Según algunos que le conocieron, Fernández Miranda murió en Londres en 1980 bastante angustiado (y totalmente olvidado políticamente) por dos cuestiones: en lo personal, por ser arrumbado como un mueble viejo, que había cumplido un papel; y en el plano institucional por el artículo II relativo las nacionalidades en la Constitución. Como catedrático, y al revés que Suárez, era uno de los mayores juristas del Estado y gran experto en Derecho Constitucional; tiene más delito su TRAICIÓN y su responsabilidad en los desastres que han acontecido (y acontecerán) con el actual Sistema.
Éste no era un ignorante; era perfectamente consciente de todo lo que significaba que España se fundiera con Europa y olvidara la Victoria, entregándosela a los rojo-separatistas para vergüenza de todos. Finalmente, lo traicionaron a él (oropeles de Toisones y Ducados aparte) y no tuvo la tranquilidad interior en el trance de la muerte. Empezó a pagar, en el final de su vida, tantos desastres provocados por esa ingenuidad y papanatismo propios de quienes admiran todo aquello que viene de Europa.
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