosa, dos condiciones que hacían de él un polemista temible. Tenía, sin embargo, un defecto, que era causa de la debilidad repentina de sus elucubraciones y razonamientos: la lógica con que enlazaba sus argumentos después de sostenerse implacable y de producir una brillante concatenación eficaz, fallaba de pronto y parecía ceder el lugar a la fantasía. Pero el hecho de que, a partir de este punto, sus conclusiones perdiesen valor, no quiere decir que no lo tuviesen las que había obtenido antes de llegar a dicho punto.

    Esto explica el fenómeno de que incluso algunos de sus más encarnizados impugnadores, en un momento dado, puedan aducir su parecer y sus argumentos en apoyo de alguno de sus puntos de vista (véase, por ejemplo, Ballesteros en su Cristóbal Colón y el descubrimiento de América , en Historia de América , t. IV-242 y 243, en lo relativo al episodio de Colón al servicio de Renato de Anjou; y Salvador Madariaga, en Christopher Columbus , pág. 436 , núm. 5, donde escribe que "es un valioso investigador y sus puntos de vista sobre el origen catalán de Colón son, sin duda, importantes". Y esto explica que Salvador de Madariaga, combinando la tesis catalana con la genovesa haya creado un descubridor originario de Cataluña, nacido en el Genovesado. La tesis, que se combina además con el pretendido judaísmo racial de Colón, no deja de ser sugestiva".

    La lógica inductiva moderna cuenta, entre otros, este principio fundamental: la verosimilitud de una hipótesis se determina por su fecundidad práctica, por el número de hallazgos o de hechos confirmados a que la referida hipótesis conduce al investigador que de ella se ha servido.

    Fundándose en este principio, el autor de la tesis de Colom catalán , puede afirmar, sin sombra de vanidad, que ella ha dado ya resultados y que constituye una hipótesis manifiestamente superior, esto es, mucho más verosímil y aceptable que la tesis del Colombo genovés. Los pretensos Coloms gallegos, portugués o de Extremadura no merecen ser tomados en consideración.

    Efectivamente: habiendo sido pública esta tesis, a comienzos de abril de 1927, por una conferencia dada en la Sociedad de los Americanistas, de París, he aquí que, en septiembre del mismo año, esto es, al fin de sólo cinco meses, la hipótesis de Colom catalán ha provocado ya el descubrimiento y la confirmación irrefutable y documentada de diversos hechos trascendentales que revolucionan profundamente toda la historia del descubrimiento de América.

    No puedo negar que, entre estos hechos, los hay que modifican, hasta cierto punto, algunas de las conclusiones o de las deducciones secundarias a que yo había llegado. Pero, como dice el ilustre Ramón y Cajal, "las ideas propias han de hallar en nosotros, no un abogado, sino un censor".

    Así, pues, yo critico mi hipótesis a la luz de los nuevos documentos y, después de haber modificado las referidas deducciones secundarias, conforme al criterio de la realidad, tengo la satisfacción de comprobar y de proclamar que la orientación general de mi tesis sale de esta contraprueba cien veces más sólida y resplandeciente. Estos hechos nuevos tienen tanta importancia y son, por otra parte, tan numerosos, que su examen pediría un libro especial.

    Podemos agrupar en tres partes los hechos históricos puestos en claro por el fecundo brillo de la tesis del Colom catalán . El primer grupo se refiere a la filiación de los nombres patronímicos sucesivos dados al descubridor de América y, por consiguiente, se liga de forma directa a la patria de éste y muy probablemente a su genealogía. El segundo grupo, de gran trascendencia histórico-geográfica, se refiere a la génesis de la idea del descubrimiento. En fin, el tercer grupo se refiere a la gestión de la gesta colombina y a los pasos dados por el descubridor para encontrar los medios de realizar su proyecto.

    La patria catalana de Colón está fundamentada por Ulloa en las siguientes deducciones:

    1) En el hecho que el apellido dado al Descubridor, mientras vivió en España, fué el de Colom, con m final (de estampa gramaticalmente catalana).
    2) Los catalanismos que se han observado en la Carta de Colom a Santángel.
    3) La heráldica colombina.
    4) La tradición existente entre los historiadores catalanes de los siglos XVII y XVIII, relativa a la influencia de los catalanes en el descubrimiento, y hasta el origen catalán de Colom que patrocina Serra y Postius, si bien lo da por nacido en Génova italiana (Serra y Postius, Pedro, nació en Barcelona a 8 de Mayo de 1671, y murió a 26 de Marzo de 1748. Noticias de su vida y escritos en Memorias de Escrit. cat ., de Félix Torres Amat).

    La impugnación de la patria genovesa (o, como dice Ulloa, de la identificación del descubridor Cristóbal Colón,con el Cristóforo Colombo, cardador de lana de Génova) está basada por él, principalmente, en el dicho predescubrimiento, en el hecho de que Colón no sepa escribir el italiano-genovés, con todo y haber vivido en Génova, según los genovistas, unos 24 años, y haber convivido después, casi constantemente, con italianos; en afirmaciones de Colón que no concuerdan con los datos biográficos del lanero genovés, en deducciones hechas en el pleito del Mayorazgo y en las informaciones hechas entonces en Génova y en Madrid.

    Explicaremos con detención la tesis de Ulloa sobre Colón y sus descubrimientos. El historiador peruano sostiene que Colón no fue el legendario Cristóforo Colombo genovés, hijo de un Doménico Colombo. Mucho menos gallego, ni corso, ni griego, etc. Para él la primera traza histórica que se halla de Colón es la de un corsario que aparece en la crónica de la época como pariente o relacionado del corsario intitulado almirante francés Guillaume Casenove-Coullon. Ese otro corsario era denominado Coullon el Joven, para distinguirlo de Guillermo. Tal Coullon el Joven ha sido confundido por otros con el griego Jorge Bissipat, pero es completamente distinto. Este corsario, Jean Coullon, Coullon-le-Jeune, según los cronistas franceses, no es para Ulloa sino un catalán, Juan Colom, cuyo nombre tradujeron al francés dichos cronistas. Para Ulloa, este Juan Colom era un rebelde catalán contra el Rey Juan II y entró al servicio del Rey Renato de Anjou, contrincante de Juan II durante la revolución catalana. Vencida ésta, Juan Colom siguió de corsario en el Mediterráneo, siempre a las órdenes de Renato y después de Luis XI, en compañía de otros corsarios catalanes o catalanizados, como los hermanos Gracián y Manaut (o Menorlo) Guerra o Aguirre.

    En 1473 o 1474, Juan Colom se agregó a la flota corsaria de Casenove-Coullon y de ahí el distintivo de Coullon-le-Jeune. Esta flota, en agosto de 1476, atacó un convoy de naves precisamente genovesas, junto al Cabo San Vicente (Portugal). En el combate naufragó incendiado el barco de Juan Colom, quien se salvó a nado. Colom, poseído de un alto espíritu místico, renunció entonces a la vida de corsario y se lanzó a más grandiosas aventuras. Partió hasta Dinamarca, donde se unió a una expedición enviada a Groenlandia a principios de 1477. Ulloa cree que Colom se separó allí de los daneses, que regresaron a su patria, o bien que, si regresó con ellos, emprendió de nuevo el viaje solo a Groenlandia. De allí, afirma Ulloa, Juan Colom siguió al Labrador, Terranova y más al Sur. Es posible que tocase en las Bermudas. De todos modos, debió conocer a trechos las costas del hoy Canadá y de los Estados Unidos hasta Florida. Los arrecifes e islotes de esta zona le movieron a tomar dirección por el Norte de las Lucayas, donde una tempestad, tan frecuente en esta zona, debió de llevarlo sobre la costa septentrional de Santo Domingo hacia el puerto de Monte-Christi. Allí se vio obligado a desembarcar para aprovisionarse y reparar su nave.

    Para Ulloa, Colom recogió entonces la noticia de la región aurífera de Cibao existente en dicha isla. Enseguida, entusiasmado con su hallazgo, que Ulloa llama el predescubrimiento, regresó a Europa, siguiendo en parte la corriente del Gulf Stream, y aportó en Canarias. Siguiendo la tesis de Ulloa, el antiguo corsario catalán resolvió entonces proponer el descubrimiento y la conquista en forma a algún potentado. Este no podía, por mil razones, encontrarlo en Portugal, sino en España o Francia. Para volver a estos países Colom adoptó el nombre de Xristo-Ferens, que, según Ulloa, sería una simbolización de Juan Bautista, verdadero nombre de Colom.

    Cita Ulloa muchos cambios de este orden en la Edad Media. Para su apellido adoptó primero la forma Colomo. En Portugal se detuvo Colom un tiempo, buscando probablemente apoyos particulares para su empresa, y casó con una Muñiz Parestrello. El historiador peruano no cree que Colom solicitara ayuda del Rey portugués; no hallando lo necesario en Portugal, pasó a España con intención de seguir a Francia. Pero en España se dirigió precisamente al Duque de Medinaceli, magnate casado con la hija del Príncipe de Viana, antiguo jefe de la revolución catalana antes que Renato de Anjou. El duque reunía, además, la circunstancia de descender del Infante de la Cerda, a quien un siglo antes el Papa había otorgado la conquista de las Canarias, para cuyo efecto buscó la Cerda la protección de los reyes catalanes. Colom consideraba necesario tener las Canarias por base de su descubrimiento. Diversas circunstancias, entre otras, sin duda, la apropiación de las Canarias por los Reyes Católicos, movieron a Medinaceli a enviar hacia éstos a Colom, recomendándole al gran Cardenal Pedro González de Mendoza, tío carnal de Medinaceli. En la corte encontró el antiguo corsario el apoyo de los catalano-valencianos Coloma y Santángel y el de los aragoneses.

    Fernando el Católico desconfió siempre del gran marino, sin duda porque sospechaba o suponía su verdadero origen. Por su parte, Colom, seguro de lo que ya había descubierto, se manifestó intransigente, irreductible, exigiendo el virreinato, el almirantazgo, una parte de las rentas y otras prerrogativas que hacían de él un verdadero soberano de las nuevas tierras. Todo fracasó y Colom, retirado de la Corte, se dirigió a Sevilla para seguir a Francia con su hijo Diego, cuando encontró en la Rábida a Fray Juan Pérez, antiguo confesor de Isabel. Este padre le inspiró confianza. Colom le reveló sólo a medias su secreto y regresó con el padre a la corte (Granada). El padre Pérez dijo a los Reyes lo que sólo él podía decir y todo se arregló con la intervención, además, de Coloma y Santángel.

    Para Ulloa, Colom estaba inspirado de las ideas lulistas dominantes en Cataluña. Se había ilustrado, además, con la lectura de autores célebres en su época, como Marco Polo, Pierre d'Ailly, etc. Su temperamento de corsario y aventurero, refrenado por el naufragio en Portugal, lo llevó a Dinamarca y Groenlandia, sus ideas lulianas y lecturas geográficas lo empujaron más allá, a la par que su espíritu místico. El hallazgo de la región aurífera de Cibao en Santo Domingo, lo convenció de que había encontrado Cipango y le infundió su ciega fe y su intransigencia.

    Según Ulloa, el padre y el hermano de Colom se llamaban Jaime, transformado en Diego. El nombre de Jamaica viene de Jaime. Puerto-Rico recibió del descubridor su propio nombre: Juan Bautista.
    Colom exigió que las Capitulaciones fuesen no sólo con la Corona de Castilla, sino también con la de Aragón y Cataluña, y así lo sostuvo después su hijo Diego en el proceso contra el Fisco. Para Ulloa, la verdadera familia de Colom era una familia catalana que debió de reunir los apellidos Colom y Terroja, o bien Colom y Monrós, emparentados, probablemente, con los Sa-Costa, los Casanova y tal vez con los Coloma. Se ha comprobado ya la existencia en esa época en Cataluña de varios Jaime y Juan Colom, padre e hijo, y hasta con el segundo apellido de Monrós. "Podría, pues, procederse a identificarlos con el descubridor y su hermano Diego, con mayor derecho que lo han hecho diversos historiadores con los genoveses Cristoforo y Giacomo Colombo", escribe Ulloa. Éste, sin embargo, no quiere pronunciar la palabra definitiva de identificación mientras no se tenga un documento personal del corsario Juan Colom durante sus servicios a Renato de Anjou y a Luis XI. En cuanto a la tesis genovesa, Ulloa se declara rotundamente (contra ella), basándose:

    a) En la falsedad comprobada ya del pretendido testamento de 1498, único fundamento que parecía serio en esa tesis;
    b) en la desaparición del testamento auténtico de 1502;
    c) en la falsedad de la supuesta carta a Nicolás Oderigo y al Banco de San Jorge;
    d) en las alegaciones hechas por los mismos pretendientes italianos durante el pleito sobre el Mayorazgo de Colón en el siglo XVI, en cuyo pleito ni uno ni otro de los pretendientes era de Génova y uno trató de adjudicarse el nombre y el escudo de los Colom catalanes;
    e) en la información hecha en Génova y presentada en ese pleito por el pretendiente italiano Baltasar Colombo, según la cual el descubridor del Nuevo Mundo no fue genovés;
    f) en la actitud de los embajadores de Génova en Barcelona en mayo de 1493, cuando llegó allí Colón de vuelta de su viaje;
    g) en el oficio de felicitación que en esa época dirigió la Señoría de Génova a los Reyes Católicos, donde no existe alusión alguna a ser Colón genovés;
    h) en las infinitas contradicciones y notorias falsedades de Pedro de Angleria, el Obispo Giustianini, Oviedo y todos los primeros Cronistas, que atribuyen a Colón un origen genovés;
    i) que todos los historiadores posteriores no han hecho sino repetir servilmente la versión de Angleria a título de que era cronista oficial, cuando éste era precisamente motivo para negarle fe;
    j) en que existen otras numerosas falsificaciones, comprobadas en la supuesta documentación genovesa del origen de Colón. Callamos multitud de razones, que sería muy largo citar.

    Ulloa sostiene después que el origen de la genovización de Colom (así como el de la castellanización de su apellido, que de Colom se tornó Colón), está en Fernando el Católico, quien aprovechó la circunstancia especial del misterio de que se envolvía el descubridor para negar a éste, primero, sus derechos y despojar a sus hijos, después, del fruto de los trabajos de su padre.

    Para Ulloa, Fernando sobornó a Américo Vespucio y a Alonso de Ojeda, que habían sido amigos y servidores de Colom, especialmente Vespucio…


    (continuará)
    Enrique Bayerri y Bertomeu (Historiador)
    Colón tal cual fue . Barcelona, 1960
    "Donau abric a Espanya, la malmenada Espanya
    que ahir abrigava el món,
    i avui és com lo cedre que veu en la muntanya
    descoronar son front"

    A la Reina de Catalunya

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    Re: En busca de la verdad: el verdadero origen de Cristobal Colón

    29.- Luis Ulloa, la catalanidad de Cristóbal Colón (Segunda parte).


    A penas muerto el descubridor, entre Vespucio y Ojeda, secundados por otros y apoyados por el Rey, falsificaron varios documentos y reemplazaron los auténticos por los falsos. Tales son la información de que Cuba no era isla, sino tierra firme, que lleva fecha de junio de 1494, la de pretendidas instrucciones a Pedro Marguerit, de abril del mismo año, el testamento apócrifo de 1498... Otros documentos fueron copiados y desfigurados, como la carta a la Aya del Príncipe Don Juan y la carta de Jamaica.

    Vespucio y un agente de Fernando llegaron hasta imprimir desfigurada esta carta y, además, los falsos viajes de las cuatro navegaciones de Vespucio.

    Todas estas maquinaciones tenían por objeto presentar a Vespucio como verdadero descubridor del Continente y a Colom de sólo la costa.

    Se le presentaba, además, como extranjero en España, y hasta ingrato con este país. El gran argumento de Fernando para negarse a cumplir lo pactado con el descubridor fue que éste era extranjero.

    Otro argumento: que sólo descubrió islas. Añade Ulloa que Angleria, a sueldo de Fernando, contribuyó, por su parte, a esta falsificación de la patria de Colom, lanzando primero, por medio de Trevisano, y después directamente, la invención de Colonus ligur (Colón y no Colombo , genovés). Respecto a los hijos de Colom, Ulloa piensa que el padre no les reveló su secreto, pero acaso este secreto quedó consignado en el testamento auténtico de 1502.

    Ésta debió ser una de las razones por las que Fernando y Vespucio hicieron desaparecer este testamento. La actitud del P.Gorricio, confidente de Colom, no se la explica Ulloa: le entregase el testamento y éste le fuese substraído. El historiador peruano considera autor de la substracción a Vespucio, a quien Fernando nombró después piloto mayor para que pudiera incautarse legalmente de los papeles de Colom. Es posible, siempre siguiendo la opinión de Ulloa, que Diego y Fernando Colón sospecharan la verdad, pero prefiriesen callarla, temiendo que la revelación fuese fatal a sus intereses. A esta misma tarea de falsificación atribuye Ulloa la inserción de la leyenda del piloto Alonso Sánchez, que, para él, no es sino la desfiguración tendenciosa del predescubrimiento hecho por Juan Colom.

    Había que inventar a ese falso héroe para poder decir que Colom mintió a los reyes y explicar con esa mentira la extraordinaria frase de las Capitulaciones del 17 de Abril de 1492: “en alguna recompensa de lo que había descubierto en la mar Océana”. “No ha habido otro Alonso Sánchez que el mismo Colom”, escribe Ulloa, y aduce numerosos testimonios inatacables en este sentido. A todo esto agrega Ulloa su convencimiento de que si bien Colom creyó que las Antillas y la América Septentrional hasta Panamá eran prolongación occidental del Asia, en cambio se dio cuenta de que la masa de la América del Sur era otro continente y fue el primero que llamó Nuevo Mundo a lo que hoy llamamos América Meriodional. Su error último estuvo en suponer que este Nuevo Mundo se hallaba separado hacia el itsmo de Panamá del Continente Norte por un estrecho que conducía, en no largo viaje, a la India. Murió en el ensueño de que se hallaría ese estrecho.

    Magallanes no lo encontró sino bordeando el Nuevo Mundo de Colón y cruzando todo un nuevo Océano, el Pacífico.

    Además de la edición francesa del libro en que Ulloa expone los primeros resultados de sus investigaciones sobre el origen peninsular de Colón, existe una edición catalana, en dos volúmenes: el primero, Cristofor Colom fou català (la veritable génesi del descubriment) , impreso en París y traducido por D. de Bellmunt; el segundo, Noves proves de la Catalanitat de Colom , impreso también en París. La traducción es hecha por I. Dels Domenys y lleva un prólogo de Fernando Valls y Taberner.

    Este volumen contiene cinco facsímiles, uno de los cuales es el texto original de las Capitulaciones del descubrimiento que se halla en los Archivos generales de Barcelona.

    Sin embargo, la cuestión de la nacionalidad de Colón se halla muy lejos de haberse resuelto y es objeto de pacientes investigaciones por parte de eruditos historiadores, tanto españoles como extranjeros, y la tesis de que Colón era gallego ha encontrado también ardientes y bien documentados partidarios, por lo que en la voz de Colón, del Apéndice , se trata nuevamente del asunto. De todos modos, cabe consignar aquí que la Real Academia de la Historia, consultada para el caso, manifestó que no existían pruebas para asegurar que Colón no fuese genovés (EUIE, art. Ulloa (Luis), t. 65, págs. 925-926. El tomo figura registrado como impreso en 1929).

    La tesis del Doctor Ulloa, sustentada en sus libros sobre Colom, se ha abierto camino allí donde ha encontrado desapasionamiento e imparcial comprensión. De ella ha hecho el propio Sr. Ulloa un análisis, al mismo tiempo que ha puesto de relieve la fecundidad de los resultados históricos que produjo ya desde los mismos días de su revelación. Comoquiera que su razonada exposición viene a ser un epílogo de sus obras, será de provecho escuchársela, tal como la estampa en sus Noves proves (págs. 232-24):

    Es un hecho cierto que “tanta resonancia ha tenido la tesis de la catalanidad de Colom, que los historiadores italianos han tenido que preocuparse de ella. En vano ostentaron un deliberado menosprecio hacia la obra del señor Ulloa: uno puede observar fácilmente que les molesta y (lo que vale más) que aprecían la valía de algunos de sus aspectos. Ciertas recensiones poco favorables de los libros del señor Ulloa (véase, por ejemplo, la de Roberto Almagia, en Archivio di Storia della Scienza , año 1927, y la del Bolletino della Reale Società Geogràfica Italiana , serie VI, vol. VI, marzo de 1929) no pueden borrar hechos que denotan una indiscutible influencia de los estudios del Sr. Ulloa, incluso sobre aquellos que más los combaten. No se trata de su tesis: la tesis de la catalanidad de Colón no es sino un aspecto en la obra del señor Ulloa. Se trata de cuestiones como la del predescubrimiento o primer viaje de Colom a tierras americanas, anteriores al descubrimiento oficial de 1492: opinión emitida por el señor Ulloa partiendo de una frase de encabezamiento de las Capitulaciones entre el Descubridor y los Reyes Católicos (“en alguna satisfacción de lo que ha descubierto en las mares océanas”) y desarrollada en una de sus precitadas conferencias y en uno de sus libros precitados” (J. S., en AICat ., vol. VIII-411, Barcelona, 1936).

    Reconoce Rovira y Virgili (en Hist. Nac. De Catal ., VII-163) ser la del historiador peruano Luis Ulloa, “documentadísima y valiosa” su aportación al problema de los orígenes y patria de Colom. “Su estudio paciente y persistente ha convertido en una fuerte probabilidad las vagas y medio olvidadas versiones anteriores sobre el origen catalán del descubridor de América. La teoría de Ulloa es más que una hipótesis: es una deducción que él saca de los hechos y de los datos documentales. Aquello que para los conocedores de las cuestiones históricas aparecía simplemente posible, ahora resulta probable: "ara esdevé probable".

    Ulloa ha adquirido la convicción que Colom era catalán y muchos de los que han leído sus libros o han escuchado sus conferencias se muestran de ello igualmente convencidos. Pero es una convicción moral más que una certidumbre evidente. Para llegar a la seguridad, en un sentido u otro, faltan hallazgos documentales afortunados. Uno de los méritos del estudio de Ulloa es el de haber señalado direcciones concretas a la tarea investigadora. Y uno puede notar que uno de los aspectos que más relaciones se presentan con la tesis del ilustre erudito es el de la revuelta catalana contra Juan II de Cataluña-Aragón. En dictamen de Ulloa, Colom luchó contra aquel monarca y recorrió nuestro mar como corsario; después se fue al Norte de Europa y es él el de Juan Scolvus que fue, a lo que se dice, el que descubrió tierra americana en el año 1477. Presenta así un nuevo interés el estudio genealógico de las familias de aquel tiempo que llevaban el apellido Colom, el cual comparece en el Languedoc, en el Rosellón, en Mallorca y, sobre todo, en el principado de Cataluña.

    Por más que la argumentación de Ulloa esté hecha tomando por base conjeturas, indicios y deducciones lógicas, cumple reconocer que es una argumentación impresionante. Si la certeza dependiese forzosamente del peso de las probabilidades, cumpliría tener por cierta la tesis de Colom catalán o bien originario de Cataluña.

    La certeza absoluta está a menudo ausente de las cosas históricas; todos los que conocen de cerca las fuentes de la historia saben que un gran número de cosas admitidas no traen de muy lejos una base tan considerable como la tesis de Colom catalán.

    La versión genovesa parece haber salido de los escritos de Pedro Mártir de Anghiera (pág. 163).

    “Cree también Ulloa que Colom, antes de la expedición famosa, cuando comparece rebelde a Juan II y corsario, navegó por cuenta de Renato de Anjou” (pág. 165).

    “Años atrás (antes de 1934) al terminar Luis Ulloa una conferencia sobre Colom en el Ateneo Barcelonés, alguien definió el estado de la cuestión con la siguiente frase: “La tesis de Colón catalán pasa a ser la más verosímil de las tesis relativas al origen de Colom. Hoy (en 1934), el problema se encuentra, substancialmente, en la misma situación”.

    Con los elogios que merece lo bueno y aceptable de los aciertos de Ulloa, han de juntarse por ley de justicia las censuras a que se hacen acreedores algunos de sus procedimientos de historiador, no menos que los prejuicios que vician no pocas páginas de sus escritos sobre el problema colombino.

    Procedimiento peculiar suyo es no utilizar el documento, por auténtico y verídico que sea, sino después de haberlo sometido a un análisis demostrativo y a la que él llama crítica depurativa . Así, de un hecho del cual dice que no hay un testimonio explícito escrito, añade a continuación: “Pero existe algo superior a un tal testimonio: la lógica ineluctable de las concordancias históricas” .

    Esto afirma en su abono, en la pág. 83, de su libro Christophe Colomb catalan y, como lo afirma, obra en consecuencia. Para ello se vale de un triple postulado, es decir, de una proposición que se presenta acreedora a ser admitida por verdadera sin demostrarla. Los tres postulados creados e impuestos por Ulloa son los siguientes:
    1) Cristóbal Colom descubrió privadamente América, en el año 1477, quince años antes del descubrimiento oficial de 1492.
    2) Cristóbal Colom había nacido en Cataluña, de una familia noble, y había luchado por la libertad de su patria, contra el Rey de Aragón Juan II, sin Fe.
    3) La necesidad de ocultar estas cosas ha sido la causa de todos los misterios y todas las falsificaciones que hallamos en los documentos y en los testimonios relativos a Cristóbal Colom.

    ¿Las tales proposiciones pueden reclamar la consideración y adhesión de auténticos postulados? ¿Pueden pasar plaza de evidentes apriorísticamente? Muy lejos de esto: podrán a su favor aducirse comparaciones históricas, deducciones más o menos lógicas, pero nunca podrán darse por demostrados debidamente. Faltan para lograrlo documentos que hoy por hoy no existen, ni cabe fundada esperanza de que se descubran un día.

    Las leyendas, poco creíbles, del piloto danés Juan Scolvus que, hacia el año 1476, llegó a las tierras que ahora denominamos América, y la del piloto español que hacia el año 1483 volvió de América y confió a Colom el secreto de la existencia de aquellas tierras, pueden aclarar el postulado del predescubrimiento de América, pero no en manera alguna demostrarlo.

    Las consideraciones filológicas, lingüísticas, heráldicas y toponímicas que en la tesis gallega, servían para reforzar los documentos retocados de los archivos de Pontevedra, pueden corroborar la tesis catalana, si de antemano damos por supuesto que Cristóbal Colom nació en Cataluña.

    Supusieron algunos que el principal y casi único motivo de creer que el descubridor de América fue catalán era la letra m final de la palabra Colom , que, algunas, si bien raras veces, encontramos en la grafía del apellido del gran navegante en documentos antiguos. Muy sensatamente, en una carta del 26 de Octubre [1930?] dirigida a los diarios de Barcelona, dice el Sr. Ulloa: “Para sostener esta patria catalana [del descubridor de América], el menor de mis fundamentos está en la grafía del apellido Colom” .

    Otros han imaginado que el más sólido argumento de Ulloa sobre la catalanidad de Colom es su lenguaje, lleno a su sentir de barbarismos catalanes. El Sr. Ulloa, en su libro de 1927, pone un capítulo titulado Les catalanismes indiscutables et le langage de Colomb , en el cual señalaba diecinueve catalanismos, encontrados en unos escritos de Colom. En otro libro suyo, el del 1928, el mismo artículo tiene por título: El lenguaje de Colom; sus idiotismos y sus catalanismos , su conocimiento desde niño del castellano , y los catalanismos quedan reducidos a doce.

    De estos doce vocablos catalanes, que señala el Sr. Ulloa, los unos, son más propiamente portugueses, y otros, son perfectamente castellanos.

    Otros argumentos favorables a la tesis catalana, como los heráldicos y toponímicos, son hermanos de los argumentos heráldicos y toponímicos favorables a la tesis gallega, con la desventaja, para la tesis catalana, de ser unos argumentos de más corta edad y una imitación de los otros.

    El Sr. Ulloa fundamenta la tesis catalana en otra clase de argumentos, especialmente en la lógica –para él– irresistible de las concordancias históricas. Pero por este procedimiento asalta el peligro de traspasar los lindes de la prudencia histórica. De ahí que los lectores de los libros del Sr. Ulloa han de tener presente que “ este ilustre erudito es partidario constante de la crítica depuradora de los textos y de los hechos” .

    Por otra parte, en la pág. 208 de su libro Christophe Colomb , el escritor peruano confiesa que todos los documentos que presenta como favorables a la tesis catalana han sido publicados o son conocidos de los eruditos y que en la página 298 del libro El predescubrimiento escribe, refiriéndose a la falta de los documentos que necesita: “Muchos documentos, verosímilmente, han sido destruídos con intención dañada” .

    En el pleito de la postrimerías del siglo XVI por la sucesión del mayorazgo de Colom, la litigante doña Francisca Colón hubiera tenido una gran ventaja sobre el otro litigante, Baltasar Colombo, si hubiese podido demostrar que el descubridor de América no había sido italiano.

    Tampoco atribuye el Sr. Ulloa importancia alguna a los testimonios del expediente seguido, en el año 1535, para probar la nobleza de un nieto de Cristóbal Colom. En este expediente, encontrado años atrás en el archivo secreto de las Ordenes Militares, un íntimo amigo del descubridor de América y otros testimonios declaran que Cristóforo Colombo era genovés, declaración ésta que repite el propio Colón en el documento de institución del Mayorazgo . Pero el Sr.Ulloa califica de apócrifo tal documento, como otros más que apellidan genovés a Colón.

    Tales y tan claros son los testimonios a favor de la genovesidad de Colón que sólo la auténtica partida de Bautismo o alguna cosa equivalente en contra podrían deshacer la tesis genovesa.

    Pero el Sr. Ulloa se jacta de haber hallado esa cosa equivalente. Se refiere a dos documentos conservados en los archivos de Italia que dice haber revelado por primera vez , pero que los historiadores italianos, así como los españoles y como Harrisse, Vignaud y otros extranjeros, han tratado siempre de ocultar o pasar por alto, a menos que algunos de ellos lo hayan ignorado. Dichos documentos consisten, el uno, en una carta del Senado de Génova, fecha 5 de noviembre de 1586, dirigida a su embajador en Madrid Juan Bta. Doria, en la que el Senado reconoce que la ciudad de Génova no es la patria de Colom y que ni siquiera se tenía allí clara idea del testamento del descubridor. Pero, dicho Senado, para tratar de acaparar la herencia del almirante, recomienda a Doria que procure apoyar a los Colombo de Cogoleto.

    El otro documento es una información hecha en Génova, en 1599, por un Cristóforo Colombo, hijo de Bernardo, autorizado por el Senado y legalizada por el embajador de España en aquella ciudad, información de la que aparece que, a través de más de quince años, el Senado genovés persistía en favorecer a los Colombo de Cogoleto, quienes nada tenían que hacer con el lanero de Génova.

    La falsedad de la leyenda del lanero de Génova es, pues, una cosa juzgada y sentenciada desde hace más de tres siglos, tanto por las mismas autoridades genovesas, como por las españolas, y la mentira no se ha perpetuado sino gracias a esa sistemática ocultación de documentos en España y en Italia y a los errores en que tal ocultación, así como la adulteración de otros papeles, han hecho incurrir a sabios y eruditos tan notables como Humboldt, Irving, Fernández Duro, Lollis, etc.

    Todos los diarios de Hamburgo hablaron de ello, más o menos extensamente, pero siempre en términos favorables a las conclusiones del señor Ulloa, considerando que la leyenda genovesa ha recibido un golpe mortal.

    A esta reseña de dichos, hechos y apreciaciones del Sr. Ulloa cabe replicar que no es cierto que los documentos calificados de transcendentales y abrumadores , revelados por él en el Congreso Americanista de Hamburgo por primera vez , fuesen ocultados maliciosamente, porque de entrambos dio cuenta muchos años antes Harrisse en las páginas 154 y 155 del primer volumen de su obra Christophe Colomb. Son origine, sa vie , etc., publicada en 1884: el primero y más importante ya publicado anteriormente por el italiano Isnardi en su Disertazione , 1838, y el segundo, comunicado amistosamente al propio Harrisse por otro italiano, M. Desmoni.

    Se pone, pues, en evidencia que si el Sr. Ulloa pudo revelar por primera vez tales documentos es porque antes los encontró en Harrisse.

    Lo que descuidó el Sr. Ulloa fue traducir fielmente de Harrisse las frases explicativas de los referidos documentos, pues de otra manera no se expresaría en sentido opuesto a Harrisse.

    Como visto es, aquellos dos documentos transcendentales y abrumadores son favorables a la tesis genovesa y desfavorables a los procedimientos polémicos de que echa mano Ulloa.

    Veamos ahora cómo pretende demostrar éste la catalanidad de Colón y en qué pruebas insiste especialmente.
    1) Hablando del nombre Colón y no Colom , que encontramos en la Bula de Alejandro VI, dice Ulloa que el Papa, influido por embajadores castellanos, castellanizaba el apellido del Descubridor, para poder castellanizar el descubrimiento.
    2) Otro pequeño pormenor de gran importancia: Colom quería ser el virrey de las tierras que descubriría. Dice el Sr. Ulloa: “La dignidad de virrei era especialmente catalana, más catalana de todos modos que castellana. La Real Cédula prescinde de esto. Precisamente en esa demanda de virreinato, cosa extraña en Castilla, lo mismo que en la exigencia que puso Colom con tal objeto, alcanzo a ver yo uno de los indicios más claros de la catalanidad del navegante” .
    3) Un detalle más de gran importancia: en las dos copias de las colecciones de privilegios de Colom, entregadas en el año 1502 por el Almirante mismo a Nicolás Oderigo, embajador de Génova en la Corte de los Reyes Católicos, guardadas, actualmente, la una en el Municipio de Génova y la otra en París, se ve destacado un dibujo a la pluma, con una cruz, que parece de San Jorge, y la inscripción In te speravi. Han pensado algunos que la Cruz se refiere a Génova, porque esta Ciudad tiene por Patrón a San Jorge, y porque las copias fueron entregadas a un embajador genovés. Pero Ulloa se exaspera contra esta que califica de caprichosa y audaz interpretación.
    Replica Ulloa que San Jorge también es Patrón de Cataluña. “Por desgracia para el genovismo –escribe– hay aquí que recordar todavía que en Cataluña existió, desde el siglo XII, la Orden Militar de San Jorge” . “Este dibujo –comenta– es un acto de fidelidad catalana, mucho más porque la inscripción expresa perfectamente cuáles tenían que ser sus sentimientos respecto a su tierra natal, por cuyos fueros y por cuya autonomía lucharon tan tenazmente los catalanes” .
    Y el Sr. Ulloa concluye el capítulo con estas palabras: “ Si existe, pues, un signo inequívoco de la catalanidad de Colom él es ciertamente esa íntima y dolorosa evocación a la cruz de San Jorge: IN TE SPERAVI” .
    4) Todavía alega Ulloa otros pequeños detalles de gran importancia. Una de las principales pruebas de la catalanidad de Colom, es, en dictamen de Ulloa, el lulismo. “Colom –escribe– no citó nunca a Lulio, esto es, al primer modelador de su espíritu, porque no le convenía citarlo” . Pero, esto no obstante, no faltan testimonios de su lulismo. El sepulcro de Ferrer Colom, Obispo de Lérida, fallecido en el año 1340, estaba consagrado, según el P. Villanueva a la Santa Concepció de María .
    En el testamento, Cristóbal Colón pide a su hijo Diego que funde una capilla especial en la Isla Española, preferentemente en la Vega de la Concepción, y que en la mencionada capilla haga decir, o celebrar diariamente tres Misas, de las cuales una a la Santísima Trinidad y otra a la Concepción de María.
    En consecuencia, dormir a la sombra de la Inmaculada Concepción “parece –escribe Ulloa– haber sido un anhelo común a Ferrer Colom y al Almirante de las Indias” .
    Fernando Colom, hijo natural del Descubridor, estuvo en Lérida en el año 1510. “¿Tuvo sospechas Fernando Colón –pregunta el Sr. Ulloa– de ocultos vínculos entre su padre y Cataluña, más particularmente Lérida?" El escritor mismo responde: “ Me inclino a la afirmativa. Pero si las tuvo, las ocultó a su vez”.
    “Si, después de todo esto, recordamos que Ramón Llull fue defensor de la Inmaculada Concepción, no podremos dudar de que Cristóbal Colom fue lulista”.
    5) El silencio que Cristóbal Colom guardó siempre sobre su catalanidad, presenta algunas dificultades a la crítica histórica.
    También presenta algunas dificultades el silencio, desde 1477 a 1492, que Colom guardó sobre las tierras que él había descubierto. Más de una vez, seguramente durante estos quince años, al ver rehusada su propuesta de ir a descubrir aquellas tierras, que él ya conocía, estuvo tentado de manifestar el secreto, pero el temple de su espíritu lo preservó de caer en la tentación. Así piensa el Sr. Ulloa.

    El. Sr. Ulloa dedica los últimos capítulos de su obra El predescubrimiento , a resolver estas dificultades. Son capítulos emocionantes. También establece, en seis conclusiones, la identidad entre Colom y Juan Scolvus, la realidad del descubrimiento, por Colom, de las tierras de América en 1477 y el cambio de nombre de Colom, de Juan en Xristo-Ferens y dice que contra estas conclusiones “no prosperarán ya vacilaciones de buena fe. Ningún verdadero sabio, honrado y leal, podría en adelante negarlas” .

    De todas maneras, el escritor peruano ya no es tan absoluto al hablar de la catalanidad de Colom . “Comprendo –dice– que... haya historiadores y geógrafos que me exijan para renunciar al Colombo genovés y aceptar al Colom catalán mayores detalles y más amplias comprobaciones documentales”.

    A pesar de esto, el Sr. Ulloa no retrocede ante la necesidad de contradecir absolutamente todo cuanto hasta ahora se ha escrito sobre Colom. Cree él que la inmensa bibliografía colombiana no es más que una vastísima conspiración contra la verdad. Por esto precisamente él ha escrito cosas como las siguientes: “La tesis genovista no es en realidad sino el forzado fruto del maquiavelismo de Fernando II de Aragón”.

    Tal es, en trazos sintéticos expuestos, el reverso de la teoría del señor Ulloa sobre la catalanidad de Colón, según el estudio bien razonado del Rdo. D. José Farré, Pbro: Un nou procediment per estudiar la vida de Cristófor Colom (Barcelona, 1930).

    – La pré-découverte de l'Amérique par Cristophe Colomb. Conferencia leída a la S ocieté de Géographie de Paris , por el mes de diciembre del año 1927, inserta en el Bulletín de la Societé , etc., en el número de enero-febrero de 1928. Fue poco después publicada en la revista La Paraula cristiana , Barcelona, 1928. Es un esbozo, débil y borroso, de su teoría sobre la catalanidad de Colón.

    – Christophe Colomb cataland. La vraie genèse de la découverte de l'Amerique. París, Edit. Maisonneuve Frères, 1927. Vol. de 404 págs. En 8º menor. En esta obra constan los primeros estudios del Sr. Ulloa sobre el origen catalán del Descubridor de América. Constituye, además, la base y fundamento de los otros libros publicados a su nombre, traducidos en catalán. Así, Cristòfor Colom fou català abarca la primera parte, y Noves proves, la segunda y tercera de este original francés.

    – Cristófor Colom fou català: la veritable génesi del descobriment. Traducció i biografia de l'autor per Domènec de Bellmunt. Libr. Catalònia . Barcelona, 1927. Esta obra tuvo un éxito de librería extraordinario.

    “Hasta 1927 –dice hablando de Ulloa el P. Streicher, S. J. (en Investigación y Progreso , Oct. 1929, pág. 81)– no surgió para la hipótesis de La Riega [sobre Colón gallego] un enemigo peligroso: fue éste el peruano Luis Ulloa, que en una serie de escritos defendió con toda energía el origen catalán de Colón.

    ”En Italia, Inglaterra y Francia no ha conseguido esta tesis arraigar en los círculos científicos y también en Alemania las opiniones sobre Colón seguían su camino tradicional y sólo muy recientemente han empezado a publicarse, en periódicos y revistas, sensacionales artículos, sin espíritu crítico, que han desviado la opinión.”

    – Noves proves de la catalanitat / de Colom / Les grans falsetats de la tesi genovesa / amb dos apèndixs: 1er. Sobre els Colombo i els Colomo / castellans i sobre el Passeport donat a Colom en abril de 1492, / per a què se'n anés a la India; 2on L'equivalència dels noms / Joan Baptista i Xristo-Ferens. / Pròleg de Ferran Valls-Taberner / Traducció catalana de Jaume dels Comenys / Amb 5 fac-símils, un dels quals és el text original de les Capitulacions de / la descoberta, i que es troba en els Arxius Generals de Barcelona. / [Grabado figurando la Torre de Babel] / Librería Oriental-Americana / Maisonneuve Frères / 3, rue Su Sabot, 3 / Paris (Vie.). Vol. En 8.º menor, de XV págs. Prel. Numeradas + 256 págs. Aunque sin fecha de impresión, ésta se realizó el año 1927, hacia el fin. Es de notar con el mismo autor (en Noves proves , pág. 250) que Cristòfor Colom fou català constituye la primera parte, y Noves proves , la segunda y tercera, de su estudio editado en francés, por Maisonneuve Frères: Christophe Colomb Catalán , París, 1927. Pero en Noves proves , añade dos Apéndices, que no constan en el libro original francés.
    El texto de Noves proves consta de tres partes. En la primera trata de Cataluña, Colom y las Capitulaciones para el descubrimiento . De los tres capítulos que abarca, el primero estudia dos problemas de derecho internacional:
    1) En derecho público: los acuerdos fueron en provecho de Castilla, con exclusión de Aragón y Cataluña.
    2) En derecho internacional privado: Colom no fué naturalizado castellano.
    3) Tentativa de participación catalano-aragonesa. “Colom” contra “Colón”.
    En el cap. II trata de Colom y Barcelona y en el III acerca de la exclusión definitiva de Cataluña y Aragón.
    En la segunda parte investiga qué fue Colom. En sus nueve capítulos estudia: la personalidad del Colom verdadero; los comienzos de Colom en el mar; la revolución catalana contra Juan II, sin Fe, y Juana la Madastra; el combate naval de 13 de agosto de 1476 y el naufragio de Colom en las costas portuguesas y las órdenes secretas del Codicilo de 1506; Colom en la Mar del Norte y en Groenlandia, donde se prueba que Joannes Scolvus es Juan Colom; Juan Colom se convierte en Xristo-ferens; la concepción del Descubrimiento; en busca de un protector (hacia Coloma, secretario del Rey, y Santángel); el papel de la Reina Doña Isabel.
    Toda la tercera parte se ocupa de la refutación de la tesis genovesa y de la sola objeción a la tesis catalana. Pero esto descubre cómo nació y cómo fue formándose la leyenda genovesa; pone de relieve las grandes falsedades de la tesis genovesa y, en fin, hace ver hasta la evidencia, que las informaciones de la Orden militar de Santiago no prueban nada contra Colom catalán.
    Complemento ilustrativo a más no poder meritorio e interesante lo constituyen las Notas explicativas del texto del libro. Son todas ellas de exquisita erudición. Siguen dos Apéndices: I, que ilustra los grandes hechos históricos nuevos descubiertos para la tesis de “Colom catalán” ; II, el pasaporte dado a Colom en 1492 y la génesis del Descubrimiento; III, las gestiones de Colom cerca del Duque de Medinaceli, yerno de Carlos de Viana.
    En el Apéndice II pone con nuevo relieve el punto tratado en el texto sobre la equivalencia de los nombres Juan Bautista y Xristo-Ferens .

    Esta obra viene a ser la continuación de Cristòfor Colom fou català (1927) y casi un extracto resumido de la titulada El predescubrimiento , etc., pero con más lógico plan y nuevas perspectivas, a la luz principal de la Historie . En ella somete nuevamente a revisión las pruebas acumuladas por los genovistas en apoyo de su tesis, y de su examen “quedan totalmente desvalorizadas” (Valls-Taberner, en el Pròleg, página XII). Reconoce, además, que en este volumen “no sólo está plenamente demostrada la falsedad de la tesis genovesa, sino que se presentan en él nuevos argumentos en defensa de la opinión relativa a la catalanitat de Colom”. Además: “uno de los méritos más estimables del Sr. Ulloa radica justamente en que no se ha limitado a destruir una teoría [la genovesa], sino que la ha sustituído con una nueva tesis, amplia y doctamente argumentada. Dotado de un sentido crítico penetrante, de una fina sagacidad y de aquella ingeniosa e inteligente facultad de combinación, propia de un historiador perspicaz y según la cual un estudio histórico deja de ser una retahila cronológica de papeletas o una agregación de notas, de transcripciones y de extractos sucesivamente enlazados, para convertirse en una obra orgánicamente estructurada según un tono lógico y un criterio racional, el Sr. Ulloa nos da en su libro una explicación la más comprensible y la de mayor sentido humano, de todas las que hasta ahora han sido expuestas, respecto de la vida de Colom anterior al descubrimiento. El Sr. Ulloa remueve en este libro los problemas relativos a la nacionalidad de Colom, a su personalidad verdadera y a sus hechos principales anteriores a su llegada a la corte de los Reyes Católicos; enfoca estos problemas desde nuevos puntos de vista, señala orientaciones prometedoras, y presenta nuevas cuestiones no sospechadas hasta ahora, respecto de las cuáles cumpliría proseguir las investigaciones y profundizar detenidamente su examen.

