El tema del Holocuento es esgrimido como arma teológica por los deicidas que pretenden usurpar colectivamente la obra redentora que operó Cristo con su sacrificio en la cruz. Es una pena que la Iglesia postconciliar que no es más que una secta modernista-judaizante se preste a hacerles el caldo gordo a estos réprobos y enemigos de la humanidad, hijos carnales de Abrahám pero alejados de su descendencia espiritual por la piedra de tropiezo.
Esta iglesia ocupada se pliega y se plegará una y mil veces ante estos hijos del diablo, ya sea condenando el antisemitismo, visitando sinagogas o parques temáticos como Auschwitz, o participando en diálogós de amistad judeo-cristiana.
¿Dónde quedan el Magisterio y la Tradición cuando esta iglesia seudo-católica bendice a los que llama "nuestros hermanos mayores"? ¿Acaso no está claro lo que dijeron los Padres de la Iglesia, los Concilios y los Papas sobre la eterna enemistad teológica entre cristianos y judíos?
Por otra parte, el Holocuento también es otra forma de memoria histórica en la que se quiere imponer una verdad prescindiendo del esclarecimiento de lo que en realidad ocurrió y a fe que lo han hecho y lo proclaman mediante películas, documentales y todo tipo de propaganda judaica.
No tardarán mucho en apercibir y llamar a capítulo a este "imprudente" obispo, si es que no acaban expulsándolo de Polonia como expulsaron a Williamson de Argentina. El Holocuento es hoy una verdad de Fe indubitable.
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