EL PASADO GLORIOSO DE LA DECADENCIA
Frente a algunos historiadores y personajes influyentes que ensalzaban a todo trance el espíritu absolutista y tradicional se enfrentaban los que tenían la pasión puesta en defender las ideas liberales y europeizantes pero adaptadas la forma de vida del español de la época. Los primeros, es decir, los absolutistas, argumentaban el lamento de que con la Constitución se rompe totalmente con el pasado glorioso, pero olvidaban que no todo ese pasado fue glorioso, ya que España llevaba casi doscientos años mal gobernada por Nithard, el padre Juan Everardo Nithard, confesor de la reina Mariana de Austria, esposa de Felipe IV y regente como madre de Carlos II, un hombre carente de las condicines necesaria que sin desearlo, se convirtió en valido, sus desaciertos fueron enormes y llevó a España por los caminos de la derrota (Paz de Aquisgran, independencia de Portugal etc), otro valido más que dejó desvalida a España, o por el llamado Duende de Palacio o Corredor de Orejas, que era como antes llamaban a los alcahuetes, nos referimos a Fernando Valenzuela, ejemplar degenerado y que fuera conductor de las desdichas de una monarquía nefasta y de un desgraciado pueblo español. Fue un pícaro napolitano y corrido pendenciero carente de escrúpulo, listo más que inteligente y con sobradas prisas por trepar, otro valido en el resumen de un tiempo en el que una herida casual en una cacería era motivo suficiente para ser Grande de España, o por el narciso Almirante, Juan Tomás Enrríquez de Cabrera y Ponce de León, el del motín del pan, genovés Almirante de Castilla, que supo apoyarse en la debilidad de la reina Maria Ana de Neuburgo, la segunda esposa de Carlos II, otro favorito más, y quien antes también había asediado a su predecesora María Luisa de Orleans, parece ser que en la historia de España era el oficio principal de los validos, o por Anne Marie de la Trémoille, la Princesa de los Ursinos, quien tuvo en sus manos el destino de una España en guerra (Guerra de Sucesión) gobernada por un endeble Felipe V, maestra de intrigas en la Corte de un rey que no sabía cómo reinar. Esta mujer tuvo su pago de la mano de Isabel de Farnesio.
Reyes y reinas extranjeras que hacen una política anti-española y derraman la sangre y los caudales españoles por los campos de Europa buscando tronos para sus hijos que algunos como Felipe, hijo de Isabel de Farnesio, se jactaba y alardeaba de ignorar la lengua castellana. O por el habilidoso cocinero y abate italiano Julio Alberoni, de profesión valido, maestro en la intriga y cuyas previsiones resultaron fallidas en su totalidad y todas sus esperanzas frustradas. O por el aventurero holandés, el barón de Riperdá, Juan Guillermo Ripperdá, un personaje que fue nombrado primer ministro con la influencia de la Farnesio, atenta siempre al bien de sus hijos y no al de España, y que una vez fueron descubiertas las mentiras e intrigas del de Riperdá por divulgar secretos de Estado, fue depuesto, encarcelado y fugado. Convertido al Islam, intentó después apoderarse de Ceuta. Este es el pasado glorioso, entre otros, que entrega España a Napoleón, en manos de otro valido, Godoy, como siempre, con desastrosos resultados, los de otra monarquía absoluta y decadente, fruto de la dejadez de los gobernantes demasiado hastiados por gobernar, y contra todo este pasado glorioso, es el que lucha el pensamiento político español, el liberalismo plasmado en la Constitución como amparo ante cualquier tipo de despotismo y con vistas a potenciar los esfuerzos por iniciar una nueva historia que camine paralela al resto de Europa. Pero su camino fue corto, y su final, si es que tuvo alguna vez algún principio, trájico, tanto como lo han sido otros finales de gloriosas luchas de un pueblo que se debate a dos bandas entre la aclamación y la adoración de los gobernantes de un despotismo y neopotismo ilustrado propio de una dinastía francesa maestra del gobierno con tedio y arrogancia sin parangón, y el desengaño y frustración de unos austrias menores que dejaron en España la humillante costumbre de caer, levantarse, y volver a caer. Y España, ha dado muestras en muchas ocasiones que el levantarse de nuevo, cada vez, cuesta más.
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