    Algunos de sus argumentos hacen que la tesis catalana, tal como la expone el Sr. Ulloa, tenga un mayor valor lógico y hasta históricamente ofrece algunos indicios más estimables que la genovesa tradicional, francamente inadmisibles. Sinceramente también he de declarar, en cambio, que otros razonamientos del Sr. Ulloa en pro de su opinión no me parece puedan darle el refuerzo que él les atribuye. No es ahora, sin embargo, el momento adecuado para exponer concretamente ni menos para discutir minuciosamente algunos puntos de duda y reservas en la apreciación de determinadas soluciones accesorias” (págs. XII-XIV).

    “Ulloa, en esta obra, defiende la patria netamente catalana de Colom (pág. 11), y viene a ser ella complemento de la otra anterior del mismo autor, traducción catalana, Cristófor Colom fou catalá (Barcelona, 1927). Así como en ésta expone las pruebas intrínsecas de la nacionalidad catalana de Colom, en Noves proves , toca y aclara el aspecto político o más bien internacional de la cuestión: internacional, desde el punto de vista del derecho público, e internacional dentro del cuadro de los principios del Derecho privado. Hasta hoy, ha sido muy poco estudiado este aspecto, con todo y ser precisamente el que está llamado a proyectar más luz sobre la cuestión que nos interesa” (p. 18).


    Enrique Bayerri y Bertomeu, historiador: Colón tal cual fué (Barcelona, 1960)



    30.- Cristóbal Colón, extranjero en Castilla, no era ni Cristóforo Colonne ni Cristóforo Colombo.


    En el siglo XV, el reino de Aragón, con relación a Castilla, era otro Estado. Tenía otro gobierno, otras leyes, otras instituciones y un ejército y una marina diferentes. Con la unión matrimonial de Don Fernando y Doña Isabel en 1469, los dos Estados continuaron con su respectiva independencia. Colón, en los dominios castellanos, era legalmente un extranjero.

    Llamarse hoy extranjero en España equivale a una declaración evidente de no ser natural o naturalizado en España, en una palabra: no ser español.
    Mas, en tiempo de los Reyes Católicos, y aún muchos años después de su reinado, no corrían las aguas por el mismo cauce. Un natural de los territorios de la Corona de Aragón, y aun de otros españoles no pertenecientes a la Corona de Castilla, era y se llamaba en ella extranjero, por disposición de sus leyes, y como a tal extranjero se le negaba el derecho, que plenamente disfrutaban sus naturales, de desempeñar cargos públicos y obtener beneficios y prebendas.

    En 1476, los Reyes Católicos firmaron en Madrigal una ley revocando las cartas de naturaleza dadas a extranjeros para obtener Prelacias, Dignidades y Beneficios del Reino de Castilla. Con esto quedaron ratificadas y de nuevo puestas en vigor leyes anteriores en este mismo sentido dadas en 1377, 1379, 1401 y 1473 por sus antecesores. En 1480, los Reyes Católicos, en la ley 68 de aquel año, confirman la ley precedente, de 1476, y se revocan las cartas de naturaleza dadas a extranjeros, que tales eran los no naturales de Castilla.

    En Mallorca, desde el Papa Juan XXII se consideraban extranjeros, a los efectos de no poder obtener allí Prelacias, Dignidades y Beneficios, incluso los naturales de la Corona de Aragón. Y no cesó esta prohibición hasta que por Real Decreto del 28 de noviembre de 1715, ordenó el Rey Felipe V que "en adelante cesasen en aquel Reyno de Mallorca las costumbres y leyes que trataban de extranjeria, en cuanto a honores, preeminencias o rentas temporales y profanas" , pero no en cuanto a las eclesiásticas.

    Años adelante, por Decreto dado en Balsain con fecha de 7 de julio de 1723, se anularon las leyes de extranjería de Castilla a favor de todos los naturales de España, sobre un mismo plano de igualdad, de forma que, en lo sucesivo, "los naturales de los reynos de Castilla, Aragón, Valencia y Cataluña puedan obtener piezas eclesiásticas en ellos reciprocamente, sin privilegio de extranjería; pero no en el de Mallorca" . (Texto completo en Novisima Recopilación , lib. I, tit. XIV).

    En aquella época, en Castilla, para que un extranjero pudiera tener los mismos derechos que los súbditos y naturales del reino, era indispensable obtener previamente la carta de naturaleza, hecho que acontecía con muchos de ellos. Pues bien, he aquí un caso sin precedentes: Cristóbal Colón, “extranjero indeterminado”, se vio colmado de las más altas dignidades que en Castilla podían serle concedidas sin tener necesidad de dicha naturalización y lo mismo sucedió con su hermano Bartolomé. Unicamente Diego, el más joven, llegó a obtener en 1504 la carta de naturaleza que tramitó porque, ambicionando la concesión de un obispado, que no le fue otorgado, le resultaba imprescindible.

    En la carta de naturaleza en los reinos de la Corona de Castilla a favor de Diego Colón, se silencia su patria de origen, al igual que en todos los demás documentos que, expendidos por los Reyes, están relacionados con sus hermanos. Dicha carta está fechada en Medina del Campo, a 8 de febrero de 1504:
    “Don Fernando e doña Isabel, por la gracia de Dios, etc.: Por hacer bien e merced a vos don Diego Colón, hermano del Almirante don Cristóbal Colón, e acatando vuestra fidelidad e leales servicios que nos habéis fecho, e esperamos que nos faréis de aqui adelante, por la presente vos facemos natural destos nuestros reinos de Castilla e de León, para que podáis haber e hayáis cualesquier dignidades e beneficios eclesiásticos que vos fueren dados, e podáis gozar e gocéis de todas las honras e gracias e mercedes e franquezas e libertades, exenciones e perrogativas e inmunidades, e de todas las otras cosas e cada una dellas que podiades e debiades haber e gozar si fuésedes natural de los dichos nuestros reinos e señorios...
    Dada en la villa de Medina del Campo a ocho días del mes de febrero, año del Nascimiento de Nuestro Señor Jesucristo de mil quinientos e cuatro años. =YO EL REY. =YO LA REINA. =Yo Gaspar de Gricio, secretario del Rey e de la Reina nuestros señores, la fice escribir por su mandado. =M. Doctor. =Archidiaconus de Talavera. =Licenciatus Zapata. =Licenciatus Polanco.”

    Con relación a la materia, Antonio Rumeu de Armas en su obra El "portugués" Cristóbal Colón en Castilla puntualiza: “Era norma establecida en el derecho público castellano que en las cartas de naturaleza se hiciese constar siempre la nacionalidad de origen. En el Registro del Sello del Archivo de Simancas se conservan un centenar, por lo menos, de documentos de esta índole correspondientes al reinado de los Reyes Católicos. En todas ellas se cumple el requisito apuntado".

    A mayor abundamiento, los dos italianos más íntimos amigos de Colón, colaboradores ambos en sus empresas náuticas y financieras, el florentino Gianotto (Juanoto) Berardi y el genovés Francesco Rivarolo (Riberol) decidieron en fecha circundante naturalizarse castellanos. Veamos ahora cómo se hallan redactadas las cédulas de nacionalidad pertinentes:
    -Carta de naturaleza en los reinos de la Corona de Castilla a favor del "florentino" Juanoto Berardi, banquero de Cristóbal Colón fechada en Segovia a 10 de julio de 1494:
    Juanote Berardi.–Naturaleza: «Don Fernando e doña Ysabel etc. Por quanto vos Juanote Berardi florentín, estante en estos nuestros reynos, nos hesistes relaçion por vuestra petiçion diziendo: que vos soys natural de la çibdad de Florencia, e ha dies años e más tienpo que estays en estos nuestros reynos e quereys venir e morar en ellos e ser nuestro natural dellos; e nos suplicastes e pedistes por merçed que vos hiziesemos natural destos nuestros reynos, para que pudiésedes gozar de todas las graçias, franquezas, libertades, esençiones, preheminençias e perrogativas de que gozan e pueden gozar los otros nuestros subditos e naturales...»
    -Sobrecarta de naturaleza en los reinos de la Corona de Castilla a favor del "genovés" Francisco de Riberol, particular amigo y colaborador del almirante de las Indias, fimada en Guadalcanal a 27 de junio de 1511:
    Françisco de Riberol.–Sobrecarta de Naturaleza: «Doña Juana por la graçia de Dios reyna de Castilla etc. Por quanto el rey don Fernando, mi señor e padre, e la reyna doña Ysabel, mi señora madre, que santa gloria aya, ovieron dado e dieron una su carta firmada de sus nombres e sellada con su sello e librada de los del su Consejo a suplicaçion de Françisco de Riberol, mercader ginoves estante en esta çibdad de Seuilla, por sy e en nombre de Juanote e Cosme, sus hermanos, fecha en esta guisa...».

    Mientras acompañaba a la Corte a Córdoba, base militar de la guerra de Granada, Cristóbal Colón recibió de los Reyes tres mil maravedís el 5 de mayo de 1487, otros tres mil el 3 de julio y cuatro mil el 27 de agosto para ayuda de coste de su viaje al real frente de Málaga, ciudad que acababa de tomarse a los moros (18 de agosto). Los asientos de todas estas sumas constan en los libros reales a nombre de Cristóbal Colomo, lo que prueba que en 1487 Colón había adoptado este nombre al menos para documentos oficiales”.
    El texto de estos documentos es como sigue:
    -“5 Mayo, di a Cristobal Colomo, extranjero, tres mil maravedis, que está aqui faciendo algunas cosas complideras el servicio de sus Altezas, por cedula a Alonso de Quintanilla, con mandamiento del obispo” (de Palencia). Libro de Cuentas Francisco González de Sevilla, Tesorero de la R.C.
    - “27 Agosto. En 27 de dicho mes di a Cristobal Colomo cuatro mil maravedis para ir al Real, por mandado de sus Altezas por cedula de Obispo. Son siete mil maravedis con tres mil que se le mandaron dar para ayuda de su costa por otra partida de 3 de julio.”
    - “15 Oct. En ocho dia di a Cristobal Colomo cuatro mil maravedis que sus Altezas le mandaron dar para ayuda de su costa por cedula del obispo” .
    Tanto en estos mencionados documentos como en todos los demás que fueron expedidos por los Reyes durante todo el periodo de tiempo que vivió el Almirante de las Indias, nunca jamás se mencionó su verdadera procedencia.

    En 1994, el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias - Centro de Estudios Medievales y Renacentistas de la Universidad de La Laguna publicó un interesante libro titulado Extranjeros en Castilla (1474-1501), notas y documentos para el estudio de su presencia en el reino a fines del siglo XV . En esta mencionada publicación, su autor, Juan Manuel Bello León, nos da a conocer hasta 1.034 documentos en los que aparecen citados diversos extranjeros, gran número de ellos genoveses, los cuales tenían intereses comerciales en Córdoba, Sevilla, Jerez y Cádiz.
    En 1473, en Sevilla residían más de 100 genoveses, la mayor parte de ellos dedicados a la actividad financiera como prestamistas y banqueros. En Córdoba, entre 1484 y 1493, se hallaban los genoveses Manuel y Juan Bautista Spinola que concentraron su actividad financiera y comercial participando directamente en operaciones mercantiles vinculadas con la guerra de Granada.
    También en este mismo libro se halla insertado un cuadro que contiene una relación de extranjeros (la mayoría genoveses) que en Castilla obtuvieron carta de naturaleza, y con la que hallaron la mayor forma de labrarse su fortuna en el reino:.



    CARTAS DE NATURALEZA

    NOMBRE

    ORIGEN

    VECINDAD

    AÑOS

    Agustín Spínola
    Génova
    Sevilla
    1477
    Marco del Castillo
    Génova
    Sevilla
    1477
    Clérigo del Castillo
    Génova
    Sevilla
    1477


    Nicolao Nero
    Florencia
    -
    1478
    Baltasar Rey
    Génova
    Murcia
    1485
    Damián Negrón
    Génova
    Sevilla
    1485


    Antonio Rodolfi
    Florencia
    -
    1489
    Andrea de Odón
    Génova
    Sevilla
    1490
    Pablo Landi
    Siena
    Sevilla
    1490
    Bailía Salvago
    Génova
    Sevilla
    1492
    Antonio Salvago
    Génova
    Sevilla
    1492
    Pedro de Grimaldo
    Génova
    Sevilla
    1492
    Baltasar de Gimaldo
    Génova
    Sevilla
    1492
    Andrés de Grimaldo
    Génova
    Sevilla
    1492
    Melgior de Grimaldo
    Génova
    Sevilla
    1492
    Gaspar de Grimaldo
    Génova
    Sevilla
    1492
    Alberto de Grimaldo
    Génova
    Sevilla
    1492
    Polo de Grimaldo
    Génova
    Sevilla
    1492
    Francisco Riberol
    Génova
    Sevilla
    1492
    Juanoto Riberol
    Génova
    Sevilla
    1492
    Cosme Riberol
    Génova
    Sevilla
    1492
    Agustín Italian
    Génova
    Málaga
    1493
    Martín Centurión
    Génova
    Málaga
    1493
    Juanoto Berardi
    Florencia
    Sevilla
    1494

    Tras todo lo expuesto ha quedado bien patente que, durante el tiempo que vivió en Castilla, Cristóbal Colón no aparece relacionado por ninguna parte con todos estos genoveses. Tampoco aparece el nombre del lanero genovés Cristóforo Colombo ni el del corsario Cristóforo Colonne, el cual, Alfonso Enseñat de Villalonga considera el verdadero Descubridor de América.

    Y es que Colón, en Castilla, era como un ser mágico que no necesitaba ni de cartas de naturaleza ni de nacionalidades de origen, ni para cobrar subvenciones del Estado ni tampoco para reivindicar ante los soberanos como parte de la recompensa por la gesta del Descubrimiento, títulos, honores y privilegios reservados a personas de sangre real. Durante los siete años que se pasó en tierras castellanas buscando apoyo económico para su empresa, para nada se le ocurrió solicitarla a los banqueros genoveses que estaban establecidos en Sevilla, Córdoba, etc. y, sin embargo, lo hizo ante Don Luis de la Cerda, Duque de Medinaceli, en cuya casa vivió por espacio de 2 años.

    En 1487 conoció en Córdoba a Beatriz Enriquez, la mujer que habría de ser la madre de su segundo hijo, Fernando, nacido en agosto de 1488, al que en vez de ponerle el nombre de algún miembro de la familia Colombo o Colonne le pone el del Rey Fernando.

    Entre 1485 y 1492, al futuro Almirante de las Indias no le vemos relacionado para nada con genoveses sino con cortesanos. Sin contar a Quintanilla, Contador Mayor de los Reyes, al Cardenal Mendoza y Fray Diego de Deza, tutor del Príncipe Don Juan.Colón también recibió la eminente protección de Andrés Cabrera y su mujer Beatriz Fernández de Bobadilla, Marqués y Marquesa de Moya respectivamente. Ambos gozaban de la amistad más íntima de los Reyes, y en especial de la Reina, a cuya casa pertenecían. Él había sido uno de sus más fervientes partidarios durante la lucha pertinaz y prolongada contra Juana la Beltraneja por la sucesión del trono.

    En la Casa del Rey, Colón tenía también influyentes amigos, entre los cuales se encontraba Juan Cabrero, camarero del Monarca, Gabriel Sánchez, tesorero, y Luis de Santángel, escribano de ración.

    A todo este cúmulo de contrariedades todavía podemos anexar algunas más:

    -El 27 de noviembre de 1492, y mientras se exploraban las costas de Cuba, el Almirante escribe en su Diario: “Y digo que Vuestras Altezas no deben consentir que aquí trate ni faga pie ningún extranjero, salvo católicos cristianos, pues esto fué el fin y el comienzo del propósito, que fuese por acrecentamiento y gloria de la religión cristiana, ni venir a estas partes ninguno que no sea buen cristiano” .
    Estas observaciones del propio Descubridor ponen de manifiesto la expresa prohibición castellana de que ningún extranjero pasase a las nuevas tierras descubiertas. Es más, el Rey Fernando en una instrucción que envió al segundo Almirante y Gobernador Diego Colón, fechada en Valladolid, a 3 de mayo de 1509 avisa: “Yten, por quanto cunple a nuestro seruicio que en las dichas yslas no aya estrangeros de nuestros rreynos e señorios, no dareys lugar que en ella pueblen estranjeros de nuestros rreynos e señorios, y destos deueys de tener muy espeçial cuydado y avisarnos heys sy hallardes que hayan poblado algunos, porque de lo contrario nos terniamos por muy deseruidos” .

    -En una Real cédula a los Oficiales de la Casa de Contratación, expedida en Madrid, a 14 de Febrero de 1510, podemos leer: “ En lo de la liçencia que os pide Alexandre Cataño para pasar a las Yndias a cobrar los que se le deve, no deys lugar a ello en ninguna manera, porque mi voluntad es que lo que tenemos mandado çerca del pasar los estranjeros se guarde y que por ninguna via ni cabsa se pase contra ello, antes vos ynformad sy alla ay algunos estranjeros y con que liçençia y escreuidmelo. De Madrid, a XIIII de febrero de DX años. Yo el Rey” .

    -En otra Real cédula al Almirante y Oficiales de La Española, fechada en Monzón, a 15 de Junio de 1510, consta: “En lo que toca a los estrangeros, mi voluntad es que ningun mercader ni otra persona estrangera destos nuestros rreynos pueda estar ni este en esas dichas Yndias, saluo Bernaldo Grimaldo o su fator que alla tiene o toviere, no enbargante qualesquier cartas e liçençias nuestras que tengan para ello; por ende yo vos mando que no consyntays ni deys lugar que ningund estrangero este ni rresida en esas dichas Yndias, syno que guardeys lo que sobre ello tenemos mandado, sin enbargo de las dichas nuestras cartas e liçençias” .

    Referente al tema, López de Gómara nos cuenta: “Ningún hombre que no sea español puede pasar a las Indias sin licencia del Rey y todos los españoles que pasan se tienen que registrar en la Casa de la Contratación de Sevilla, con toda la ropa y mercaderías que llevan, bajo pena de perderlas, y también se han de manifestar a la vuelta en la misma casa, bajo la mencionada pena, aunque con tiempo forzoso desembarque en cualquier otro puerto de España, pues así lo manda la Ley”.

    En 1511, durante el pleito que sostuvo Diego Colón, hijo y heredero del primer Almirante, contra la Corona castellana, el fiscal del Consejo de Indias le negó una petición, en la que solicitaba fueran reconocidos los privilegios de su padre: “El Consejo resolvió, por su sentencia de 1527, que los beneficios pecuniarios procedentes de fondos del Estado sólo podían disfrutarlos, con autorización real, los nacionales, vasallos y vecinos del reino, y los extranjeros si llevaban diez años de residencia en el país como domiciliados y habían adquirido bienes raices. Este no era el caso del almirante: «pues el dicho don Cristóbal Colón hera extranjero, no natural, ny vecino del reino, ny morador en él» ”.

    Todos estos acontecimientos tienen su fiel reflejo en un fragmento de la carta que el Almirante envió a los Reyes desde Jamaica, a 7 de julio de 1503: “Poco me han aprovechado veinte años de servicio que yo he servido con tantos trabajos y peligros, que hoy día no tengo en Castilla una teja; si quiero comer o dormir no tengo, salvo el mesón o taberna, y las más de las veces falta para pagar el escote...
    El otro negocio famosísimo está con los brazos abiertos llamando: extranjero ha sido fasta ahora. Siete años estuve yo en su Real Corte que a cuantos se fabló de esta empresa todas a una dijeron que era burla. Agora fasta los sastres suplican por descubrir. Es de creer que van a saltear y se les otorgan, que cobran con mucho perjuicio de mi honra y tanto daño del negocio. Bueno es de dar a Dios lo suyo y acetar lo que le pertenece. Esta es justa sentencia, y de justo. Las tierras que acá obedecen a Vuestras Altezas son más que todas las otras de cristianos y ricas. Después que yo, por voluntad divina, las hube puestas debajo de su real y alto señorio y en filo para haber grandisima renta, de improviso, esperando navios para venir a su alto concepto con victoria y grandes nuevas del oro, muy seguro y alegre, fui preso y echado con dos hermanos en un navio, cargados de fierros, desnudo en cuerpo, con muy mal tratamiento, sin ser llamado ni vencido por justicia. ¿Quien creerá que un pobre extranjero se hobiese de alzar en tal lugar contra Vuestras Altezas sin causa ni sin brazo de otro principe y estando solo enre sus vasallos y naturales y teniendo todos mis fijos en su Real Corte?”.

    Sobran comentarios.

    El Descubridor era un “extranjero indeterminado” por razón de Estado. Este tema lo abordaremos ampliamente en otro capítulo.

    Es evidente que el Almirante de las Indias no pudo ser nunca el genovés Cristóforo Colombo ni tampoco Cristóforo Colonne, sino el noble Cristóbal Colón, hijo de Don Carlos, Príncipe de Viana y de la mallorquina Margarita Colom, tesis que actualmente es considerada la definitiva por muchos historiadores tanto en España como fuera de ella.


    Gabriel Verd
    Secretario General de la Asociación Cultural Cristóbal Colón




    31.- El pacto de silencio y las Capitulaciones de Santa Fe.


    Las diferentes causas que posiblemente llevaron al Gran Almirante a ocultar su origen y a oscurecer su pasado se han convertido para muchos historiadores, a lo largo de los años, en el argumento fundamental de sus trabajos. Que si fue una mujer, dicen unos, que si corsario al servicio de Renato de Anjou o quizás también judío converso, dicen otros.

    Mientras Samuel Eliot Morison sostiene que ningún escritor durante los tres siglos posteriores a la muerte del Almirante afirma, ni siquiera insinúa, que fuera judío converso, otros, como Simon Wiesenthal y Nito Verdera, tratan de probarlo. Wiesenthal cuenta que, al tiempo que Colón trataba de preparar su viaje de descubrimiento, entró en contacto con los judíos, quizás con la finalidad de hallar nuevos caminos con el propósito de ayudar a sus discriminados hermanos, que se verían afectados por el inminente decreto de expulsión. Pero cuando una cosa no concuerda con la realidad, casi siempre hay algo que la contradice, como lo corrobora lo descrito en la instrucción que el Rey Fernando envió a Diego Colón, Almirante y Gobernador, desde Valladolid, a 3 de mayo de 1509:
    “Yten, por quanto nos con mucho cuydado deseamos la conversion de los yndios a nuestra santa fe catolica, como arriba digo, y sy alla fuesen personas sospechosas en la fe podrian ynpedir algo a la dicha conversion, no consyntays ni deys lugar a que alla pueblen, ni vayan moros, ni herejes, ni Judios, ni rreconciliados, ni personas nuevamente convertidas a nuestra santa fe, saluo sy fueren esclauos negros o otros esclauos que hayan naçido en poder de xristianos nuestros subditos e naturales y con nuestra espresa liçençia.”

    Que Colón no era de origen hebreo también lo prueba lo manifestado por él en carta a los Reyes, fechada en 1499, y en la que, refiriéndose a unas falsas acusaciones que los partidarios de Roldán le hacían, escribe:
    “De todo esto me acusavan contra toda justicia, como yo dixe, y todo esto era porque Vuestras Altezas me aborreçiesen a mi y al negocio; mas no fuera así si el autor del descubrir d'ello fuera converso, porque conversos enemigos son de la prosperidad de Vuestras Altezas y de los christianos”.

    Estas palabras no las podía escribir una persona que realmente tratase de ocultar su identidad por ser de ascendencia sefardita.

    Una vez comprobado que el extraño proceder del Almirante no se debía a motivos de religión, veamos ahora cuáles pudieron ser las diferentes causas que motivaron guardar este hermético silencio en todo lo referente a su verdadero origen patrio o familiar. Antes de proseguir con el tema, bien vale tener en cuenta lo manifestado en Santa Fe por el propio Descubridor, al tiempo de comenzar el trato sobre las condiciones en que debía de llevarse a cabo el descubrimiento: “Pensando lo que yo era me confundía mi humildad; pero, pensando en lo que llevaba, me sentía igual a las dos coronas.”

    Estas manifestaciones constituyen pistas clamorosas. Era decir que, por una parte, el Almirante se confundía en su humildad, y, por otra, que se “sentía igual a las dos coronas”.
    En cuanto a lo primero, las razones hay que buscarlas en que era un hijo natural no reconocido por su padre, debido a que una serie de adversidades no le permitieron legitimarlo, pues desde el momento en que nace Colón en 1460 hasta el fin de sus días, septiembre de 1461, Don Carlos se vio privado de su libertad por orden del Rey Juan II.
    De todos los hijos naturales habidos por el heredero a la Corona de Navarra y Aragón con diferentes damas, el único que no fue legitimado fue Colón. Esto fue lo que quizás más le humilló durante toda su vida.

    La clave del enigma: Fernando Colón en su obra Vida del Almirante Don Cristóbal Colón nos ha dejado escrito que su padre “quiso que su patria y origen fuesen menos ciertos y conocidos”. Causas profundas lo debían motivar. El Almirante, hijo de padre noble y de madre plebeya, como lo expresaban en aquella época las leyes reales, no podía participar en la herencia de su progenitor. Pero como hecha la ley, hecha la trampa, mediante el procedimiento de la ocultación de sus orígenes, en Castilla se le concedieron grandes oficios reales.
    Este hecho tiene precedentes: Don Alfonso V el Magnánimo, rey de Aragón y de Sicilia, entre 1394 y 1458, y de Nápoles desde 1442, tuvo tres hijos naturales reconocidos. Uno de ellos fue Don Fernando de Calabria, que ostentaba el título nobiliario de duque y del cual el rey jamás mencionó el nombre de su madre. Su progenitor en su testamento, el 26 de junio de1457 le nombró heredero del reino de Nápoles.
    Con relación a este asunto, el profesor Manzano en su obra Cristóbal Colón, Siete años decisivos de su vida (1485-1492) , relata: “El precepto legal alfonsino prohíbe absolutamente las uniones extramatrimoniales de barraganía de... «ilustres personas» (reyes, príncipes, duques, marqueses, condes, etc.), con mujeres viles, plebeyas, tanto en el caso de que ellas mismas fueran de condición inferior como en el de que lo hubiesen sido sus ascendientes. Y la razón de semejante prohibición no es otra que la oportunidad y claramente expresa la ley: porque no sería cosa digna ni decorosa que la sangre de los nobles se mezclara con la de tan viles mujeres. Hasta tal extremo intenta la ley evitar esas uniones de nobles constituídos en elevadas dignidades con mujeres viles, que a los hijos habidos en ellas en ningún caso los considera naturales, sino espurios, es decir, como hijos habidos en «mujer»... que se da a muchos, razón por la cual no pueden participar de la herencia de los padres, ni estos, si no quieren, estan obligados a criarlos”.

    También fueron causas adversas su relación y parentesco con los corsarios Guillaume de Casenove Coullon y Cristóbal Colón, hermanos de su madre Margarita, que estaban al servicio del rey Renato de Anjou, con los cuales navegó entre 1470 y 1476.
    Referente a lo segundo, Colón se sentía igual a los Reyes por llevar su misma sangre en sus venas.
    En 1490, la comisión que estudiaba el proyecto colombino se pronunció al respecto. Se dictaminó que no convenía a los Reyes favorecer negocio tan incierto e imposible porque perderían todo el dinero que en ello gastasen.
    Don Fernando y Doña Isabel, después de conocer esta resolución, mandaron dar respuesta de un modo cortés a Colón “despidiéndole por aquella razón aunque no del todo quitándole la esperanza de tornar a la materia, cuando más desocupadas Sus Altezas se viesen”, pues a la sazón su mirada estaba puesta en la guerra de Granada.
    Rechazados sus planes, no se dio por vencido, y sin pensarlo más, se dirigió hacia La Rábida, donde llegó a principios de 1491. Allí se encontró un buen día con Martín Alonso Pinzón, y tras haber mantenido ambos navegantes una larga entrevista en la que trataron el tema de los descubrimientos, el futuro Almirante pensó que el momento oportuno para relanzar las negociaciones con los monarcas había llegado.
    Una noche, después de una conversación con Colón, Fray Juan Pérez envió a la corte un mensajero con una carta para Doña Isabel. Pasados quince días la Reina mandó llamar al fraile franciscano. A principios de 1492, Fray Juan Pérez fue recibido por los soberanos en Santa Fe. Allí expuso la causa del futuro Descubridor y sus diferentes puntos de vista.
    Unos días después los reyes convidaron a Colón a que se presentara en dicha ciudad. Cuando llegó a Santa Fe hacía muy poco que la guerra había concluido con la conquista de Granada, el 2 de enero de 1492. Don Fernando y Doña Isabel, ya libres de sus ocupaciones militares, mantuvieron una entrevista con Cristóbal Colón. En ella, el navegante expuso nuevamente su proyecto, y posteriormente se habló de lo más importante, de las condiciones en que debió llevarse a cabo la empresa.
    Vicente Blasco Ibáñez en su novela En busca del Gran Kan , cuenta que el “el rey don Fernando, que estaba acostumbrado á ocultar sus emociones como soldado y como diplomático, no pudo disimular su asombro al ir enterándose de las exigencias de este desconocido. El antiguo “hombre de la capa raída” reclamaba el título de Almirante del Océano, creado para él, con los mismos privilegios que se habían dado hasta entonces á los Almirantes de Castilla. Esto significaba pasar de un salto á ser el segundo personaje de España, colocándose por encima de casi toda la nobleza militar inferior. No satisfecho con ello, pedía ser virrey y gobernador á perpetuidad de cuantas tierras descubriese viajando hacia Occidente, libres de soberano ó que él pudiera conquistar, transmitiendo dicho gobierno á sus hijos hasta los más remotos descendientes. Encima de tales honores debían concederle el tercio, el quinto y el octavo de todas las riquezas que él ó los españoles que sirviesen á sus órdenes obtuvieran con sus “rescates” ó comercios en las tierras descubiertas”.

    Antonio Rumeu de Armas asegura, sin temor a errar, que en la larga negociación sostenida por los Reyes Católicos con Cristóbal Colón se interpusieron varios escollos. Refiriéndose a uno de ellos, el historiador escribe: “El entendimiento con Colón se presentaba para los soberanos y sus consejeros como problema arduo, preñado de obstáculos poco menos que insalvables. Las desmesuradas existencias del nauta soñador, recabando como precio de su utopía, honores, cargos y privilegios estaban en abierta contradicción con la política desplegada hasta entonces para consolidar el Estado moderno y abatir el poder nobiliario”.

    En abril de 1492 se redactó en la villa de Santa Fe el documento que estipulaba todas las condiciones establecidas entre el Descubridor y los reyes, y que se conoce con el nombre de “Capitulaciones de Santa Fe”.

    Como muy bien refiere Salvador de Madariaga en su libro Vida del muy magnífico Señor Don Cristóbal Colón , “la primera condición que registra el documento es que sus altezas habrán de hacer “al dicho Don Cristóbal Colón su Almirante en todas las islas e tierras -firmes que por su mano o industria se descobrieran o ganaren en las dichas mares oceanas”. Colón hace constar con toda precisión los dos puntos que siempre exigió a este respecto: que se extendería la concesión a sus herederos en perpetuidad y que las preeminencias y prerrogativas de su almirantazgo serían idénticas a las del Almirante Mayor de Castilla, llegando incluso a mencionar a este Almirante Don Alonso Henríquez, uno de los más ilustres magnates de Castilla, pariente del rey Fernando”.
    “La segunda condición que impone Don Quijote Colón es que ha de ser Visorrey y Gobernador General. Aquí también el descubridor andante lleva la exigencia hasta sus extremos límites, pues pide y obtiene que para el gobierno de todas y cada una de las islas que gane, tendrá derecho a proponer tres nombres para cada cargo, entre los cuales escogerán uno sus Altezas. Pasa entonces a asegurarse el décimo en todas las transacciones y después presenta una exigencia tan extraordinaria que aún el mismo Juan de Coloma pierde la ecuanimidad y no se atreve a firmar sin una reserva: Colón exige, ya personalmente, ya por sus representantes, conocer de todos los pleitos que vinieren a plantearse con motivo del comercio entre Castilla y las islas y tierras-firmes que descubriese. Este concepto de la justicia era absolutamente medieval”.

    Colón pretendía trasladar a las Indias este concepto feudal de la Justicia que se iba muriendo poco a poco en Europa en beneficio de la Realeza. Tal parece como si Colón, en este punto, Corona y reino quisiera.

    Como tercera y última condición, termina el documento con una estipulación concediendo a Colón el derecho a participar en un octavo, si así lo deseare, en todas las expediciones que se hicieren para las Indias, recibiendo a cambio un octavo de sus beneficios.

    Una vez que las capitulaciones fueron redactadas, se firmaron en la villa de Santa Fe de la Vega de Granada, a 17 de abril de 1492.

    Como hemos visto, Colón llegó a mencionar cuándo se redactaban estas capitulaciones a Don Alonso Enríquez, Almirante de Castilla.Varias pueden ser las causas que llevaron al Descubridor a hacer referencia a este magnate castellano. Una de ellas quizá fuese por ser Don Alonso, hijo bastardo de Don Enrique de Castilla y la otra por haber sido este señor quien vinculó a su familia el título de Almirante de Castilla. Don Alonso Enríquez fue el bisabuelo de Don Fernando el Católico. Aquí Colón no podía ser menos. Si don Alonso, un señor bastardo, fue galardonado con el título de Almirante de Castilla, ¿Por qué no serlo yo también? Es lo que posiblemente se preguntó el Descubridor. Su proposición se movió dentro de esta lógica y antecedentes, consiguiendo ser nombrado Almirante.

    En este mencionado documento también ha quedado reflejado que los Reyes concedieron al Descubridor el título honorífico de Don.
    Con relación a este asunto, el profesor Juan Manzano en su obra Cristóbal Colón, Siete años decisivos de su vida 1485-1492 relata: “El don era un título honorífico y de dignidad que antepuesto solamente al nombre, no al apellido, se otorgaba en aquella época a contadas personas, aun de las más alta nobleza. Lo usaban los reyes y los miembros de su familia, también los nobles de elevado rango y sus descendientes. Era muy codiciado en aquel tiempo, y solia concederse en casos excepcionales, para premiar eminentes servicios a la Corona”.

    Federico Udina y Martorell, Catedrático de la Universidad de Barcelona, en el Congreso Internacional de Estudios Históricos “Las Islas Baleares y América”, celebrado en Palma de Mallorca en el mes de enero de 1992, en una ponencia titulada “Las Capitulaciones de Colom y el Mediterráneo” relató lo siguiente: “En Castilla no existían en aquella época los virreyes, como afirmaba Garcia Gallo, y esto era exacto pues, a pesar de que algún otro autor ha encontrado referencias de virreyes en Castilla, estas citas son esporádicas en esta época, se trata de una carta de los Reyes Católicos nombrando dos virreyes el año 1484, y otra que dice “para ser visorrey”, de 1489 en el Registro General del Sello de Simancas.

    En resumen, de los tres títulos concedidos a Colón en las Capitulaciones : Almirante, Virrey y Gobernador General, aparecen en la organización castellana el primero y en la Corona de Aragón los otros dos; pues bien, remarquemos un hecho que ha pasado desapercibido para los eruditos y es que la concesión del segundo título citado va acompañado de un adjetivo, general; pues bien, si en la Corona de Castilla no aparece el cargo de «Gobernador General, sí que existe en la de Aragón, y además con un rango muy elevado, pues como dice Lalinde, el sistema de la Corona de Aragón tiene su centro en un «Gobernador General, cargo adscrito al primogénito del Rey y ejercido en defecto de aquél por el infante a quién se le suponga heredero del Reino», por lo tanto el título solicitado por Colón y concedido por los Reyes Católicos (solamente en las Capitulaciones) era de un nivel altísimo”.

    Como curiosidad, cabe puntualizar que, a la sazón y conforme a las instituciones catalanas, el heredero de la Corona asumía el gobierno de Cataluña a título de Virrey. Este cargo correspondía al Príncipe de Viana, puesto que Don Alfonso V, en Nápoles, a 26 de junio de 1457, le había declarado príncipe heredero y sucesor después de su padre, de los reinos de Aragón, Valencia, Mallorca, Cerdeña, Sicilia y del principado de Cataluña. Este dato nos desvela la razón por la cual Cristóbal Colón reivindicó con tanto ahínco a los reyes ser virrey de las tierras que descubriera allende el Océano, bien parece con la finalidad de igualarse en cuanto a ciertos honores y preeminencias a su padre el Príncipe de Viana.

    Los Reyes confiaron la redacción de las Capitulaciones de Santa Fe al franciscano del Convento de La Rábida, Fray Juan Pérez y a Juan de Coloma nacido en la ciudad de Borja, el cual desde 1462 habia entrado al servicio de la Corona de Aragón como secretario del rey Juan II, y después de su hijo Fernando.
    De este contrato de Cristóbal Colón con Don Fernando y Doña Isabel, algunos historiadores han llegado a decir que nunca se vio ni se verá otro parecido, habida cuenta de que es un tratado sobre lo desconocido, y en el que el navegante va demandando y la Corona accediendo. Y así fue con estos relevantes honores y codiciadísimos oficios, el sobrino de los Monarcas, de golpe y porrazo, fue elevado a las más altas cúspides de la grandeza castellana.

    Con relación a la materia, el Padre Las Casas, en su História de las Indias refiere: “Hecho este asiento y capitulación, y concedidas estas mercedes por los Reyes Católicos en la villa de Santa Fe, de la manera dicha, entráronse Sus Altezas en la ciudad de Granada de hecho, donde suplicó a los reyes Cristóbal Colón, que Sus Altezas le mandasen dar privilegio real de las dichas mercedes que le prometían y hacían, el cual mandaron darle muy cumplido, «haciéndolo noble» y constituyéndolo su Almirante mayor de aquestas mares Océanas y visorey e gobernador perpetuo, él y sus sucesores, de las Indias, islas y tierras firmes, aquellas que de aquel viaje descubriese y de las que después por si o por su industria se hobiesen de descubrir; y diéronle facultad que él y sus sucesores se llamasen Don, y de los susodichos títulos usase luego que hobiese hecho el dicho descubrimiento, sobre lo cual mandaron poner la cláusula siguiente:
    «Por cuanto vos, Cristóbal Colón, vades por nuestro mandado a descubrir e ganar, con ciertas fustas nuestras, ciertas islas e tierra firme en el mar Océano, etc; es nuestra merced y voluntad, que desque las hayáis descubierto e ganado, etc., vos intituléis e llaméis Almirante, visorrey e gobernador dellas, etcétera» . De todo lo cual se le dió un muy cumplido privilegio real, escrito en pergamino, firmado del rey e de la reina, con su sello de plomo pendiente firmado del rey e de la reina, con su sello de plomo pendiente de cuerda de seda de colores, con todas las fuerzas y firmezas y favores que por aquellos tiempos se usaban; al cual privilegio antepusieron un muy notable y cristiano prólogo, como de reyes justos y católicos que eran; la fecha del cual fué en la dicha ciudad de Granada, a 30 días del mes de abril año susodicho de 1492 años”.

    A esta gran prueba, que citada por Las Casas, evidencia que los reyes ya reconocieron documentalmente la nobleza de Colón en abril de 1492, es decir, varios meses antes del descubrimiento de América, todavía le podemos anexionar dos documentos más:
    En el Archivo de la Corona de Aragón, en Barcelona, se conservan juntamente con la copia cancilleresca de las Capitulaciones de Santa Fe , dos salvoconductos que también en copia de cancillería expidieron los reyes en favor del Almirante y Virrey para que nadie pusiese impedimento para realizar el viaje que en servicio de los Monarcas se proponía llevar a cabo.




    El primero de estos documentos es el pasaporte de Colón. En un fragmento de él podemos leer: “Mittimus in presenciarum nobilem virum Christoforum Colon cun tribus caravelis armatis per maria Oceana ad partes Indie” ("Enviamos al NOBLE Cristóbal Colón con tres carabelas por el Mar Océano hacia las Indias").

    “Dado en Granada, 16 de abril de 1492.
    Yo el Rey. Yo la Reyna.
    El Rey i la Reina me ordenaron esto a mi, Juan de Coloma”.

    El segundo salvoconducto para el descubrimiento del Nuevo Mundo es una carta de los Reyes Católicos al Soberano de Catay. En este documento se dice: “quare decrevimus nobilem capitaneum nostrum Christoforum Colon presencium latorem...” (“Por ello hemos decidido enviaros a nuestro NOBLE Capitán Cristóbal Colón, dador de la presente...”).

    “Desde Granada, 30 de abril de 1492.
    Yo el Rey, Yo la Reina.
    Coloma, Secretario.
    Fue expedida por triplicado”.
    Redactadas las Capitulaciones el pacto del silencio se siguió manteniendo por ambas partes, pues ni Colón ni los Reyes nunca jamás en vida hicieron la más mínima mención a su patria de origen y familia, hecho que evidencia la existencia de causas profundas que lo motivaban.

    La reina Isabel en su testamento que otorgó en la villa de Medina del Campo el 12 de octubre de 1504 ante el notario y escribano de la Corte Gaspar de Gricio dejó constancia explicita de la prohibición de conferir cargos a extranjeros en Castilla. Este hecho, juntamente con otros muchos, se convierte en sólida prueba que de manera fehaciente desaprueba el supuesto origen genovés del Descubridor. En dicho documento consta:

    “Otrosi, considerando quanto yo soi obligada de mirar por el bien comun d'estos mis reynos e señorios, asi por la obligación que como reyna e señora d'ellos les devo como por los muchos servicios que de mis subditos e vasallos moradores d'ellos, con mucha lealtad he reçebido; e considerando asimismo que la mejor herencia que puedo dexar a la Prinçesa e al Prinçipe, mis hijos, es dar orden como mis subditos e naturales les tengan el amor e les sirvan lealmente como al Rey, mi señor, e a mi han servido, e que por las leyes e ordenanças d'estos dichos mis reynos fechas por los reyes mis progenitores está mandado que las alcaydias e tenençias e governaçion de las çibdades e villas e lugares e ofiçios que tienen annexa jurisdicion alguna en qualquier manera e los ofiçios de la hazienda e de la casa e corte e los ofiçios mayores del reyno e los ofiçios de las cibdales e villas e lugares d'el no se den a estrangeros, así porque no sabrían regir e governar segund las leyes e fueros e derechos e usos e costumbres d'estos mis regnos como porque las çibdales e villas e lugares donde los tales estrangeros oviesen de regir e governar no serian bien regidas o governadas ni los vecinos e moradores d'ellas serian d'ello contentos, de donde cada día se recreçerian muchos escandalos e desordenes e ynconvenientes de que Nuestro Señor seria deservido e los dichos mis reynos e los vecinos e moradores d'ellos reçibieran mucho daño e detrimento”.

    CONCLUSIÓN: Cristóbal Colón, el verdadero Descubridor del Nuevo Mundo era noble y de sangre real, por lo tanto no pudo ser nunca ni el corsario genovés Cristóforo Colonne ni tampoco el mercader Cristóforo Colombo.

    Gabriel Verd
    Secretario General de la Asociación Cultural Cristóbal Colón


    32.- Ramón Llull y Cristóbal Colón (Primera parte).


    La mayor parte de los investigadores históricos, biógrafos y académicos concuerdan en que Ramón Llull, el más elevado exponente del saber científico balear, nació en Mallorca hacia el año 1232.

    Fue hijo único de una acomodada familia catalana establecida en Mallorca después de la conquista de esta isla por el Rey Jaime I. Según la tradición, el lugar de su nacimiento estaría donde actualmente se encuentra la casa señalada con el número 5 de la Plaza Mayor de Palma de Mallorca. Cumplidos catorce años, Ramón entró como paje al servicio del Rey Jaime I, trabando especial amistad con Pedro y Jaime, hijos del Monarca.

    En 1256 éste dispuso que el sucesor de la Corona sería Jaime. Fue la época en que Ramón Llull realizó una serie de viajes que le permitirían ampliar sus saberes conociendo a fondo el reino de Aragón y el principado de Cataluña. Poco tiempo después contrajo matrimonio del cual nacieron un hijo y una hija. pero estaba visto que su inquietud humana debía marcar su singular existencia. Se hizo misionero, consagrándose a predicar el Catolicismo hasta el fin de sus días en que recibió según se cuenta la Corona del Martirio.

