Las leyes que proponía Arrese fueron el último intento por rescatar los principios del 18 de Julio y hacer que perdurase el Régimen, en vez de limitarse a ser una dictadura transitoria. Esta carta lo único que demuestra es que los cardenales, en plena sintonía con el propio Régimen de Franco, no estaban por la continuidad del 18 de Julio y hacían todo lo posible por que el Régimen desembocase en una democracia occidental, como finalmente sucedió. Por supuesto, Franco recibió la carta de los cardenales como agua de mayo, ansioso como estaba por desembarazarse del "pesado" de Arrese, que no le creaba más que problemas con sus ideas locas de articular un Régimen independiente basado en el 18 de Julio (carlistas y falangistas exclusivamente, sin la escoria alfonsina y democristiana que se había adueñado de todos sus entresijos). En su libro "Una etapa constituyente" Arrese cuenta cómo el único apoyo que recibió fue de los carlistas no oficialistas, al margen de que no comulgasen con algunos detalles de su proyecto.