La otra monarquía
“Entre los que hoy se muestran críticos y escépticos abundan los que son monárquicos hasta la médula. Entre los que hoy se muestran entusiasmados abundan los que quieren la monarquía solo si está al servicio de las castas parasitarias”.
(Profesor Ignacio Saavedra)
Hablo de la monarquía como un modelo político porque ni se me pasa por la cabeza sugerir, en medio del caos que sufrimos, una república. Por un lado, sólo hay que ver el nivel del votante. No es que yo me crea más que nadie, pero al menos no me encuentro entre la millonaria audiencia que otorga continuidad en la parrilla de TV a programas que dan bastante que pensar acerca del nivel cultural y moral de muchos españoles. Por otra parte, el rey del modelo que propongo estaría mucho mejor preparado que los cachorros de la casta política, esos jovencitos que allá por donde pasan consiguen que no vuelva a crecer la hierba.
La monarquía garantiza estabilidad, una cualidad digna de aprecio. Hoy más que nunca. Por eso precisamente ha de ser hereditaria. Quizá te preguntes si sería posible una monarquía electiva. Podría ser, pero ¿sabes lo que es el morbo gótico? La monarquía de los visigodos era electiva y tenía su inconveniente. La única monarquía electiva estable que yo conozca, y si es que se puede llamar así, es el Vaticano –y no hay que ser muy perspicaz para ver que reúne unas condiciones bastante peculiares.
Los sistemas se dan en un tiempo y en un lugar. Cuando hablo de una monarquía tradicional me estoy refiriendo a la tradición política española. Entiendo que hoy esto del valor del pasado es difícil de comprender, pero aunque parezca increíble en otros tiempos también hubo gente sabia capaz de ver lo que necesitaba nuestro país para solucionar tal o cual problema. Sorteando los escollos construyeron una sociedad. Esta sociedad va desapareciendo bajo el paso firme de la modernidad, que duda de todo, aunque a veces detiene su marcha y vislumbramos destellos de las instituciones y costumbres antiguas que no pueden ser más que la punta del iceberg de un tesoro secular que nos hemos cargado por habernos creído más que nuestros abuelos. Si el tiempo ha dado continuidad –no hablo de legislaturas, sino de siglos- a tradiciones como la institución monárquica… es por algo.
El valor de la historia y la herencia recibida lo podemos encontrar incluso en los orígenes de la democracia. ¿Crees que en los tiempos en que Atenas fue democracia todas las polis lo eran? No, cada polis tenía su historia. Esparta, por ejemplo, no era democracia y demostró una estabilidad mayor, resultó vencedora en las guerras del Peloponeso y fue testigo excepcional del hundimiento de Atenas en las aguas de la degradación moral. Por cierto, ¿sabes lo que es la oliganthropia que hizo sucumbir a estos regímenes? No es muy distinta a la decadencia de nuestro tiempo, incapaz de ver la dignidad del hombre.
Cuando yo hablo de este tipo de monarquía estoy dando por hecho que el sistema político necesita un CAMBIO. ¿Y la democracia? También. Mucho tiene que cambiar España, pero de nada nos sirve querer mejorar si no proponemos alternativas.
La solución pasa por un modelo basado en la sociedad. El modelo tendría en cuenta no sólo al individuo sino también a las asociaciones, corporaciones profesionales y todo tipo de manifestaciones de la sociabilidad natural del hombre. El sistema sería complejísimo (como también lo era el de la monarquía tradicional hispánica) pero mucho más representativo y participativo.
Deberían abrirse también cauces de participación reales a los municipios y a las regiones. En cambio, las comunidades autónomas no tendrían cabida porque son una farsa del principio de subsidiariedad y se han revelado como ineficientes para todos (excepto, claro, para los partidos políticos que manejan el cotarro).
Entrarían en vigor mecanismos como el mandato imperativo y el juicio de residencia. Los cargos públicos pasarían a ser un servicio a la sociedad y no un deshonroso procedimiento de enriquecimiento rápido a costa de los vecinos.
La figura encargada de moderar la sociedad sería un monarca como Dios manda. El rey asumiría, por supuesto, más funciones que las que ¿tiene? ahora. Sí, ya sé que ahora es “el mejor diplomático de España”, pero mientras lo necesiten los partidos políticos y otras fuerzas (económicas, sociales).
Un modelo así no sólo es justo sino que además es natural.
El brindis del Retiro: La otra monarquía
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