    Convencido de que la fuerza interior que le impulsaba a alejarse de los placeres mundanos era de inspiración divina, renunció a todos sus bienes y marchó de Mallorca, recalando como peregrino en Santiago de Compostela. Después de haber caminado la ruta Jacobea regresó a Mallorca, iniciándose en el estudio del latín y del árabe. Fue para estos años en que Ramón incursionó por el camino de la literatura dejándonos como testimonio varios libros, de los que destacan: El Libre de Contemplació y la famosa Ars Magna . El primero fue traducido al árabe entre 1270 y 1272.

    Habían transcurrido ya unos años cuando recibió la invitación de su amigo Jaime, Príncipe a la sazón residente en Montpeller. Ramón, en aquella Corte, despertó la admiración de su Real Protector con sus trabajos literarios. Mientras se hallaba en Montpeller, por el año 1275, celebróse el matrimonio entre el Príncipe Jaime y la hermana del Conde de Foix, Doña Esclaramunda.

    En 1276 Jaime II acogió con entusiasmo la idea de Ramón Llull de fundar un colegio para formar en teología y lenguas orientales a los misioneros. Este establecimiento fue establecido por el Rey en la costa Norte de Mallorca, en un lugar al que se denominaba Miramar. El Monarca abonaba anualmente la cantidad de 500 florines de oro, con la que se subvenía la manutención de trece frailes, que debían vivir allí y especializarse en el idioma árabe.

    Ramón dirigió este centro formativo durante breve tiempo, transcurrido el cual, movido por su espíritu inquieto, marchó a Roma con la intención de visitar al Papa y tratar con él diversos asuntos. Después de tal visita, no se sabe con certeza lo que hiciera el filósofo mallorquín, creyéndose que siguió viaje por Alemania, Abisinia, Egipto, Palestina, Turquía, Grecia, Marruecos y Andalucía.

    Hacia 1282, el incansable mallorquín llegó a Perpiñán, donde se encontró con el complaciente Jaime II, que para esas fechas había tenido serios enfrentamientos con su hermano Pedro. El conflicto provocado por éste último se produjo al negarse a acatar la voluntad de su padre, Don Jaime I, quien había testado en favor de su hermano Jaime, antes de morir, en julio de 1276. Pedro intentaba someter a su hermano al vasallaje, cosa que logró después de tres años de disputa.
    Ramón Llull estuvo por espacio de algunos años en aquellas tierras, tiempo que dedicó a escribir su Blanquerna .

    En 1285 prodújose la guerra entre Don Felipe III de Francia y Don Pedro III de Aragón. Una de sus consecuencias fue la invasión del reino de Mallorca por Don Pedro III. En tal acontecimiento, Ramón Llull se colocó sin dudarlo al lado del Rey Jaime II y, durante todo el tiempo que duró el conflicto, no pisó suelo de Cataluña ni de Mallorca. Fue para entonces que decidió marchar nuevamente a Roma para presentar al Santo Padre sus ambiciosos proyectos. Después de estar un tiempo en esta ciudad, llegóse a París con la intención de exponer sus Doctrinas y Proyectos en la Universidad. Más de cuarenta expertos parisinos examinaron su obra, en especial la Ars Magna . Como colofón de esta actividad académica, el Rector de la Universidad le otorgó el título de "Mestre". Desde París, desplazóse nuevamente a Montpeller, donde amplió su creación literaria con la redacción de nuevos libros. Entre 1287 y 1291, visitó nuevamente Roma, estableciendo contacto con la Santa Sede por cuestiones referidas a la empresa misionera.

    Posteriormente, pensó en desplazarse a algún país mahometano a predicar el Evangelio, pasando por Génova en tránsito hacia Túnez, donde con sus prédicas y controversias suscitó serias complicaciones, hasta que fue arrestado y condenado a muerte, pena que posteriormente fue conmutada por la de expulsión del país. En el tramo de recorrido que iba desde la cárcel hasta el barco genovés que lo regresaría a su punto de partida, fue apedreado por los moros, salvándose providencialmente de la muerte.

    Desde Túnez, el misionero mallorquín se desplazó a Nápoles, donde residió algunos meses. Luego se dirigió a Roma para visitar al Papa Celestino V. Cuando llegó a esta ciudad, este infatigable viajero, precursor de Cristóbal Colón, entregó a la Corte Papal un valioso documento titulad: Petición para la conversión de los infieles . Es en este trabajo donde expone sus diversos proyectos con una claridad y plenitud hasta la fecha no superada: "Se ha de asignar un diezmo de toda la riqueza de la Iglesia, a las cruzadas y a la obra misionera, hasta que la Tierra Santa sea conquistada y el mundo ganado para Cristo. Se ha de elegir un cardenal que consagre su vida, en buscar los mejores predicadores de todos los países de la Cristiandad; santos hombres, tanto religiosos como seglares, que anhelen sufrir la muerte en honor de Dios Nuestro Señor. Estos predicadores se tienen que enseñar mutuamente todas las lenguas del mundo. Se han de fundar colegios para la enseñanza de lenguas extranjeras, tanto en Tartaria como en la Cristiandad. Se tiene que hacer que los cismáticos vuelvan al único rebaño, porque son ellos -sin duda se refiere a las sectas orientales- los que mejor pueden convertir a los musulmanes y a los Tártaros."

    En 1294 fue elegido Papa Bonifacio VIII. Posiblemente sea éste el año en que Ramón Llull ingresara en la Orden Franciscana, como Terciario de esa congregación.

    En Roma, entre 1295 y 1296, escribió en catalán otra de sus grandes obras: L'Arbre de Ciencia .

    Aproximadamente un año después de que el Rey Jaime II de Aragón y su tío Jaime II de Mallorca hubieron firmado en 1295 el Tratado de Paz de Agnani, lograda con la mediación del Papa Bonifacio VIII, Ramón LluIl marchó a Montpeller nuevamente y desde allí a París.

    Corría el año 1299 cuando las añoranzas de su tierra natal le impulsaron a regresar a Mallorca. Pasó una temporada de meditación que le dictó los nuevos pasos siguientes: predicar en Palestina llegando a la isla de Chipre, donde cambió su rumbo hacia el Norte de Africa. Después de haber realizado su cometido, el misionero franciscano regresó a Mallorca, no sin antes visitar Rodas y Malta. Cuando llegó a su tierra transcurría el año 1302.

    Los años próximos a esta última fecha encuentran al filósofo recorriendo Barcelona, Montpeller, Lyon y Génova, donde sigue predicando y escribiendo sin reposo. Fue por esa época en que da a luz una de sus mejores creaciones, el libro Liber de Fine . Parte de esta obra nos muestra claramente a este insigne humanista como precursor de varios proyectos que dos siglos después tendrían ejecución mediante la voluntad, la fe y el carácter visionario de otro hombre nacido en estas tierras de Mallorca, Cristóbal Colón. En Liber de Fine hay un fragmento que dice: "Pensad con estos colegios: ¿por qué no se han fundado? Seguramente no será a causa de su coste, puesto que es muy escaso. Que San Pedro y los cardenales los funden, y van a ser recompensados abundantemente. Pensad en las cruzadas: ¿por qué todos los glorificados gestos de los cristianos no han logrado expulsar a los musulmanes de los Santos Lugares? Unid las órdenes militares bajo un jefe escogido, y comenzad una nueva cruzada desde España, avanzando por Ceuta y Túnez hasta Palestina."

    En 1305, Ramón Llull, a sus 73 años de edad, viajó desde Montpeller a Lyon y, tras haber pasado algún tiempo allí, regresó nuevamente a Mallorca.

    Desde su isla natal, en 1306 se dirigió otra vez a París. Un año después, el errante humanista resolvió realizar una segunda misión en el Norte de Africa, llegando a Bugia, una ciudad a medio camino entre Túnez y Argel. Allí sólo encontró, como la vez primera, inhospitalidad, agresividad, pedreas y cadenas. Al igual que el visionario Cristóbal Colón, fue reprimido y repudiado. Después de haber estado prisionero algún tiempo, el Rey de Bugia ordenó su libertad y expulsión de las tierras musulmanas. Partió en barco hacia Génova. Cerca de Pisa fue sorprendido por una pavorosa tempestad, que dio al traste con la nave. En una pequeña barca, algunos pasajeros salvaron su vida, entre ellas la del inclaudicable misionero mallorquín.

    Desde Pisa, Ramón marchó a Montpeller pasando por Génova. Corrían los comienzos del año 1309 cuando se dirigió a Aviñón y desde allí a París. De ahí a Vienne, ciudad situada a orillas del río Ródano, donde entre 1311 y 1312 se celebró un concilio inaugurado por el Papa Clemente V. Fue de especial tratamiento en este cónclave religioso el tema de los templarios y de la reconquista de la Tierra Santa.

    En Vienne, el misionero mallorquín aprovechó su estadía para redactar un interesante libro, al que le dio un inusitado nombre: La disputa del clérigo con Ramón el fantástico , que indudablemente contiene rasgos autobiográficos y del cual extraemos la siguiente parte: "Yo he estado casado y he tenido hijos; he sido un hombre acomodado, lascivo y mundano. Todo cuanto tenía en el mundo, lo dejé para poder honrar a Dios, procurar el más grande bien para el prójimo, y exaltar la nuestra santa fe. He aprendido el árabe, y me he esforzado por convertir a los moros. Me han atado, encarcelado e insultado. Durante cuarenta y cinco años, he trabajado con la finalidad de convencer a los príncipes cristianos y a los prelados, que ellos pueden promover la común prosperidad de la Iglesia. Ahora soy viejo y pobre; pero todavía tengo el mismo propósito, y confío que, con la gracia de Dios, podré perseverarlo hasta la muerte."

    Como se podrá observar, esta manifestación autobiográfica muestra sintéticamente el alto grado de generosidad existencial, de renunciamiento personal, de conciencia humanística que caracterizaron en vida a este hombre, cuyo nombre ya es imperecedero, para gloria y honor de las tierras que lo vieron nacer.

    Poco tiempo después de haber terminado el Concilio de Vienne, en 1312, Llull marchó a Montpeller para regresar a Mallorca. Cuando llegó, una ingrata nueva debió afrontar su espíritu: su amigo de la infancia y de quien recibiera apoyaturas substanciales, el Rey Jaime II, hacía ya un año que había dejado de existir. A mediados de 1314, su empecinada voluntad le hace volver a tierras africanas. Sería éste su viaje postrero. Estuvo transitando por Bugia y Túnez. En Bugia sufrió las pedradas que le ocasionarían la muerte. Corría el año 1315 y tenía entonces 83 años. Desde Bugia el mártir franciscano fue trasladado definitivamente a Mallorca. En la actualidad sus restos descansan en una capilla de la iglesia de San Francisco, en Palma de Mallorca.

    La admiración será el gesto más elocuente de aquellos que conozcan, aún sintéticamente, el coraje vital de Ramón Llull. Además de infatigable viajero, de escritor fecundo y de predicador de su fe, fue muchas otras cosas: lector infatigable cuya ansia de saber le llevó a profundizar sus pensamientos convirtiéndolo en uno de los más profundos filósofos de la época. Su ilustración le permitió escribir en latín, árabe y catalán. De su creación literaria, la posteridad conserva más de doscientos libros. Su curiosidad le llevó a la alquimia y a la invención, por lo cual se le puede acreditar como científico. El Leonardo da Vinci del renacimiento es una leve sombra de la magnífica y exuberante creatividad de Ramón Llull.

    Con anterioridad a Llull no se conoce a ciencia cierta sobre qué fechas se sitúan los principios de la Cartografía Mallorquina. Pero gracias a él, en la actualidad se tienen conocimientos de las cartas náuticas que se realizaban en el siglo XIII. En varios de sus libros Llull se habla acerca de las cartas de navegación, de sus técnicas, métodos e instrumentos utilizados por los marineros y navegantes. Fue durante sus numerosos viajes por el mar y por su agudo espíritu de observación, tanto como su afán de aprender, lo que lo impulsó a inventar. Es en su época que se incorporan las brújulas, definitivamente, a las naves.

    Los astrolabios son también instrumentos antiguos, su invención ha sido atribuida a Ramón Llull, quien, efectivamente, en su libro De Medicina da una descripción de un instrumento parecido al que denomina, "Astrolabio Nocturno".

    En tiempos de Llull, la noción de que la tierra era esférica ya era generalmente admitida. Él nos habla de ello, en algunos de sus libros, como de cosa entendida. En el capítulo CXI de su obra maestra Ars Magna describe lo siguiente: "La navegación nace y se deriva de la Geometría y de la Aritmética, entonces la nave que en un tiempo dado se encuentra en un lugar, en otro tiempo se encuentra en un otro lugar diferente. Y, suponiendo que en el punto en el cual, vienen a reunirse los cuatro ángulos agudos, sea la tramontana, o el puerto de la nave, y que la nave quiere navegar hacia Oriente, se desplazará por Xaloc (Sureste) y cuando vaya por la cuarta milla, estas cuatro millas más bien no cuentan por Xaloc, sino por Levante... y cuando la nave camine ocho millas, en dirección a Xaloc, no cuentan sino seis por Oriente" . García Franco, de acuerdo con el gráfico de Llull, hace cálculos y llega al mismo resultado: seis millas.

    También Ramón Llull describió un sistema similar a la Taula de Martologi, mucho antes de que ésta se conociera. Referente a esta Taula de Martologi, la más vieja que se conoce, es la introducida en una carta náutica de Andrea Nianco del año 1436.

    La primera mención de la carta náutica y la citación de otro instrumento como es el compás, se remonta a Ramón Llull.

    Por aquellas fechas, se denominaba compás a un folio sobre el cual se señalaban las diferentes direcciones de los vientos y los puntos desde los cuales soplan. En el siglo XIII, también se utilizaban cuadrantes, los cuales, junto con los astrolabios, compartían la misión de determinar las alturas de los astros sobre el horizonte.

    Algunos libros de náutica describen a Ramón Llull como el inventor de la brújula. Esta última especificación no se ha podido demostrar ciertamente, aunque bien pudiera ser cierto que el genio mallorquín fuese el creador de dicho instrumento de viaje. Lo que sí está perfectamente demostrado es que en tiempos de Llull ya se utilizaba la brújula. Abundando un poco sobre esta cuestión, veamos lo que dice J. Sureda Blanes: "«El mérito de la cartografía catalana –escribe G.R. Crone en su libro Maps and their makers , Londres 1955– tiene su raíz en la traza con que supieron aprovechar las fuentes contemporáneas para modificar la imagen tradicional del mundo, pero, sin salirse nunca de aquello que estaba suficientemente comprobado».Ramón Llull, la figura más genuina y representativa de la curiosidad científica de su época, pudo influir sobre la naciente escuela mallorquina de cartografía, por la multiplicidad de sus conocimientos -incluso, como hemos visto, los propios del arte de navegar-, pero es seguro que su influencia sobre los cartógrafos derivaría más bien de su variada y extensa experiencia viajera. En vida disfrutaría de un gran prestigio, que no menguó en las generaciones sucesivas y esta perduración de su renombre de hombre de ciencia, posiblemente fue lo que inclinó a los modernos investigadores de la historia de la geografía a suponerle autor del invento de la brújula y de la misma carta de navegar medieval; es de sus libros que los estudiosos extraían noticias, de una venerable antigüedad, sobre estos notables inventos de incierto origen. Lo que no es nada dudoso es que Ramón Llull fue uno de los trotamundos más dinámicos de su tiempo y que los cartógrafos medievales que se aprovecharon de las narraciones de los viajeros, bellamente pudieron recoger de su boca y de sus libros, datos geográficos que consignarían en sus mapas".

    Ramón Llull fue muy posiblemente el escritor medieval más antiguo que escribió de las cartas de navegar y de los instrumentos empleados por los navegantes de aquellos tiempos.

    Los inventos náuticos de Llull resultaron de suprema utilidad para aquellos grandes navegantes mallorquines, que como Jaime Ferrer, Francesc des Velers, Domingo Gual, Arnau Roger y otros, arriesgaron en aquella época sus vidas al recorrer mares hasta entonces ignotos.

    En su libro Félix de las maravillas del Orbe , Ramón Llull expresa: "Que los marineros mallorquines utilizaban cartas de navegar antes de 1286 y que en Mallorca se fabricaban instrumentos destinados a medir el tiempo y la altura del Polo, a bordo de los navíos".

    Se tiene la certeza de que, por su experiencia náutica, Ramón Llull influenció decididamente en los cartógrafos contemporáneos suyos que en Mallorca estaban entonces creando una nueva escuela cartográfica. La leyenda de la existencia de la Atlántida corría con fuerza en aquellos tiempos, quizás ella haya podido motivar, entre otras cosas, que Llull escribiera sobre la existencia en la parte occidental de nuestro Continente, allende el Atlántico, de tierras desconocidas. Puede afirmarse que en ese sentido, como escritor y visionario, Llull fue también un precursor.

    Con respecto a este tema, el gran sabio mallorquín del siglo XIII escribió: "Toda la principal causa del flujo y reflujo del Mar Grande o de Inglaterra, Francia y España y toda la confinante de Africa en los que ven los ojos el flujo y reflujo de las aguas, porque el arco que forma el agua como cuerpo esférico es preciso que tenga estribos en los que se afiance, pues de otro modo no pudiera sostenerse, y por consiguiente, así como a esta parte estriba en nuestro Continente, que vemos y conocemos, en la otra parte opuesta del poniente estriba en otro Continente que no vemos ni conocemos desde acá , pero por la verdadera filosofía que conoce y observa por los sentidos la esfericidad del agua y su flujo y reflujo, que necesariamente pide dos opuestas vallas, que contengan el agua tan movediza, y sean pedestales de su arco, infiérese que necesariamente en la parte que no es occidental hay Continente en que topa el agua movida así como topa en nuestra parte respectivamente oriental".

    He aquí una suprema comprobación del carácter visionario de Llull, al relatar con explicaciones científico-técnicas, dos siglos antes de la gesta del descubrimiento de América realizada por Colón, la tesis de la esfericidad de la tierra y la existencia de un continente ignoto. Tanto Llull como Colón fueron iluminados en su fuerza, en su voluntad, en su empecinamiento, por defender sus ideas. Se supone que el Descubridor del Nuevo Mundo utilizó muchas de las enseñanzas que Llull dejó escritas o por tradición oral. También coincidieron en su fe al ser fervientes adoradores de la Santísima Trinidad, a la que se encomendaron para realizar sus grandes obras, que quedaron como hermoso legado a la entera humanidad.


    Gabriel Verd
    Secretario General de la Asociación Cultural Cristóbal Colón

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    que ahir abrigava el món,
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    Re: En busca de la verdad: el verdadero origen de Cristobal Colón

    33.- Ramón Llull y Cristóbal Colón (Segunda parte).


    La influencia luliana y su gran devoción franciscana son en Cristóbal Colón dos elementos interrelacionados. En el terreno misional compartía las mismas preocupaciones de los franciscanos medievales, pues, al igual que San Francisco, aspiraba obsesionado a ampliar la fe hasta los confines del mundo.

    La descripción más completa de la religiosidad del Almirante es indiscutiblemente la que nos hace Fray Bartolomé de Las Casas en un pasaje de la Historia de las Indias :
    “En la cosas de la religión cristiana, sin duda era católico y de mucha devoción; cuasi en cada cosa que hacia y decia o queria comenzar a hacer, siempre anteponia: «En el nombre de la Santa Trinidad haré esto o verná esto» o «espero que será esto»; en cualquier carta o otra cosa que escribía, ponía en la cabeza: «Iesus cum Maria sit nobis in via»; y destos escritos suyos y de su propia mano tengo yo en mi poder al presente hartos. Su juramento era algunas veces: «juro a San Fernando» cuando alguna cosa de gran importancia en sus cartas queria con juramento afirmar, mayormente escribiendo a los reyes, decia: «hago juramento que es verdad esto». Ayunaba los ayunos de la Iglesia observantisimamente; confesaba muchas veces y comulgaba; rezaba todas las horas canónicas como los eclesiásticos o religiosos; enemicisimo de blasfemias y juramentos, era devotisimo de Nuestra Señora y del seráfico padre San Francisco; pareció ser muy agradecido a Dios por los beneficios que de la divinal mano recibía, por lo cual, cuasi por proverbio, cada hora traia que le habia hecho Dios grandes mercedes, como a David. Cuando algún oro o cosas preciosas le traian, entraba en su oratorio e hincaba las rodillas, convidando a los circunstantes, y decia «demos gracias a nuestro Señor, que de descubrir tantos bienes nos hizo dignos»; celosisimo era en gran manera del honor divino; cúpido y deseoso de la conversión destas gentes, y que por todas partes se sembrase y ampliase la fe de Jesucristo, y singularmente aficionado y devoto de que Dios le hiciese digno de que pudiese ayudar en algo para ganar el Santo Sepulcro; y con esta devoción y la confianza que tuvo de que Dios le había de guiar en el descubrimiento deste Orbe que prometia, suplicó a la serenisima reina doña Isabel que hiciese voto de gastar todas las riquezas que por su descubrimiento para los reyes resultasen en ganar la tierra y santa casa de Jerusalem, y así la reina lo hizo, como abajo se tocará” .

    Varios prestigiosos colombistas como Emilia Pardo Bazán, el Padre Streck y Marianne Mahn-Lot aseveran que Colón, al igual que su coterráneo Ramón Llull, pertenecía a la orden tercera franciscana. Sea verídico o no, lo que sí se sabe es que en 1496, arribado al Puerto de Cádiz, tras su regreso a La Española, pasó a Sevilla vestido con hábito pardo de los franciscanos, llevando consigo varios indios, algunos papagayos y muestras de oro y se alojó en casa de Andrés Bernáldez, Cura de Los Palacios, población cercana a la capital de Andalucía. Tal hecho fue relatado por el historiador en su conocida Historia de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel con las siguientes palabras: “Vino en Castilla en el mes de Junio de 1496 años, vestido de unas ropas de color de hábito de fraile de San Francisco, de la observancia, y en la hechura poco ménos que hábito, é un cordon de San Francisco por devoción” . Al abandonar este mundo, en Valladolid, el 20 de mayo de 1506, también lo hizo exornado con el hábito franciscano.

    De su devoción a la Inmaculada y de su relación con el lulismo, el Doctor Alain Milhou en su obra Colón y su mentalidad mesiánica en el ambiente franciscanista español relata:
    «Devotisimo de Nuestra Señora» era Colón, según Las Casas. Tal devoción se manifiesta primero hacia lo que no era todavia un dogma, pero si una creencia que iba generalizándose, principalmente gracias a la acción de los franciscanos: quiero hablar de la Inmaculada Concepción. No menos de cuatro veces ilustró esta devoción bautizando la geografía del Nuevo Mundo. La primera es la más significativa, dedicando Colón a la Concepción la segunda de las islas descubiertas, inmediatamente después de honrar al Salvador. El 7 de diciembre de 1492, víspera de la fiesta que habia sido extendida a toda la Iglesia, en 1476, por el papa franciscano Sixto IV, confiere el nombre de la Concepción a un puerto de Haiti. Durante su segundo viaje, cuando organizó la explotación aurifera de La Española, entre las fortalezas-factorias que mandó edificar, figuraba el «Fuerte de la Concepción», núcleo de la futura ciudad dominicana.
    En la Baja Edad Media y principios del Renacimiento, se manifiesta una tendencia notable, ya que hemos vislumbrado en Colón, al relacionar entre si los distintos misterios de Maria: concepción, anunciación y asunción-coronación en el cielo. Ya a finales del siglo XIII, Ramón Llull había sentado claramente la correspondencia entre la concepción de la Madre y la del Hijo: era necesario que la morada del redentor fuera inmaculada”.

    En cuanto al misterio de las siglas de la firma que a partir de 1501 el Almirante empezó a usar, Luis Ulloa sostiene que su forma triangular deriva probablemente del lulismo, y que expresa, sin duda, el concepto de la Santísima Trinidad, cuya fiesta el Beato Ramón consideraba “la más alta y la más noble del año”.
    Alain Milhou opina que “no es de extrañar, en ese ambiente saturado de trinitarismo, que Colón haya leído en las tres cumbres de la isla vecina de Venezuela la confirmación de que su empresa iba guiada por la Trinidad.
    Este clima de devoción trinitaria, junto con la afición a la simbólica de las letras de que ya tuvimos la oportunidad de hablar, me hace pensar que las tres S dispuestas en triángulo de las siglas colombinas bien podrían ser un homenaje a la Trinidad. No soy el primero en hacer esta hipótesis, habiendo insistido Ulloa, particularmente, en la relación que puede existir entre esta disposición triangular y los usos de la Kabbala cristiana. Son particularmente interesantes, a este respecto, las citas que hace François Secret de los precursores españoles medievales de esta corriente, los cuales eran conocidos por el esoterismo renacentista.
    En cuanto a los puntos que preceden y siguen a las S en las siglas colombinas, no creo que tengan mayor importancia. Subraya Millares Carlo el carácter común en los siglos XIII, XIV y XV de las siglas entre dos puntos y da ejemplos de .s. que significan «seu», «scilicet» o «supra»; otro paleógrafo, Prou, señala que en la Edad Media las siglas, a menudo entre dos puntos, suelen emplearse para citas de la Escritura, dando un ejemplo de .S. como abreviatura de «sancti»; Capelli, por fin, da el ejemplo de la .S. como «sanctus». Tal costumbre paleográfica se prolongó en la imprenta…
    Habiendo llegado a esta parte de mi demostración, conviene juntar las hipótesis que acabo de proponer de las siglas inferiores y superiores de la firma de Colón:



    Sanctus
    Sanctus...............Ave.................Sanctus
    Xpoforus.............Maria...............Yoannes

    O sea, en la parte superior, la invocación a la Trinidad y la invocación a María, que tanta aceptación tenía en aquella época; en la parte inferior, los tres santos cristiferos de los cuales era particularmente devoto Colón. Pueden ambas partes leerse separadamente, pero se relacionan con la lectura vertical del Ave María: es que María, en la religiosidad de la época, es la medianera por excelencia que tiende a ocupar el sitio de Cristo y también, como vamos a ver a continuación, la que tiene relaciones privilegiadas con la Trinidad. Ocupa María, en este como «retablo paleográfico» de las siglas de Colón, el lugar céntrico, exactamente como en las «cuaternidades» o representaciones del Paraíso de la época tendia a ocupar el lugar de honor”.

    Como devoto cristiano que era, Colón fue una persona de una grandiosa cultura bíblica, adquirida por una lectura de diferentes libros. Con la carta a Juana de la Torre, Ama del Príncipe Juan, de finales de 1500 o con la relación de su cuarto viaje que remitió a los Reyes desde Jamaica, a 7 de julio de 1503, queda probado el gran conocimiento que tenía de ambos Testamentos.

    Con relación a la materia, Alain Milhou describe:
    “Estamos seguros también de que solía rezar leyendo libros de horas que le recordarían los pasajes de los salmos, del Libro de Job o de otros libros bíblicos de que se nutrió cada vez más su prosa. Pero ¿qué libros teológicos o de devoción habría leído? Sería un error asombrarse del derroche de autoridades teológicas que aduce en el Libro de las Profecias; citemos, según el orden en que van apareciendo en ese documento colombino: Santo Tomás de Aquino, Jean Gerson, San Agustín, San Isidoro de Sevilla, Nicolás de Lira, el abad calabrés Joaquín de Fiore, Alfonso de Madrigal (El Tostado), el cardenal d'Ailly, San Gregorio el Magno, San Juan Crisóstomo. Desde luego, parte de esas fuentes proceden de las citas que de aquellos teólogos hacían Pierre d'Ailly y Pío II en las obras que nos consta que había leido Colón; otra parte le fue facilitada por el Padre Gorricio. Pero ¿qué podemos afirmar de otras lecturas posibles de Cristóbal Colón, como el Triumpho de Maria (Zaragoza, 1495) y el Libro del Antichristo (Zaragoza, 1496 y Burgos, 1497) de Martín Martínez de Ampiés, el Floreto de San Francisco (Sevilla, 1492), la Vita Christi de Francesc Eiximenis (Granada, 1496) o la de Ludolfo de Sajonia, traducida en catalán por Joan Roiç de Corella (Valencia, 1495-1500), el Liber de Conceptione Beatae Virginis Mariae de Ramón Llull (Sevilla, 1491), el Officium Beatae Mariae Virginis secundum usum Ecclesiae Romanae (Zaragoza, 1497), para atenernos a obras muy representativas, impresas en España, de la devoción de la época del descubrimiento?”.

    Tras haber comprobado que entre los libros que posiblemente conoció el navegante mallorquín figura una obra de Llull, pasemos a hablar ahora de lo que fueron sus grandes obsesiones. Según él, en el mes de enero de 1492, con la conquista de Granada, se cumple un misterio de la unidad de las Españas, prefiguración de la unificación de todo el orbe bajo las banderas de la Cristiandad.

    El propio Almirante se consideraba portador de Cristo (Christum ferens), como su santo patrón San Cristóbal, y tenía la convicción, también compartida por algunos de sus admiradores, de ser un elegido de Dios, lo que le llevaba a equipararse con modelos bíblicos: los del apóstol, del profeta, de los patriarcas del Antiguo Testamento y del mensajero. Su afición a interpretar los textos proféticos y en especial de la Biblia le hacían sentirse profeta. Como ejemplo de ello cabe citar la revelación que de Dios recibió el 26 de diciembre de 1499. Su hijo Fernando nos lo relata así:
    “El día después de Navidad de 1499, habiéndome dejado todos, fui atacado por los indios y por los malos cristianos, y llegué a tanto extremo que, por huir la muerte, dejándolo todo, me entré en el mar con una carabela pequeña. Entonces me socorrió Nuestro Señor, diciéndome: «Hombre de poca fe, no tengas miedo, yo soy». Y así dispersó mis enemigos, y me mostró cómo podía cumplir mis ofertas. ¡Infeliz pecador, yo que lo hacia depender todo de la esperanza del mundo! ”.
    Tanto el Padre Las Casas como Fernando Colón estaban plenamente convencidos al igual que el propio Almirante, de que había sido escogido por Dios para llevar a cabo tan grande y tan noble empresa. En una hoja suelta de papel de mano del Descubridor, escrita al parecer cuando le trajeron preso a finales de1500, podemos leer:
    “Señores: Ya son XVII años que yo vine a servir estos Prinçipes con la impresa de las Indias. Los ocho fui traido en desputas, y en fin se dio mi aviso por cosa de burla. Yo con amor proseguí en ello, y respondí a Françia y a Inglaterra y a Portugal que para el Rey y la Reina, mis señores, eran esas tierras y señorios. Las promesas non eran pocas ni vanas. Acá me ordenó Nuestro Redemptor el camino, allá he puesto so su Señorio más tierra que non es Africa y Europa y más de mil sieteçientas islas allende la Española, que boja más que toda España. En ellas se crehe que floreçerá la Santa Iglesia grandemente. Del temporal se puede esperar lo que ya diz el bulgo. En siete años hize yo esta conquista por voluntad divina” .

    Para el Almirante, e incluso para otras muchas personas, el Rey Fernando era la figura del campeón de la Cristiandad y, quizás, del Monarca escatológico reconquistador de Jerusalén. En la historia de la salvación del mundo, Cristóbal Colón se asignaba a si mismo un sitio fundamental, pero solamente como colaborador de los Reyes Católicos.

    El pueblo cristiano de finales del siglo XV y principios del XVI tenía la esperanza puesta en que antes del fin del mundo tenía necesariamente que ser predicada la palabra de Cristo en todo el orbe y también necesariamente tenía que ser devuelta Jerusalén a los cristianos. Alejandro VI había llamado a la cruzada general el 1 de junio de 1500 y el 24 de diciembre la armada hispano-veneciana, bajo las órdenes del Gran Capitán, derrotaba al turco en Cefalonia.

    Al regreso de su tercer viaje, el Almirante se encontró con ese ambiente de cruzada y, tras haber sido recibido por los Monarcas en Granada, se pasaba las horas del día y parte de la vigilia estudiando la manera de conquistar los Santos Lugares. Su imaginación activa y nunca satisfecha le llevó a empezar a escribir en 1501 su famoso Libro de las Profecías , dedicado, según reza el título completo de la obra, a la “materia de la recuperación de la Ciudad Santa y del Monte Sión de Dios, y del descubrimiento y de la conversión de las islas de la India y de todas las gentes y naciones” .

    En los intervalos de sus ocupaciones, buscaba en las profecías de las Santas Escrituras, en los escritos de los Santos Padres y en otros libros sagrados y especulativos portentos y revelaciones místicas que pudiesen construirse como anuncios del descubrimiento del Nuevo Mundo, de la conversión de los gentiles y del rescate del Santo Sepulcro: tres grandes sucesos que él suponía que estaban predestinados a sucederse rápidamente. Estos pasajes los arregló y ordenó con la ayuda del Padre Gorricio, que le proporcionó gran parte del material teológico para su composición. Lo enriqueció con poesías y formó con ellos uno tomo manuscrito que entregó a los Reyes.

    Washington Irving en su obra Vida y viajes de Cristóbal Colón refiere que el Almirante preparó al mismo tiempo una larga carta, “escrita con su acostumbrado fervor de espíritu y sencillez de corazón. Es una de aquellas composiciones singulares que manifiestan la parte visionaria de su carácter, y la mística lectura con que acostumbraba nutrir su imaginación".
    En esta carta pedía a sus majestades permiso para formar una cruzada, que librase a Jerusalen del poder de los falsos creyentes. Les suplicaba no desechasen su consejo como extravagante e impracticable, ni escuchasen el descrédito con que otros podrían tratarlo, recordándoles que su gran plan de descubrimientos había primitivamente recibido un desprecio universal. Confesaba estar persuadido de que desde la infancia le había escogido el cielo para aquellos dos grandes designios: el descubrimiento del Nuevo Mundo y el rescate del Santo Sepulcro. Para esto, en sus tiernos años, le había guiado un impulso divino a abrazar la profesion marítima, modo de vida, dice, que inclina al hombre a investigar los misterios de la naturaleza; y Dios le había dotado de un ánimo curioso para leer toda especie de crónicas y obras de filosofía. Al meditar en ellas, el Todopoderoso había abierto su razón con palpable mano para descubrir la navegación de las Indias y le había infundido ardor bastante para entrar en tan grande empresa. «Animado por este celo» , añade, «vine á vuestras majestades: todos los que oyeron mi proyecto se mofaron de él; todas las ciencias que sabía no me aprovecharon de nada; siete años pasé en vuestra córte real disputando el caso con personas de mucha autoridad y doctas en las artes, y al fin decidieron que todo era vano. Solo en vuestras majestades hubo fé y constancia. ¿Quién dudará que vino aquella luz de las Santas Escrituras, iluminando á vuestras majestades y á mi con rayos de maravilloso lustre?» .
    En esta misma misiva, Cristóbal Colón añade: “Ya dise que para la hesecuçión de la ínpresa de las Indias no me aprovechó rasón ni matemática ni mapamundos; llenamente se cunplió lo que diso Isaias. Y esto es lo que deseo de escrevir aquí por le redusir a Vuestras Altezas a memoria, y porque se alegren del otro que yo le diré de Jherusalen por las mesmas autoridades, de la cual inpresa, si fee ay, tengan por muy cierto la vitoria” .

    Después de haber reunido las profecías y otros textos de libros santos, escribió a los Reyes para instarles a que tomasen parte en su empresa. Su argumento se cimentaba en que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento presagian el fin del Mundo. Así mismo, San Agustín y otros autores declaran que ha de venir en su séptimo milenario. Tomando como base la cuenta hecha por Alfonso el Sabio, el Almirante cree que en 1501, año en que escribe, el Mundo tiene 6.845 años de edad, de donde se desprende que sólo le quedaban de vida 155, y quería que la Reina Isabel hubiera salvado a Jerusalén de las pisadas prófanas antes del Juicio Final.
    Pero al fin, llegado febrero de 1502, y después de todo este esfuerzo, cambió de planes; y así fue cómo el navegante mallorquín va autodesignado portador de Cristo (Christum ferens), escribió al Papa Alejandro VI una relación de sus viajes, relacionado con La Española la tierra de Ophir y anunciándole que en nombre de la Santísima Trinidad emprendería su cuarto viaje, con el “fin –decia- de gastar lo que d'ella (de la empresa) se oviese en presidio de la Casa Sancta a la Sancta Iglesia” .
    Gabriel Verd
    Secretario General de la Asociación Cultural Cristóbal Colón


    34.- ¿Dónde están los restos del Descubridor de América? Sevilla y Santo Domingo dicen que custodian los restos de Cristóbal Colón.


    Desde que el día 10 de septiembre de 1877 en que aparecieron en la catedral de Santo Domingo (República Dominicana) unos restos óseos en una caja de plomo con una inscripción que rezaba como perteneciente a Cristóbal Colón, descubridor del nuevo mundo, se ha producido un largo contencioso histórico-científico entre dicho país caribeño y España; contencioso que surgió, por parte española, a raíz del informe evacuado en 1879 por la Real Academia de Historia en España a través de su numerario don Manuel Colmeiro, que abrió la polémica. Sobre si los restos del glorioso almirante de las Indias están en Santo Domingo o pertenecen a Sevilla es cosa que aún no se ha dictaminado científicamente conjuntando estudios e investigaciones. Éste y el próximo artículo se deben a una de las más preclaras plumas de la historia dominicana, Pedro Troncoso Sánchez, miembro de número de las Academias Dominicanas de la Historia, de la Lengua y de Ciencias, y en ellos se trata de esclarecer el tema con pormenores documentales de parte dominicana.

    ESTÁ COMPROMETIDO EL HONOR DOMINICANO
    Pedro Troncoso Sánchez

    S orprende saber que la tumba de Cristóbal Colón no estuvo identificada por una señal exterior, en el presbiterio de la catedral de Santo Domingo, desde cuando fueron colocados allí por María de Toledo en 1544 hasta después de su hallazgo en 1877. Es difícil explicar en estos tiempos tan rara circunstancia. ¡Los restos del glorioso héroe completador de la geografía enterrados en esa forma anónima, como los del más humilde de los mortales!

    Es una historia muy larga de contar. El sólo recordar las ingratitudes y amarguras que sufrieron en vida, después del descubrimiento, el genial navegante y su familia, basta para imaginar las contrariedades que también se opusieron el decoroso descanso de sus despojos.

    Tras larga y enojosa litis y entre dificultades sin cuento, se logró que Carlos V expidiera una cédula real, fechada el 2 de junio de 1537, por la cual concedía a los descendientes de Colón la capilla mayor de la catedral de Santo Domingo para que fuera el sepulcro del primer almirante y sus sucesores. Pero tan decepcionada quedó María de Toledo por causa de los obstáculos que se le opusieron cuando trajo a este país los restos de su suegro y también los de su esposo para ser allí inhumados que, contra el parecer de Fernando Colón, se obstinó en que la tumba no llevara encima busto ni lápida identificadora.

    Esta omisión, unida a la rápida despoblación y decadencia del país en la misma época, con su secuela de ignorancia y alienación, dio lugar a que casi cayera en olvido por más de un siglo la ilustre sepultura. Que se sepa, un solo documento posterior a 1544, en el siglo XVI, hace referencia a la tumba de Colón. Es una Relación de cosas de La Española , escrita por el arzobispo Alonso de Fuenmayor a cinco años de la inhumación. En este documento se dice que "la sepoltura del Gran Almirante don Cristoval Colón, donde están sus huesos, era (en 1549) muy venerada e respetada en aquella Iglesia Catedra" .

    Es increíble. A mediados del siglo XVII no se sabía con exactitud el lugar del presbiterio en que estaban. Que si en la parte baja; que si en la alta. Así lo dejó consignado en 1650 el cronista Jerónimo de Alcocer. Según lo explica Fray Cipriano de Utrera en su obra sobre el tema, el dato de que en 1655 el arzobispo Francisco Pío de Guadalupe y Téllez, por temor de una profanación de parte de los invasores ingleses, mandara a cubrir "la sepoltura del Almirante Viejo" sólo puede referirse a los escudos pintados en las paredes de la capilla mayor, no guardaban relación con sepulcro alguno.
    " Corre el mes de noviembre de 1664", dice el padre Cipriano " ... Se ha rebajado por un igual todo el piso del presbiterio y han aparecido cuatro restos morales de los ascendientes del duque de Veragua habían sido otrora inhumados allí. Ninguno de los que concurren a ver el acontecimiento, ninguno a quien se consulta, puede decir más, sino que sabiendo que en la capilla mayor están sepultados los ascendientes del duque, y entre ellos Cristóbal Colón, habían ignorado hasta aquel momento que los huesos del primer almirante estuviesen en el sitio en que habían aparecido" .

    Testimonios y dictámenes

    El acucioso fraile historiador se apoya en el testimonio escrito dejado por el arzobispo Francisco Cueva y Maldonado en 1667, en lo declarado en el Sínodo de 1683 y en lo visto con los ojos en 1795 y en 1877 para sostener que en 1664 los restos de Colón, al ser encontrados, fueron pasados de la ya deteriorada urna en que vinieron de España a una nueva urna "más decente" . Ésta quedó debidamente identificada con inscripciones grabadas en el mismo envase y en una plaquita de plata adherida a ella, pero ninguna estela exterior fue colocada.

    Las inscripciones fueron examinadas a raíz del hallazgo de 1877 por los paleólogos italianos Andrea Gloria, Cesare Paolo e Isidoro Garini, quienes comprobaron que "las inscripciones de la caja de plomo y las de la plaquita de plata son del siglo XVII, y de su segunda mitad" .
    Este dictamen coincidió con la conjetura hecha por Emiliano Tejera de que en alguna época habían sido pasados los huesos de Colón de su recipiente original a uno nuevo, por haber visto en el hoyo residuos de una urna más antigua y mostrar la cajita la inscripción "D(escubridor) de la A(mérica)" , que lucía anacrónica.

    Esta hipótesis de don Emiliano quedó más tarde convertida en certidumbre, documentalmente respaldada cuando en 1892 se publicó en España el libro de la duquesa de Alba, obra en la cual se transcribe la carta del arzobispo Cueva y Maldonado, de 1667, en que da cuenta del hallazgo de los restos de Colón y de haberse repuesto en su fosa "en forma más decente" .

    La importancia de toda esta sustanciación del asunto radica no solamente en que conduce a establecer la verdad en cuanto concierne a la tumba de Colón, sino en que echa por tierra la grave sospecha formulada en 1879 por la Real Academia Española de Historia en perjuicio de los honorables dominicanos que intervinieron en la verificación efectuada en 1877, ya que aquella injusta acusación se funda, esencialmente en que las inscripciones encontradas no pudieron haber sido puestas en el siglo XVI.

    Excavaciones posteriores

    Cuando a mediados de 1795 se supo que, por virtud del tratado de paz firmado en Basilea (Suiza) entre España y Francia, la parte oriental de la isla pasaba a ser posesión francesa, algunos pensaron que los restos de Colón debían ser trasladados a tierra española. Poco antes, en 1783, tres canónigos del Cabildo de Santo Domingo habían asegurado por escrito, en términos imprecisos, que esos restos estaban enterrados a la derecha del altar mayor de la catedral de Santo Domingo. El arzobispo Portillo y Torres y el comandante Aristizábal, guiados por este testimonio, ordenaron hoyar en el lugar y dieron con una urna sin inscripciones. Ahí están, sin duda, los despojos del descubridor, se dijeron, y no se continuó la excavación. Muchas veces ha ocurrido, como en este caso, que la fuerza de un deseo ha cerrado el paso a la búsqueda de la verdad. El escribano que dio fe del hecho no se atrevió a decir en su acta que se trataba de los restos de Colón. Prudentemente se limitó a declarar que eran los "de algún difunto" . Era una época en que no había la conciencia arqueológica que hoy hay en los círculos cultos. No se conocían entonces las reglas del arte de excavar, con sus técnicas y sus cautelas. Por eso se equivocaron el arzobispo y el comandante y fueron los huesos de otro Colón los llevados a La Habana.

    Se vino a descubrir esta equivocación en 1877, cuando en ocasión de reparaciones en el piso del presbiterio del templo fueron hallados, sin buscarlos, los restos que ochenta y dos años antes habían sido infructuosamente buscados. Estaba la sepultura de Colón a apenas dieciséis centímetros de distancia, entre el hoyo practicado en 1795 y la pared norte del presbiterio. Por la razón antes referida, la urna hallada era más nueva que la sacada en 1795 y ostentaba el nombre y el titulo del difunto.

