Carta de Manuel Senante a Franco
[Las partes subrayadas de la carta no son mías sino del documento original]
Fuente: Fundación Nacional Francisco Franco
Manuel Senante
Abogado
Madrid
10 de Marzo de 1955
Excmo. Sr. Don Francisco Franco Bahamonde
Generalísimo de los Ejércitos y Jefe del Estado
Excmo. Señor:
En este día en que celebramos el glorioso recuerdo de los Mártires de la Tradición y el centenario de la muerte del Rey Carlos V., defensor de las legítimas tradiciones de nuestra Patria, contra todo liberalismo, me permito dirigir a V.E. esta carta con todo el respeto y consideración que le son debidos, para aclarar lo que V.E. dice en sus declaraciones al periódico “Arriba” que éste publicó el día 28 de febrero, reproducidas por todos los periódicos, referentes a los “integristas”.
El que llama V.E. en esas declaraciones “diminuto grupo de integristas” es la “Comunión integrista”, cuyo origen no hace al caso, acaudillada por el inolvidable Don Ramón Nocedal, defensor acérrimo en el Parlamento y en el periódico “El Siglo Futuro” de los principios católicos y tradicionales, quien no dio ese nombre a la agrupación. Se lo dieron en son de burla sus enemigos, hasta que el inolvidable sacerdote y gran defensor de la causa católica Don Félix Sardá y Salvany, autor del admirable y hoy poco conocido libro “El liberalismo es pecado”, aprobado con grandes elogios por la Sagrada Congregación del Índice, dijo en una célebre conferencia que pues nos llamaban integristas en son de burla, aceptábamos el nombre y seríamos verdaderos integristas, defensores de los principios católicos en toda su integridad.
Y viene al caso recordar aquí que el sucesor de Nocedal en la Jefatura de aquella Comunión integrista fue Don Juan de Olazábal, residente en San Sebastián, propietario de los periódicos “La Constancia” en aquella ciudad (2), y de “El Siglo Futuro” (3) en Madrid, que combatió con tanta energía el nacionalismo vasco, de tendencia separatista, que por ello sufrió persecuciones y encarcelamientos durante la malhadada república y el “frente popular”; y ya hecha por su iniciativa la unión con los demás tradicionalistas (4), bajo la jefatura del llorado Rey Don Alfonso Carlos, e iniciada la Cruzada de liberación, en cuyos preparativos tomó parte muy principal, fue preso, transportado a Bilbao en la bodega de un barco en el que le hicieron objeto de terrible martirio (según refirió un sobreviviente), y finalmente ametrallado con otros tradicionalistas en una de las cárceles de Bilbao (5). Justo es que yo dedique este recuerdo a aquel verdadero héroe de nuestra Cruzada, como tantos otros, olvidado a pesar de ser un incasable luchador en favor de la buena causa.
Hecha la unión de la “Comunión Integrista” con los tradicionalistas, los dirigentes, de acuerdo con los deseos del Rey Don Alfonso Carlos y del Príncipe Regente Don Francisco Javier de Borbón Parma, se consagraron con todo ardor a preparar el alzamiento contra aquella nefasta república. Tomó parte muy principal en aquella preparación el Príncipe Don Francisco Javier de Borbón Parma, que aportó de Bélgica importantes cantidades de armas, así como el Jefe Delegado Don Manuel Fal Conde, que para dedicarse exclusivamente a esa preparación no quiso ser candidato a diputado en el Congreso.
No puede olvidar V.E. que, después de iniciada la guerra, existían tres ejércitos: el del Norte, mandado por el General Mola; el del Centro, mandado por el General Saliquet; y el de Andalucía, mandado por el General Queipo de Llano; y para que existiera un ejército con unidad de dirección y de mando, en junta de Generales fue nombrado V.E. Generalísimo de los Ejércitos por los grandes méritos militares que en V.E. concurren, que todos, y yo muy en primer lugar, reconocemos.