    Un testigo presencial, el joven sacristán mayor de la catedral, Jesús María Troncoso, dejó su testimonio por escrito. Primero relata la forma casual en que en abril del mismo año fue descubierta la hasta entonces ignorada tumba del primer duque de Veragua, don Luis Colón de Toledo, nieto del descubridor. Personas representativas verificaron el hecho, pero, dice Troncoso, "ninguno opinaba pudiera estar Cristóbal Colón en el mencionado presbiterio" . No podían pensarlo, puesto que se tenía por verdadero que esos restos habían sido Ilevados a Cuba. También dice: "Recuerdo que don Luis Cambiaso dijo que el general Luperón pidió una vez que los restos del descubridor los devolviera España, pues era aquí donde pertenecían estar, según la expresa voluntad de don Cristóbal" .

    Se siguió excavando, pero sólo porque "era buena la ocasión para averiguar si se podían conseguir, como los de don Luis Colón, otros despojos históricos, pues, como ya sabíamos, había sido allí enterrada doña María de Toledo, la virreina" .

    La excavación continuó los días 8 y 9 de septiembre y se encontraron los despojos de Juan Sánchez Ramírez y "los de un párvulo que se podía ver eran de siglos atrás" . "Siguiendo a la única parte que no se había excavado –agrega– se descubrió un hoyo, al que, aplicando una barreta, ésta se introdujo" . Suponiendo que podía tratarse de un enterramiento de importancia histórica, el sacristán ordenó la suspensión del trabajo y dio aviso al padre Billini y al obispo Rocco Cochía. El primero llamó al ministro de lo Interior, general Marcos Cabral, y al señor Cambiaso. En su presencia y la de otras personas "se quitó una piedra entera y se vio perfectamente una bóveda en la que estaba colocada una caja de plomo en dos ladrillos gruesos. Esta fue sacada por Pablito Hernández y yo. Se colocó sobre la mesa del altar y, quitado el polvo que contenía, se pudo leer: Illtre. y Esdo. Varon Dn. Cristoval Colón D. de la A. Per Ate ." Era el 10 de septiembre de 1877.

    España no ha reconocido oficialmente este hecho. La Real Academia Española de la Historia lo ha creído una superchería. Antes de cumplirse los quinientos años del Descubrimiento de América, debe brillar la verdad sobre los restos de Colón y quedar limpia la República Dominicana de la injusta acusación de fraude lanzada entonces contra ella y mantenida todavía.

    Pedro Troncoso Sánchez
    Historiador dominicano y miembro de número de las Academias Dominicanas de la Historia, de la Lengua y de Ciencias.
    Ya –3 de Enero de 1985– Madrid


    35.- Los judíos y la cartografía mallorquina.


    El Rey Jaime I conquistó Mallorca en 1229. Una de las particularidades de su reinado en estas tierras fue el respeto a la colectividad judía, residente ya desde siglos atrás en la isla mayor de las Baleares. Esta comunidad étnica-religiosa se vio acrecida con otros segmentos que emigraron aquí procedentes del Languedoc, principalmente de Perpiñán y Montpeller. Llevaban apellidos muy conocidos, como Cresques, Massana, Bonet, Nabot y otros. Se puede llegar a afirmar que los Reyes de Mallorca tuvieron una política de protección a esta colectividad, en la que predominaba un espíritu mercantil y ahorrativo que los transformó en prestamistas de dinero, que sirvió para el desarrollo de diversas actividades en las islas. Los judíos manejaban distintos idiomas y contactos internacionales al provenir de diferentes lugares de Europa y Africa del Norte.

    Los judíos, tanto en las ciudades islámicas como en las cristianas, se concentraban en sus propios barrios, generalmente aislados por una cerca y cuyas puertas cerraban todas las noches. A lo largo del tiempo, estos barrios han sido conocidos con diferentes nombres: ghetos, aljamas... y, en los países de habla catalana, calls. En Provenzal, al barrio se le llamaba la "Jutharía", de donde deriva la palabra mallorquina "xuetería".

    En 1229 el barrio judío de Medina Mayurca (Palma de Mallorca) se hallaba situado en el lugar más privilegiado de la ciudad, junto a la actual calle de Santo Domingo. Con posterioridad, se constituyeron otros dos barrios judíos: uno junto a la iglesia de Santa Eulalia y otro cerca de lo que es hoy calle Apuntadores. A finales del siglo XIII, el Rey Jaime II de Mallorca creó el Call Mayor, que se encontraba emplazado entre los conventos de Santa Clara y de San Francisco. La sinagoga mayor se construyó en el emplazamiento que en la actualidad ocupa la iglesia de Montesión.

    Los judíos mallorquines desempeñaron una labor muy importante en la baja Edad Media. Si bien ellos no eran propiamente navegantes, la dispersión geográfica de sus asentamientos y la actividad comercial a la que se dedicaban los llevó a viajar constantemente. El hecho de que estuvieran afincados en diferentes regiones geográficas, unido al incesante intercambio comercial que mantenían entre los mismos y también con árabes y cristianos, les permitió conocer ampliamente la geografía mediterránea, en especial sus puertos.

    De estos judíos, como eran además buenos cosmógrafos, surgieron inventores de aparatos para conocer la situación de las naves por la posición de los astros cuando se encontraban lejos de las costas. También dibujaban representaciones gráficas que les permitían conocer el rumbo a tomar para dirigirse de un puerto a otro. Estos instrumentos eran los ya descritos astrolabios y las cartas de navegar o "portulanos".

    Para el año 1391, el barrio judío, que, como hemos visto, se llamaba Call, fue atacado furiosamente por un grupo de cristianos amotinados. En este vandálico asalto se estima que más de trescientos judíos fueron asesinados. De los supervivientes, algunos lograron escaparse y otros, para salvar sus vidas, se convirtieron al cristianismo. Entre estos últimos se encontraba el ya famoso cartógrafo mallorquín Jafuda Cresques, que adoptó el nombre de Jaume Ribes. Es opinión generalizada que fueron cartógrafos, probablemente conversos, Oliva, Rosell, Prunes, Soler, Martínez, Colom, etc.

    En cuanto a los judíos conversos que tomaron el nombre de Colom, se establecieron después en Flandes.

    Tales hechos habrían sido los que llevaron a algunos historiadores a pensar que Cristóbal Colón era un judío converso. La actitud profundamente cristiana que llevó en vida el Gran Almirante, sin impostura de naturaleza alguna nos lleva a afirmar el carácter verdadero de su fe católica.

    Con certeza, como bien lo describe Francisco de Borja Moll en su libro Els Llinatges Catalans , el apellido Colom es de origen catalán y lleva el nombre de un pájaro, que procede de la palabra latina, "columbus".

    Este apellido, después de haber sido conquistada la isla por el Rey Jaime I, se extendió y sigue siendo, como entonces, un apellido muy frecuente.

    De los talleres de los judíos mallorquines salieron las más antiguas cartas náuticas que se conservan en la actualidad y datan de la tercera década del siglo XIV. A mediados de ese siglo, Mallorca era de hecho el primer productor de estas cartas en el Mediterráneo, actividad unida inseparablemente a la industria que producía instrumentos náuticos de precisión, como brújulas y astrolabios.

    Las cartas náuticas mallorquinas son un instrumento de navegación, pero, al mismo tiempo, una representación de la geografía física, política, orográfica e hidrográfica, abarcando también fauna y flora. En ella se señalan, simultáneamente, ciudades, montañas y costumbres, con ilustraciones gráficas. Están dotadas de un grado de perfección elevado que las distingue por su elevada utilidad. Los navegantes las usaron durante muchos años y se sirvieron de estos portulanos mucho más allá del primer período de los grandes descubrimientos geográficos.

    Se tiene noticia de que en Jerusalén, allá por el siglo XIII, fueron grafiados algunos mapas, de los cuales tengo constancia de dos en concreto: el primero de ellos lo fue en 1235 por Gervasi de Tilbury y fue destruido al igual que otros históricos documentos culturales durante la Segunda Guerra Mundial; el otro fue realizado por Richard Haldingham y de Lafford. Se puede llegar a afirmar que ambos mapas no tuvieron una influencia tan notoria como las que redactaron los cartógrafos mallorquines.

    En el British Museum de Londres se conserva en la actualidad la más antigua carta náutica que se conoce producida por la escuela de Mallorca. Este anónimo portulano viene registrado con la sigla Add.Ms. 25691. El alemán Heinrich Winter, en su obra Das Katalanische Problem in der aelteren Kartographie (1940) lo data de 1327 a 1330. En cambio, la primera carta náutica firmada de la que se tiene noticia en Mallorca es la suscrita por Angelino Dulcert en 1339. En ella están reseñadas las características típicas más relevantes de la escuela mallorquina y se conserva actualmente en la Biblioteca Nacional de París. Los nombres geográficos de Mallorca registrados en esta carta de Dulcert, son: Maiorca, Solari, Formentor, C.de Salinas, Menacor, Alcudia, P.Columbo, P.Petro. Estas nominaciones se identifican realmente con facilidad, cuestión que no solía ser frecuente dos o tres siglos después.

    A estas dos cartas náuticas, las más antiguas de la cartografía mallorquina, sucedieron otras de incalculable valor que durante los dos siglos posteriores fueron realizadas por diferentes cartógrafos mallorquines.

    En el Archivo de la Corona de Aragón se conserva actualmente otra carta anónima del siglo XIV y en ella podemos encontrar la siguiente toponimia: Maiorca, Premotor, Colombo, Petro, Menacar, Pera, Soyari, Paromera y Alcudia. Después de haber hecho referencia a esa toponimia considero oportuno puntualizar, que para nombrar el puerto que actualmente se conoce como Porto Colom, se utilizó entonces la palabra "Colombo".
    De ello se puede inferir que esta palabra, típicamente italiana en el siglo XIV y XV, se utilizaba también en Mallorca. En las cartas náuticas de estos dos últimos siglos (XIV y XV) Porto Colom se encontraba registrado también de las siguientes formas P.Columbo, Portocolubo, Porto Colom, Porto Colombi y Port Colomb.

    En el siglo XIV, el cartógrafo Abraham Cresques, relojero y constructor de brújulas al igual que otros instrumentos de navegación, recibió el encargo de Don Pedro IV el Ceremonioso, entonces Rey de Aragón y Cataluña, de confeccionar un gran mapa en el que se incluyesen todas las partes del mundo, para obsequiar al Infante que después sería el Rey Carlos VI de Francia.
    Abraham Cresques llevó a cabo la tarea con la ayuda de su hijo Jafuda. Los cartógrafos Cresques vivían para entonces en una casa que estaba situada junto a la cerca del Call (barrio judío). Esta casa pasaría a ser el antiguo colegio la "Sapiencia" que se encuentra aún hoy en la plaza de San Jerónimo, junto a la calle Seminario.
    Allí fue probablemente donde se dibujó el famoso Atlas, el más importante de todos los mapas de la Escuela Mallorquina y al que por su magnitud y composición se le denominó mapamundi. Fue por el año 1375 en que Abraham Cresques y su hijo Jafuda dibujaron en seis hojas de 65 cm de alto el mundo hasta entonces conocido: Europa, África y Asia. Desde el Meridiano de Canarias hasta el mar de la China y desde el Trópico de Cáncer, aproximadamente, hasta el paralelo 60N. Completaron su trabajo con textos explicativos en catalán.
    En este Atlas se encuentran representados los antiguos dominios mongólicos sin interrupción: desde el Mar Caspio, señalado con bastante exactitud al modo portulano, hasta las costas de Catay. Estas costas chinas presentan una forma muy aproximada a la actual y figuran señalizados los puertos más importantes. Hacia el interior, se presentan correctamente situadas las principales divisiones del imperio mongol. También figura allí la capital del imperio del Gran Khan, o sea, Cambaluc (Pekín o Beijing actualmente), con otros datos que Marco Polo no había revelado.
    En una leyenda de esa época se hace referencia a unas islas asiáticas donde se describe lo siguiente: "En estas islas nacen muy buenos halcones, a los cuales los habitantes no pueden coger, ya que son para uso exclusivo del Gran Can, Emperador de Catayo".
    La primera vez que fue introducida la rosa de los vientos en una carta náutica fue precisamente en el Atlas de los Cresques. En él, la rosa de los vientos tenía por objeto determinar la dirección de los mismos, lo que permitía trasladarlos a cada punto de la carta de navegar, señalando el rumbo.
    El Atlas también aporta muchas notas astronómicas. Como se puede observar, esta obra maestra de los Cresques es realmente importante.
    El original del Atlas denominado catalán, pero en realidad mallorquín, se conserva en la Biblioteca Nacional de París y un facsímil del mismo se puede examinar en la sala Ramón Llull del Museo Marítimo, Reales Atarazanas de Barcelona.

    En 1394, Jafuda Cresques se trasladó a Barcelona, donde dibujó varios mapas y ,en 1412, ya conocido también con el nombre de "Maestro Jacome de Mallorca", fue llamado por el Infante Enrique el Navegante de Portugal para confiarle la dirección de un taller cartográfico que se iba a fundar en Sagres. Esta escuela portuguesa desempeñaría con el tiempo una labor muy importante y de gran utilidad para los exploradores y navegantes lusos de aquella época.
    Así, pues, es posible que fuera Jaume Ribes o Jacome de Mallorca el que informara a los portugueses de la existencia de las islas Azores, antes de su descubrimiento oficial.

    Más adelante, durante los siglos XV y XVI, los cartógrafos mallorquines confeccionaron numerosísimas cartas náuticas, existentes en la actualidad y que figuran con las siguientes inscripciones: "in civitate maioricarum", "in Maylorcha", "maioricensis", "maiorquino", "mallorquin" etc, etc.

    Maciá de Viladestes fue un cartógrafo excepcional y de él se conocen cuatro cartas náuticas, existentes en la Biblioteca Nacional de París (1413), en la Laurenziana de Firenze (1423), en el Monasterio de San Miguel de los Reyes y en la Cartuja de Segorbe.

    Gabriel de Valseca es autor de varias cartas náuticas, tres de ellas conservadas en la Biblioteca Nacional de París (1447), una en el Archivio di Stato de Florencia (1449) y otra en el Museo Marítimo, Reales Atarazanas de Barcelona (1439). De esta última carta se hizo una única reproducción para que figurase en la Exposición Artístico Científica y Retrospectiva del IV Centenario del Descubrimiento del Nuevo Mundo. Después, esta misma reproducción pasó en definitiva propiedad al Museo Naval de Madrid, donde ahora se conserva.
    Junto a esta carta-reproducción hay una descripción que dice: "Facsimile de la carta general de tierra y mares que hizo el cartógrafo mallorquín Gabriel de Valseca en (1439). El original pertenece al Exmo. Sr. Conde de Montenegro". Esta carta náutica está fechada en Palma de Mallorca, a 30 de Abril de 1892.
    La carta general original que depositada en la sala Ramón Llull, del Museo Marítimo, Reales Atarazanas de Barcelona, es la más antigua de las datadas que se conserva en España, de la cartografía mallorquina. Este Portulano del Mediterráneo, de Gabriel de Valseca, figuró en la Biblioteca de los Condes de Montenegro, de Palma de Mallorca, hasta 1917. Posteriormente pasó al Institut d'Estudis Catalans y después a la Biblioteca de Cataluña. De aquí, como depósito, al Museo Marítimo, Reales Atarazanas de Barcelona.
    En 1869 fueron a visitar al Conde de Montenegro Frederic Chopin y Armandina Aurora Lucie Dupin, más conocida por su seudónimo de George Sand. En tal ocasión el Conde mostró a sus ilustres visitantes esta importante carta en la que, por cierto y para evitar que se enrollara, un criado del Conde colocó un tintero sobre uno de sus extremos, con tal mala fortuna que el tintero se volcó y la tinta ocasionó daños irreparables a la misma.
    Esta carta náutica fue la que utilizó Américo Vespucio para realizar el viaje al nuevo Continente en 1499, en ocasión de participar en la expedición de Alonso de Ojeda. Al dorso hay una anotación que dice: "Questa ampia pella di geographia fue pagata da Amerigo Vespucci- LXXX ducati di oro di marco". Como se podrá observar, he aquí una prueba fehaciente de que Américo Vespucio se valió de una carta náutica mallorquina para viajar al Nuevo Mundo. Probablemente, Vespucio la pudo haber adquirido en Florencia, pues como hemos visto precedentemente, un portulano del mismo cartógrafo (1449) se conserva en el Archivio di Stato de dicha ciudad.
    Estas cartas náuticas seguramente llegaron a Florencia durante el reinado de Don Alfonso V el Magnánimo, Rey de Aragón.
    En el Portulano del Mediterráneo de Gabriel de Valseca se puede apreciar el Mar Negro, Mar de Azof, Golfo Pérsico y el Atlántico, desde Noruega a Río de Oro, con las islas Británicas, Madeira y Canarias, así como las imaginarias de Till, Brasil y Man. Esta verdadera joya de la cartografía mallorquina fue dibujada sobre pergamino en 1439.

    Es una verdadera ironía de la historia que, de todas las principales cartas náuticas realizadas en Mallorca, ninguna haya quedado aquí, en la isla.
    Gracias al celo y precaución de algunos estudiosos mallorquines, actualmente se conservan algunos ejemplares en la Biblioteca Bartolomé March, de Palma. Las obras de la cartografía mallorquina están repartidas en museos, universidades, bibliotecas públicas y privadas de París, Londres, Viena, Oxford, Cambridge, Roma, Florencia, Génova, Milán, Estocolmo, Laussanne, Nueva York, Chicago, Washington, Helsinki, Le Havre, Dijón, Birmingham, Greenwich, Constantinopla (Estambul) etc.
    Resulta difícil explicar el hecho de que las cartas náuticas que hicieron los cartógrafos mallorquines, ahora se encuentran repartidas por tantos lugares diferentes y que prácticamente ninguna de ellas haya quedado en la isla donde fueran redactadas.

    Desde la mitad del siglo XV y hasta mediados del siglo XVII, los cartógrafos mallorquines más conocidos fueron los siguientes:
    Rosell, con nueve obras repartidas por Chicago, Nuremberg, Londres, Florencia y Nueva York que datan a partir de 1462.
    Jaime Beltrán, con tres obras (1456-1482-1489) distribuidas entre Greenwich y Florencia.
    Arnau Domenech, con dos obras (1484-1486), la primera de las cuales se conserva en Washington y la segunda en Greenwich.
    Bartolomé Olives, con una obra (1538) que se conserva en el Museo Marítimo de Barcelona.
    Joan Martínez, con una obra realizada en Marsella (1556-1591), que se conserva en el Museo Marítimo de Barcelona.
    Francisco Oliva, con una obra realizada en Marsella (1658), que se conserva al igual que la anterior en el Museo Marítimo de Barcelona.
    Joan Oliva, con un atlas náutico diseñado en Mesina (1592), que se conserva en el Museo Marítimo de Barcelona.

    Como se habrá podido observar, existieron algunos cartógrafos mallorquines que dibujaron cartas de navegar fuera de Mallorca. La justificación de esto sería que, durante los siglos XVI y XVII, realizaron otras tareas en lugares dispares como Mesina, Nápoles, Palermo o Marsella.
    Como colofón de este asunto, o realidad incontrastable, resaltamos la abundante producción cartográfica, elaborada por especialistas mallorquines mucho antes de que se descubriera el Nuevo Mundo y que el más conspicuo de los navegantes, el italiano Américo, acompañante de Alonso de Ojeda, usara para sus singladuras el mapa del mallorquín Valseca, dibujado "antes" del Descubrimiento. Tal hecho, por sí solo, debiera constituir serio motivo de meditación para aquellos que niegan el pan y la sal a la teoría del Colón mallorquín.

    Del contenido de este artículo se infiere, sin lugar a dudas, que Mallorca, por lo menos desde mediados del siglo XII, se convirtió en un centro de saberes náuticos que abarcaba el mundo conocido, centro y fuente que proveía de "portulanos" a los navegantes que llevaban sus barcos hasta los rincones más ignotos. Un Colón o un Américo sin las cartas de navegar mallorquinas serían inconcebibles. Ello debe constituir, también, otro extremo de seria meditación.


    Gabriel Verd
    Secretario de la Asociación Cultural Cristóbal Colón




    36.- El faro a Colón.


    Origen e historia

    La idea de erigir en tierra dominicana un monumento con las características de un faro a la memoria del Gran Almirante don Cristóbal Colón surgió del ilustre escritor dominicano don Antonio del Monte y Tejada, quien así lo expresa en su conocida obra Historia de Santo Domingo, publicada en La Habana, Cuba, en 1852.

    En 1914 el norteamericano William Ellis Pulliam promueve en la prensa de su país una propaganda en favor de la erección de un monumental faro en las costas de Santo Domingo, República Dominicana, primera ciudad europea en el Nuevo Mundo.

    En 1923, con la Quinta Conferencia Internacional Americana celebrada en Santiago de Chile, la idea adquiere carácter universal, al decretar que el monumento fuera construido “con la cooperación de todos los gobiernos y pueblos de América, así como con la cooperación de todas las naciones de la tierra”.

    Para esos fines, se designó en 1927 una comisión especial que llevaría a cabo el proyecto en dos etapas: en la primera, en 1929, un jurado internacional se reunió en Madrid para estudiar 455 proyectos provenientes de 48 países, otorgando diez menciones honoríficas, entres las que, en la segunda etapa, en 1931, se escogió el proyecto ganador presentado por el jóven arquitecto inglés Joseph Lea Gleave. Una impresionante exposición se presentó en Madrid con todos los proyectos, que comprendían más de 2300 dibujos; la exposición posteriormente fue trasladada a la ciudad de Roma.

    Finalmente, el 6 de octubre de 1992, dentro de la culminación de los festejos conmemorativos del Quinto Centenario del Descubrimiento y Evangelización de América, la República Dominicana entregó al mundo el monumento Faro a Colón, en cumplimiento del compromiso contraído por el mundo moderno con el hombre que quinientos años antes había completado la redondez de la tierra. Ese día, fueron trasladados los restos de Colón desde la Catedral Primada de América, donde habían descansado desde el 1544, hasta el Mausoleo levantado en el crucero del monumento.

    El 11 de octubre, su Santidad Juan Pablo II ofició una Misa en la explanada Este del Faro, durante la cual fue llevado a los altares el misionero agustino Exequiel Moreno, en la primera canonización celebrada por la Iglesia Católica en América.
    El Faro a Colón fue abierto al público el 16 de octubre de 1992.

    El Monumento

    El secretario de la Asociación Cultural Cristóbal Colón, Gabriel Verd, frente al Faro a Colón.


    El Faro a Colón se desarrolla con una exactitud, sencillez y fuerza dignas de los grandes monumentos de la época. La idea es simbólica, pero no hasta el punto en que el simbolismo interfiera con la simple belleza de la obra arquitectónica. Según el mismo Gleave, “la forma del edificio expresa la inspiración que la motivó, en arquitectura abstracta. Igual que las pirámides y otros grandes monumentos a través de los siglos, éste no tiene un carácter arquitectónico estilizado, sino que pertenece a todos los tiempos”.

    Con una longitud de 210 metros orientados Este-Oeste, 60 metros en sus brazos de Norte a Sur y una altura de 31 metros, el monumento es una enorme masa de hormigón y mármol que, vista desde el aire, se va convirtiendo en una gran cruz yacente, rasgo digno del inmutable valor y de la fe del Gran Descubridor Cristóbal Colón, a quien conmemora: “Pongan cruces en todos los caminos y senderos para que Dios bendiga esta tierra que pertenece a los cristianos; el recuerdo de esto debe conservarse a través de los tiempos”.

    El Faro a Colón ofrece un impresionante espectáculo nocturno cuando los rayos verticales de luz, emanados de las 157 luminarias colocadas a lo largo del monumento, reflejan la Gran Cruz en el cielo, que se divisa muchos kilómetros a la redonda. En la entrada principal del monumento, los colores de las banderas de todos los países americanos simbolizan la hermandad entre naciones y la unión de las diferentes razas, culturas y credos que pueblan la Tierra.

    El Mausoleo

    En ocasión del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América y a raíz del sorpresivo hallazgo, en 1877, en una cripta debajo del altar mayor de la Catedral de Santo Domingo, de una urna de plomo con la inscripción en su interior que lee: “Ilustre y Esclarecido Varón don Cristóbal Colón” , cuyos restos se suponían en España, se dispuso la erección de un mausoleo digno de albergar las cenizas del Descubridor. En el concurso participaron trece artistas de tres países de Europa, resultando ganador el proyecto presentado por los catalanes, el escultor Pedro Carbonell y el arquitecto Fernando Romeu. El mausoleo fue levantado, en piezas separadas, en la nave central de la Catedral, frente a la puerta mayor del templo.

    En 1990 se inició el traslado del Mausoleo, pieza por pieza, desde la Catedral hasta el faro a Colón, donde quedó erigido para acoger para siempre las cenizas del Gran Almirante.

    La obra, de estilo gótico, de 9 metros de altura sobre una base rectangular de 7 por 8 metros, consiste de 280 piezas en mármol de Carrara, algunas de hasta 3.000 kilos de peso y ornamentos en bronce. La acción conjunta de sus columnas, arcos y contrafuertes le dan estabilidad a la estructura. Flanqueado por cuatro leones en bronce, está presidido por la magnífica figura femenina que representa a la República Dominicana, destinada por la historia a guardar para siempre las venerables cenizas del Gran descubridor.


    Los Museos

    Aunque el Faro a Colón fue concebido por el Arquitecto Gleave principalmente como un monumento funerario, por instrucciones del Presidente Joaquín Balaguer, promotor de la construcción del monumento, el arquitecto dominicano Teófilo Carbonell adaptó su interior para albergar exhibiciones de cada país de América, así como otros de Europa y Asia. Hoy, 48 países tienen un lugar en el Faro con una exposición propia en la que muestran su identidad cultural.

    También tienen su espacio el Museo de la Liga Naval Dominicana, co-donante del Museo de los Vientos Alisios y cuya sede se encuentra en el Faro a Colón y el Museo de Rescate Arqueológico Submarino que pertenece a la Comisión del mismo nombre, que exhibe aproximadamente 1.400 piezas rescatadas de naufragios españoles, franceses y holandeses de los siglos XVII y XX, todos hallados en costas dominicanas.

    Están en formación el Museo de la Historia del Faro, donde se exhibirán piezas y documentos sobre el concurso, los diferentes proyectos y la construcción del monumento, así como la biblioteca y el Centro de Estudios Colombinos, donde se concentrarán los estudios relacionados con la vida y la obra de don Cristóbal Colón y la Historia de América. El Faro a Colón consta también de cuatro salas para exhibiciones temporales y dos salas de conferencias.

    La Capilla Nuestra Señora de la Rábida y la Sala de las Vírgenes, una bellísima galería de pinturas con las imágenes de las Madonas veneradas por los diferentes pueblos de América, junto con la Sala del Vaticano, que exhibe la casulla usada por Su Santidad en la Misa oficiada en el Faro, completan el impresionante tesoro que guarda el Monumento.


    Los Restos de Colón

    Colón muere en Valladolid, España, el 20 de mayo de 1506 y en 1513 sus restos son trasladados a Sevilla. Cumpliendo una de las disposiciones testamentarias del Descubridor, en 1544 su nuera, doña María de Toledo, trae sus restos junto con los de su esposo, don Diego Colón, a ser depositados en la Capilla Mayor de la Catedral de Santo Domingo, cedida a la familia Colón por el Emperador Carlos I de España.

    En 1655 don Francisco Pío, entonces Arzobispo de Santo Domingo, en vísperas de la invasión inglesa de Venables, ordenó que borrasen todas las señales en las tumbas de los Colones. En 1795, cuando, por el Tratado de Basilea, España cedió a Francia la porción española de la isla, el arzobispo Fernando de Portillos y Torres y el Almirante Gabriel de Aristizabal decidieron trasladar apresuradamente a Cuba los restos de Colón, removiendo los que suponían pertenecían al Descubridor, los que fueron llevados luego a España en 1898 al obtener Cuba su independencia. En 1877, mientras se hacían reparaciones en la Catedral de Santo Domingo, se encontró una caja de plomo con el nombre del Gran Almirante, en caracteres de la época de su fallecimiento, con pruebas irrefutables de que los restos que contenía pertenecían a don Cristóbal Colón, habiéndose llevado a Cuba los de otro de los Colones allí enterrados.

    El hecho fue documentado en presencia de numerosas personalidades dominicanas y extranjeras y ha sido aceptado como auténtico por la generalidad de los historiadores de todo el mundo.
    "Donau abric a Espanya, la malmenada Espanya
    que ahir abrigava el món,
    i avui és com lo cedre que veu en la muntanya
    descoronar son front"

    A la Reina de Catalunya

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    Re: En busca de la verdad: el verdadero origen de Cristobal Colón

    37.- Un investigador asegura que Cristóbal Colón no era genovés, sino español.



    Nueva teoría: Gabriel Verd Martorell sostiene que el descubridor era sobrino de los Reyes Católicos y nació en Mallorca en 1460.

    Históricamente, se ha dicho que Cristóbal Colón, descubridor de América, era de origen genovés, y se le atribuyen cunas de distintas procedencias. Sin embargo, la Asociación Cultural Cristóbal Colón tiene hoy documentos que demuestran lo contrario.


    "El descubridor de América no fue el supuesto genovés Cristóforo Colombo, sino el español de Mallorca Cristóbal Colón, hijo natural del Príncipe de Viana, hermano de Fernando el Católico y de la mallorquina Margarita Colón", así lo reveló Gabriel Verd Martorell, secretario general de la referida entidad, en Santo Domingo, República Dominicana.


    Según el investigador colombino, invitado al país por el Centro Balear y la Casa de España, existen constancias escritas de que el Príncipe de Viana estuvo relacionado sentimentalmente con esa mallorquina en el año1459 y, fruto de esa unión, nació el descubridor para el mes de junio de 1460, es decir, que para la época Cristóbal Colón tenía 32 años y su procedencia no era italiana, como se ha afirmado a través de los años.


    Verd Martorell atribuye la creencia a distintas causas, aunque considera que el tema es amplio de explicar y obedece a razones de Estado. No obstante, citó otras pruebas importantes sobre el linaje y el enigma de Colón.


    "Existen también documentos, más bien firmados por los Reyes Católicos antes del descubrimiento de América, que se redactaron al mismo tiempo que las Capitulaciones de Santa Fe, que especifican cómo se llevaría a cabo el descubrimiento: uno de ellos es el pasaporte de Colón y una carta en que a Colón se le declara noble", explicó el estudioso que lleva 27 años indagando sobre el tema.


    Además de esto, de acuerdo con el historiador, hay pruebas de que mientras Colón realizaba su tercer viaje a América, junto a la costa de Venezuela, denominó a una isla con el nombre de su madre: la isla Margarita, pero escribió Margalida en letra mallorquina.


    En esas proximidades denominó un lugar como Boca de Dragó, según revela Verd Martorell, al señalar que en la isla Española (República Dominicana y Haití) colocó dos "topónimos" donde por primera vez le puso el nombre geográfico a lo que aquí se llama en el norte de la República Punta Rusia, pero en el diario de Colón lo registró como Punta Rotja, una palabra también mallorquina.


    El secretario general de la ACCC hace énfasis que entre Bani y Azua hay un cabo conocido como Punta Salinas, zona donde estuvo Colón, y esos aspectos son importantes de conocer por las atribuciones que se hacen a otras personas.


    "A partir de estos momentos, los dominicanos podrán saber la razón de tantos misterios, quién fue Colón y cómo una persona extranjera violó todas las normas de entonces en Castilla, que en dicho virreino ningún extranjero podrá regir. Todo eso explica que al ser Colón sobrino de los reyes Católicos pues llevaba en sus venas sangre real", significó Verd Martorell tras externar que de ahí se le dio el título de Almirante. Dice el investigador que el cargo de gobernador y gobernador general no existía en Castilla y León, sí en el reino de Aragón.


    "Colón, al ser sobrino de los Reyes Católicos, llevaba en sus venas por parte de padre sangre real y así fue que le concedieron el título de Almirante de las Indias, igualado a los almirantes de Castilla", detalló Verd Martorell.


    Los restos

    La entidad, que preside Verd Martorell, no debate la idea sobre el lugar donde se encuentran los restos de Colón, pero sí afirma que deben estar en Santo Domingo, porque fue su deseo.


    "En cambio, los restos del padre de Colón los tenemos sepultados en el Monasterio de Poblet en Tarragona, su momia existe y hoy la ciencia tiene métodos para tratar de esclarecer la relación padre e hijo a través del ADN. Pretendemos sacar el ADN del Príncipe de Viana y de los restos de Colón para saber si es el padre, hijo o Cristóbal Colón", adelantó Verd, que durante su visita al país tiene previsto hacer contactos con las autoridades del Faro a Colón en Santo Domingo.


    Yanet Féliz
    Miércoles, 21 de Febrero del 2001, LISTÍN DIARIO
    Santo Domingo. República Dominicana


    38.- Presencia en Panamá y República Dominicana de la Asociación Cultural Cristóbal Colón.


    La labor investigadora y divulgativa que viene realizando desde 1963 la Asociación Cultural Cristóbal Colón , por su constancia y seriedad en los estudios realizados, ha venido últimamente cosechando el interés de diversas Universidades, Academias de Historia y centros culturales de América, en los que se ha producido una espectacular atención sobre la figura del Almirante de la Mar Océana, el Descubridor Cristóbal Colón, especialmente sobre su discutido origen.


    La tarea comenzó en aquel año de 1963, cuando su Presidente Don Cristóbal Colón de Carvajal, Duque de Veragua, afirmó en Nueva York, en la televisión norteamericana, que no había encontrado pruebas y documentos que avalasen el nacimiento de Colón en Génova y que en su archivo no existía documento alguno que probase tal circunstancia.


    A partir de ese momento, los miembros de la Asociación iniciaron su labor investigadora y empezaron la publicación de un Boletín Informativo en el que se recogieran los distintos estudios sobre el particular; debemos aclarar que en aquella época hubo numerosos miembros de otras nacionalidades, incluso italianos, empecinados en buscar el origen del Descubridor. Les alentaba no sólo una muestra de ferviente patriotismo español, sino el anhelo de lograr la verdad histórica que todavía para algunos se mantiene en la nebulosa y, lo que es peor, en la rutina de varios escritores e historiadores que, sin ánimo de comprobar hechos y circunstancias, repiten en sus libros la tesis de que Colón era hijo de un lanero de Génova, pese a que su lengua, sus costumbres y sus relaciones con personalidades y reyes de su época no avalan tal teoría en unos tiempos en que la separación de clases impedía esas relaciones e incluso que el hijo de un modesto lanero alcanzase la cultura y conocimientos que demostró el Almirante Descubridor.


    Los pueblos de Hispanoamérica han acogido con especial atención los estudios que la Asociación viene realizando sobre la tesis de que Colón era oriundo de Mallorca, concretamente de Felanitx, y presumiblemente hijo bastardo no reconocido del Príncipe Carlos de Viana y la mallorquina Margarita Colom. En nuestros anteriores Boletines se han publicado enjundiosos estudios sobre el tema, especialmente debidos a la pluma de nuestro Secretario General, Gabriel Verd Martorell, que ha dedicado muchos años y la edición de dos libros, con profusa documentación sobre el tema. Dos naciones cuyo origen inicial fue la presencia física de Colón en su andadura por el Nuevo Mundo se han dignado a ser las primeras en organizar unos actos culturales en los que tuviera oportunidad Gabriel Verd de difundir sus investigaciones ante un selecto auditorio de personalidades de la política, la ciencia y la cultura.


    Asimismo, la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa (Capítulo de Colón), en ocasión de celebrarse el 150 Aniversario de la Fundación de la Ciudad de Colón, el 17 de febrero de 1852, organizó en el Hotel Meliá Panamá Canal, el 17 de febrero de 2001, la reunión anual de dicha Asociación de ejecutivos.
    El acto fue inaugurado por el señor Kaiser Bazán, segundo vicepresidente de la República, al que siguieron unas palabras del Presidente de APEDE COLON, el Ingeniero Ricardo Morales.
    Inició las disertaciones el señor Damián Barceló, vicepresidente de la Asociación Colombina, abogado del Colegio de Islas Baleares e inversionista del Hotel Meliá Panamá, que habló sobre “Lo que es y cómo se crea un destino turístico”; después de las intervenciones del Ministro de Economía y Finanzas, Norberto Delgado, y de Monseñor Carlos Mª Ariz, Obispo de Colón y Kuna Yala, inició su conferencia Gabriel Verd Martorell, Secretario General de la Asociación Colombina sobre “Linaje y Patria de Cristóbal Colón”, que posteriormente fue ampliamente reproducida por medios periodísticos de Panamá.


    Dos días antes, el 15 de febrero, en la Universidad Santa María la Antigua, igualmente de Panamá, cuyo nombre evoca a la primera Ciudad, la primera Iglesia y la primera Diócesis en Tierra Firme fundadas por España en el Continente Americano, el Secretario General, Gabriel Verd, disertó sobre el mismo tema en presencia de representantes del Instituto de Cultura Hispánica, de la Academia de la Historia de Panamá y de la embajada de España y destacadas personalidades de la política y la cultura junto con numeroso público.


    El martes 20 de febrero, en la Casa de España de Santo Domingo (República Dominicana), Gabriel Verd reiteró sus estudios e investigaciones sobre el Descubridor.


    Todas ellas han sido unas conferencias en este viaje que han puesto de relieve la importancia que van adquiriendo las investigaciones de la Asociación colombina.


    Durante su estancia en estos dos países hermanos de España, Gabriel Verd, tuvo oportunidad de conocer e intercambiar impresiones con destacadas personalidades como el Licenciado José Chez Checo, del Patronato de la Ciudad Colonial de Santo Domingo, el Dr. Ismael Hernández Flóres, de la Secretaria de Estado de Cultura, Gobernador del Faro a Colón, D. Diego Bermejo Romero de Herreras, Cónsul General de España en Santo Domingo, D. Ricardo Ramón Jarne, Director de la Agencia Española de Cooperación Internacional, el Pbro. Dr. Pablo Varela Server, Rector de la Universidad Católica de Santa María la Antigua, el Dr. Diógenes Cedeño Cenci, Director de la Fundación Cultural de las Américas, el Hno. C. Juan Rilova, Director del Colegio La Salle, Monseñor Carlos María Ariz, Obispo de Colón y Kuna-Yala, y D. Juan A. Oviedo Canó, Director de la Academia Dominicana de la Historia, etc.


    Se trata de un viaje el de Gabriel Verd que abre nuevos horizontes a las tesis sostenidas por la Asociación Cultural Cristóbal Colón .


    D.A.


    39.- Hernando Colón: la pasión por los libros.


    "Atesoró unos fondos de más de 17.000 volúmenes, muchos de ellos incunables, una cifra enorma para el inicio del siglo XVI".

    Las bibliotecas de la antigüedad, desaparecidas en el devenir de los siglos por saqueos, terremotos, incendios o concienzudamente quemadas en pilas por la intolerancia y la sinrazón, aparecen hoy envueltas por un romántico halo de grandeza. Alejandría, Pérgamo o la biblioteca califal de Córdoba siguen siendo hoy referencia de sociedades cultas donde se rendía devoción al cultivo del conocimiento y saber.


    Todavía hoy, en el inicio de un espectacular desarrollo de las nuevas tecnologías de comunicación y almacenamiento de datos e información, una biblioteca es un lugar sagrado, silente, discreto, donde el amor a la cultura es reverenciado. Aunque lógica y afortunadamente se irá incrementando el uso de los nuevos soportes informáticos no es cierto, como algunos afirman, que se inicia el ocaso de los libros. En el futuro habrá, y eso es magnífico, más electrónica; pero también habrá más libros. Y también veremos cómo se incrementa la afición por los buenos libros, especialmente por los antiguos. La bibliofilia no es una pasión en vías de extinción.


    España es una tierra donde el amor a los libros es antigua. Desde nuestros bellísimos manuscritos y beatos, pasando por la ingente tarea realizada por los copistas amanuenses de nuestros monasterios medievales, en esos siglos llamados oscuros siempre brilló, con mayor o menor intensidad, la vida propia de nuestros libros. Y fulgor propio, muy desconocido para el ciudadano medio, alcanzó la cultura escrita en la España musulmana. La biblioteca califal de Al-Hakem II no tuvo parangón en sus días. Algunos taifas posteriores también desarrollaron centros de saber alrededor de importantes bibliotecas.


    Pero es a raíz de la entrada de la imprenta en España en 1472 cuando el libro se comienza a popularizar. Escasos veinte años después de su invención, la imprenta llega a España y comienzan a editarse libros en nuestras ciudades y así nacen entre las clases pudientes las primeras bibliotecas privadas.


    El vendaval del Renacimiento también se extiende a través de los textos impresos con tipos móviles. Son años de vértigo: se extienden nuevas ideas, se imprimen libros, la España cristiana vence a la musulmana, los pendones de Castilla ondean sobre la Alhambra, se descubre América, España se convierte en una potencia mundial. Y en el corazón del vértigo está Sevilla. Y, como protagonista, la familia Colón. El almirante de la Mar Oceánica, descubridor de un continente, tiene dos hijos, uno legítimo –en la terminología de la época–, llamado Diego, y otro, ilegítimo, llamado Hernando. Hernando Colón.


    Hernando Colón, nacido en Córdoba en 1488 es uno de los mayores bibliófilos de la historia. Bibliófilo y bibliógrafo, ya que no sólo sentía la pasión por poseer y coleccionar libros de ediciones raras y hermosas, sino que además los conocía, los catalogaba, estudiaba y describía, es un personaje sumamente atractivo, acompañante e historiador de su padre en su cuarto viaje a América, eminente humanista y cosmógrafo, cortesano y hombre de su tiempo, un tiempo en el que quisimos volver a ser centro de la vida, superando añejos teocentrismos medievales. Pero Hernando Colón es algo más que un eminente hijo de su tiempo. Es sobre todo una biblioteca. Su obra más querida es la biblioteca Fernandina o Colombina, en la que Hernando Colón no sólo atesoró miles de volúmenes, sino que realizó los catálogos bibliográficos necesarios para clarificar su mundo de libros. Desde su infancia, en tiempos de los Reyes Católicos, conoció los libros. Se ha dicho que su padre, Cristóbal Colón, mercadeaba antes de su viaje a América con libros, en un momento en que se extendía el ansia de saber y conocer, con el vuelo otorgado con la imprenta a los conocimientos únicamente atesorados hasta entonces en anaqueles de monasterios. Los libros que trató en su infancia se convirtieron en su amor y su pasión. Fue el primero en pasar una colección al Nuevo Mundo, en las famosas cuatro arcas con unos doscientos cincuenta libros, algunos de ellos de enorme valor. Recorrió varias veces España y Europa visitando mercaderes de libros, invirtiendo toda su importante fortuna en adquirir los más raros y hermosos.


    Atesoró unos fondos de más de 17.000 volúmenes, muchos de ellos incunables, una cifra enorme para el inicio del siglo XVI. Probablemente, es la mayor biblioteca en todo el mundo occidental de su tiempo. Su afán de coleccionismo no se limitaba a los raros y carísimos ejemplares, sino que también daba orden de adquirir publicaciones más sencillas y populares, acumulando casi quinientos cuadernillos poéticos. Si estos fondos hubiesen perdurado, una parte importante de la obra de los Encina, Urrea o Rodrigo de Reinosa no se habría perdido.


    La biblioteca, que tuvo su sede en Sevilla, puerta de América de principios del siglo XVI, comenzó a disgregarse tras su muerte. Más de 10.000 volúmenes salieron por uno u otro motivo de la biblioteca madre, siendo la primera beneficiaria la Biblioteca del Monasterio de El Escorial. Los volúmenes que permanecieron en Sevilla pertenecen al cabildo catedralicio de la ciudad hispalense, denominándose hoy la Biblioteca Colombina, que, sin ser siquiera sombra de lo que fue, es todavía un auténtico tesoro bibliográfico.


    Hernando Colón no sólo fue el mayor coleccionista de libros, sino que creó su propio universo del saber de su tiempo. Y, como hombre del Renacimiento, quiso dominar, domesticar, abarcar todo ese conocimiento. Y trabajó en su análisis y clasificación elaborando completos catálogos, índices y tablas, trabajos indispensables para el conocimiento de los primeros libros europeos, algunos de ellos inexistentes en la actualidad, que sólo son conocidos por la meticulosa descripción y catalogación que Hernando Colón hizo de ellos.


    Y en estos momentos de revolución tecnológica, donde pretendemos almacenar y catalogar todo nuestro conocimiento en bibliotecas informáticas, deberíamos rendir homenaje a aquellas figuras humanistas renacentistas, también españolas, que tras el coleccionismo de belleza hecha libros buscaron dominar todo su saber. Desde entonces hasta ahora hemos incrementado nuestro bagaje de saberes, pero la llama íntima que sigue latiendo en la humanidad de atracción hacia la cultura y conocimiento lució como nunca en el hijo de Colón, don Hernando, al que damos un rendido homenaje de admiración y respeto.


    Manuel Pimentel
    Exministro de Trabajo y Asuntos Sociales
    ABC 25-11-99



    40.- Ante el V Centenario de la muerte de Colón.


    Cuando estudiaba Historia del Derecho Español, bajo la dirección del profesor Gallo, me empezó a llamar la atención el que Colón figurase en varios libros como genovés e hijo de un cardador de lana y una lavandera . En el libro del catedrático Gallo figuraba una maravillosa descripción de la sociedad medieval con sus costumbres, usos, leyes, fueros y derechos de los distintos sectores de la misma y se veía la radical separación entre nobles y plebeyos, separados por un muro inaccesible. ¿Cómo, entonces, Colón, con tales orígenes familiares, pudo obtener una educación con amplios conocimientos astronómicos, bíblicos e incluso geográficos, cuando al hijo de un plebeyo se le destinaba inevitablemente a la incultura y la analfabetización? ¿Cómo pudo relacionarse en su estancia en Portugal con nobles e incluso contraer matrimonio con una señora de la nobleza? ¿Cómo pudo estar más de un año como huésped del duque de Medinaceli, el señor más poderoso del reinado de los Reyes Católicos? ¿Qué misterio había para que se entrevistase con los Reyes y les exigiese privilegios y derechos que las normas y costumbres de la época impedían a un plebeyo?


    Reconozco que, desde entonces, me apasionó la lectura de los libros referentes a Colón, su vida, sus viajes, sus cartas y escritos, así como la portentosa hazaña realizada con el Descubrimiento de América que, como él señaló en su Carta dando cuenta del mismo, “beneficiaría a toda la Humanidad”, como hemos visto cumplido en estos cinco siglos. Recuerdo que en mis lecturas tropecé con el libro de Salvador de Madariaga, en el que su autor no afirmaba categóricamente que Colón fuera genovés, como se venía diciendo, y señalaba otras posibilidades sujetas a información, análisis y estudio.


    Pasaron los años y, en 1962, mi buen y querido amigo el duque de Veragua, Cristóbal Colón de Carvajal, en ocasión de su viaje a Nueva York para presidir la marcha que organizaban los hispanos el 12 de octubre, declaró en la televisión norteamericana que en sus archivos colombinos no había encontrado ningún documento que atestiguase que Colón era genovés, y así lo recogió el corresponsal Carrascal en una interesante crónica en el diario Pueblo .


    Cuando el duque regresó, tuvimos una agradable entrevista en la que me contó numerosas anécdotas de aquel viaje y me atreví a pedirle la constitución de una asociación para reunir a los estudiosos e investigadores sobre la figura de su ilustre antepasado. Cristóbal accedió inmediatamente, pero matizó que también debería dedicarse a impulsar el conocimiento de las naciones americanas y española, con becas a alumnos de aquellos países, exposiciones sobre la cultura de los mismos, conferencias, etc. Y así pusimos en marcha la Asociación Cultural Cristóbal Colón , que el duque presidió hasta el año de 1986, en que un vil atentado terrorista le quitó la vida.


    Pasaron unos años de tristeza y desconsuelo por la muerte de aquel aristócrata español, modelo de caballeros y militares, enamorado de la mar, como su antepasado, hasta que en una reunión anual de la asociación decidieron sus componentes nombrarme Presidente de la entidad que durante muchos años había desempeñado la Secretaria General.


    Y, desde la bella Isla de Mallorca, pusimos en marcha la II etapa del Boletín Informativo de nuestra Asociación. Muy pronto empezaron a incorporarse nuevos investigadores que hoy integran el Patronato de Honor de la misma.


    ¿Por qué Mallorca? No fue una decisión aleatoria. Lo hicimos porque una serie de estudios anteriores habían señalado a la isla como un lugar de muchos recursos y detalles sobre Colón: el Monasterio de San Salvador, Porto Colom, Margalida Colom, el Príncipe de Viana, la cartografía mallorquina en la época previa al descubrimiento de América...


    La Asociación Cultural Cristóbal Colón ha tenido la suerte de encontrar allí a un colaborador eficaz y laborioso, su actual Secretario General, Gabriel Verd Martorell, autor de dos interesantes libros que contribuyen a desvelar el misterio del origen del descubridor.


    Colón no pudo ser genovés, la prueba que afirma esto es falsa y no tendría validez ante un tribunal de la Historia: se basa en el testamento de Colón, pero en ese supuesto escrito se señala al Príncipe Don Juan, que había muerto cuatro meses antes de la fecha del documento, y es imposible que el testador, por su vinculación con los Reyes, no conociese ese luctuoso acontecimiento. A partir de ese falso documento se ha montado la tesis de un Colón italiano y lo triste del asunto es que numerosos investigadores españoles e historiadores de fama, sigan persistiendo en calificar a Colón de genovés. Pienso que la mayoría de ellos se han limitado a copiar lo que otros habían escrito anteriormente.


    Pasó la conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América, que fue una ocasión lamentablemente perdida por los organismos públicos y oficiales en la que no se hizo el más leve intento para ajustar la figura del Almirante a la realidad histórica y en la que, por el contrario, se criticó la hazaña del Descubrimiento y la presencia española en aquellas tierras. Cualquier malpensado podría decir, refiriéndose a aquella conmemoración, que había corrido una gran cantidad de dinero “negro” para sufragar esa campaña anticolombina y antiespañola.


    El 20 de mayo de 2006 se conmemorará el V Centenario de la muerte de Colón . Nuestra asociación se prepara ya para, en dicha ocasión, recordar la figura del Descubridor con la dignidad, respeto y veracidad que su figura exige, tras tantos años de falsedades y tergiversaciones.


    Son muchas las Academias de Historia de países americanos, Universidades y centros culturales de aquel continente los que se unen a esta campaña reivindicativa.


    Desde estas páginas, en nombre de la Asociación Cultural Cristóbal Colón , hago un llamamiento a entidades, empresas, periódicos, medios de comunicación -televisión, radio...- para que se unan a esta conmemoración y contribuyan así a dignificar la figura de Colón y la presencia que, por su gesta, ha tenido España en América. Estamos preparados y dispuestos a restablecer que Colón era español, de origen mallorquín y que su formidable empresa se hizo al servicio de España, de la Corona española y que en su época contó con la ayuda de ese magnífico pueblo español sin el cual la empresa hubiera sido imposible.


    Confiamos en recibir colaboraciones a nuestro intento pero, si así no fuese, seguimos adelante contra todos los obstáculos que se opongan a nuestro propósito de buscar la verdad sobre el origen mallorquín, español, de Colón.


    José Mª Domingo-Arnau y Rovira
    Académico C. de la Real Nacional de Jurisprudencia y Legislación; de la Academia Argentina de la Historia; de la Pontificia Academia Tiberina de Roma.

    "Donau abric a Espanya, la malmenada Espanya
    que ahir abrigava el món,
    i avui és com lo cedre que veu en la muntanya
    descoronar son front"

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    Re: En busca de la verdad: el verdadero origen de Cristobal Colón

    41.- El descubrimiento de Sant Salvador.


    Llegado el 2 de agosto de 1492, el viaje que iba a inmortalizar a Cristóbal Colón estaba a punto de iniciarse. Las tres carabelas con todos los acopios necesarios estaban preparadas en el Puerto de Palos esperando de un momento a otro zarpar hacia Cipango.


    A la orilla del río, junto a las naves, estaban presentes familiares y amigos para despedirse de los hombres que habían decidido dejar el suelo de Castilla para ir en busca de lo desconocido.


    El viernes 3 de Agosto de 1492, “antes de la salida del sol con media hora”, Colón dio órdenes de zarpar. Una a una las tres gráciles carabelas impulsadas por la fresca brisa matutina, emprendieron su histórico viaje; Fray Juan Pérez les dió la bendición, deseándoles un feliz viaje y despidiéndose de ellos con un "¡hasta la vuelta!".


    La Pinta, La Niña y La Santa María acababan de emprender su viaje a Catay, tierras de Cipango, en demanda del Este por la derrota del Oeste.


    Tras haber zarpado, las tres carabelas pusieron proa al gran Océano rumbo a las Islas Canarias, pues según la geografía de la época la latitud de Cipango coincidía con la de las Afortunadas.


    El 6 de septiembre, de madrugada, las tres naves dejaron atrás el puerto de La Gomera y se lanzaron hacia lo desconocido. A partir de este momento, la gran experiencia, visión y habilidad de este joven almirante mallorquín iba a mostrarse en toda su grandeza.


    Tras el largo y difícil viaje por el inmenso océano, había llegado el momento de la gran esperanza. El día 11 de octubre soplaba con fuerza el viento y la velocidad de las naves crecía. Se navegó a “Ouesudueste”. Había mucha mar, más de la que en todo el viaje habían tenido. Vieron pardelas y un junco verde junto a la nao. Vieron los de la carabela Pinta una caña y un palo y tomaron otro palillo labrado a lo que parecía con hierro y un pedazo de caña y otra hierba que nace en tierra. Los de La Niña también vieron otras señales de tierra, con las cuales respiraron y alegráronse todos. Anduvieron en este día, hasta puesto el sol, veintisiete leguas.


    Al atardecer navegaron a su primer camino al Oeste: andarían doce millas cada hora; y hasta dos horas después de medianoche recorrerían noventa millas, algo así como veintidós leguas y media.


    “El Almirante, a las diez de la noche, estando en el castillo de popa, vido lumbre, aunque fue cosa tan cerrada que no quiso afirmar que fuese tierra, pero llamó a Pero Gutiérrez, repostero de estrados del Rey, e díjole que parecía lumbre, que mirase él, y así lo hizo y vídola; díjole también a Rodrigo Sánchez de Segovia, que el Rey y la Reina enviaban en la armada por veedor, el cual no vido nada porque no estaba en lugar do la pudiese ver. Después que el Almirante lo dijo, se vido una vez o dos, y era como una candelilla de cera que se alzaba y levantaba, lo cual a pocos pareciera ser indicio de tierra. Pero el Almirante tuvo por cierto estar junto a la tierra. Por lo cual, cuando dijeron la Salve, que la acostumbraban decir e cantar a su manera todos los marineros y se hallan todos, rogó y amonestólos el Almirante que hiciesen buena guarda al castillo de proa, y mirasen bien por la tierra, y que al que le dijese primero que vía tierra le daría luego un jubón de seda, sin las otras mercedes que los Reyes habían prometido, que eran diez mil maravedis de juro a quien primero la viese”.


    Por fin, dos horas después de medianoche, apareció la tierra, de la cual estarían a dos leguas.


    La Pinta, que era la más velera e iba delante del Almirante halló tierra e hizo las señas que él había mandado. Soltó un tiro de lombarda y se izó la bandera. El primero que vio esta tierra fue el marinero que el Diario llama Rodrigo de Triana, pero su verdadero nombre era Juan Rodríguez Bermejo.


    Habían llegado a una isla que los indígenas llamaban Guanahaní, que pertenece al archipiélago de las Bahamas o Lucayas. El Almirante Morison, en los estudios y reconocimientos de distancias y costas hechos al efecto, confirmó la conclusión de que aquélla era la actual Watling, una isla coralífera situada hacia los 24º lat. N. y los 74º 30' al W. del meridiano de Greenwich; no obstante, otros investigadores continúan aún la discusión erudita acerca de si la isla a que se llegó por primera vez era Watling o Cat Island (llamada también Isla Grande de San Salvador).


    Una vez que hubieron llegado a la isla, el Almirante, después de haber ordenado echar anclas, hizo armar los botes y desembarcó con sus capitanes y otros jefes y oficiales de su flota. Iba suntuosamente vestido con su rico manto escarlata y llevaba en la mano la bandera real, mientras que Martín Alonso y Vicente Yáñez llevaban cada uno una bandera de la Cruz Verde con la F y la I coronadas a un lado y a otro de la cruz. Puestos en tierra, vieron árboles muy verdes y frutas de diversas formas, mientras la gente iba desnuda.


    El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron a tierra; a Rodrigo de Escovedo, Escribano de toda la armada y a Rodrigo Sánchez de Segovia, les dijo que le diesen fe y testimonio de cómo él, por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de dicha isla, por el Rey e por la Reina, sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían. En aquel mismo momento, a esta isla que los indios llamaban Guanahani, Colón la bautizó con el nombre de Sant Salvador.


    Fueron verdaderos instantes de emoción, especialmente para el Almirante, que después de tantos años de lucha y de afrontar dificultades, creía, con fe de Tomás, que sus sueños eran verdad: que por la ruta de Poniente había alcanzado el Levante.


    En este acto tuvo lugar una histórica catarsis. Como un retorno del Almirante al claustro materno, a su cuna, a las tierras de pan llevar que le vieron nacer y de las cuales no pudo hablar nunca por razón de Estado.


    Colón no podía llamar Terra Rubra o Alqueria Roja al Catay de sus sueños, pero sí Sant Salvador, nombre del Santuario de su madre Margarita, de sus tíos prófugos, de los marinos de Porto Colom, postrados a los pies del cerro mariano. Isla de Sant Salvador, no de El Salvador, sino “Sant Salvador”. Así llamó Colón la tierra primera que encontró en su camino a Cipango.


    El monte de Sant Salvador está situado en la parte este de Felanitx, a unos 7 kilómetros de su actual núcleo urbano. Su altura es de 509 metros sobre el nivel del mar. El origen de dicha denominación es oscuro.


    Por la primera década del siglo XIV ya moraban, por este contorno, ermitaños dirigidos por el P. Romeo de Burguera, que terminó sus días en 1313. La cueva que existe junto al camino, conocida con el nombre de “Sa Cova de S'ermita”, posiblemente sirvió de habitación a algunos de ellos.


    Llegado el año 1348, los jurados, en unión del Castellano de Santueri, propusieron a S.M. el Rey Pedro IV de Aragón les permitiera construir en la cúspide de este monte un oratorio dedicado al Santísimo Salvador, nombre primitivo de la ermita.


    Habiendo sido afirmativa la respuesta del monarca, los peticionarios empezaron las obras y, poco tiempo después, a los siete meses, el Santuario estaba concluido junto con una cisterna. El 27 de marzo de 1349 se solicitaba autorización del Diocesano para poder encargar el recién terminado edificio a un santero, vulgo “Donat”, llamado Pedro Bosch.


    A comienzos del siglo XV, un pastor cuyo nombre se desconoce, encontró en una gruta situada en la falda del mismo monte en el que pastoreaba su ganado, una imagen de la Santísima Virgen, de unos 50 centímetros de altura, ennegrecida por la humedad, pero conservando una singular belleza. La sagrada efigie, después de varios traslados, fue colocada en el oratorio de la cima. Al construirse el segundo templo, en 1595, era colocada ya en un artístico altar lateral, pues era mucha la devoción que se le tenía. Según un documento fechado en 1486, tenía para entonces una gran cantidad de joyas y una corona de plata donadas a la misma. Desde su hallazgo, la imagen de la Virgen fue y ha sido siempre el de Nuestra Señora de Sant Salvador.


    El 28 de octubre el Almirante fue en demanda de la isla de Cuba, la cual dice “que es aquella isla la más hermosa que ojos ayan visto, llena de muy buenos puertos y rios hondos” . “Dezian los indios que en aquella isla avia minas de oro y perlas y vido el Almirante lugar apto par ellas y almejas, qu'es señal d'ellos. Y entendía el Almirante que allí venian naos del Gran Can y grandes, y que de alli a tierra firme avia jornada de diez dias. Llamó el Almirante aquel río y puerto de Sant Salvador”.
    Cuenta Las Casas que el 14 de Noviembre mientras el Almirante seguía explorando la costa de Cuba, con relación a unas islas dice que “cree que estas islas son aquellas innumerables que en los mapamundos en fin de Oriente se ponen. Y dijo que creía que había grandísimas riquezas y piedras preciosas y especería en ellas, y que duran muy mucho al Sur y se ensanchan a toda parte. Púsoles nombre la mar de Nuestra Señora, y al puerto que está cerca de la boca de la entrada de las dichas islas puso puerto del Príncipe” .


    Mientras el Descubridor viajaba de isla en isla y de un lugar a otro, iba bautizando las islas y los diferentes lugares con nombres que él conocía, siempre en honor a alguien o en representación de algún lugar que le era conocido. Si antes había bautizado con el nombre de Sant Salvador a una isla, a un río y a un puerto, ahora acababa de bautizar a un mar, con el nombre de “Nuestra Señora”.


    Obsérvese, pues, la lógica colombina: la primera isla no fue “El Salvador”, sino “Sant Salvador”. La denominación original, históricamente correcta, del Santuario de Felanitx, es “Nuestra Señora de Sant Salvador”. La primera isla y el primer mar bautizados por el Almirante, juntos, componen el nombre exacto: “Nuestra Señora de Sant Salvador”. “Mar de Nuestra Señora”, “isla de Sant Salvador”. El apasionante crucigrama de Colón tiene mucha más lógica que la que aparenta. ¿Podía, acaso, el hombre de “Terra Rubra” decir más de lo que dijo, estando en juego lo que se jugaba en aquella partida nigromántica sin situar cada carta en su baraja y las barajas en anaquel bajo rótulo: “Top secret. Razón de Estado”?


    En 1493 la noticia de un descubrimiento de un Nuevo Mundo se extendió por todas partes, no solamente en España y Portugal que eran los países directamente interesados, sino por toda Europa.


    El primer vocero de tan estupendas nuevas fue el propio Almirante quien de regreso del primer viaje preparó varias cartas de las que conocemos dos: la enviada a Luis de Santángel y la dirigida a Gabriel Sánchez, Tesorero de Aragón. Ambas son prácticamente iguales.

    Dos fragmentos de la Carta de Colón a Luis de Santángel anunciando la llegada a las Indias y a la provincia de Catayo (China):


    En este fragmento se puede apreciar que Colón escribió "Sant Salvador", con -nt- final, hecho que ya en el siglo XV solamente era propio de Mallorca o Menorca y no de ningún otro lugar de los países de habla catalana.

    Aquí se registra el apellido Colom y no Colón, tal y como siempre se ha escrito en Mallorca desde el siglo XIII.


    En un fragmento de la carta enviada por el Almirante a Luis de Santángel, fechada el 15 de febrero de 1493 podemos leer: “Señor: Porque sé que avréis plazer de la grand vitoria que nuestro Señor me ha dado en mi viaje vos escrivo ésta, por la cual sabréis cómo en treinta y tres días pasé a las Indias con la armada que los illustríssimos Rey e Reina, Nuestros Señores me dieron, donde yo fallé muy muchas islas pobladas con gente sin número, y d'ellas todas he tomado posesión por Sus Altezas con pregón y vandera real estendida, y non me fue contradicho.


    A la primera que yo fallé puse nombre Sant Salvador a comemoración de su Alta Magestat, el cual maravillosamente todo esto a(n) dado; los indios la llaman Guanahaní. A la segunda puse nonbre la isla de Santa María de Concepción; a la tercera, Ferrandina; a la cuarta la Isabela; a la quinta la isla Juana, e así a cada una nonbre nuevo” .


    Obsérvese que tanto en su Diario como en la carta a Santángel Colón escribió “Sant Salvador” y no “San Salvador”.

    El historiador Onofre Vaquer en su obra ¿Dónde nació Cristóbal Colón? , nos cuenta que la consonante final en el grupo –nt–, ya en el siglo XV solamente era propio de Mallorca o Menorca y no de Ibiza.


    Este hecho prueba como otros muchos que Cristóbal Colón era originario de Mallorca.

    Gabriel Verd
    Secretario General de la Asociación Cultural Cristóbal Colón



    42.- Don Carlos, Príncipe de Viana, en Sicilia.


    L a muerte de Alfonso V convertía a Juan II en rey de Aragón, pero también hacía al príncipe de Viana heredero de todas las coronas de su padre. Ya príncipe propietario de Navarra, pasaba a ser primogénito de Aragón, Valencia, Mallorca, Cerdeña y Sicilia, y gobernador general de Cataluña, pues una antigua costumbre daba al heredero del trono la administración de esta gran provincia. Esta nueva situación tuvo para él dos importantes consecuencias. Juan II nunca había podido decidirse a reconocer a su hijo el libre gobierno de Navarra y se mostró menos dispuesto aún a reconocer su derecho hereditario a la sucesión de Aragón. Sus celos contra su hijo aumentaban a la vez que su fortuna. Además, Navarra dejó desde este momento de ser el único objeto de las preocupaciones del príncipe, cuya atención se volvió primero preferentemente a Cataluña.


    Navarra misma se sintió gravemente comprometida por el cambio que acababa de suceder en la situación de su caudillo legítimo. La unión de Navarra a Aragón pareció desde entonces inevitable y los partidos parecieron perder su razón de ser. Los beamonteses luchaban desde hacía siete años para conservar un rey nacional, pero ese rey había de ser un día rey de Aragón y Navarra nunca podría ser considerada por él más que un anexo de sus Estados. Los agramonteses habían hecho causa común con Juan II y sus aragoneses desde hacia siete años y se encontraron de repente representando un partido separatista, puesto que habían reconocido los derechos de la infanta Leonor. Ya no había, pues, un partido realmente nacional, un partido navarro autonomista. Quedaba sólo escoger entre el dominio aragonés con el príncipe de Viana y el dominio francés con Gastón de Foix. Sólo una cosa podría haber salvado la independencia del reino, en caso de muerte del príncipe de Viana: la proclamación de don Luis de Beaumont como rey de Navarra. Pero la extrema decisión de los navarros impidió al condestable llegar a tal resolución. Hubiera tenido que enfrentarse sólo con las fuerzas beamontesas a Aragón y al condado de Foix: el resultado de la lucha no habría sido dudoso. Todo se mezcló, por consiguiente, y a esta fecha de 1458 se aplica realmente la expresión ya citada: a partir de esta época puede considerarse acabado el reino de Navarra .


    ¿Cuál fue en este momento la actitud de don Juan y don Carlos? Zurita asegura que Juan II no habría querido otra cosa que dejar Navarra a su hijo, si éste se hubiese contentado con ella. Nada más falso: Juan no había relajado un poco su rigor hacia don Carlos más que por temor al rey de Aragón; muerto Alfonso V, su única meta fue combatir sistemáticamente al príncipe de Viana cada vez que reclamó el ejercicio de un derecho. Juan II conoció la muerte de su hermano en Tudela, el 15 de julio de 1458. Adoptó inmediatamente el título de rey de Aragón y de Navarra. Diez días después acudió a Sangüesa a prestar juramento a los fueros de Aragón y nombró a don Fernando duque de Montblanch, conde de Ribagorza y señor de Balaguer. El 18 de septiembre renovó su alianza con su hija Leonor y su yerno el conde de Foix y envió a Francia a García de Heredia, su chambelán, y a mosén Pedro Jiménez. El 22 de noviembre, Juan II hizo su entrada solemne en Barcelona; el 29 prestó juramento a las libertades de Cataluña. En el mes de abril de 1459, en Valencia, Juan II recibió a un embajador del rey de Portugal que ofrecía al príncipe de Viana la mano de su hermana Catalina. Juan respondió que le avisaría cuando su hijo hubiese vuelto a su obediencia. Mientras tanto, lo retuvo en Sicilia; después, asustado por la popularidad que había conquistado, le dio orden de dejar Sicilia y lo internó en Mallorca. Allí, sin concluir con él ningún acuerdo definitivo, obtuvo de él la cesión de todas las plazas beamontesas de Navarra, volvió a Pamplona, lo que no había podido hacer en nueve años, y, en cuanto hubo tomado posesión de Navarra, hizo arrestar al príncipe y retenerlo prisionero, sin querer explicar los motivos del arresto. Todos estos hechos nos dan de nuevo derecho a concluir que Juan II persistió después de la muerte de su hermano en todos los sentimientos de hostilidad que sentía hacia su hijo y que nunca tuvo intención de devolverle sus derechos hereditarios.


    Retrato del Príncipe de Viana del Códice de la Biblioteca Nacional.


    Don Carlos no tenía una meta menos clara que la de su padre. Quería que sus derechos a Navarra se reconociesen, quería ser declarado primogénito de Aragón, quería gobernar Cataluña como lugarteniente general. El derecho y la ley estaban incontestablemente a su favor, pero Juan II tenía la ventaja de poseer dos tercios de Navarra y todos los países de la Corona de Aragón. Don Carlos estaba en el exilio, sin ningún tipo de recursos y casi sin crédito. Tales eran, no obstante, la fuerza de su derecho y la simpatía que inspiraba que terminó por acercarse a su meta, después de peripecias inauditas que hacen de sus tres últimos años los más interesantes de su vida. Del exilio y la ruina llegó al poder sólo por la fuerza de la opinión pública y, por moderna que parezca esta expresión, los hechos la justifican plenamente. Casi a continuación de la muerte de su tío (el 27 de junio de 1458), don Carlos viajó a Sicilia. Estaba allí desde el 15 de julio. Su primer cuidado fue elegir nuevos árbitros para juzgar el proceso pendiente entre su padre y él. Decidió confiar su causa a las autoridades catalanas y les escribió una larga carta a este propósito. Se intitulaba orgullosamente “el primogénito de Aragón, de Navarra y de Sicilia, príncipe de Viana”. Si escogía a los catalanes como jueces era porque conocía “la gran virtud y lealtad que los habitantes del Principado siempre habían mostrado en tiempos antiguos, cuando disensos similares se alzaban entre los reyes y sus primogénitos” . Se comprometía a comportarse y disponerse tan bien para la paz que sería imposible negarle lo que exigía la equidad. Pedía a los catalanes “que no dejasen de intervenir ni de llevar adelante este asunto, en su nombre como en el de ellos, y si el señor rey u otros les daban a entender que el arbitraje se había confiado a petición suya a otras personas” , les exhortaba a no creer nada, ya que por muchas buenas razones que no creía necesario desarrollar, prefería dirigirse a ellos y no a otros. Les enviaba para entenderse con ellos a sus consejeros Juan de Monreal, tesorero de Navarra, y Pedro de Urrutia, juez de la Cort.


    El príncipe fue recibido en Sicilia con grandes demostraciones de alegría. Los pueblos conservaban el recuerdo de la reina Blanca, su madre, y le prodigaron señales de su fidelidad.


    Alfonso V había legado a sus sobrinos una renta de 12.000 ducados, que el rey Fernando le pagó durante varios años. Los sicilianos se mostraron también generosos; la ciudad de Messina, “viendo la gran necesidad que tenía”, contribuyó a sus gastos de boca y mantenimiento. Los Estados de Sicilia, reunidos en Castrogiovanni, le votaron un dono de 25.000 florines. Adquirió así algún crédito y lo empleó para procurarse dinero líquido. Se le ve tomar prestadas 100 onzas a uno, 10 onzas a otro, 100 ducados a Francisco de Riso, burgués de Nápoles, y otras sumas a Francisco Zaco y Federico de Spata.


    Quiso volver a su vida principesca. Los registros de su cancillería privada se llenan con documentos de nombramiento de oficiales de su hostal. Estos documentos, en general redactados en latín, están redactados en términos tan solemnes que harían pensar que el príncipe los tomaba en serio. En nueve meses, no hay menos de cuarenta y cinco nombramientos de este tipo, incluyendo funcionarios de todo nivel y todo grado. El príncipe tiene un vicecanciller y un canciller en Sicilia, dos consejeros privados y un consejero de cuentas, seis capellanes, tres mayordomos, cuatro chambelanes, dos médicos y tres boticarios, un escudero de panadería, un escudero trinchante y un botillero, un gran escudero, dos escuderos cabalgadores, palafreneros, un superintendente de las bestias de carga, un superintendente de los caballos, los arneses y las armas, un halconero, un gran armero, un guardián de la cámara de las armas y un ballestero. La policía de su hostal corresponde a un preboste y dos alguaciles; sus libros se confían a un guardián de los libros y a un bibliotecario. No hay que ver en estos documentos más que títulos de honor concedidos a servidores fieles o a personas devotas que el príncipe no habría podido recompensar de otra manera. Cuando nombra dos pintores en su hostal, ciertamente no les confiere más que una distinción honorífica. Aún más significativo es el certificado de buenos servicios dado a Leonor de Toledo, servidora del palacio. No obstante, el número de personas a contentar iba aumentando de día en día. La fortuna parecía sonreír al príncipe, volvía a tener sirvientes y cortesanos. Terminó por conceder empleos futuros, nunc pro tunc : en 1458 era viudo desde hacía nueve años y no tenía concretado ningún proyecto de matrimonio; no obstante, nombró un controlador de los bienes de la futura princesa de Viana. Todos estos oficiales honorarios se sentían vinculados más estrechamente al príncipe y formaban en torno a él una corte improvisada que le daba ilusión de poder.


    Don Carlos vivió sobre todo en Messina y Palermo durante su estancia en Sicilia, residió también algún tiempo en Castrogiovanni y Caltagirone, en el centro de la isla, y en Lentini, cerca de la costa oriental. Viajó de Palermo a Messina por mar. En sus viajes por el interior del país se servía de una litera de madera que había encargado en el mes de noviembre de 1458. Mientras vivía en Messina, pasaba la mayor parte de su tiempo en un convento de benedictinos, donde retomó sus estudios y sus trabajos literarios. Encantó a los monjes por su gracia, su modestia, su ciencia y su libertad. Cien años más tarde, los benedictinos de Messina contaban aún a Zurita anécdotas relativas a la estancia del príncipe en su convento. El entusiasmo que inspiraba llegó a tanto que le consideraron, desde entonces, un santo, aunque repartiese sus ocios entre los monjes de Messina y una hermosa hija de Sicilia llamada "la Capa": de baja extracción, pero de extraordinaria belleza, tuvo un hijo del príncipe, al que don Carlos reconoció y llamó don Alfonso de Navarra y Aragón, que llegó a ser después abad de San Juan de la Peña y obispo de Huesca.


    El príncipe de Viana no tenía título oficial en Sicilia. La isla estaba gobernada en nombre de Juan II por don Lope Jiménez de Urrea, que llevaba el título de virrey. Las relaciones del príncipe con el virrey parecen haber sido muy cordiales. Don Carlos recomienda a don Lope a uno de sus criados, Roger Spatafora, a quien se le negaba la justicia, aunque el Tribunal Supremo ya había fallado dos veces a su favor. Le ruega que interceda ante el rey de Aragón por su chambelán, que deseaba obtener el mando en uno de los castillos de Zaragoza; pide moratorias ante los tribunales para el prior de Messina, que padecía fiebres cuartanas, y para mosén Luis de Villaragut, que no puede hacer progresar su proceso porque su abogado está enfermo. A título de primogénito de Aragón y Sicilia interviene en ocasiones en el gobierno de la propia isla. El 7 de noviembre de 1458 ruega al virrey que envíe cuanto antes a Messina los troqueles necesarios para batir moneda. El 21 de noviembre apoya a los vecinos de Caltagirone que no habían elegido magistrados municipales en dos años; el príncipe añade que había sido partidario de no contentarles hasta que no se cobrase el impuesto, pero que el impuesto acaba de recaudarse y ya no hay razones para aplazar su deseo. El 22 de noviembre, don Carlos apoya ante el virrey a los vecinos de Catania, que se quejaban del barón Juan de Tarento, señor de su tierra. En todos estos casos, don Carlos no interviene todavía más que como abogado de las partes que se dirigen a él. Usa su legítima influencia ante el virrey, que sigue siendo libre de tomar sus decisiones. Otros hechos nos muestran al príncipe ejerciendo él mismo la soberanía. En Palermo, recibe el homenaje de la isla en nombre del rey. Tres de los vecinos principales se niegan a prestar juramento y quieren proclamar al príncipe rey de Sicilia; don Carlos los hace arrestar, les reprocha su rebelión y los deja ir. Hace así uso de un derecho político propiamente regio y de las prerrogativas judiciales de un verdadero soberano. Expide los salvoconductos de sus oficiales que viajan por mar, hace poner en libertad a un marino genovés que Pedro de Bolea había arrestado, aunque era portador de un salvoconducto del rey, y reprocha a Pedro de Bolea su insolencia y su presunción.


    Don Carlos tenía tal confianza en el futuro que escribía directamente a su padre y le proponía proyectos legislativos muy osados. Pedía que se instituyese un cónsul catalán en Alejandría para que los mercaderes españoles no estuviesen sometidos a la autoridad del cónsul florentino y tuviese también su barrio franco y sus almacenes. Esta idea era realmente política, pero Juan II debía de irritarse al ver a su hijo ocuparse de asuntos de estado; cuanto más popular se hacía el príncipe en Sicilia, menos dispuesto se sentía Juan II a trabajar con él.


    Las negociaciones entre padre e hijo no parecían haber hecho muchos progresos durante la estancia del príncipe en Sicilia. Don Carlos confiaba en el éxito final y se mostraba hacia su padre tan sumiso como respetuoso. Le recomendaba a sus servidores, como si la paz estuviese firmada ya, mantenía relaciones con el chambelán del rey, Rodrigo de Rebolledo, con el arzobispo de Zaragoza, hijo natural de Juan II. En una curiosa carta fechada el 14 de octubre de 1458, el príncipe de Viana pide a su padre que conceda al guardián de sus libros, Jaime de Mirabelle, dos pequeños cargos en Sicilia. “Deseamos, y consideraríamos una gran merced que dicho Jaime fuese nombrado con vuestro beneplácito y obtuviese la posesión a nuestra humilde petición y, así, muy excelente señor, os rogamos con todo el afecto de que somos capaces y suplicamos a Vuestra Majestad que tenga a bien poner a dicho nuestro secretario en posesión de los mencionados oficios” . Pero esta carta, escrita en un tono tan sumiso, está firmada “el príncipe de Viana, primogénito y gobernador general de Aragón y Sicilia” . Precisa la posición que adoptaba el príncipe ante su padre: quería comportarse como un hijo obediente y sumiso, pero no se planteaba sacrificar ninguno de sus derechos. Juan II no podía aceptarlo.


    El 15 de noviembre de 1458, los embajadores del príncipe en Cataluña le anunciaron que la paz estaba casi acordada. Don Carlos la supuso concluida: escribió la buena nueva a las gentes de Catania y de algunas otras ciudades de Sicilia. Juan II se sirvió del primer pretexto para volverse atrás de las concesiones que había parecido a punto de hacer. La silla episcopal de Pamplona estaba vacante y Juan II proponía como candidato al deán de Tudela, don Martín de Amátriain; el príncipe comprendió la importancia de que el obispo perteneciese al partido beamontés y propuso al Papa a don Carlos de Beaumont, hermano del condestable. El Papa, no atreviéndose a escoger entre el rey y su hijo, nombró al cardenal Besarión obispo de Pamplona. Zurita reconoce que el cardenal era “la personalidad más sobresaliente de la Iglesia, tanto por la religión como por las costumbres y la ciencia” . Pero Juan II quedó muy descontento de esta elección y atribuyó a las intrigas de su hijo el fracaso del deán de Tudela. El príncipe de Viana no se irritó por el fracaso de su candidato; le bastaba con haber evitado el candidato agramontés. Entró en relaciones con Besarión y le recomendó una gran prudencia: “la menor innovación pudo no sólo alterar, sino destruir el acuerdo proyectado entre el rey, su padre, y él” .


    No se equivocaba, ya que Juan II, renunciando a cualquier idea de arreglo inmediato, envió a Sicilia, desde el mes de enero de 1459, a don Juan de Moncayo, gobernador de Aragón, con la misión de instar a don Carlos a dejar Sicilia, donde era popular y apoyado. Retrasó su partida tanto como pudo y escribió cartas a las Cortes de Aragón y de Cataluña para obtener, por su intercesión, su llamada a España. Instruyó a sus partidarios sobre la situación de sus asuntos y les recomendó que actuasen con más prudencia que nunca. Estaba decidido a devolver a su padre todas las plazas que todavía le eran fieles en Navarra, incluso Pamplona, pero a condición de que su derecho hereditario se reconociese, que los rehenes beamonteses fuesen puestos en libertad por el rey y que se concediese una amnistía general a todos sus partidarios. En caso de ruptura de las negociaciones, antes que consentir en ser desheredado, el príncipe autorizaba a don Juan de Beaumont a contraer una alianza, en su nombre, sea con el duque de Bretaña, sea con el rey de Castilla, al que ofrecía casarse con su hermana Isabel en cuanto fuese núbil. El príncipe percibía bien que Navarra era su principal punto de apoyo; en los primeros meses de 1459 se le ve expedir a Pamplona cierto número de órdenes: parece querer retomar de repente un papel más directo en el gobierno del país. Tenía aún más razón porque su padre había firmado el 17 de junio en Valencia un tratado con el rey de Francia. Carlos VII se comprometía a apoyar a Juan II en caso de una guerra con el príncipe de Viana, incluso si el rey de Castilla tomaba partido por éste. En el mes de julio de 1459 fue imposible para el príncipe retrasar más su salida. Reunió siete galeras de guerra, puso tres bajo el mando del catalán Nicolás Vinot y las hizo zarpar de Palermo el 23 de julio. El comandante de la vanguardia recibió instrucciones minuciosas y al salir el príncipe todo se previó por adelantado: orden de salida de las galeras, medidas a tomar para la seguridad de la flota, número y disposición de los centinelas, navíos de vigilancia, señales, posición de los varios pabellones en la nave, navíos que se podrían perseguir, etc. En los primeros días de julio de 1459, un poco más de un año después de su llegada a Sicilia, don Carlos salió de Palermo y se dirigió a Cerdeña. Los costes muy notables que había tenido que soportar para fletar sus galeras habían agotado sus recursos. Dejaba incluso deudas en Sicilia; el virrey se había opuesto a que su capilla se embarcase, para retenerla como prenda en beneficio en los acreedores del príncipe.


    El 3 de agosto don Carlos llegó a Cagliari y decidió aprovechar las ofertas de servicio que le habían hecho los sardos para pedirles algo de dinero. Tomó como embajadores ante las Cortes de Cerdeña a don Jaime Aragalle, gobernador general, y a don Jaime Caza, veguer de Cagliari. Les dijo que aceptaría con gratitud todo lo que tuviesen a bien darle, ya que estaba muy apurado y agobiado por las deudas de alquiler y mantenimiento de la flota. Volvió por dos veces sobre este importante punto en el curso de sus instrucciones e instruyó a sus enviados para que insistiesen a su favor ante el virrey, don Juan de Flores, y ante el procurador real. También para don Carlos la creación de oficios era una solución para paliar su crisis financiera y encontramos ocho nombramientos de oficiales datados en Cagliari el 4 de agosto. Paga a sus acreedores concediéndoles títulos con valor sólo futuro.


    El príncipe se limitó a aparecer por Cerdeña. El P. Queralt dice que los sardos quisieron hacerlo rey y que el príncipe hizo arrestar y llevar a España a los cónsules de Cagliari, a ocho barones y veintitrés caballeros que habían participado en el complot, pero la estancia del príncipe fue de demasiada corta duración para que el hecho sea probable. Desde su llegada, don Carlos expidió a Nicolás Vinot y su vanguardia a Mallorca con su equipaje mayor, sus mulas y sus caballos. Salió él mismo casi a la vez, sin haber conseguido de las Cortes de Cerdeña una respuesta favorable.


    Tenía intención de ir directamente a Mallorca pero, por culpa de sus marineros, pasó ante la isla sin verla y llegó el 15 de agosto al puerto de Salou, en las costas de Cataluña, tres leguas al sur de Tarragona. Instruyó de inmediato al concejo de Barcelona del incidente que retrasaba su llegada a Mallorca y les aseguró que en cuanto hubiese descansado iría a la isla, donde su padre le había ordenado que esperase su decisión. Aprovechaba la ocasión para recomendar de nuevo su causa a las autoridades catalanas. El 17 de agosto envió al rey cuatro embajadores, elegidos entre las diferentes naciones del Estado aragonés: un siciliano, don Pedro Adoleti, su confesor, un navarro, don Pedro de Sada, su vicecanciller, un catalán, don Bernardo de Requesens, y un aragonés, don Lope Jiménez de Urrea, virrey de Sicilia. Debían entregar a Juan II las proposiciones detalladas del príncipe y acelerar en lo posible la solución del debate. Don Carlos reclamaba para los suyos una serie de garantías: amnistía general confirmada por las Cortes de Navarra y Aragón, puesta en libertad de los rehenes, restitución de los bienes de la princesa Blanca, del condestable y de don Juan de Beaumont, y la confirmación por el rey de todas las donaciones hechas por el príncipe. Pedía para sí mismo la restitución del principado de Viana y del ducado de Gandía, el derecho de vivir donde quisiese, él y los de su casa; quería ser reconocido formalmente como primogénito por todos los Estados de la Corona de Aragón. Se comprometía a entregar todas las plazas beamontesas, pero para asegurar su derecho hereditario a Navarra, pedía que Navarra se incorporase a Aragón. Aconsejaba a su padre que eligiese un representante y un consejo que gobernasen Navarra en su nombre y que diese la custodia de los castillos de las capitales a catalanes o aragoneses, que prestarían homenaje vitalicio al rey y al príncipe a la muerte del rey. Por último rogaba al rey que se ocupase de su matrimonio y, aunque el príncipe no pronuncia el nombre de ninguna princesa, Zurita ve en este ruego una alusión a los proyectos de boda de don Carlos con la infanta Isabel de Castilla. Después de la expedición de esta embajada, el príncipe se hizo inmediatamente a la mar y llegó a Mallorca el 20 de agosto de 1459.


    El proyecto que acabamos de analizar demuestra el profundo cambio que habían sufrido las ideas del príncipe desde que era primogénito y muestra el carácter completamente aragonés de su nueva política.


    Georges Desdevises du Dezert
    DonCarlos de Aragón, príncipe de Viana
    Publicado por el Departamento de Educación y Cultura del Gobierno de Navarra, Pamplona, 1999
    Boletín número 17 de la Asociación Cultural Cristóbal Colón




    43.- Cultura general de Colón (Primera parte).


    A l tratar de los conocimientos o cultura general de Colón, tan discutida por una y otra parte, en pro y en contra, hay que confesar que por igual yerran los que lo califican de ignorante repetidor de la ciencia ajena, como los que lo ensalzan como sabio. No fue ni lo uno ni lo otro, pero tuvo indudablemente de sabio más de lo que muchos imaginan. Puede dudarse de cuanto se afirma sobre sus estudios en la Universidad de Pavía. Para ser un técnico profesional o especializado le faltaba no poco. De su correspondencia directa, científica, de altos vuelos cosmográficos con el sabio florentino Paulo del Pozzo Toscanelli, no se tienen ni medianas pruebas. Si fue de veras algo, fue lo que de sí mismo confiesa, un sabidor en fechos de mar , esto es, un hombre práctico que contrastó y perfeccionó sus conocimientos teóricos con los más de veintitrés años de mar que el propio afirma que estuvo en ella. Su erudición tampoco fue muy extensa. Aunque le fuesen familiares las Imagini (después Pío II) y los relatos más o menos exagerados de Marco Polo, además de algunos libros más, después de la Biblia , no es este bagaje científico, sino su genio, su certera observación de los hombres y de las cosas y su voluntad diamantina lo que plasmó en él al hombre extraordinario que sería género de injusticia muy grave no querer reconocer.

    Una de las falsedades asestadas contra Colón fue atribuirle el orgullo de la omnisciencia. En realidad, Colón no pensaba tan alto de su propia cultura. En su Carta-misiva escrita a la nodriza del Príncipe Don Juan, cuando venía preso de las Indias, le dice: «Bien que yo sepa poco, no sé quien me tenga por tan torpe que yo non conozca que aunque las Indias fuesen mías yo no me pudiera sostener sin ayuda de Príncipe» .

    Colón era, desde luego, un hombre más instruído de lo que generalmente se supone. La lengua latina era de las que mejor sabía. Esto da a entender no sólo las muchas citas de obras escritas en latín por él consultadas, sino las varias traducciones que hizo de pasajes que más le impresionaron a lo largo de sus lecturas.

    Así, en el Libro de las Profecías , traduce muy garbosamente aquellos versos del acto segundo de la Medea , de Séneca, alusivos al Nuevo Mundo: Venient annis sæcula seris, etc.

    De la obra de Pedro d'Ailly (1396), De quantitate terræ habitabilis , copia y traduce casi literalmente un pasaje sobre la existencia de las antípodas, en una carta que enderezó a la Reina Católica, hacia mediados de octubre de 1498, según opinión de Humboldt.

    Sobre la cultura de Colón planea también el misterio. ¿Tuvo estudios académicos? ¿Cuáles fueron sus maestros? Nadie sabría responder satisfactoriamente a estas preguntas. Si los tuvo, como los que patrocinan que fue alumno de la Universidad de Pavía, ¿cómo se explican los documentos genoveses que nos lo presentan como un artesano, dedicado toda la vida a cardador de lana o de seda o a comerciante o traficante en vinos? Si no los tuvo, no se explican de manera satisfactoria sus profundos conocimientos en Matemáticas, en Geografía, en Astronomía y, sobre todo, en Náutica, que le permitiesen capitanear una escuadra por mares desconocidos hasta hallar lo que buscaba. Tampoco se explica, en esta segunda hipótesis, que pudiese mostrar en sus escritos que conocía con bastante profundidad la Biblia y las obras de los Santos Padres y que había leído a Aristóteles y a Estrabón, a Ptolomeo y a Josefo y otros autores griegos, a los árabes Averroes y Alfagrán y a los autores latinos Julio César, Séneca, Plinio y Julio Capitolino, San Isidoro de Sevilla y San Beda el Venerable, Duns Scoto y otros, además de las obras del Abad Joaquín, calabrés, del matemático Sacrobasco, del franciscano Nicolás de Lira, de Alfonso el Sabio, de Gersón, Regiomontano, Marco Polo y a otros más que cita en sus escritos.

    El Cristóforo Colombo que exhiben los documentos de Génova es un analfabeto dedicado al oficio manual de cardador de lana o de seda, que para el caso es lo mismo. En cambio, el Colom Descubridor de América, no sólo se nos presenta como un marino culto y expertísimo, sino también como un gran erudito de su profesión. En primer lugar, además de muy leído en la Biblia, aparece como conocedor directo de autores griegos, latinos, árabes, castellanos y aun de otras lenguas y culturas. Cita el parecer de Aristóteles, Ptolomeo y Josefo, que escribieron en griego. En la carta que dirigió a los Reyes Católicos, relatándoles su tercer viaje, por tanto anterior a 1500, descubre su erudición clásica cuando escribe: «Yo no hallo ni jamás he hallado escriptura de latinos ni de griegos que certificadamente diga el sitio en este mundo del Paraíso terrenal» , y pocos párrafos más adelante afirma, citándolos también, que «San Isidro (Isidoro) y Beda y Strabón, y el maestro de la historia escolástica, y San Ambrosio y Scoto, y todos los santos teólogos conciertan que el Paraíso terrenal es en el Oriente» .

    De los autores clásicos latinos cita, asimismo en la misma relación, a Plinio y Séneca; y de los griegos, a Ptolomeo y a Aristóteles; y a renglón seguido a San Agustín y a San Ambrosio, a Nicolás de Lira y a Francisco de Mairones, el Abad Joaquín, calabrés. Más aún llama la atencion la cita de las obras del filósofo árabe Averroes y mucho más las numerosas citas de los libros de la Biblia, en especial el Apocalipsis, que es el más difícil de todos. De alusiones a otros muchos sabios y a hechos de la historia de Oriente, Grecia y Roma están casi empedrados sus escritos.

    Ahora bien: ¿es posible que quien poseía tan selecta erudición clásica y medieval, que quien escribe garbosa o por lo menos corrientemente en latín, castellano y catalán pueda identificarse con el analfabeto cardador de lana, el Cristóforo Colombo de Génova? No es posible ni viable.

    Respecto de la cultura de Colón, los pareceres también pugnan entre sí, como en todo lo demás que a él se refiere, desde su nacimiento hasta su sepultura. A un tan extremado panegirista suyo como lo fue, en el siglo XIX, Roselly de Lorgues, le parece en definitiva que "no estamos en el caso de ensalzar en manera alguna la ciencia de Colón, que no era cosmógrafo, ni tuvo jamás la honra de formar parte de ninguna comisión científica, ni de pertenecer a la más insignificante academia". Pero, eso sí, añade que "sin embargo, su propia penetración, la sagacidad de sus observaciones le ponen en el caso de alcanzar grandes verdades cosmográficas y en la historia del progreso de las ciencias ha ocupado un lugar del que nadie le desposeerá jamás". Y esto, principalmente, porque, "desprovisto como estaba de instrumentos y del auxilio de los conocimientos modernos, no por esto dejaba de abordar su genio los grandes aspectos de la Naturaleza para sondear sus profundidades. No intimidaban la audacia de sus investigaciones las influencias atmosféricas, la dirección de las corrientes, la reunión de las plantas marinas, las diversas densidades de las capas acuosas, los principios de las divisiones climatéricas, su relación con la diferencia de los meridianos, aquellos secretos entonces imponentes y severos. De su contemplación de los fenómenos del mundo exterior sacaba para la ciencia adquisiciones que nadie igualó jamás. Ya que la falta de espacio nos impide exponer aquí sus grandes miras, sus atrevidos juicios acerca de la naturaleza, las conquistas de su genio en lo desconocido, que él penetraba tan osadamente, nos limitaremos a citar aquí los principales descubrimientos que más resaltan en sus escritos:

    1.º– La influencia que ejerce la longitud en la declinación de la aguja imantada.
    2.º– La inflexión que experimentan las líneas isotermas prosiguiendo el trazo de las curvas desde las costas occidentales de Europa hasta las orientales del Nuevo Mundo.
    3.º– La gran situación del banco de fuco que flota en la cuenca del Océano Atlántico, aprisco neptuniano, donde se abrigan, preparan y forman las bandadas de peces destinados a nuestro alimento.
    4.º– La dirección general de la corriente de los mares tropicales.
    5.º– Las causas geológicas de la configuración del Archipiélago de las Antillas.
    6.º– El entumecimiento ecuatorial que implica el achatamiento de los polos.
    7.º– El equilibrio continental del Globo, que no se suponía.

    Además de su descubrimiento del Nuevo Mundo, debe la Humanidad a Colón esas siete indicaciones, la menor de las cuales de seguro hubiera dado fama a toda una Academia."

    En lo que no estamos conformes con Roselly de Lorgues es en suponer que "esas conquistas no eran el fruto de la ciencia adquirida, sino la recompensa de una asiduidad unida a cierta facultad de observación que le permitía comparar y comprender la razón de los fenómenos de este mundo".

    Indudablemente, Colón, "estaba apoyado por la ciencia, como lo aseguran todos los sabios, de acuerdo con Humboldt", según el mismo Roselly reconoce. En lo que éste tiene razón es en afirmar que "lo que distingue a Colón de los poetas y naturalistas es que muestra la observación del naturalista, siendo poeta, y el sentimiento del poeta desplegando la sagacidad del naturalista".

    El más interesante testimonio de la cultura de Colón es el que dio él mismo cuando escribió: "Todo lo que hoy se navega he andado. Tracto e conversación he tenido con gentes sabias, eclesiásticas e seglares, latinos y griegos, judíos y moros, y con muchos de otras sectas; a este mi deseo hallé a Nuestro Señor muy propicio y hube dél para ello espíritu de inteligencia.
    "En la marinería me hizo abundoso, de astrología me dió lo que abastaba, y ansí de geometría y aritmética, e ingenio en el ánima y manos para dibujar esta esfera, y en ella las ciudades, ríos y montañas, islas y puertos, todo en su propio sitio. En este tiempo he ya visto y puesto estudio en ver todas escrituras, cosmografías, historias, crónicas y filosofía y de otras artes...
    "De forma que me abrió Nuestro Señor el entendimiento con mano palpable, a que era hacedero navegar de aquí a las Indias y me abrasó la voluntad para la ejecución dello, y con este fuego vine a Vuestras Altezas."

    Los conocimientos astronómicos y geográficos de Colón estaban basados en las obras de Estrabón y Ptolomeo y en libros como la Imago Mundi del Cardenal Pedro d'Ailly (=Alliaco). De la ciencia española (cuya determinación de las longitudes se hacía por medio de la astronomía y se alcanzaba, en consecuencia, una perfección suma), tenía escasas noticias. Era un empírico en lo que se refería a las navegaciones y un escolástico en los problemas científicos. No es extraño, entonces, que sostuviera los errores de los grandes geógrafos de la antigüedad y afirmara, con la pasión de sus ideas fijas, que la circunferencia terrestre era un cuarto más pequeña de lo que es en realidad.

    Colón calculaba que el paralelo de Lisboa tenía en torno a la tierra quince mil cuatrocientas cincuenta millas y que en el Ecuador alcanzaba a veinte mil cuatrocientas millas, o sea, treinta mil doscientos kilómetros, mientras que la medida exacta es unos cuarenta mil. En d'Ailly había aprendido que Europa y Asia ocupaban gran parte del globo y que el Océano interpuesto era de extensión limitada. La enorme longitud atribuída a la India no fue, como supuso Elter, la causa que impulsó a Colón a intentar el viaje entre España y el Oriente. La única causa, de acuerdo con la demostración de Eginitis, fue la supuesta pequeñez del Océano. El mismo Colón lo declaró en sus apostillas": "Entre los confines de España y el principio de la India el mar es limitado y navegable en pocos días" , y "la India está próxima a España" .

    Estas palabras son la repetición exacta de los gruesos errores de Estrabón y Ptolomeo. Ellas constituyeron, también, como observó Almagiá, "por entero, el núcleo de su proyecto".

    En la carta fechada en Jamaica, el 7 de julio de 1503, vuelve a exponer sus concepciones cosmográficas: "Tolomeo diz que la tierra más austral es el plazo primero y que no abaja más de quince grados y un tercio. E el mundo es poco: el enjuto de ello es seis partes, la séptima solamente cubierta de agua... digo que el mundo no es tan grande como dice el vulgo, y que un grado de la equinoccial está cincuenta y seis millas y dos tercios" .

    La concepción de Colón es, en su totalidad, la misma que los geógrafos griegos tenían del mundo y de la proximidad de la India y las columnas de Hércules, Aristóteles, Séneca, Posidonius y Ptolomeo –al igual que Edrisi y otros repetidores, siglos después–, pensaron en la travesía del Océano para unir el Oriente y el Occidente, Colón aceptó ciego los errores de Ptolomeo sobre la extensión del Océano. La lectura de Marco Polo facilitó su proyecto haciéndole creer que Cipango, el Japón, hallábase en pleno Océano. La carta de Toscanelli confirmó estas ideas y agravó en diez grados el error de Ptolomeo en lo referente a la pequeñez del Océano y la enorme amplitud de Asia.

    Su modo de pensar, en conjunto y en detalle, no podía estar más equivocado. Era un error inmenso constituido por muchos errores. Los sabios españoles, cuya ciencia astronómica y geográfica les hacía conocer el mundo en sus exactas dimensiones, no aceptaban esos viejos errores, tantas veces refutados; pero Europa entera, atrasada mil seiscientos años en conocimientos geográficos, repetía convencida las enseñanzas griegas. Colón fue el más grande defensor de estos errores... No hay que olvidar un hecho casual y a la vez extraordinario: la enorme extensión que Ptolomeo, Toscanelli y Colón daban a Asia, situaba sus costas orientales precisamente donde se encontró América.

    El Descubridor no inventó, pues, una vez llegado al Nuevo Mundo, la teoría de haber alcanzado el Asia, como supusieron Vignaud y sus continuadores. Partió de Palos con la seguridad científica –basada en toda la autoridad– de que hallaría las costas de Asia donde, en efecto, realizó su inmortal Descubrimiento. Es por todo ello que Colón murió convencido de que las tierras por él descubiertas no eran las de un mundo nuevo, desconocido e insospechado, sino las que, científicamente, de acuerdo con los cálculos de Ptolomeo, debían hallarse en ese lugar. El Descubrimiento de América, estudiado en su verdadera concepción científica, no puede definirse más que en una sola frase: fue el más grande error de Ptolomeo llevado a la práctica por Cristóbal Colón.

    Y si nos detenemos un instante, después de estas conclusiones, a pensar que fue Colón, no debemos considerarlo ni un iluso ni un ignorante. Colón no tenía ni las ilusiones de un loco ni la ignorancia de un analfabeto. Si hubiese sido un sabio, como los cosmógrafos españoles que conocían, en forma exactísima, desde el siglo IX, con el Fargani, las dimensiones de la tierra, no habría emprendido nunca, por imposible, su audaz travesía. Tuvo la cultura necesaria para concebir una empresa a su juicio realizable. Y por encima de los conocimientos que se adquieren en los libros tuvo dos cualidades superiores que sólo se encuentran en los hombres de excepción: una constancia maravillosa y un heroísmo sorprendente. Su fuerza de voluntad fue la de un genio y su espíritu heroico, a menudo temerario, tiene iguales, pero no superiores. Además, en su vida hay un hecho providencial y asombroso: la sorpresa de la barrera de América que no dejó perder sus naves en la inmensidad del Océano ignoto. Por estas razones, Colón sería siempre la más grande figura de la historia humana, después de otro hombre que pertenece a la historia divina.

    Enrique Bayerri y Bertomeu
    Historiador. Colón tal cual fué (Barcelona, 1960)
    Boletín número 17 de la Asociación Cultural Cristóbal Colón


    44.- Colón en Barcelona.


    T ras haber llegado el 15 de marzo de 1493 al Puerto de Palos, el Almirante tenía previsto ir por mar a Barcelona para rendir cuenta de su primer viaje a los Reyes, pero mudó de propósito y lo realizó unos días después desde Sevilla.


    Los Reyes Católicos, después de haber recibido encantados la buena nueva del descubrimiento, desde Barcelona, donde se encontraban a la sazón, escribieron una carta a Colón el 30 de marzo tratándolo como “Don Cristóbal Colón, nuestro Almirante del Mar Océano, e Visorey y Gobernador de las islas que se han descubierto en las Indias” : al mismo tiempo se expresan con una sensación de prisa que iba a estar presente en toda la correspondencia con él durante varios meses: “y porque queremos que lo que habeis comenzado con el ayuda de Dios se continúe y lleve adelante, y deseamos que vuestra venida fuese luego: por ende, por servicio nuestro, que desde la mayor prisa que pudieredes en vuestra venida, porque con tiempo se provea todo lo que es menester, y porque como vedes, el verano es entrado, y no se pase el tiempo para la ida allá, ved si algo se puede aderezar en Sevilla o en otras partes para vuestra tornada a la tierra que habeis hallado: y escribidnos luego con ese correo que ha de volver presto porque luego se provea como se haga, en tanto que acá vos venís y tornais: de manera que cuando volvieredes de acá, esté todo aparejado” .


    Después de una breve estancia en Sevilla, que dedicó a la preparación de su segundo viaje, el Almirante y Virrey de las Indias se puso en camino hacia Barcelona. Llevaba consigo seis indios portadores de jaulas con papagayos multicolores, extraños objetos traídos de Indias, así como algunas muestras de oro.


    En el ínterin, y según cuenta Las Casas: “Tomó comienzo la fama a volar por Castilla, que se habían descubierto tierras que se llamaban las Indias, y gentes tantas y tan diversas, y cosas novísimas, y que por tal camino venía él que las descubrió, y traía consigo de aquella gente; no solamente de los pueblos por donde pasaba salía el mundo a lo ver, pero muchos de los pueblos, del camino por donde venía, remotos, se vaciaban, y se hinchian los caminos por irlo a ver, y adelantarse a los pueblos a recibirlo”.


    A finales de abril, Cristóbal Colón fue recibido por los Reyes. La Reina en aquella fecha apenas había recuperado los ánimos habiendo visto a don Fernando luchar con la muerte a consecuencia del atentado de que había sido víctima el viernes 7 de diciembre.


    El Rey y la Reina recibieron al Almirante Mayor rodeados de toda la Corte, encabezada por el Príncipe Juan.


    Los Reyes asombraron a sus cortesanos otorgándole dos honores singulares, hasta entonces reservados a los más grandes de entre los grandes: se levantaron para recibirle y cuando les hubo besado las manos le ofrecieron un escabel.


    En cuanto al discurso que pronunció ante los Reyes, cuenta Las Casas que el relato del Almirante impresionó de tal modo a los Reyes, que cayeron de rodillas con lágrimas en los ojos y los cantores de la capilla de la reina “cantan Te Deum laudamus y responden los menestriles altos, por manera que parecía que en aquella hora se abrían y manifestaban y comunicaban con los celestiales deleites”. Por orden de sus Altezas, la Corte entera acompañó al Almirante a su posada aquella noche. Los Reyes estaban en verdad hondamente impresionados. Siguieron lloviendo mercedes reales sobre la gloriosa testa del Almirante Mayor. El Rey le hizo cabalgar a su lado, con el Príncipe don Juan al otro, privilegio hasta entonces reservado a la sangre Real”.


    Tras haber sido recibido por los Reyes y mientras estaba en la Ciudad Condal, el Almirante estuvo presente en varias fiestas. Cuenta Las Casas que Colón fue invitado a una comida por el Gran Cardenal de España don Pedro González de Mendoza, hermano del Duque del Infantado, el cual “le llevó un día saliendo de Palacio a comer consigo, y sentole a la mesa en el lugar más prominente y más propincuo a sí, e mandó que le sirviesen el manjar cubierto e le hicieren salva; y aquella fué la primera vez que al dicho Almirante se le hizo salva, y le sirvieron cubierto como a señor, y desde allí adelante se sirvió con la solemnidad y fausto que requería su digno título de almirante”.


    El 23 de mayo los Reyes le hacen merced de mil doblas de oro; el 26 se le otorga el derecho de alojarse con cinco de sus criados dondequiera que fuere, pagando sólo su comida a los precios corrientes; el 28 los Reyes le confirman solemnemente sus títulos, honores y privilegios definidos en las Capitulaciones de Santa Fe; el mismo día se le dan cartas reales nombrándole Capitán General de la segunda flota de las Indias y autorizándole para nombrar a las personas por él escogidas para el gobierno de las Indias, mientras se adoptaban las medidas para organizar el sistema a tal fín establecido en las capitulaciones.


    Del 28 de mayo de 1493, existen tres documentos de incalculable valor histórico, insertados en el Libro de los Privilegios del Almirante don Cristóbal Colón , publicado por la Real Academia de la Historia, en Madrid (1951), en los cuáles se llama al Almirante “don Christoval Colom” hecho que prueba que su verdadero apellido era COLOM y no COLOMBO.


    El primero de ellos es la Carta patente dada en Barcelona a 28 de mayo de 1493, en la que se manda a los capitanes, maestres, etc. de naos y carabelas que obedezcan a Colom como Capitán General, Almirante, Virrey y gobernador.


    El segundo es la Real Cédula fechada en Barcelona a 28 de mayo de 1493, autorizando al Almirante para nombrar persona que en su ausencia pueda expedir cartas y provisiones en nombre y con sello de los Reyes.


    Y el tercero es la Provisión fechada en Barcelona el mismo día que el documento anterior, dando facultad a Colom para que provea los oficios de gobernación de las Indias en personas de su elección. Sigue en una cláusula final el testimonio de traslado, que firma en Santo Domingo el escribano Diego de Alvarado.


    Las noticia del descubrimiento de un Nuevo Mundo se extendió por todas partes, no solamente en España y Portugal, que eran los países directamente interesados, sino por toda Europa.


    El primer vocero de tan estupendas nuevas fue el propio Almirante quien de regreso del primer viaje preparó varias cartas de las que conocemos dos: la enviada a Luis de Santángel y la dirigida a Gabriel Sánchez, tesorero de Aragón. Ambas son practicamente iguales: Harrisse opina que la primitiva es la enviada a Gabriel Sánchez y que la de Santángel es un duplicado. Pero el texto impreso que se hizo famoso es, según consta al final, el dirigido a Santángel, el “escribano de ración”.


    De la carta a Santángel se hizo una primera impresión ya el 29 de abril de 1493, en Barcelona, en los talleres de Pedro Posa; de ella el único ejemplar conocido está en la New York Public Library. Hubo luego una serie de ediciones extranjeras, de las que se habla a continuación.


    De la Carta de Colón anunciando el Descubrimiento del Nuevo Mundo se conocen diecisiete ediciones. En muchas de ellas al igual que la anteriormente citada figura registrado el apellido Colom . Entre ellas cabe citar tres ediciones hechas en latín en Roma:


    I (Roma, Stephanus Plannck, mayo 1493) Epistola Christofori Colom... En 4.º, 8 páginas. Consta sólo el nombre del rey Fernando.
    II (Roma, Stephanus Plannck, 1493) Epistola Christofori Colom... en 4.º, 8 páginas. Segunda edición, con los nombres de los reyes Fernando e Isabel.
    III (Roma, Eucharius Argenteus, 1493) Epistola Christofori Colom... En 8.º, 6 páginas.
    IV (Amberes, Thierry Martens, 1493) Epistola Christophori Colom... En 4.º, 8 páginas.
    V (Basilea, Jacob Wolff de Pforzheim o Michel Fuerter y Johan Bergmann) De insulis inventis. Epistola Cristoferi Colom... En 8.º, 16 páginas, más las cubiertas. Con grabados.
    VI (Basilea, Johan Bergmann de Olpe, 1494) De insulis nuper in mari Indico repertis. De insulis nuper inventis. Epistola Christoferi Colom... Inserta entre los folios 29-36 de la obra de Carolus Verardus. “In Laudem Serenessimi Ferdinandi Hispaniarum regis...” Con grabados.
    VII (París, Guyot Marchant, 1493) Epístola de insulis de novo repertis . En 4.º, 8 páginas.
    VIII (París, Guyot Marchant, 1493) Epistola de insulis noviter repertis. En 4.º, 8 páginas.


    Fragmento de la Real Cédula fechada en Barcelona a 28 de mayo de 1493, autorizando al Almirante para nombrar persona que en su ausencia pueda expedir cartas y provisiones en nombre y con el sello de los Reyes. Documento insertado en el Libro de los Privilegios del Almirante don Cristóbal Colón publicado por la Real Academia de la Historia, en Madrid (1951), en el cual se llama al Almirante "don Christoval Colom" , hecho que prueba que su verdadero apellido era COLOM y no COLOMBO .


    Como hemos podido ver en 1493, en Italia, el Almirante era Colom y no Colombo .


    El divulgador más famoso del Descubrimiento fue Pedro Mártyr de Angleria, el prolífico escritor italiano confidente de los Reyes y de la grandeza de España, cuyas cartas dirigidas a personas de alto rango en España e Italia canalizaban y difundían noticias y opiniones al modo como hoy lo hace la prensa.


    Pedro Mártyr consigna el descubrimiento de las Indias en una carta dirigida a Borromeo fechada en Barcelona el 14 de mayo de 1493, cuyos términos se han hecho famosos: “Algunos días después, un tal Cristóbal Colón retornó a las Antípodas Occidentales; es un ligur que, enviado por mis Reyes, con sólo tres barcos penetró en aquella provincia reputada por fabulosa, volviendo con pruebas palpables, muchas cosas preciosas y en particular oro que aquellas regiones engendran de suyo”.


    En un fragmento de la escrita por Pedro Mártyr a Borromeo, anunciando el descubrimiento de las Indias, según descripción de Thacher podemos leer: "Post pauces inde dies rediit ab antípodus occiduis Christophorus quidam Colonus vir ligur, qui a meis Regibus ad hanc prouintiam tria vix impertrauerat nauigia, quía fabulosa que dicebat arbitrabuntur, rediit, preciosarum multarum rerum, sed auri precipue que suapte nature, regiones ille generant, argumenta tulit” .


    Se observará que Pedro Mártyr escribe en latín, Colonus y no Colombus ni Colombo.


    Aquí nos encontramos muy posiblemente con la primera fantasía documentada (pista falsa) que se inventó después del Descubrimiento y que oscurece el verdadero origen del Almirante. Sin embargo los acontecimientos acaecidos entre el mes de abril y mayo de 1493, nos demuestran claramente varias cosas:


    a) Que el Almirante era de orígen noble como muy bien lo acreditan las atenciones y concesiones tributadas a su persona, tanto por los Reyes como por otras personalidades. Un origen plebeyo las haría incompatibles.
    b) Que su verdadero nombre era “Colom”, pues así se encuentra registrado en las dos cartas que él escribió y que iban dirigidas a Luis de Santángel y a Gabriel Sánchez, sus amigos, ante los cuales no iba a consignar ni otro nombre ni otra grafía que la propia.
    c) El celo por ocultar su verdadero origen, pues así lo prueba la carta escrita por Pedro Mártyr a Borromeo, fechada en Barcelona a 14 de mayo de 1493.


    Como ya sabemos, tanto los Reyes Católicos, como el propio Colón nunca mencionaron su origen, por razones que no hemos dudado en calificar “de estado”. En razón de ellas, y una vez que el Descubrimiento se había consumado, lógico resulta pensar que entre los cortesanos y en presencia de Pedro Mártyr se comentó en alguna ocasión sobre el supuesto origen ligur del Almirante.


    Éstas pueden ser muy bien las razones que llevaron al escritor italiano a considerar a Cristóbal Colón un ligur, y es de suponer que todas estas cartas escritas por Pedro Mártyr en las que califica a Colón como ligur han sido la base de la teoría del Colón genovés.


    Durante su estancia en Barcelona algunos indios de los que había traído fueron bautizados en la catedral, siendo padrinos los Monarcas y su hijo, el malogrado Príncipe Juan. Testimonios muy dignos de respeto aseguran que Colón donó a la catedral barcelonesa las primicias de oro americano, que, convertido en un cáliz, se conservaba todavía a principios del siglo XIX.


    Tras el regreso de Colón, el Rey de Portugal vino a considerar el Descubrimiento como una violación de los acuerdos entre ambas Coronas sobre sus zonas de influencia. Este hecho le movió a enviar una embajada a la Corte española. La primera delegación portuguesa en ese sentido salió hacia la corte castellana el 5 de abril e iba presidida por Ruy de Sande. Llevaba el inicial punto de vista lusitano, según el cual los espacios atlánticos debían ser partidos mediante una línea horizontal por la latitud de Canarias, quedando el Sur para Portugal y para Castilla la zona Norte. La idea de partición por un paralelo hacía referencia a lo pactado en el capítulo ocho del tratado de Alcaçovas, que había sido confirmado después por la bula Aeterni Regis (1481). Es decir, esa idea del paralelo era la interpretación polémica lusitana de la frase “para abajo contra Guinea”.


    Aún antes de que llegara ese primer emisario, los Reyes Católicos despachan desde Barcelona el 22 de abril a Lope de Herrera, con la misión de comunicar oficialmente a Don Juan II el Descubrimiento y pedirle que prohibiese a sus súbditos navegar hacia aquellas partes, porque el Almirante castellano había ya tomado posesión de ellas. Don Fernando y doña Isabel se atenían tácitamente a la tesis de que la zona de Portugal era sólo desde el paralelo canario hacia abajo “contra Guinea”. Es decir los Reyes Católicos comenzaron por sostener que Portugal tenía acotado solamente el camino de la costa de Africa, las aguas al Sur de Canarias y “contra Guinea”. Todo lo demás podía ser castellano, o cuando menos nullius, y entonces entraba en juego la recién hecha toma de posesión, mediante la cual todas las tierras occidentales del Océano quedaban como pertenencia de Castilla.


    Tal interpretación llevó a los Reyes Católicos a reforzar sus tesis mediante un respaldo de la autoridad papal, cosa que llevó a cabo don Fernando a principios de abril, tan pronto como tuvo las primeras noticias de Colón y de la entrevista con don Juan II.


    El 3 de mayo de 1493, el Papa Alejandro VI promulgó una bula, la Inter coetera , concediendo a los Reyes Católicos las Indias descubiertas o que se descubriesen así como había concedido al Rey de Portugal las tierras descubiertas en la costa africana. El original se conserva en el Archivo de Indias de Sevilla.


    El día 4 de mayo otra bula, la Inter coetera , reproduce la primera del mismo nombre y divide el mundo por descubrir entre la Corona española y la de Portugal, trazando una línea de Polo a Polo a cien leguas al Oeste de las Azores y Cabo Verde, sin precisarse que tal línea fuese “derecha”, si bien al decir que tal línea debía ir “desde el Polo Artico al Polo Antártico”, va implícito que se la pensaba como un meridiano. El original de esta bula está también en el Archivo de Indias.


    La expedición de estos documentos representaba para la Corona de España un gran éxito diplomático. Antes de proseguir con este tema, considero conveniente hacer constar que el Papa Alejandro VI nació en Játiva, provincia de Valencia, tierras que pertenecían a la Corona de Aragón, donde reinaba don Fernando. Su nombre era Rodrigo Borgia. El ser sobrino de Calixto III le propició su rápida carrera. A los 24 años ya era Cardenal y a los 61, en 1492, fue nombrado Papa. Como puede observarse, al tiempo del descubrimiento del Nuevo Mundo, el Sumo Pontífice era español.


    Volviendo al hilo de nuestra historia, sabido es que el reparto del Océano no resultó del agrado de don Juan II de Portugal, muy agraviado se mostró -al decir de Zurita- por la nueva situación que las bulas creaban, ya que incluso el espacio señalado en el Atlántico de cien leguas al Oeste de las Azores y Cabo Verde, que es lo que marcaba la segunda Inter coetera , era demasiado angosto para los barcos portugueses que navegasen en aquellas partes en busca de nuevas tierras o en el retorno de los viajes a Guinea.


    Las divergencias creadas por las bulas entre la Corona de Portugal y la de Castilla duraron aproximadamente un año. Pero finalmente don Juan llegó a un acuerdo con doña Isabel y don Fernando.


    Este pacto, también conocido como Tratado de Tordesillas , concertaba que el Rey de Castilla tenía que ceder a Portugal unas leguas más de mar hacia el Oeste que las fijadas por la bula. La nueva partición del Océano se fijó no a 100 sino a 370 leguas al Oeste de las islas de Cabo Verde, sin hacer referencia a las Azores como había hecho la bula. La línea de demarcación o meridiano de Tordesillas quedó situada a 46º 37'. El hemisferio occidental queda para Castilla y el oriental para Portugal.


    En este tratado también quedó establecido que las naves de Castilla podían atravesar sin detenerse la zona portuguesa, que era camino obligado para ellas. Se firmó en la localidad castellana de Tordesillas “que había sido Corte de don Alfonso XI y sería luego retiro de Doña Juana la Loca”, el 7 de junio de 1494. Una fecha señalada que es preciso recordar con exactitud. Los firmantes materiales fueron: por parte portuguesa, Ruy y Juan de Sousa y Aires de Almada y por parte castellana el Mayordomo Mayor don Enrique Enríquez, el Comendador Mayor de León don Gutierre de Cárdenas y el Doctor Rodrigo Maldonado.


    Gabriel Verd
    Secretario General de la Asociación Cultural Cristóbal Colón

    "Donau abric a Espanya, la malmenada Espanya
    que ahir abrigava el món,
    i avui és com lo cedre que veu en la muntanya
    descoronar son front"

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    Re: En busca de la verdad: el verdadero origen de Cristobal Colón

    45.- Época precolombina.


    Las tribus de la América Septentrional.- Es curioso observar que el territorio donde hoy existe uno de los pueblos más progresistas del mundo, los Estados Unidos, era habitado en los tiempos precolombinos por tribus no sólo de cultura muy incipiente, sino mucho más atrasada que las de las que ocupaban entonces las regiones más al sur. Resulta imposible clasificar rigurosamente a todas las tribus norteamericanas, cuya diversidad en idiomas, tradiciones, ritos, costumbres y usos era enorme. Muchas de ellas, sin embargo, han sido agrupadas en familias lingüísticas, es decir, conforme al parecido de sus lenguas unas con otras. Citemos entre las principales: las tribus de los atapascos, al Oeste, que se extendían desde más al Norte del río Oregón hasta el norte de la actual República de México, y que comprendían a los apaches y los navajos famosos hasta el siglo pasado por sus sangrientas correrías contra otras tribus o contra los pueblos civilizados; las de los algonquines, que vivían al este hacia la costa norte del Atlántico; las de los iroquenses, vecinos de los anteriores y renombrados por sus guerras contra los europeos cerca de los grandes lagos del Canadá; las de los natches, más al sur, que han dado origen a una literatura pintoresca y sentimental en célebres escritores franceses; y, finalmente, para ser breves, las de los que recibieron de los exploradores españoles el nombre de indios pueblos, a causa de las extrañas habitaciones en que moraban, en los territorios que ahora forman los estados norteamericanos de Nuevo México, Arizona y Colorado. Tratábase de grietas o anchas hendiduras y huecos naturales en las paredes rocosas de quebradas o barrancos, a grande altura, que dichos indígenas aprovechaban como casas, construyendo en el interior muros o tabiques de piedra toscamente labrada. A veces las rocas del barranco eran excavadas artificialmente, por lo que las habitaciones fueron llamadas "casas de peña".

    La característica principal de los indios norteamericanos era su amor a la independencia, guardada celosamente por cada tribu y cada "clan" o linaje. Las tribus solían confederarse para la guerra ofrensiva o defensiva, bajo un jefe común asesorado por un consejo de ancianos, y las confederaciones podían hacerse casi seculares, como se vio entre los iroquenses. Pero la vida tribal se mantenía autónoma en todo lo extraño a las actividades guerreras. En materia religiosa, si puede así decirse, aunque tenían vaga idea de un Gran Espíritu, que dominaba a todos los hombres, cada una de las tribus poseía su tótem, esto es, la imagen de determinado animal, que recibía culto particular porque de él se creía esa tribu descendiente. Este tótem era para ellos como la insignia y la bandera, tanto en sus ceremonias y fiestas como en las luchas contra sus enemigos. Los jefes militares eran generalmente designados por elección, ya el más fuerte, ya el más astuto, y adoptaban el nombre del tótem tribal: el Gran Ciervo, el Águila Blanca, el Búfalo Negro, etc., pero estos jefes no intervenían en la vida interior de las tribus.

    Muchas tribus norteamericanas conocían el uso del tabaco, y algunas eran de grandes fumadores. Servíanse de pipas con largos tubos, hechas de tierra cocida o piedra tallada ( calumet ), que desempeñaban principal papel en su vida, porque no había ceremonia pública o privada que no fuese solemnizada fumando todos los asistentes uno tras otro en la misma pipa. Hasta para las negociaciones de paces con los europeos era indispensable la celebración de este rito y observóse que, cuando era efectuado, los indios cumplían fielmente sus compromisos.

    Algunos de estos indios practicaban la horticultura más bien que la agricultura, ya que no había entre ellos sino cultivos familiares para el consumo de cada cual; pero la base esencial de la alimentación de casi todas las tribus la constituían la recolección de frutos silvestres, la pesca y la caza, sobre todo esta última. Las tribus septentrionales se vestían de pieles; muchas de las del sur supieron hacer groseros tejidos de fibras vegetales y de algodón. Todas se adornaban vistosamente con plumas y se tatuaban, esto es, se incrustaban pinturas en la cara y el cuerpo con los más variados dibujos. Sus armas eran el arco y flecha y el dardo arrojadizo; pero también el hacha de piedra labrada (sílex) y a veces de cobre, que encontraban en sus montañas en estado nativo. Los indios-pueblos eran bastante buenos alfareros.



    Vaso teotihuacano bellamente decorado con técnica de raspado.
    Museo Nacional de Antropología.


    Muchas de estas tribus, cuando por su contacto con los conquistadores europeos adquirieron caballos, lograron convertirse rápidamente en diestros y valerosos jinetes, que se entregaron a una vida de audaces aventuras, cacerías y asaltos en las vastas llanuras del territorio norteamericano. Existen a este propósito gran número de libros de instructiva y amena lectura, entre verídicos y fantásticos.


    Las principales civilizaciones


    México


    Primitivos pobladores.- La geografía nos enseña que el territorio mexicano viene a ser como una prolongación meridional de la región montañosa de los Estados Unidos y que el amplio rebajamiento oriental de esa región, constituido en América del Norte por vastas praderas, se estrecha en México a causa del golfo de este nombre y no forma ya sino una faja de menos de 100 kilómetros de ancho. Lo propio pasa en el lado occidental o costa del Pacífico, donde se abre el golfo de California. En el centro de la zona comprendida entre ambas costas corren diversos ramales de la gran cordillera continental entroncada con los grandiosos Andes sudamericanos. Pero de trecho en trecho la estructura montañosa se aplana ensanchándose y formando altiplanicies o mesetas, de las cuales la principal es la de Anahuac, célebre por haber sido asiento de las más famosas culturas indias mexicanas. Más al sur se estrecha el territorio mexicano, prosiguiendo en el istmo de Tehuantepec que va a soldarse con América Central y la península de Yucatán.
    En las marchas inversas de los asiáticos y de los polinesios o de sus respectivos descendientes dentro de América, los unos desde el extremo noroeste del continente hacia el sur y los otros desde las tierras meridionales hacia el norte, no se puede saber cuáles llegaron primero, no sea sino bordeando las costas a los istmos centrales de Panamá y Nicaragua: si los asiáticos, para pasar de allí a Nueva Granada (Colombia), Venezuela y Perú, o si los polinesios para derramarse en Guatemala y seguir tal vez a Yucatán y México. El orden cronológico de estas migraciones, en las que hubo evidentemente larguísimas etapas y paradas, como también flujos y reflujos, se pierde en la noche de los tiempos, quedando apenas trazas de ellas.


    Toltecas y chichimecas.- Ha podido únicamente comprobarse que, a principios del siglo XVI, al arribo de los descubridores españoles a México, existían allí ciertas tribus cobrizas, en las que hasta nuestros días hay descendientes, que eran consideradas por los otros indígenas como remotos vástagos de los más antiguos habitantes del país. Designábaseles por sus coterráneos con el nombre de otomís , vocablo que implica un concepto despectivo de hombre inferior o inculto. No lo fueron, sin embargo, los otomís, pues se han encontrado vestigios de antiquísimas construcciones arquitectónicas de que se les cree autores. Pero habían sido vencidos o sojuzgados por otras tribus, las que se pretendían por este hecho superiores a ellos. Hay, empero, sabios que sostienen que todavía antes que los otomís hubo en México otros habitantes, de que las excavaciones arqueológicas darían testimonio, y que habrían sido hombres de tez negra o casi negra, tal vez polinesios.
    Los pueblos indígenas que, aparte los otomís, encontraron los españoles en México, estaban divididos en diversas organizaciones políticas y religiosas, pero eran en su mayoría consanguíneos y afines por la lengua, formando todos parte de una inmensa familia racial que se dilataba y se dilata hoy mismo hasta muy adentro del territorio de los actuales Estados Unidos de Norteamérica. A esta familia racial se la denomina Nahua . Fueron principalísimos miembros de ese gran grupo indígena en México los tiltecas, los chichimecas y los aztecas, subdivididos a su vez todos ellos en parcialidades o "naciones", como decían los conquistadores europeos. Conforme a cumunes tradiciones, todos estos pueblos situaban su origen en el norte, de donde habrían descendido sucesivamente a México en el orden en que acabamos de nombrarlos.
    Los toltecas, hacia el siglo IV de nuestra era cristiana, habrían habitado la comarca del río Gila, confluente del Colorado, en el estado norteamericano de Arizona. Dícese que a partir de este siglo emprendieron su marcha al sur, la que se prolongó cientos de años, pues hicieron largas detenciones y fundaciones de ciudades en el camino. A fines del siglo VI o en el VII, penetraron en la meseta del Anahuac, donde avasallaron a los otomís, fundaron un imperio y levantaron la ciudad sagrada de Tollán, cuyas ruinas serían las hoy llamadas de Tula, a treinta kilómetros de la actual capital de la República mexicana.
    El Imperio tolteca de Anahuac, minado por guerras civiles y debilitado por las luchas contra invasores venidos también del Norte, no duró, según las tradiciones indias, sino dos o tres siglos. El último rey de Tollán, llamado Topiltzoinoxi-Quetzalcohuatl, tuvo que emigrar con los restos de su nación más al Sur, hacia el istmo de Tehuantepec. Los invasores que desalojaron a los toltecas eran los chichimecas, salidos, a lo que referían sus descendientes, de un lugar denominado las Siete Cavernas, que se supone con fundamento se hallaba en uno de los actuales Estados norteamericanos de Colorado o Nuevo México, donde encontraron los españoles las cavernas de los indios-pueblos de que antes hablamos.
    Más aun que los toltecas, constituían los chichimecas una confederación de tribus con dioses e instituciones comunes o semejantes, pero también cada una con su dios particular o tótem. Dueños del Anahuac, fundaron varias ciudades, una por cada tribu. La principal fue la de Cholula, donde erigieron un gran templo a Quetzalcohuatl, que era el más importante de sus dioses. Otra notable ciudad fue Tlascala, que llegó a gran poderío. Estas diversas ciudades se transformaron con el tiempo en pequeños estados independientes, ya en guerra, ya confederados unos contra otros. La forma de gobierno de todas fue, como la de los indios norteamericanos, casi republicana, esto es, una a manera de senado o consejo de ancianos y un jefe militar elegido.


    Los aztecas.- En su peregrinación desde las Siete Cavernas hacia el Anahuac, una de las más poderosas tribus chichimecas quedó rezagada, a estar a lo que sus tradiciones contaban, por haberse detenido en una isla situada en medio de un lago nombrado Aztlán. Permaneció allí esa tribu largo tiempo, de cinco a seis siglos, de donde le vino el nombre de aztlecas o aztecas. Continuando después su marcha hacia el sur, llegaron éstos a otra gran laguna en una región del Anahuac muy abundante en tunales o nopales, donde se cría la cochinilla, de tan vivo color rojo. En los bordes de esta laguna, llamada Texcoco o Tezcoco, decidieron, en los primeros años del siglo XIV de nuestra era, establecerse definitivamente fundando una ciudad a la que dieron el nombre de Tenochtitlán, que quiere decir "lugar de los tunales rojos". Ésta es hoy, modernizada, la capital de la República de México, denominación que lleva también dicha ciudad desde la conquista española. Proviene ella de la de uno de los primitivos barrios de Tenochtitlán, donde estuvo en un principio el templo o adoratorio de Mexitli, uno de los nombres, el más antiguo, del dios azteca de la guerra. Otro grupo de aztecas levantó la ciudad de Tlatelolco, inmediata a Tenochtitlán, sobre una pequeña isla de la laguna. Las dos ciudades hermanas se confederaron.
    Pueblo emprendedor y guerrero, aunque también agricultor y comerciante, los aztecas fueron durante dos siglos extendiendo más o menos rápidamente su dominación o hegemonía sobre las otras ciudades chichimecas, por medio de su alianza con unas para sojuzgar a otras. Pero los vencidos ni eran aniquilados, por más que a veces se hiciese en ellos terribles hecatombes, ni asimilados, esto es, obligados a adoptar las leyes, costumbres y usanzas de sus vencedores. Sólo se les exigía reconocimiento de la supremacía azteca, la ayuda militar en caso necesario y sobre todo el pago de un tributo en frutos y mercancías. Dos ciudades chichimecas, la de Texcoco, de igual nombre que la laguna, y la de Tlacopán, obtuvieron la ventaja y el honor de ser asociadas a la de Tenochtitlán, formándose así una especie de estado federal, cuyo jefe militar era el de la última. Nombrábasele en su lengua tlacatleccuhtli , o sea "jefe de hombres", y venía a ser como el Imperator o Emperador entre los romanos. Cuanto a Tlatelolco, la ciudad hermana de Tenochtitlán, entró en conflicto con ésta por motivos comerciales y fue vencida y reducida a la condición de simple barrio de su vencedora.
    Al lado del tlacatleccuhtli había en Tenochtitlán, como en las otras ciudades chichimecas, un senado ( tecpán ) y además un alto magistrado civil, con facultades administrativas y judiciales, que llevaba el curioso título de cihuacohuatl , que significa "serpiente hembra". El "jefe de hombres", elevado al poder por elección, casi siempre miembro de una misma familia, era ungido en el gran templo de la ciudad y recibía cierta investidura sacerdotal, aunque no era en realidad el jefe del clero, sino sobre todo el de la guerra. Los más célebres tlacatlesuhtlis o emperadores aztecas, como lo calificaron los conquistadores españoles, fueron Ixcohuat, que en la primera mitad del siglo XV construyó el mencionado gran templo, dedicándolo al dios de la guerra; Montecuzoma, nombre que equivale a "el majestuoso", sobrino del jefe anterior, que formó el pacto con Texcoco y Tlacopán y venció y avasalló casi todo el Anahuac; Ahuitzotl, que, a fines del mismo siglo, emprendió grandes guerras, llegando a penetrar por el sur en el istmo de Tehuantepec y la América Central, mientras avanzó por el Este hasta las costas del golfo de México. A este "jefe de hombres", muerto en 1500, reemplazó Montecuzoma II, apodado Xocoyotl ("el joven"), que era el que ejercía el mando cuando en 1519 se inició la conquista española de las tierras mexicanas.


    Otros pueblos del antiguo México.- Los aztecas no llegaron a sujetar a todos los pueblos que ocupaban el vasto territorio mexicano, ni siquiera a todos los chichimecas. De entre éstos son dignos de ser citados la ciudad y estado de Tlascala, que supo mantener valientemente su independencia sus libertades en varias porfiadas luchas contra los ambiciosos guerreros de Tenochtitlán, a los que más de una vez derrotó. Las instituciones tlascaltecas fueron más democráticas e igualitarias que las de los aztecas, razón por la cual los españoles del siglo XVI decían de Tlascala que era verdaderamente una república.
    El sudeste del territorio mexicano, es decir; la parte ribereña del Atlántico, desde el sur de Veracruz hacia la península de Yucatán, era habitado por los totonecas, probablemente descendientes de los toltecas. Al norte de ellos vivían los huaxtecas, de otra raza que los chichimecas y aztecas, y más bien emparentados con los pueblos del Yucatán. Totonecas y huaxtecas habían perdido a mitad su independencia, vencidos por Tenochtitlán, cuando llegaron los españoles a sus costas.
    Mayor importancia que los arriba citados tuvieron los tarascos, establecidos del lado opuesto en la región de Michoacán, es decir, al Oeste del Anahuac, y hacia el Pacífico. Contaban que habían también inmigrado desde mucho más al Norte, y sostuvieron, como Tlascala, largas guerras contra los aztecas, varias de ellas victoriosas. Su jefe supremo o emperador, muy análogo al azteca en sus prerrogativas, llevaba el título genérico de Galtzontzin, y entre las peregrinas instituciones de ellos citemos la de que todos los oficios del palacio imperial eran ejercidos por mujeres.
    En fin, al extremo sudoccidental, junto al istmo de Tehuantepec, se encontraban los zapotecas, cuya capital era la ciudad sagrada de Mitla con uno de los templos más grandiosos y de más bella arquitectura de todo México.


    Organización social y administrativa.- Dentro de cada uno de los estados o ciudades, los mexicanos se hallaban repartidos por linajes, esto es, se agrupaban entre sí los que se consideraban descendientes de un mismo remoto progenitor. Estos linajes, que entre los aztecas se llamaban calpullis , y alcanzaban el número de veinte, se asociaban en fratrias o hermandades, que eran cuatro en Tenochtitlán. Las fratrias a su vez se federaban para construir el estado o ciudad; confederadas las ciudades, venían a formar el imperio.
    La propiedad del suelo y de los cultivos correspondía a los linajes o calpullis , que repartían las tierras entre las familias, revisando la repartición de tiempo en tiempo para igualar los lotes al número de jefes de familia. Los mexicanos en general, incluso los aztecas, eran buenos agricultores y hábiles irrigadores de sus tierras, siendo sus principales productos el maíz, la batata o camote y el cacao. Pero poseían pocos animales domésticos, los más comunes de los cuales era un pequeño perro mudo ( techichi ) que comían, conejos, pavos y faisanes. Su principal bebida era el pulque , consistente en el jugo fermentado del agrave o magney.
    La administración de justicia era en el antiguo México muy rigurosa y las leyes en extremo severas, pues se aplicaba la pena de muerte no sólo a homicidas, traidores y sacrílegos, sino también a los adúlteros, a los sacerdotes consuetudinarios en la embriaguez y a los usurpadores de tierra de cultivo ajena. El matrimonio era monogámico, pero la mujer era considerada como inferior, y hasta como propiedad del esposo; el celibato estaba prohibido.


    Religión, cultura y artes.- Toltecas, chichimecas y aztecas tuvieron alguna idea de la supervivencia o vida futura del espíritu, una vez muerto el cuerpo. Creían en otro mundo venturoso, que, a su concepto, era el cielo solar, donde iban los caídos en los combates o los inmolados en aras de los dioses. Los espíritus de los demás mortales iban a unas viviendas subterráneas, llamadas mitlán , excepción hecha de los que sufrían enfermedades asquerosas, que eran condenados a los suplicios de un infierno ( tlalocán ). Pero no se elevaron estos pueblos a la idea de un dios único ni a la de una moral regeneradora para todos.
    Tuvieron, en cambio, dioses y templos comunes, aunque también algunos particulares a cada tribu o ciudad. Sus templos se llamaban en azteca teocallis , y solían ser de forma piramidal: los primeros españoles que los vieron los calificaron inexactamente de “mezquitas”, como a los de los musulmanes. El principal de los dioses comunes fue Quetzalcohuatl, que parece también el más antiguo y el que fue más reverenciado por los toltecas, algunos de cuyos reyes ostentaron igualmente este dictado o apodo. Está compuesto dicho nombre del de una hermosa ave americana, quetzal , y del de la serpiente, cohuatl , y se le representa siempre en los bajos relieves o en las decoraciones del arte mexicano por esa ave, que se cierne en los cielos llevando en el pico una serpiente que ha cogido en tierra para darle muerte dejándola caer y estrellarse desde las alturas. Esta figura simbólica constituye hoy el escudo nacional de la República mexicana.

    Sin embargo, para los aztecas el verdadero dios patrio no era Quetzalcohuatl, aunque mucho lo veneraban, sino Mexitli, a que ya nos hemos referido, denominado también y más generalmente en los últimos tiempos precolombinos Huitzi'opochtli, deidad terrible, a pesar de este su nombre bien poético. Significaba, en efecto, el "colibrí del Sur", y contaban los mexicanos que este dios los había guiado desde la isla legendaria de Aztlán, en el septentrión, hasta el Anahuac. Quetzalcohuatl, de origen tolteca, era un dios creador y benévolo; pero Huitzilopochtli descollaba, al contrario, como sanguinario, insaciable de víctimas humanas y anhelante siempre de guerras para tener sacrificios propiciatorios. Los inmolados en sus aras eran los prisioneros hechos en los combates contra los enemigos de Tenochtitlán, y muchas veces los aztecas no emprendían la guerra con otro objeto que el de conseguir estas víctimas.

    A los prisioneros destinados a Huitzilopochtli se les conservaba cuidadosamente hasta el día de la ceremonia, en que eran llevados con gran pompa y la fiesta al teocalli , donde se les iba extendiendo uno por uno sobre la piedra del sacrificio. Allí se les sujetaba fuertemente, mientras el sacerdote sacrificador les abría el pecho con un gran cuchillo de sílex u obsidiana, y por la apertura les arrancaba el corazón para ofrecerlo al implacable dios en un receptáculo especial. Los cadáveres de las víctimas eran después arrojados por la gradería abajo del teocalli , donde otros sacerdotes los recogían. Callamos ciertos repugnantes detalles.

    Otro gran dios sanguinario era Tetzcatlipoca ("guerrero del Sur"), venerado más particularmente en Tlacopán, una de las ciudades confederadas con Tenochtitlán, pero también reverenciado en ésta, en cuyo teocalli se alzaba su estatua o ídolo, junto a la de Huitzilopochtli. Era la deidad de la primavera, y si en Tlacopán se le sacrificaba los jefes vencidos en las guerras, el holocausto más ordinario que recibía en ambas ciudades era muy otro. Consistía en adolescentes o mancebos, que voluntariamente se ofrecían para morir en aras de dios; algunos eran criados desde niños en este propósito, y tan penetrados estaban unos y otros de la santidad y glorificación de su sacrificio que, llegado el día, marchaban al teocalli alegremente, coronados de flores, ataviados con riqueza y tañendo flautas, y allí morían sin proferir una queja. a tan monstruosas aberrraciones lleva el fanatismo pagano, desconocedor de las más sencillas verdades morales.

    No todos los dioses mexicanos tenían, empero, tan crueles exigencias. Otros eran más bien benignos y se contentaban a veces con ofrendas de flores, frutos, aves y otros animales. Muchos recuerdan por sus atributos a ciertas divinidades del Olimpo, griego, como Xochiquetzalli, diosa de las flores; Ixcozauque, dios del fuego, y Acatecutli, dios de los mercaderes. Toniatiuh, dios del Sol, era de los principales y en su culto, mixto, alternaban sacrificios sangrientos y ofrendas primaverales. Todos tenían numerosos sacerdotes, que guardaban rígida jerarquía y vigilaban el cumplimiento de los ritos. Éste comprendía también música, himnos y danzas sagradas.

    Como en muchas antiguas naciones de Asia y Europa, entre los cuidados a cargo del clero estaba en México no sólo la conservación de las tradiciones religiosas, sino también la de los grandes hechos históricos. El calendario y la cronología eran muy complicados, y no se ha podido hasta ahora encontrar claramente sus concordancias con la era cristiana o con otros sistemas cronológicos del viejo continente.

    Privados, como todos los pueblos americanos, del conocimiento de un alfabeto, valíanse los mexicanos de pinturas, o si se quiere miniaturas, en que transmitían el pensamiento con figuras del natural y con signos convencionales. Pintaban o escribían estas figuras y signos sobre pieles de venado preparadas con tal objeto, o sobre una especie de cartulinas que fabricaban con fibras de agave (magney) y blanqueaban con cal. Plegadas unas sobre otras, esas pieles o cartulinas formaban como libros. Varios de estos extraños manuscritos se conservan en museos y bibliotecas de Europa, donde los sabios van, con gran esfuerzo, descifrándolos poco a poco. La mayor parte, por desgracia, desapareció en las guerras de la conquista.
    Fueron los mexicanos excelentes arquitectos, que supieron levantar notables construcciones. Para las cosas particulares del común del pueblo empleaban el adobe; pero para los palacios y los templos, utilizaban generalmente la piedra sillar. Las casas no solían ser muy grandes, salvo las de los ricos o poderosos, y no constaban sino de un piso con techo horizontal o azotea, transformada a veces en jardín. Los templos se alzaban sobre pirámides truncadas artificiales y se ascendía a ellos por amplias graderías de piedra. El de Tenochtitlán sorprendió por su grandeza a Hernán Cortés, quien escribió al emperador Carlos V diciéndole que en esa "mesquita", como él la llamó, cabría bien una villa de quinientos vecinos, y que había en ella cuarenta torres, la principal de las cuales era más alta que la de la iglesia mayor de Sevilla (la Giralda). En las ruinas de la ciudad zapoteca de Mitla son hasta ahora admirables el "Patio de las Grecas" y el de las "Columnas"; éstas contrastan por su simplicidad con la profusión de pinturas y relieves de los muros.

    De Cholula, ciudad sagrada de los toltecas, queda aún una célebre pirámide y son grandiosas las de Teotihuacán, cerca de la capital mexicana, dedicadas al Sol y la Luna, la primera de las cuales mide 230 metros de largo en su base y 66 de alto. Aunque menores que las pirámides egipcias, se las ha comparado a ellas. Digno de mencionarse también es que en muchos templos y palacios había notables esculturas, algunas de las cuales se conservan.

    Para sus vestidos tejían los mexicanos telas de algodón, a las que sabían dar bellos coloridos y adornar con vistosas labores. A ellos se les debe el empleo de la cochinilla, que les suministraba un vivo escarlata, y conocían el uso del índigo o añil vegetal para el azul. También confeccionaban tejidos con fibras de palmera o con las del agave, y fabricaban preciosos mantos con plumas de colibrí y de otros pájaros. No menos desarrollada que el arte textil estaba entre ellos la cerámica, de la que hasta hoy existe gran cantidad de objetos, algunos de ellos primorosos. Sus alhajas de oro y plata eran también muy artísticas; su mobiliario, en cambio, muy deficiente por el desconocimiento del hierro y del acero y consiguiente falta de útiles propios para trabajar bien la madera.
    Todos los productos de la agricultura, la industria y el arte mexicanos se vendían en mercados que sorprendieron al conquistador Hernán Cortés por la grandiosidad de los edificios, la enorme cantidad y variedad de los artículos y la extraordinaria afluencia de vendedores y compradores.


    Luis Ulloa Cisneros
    Exdirector de la Biblioteca Nacional de Lima, Perú





    46.- Cristóbal Colom y Mallorca.


    Que el lugar de nacimiento de Colom fue Mallorca es una teoría que, desde siempre, ha contado con sólidos argumentos. La tesis que ahora ha dado a conocer el investigador Gabriel Verd la rubrica, la refuerza, puesto que vierte un cúmulo de datos que son difícilmente rebatibles.


    A ello hay que añadir la saga de cartógrafos mallorquines que a lo largo de la Edad Media iluminaron decisivamente el saber de su tiempo y ayudaron a extender significativamente el conocimiento del mundo. Por ello, a nadie puede sorprender que Colom, que bebió desde el principio en las fuentes de esos ilustres cartógrafos, compartiera con ellos la cuna de nacimiento.


    Con ocasión de la entrega de los premios del Trofeo Almirante Conde de Barcelona, que presidió Su Majestad el Rey Juan Carlos, la presidenta del Consell de Mallorca, Maria Antònia Munar, resaltó que la vela desde siempre ha tenido importancia en Mallorca, porque, no en balde, Colom fue mallorquín. Sus afirmaciones han molestado a algunos que quieren reivindicar para sus tierras el nacimiento del Descubridor, pero ocurre que la realidad siempre es muy terca y acaba por imponerse. Y la realidad, que día a día se sustenta en datos más demoledores, es que Colom, como resalta Gabriel Verd, era mallorquín.


    No se trata de molestar a nadie, ni atizar polémicas a estas alturas absolutamente innecesarias; ésta jamás ha sido la intención del Consell de Mallorca. Lo que ha de guiar a todo el mundo es el afán de que la verdad, de una vez por todas, salga a relucir, que se acabe para siempre con las zonas de sombra que aún subsisten sobre la biografía de quien tuvo la osadía de arriesgarlo todo para descubrir un nuevo mundo que cambió para siempre la historia de Europa y América.


    Ésas son las razones por las que hay que alentar a Gabriel Verd y a los demás investigadores a que sigan indagando, a que pongan sobre la mesa todos los documentos que van aflorando y que con las nuevas técnicas de investigación, incluida la del ADN que ahora se va a utilizar, al final quede claro cuál fue el origen de Colom, puesto que aunque está fuera de toda duda que es patrimonio de la Humanidad, para Mallorca será un orgullo saber sin ningún género de dudas que el Descubridor vino al mundo en la isla y que en ella seguramente empezó a imaginar lo que con el tiempo se convitió en la gran empresa de su vida y del tiempo que le tocó vivir: el Descubrimiento de América.


    Desde luego nadie debería albergar la más mínima duda de que desde el Consell de Mallorca se hará cuanto esté a su alcance para impulsar las investigaciones que están en marcha. El esfuerzo de gente como Gabriel Verd ha de contar en el presente y en el futuro con el decidido apoyo de todos. Es una obligación que hay que asumir gustosamente: y hay que desear que no transcurra mucho tiempo antes de que la verdad sobre el nacimiento de Colom se haga incontestable para todos.


    IMPULSO SOBRE LA INVESTIGACIÓN DEL ORIGEN DE COLÓN

    La Asociación Cultural Cristóbal Colón prosigue su labor investigadora sobre la personalidad del Almirante Descubridor de América. Nuestro Boletín viene publicando interesantes estudios y trabajos que contribuyen a clarificar muchas circunstancias que rodearon la biografía de Cristóbal Colón, especialmente la brillante labor investigadora llevada a cabo, durante tantos años recogiendo pruebas y evidencias, por el Secretario General de la Asociación, don Gabriel Verd Martorell.


    En noviembre de 2002, el apoyo del Consell de Mallorca, la colaboración del Ayuntamiento de Palma y del Govern de les Illes Balears, especialmente de la Presidenta del Consell, doña María Antonia Munar –que ha acogido con interés y entusiasmo la tesis del origen mallorquín del Descubridor– así como el apoyo de don Rafael Durán Tapia, Director del Aula General Weyler, permitió la celebración de tres conferencias en el salón Noble del Club Deportivo Militar "Es Fortí" de Palma de Mallorca.


    El día 14 habló Gabriel Verd sobre el "Origen mallorquín de Cristóbal Colón", el día 20 doña Anunciada Colón de Carvajal, doctora en Historia de América, habló sobre "La biografía de Cristóbal Colón: documentos, testimonios e incógnitas" y el 27 el Dr. José Antonio Lorente, Director del Laboratorio de Medicina Legal y Forense de la Universidad de Granada, sobre "Aportaciones del ADN en el conocimiento de casos históricos. El origen y destino de Cristóbal Colón".


    Estas conferencias constituyen un gran éxito, por la presencia de público así como su difusión en medios de comunicación. Asimismo, ha sido un gran acontecimiento la disertación de estas tres conferencias que han tenido gran influencia en estudiosos, investigadores y científicos, especialmente interesados en resolver las incógnitas sobre el origen de Colón, incógnitas que se van despejando con la aportación de documentos históricos y datos geográficos, que fueron marcando la vida de Colón.


    Agradecemos a la Presidenta del Consell, la Honorable Señora Munar, así como a los organismos y entidades que han permitido la celebración de estas conferencias. Se ha dado un gran paso adelante en la tesis del Colón mallorquín.


    LA JUNTA DIRECTIVA DE LA
    ASOCIACIÓN CULTURAL CRISTÓBAL COLÓN
    Boletín Informativo Cultural número 18 de la Asociación Cultural Cristóbal Colón



    47. Cultura General de colón (Segunda Parte).






    La magistral pericia de Colón en el arte de navegar, es indiscutible. La puso él mismo de manifiesto más que en teoría, en la práctica. La maravillosa gesta del Descubrimiento del Nuevo Mundo fué y será siempre su gran título de gloria inmortal, y el comprobante fehaciente de su positiva ciencia náutica sin rival en su siglo.

    Y es insigne gloria de Cataluña, que un catalán egregio, el másperito en su tiempo en el arte cartográfico, el célebre hijo deBlanes Jaume Ferrer, lo reconociera y proclamara en la Carta-dictamen dirigidahacia mediados de 1495 a los Reyes Católicos, evacuando su consulta sobrela línea ideal de demarcación de las tierras descubiertas y pordescubrir en el Nuevo Mundo, como frontera imaginaria en el medio del Océano,entre las posesiones de Portugal y España. En la conclusión deeste su informe pondera con estas frases entusiásticas la competenciade Colón:

    “...y si en esta mi determinación y parecer será visto algún yerro, siempre me referiré a la corrección de los que más de mí saben y comprenden, especialmente del Almirante de las Indias, el cual, tempore existente, en esta materia más que otro sabe; porque es gran teórico y mirablemente plático (=práctico), como sus memorables obras manifiestan, y creo que la Divina Providencia le tenía por electo por su grande misterio y servicio en este negocio, el cual pienso es disposición y preparación del que para delante la misma Divina Providencia mostrará a su gran gloria, salut y bien del mundo...”
    Glosa, a este propósito Ballesteros (Ant.) que “el valor del elogio aumenta si se considera quién lo hace. Ferrer, buen cosmógrafo y espíritu selecto, tiene motivos para apreciar la obra de Colón, no sólo la magna empresa realizada, sino sus escritos”. (Ballesteros (A.), en Crist. Colón y el Descubr. de América, t. II-291 (Barcelona, 1945).

    Para explicarse satisfactoriamente el misterio de la ciencia marinera sobresaliente, innegable, de Colón, se ha recurrido a hipótesis y explicaciones ingeniosas, pero que, así y todo, no llegan a descorrer el velo que lo oculta.

    Ballesteros es quien mayor atención ha prestado a ese problema. Pero Soldevila ha sabido expresarnos una síntesis más completa de las razones excogitadas por los investigadores sobre los orígenes y de las fuentes de la ciencia náutica del Descubridor del Nuevo Mundo.
    Se hace muy de escuchar su relato.

    “La estancia de Colón en Portugal –dice– y en Porto Santo, sus viajes a Madera, a las Azores, a las Canarias, a las costas continentales africanas hasta Guinea, acabaron de decidir su vocación y contribuyeron en gran manera a su formación náutica y a la concepción de su magno proyecto. Vivía en contacto con marinos experimentados y cosmógrafos, en un ambiente en que los descubrimientos eran como una obsesión, en que las noticias de tierras de mar adentro (algunos decían incluso que las veían) nutrían constantemente las imaginaciones, las codicias y el espíritu de aventura.

    “Por si esto no fuese suficiente, Colón, si hubiésemos de dar crédito a documentos muy discutidos, recibió inspiración y aliento de un sabio florentino llamado Paolo Toscanelli, que mantenía correspondencia con el canónigo de Lisboa Fernando Martins, y que, solicitado por Colón, le habría enviado una carta instruyéndole sobre la ruta que debía seguir y adjuntándole, para mayor claridad, un mapa dibujado por él mismo, mapa que Las Casas menciona y que dice haber tenido en sus manos.”

    También, según algunos autores, Colón habría leído en Portugal, y habrían contribuído a afirmarle en su propósito, la Imago Mundi del Cardenal francés Pedro de Ailly y la Historia rerum ubique gestarum, de Eneas Silvio Piccolomini (Pío II). Pero parece estar en lo cierto Cesare Lollis, cuando afirma que las apostillas de Colón a esos libros (las que sean suyas), convencen de que Colón estudiaba un problema cuya solución ya conocía, y que “no se puede sostener que Cristóbal Colón derivase de sus lecturas la idea de descubrir América”. (Cesare de Lollis, Cristóforo Colombo nella Leggenda e nella Storia (Milán 1892, y Roma 1923, 3ª edición). Cítalo Ulloa, en Xristo-Ferens, pág. 348. Soldevila (F.), en Historia de España, t. III-27 a 29).

    Los versos de Medea, acto II, v. 376, de Séneca, se encuentran dos veces copiados por mano propia de Colón. La segunda vez, en el borrador del Libro de las Profecías, escrito después de su cuarto viaje, mientras se consumía varado en la bahía de Jamaica. De los aludidos versos hizo esta paráfrasis: “Vernan los tardos años del Mundo ciertos tiempos en los cuales el mar Océano aflojará los atamientos de las cosas y se abrirá una grande tierra: y un nuevo marinero como aquél que fué guía de Jasón que hobo nombre Tiphis, descubrirá nuevo mundo; ya entonces non será la isla Thule la postrera de las Tierras”.

    Observa oportunamente Roselly de Lorgues, que “ ningún sentido tenían estos versos antes de la empresa de Colón. La expedición de éste les dotó de un sentido maravilloso; pero antes que él nadie había podido notarlos”. Más aun: “antes que él nadie -dice Ed. Charton- los había tomado en serio”.

    ¿Cuál es la tierra Thyle o Tille? Los más eruditos comentadores no se han puesto de acuerdo en su afán de identificarla. Unos patrocinan a Islandia; los más, las islas Feroé, y no faltan otras varias y extremas identificaciones.

    El año 1955 se aventuró una nueva interpretación. “Thule -se escribió- existe de veras, es un distrito polar groelandés entre la bahía de Melville y la tierra de Inglefield”. (Esta hipótesis divulgó la revista parisiense Lectures pour tous, que dió a conocer en España la revista Meridiano, Abril de 1955, pag. 64).

    No se lo que pensarán otros sobre esta extraña localización de Thyle. A mí no me convence, no siendo, como no es, profecía la aseveración de Séneca, en el siglo I de Nuestra Era, sino indicación de la geografía europea conocida en su tiempo. Lo más natural y creíble es que Séneca se refiriese a las islas del norte de Inglaterra, recién conocidas en su tiempo, y anunciase para el porvenir que no serían ellas la última tierra explorada.

    Colón no era un sabio, sólidamente formado; pero era un hombre de cualidades intelectuales muy relevantes, que gracias a su agudo espíritu de observación, a su tesón en el estudio, resultó ser un autodidacto modelo en su especialidad, pero con los inconvenientes que lleva consigo el autodidactismo.

    “Colón tenía sobre todos los marinos de su siglo una práctica extraordinaria en el conocimiento de los tiempos, lo cual era el fruto de su atenta observación. Por el aspecto del cielo, por la manera de aparecer y desaparecer las nubes, por el estado atmosférico, color del agua, etcétera, etc., predecía muchas de las cosas que habían de suceder” (Cappa (Ricardo), en Colón y los españoles, 2ª ed. (Madrid, 1887), pág. 57, nota).

    “Colón en todos sus viajes, se manifestó piloto admirable, capaz de salvar las situaciones más difíciles, sorteando temporales y naufragios”. (Pijoán (J.), en Hist. del Mundo, 1ª Ed., t. IV-64, final (Barcelona, 1933). En el Panteón Universal, dirigido por Ayguals de Izco (t. I-573 y sigs. (Madrid, 1853), se da una idea muy atinada).

    Sobre la extensa (aunque no muy profunda) cultura científica y literaria de Colón, escribe Humboldt:

    “Cuando se recuerdan la vida de Cristóbal Colón y sus viajes, desde la edad de catorce años, a Levante, a la Islandia, a la Guinea y al Nuevo Mundo, no puede menos de causar sorpresa la extensión de conocimientos adquiridos por un marino del siglo XV. En su Carta a los Reyes Católicos escrita desde Haití en 1498, y en medio de la situación más embarazosa, cita en una sola página a Aristóteles y a Séneca, a Averrhoes y al filósofo Francisco de Mairones; y los cita, no por hacer vana ostentación, sino porque sus opiniones le son familiares y se le ocurren al escribir algunas páginas, en las que la naturalidad del estilo y la misma incoherencia de las ideas están demostrando la extremada rapidez de la composición”. (A. Humboldt, en Exam. critiq. de la hist. de la Geógraphie du Nouveau Continent, t. II, sect. 1er., pág. 350 -Menéndez y Pelayo, en De los historiadores de Colón, resume cuanto mejor dice Humboldt de la cultura de Colón (páginas 219-225).

    “Por el año 1470 fijó su residencia en Lisboa, y muy lejos de abandonar la serie de estudios, ni de renunciar a las investigaciones que habían de ser la base de la más audaz de las empresas, allí fomentó su ardiente anhelo de instrucción; y, familiarizado con la vida del mar, contrajo estrechas relaciones con los navegantes más notables de aquel tiempo”. (Rodríguez Pinilla (Tomás), en Colón en España, pág. 57).

    Los autores citados por Colón, en cuyas obras pudo adquirir ideas favorables a sus proyectos, fueron muchas, así en griego como en latín, en árabe y en otras lenguas más modernas que hemos citado.

    La Reina Católica Doña Isabel tuvo siempre muy elevado concepto de la bondad y de la cultura de Colón. Los testimonios son numerosos y muy expresivos. En la Carta que le escribió con fecha de 18 de Agosto de 1496, le agradece su “parescer para el viaje de la archiduquesa”, su hija, “el cual (parescer) -dice- es muy bueno como de home sabio e que tiene mucha plática e experiencia en las cosas de la mar”.

    La Reina y Don Fernando consultaban a Colón en cuantas oportunidades se ofrecían, y constan no pocos casos en que adoptaron su consejo, aun en asuntos que nada tenían que ver con el mar y la marinería en que reconocían a Colón como eminente especializado. Entre 1497-98 se puede fijar la época en que pudo gozar de mayores satisfacciones de aprecio. El 18 y 19 de Febrero de 1498 fueron sus dos hijos, Hernando y Don Diego, nombrados pajes de la Reina. Soñando en grandezas, el 22 de Febrero del mismo año instituyó su Mayorazgo, viéndose en el pináculo de su linaje y nombradía.

    Uno de los que conocían más a fondo a Colón, por el estudio de su vida y de sus documentos, el colombista español D. Cesáreo Fernández Duro, declara a propósito de su enigmática firma que bien a las claras “podrá estimarse que la trazaba un hombre rodeado de misterios, piadoso, esmerado, tranquilo, satisfecho de su suficiencia, y todo esto, en verdad, era Don Cristóbal”. (Fernández Duro (Cesáreo), en LIEYA, número de 8 de Mayo de 1892, pág. 227).

    El alemán semita Wassermann es quien ha calado con mayor profundidad el misterio y la nebulosa de la vida del Descubridor de América. En su dictamen (de los más atendibles por su aguda capacidad de observación), “un enigma estraño, un verdadero equívoco flota de antaño en torno a la figura de Colón. Todo está puesto en tela de juicio el carácter, la obra, el desarrollo, el curso de su vida y la patria... Su vida tiene muchas semejanzas con una leyenda medieval. Durante veinte años, cada vez que he vuelto a ocuparme en el estudio de Colón, han surgido irremediablemente las mismas preguntas Este suceso, ¿quién lo abona?, ¿no es mera conseja? Este o aquel lance, ¿no son apócrifos y hasta inverosímiles)” (Páginas 12-13).

    “El misterio constituye la densa niebla de su vida.
    “La fecha de su nacimiento es insegura... Las aventuras de su juventud están cubiertas por una niebla impenetrable. Guarda (el propio Colón) sobre ellas un silencio tan obstinado, que por fuerza venimos a pensar que tenía poderosas razones para callarlas. Siempre que habla de su propio pasado lo hace con la intención de crear un mito heróico. Nunca supo quién era; sólo supo quién quería ser.

    “Sus noticias (de sus viajes y exploraciones, especialmente de la tan falta de pruebas expedición a Islandia y a la zona polar) merecen escaso crédito; las observaciones geográficas y climatéricas son falsas, cuando no absurdas, como la de que la marea en aquellas latitudes sube veintiséis brazas. No es que mienta; no miente; lo ve o cree haberlo visto así; cada sucedido, cada aventura de su vida, se convierte en novela; ningún acontecimiento se mantiene dentro de sus límites y medidas; todo se abulta mostruosamente, transformándose en catástrofes y lances extraordinarios. Adivinamos un hombre que se consume, por decirlo así, con el sentimiento de su misión, sin conocer todavía su rumbo ni ver ningún camino. Por eso carece de plan fijo”. (Págs. 22-24).

    “Su estructura íntima es la de un hombre misterioso, alma sombría”. (Wassermann (Jakob), en Cristóbal Colón el Quijote del Océano (trad. de Asensio). Madrid, 1930, págs. 12-13 y 22-24 y 56 y 140).

    Ximénez de Sandoval, uno de los más modernos y más linces perscrutadores de la historia y del alma de Colón, no puede por menos de admitir y reconocer, mal que le pese, que “Cristóbal Colón es un hombre enigmático como pocos en la historia del mundo. Sus virtudes y sus defectos son universales. Su biografía es difícil, si se quiere conservar el rigor científico del dato escasísimo o contradictorio; sumamente fácil, ni sobre los aéreos cimientos del rumor o la leyenda se trata de edificar una leyenda más. Todas las tesis sobre él son verosímiles e ingeniosas. Ninguna totalmente aceptable, ni en absoluto merecedora de repulsa. Por lo demás, si siete o setenta ciudades se disputan la cuna del Almirante, él, como dice el gran poeta Paul Claudel, “no tenía más país que la tierra de Dios”.

    “Convencido de que la mentira y la farsa le han de ser necesarias en la vida, ha tomado la firme decisión de utilizarlas en beneficio propio, aunque -caballerescamente- nunca en perjuicio de otros”. (Ximénez de Sandoval (F. ), en Cristóbal Colón, págs. 7 y 12, respectivamente).

    Oigamos ahora a Fernando Soldevila, uno de los más recientes autores que de Colón han tratado:
    “El calificativo de misterioso, tantas veces aplicado a Colón, está perfectamente justificado. “Exigir que la vida de Colón sea diáfana desde sus tiernos años, es sencillamente inocente”, ha escrito Antonio Ballesteros ( en Crist. Colón, t. I-198). Pero es el caso que no se trata de los períodos indocumentados que existen en la vida de Colón como en tantas otras vidas de hombres ilustres. No es eso lo que crea el misterio, sino precisamente los documentos, las fuentes diplomáticas y narrativas, que proporcionan datos real o aparentemente contradictorios y dejan perplejo el ánimo, y han impulsado en todos los tiempos a eruditos y a aficionados a buscar y rebuscar en todos sentidos explicaciones y soluciones a las contradicciones y paradojas, tan abundantes en la biografía del Descubridor. El mismo Ballesteros declara en otro punto (de la misma obra): “Nada en la vida de Colón es incuestionable: la interrogación acompaña siempre a los momentos más drámaticos del héroe” (pág. 400), (Soldevila (Fernando), en Hist. de España, t. III-9 (Barcelona, 1954).

    Si las faltas y deficiencias morales de Colón fueron exageradas por sus émulos, no faltaron quienes le reconocieron el mérito sobresaliente de su cristiandad que sobrepujaba a todo. Ni debe extrañar a nadie semenjante vaivén de alternativas de amor y de odio. De odio, especialmente. Pero odio que se explica sin dificultad por aquella gran razón de todos tiempos y de todas las latitudes, allí donde viven descendientes de Adán. “Lo más cierto de todo es que jamás han faltado en este mundo murmuradores ni envidiosos, principalmente en este país (las Indias (=América) tan alejado de su Rey”. (Oviedo y Valdés, en Historia natural y general de las Indias, libr. III, cap. VI).

    Humboldt, que en tantas cosas no le ha hecho la merecida justicia, no puede menos de reconocer que “caracterizan a Colón la penetración y sutileza extremadas con que comprende los fenómenos del mundo exterior. Es también en absoluto notable como observador de la naturaleza, pero lo es tanto como es al mismo tiempo intrépido navegante. Nada escapa a su sagacidad -añade- llegado bajo un nuevo cielo y en un mundo nuevo: la configuración de las tierras, el aspecto de la vegetación, las costumbres de los animales, la distribución del calor según la influencia de la longitud, las corriente pélagicas, las variaciones del magnetismo terrestre...No se limita Colón a recoger hechos aislados, sino que los combina y busca su relación mutua. Algunas veces, se levanta atrevido al descubrimiento de las leyes generales que rigen al mundo físico”. Y lo que es más, “conservando en sí, al lado de tantos cuidados materiales y minuciosos, que entibian el alma y empequeñecen el carácter, un sentimiento profundo y poético de la majestad de la naturaleza”. (Humboldt, en Examen crítico, etc., t. III, págs. 20, 25 y 16).

    En general, no es exagerada la afimación de Roselly de Lorgues cuando afirma que “la persona de Colón, por su grandeza moral, no fué inferior a su empresa”.
    El hombre privado tal vez fué mejor en él que el hombre público, por la razón de que como tal no sobresalía ni por sus dotes de gobierno, ni por aquella mano derecha que conquista voluntades y atrae cariños. No era, por mucho que extrememos hacia él nuestra benevolencia, lo que hoy llamamos un político, un diplomático, un hombre de gobierno. Nació para estudiar la naturaleza, para soñar en magnas y descomunales empresas, como un anticipado Quijote de la Edad de los descubrimientos, pero no para mandar a hombres, ni para gobernar naciones ni aun provincias.

    Es cosa muy de extrañar que Colón, tan minucioso especificador de los autores y obras que había leído y consultado para su empresa Descubridora, como por ejemplo el Cardenal de Aliaco (=Ailly), ni una sola vez hace mención de Marco Polo, y eso que con toda seguridad fué uno de los escritores que principalmente leyó. Es decir, nombrarlo, no lo nombra, si bien siempre que se ofrece, se refiere a sus narraciones, como ya observó César Cantú.

    Ballesteros Gaibrois (Manuel), en Hist. de América (Madrid, 1946), expresa lo que a continuación detallamos:
    “La ciencia de Colón, -Otros de los enigmas colombinos es el relativo al grado de conocimientos que tuvo durante su vida y en qué medida éstos contribuyeron a facilitar su empresa descubridora...”.

    “Desde luego, no debe considerarse la formación colombina en bloque, como la de un hombre que va desenvolviendo su vida orgánicamente conforme a un proceso de enriquecimiento paulatino de su cultura, sino dividida vitalmente en dos grandes etapas:

    “a) Antes del Descubrimiento (1492), y b) Después del Descubrimiento.
    “ Con este distingo podremos ver hasta qué punto lo que él sabía hasta 1492 -o hasta 1484, en que aparece gestionando su idea- le va a ayudar a llevar a cabo su gesta.

    “ ¿Cuál es la formación inicial colombina? Es lógico que para contestar a esta pregunta sea preciso partir de la base firme de saber qué había sido hasta que aparece empobrecido en el Monasterio de la Rábida, y por esta razón hemos de adscribirnos a una patria determinada. Partamos del principio -que luego veremos diáfano- del origén genovés. Aceptado éste tenemos que, seguramente -como opina Lollis- Colón de niño y adolescente asistió a las escuelas públicas de Génova para hijos de tejedores, donde aprendería la bella letra que tuvo siempre y el arte de cartógrafo que tan útil le fué en la vida.

    “ Su hijo y biógrafo -Fernando Colón, hijo de Beatriz de Arana-, en su Historia del Almirante, pretende que su padre estudió en la Universidad de Pavía, pero como se conservan los libros de matrícula, y en ellos no se ha encontrado rastro del paso de Colón, vemos que no era un universitario.

    “ Lanzado por su espíritu emprendedor a viajes comerciales, se hace muy pronto ducho en las cosas del mar, él mismo nos lo dice cuando escribe a los Reyes:

    “ ... en la marinería me fizo Dios abondoso; de astrología me dió lo que bastaba, y ansí de geometría y aritmética; engenio en ánima y manos para debujar esfera, y en ella las cibdades, ríos, y montañas, yslas y puertos, todo en su propio sitio... yo he visto y puesto estudio en ver de todas escrituras, cosmografía, historia, crónicas y filosofía, y de otras ansí que me abrió Nuestro Señor el entendimiento.”

    “ Claramente se ve que, excepto en lo naútico, Colón se confiesa autodidacto, lo que alguno de sus contemporáneos, como Andrés Bernáldez, notó claramente cuando dijo que era “hombre de muy alto yngenio, sin saber muchas letras”, lo que el mismo Colón corrobora cuando dice a los Reyes que lo “reprendieran de represión de diversas maneras, de non doto en letras, de lego marinero, de hombre mundanal...”; todo lo cual proclama que en lo que él hacía hincapié era en su calidad de marino, que viene demostrado en varias de las cartas publicadas por el Ministerio Español de Fomento (Cartas de Indias), en las que da cuenta a los Reyes de las corrientes, vientos, tiempos mejores para navegar, etc., del Mediterráneo. Podemos concluir que su bagaje científico era pobre y que su sabiduría era de carácter empírico.

    “Enlaza entonces este enigma colombino con el de la gestación de la idea descubridora. No podemos admitir la generación espontánea, y debemos preguntarnos: ¿de dónde sacó Colón su idea? De su ciencia seguramente no. Aparte trataremos de los precedentes que pudo tener en cuenta Colón. Veamos solamente lo que su ciencia era.

    “Sabemos que en los tiempos de pretensión cerca de la corte castellana y en las reuniones a que se sometió para hablar con los sabios demostró más bien inepcia que otra cosa. El Padre Cappa, en su crítico estudio colón y los españoles (en el capítulo irónicamente titulado La ciencia de Colón y la ignorancia de los españoles), pone de manifiesto cómo no fueron precisamente unos ignorantes los que se enfrentaron con Colón, sino todo lo contrario.

    “ Hasta 1492 no fué solamente la ciencia marinera la única que poseyó, sin embargo, y por la Biblioteca Colombina, reunida por su hijo, en la que se conservaron muchos de los libros que poseyera en vida Cristóbal Cólon, podemos colegir cuáles fueron sus lecturas.
    “ Tenemos en primer lugar el libro de Marco Polo -en una abreviación hecha por un tal Peppolo di Bologna-, del que no es dudoso sacara sugerencias y noticias sobre los países orientales; la Imago Mundi, de Pedro de Ailly -donde se hallan trozos de escritores clásicos, lo que le daba a Colón un tinte pseudo intelectual en sus conversaciones y escritos a los Reyes-; y la Historia rerum ubique gestarum, de Eneas Silvio Piccolomini, luego Pío II, Papa. De la lectura de estos libros -seguramente las “noches de claro en claro y los días de turbio en turbio”, como el buen hidalgo manchego- salió gran parte de su idea, como luego veremos. La Biblia completa sus lecturas, probablemente después del Descubrimiento, y a ello se deben los tonos bíblicos en sus escritos.

    “Pese a lo dicho, Colón ha hecho aportaciones científicas de importancia y demostró saber, aunque empíricamente, en algunos puntos más que sus contemporáneos.

    “Ello lo debía a su práctica y al hecho mismo del Descubrimiento. Por ello Colón nos aparece como un hombre dotado maravillosamente en lo intelectual, al que la vida formó en su gran aula experimental. Para resumir: la ciencia le debe el descubrimiento de la desviación de la aguja magnética al polo magnético, el de la corriente del Golfo y del mar de los Sargazos.

    “Demostró su gran conocimiento de los elementos y de los instrumentos auxiliares cuando la tempestad que se tragó a Bobadilla, cuando supo usar del Almanaque de Zacuto en su naufragio de Jamaica y predecir el eclipse (con el natural terror de los indígenas), cuando supo llegar a engañar a los pilotos de la flotilla descubridora, llevando una cuenta real de las leguas recorridas y otra ficticia, más corta, para que no se alarmaran al sentirse muy lejos de la patria.

    “Podemos concluir diciendo que Colón no fué un científico de formación y que va al descubrimiento ignorante de muchas cosas que eran útiles para hacerlo; pero que una vez realizado éste llegó a poseer ciertos conocimientos científicos y que la ciencia le debe descubrimientos de importancia.”



    Enrique Bayerri y Bertomeu.
    Historiador
    Colón tal cual fué.
    Barcelona, 1960



    48. Isabel y Fernando, ¿Tíos de Colon?


    El investigador mallorquín Gabriel Verd, a la izquierda, con el genetista José Antonio Lorente Acosta.

    Es el próximo enigman que intentará resolver el profesor Lorente, el mismo médico que realiza las pruebas de ADN a los republicanos enterrados en fosas.



    Podríamos llamarle, para entendernos, el Sherlock Holmes de la génetica. Porque el ADN, ese carné de identidad personal que nunca miente, es su especialidad. Cuando unos viejos huesos caen en sus manos, ya sea fusilados en la Guerra Civil o del hermanastro de Fernando el Católico que algunas hipótesis por demostrar sostienen que fue el padre de Cristóbal Colón (quizás su próxima investigación en tumbas de tronío), el profesor Lorente es capaz de decir más de ellos que cualquier DNI. El suyo cuenta que nació el 25 de Junio de l961 en un pueblo de Almería y que es profesor de la Universidad de Granada, la tierra donde fue asesinado Federico García Lorca sin que nunca se haya encontrado su sepultura.

    Hijo y hermano de forenses -uno de ellos, Miguel, es autor del libro Mi maridome pega lo normal, sobre los malos tratos a mujeres-, Jose Antonio Lorente Acostaacaba de abrir una página inédita de la Historia de España.Porque la toma de muestras que realizó el sábado de la semana pasadaen Priaranza del Bierzo (León), sobre cuatro cadáveres de un grupode 13 republicanos asesinados de varios tiros en la nuca al principio de la GuerraCivil, es un viaje en el tiempo a un pasado que hace 66 años quedó malsepultado en fosas clandestinas regadas por campos y carreteras de España.Por primera vez se hacían análisis de ADN para identificar a víctimasciviles del alzamiento (ver CRÓNICA del 17 de marzo).

    El experto genetista, que ha sido llamado a hurgar como científico entrefosas comunes de desaparecidos de América Latina (Chile, Perú,Colombia...), tiene ahora sobre su mesa una propuesta de alcance mundial. Setrataría de identificar los restos de Colón (en la catedral deSevilla o en la de Santo Domingo, que las dos ciudades se disputan la verdaderasepultura) y extraer su ADN para aclarar si, como sostiene el secreto autor delencargo, pudiera haber sido el hijo bastardo que el Príncipe de Viana,hermanastro de Fernando el Católico, tuvo durante su breve estancia mallorquina(1458-1459) con Margarita Colom.


    APRENDIZ CON EL FBI

    No será la primera vez que Lorente contribuya, como jefe del laboratorio de genética humana de la Facultad de Medicina de Granada, a aclarar la Historia con mayúscula. Su paso en 1992 por la academia del FBI en Virginia (EE.UU.) becado por la OTAN -él, que fue objetor de conciencia- y sus investigaciones con ADN desde 1989 le acreditan como eficaz oráculo. A partir de 1994 se especializó en hacer hablar a los huesos.

    “ En uno de mis frecuentes viajes a Suramérica, a El Salvador”,cuenta el forense andaluz, “ se me acercó un señor, que eraarquitecto y muy culto, y me hizo entrega de unos viejos restos óseos.Con cierto misterio me explicó que podría tratarse del emperadorMaximiliano de México. El hombre sostenía que Maximiliano no fueejecutado en 1867 y pudo huir hasta El Salvador, donde habría vivido pacíficamentehasta su muerte... La comparación con el ADN de familiares directos delarchiduque de Austria a quien Napoleón III hizo emperador de Méxicodió negativo”. Pero a veces, sabe Lorente, una simple secuenciade ADN puede cambiar la Historia (y alude a los famosos casos de Anastasia, lasupuesta hija de los zares de Rusia que no era tal, y Luis XVII, el hijo de MaríaAntonieta y Luis XVI que sí fue enterrado en la prisión parisinade Temple, según confirmaron los análisis genéticos).

    Quizás por orgullo patrio o por simple prurito profesional, a Lorente le excita la futura investigación sobre los restos de Colón. “Es como si me dieran una patada en cierta parte cada vez que en EE.UU., leo que era un marino genovés. Imagínate si sería hermoso demostrarles que no sólo era español sino hijo de un personaje como el Príncipe de Viana”.

    El azar ha querido que el científico vuelva a reencontrarse con Carlos de Aragón (1421-1461), el hijo del Rey Juan II (padre después de Fernando el Católico) y Blanca de Navarra, su primera esposa, cuyos restos fueron localizados en 1995 en una iglesia de Santa María de Nieva (Segovia). El profesor de la Universidad de Granada fue llamado entonces para desfacer un complicado entuerto: tomar muestras de ADN y compararlas con otras del Príncipe de Viana, cuyos restos se creían situados en el monasterio de Poblet (Tarragona). Lorente recibió el encargo del Gobierno Foral de Navarra. “La secuencia del ADN mitocondrial, al tratarse de madre e hijo, debería haber sido la misma, pero no fue así... Realmente había un caos de huesos en el sepulcro de Poblet, que había sido saqueado en dos ocasiones. Mi hipótesis es que los huesos de los que tomamos la muestra eran de otra persona... Ahora trabajamos con otras instituciones en el monasterio para localizar definitivamente los restos del principe y de otros miembros de la realeza como Jaime I El Conquistador, Pedro el Ceremonioso...”

    El grueso del trabajo diario del profesor Lorente se centra, no obstante, en episodios contemporáneos más cotidianos. Dilucidar paternidades (de su equipo fue el raro hallazgo, en 1997, de las mellizas que tenían distinto padre), aclarar violaciones, identificar cadáveres y ... desaparecidos.

    Él fue hombre clave en la puesta en marcha en 1999 del programa Fénix:un banco nacional de ADN -primero en todo el mundo- sobre desaparecidos y susfamiliares que acaba de hacer posible, por ejemplo, la identificacióninmediata del cadáver momificado de una niña desaparecida tiempoatrás en Salou (Tarragona). “Llevamos”, habla Lorente en plural,sin olvidarse ni de la Guardia Civil ni de las fundaciones que aportan los 900.000euros anuales del Fénix (BBVA, Caja Madrid, Endesa, March, Botín,Barrié, Areces, Altadis y Telefónica). “16 casos criminalesresueltos, 160 restos óseos analizados y hemos tomado muestras de ADNa 236 familias con algún desaparecido”.

    El viernes 15 de marzo el coche de Lorente dejó Granada en el retrovisor. Acompañado por su esposa, Begoña (trabaja para el Corte Inglés como especialista en medicina del trabajo) y sus dos hijas (8 y 6 años), enfiló la carretera rumbo a la comarca leonesa de El Bierzo. En el maletero, una bolsa de plástico blanco endurecido del tamaño de una caja de zapatos lista para recibir los trozos de huesos (dientes, fémur, vértebras) de los cuatro primeros republicanos del grupo asesinado en Priaranza en 1936.



    LA GUERRA CIVIL

    “Después de localizar la fosa y hacer las exhumaciones, los de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica me pidieron que se hicieran las pruebas de ADN dentro del programa Fénix. Les tuve que explicar que las víctimas de la Guerra Civil no estaban incluidas. En enero pasado volvieron a insistirme y me tocaron algunas fibras sensibles”.

    Aunque en su propia familia no hubo víctimas de la guerra, Lorente entendió la demanda de quienes nunca pudieron enterrar a sus muertos. “ Esto es pura justicia, histórica y humana. Imagínate que te saquen de tu casa una noche, te peguen un tiro, te echen en la cuneta y 60 años después nadie se haya preocupado de recogerte... Así que me ofrecí a hablar con la Universidad a ver qué podía hacer. Les expliqué que no era posible realizar los 13 análisis. De común acuerdo, elegimos a cuatro porque parecían mejor identificados antropológicamente. No había dinero para más”.

    Empezaba así su primer trabajo vinculado con la guerra española. De otras batallas fratricidas, en tierras americanas, había investigado más. “Cuando estuve con el FBI, en Virginia, conocí a muchas delegaciones de países de habla hispana que nos visitaban y todas querían que les ayudáramos a identificar a sus desaparecidos”. Lorente no supo decir no.

    El programa fénix, años después, terminó cruzando fronteras y ya funciona en Colombia, México e incluso en EE.UU. Y en el laboratorio de la Universidad de Granada la cooperación internacional se materializa en cajas con huesos y otros restos orgánicos que de vez en vez llegan desde América: hace unos meses, 300 muestras de familiares de desaparecidos con Pinochet, antes restos para su identificación de los 14 miembros del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru que asaltaron en 1997 la embajada de Japón y fueron acribillados por militares de élite enviados por el hoy fugado Alberto Fujimori, o de las víctimas (magistrados y terroristas) del sangriento asalto en 1985 al Palacio de Justicia de Bogotá, sede de la Corte Suprema de Colombia.

    A por los huesos de los cuatro republicanos leoneses fue él en persona. Le acompañó su familia, la pequeña bolsa blanca de los restos y unos kits con bastoncillos para tomar muestras de la mucosa bucal de los familiares vivos de Juan F. Falagán, Emilio Silva, Manuel Lago y Enrique González Miguel. A partir de ahora hablará el ADN, ‘una ciencia exacta’. Lo demás es historia.



    Idelfonso Olmedo
    El Mundo nº 336. Crónica.
    Domingo 24 de Marzo de 2002.
    "Donau abric a Espanya, la malmenada Espanya
    que ahir abrigava el món,
    i avui és com lo cedre que veu en la muntanya
    descoronar son front"

    A la Reina de Catalunya

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    Re: En busca de la verdad: el verdadero origen de Cristobal Colón

    49.-El origen mallorquín de Cristóbal Colón. La lengua de Colón.



    Con relación a este tema, mucho se ha escrito y comentado. Sin embargo, es digno de tomar en consideración el magistral estudio del gran filólogo español Ramón Ménendez Pidal, que arroja los resultados siguientes:

    1º Colón escribía siempre en latín o en español, nunca en italiano ni en portugués.

    2º Su latín era hispánico, y cuando comete errores de la mencionada lengua latina, dichos errores son hispanismos.

    3º Su español es muy aportuguesado, pero no aparecen italianismos.

    4º La primera lengua moderna que Colón supo escribir fue el español.

    Es importante tener en cuenta el hecho de que mientras el futuro Descubridor residía en Portugal (período 1476-1485), antes de entrar en Castilla, en uno de sus libros, la “Historia rerum ubique gestarum” de Eneas Silvio (Pío II), edición de Venecia, 1477, escribrió en 1481 una larga apostilla en español.

    “Hacia 1495, cuando Colón volvió a España de su segundo viaje, leía la “Historia de Plinio”, traducida por Chistóforo Landino, Venecia, 1489, y anotaba en español sus márgenes. Hasta que punto tenía Colón el español como lengua habitual de su pensamiento y, sobre todo, como lengua para la escritura, lo muestra el hecho de que las notas manuscritas repiten al margen en español las mismísimas palabras italianas del texto impreso”.

    Salvador de Madariaga, en uno de sus libros nos dice que, “el castellano en el siglo XIV ya entonces se hablaba como lengua predominante en algunas comarcas de Mallorca y en Tortosa”.

    La correspondencia entre Cristóbal Colón y sus hermanos, y lo mismo la dirigida al italiano Padre Gorricio, que vivía en el Monasterio de las Cuevas de Sevilla, está toda en español. Ello evidencia que Bartolomé y Diego, ya antes de arribar a Castilla, hablaban y escribían en castellano. Hasta la fecha, nadie ha podido demostrar documentalmente que lo hicieran en italiano.

    Con razón un ilustre orador colombino Antonio Gómez Restrepo, decía en la Fista de la Raza en 1917, en Bogotá, que el español fue el idioma que usó Colón “aún en aquellos escritos de tal manera íntimos y personales, que sólo se redactan en la lengua que se ha aprendido a hablar desde la cuna. En español consignó los incidentes de sus portentosos viajes, en forma de diario; en español están sus cartas; en español fue escrito el libro extraño de las Profecías, que nos revela hasta dónde alcanzaba la exaltación de su espíritu de iluminado en aquel hombre de sentido tan práctico y tan positivo. No empleó nunca Colón, ni en los momentos decisivos de su existencia el italiano ya que por entonces había llegado a su perfección clásica, sino la lengua vigorosa, enérgica, ruda todavía, pero próxima a los esplendores de la Edad de Oro, de la cual había de decir Carlos V poco después que era el idioma más apropiado para hablar con Dios”.



    SU ORIGEN MALLORQUÍN

    Desde aquella memorable fecha del 12 de Octubre de 1492 en la que fué descubierto el Nuevo Mundo, hasta nuestros días, muchas han sido las teorías que se han presentado acerca del origen de Cristóbal Colón. La oscuridad de sus orígenes ha llevado a los historiadores a hacer las más diversas interpretaciones y son muchos los países que reclaman la paternidad del Almirante.

    La teoría sobre la procedencia mallorquina del Decubridor no se ha visto corroborada documentalmente hasta el presente siglo en el que diferentes ilustres historiadores han tratado de demostrar que el verdadero Descubridor de América no fué el genovés Cristóforo Colombo, sino el mallorquín Cristóbal Colom.

    El primero de ellos fué sin duda el peruano Luis Ulloa quien se dedicó al tema a partir del año 1922 renunciando al cargo de director de la Biblioteca Nacional de Lima, al confiarle el Gobierno de Perú una misión especial de estudio en los Archivos y Blibliotecas de Europa.

    Ulloa, en un libro publicado en 1927: “Cristófor Colom fou Català, la veritable gènesi del descobriment” define al Almirante como un noble nacido en los paises de habla catalana cuyo verdadero apellido era “Colom”, y en su nombre, por otra parte, así como en el escudo, símbolos y firma se encuentran indicios de catalanidad.

    Como originario de Felanitx ha sido descrito por Ricardo Carreras Valls, Renato Llanas de Niubó, Bartolomé Arán, Suau Alabern, José María Millás. etc., y más concretamente como hijo de Don Carlos, Príncipe de Viana, y de Margarita Colom, lo aseveran Juan Cerdá, el sevillano Manuel López Flores, Luis Schoch y Pereira de Castro, y el venezolano Hermano Nectario María, que fué Agregado Cultural de la Embajada de Venezuela en España. Miembro de cuatro Academias de Historia de Hispanoamérica y de dos de Europa, y autor de toda una serie de obras de carácter histórico.

    Colón, a lo largo de toda su vida tuvo siempre puesta su mirada silenciosa hacia su patria chica, es decir, hacia las tierras que le vieron nacer y de las cuales no pudo hablar nunca por razón de Estado. Y así fué como el 12 de Octubre de 1492 denominó San Salvador, a la primera isla que descubrió, dándole él mismo nombre del Santuario de San Salvador de Felanitx, que él conoció durante su infancia y que, como se sabe, fué construido en 1349.

    El 28 de Octubre, en Cuba, Colón nombró también San Salvador a un río y a un puerto que, a su juicio, entendía que era frecuentado por naves del Gran Can. Como se podrá observar, al igual que anteriormente, el Almirante no mencionó en ninguna parte la procedencia del citado nombre de San Salvador.

    El 9 de Enero de 1493 el Almirante escribió en su Diario que “llegó a una punta que llamó Punta Roxa, que está justamente al Leste de MonteCristi”. Esta Punta Roxa que se halla situada en la Costa Norte de la República Dominicana tiene su homónimo en la Costa Norte de Mallorca. Se encuentra entre el Puerto de Sóller y La Calobra.

    También al Sur de la República Dominicana, situada entre Azua y Bani, se halla la Punta Salinas, la cual muy posiblemente Bautizó con este nombre Bartolomé Colom, hermano del Descubridor, pues tenemos constancia que estuvo habitando por esta zona largo tiempo. En Mallorca este topónimo está situado al Sur de la isla. Se conoce como Cabo Salinas. Figura ya registrado con esta denominación en la famosa carta náutica que el cartógrafo mallorquín Angelino Dulcert dibujó en 1339. Hoy conservada en la Biblioteca Nacional de París.

    Mientras realizaba su tercer viaje a América, con el nombre de su madre “Margalida”, (Margarita en castellano), el Almirante designó a una isla cerca de la Costa de Venezuela. El cartógrafo Juan de la Cosa transcribió esta palabra mallorquina en la carta náutica que dibujó en el Puerto de Santa María, en el año 1500. Se conserva actualmente en el Museo Naval de Madrid. Ella procedía del mapa que en 1498 trazó Colón de las nuevas tierras descubiertas y que, como asegura Samuel Eliot Morison, “un testigo en los pleitos de 1514 dijo que todos los descubridores posteriores de tierra firme se guiaban por las cartas que el Almirante había hecho, porque sólo él hizo cartas de todo lo que descubrió.” En el archivo del Palacio de Liria, de los Duques de Alba en Madrid, se conservan varias cartas autógrafas de Colón en las que firma “El Almirant” en mallorquín y no “El Almirante” en castellano.

    En el archivo del Reino de Mallorca, año 1482, se conserva un interesante documento en el cual se menciona a Miguel de Pax Vice-Almirant, hecho que prueba que la mencionada palabra ya se usaba en la Isla en el siglo XV.

    Con relación al verdadero apellido del Descubridor existe la evidencia que no era ni Colombo ni Colón, sino Colom, con “m” final, tal y como se escribe en los países catalanes. Es de tomar en consideración que del Almirante de las Indias no se ha podido probar documentalmente jamás que durante todo el tiempo que vivió en Portugal y en Castilla se le llamase ni una sola vez Colombo.

    Joao de Barros, cronista del Rey Juan II de Portugal le llama en 1484 Christovam Colom. Lo mismo acontece en la carta del Conde Borromeo de 1494; en el colofón de la edición alemana de la Carta de Colón, impresa en Estrasburgo, en 1497, en la que costa que la traducción se hizo del catalán; en los facsímiles de los encabezamientos de las diez ediciones de la carta del Almirante, publicadas en diversos países europeos -y tres de ellas en Italia- entre 1493 y 1497.

    A todos estos testimonios todavía podemos anexar un escrito dirigido “Al Rey y a la Reyna” que consta en el “Libro de Privilegios” del Descubridor, en el que consta, como en otros muchos del mismo, el nombre “Colom”.
    Gonzalo Fernández de Oviedo en su “Historia General y Natural de las Indias” también le llama siempre “Colom”.

    En Castilla, en 1487, el futuro Almirante recibió varios estipendios librados por la contaduría y pagados por la tesorería de los Reyes. Los asientos de todas estas sumas constan en los libros del tesorero Francisco González de Sevilla, a nombre de Cristóbal Colomo, lo que evidencia que por estas fechas, Colón había adoptado este nombre, al menos para documentos oficiales.

    De la misma forma le llama también el Duque de Medinaceli, en una carta que desde Gogolludo escribió, el 19 de Marzo de 1493 al Gran Cardenal Don Pedro González de Mendoza.

    Fernando Colón y Fray Bartolomé de Las Casas cuentan que el Descubridor “se solía llamar antes que llegase al estado que llegó Cristóbal Columbo de Terrarubra, y lo mismo su hermano Bartolomé Colón”.

    Esta interesante definición que nos indica su lugar de procedencia, ha sido lo que ha posibilitado conocer el lugar exacto de su nacimiento y dónde pasó su infancia.

    Está documentalmente demostrado que ya en 1346 existía en Felanitx una extensa finca denominada Alquería Roja, nombre que traducido al latín se transforma en Terra Rubra. Actualmente se le llama Son Ramonet. A pesar de que Doña María Maimó, actual propietaria de Son Ramonet, dice saber de su abuelo que este predio y Son Colom antiguamente estaban en la misma mano. Por falta de documentos que lo acrediten a mediados del siglo XV no se sabe a quien pertenecía esta mencionada finca. Sin embargo se tiene constancia de que en 1431, Juan Colom, abuelo del Almirante, era propietario de una finca que estaba situada cerca del camino real que desde Felanitx conducía a Manacor.

    Varias declaraciones hechas por el propio Colón están en concordancia en que nació en Mallorca en 1460, y que comenzó a navegar desde muy joven. El 21 de Diciembre de 1492 Colón escribe en su diario que ha “andado veinte y tres años en la mar, sin salir de ella tiempo que se haya de contar, y vi todo el Levante y Poniente”.

    El Almirante en carta a los Reyes desde Cádiz o Sevilla en 1501 manifiesta: “Muy altos Reyes: de muy pequeña hedad entré en la mar navegando y lo he continuado fasta oy”.

    El navegante mallorquín también declaró que vino “a servir de veintiocho años” (a los Reyes Católicos). Esta afirmación se halla en la carta que escribió a los Monarcas desde Jamaica el 7 de Julio de 1503.

    Estas últimas afirmaciones prueban: En primer lugar, cuando declara Colón que ha andado veintitrés años en la mar, justifica que empezó a navegar en 1469, es decir, cuando tenía nueve años de edad. En segundo término cabe destacar que la navegación fue siempre su oficio. Finalmente declara que vino a servir a los veintiocho años a los Reyes, con lo que proclama que empezó a servir a Don Fernando y a Doña Isabel en 1488.

    Se sabe que diversos historiadores han considerado al Almirante embustero incorregible por no armonizar sus asertos con la tesis genovesa. Pero como podemos comprobar, El Descubridor no puede ser nunca el genovés Cristóforo Colombo que nacido en 1451, ejerce de tejedor de paños por lo menos hasta 1473, tal como varios investigadores afirman.

    El hijo del Descubridor, Fernando, en su obra la “Historia del Almirante”, manifiesta refiriéndose a la procedencia de su padre, que “quiso que su patria y origen fuesen menos ciertos y conocidos”.

    Posteriormente, en otra página Fernando añade: “Volviendo a las condiciones y personas de sus progenitores, digo que, si bien fueron personas de valía, habiendo sido reducidos a necesidad y pobreza a causa de las guerras y bandos de Lombardía, no encuentro en qué forma vivieron ni donde habitaron, a pesar de que el mismo Almirante diga en una carta que su trato y el de sus mayores fué siempre por mar”.

    En esta misma obra también nos dice que “el Almirante fue hombre de letras... y que no gastó el tiempo en cosas manuales ni en artes mecánicas”. Después añade: “Pondré fin a este capítulo con lo que escribió en su carta al aya del Príncipe Don Juan de Castilla, con estas palabras: “Yo no soy el primer Almirante de mi familia”.

    La clave del enigma:

    Si Cristóbal Colón “quiso que su patria y origen fuesen menos ciertos y conocidos”, causas profundas lo debían motivar. El Almirante, hijo de padre noble y de madre plebeya, como lo expresaban en aquella época las leyes reales, no podía participar en la herencia de su progenitor. Pero como hecha la ley, hecha la trampa, mediante el procedimiento de la ocultación de sus orígenes, en Castilla se le concedieron grandes oficios reales.

    Este hecho tiene precedentes. Don Alfonso V el Magnánimo, Rey de Aragón y de Sicilia, entre 1394 y 1458, y de Napolés desde 1442, tuvo tres hijos naturales reconocidos. Uno de ellos fue Don Fernando de Calabria, que ostentaba el Título Nobiliario de Duque y del cual el Rey jamás mencionó el nombre de su madre. Su progenitor en su Testamento, el 26 de Junio de 1457 le nombró heredero del Reino de Nápoles.

    Con relación a este asunto, el Profesor Manzano en su obra Cristóbal Colón, Siete años decisivos de su vida (1485-1492), relata: “El precepto legal alfonsino prohibe absolutamente las uniones extramatrimoniales de barragania de... “ilustres personas” (reyes, principes, duques, marqueses, condes, etc.), con mujeres viles, plebeyas, tanto en el caso de que ellas mismas fueran de condición inferior como en el de que lo hubiesen sido sus ascendientes. Y la razón de semenjante prohibición no es otra que la oportunidad y claramente expresa la ley: porque no sería cosa digna ni decorosa que la sangre de los nobles se mezclara con la de tan viles mujeres. Hasta tal extremo intenta la ley evitar esas uniones nobles cons de condición inferior como en el de que lo hubiesen sido sus ascendientes. Y la razón de semejante prohibición no es otra que la oportunidad y claramente expresa la ley: porque no sería cosa digna ni decorosa que la sangre de los nobles se mezclara con la de tan viles mujeres. Hasta tal extremo intenta la ley evitar esas uniones de nobles constituidos en elevadas dignidades con mujeres viles, que a los hijos habidos en ellas en ningún caso los considera naturales, sino espúreos, es decir, como hijos habidos en “mujer”... que se da a muchos, razón por la cual no pueden participar de la herencia de los padres, ni estos, si no quieren, estan obligados a criarlos”.


    Muchos fueron los pasos que anduvo el desdichado Fernando por tierras de Italia buscando el lugar donde nació su padre, pero desde luego, sin resultado alguno.

    En definitiva, Fernando Colón afirma que en su familia había otro Almirante y que por mala fortuna y, a causa de las guerras, había venido a gran necesidad y pobreza. Según criterio de diversos historiadores, no estaba equivocado, pues José María Quadrado en su libro “Forenses y Ciudadanos” al asegurar que en Felanitx (Mallorca) a mediados del siglo XV, el abuelo de Cristóbal Colón, o sea, a Juan Colom, se le exigió la “responsabilidad por sus hijos prófugos, y hubo casi de disipar su hacienda en donativos al veguer, escribano y baile”.

    Juan Colom, además de ser el padre de Margarita (madre del Almirante de las Indias), lo era también de unos prófugos que se exiliaron en Provenza, reino del Rey Renato de Anjou, al cual pretendían los amotinados forenses entregar el Reino de Mallorca.

    Estos hijos de Juan Colom, eran dos: uno se llamaba Cristóbal Colón, como su sobrino, y el otro era el que se conocía con el nombre de Guillaume de Casenove Coullon, Almirante-corsario que estuvo al servicio del Rey Renato, y que era conocido en Italia por Colombo y en España por Colón.

    Entre 1469 y 1476, Cristóbal Colón estuvo navegando con ellos, período en que el futuro Descubridor aprendió astronomía y la ciencia marítima.

    En el Registro General del Sello del Archivo de Simancas se conservan dos valiosos documentos en los cuales se menciona al corsario Colón, capitán del Rey de Francia.

    El primero de ellos fechado en Sevilla, a 30 de Enero de 1478, dice: “Carta de marca y represalia a favor de Juan López de la Riaza, vecino de Guetaria, cuya nave fué tomada y saqueada por los bretones de Bristol y entregada más tarde a Colón, capitán del Rey de Francia, del que hubo de rescatarse el dicho.”

    El segundo documento, fechado en Vitoria, a 4 de Noviembre de 1483, describe: “Para que el licenciado López de Chinchilla haga información sobre los gastos y daños ocasionados a Juan Ochoa de Elguero, armador de Bilbao, en servicio de Sus Altezas, uno de los cuales fué la pérdida de una nao que le tomó Colón, Capitán del Rey de Francia.”

    Lo que verdaderamente nunca logró saber el pobre Fernando fué el lugar de nacimiento de su padre, y así, tras sus infructuosas investigaciones personales por Génova y otros lugares de Italia, pretendió seguirlas por tierras catalanas, lugar donde halló muchas dificultades, no porque se hubiese borrado su origen familiar, sino debido al Real Decreto con que el Rey Carlos V, el año 1523 le prohibió continuar sus estudios y la búsqueda de datos por Cataluña. ¿Por qué se lo prohibió?, ¿Cuáles fueron las motivaciones que forzaban al Monarca para tomar tal determinación?, ¿Qué explicación tiene la citada determinación si Colón era genovés?

    Conclusión: La prohibición estaba marcada por el interés que tenía la Corona en impedir que se desvelase el secreto, por ser dicho tema Razón de Estado.

    De tomar en consideración es también el hecho que Colón no solamente fue navegante nato, sino también un gran cartógrafo, pues según relata Samuel Eliot Morison, estaba bien “preparado para hacer los mapas de sus propios descubrimientos, y sin duda registró cada nueva isla en una carta en blanco mientras navegaba a lo largo de ellas. Dos veces en el Segundo Viaje encontramos referencias a su registro de aun las más pequeñas islas en una carta que estaba preparando”.





    50.-La nobleza del almirante


    Carta de Cristóbal Colón al mallorquín Miguel Ballester, datada en La Cocnepción, 21 de mayo de 1499.


    La gran diferencia que existe entre la fábula genovesa y los hechos que se conocen de la vida real de Cristóbal Colón, ser perfila nítidamente en su personalidad, pues tanto su aspecto autoritario como su carácter y aficiones literarias, ponen en evidencia que ni era de origen plebeyo, ni tampoco de ascendencia hebrea.


    La noble alcurnia del Almirante donde empezó a notarse fue en Portugal. Todo ello se deriva como vamos a tratar de probar, del hecho de ser hijo de Don Carlos, Príncipe de Viana, el cual, era muy conocido en este país, pués en 1459, durante su confinamiento en la isla de Mallorca, le visitó el embajador portugués Gabriel Lorenzo, que era portador de las bases mediante las que se concertaba el matrimonio de Don Carlos con la infanta Catalina, hermana del Rey de Portugal. La muerte del Príncipe de Viana, en Septiembre de 1461, afectó tanto a la Infanta lusitana que se retiró al convento de Santa Clara de Coimbra, de por vida.


    Así vemos a Colón, en 1478 ó 1479 casarse, probablemente en Lisboa, con Filipa Moniz Perestrello que pertenecía a una familia de la más alta nobleza lusitana. Filipa era noble por ambos costados, e incluso estaba emparentada con el Arzobispo de Lisboa.


    Mientras residía en este país, el noble navegante se relacionó y fue bien acogido por la Corte lusitana. Esto le permitió incluso el poder copiar la famosa carta que había enviado el 25 de Junio de 1474 al matemático y físico de Florencia, Paolo del Pozzo Toscanelli, al canónigo Fernando Martins, que le fue prestada por el Rey de Portugal que la tenía en su archivo.
    Llegado el año 1483, cuando sus proyectos de descubrimiento ya estaban definidos, propuso a Don Juan II, descubrir grandes tierras muy ricas en oro, plata y piedras preciosas, por la vía del Poniente hacia Auster o Mediodía. Pero a cambio, solicitó al Rey de Portugal lo siguiente: “Primeramente, que le honrasen armándole caballero de espuelas doradas”, como segunda condición, “que se pudiese llamar Don Cristóbal Colón, él y sus sucesores”, y, como tercera condición, “que le diesen título de Almirante Mayor del Océano”.


    No cabe duda que nadie hasta entonces, ni posteriormente, había presentado a Don Juan II tan magnas peticiones que, solamente se justifican en un personaje de estirpe real, tal como él lo era, hijo de Don Carlos, Príncipe de Viana y de Margarita Colom. El futuro Almirante pedía más de lo razonable: pedía retazos de soberanía porque se sentía hijo de Rey.
    Posteriormente, a principios de Marzo de 1493, al regreso de su primer viaje a las Indias, el Almirante fue recibido por el Rey de Portugal con los honores debidos a su alto rango.
    El prestigioso historiador norteamericano Washington Irving nos lo relata así: “Al aproximarse a la residencia Real. Salieron a recibirle los principales caballeros de la comitiva soberana y lo condujeron con gran pompa al palacio. La Recepción que le hizo el monarca fue digna de un príncipe ilustrado. Mandó que tomase asiento en su presencia; distinción dispensada sólo a personas de la sangre real ó egregia estirpe, y después de muchas enhorabuenas por el glorioso resultado de su empresa le aseguró que cuanto el Portugal contenía que pudiese serle útil a sus soberanos o a él, quedaba enteramente a sus órdenes”.


    Mientras Colón estaba en la Corte, Don Juan II mandó a los Reyes Catolicos y al Duque de Medinaceli un rápido mensajero para hacerles saber la inesperada y feliz noticia. Dada su situación geográfica, las buenas nuevas llegaron antes a Cogolludo (Guadalajara) que a Barcelona; así fue como Don Luis fue el primero que supo que Colón había vuelto de su primer viaje y había descubierto todo lo que prometió.
    El 19 de Marzo, desde Cogolludo, el Duque de Medinaceli escribió una carta a su tío el Gran Cardenal Don Pedro González de Mendoza dando cuenta de aquella arribada. En un fragmento de ella podemos leer: “Reverendísimo Señor. No sé si sabe Vuestra señoría cómo yo tove en mi casa mucho tiempo a Cristóbal Colomo, que se venía de Portogal y se quería ir al Rey de Françia para que emprendiese de ir a buscar las Indias con su favor y ayuda; e yo lo quisiera provar y enbiar desde el Puerto, que tenía buen aparejo con tres o cuatro caravelas, que no me demandava más, pero como vi que hera esta empresa para la Reina, Nuestra Señora, escrevilo a su Alteza desde Rota y respondióme que gelo enbiase”.
    Cabe recordar que en 1485, rechazado su proyecto en Portugal, el futuro Descubridor abandonó este país acompañado por su hijo Diego, y se encaminó hacia el Puerto de Palos. Tras su paso por el Monasterio de La Rábida, lugar donde halló un hogar y escuela para su hijo, el noble navegante se encaminó hacia los dominios del Duque de Medina Sidonia. Allí le propuso sus planes, pero por causas que se desconocen no fueron aceptados. Frustrado de nuevo su proyecto, Colón dirigió su mirada hacia el Duque de Medinaceli que, a la sazón, residía en el Puerto de Santa María.
    Don Luis de la Cerda acogió con entusiasmo el proyecto de Colón sin tener la necesidad de consultar con nadie, y le dió alojamiento en su residencia Ducal tal y como lo manifiesta en su carta recientemente citada. Salvador de Madariaga asevera que en el palacio del Duque, Colón fue tratado y protegido con los honores y preeminencias que entonces se dispensaban a las personas de noble alcurnia.


    Este apoyo que Cristóbal Colón recibió en el ducado de Medinaceli, no resulta aceptable que lo recibiese un mercader genovés, pero sí un hijo de Don Carlos, habida cuenta que Don Luis de la Cerda se había casado con Doña Ana de Navarra y Aragón, hija natural del Príncipe de Viana y de Doña María de Armendáriz, hecho que prueba que el futuro Almirante era cuñado del Duque.
    En el Archivo de la casa de Medinaceli, Casa de Pilatos en Sevilla, se conservan varios documentos que acreditan estas aseveraciones. En uno de estos documentos se describe lo siguiente: “Don Luis de la Cerda, Vº Conde de Medinaceli, Señor del Puerto de Santa María y de la Villa de Cogolludo y su tierra... casó tres veces. La primera con Doña Catalina Laso de Mendoza.
    Casó segunda vez con Doña Ana de Navarra y Aragón, hija del Príncipe Don Carlos, primogénito de Navarra, y de Doña María de Almendáriz, de quien tuvo por su hija única a Doña Leonor de la Cerda y Navarra”.


    En Enero de 1486 el futuro Almirante se dirigió a Córdoba portando unas cartas del Duque al confesor de la Reina. En esta misma ciudad, a fines de Abril o principios de Mayo, tuvo lugar la primera entrevista entre Colón y sus tíos los Reyes Católicos. Cabe citar que desde esta fecha fue ayudado y protegido por los Monarcas, hecho que evidencia que Cristóbal Colón no era Cristóforo Colombo.
    Mientras el navegante residía en Córdoba, conoció a Beatriz Enriquez de Harana, la que habría de ser la madre de su segundo hijo, Fernando, que nació en Agosto de 1488, y, como podemos ver, en vez de darle el nombre de Doménico, nombre del padre del Colombo genovés, se le dió el del Rey Fernando.


    Antes del descubrimiento de América y durante el tiempo que vivió en Castilla, al futuro Almirante en vez de verle rodeado de mercaderes genoveses, como nos lo pintan algunos historiadores, le vemos amparado por altas personalidades. Cabe mencionar a Alonso de Quintanilla, Contador Mayor de los Reyes, el Cardenal Don Pedro González de Mendoza, conocido con el sobrenombre de “Tercer Rey”; Fray Diego de Deza, profesor de Teología de la Universidad de Salamanca y también tutor del Príncipe Juan, heredero del trono, Andrés Cabrera y su mujer Beatriz Fernández de Bobadilla, Marqués y Marquesa de Moya.


    En la Casa de Aragón también tenía influyentes amigos, entre los que se encontraban Gabriel Sánchez, tesorero, y Luis de Santángel, escribano de ración. Los Santángel eran una de las familias más ricas de Aragón, de origen judio convertida al cristianismo en 1430. Luis de Santángel que financió el primer viaje de Colón, con un préstamo a la Corona de 1.140.000 maravedís, había nacido en Valencia y era hijo de Luis de Santángel, el Viejo, el cual mantuvo continuas y excelentes relaciones con los Reyes Alfonso V El Magnánimo y Juan II.
    El 14-4-1467 se concuerda matrimonio entre Galcerán de Santángel, de Valencia, hijo de Luis, mercader, y Graciosa, doncella, hija de Pere Pardo, difunto, mercader, que aporta un dote de 2.000 libras. Los Pardo era la familia de mercaderes más importante de Mallorca, la más activa y la que mayor capital invertía en el comercio marítimo y en seguros. En 1450 Gabriel Pardo aseguraba a Nicolau Centurione, mercader genovés, 1000 libras en un viaje a Pera.


    En 1470 el mismísimo Luis de Santángel que financió el primer viaje de Colón residía en Mallorca, lugar donde vivía su amigo Arnau Descós, personaje de ilustre familia, amante de las letras y célebre lulista. Ambos se conocieron cuando estudiaban en Nápoles. El 21 de Noviembre de 1470 Luis de Santángel, menor, mercader de Valencia ahora residente en Mallorca, nombra a Gabriel Plegamans, mercader, por patrón de su balenero para ir a Sicilia. Tambiénhallamos en Mallorca al Tesorero de la Corona de Aragón Gabriel Sánchez.
    Cristóbal Colón, al regreso de su primer viaje escribió una carta dando cuenta de sus descubrimientos a sus amigos Luis de Santángel y Gabriel Sánchez. Las misivas están fechadas a 15 de Febrero de 1493.
    El 17 de Abril de 1492 se firmó en Santa Fe de la Vega de Granada un importante documento de incalculable valor histórico. En dicho documento que se conoce con el nombre de “Capitulaciones de Santa Fe”, quedaron estipuladas todas las condiciones establecidas entre Colón y la Corona, mediante las cuales se llevaría a cabo la empresa del Descubrimiento.


    La primera condición que registra el documento es que “Vuestras Altezas como Señores que son de las dichas Mares Oceanas fazen dende agora al dicho don Christoval Colón su Almirante en todas aquellas islas y tierras firmes que por su mano o industria se descubrieran o ganaran en las dichas Mares Oceanas para durante su vida, y después de muerto, a sus herederos e sucessores de uno en otro perpetualmente con todas aquellas preheminencias e prerrogativas pertenecientes al tal officio, en segund que Don Alfonso Enriquez, quondam, Almirante Mayor de Castilla”.
    La segunda condición que impone el noble navegante es que “vuestras Altezas fazen al dicho don Cristóbal su visorey e Governador General en todas las dichas tierras firmes e yslas que como dicho es el descubriere o ganare en las dichas mares”.


    De este contrato de Cristóbal Colón con los Reyes Católicos, algunos historiadores han llegado a decir que nunca se vió ni se verá otro parecido, habida cuenta que es un tratado sobre lo desconocido, y en el que el navegante va demandando y la Corona accediendo. Y así fue como estos relevantes honores y codiciadísimos oficios, el sobrino de los Monarcas de golpe y porrazo fue elevado a las más altas cúspides de la Grandeza castellana.
    Con relación a la petición del futuro Descubridor del cargo de Virrey y Gobernador General a perpetuidad de cuantas tierras descubriese viajando hacia Occidente, Federico Udina Martorell afirma que esto evidencia que él conocía la estructura política de la Corona de Aragón, ya que el cargo de Virrey, era poco conocido en Castilla, y el de Gobernador General, con esta denominación de General no existía en la Corona de Castilla.
    Cabe puntualizar que, a la sazón, y conforme a las instituciones catalanas, el heredero de la Corona asumía el gobierno de Cataluña a Título de Virrey. Este cargo correspondía al Príncipe de Viana, puesto que Don Alfonso V, en Nápoles, a 26 de Junio de 1457, le había declarado Príncipe heredero y sucesor después de su padre, de los reinos de Aragón, Valencia, Mallorca, Cerdeña, Sicilia y del principado de Cataluña. Este dato nos desvela la razón por la cual Cristóbal Colón reivindicó con tanto ahínco a los Reyes el cargo de Virrey, bien parece con la finalidad de igualarse en cuanto a ciertos honores y preeminencias a su padre el Príncipe de Viana.
    También en Abril de 1492, es decir, varios meses antes del descubrimiento de América, los Reyes ya reconocieron documentalmente la nobleza de Colón.
    En el archivo de la Corona de Aragón, en Barcelona, se conservan juntamente con la copia cancilleresca de las “Capitulaciones de Santa Fe”, dos salvoconductos que también en copia de cancillería expidieron Don Fernando y Doña Isabel en favor del Almirante y Virrey para que nadie pusiese impedimento para realizar el viaje que en servicio de los Monarcas se proponía llevar a cabo.
    El primero de estos documentos en el que lo declaran noble es el pasaporte de Colón. En un fragmento de él podemos leer: “Enviamos al NOBLE Cristóbal Colón, con tres carabelas por el Mar Océano hacia las Indias”. Dado en Granada, 16 de Abril de 1492. Yo el Rey. Yo la Reina. El Rey y la Reina me ordenaron esto a mí, Juan de Coloma”.
    El segundo salvoconducto para el descubrimiento del Nuevo Mundo es una carta de los Reyes Católicos al Soberano de Catay. En este documento se dice: “Por ello hemos decidido enviaros a nuestro NOBLE Capitán Cristóbal Colón, dador de la presente.


    Desde Granada, 30 de Abril de 1492. Yo el Rey. Yo la Reina. Coloma Secretario.”
    Tras el regreso de su primer viaje, a finales de Abril de 1493 los Reyes recibieron en Barcelona al Almirante rodeados de toda la Corte, encabezada por el Príncipe Juan.
    Dice Salvador de Madariaga que los “Reyes asombraron a sus cortesanos otorgándole dos honores singulares, hasta entonces reservados a los más grandes de entre los grandes: se levantaron para recibirle y cuando les hubo besado las manos le ofrecieron un escabel”. Posteriormente, el Rey le hizo cabalgar a su lado, con el Príncipe Juan al otro, privilegio hasta entonces reservado a la sangre real.
    En la misma Ciudad Condal, Colón obtuvo escudo de armas que llevaba en sus cuarteles el castillo de Castilla, el león de León, cinco islas, las cuales representan a las Islas Baleares y, según dice el documento real de Mayo de 1493, “en el otro cuadro bajó a la mano izquierda las armas vuestras que soliades tener”. Es evidente que el Almirante se esforzaba por hacer constar que ya de antiguo había tenido “armas”, es decir, nobleza.


    Este derecho de llevar en sus armas un castillo y un león colocaba a Colón al mismo nivel de los Reyes, habida cuenta que el león y el castillo eran las arnas reales.
    A esta concesión siguieron otras: el 28 de Mayo los Reyes le confirman solemnemente sus títulos, honores y privilegios definidos en las capitulaciones de Santa Fe, el mismo día se le dan las cartas reales para nombras a las personas por él elegidas para el gobierno de las nuevas tierras descubiertas y, además de todo esto, también se le dio el sello real. En suma, estas concesiones ponían en manos del Almirante poderes casi regios tanto en mar como en tierra.
    Ante este cúmulo de sólidos argumentos, muchos han sido los historiadores que no han dudado en afirmar que el Descubridor era de Noble Alcurnia. Entre ellos cabe citar: Luis Ulloa, Ricardo Carreras Valls, Marcelo Gaya y Delrue, Renato Llanas de Niubó, J. Suau Alabern, Ricardo Sanz, Margarita del Olmo, Emilio Cuenca, Caius Parellada, etc.

    Conferencia pronunciada el 14 de Noviembre de 2002 por Gabriel Verd Martorell, Secretario General de la Asociación Cultural Cristóbal Colon en el Aula “General Weyler” del Club Deportivo Militar “Es Fortí” de Palma de Mallorca, organizada por la Asociación Amigos del Castillo de San Carlos.


    "Donau abric a Espanya, la malmenada Espanya
    que ahir abrigava el món,
    i avui és com lo cedre que veu en la muntanya
    descoronar son front"

    A la Reina de Catalunya

  8. #8
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    Re: En busca de la verdad: el verdadero origen de Cristobal Colón

    O DIVINO ESPÍRITO SANTO Iluminou os Portugueses:

    Festa (Fiesta)

    Inauguración de la estátua de Cristóvão Colón en Cuba.

    28 de Outubro de 2006 (Fotos):

    http://www.dightonrock.com/reportage...engenheir2.htm

    Provas:

    http://www.dightonrock.com/colombona...baportugal.htm

    Provas:

    http://www.dightonrock.com/colombo_era_100.htm

    "El Mundo" - España :

    http://www.dightonrock.com/dicenquecolonnacioencuba.htm

    Artigos com mais provas:

    http://www.dightonrock.com/artigos_sobre_colombo.htm

    Fez-se Luz.

  9. #9
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    Re: En busca de la verdad: el verdadero origen de Cristobal Colón

    La página esa de dightonrock.com es de lo más versátil por lo que veo.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI


  10. #10
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    Re: En busca de la verdad: el verdadero origen de Cristobal Colón

    Caro Donoso

    La acumulación de información se debe a una vida inteira de investigación.
    Son personas que dedicaran toda una vida a una causa.

    Dr. Luciano y su esposa son emigrantes en Estados Unidos. Sus investigaciones se apoian también en la obra del Professor Mascarenhas Barreto (y otros notables también). El Professor Mascarenhas Barreto lecciona también en los Estados Unidos de América.

    La política nada tién que ver con la investigación de la verdad histórica, pero hay una grande rivalidad entre investigadores y historiadores portugueses (en Portugal) de formación "marxista" (maioritariamente), y los "independientes" como el Dr. Luciano da Silva y el Prof. Mascarenhas Barreto, dos feroces patriotas anti-marxistas y anti-comunistas, y no caso, ambos también "colombistas".

    Claro que el anti-comunismo de Luciano da Silva no impide que dedique (como podes ver en su página principal) su libro a muchas personas, como el Presidente Fidel Castro, con desejo de rápidas mejoras de salud (desejo de melhoras de saúde) y saudaciones cordiales, porque, al final, acima de tudo, está lo respecto por la Persona humana y por el Jefe de Estado cubano.

    No fiques triste se vires alguno contraditório más fuerte en dightonrock.com contra las tesis de Colón catalanes, gallegas ("españolas" en general) o griegas; porque también defende las prioridades de Portugal y España hace a los britânicos, por exemplo.

    Menzies (de la obra de los "Chinos descobriran el mundo"), en un canal de televisión britânico, fue até el Museu de Dighton(y a la Torre de Newport) acompañado por los produtores del programa, donde enfrentou en persona el "super herói" Luciano da Silva.
    El Dr. Luciano desmentiu, punto por punto, quasi todas las tesis del investigador britânico. El programa, creo jo, no passo ainda en televisión o el cabo portugués( o español, que lo saiba).

    Nem tudo es "dightonrock.com"(que tiene vasta información claro). Tenemos también los "Amigos de Cuba":
    http://amigosdacuba.no.sapo.pt/paginas/cubaframes.htm

    Abrazo

  11. #11
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    Re: En busca de la verdad: el verdadero origen de Cristobal Colón

    Caros:

    Aprovechando la internet, en una fase de mi vida en me pareceo importante conocer mejor el país vicino, visitei algunos foros españoles, o internacionales de lengua española (castellana).

    Entre ellos está el "hispanismo.org" (que es ibérico y pluri-lenguísta) e el "foro militar"(entre otros).

    Já me apercebi que las teorias de Colón Catálan o Mallorquín (o Griego), apesar de tudo, eston amplamente difundidas por todo el mundo (la "gallega" y la "Portuguesa", poderían estar más).

    Al descobrir el "foro militar" de lengua española (através de un blog portugués), y vendo que és amplamiente visitado por foristas de toda la America hispânica, entendi que devian conocier también la teoria portuguesa.
    No és una ofensiva nacionalista "lusa". El objectivo és equilibrar la información y esclarecer las mentes.

    Elaborei três textos mui resumidos, de algunas frases, rápidos y fáciles de lêer.
    Transpolos para este foro no me pareceo la mejor opción, já basta tudo lo que tengo escrito en esta lengua en que escribo, que és una aproximación a lo castellano, llena de errores ortográficos y gramaticales (lo mismo acontece con las palabras que escrebi en aquel foro).

    El tema está mui síntetizado, pero conteniendo los traços essenciales.
    Acreciento tambiém más "links" a esta temática (três mensagens sintetízadas, más duas de "enlaces":

    http://www.militar.org.ua/phpBB2/viewtopic.php?t=12702

    Convido a todos, respectosamente, a visitar-lo.

    Saludos
    Última edición por Templário; 14/11/2006 a las 00:03

  12. #12
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    Re: En busca de la verdad: el verdadero origen de Cristobal Colón

    A mí si era portugués o catalán me parece fantástico y así nos apuntamos un tanto los hispanos; lo que pasa es que la teoría genovesa tiene en su apoyo una cantidad muy considerable de documentación y pruebas que es dificilmente combatible con algunos textos difundido por internet. Pero vamos, lo seguro es que Colón era un tipo misterioso y viajero, de eso no cabe duda.
    Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.

    Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI



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