Si al decir V.E. en sus declaraciones que “un diminuto grupo de integristas, seguidores de un Príncipe extranjero (alude, sin duda, a Don Francisco Javier de Borbón Parma) estuvieron apartados desde primera hora del Movimiento”, se refiere con esta palabra al alzamiento nacional, a la Cruzada, que fue una verdadera guerra de liberación, permítame V.E. le diga, con todos los respetos, que sufre una lamentable equivocación, pues los tradicionalistas todos, con los que estaban unidos los integristas, formando unas sola entidad, tomaron parte muy activa en la guerra, desde su preparación (cuando muchos, que después vinieron a ella, estaban al servicio de aquella república (6) y de su frente popular y no pensaban en sublevarse contra la misma) hasta que se consiguió la completa victoria bajo el acertado mando de V.E. Muchos fueron los tradicionalistas, y con ellos los antiguos integristas, que murieron en los frentes de batalla o fueron asesinados, después de terribles sufrimientos; y muchos también, como me sucedió a mí, quienes, aunque por una especial providencia del Señor, salvamos la vida, vimos asaltadas nuestras casas, destruidos o robados nuestros muebles y bibliotecas, y fuimos despojados de nuestros bienes, viéndonos reducidos a extrema necesidad. Asaltado fue también “El Siglo Futuro”, que yo dirigí desde la muerte de mi insigne maestro Don Ramón Nocedal, y siempre combatió contra todo liberalismo, y, por tanto, contra la república, y defendió los grandes ideales del tradicionalismo, únicos que pueden salvar a España. Las hordas rojas destruyeron nuestra redacción y gran parte, la principal, de nuestra imprenta. ¿Cómo hubiera sucedido esto si nos hubiéramos apartado de la Cruzada, que ya comenzó, en realidad, al proclamarse la república, contra la cual fue la guerra?
Pero si por la palabra movimiento entiende V.E. la unificación con la Falange y con las Jons, para formar un nuevo partido llamado “Falange Española Tradicionalista y de las Jons”, entonces tiene razón V.E., pues los tradicionalistas no podemos formar parte de ese partido, aunque en su nombre figure el nuestro, porque el secular partido, o mejor dicho, Comunión tradicionalista, jamás puede estar integrada en la llamada Falange, de muy reciente creación, algunos de cuyos principios no podemos admitir.
He de insistir, pues, Excmo. Señor, en que del Alzamiento y de la Cruzada Nacional jamás se separó la Comunión Tradicionalista, ni con ella los que llamáronse integristas. Reconoce V.E. en sus declaraciones que el Príncipe extranjero a que se refiere (Don Francisco Javier de Borbón Parma, que tanto por derecho de sucesión de la dinastía legítima y antiliberal como por sostener nuestros grandes ideales, consideramos el Rey legítimo de España), en carta que dirigió a V.E. al principio de la guerra, reconoció que nuestros principios estaban integrados en la Cruzada, entendida ésta del modo que acabo de decir.
Perdone V.E. esta larga carta que no quiero terminar sin hacer constar que tenemos para V.E. los respetos y consideraciones que por su persona y sus grandes servicios a la Patria le son debidos, y que yo todos los días en mis pobrísimas oraciones le tengo presente, pidiendo a Dios conceda a V.E. las gracias y luces que le sean necesarias para el gobierno de España y para llevar a efecto, cuanto antes, la verdadera restauración monárquica y tradicional que España espera de V.E.
Con todos los respetos debidos a V.E.
Manuel Senante [firmado]
P.D.– Va esta carta con retraso respecto a su fecha porque he querido ponerla en el correo el día de San José, Patrono del “Siglo Futuro” mientras se publicó.
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(2) Curiosamente, al liberarse San Sebastián del dominio rojo y separatista, el 13 de septiembre de 1936, este periódico no reapareció. Su director y propietario, don Juan de Olazábal, estaba prisionero de los rojos en Bilbao. Sus talleres, modestos, habían sido inutilizados por los rojos. La Comunión Tradicionalista, en compensación, se incautó de los talleres del periódico de izquierdas «La Voz de Guipúzcoa», que eran mucho mejores, y empezó a editar en ellos un nuevo periódico que se llamó «La Voz de España».
(3) Acerca de «El Siglo Futuro» véase el tomo I, pág. 189.
(4) Acerca de esta unión véase «Historia del Tradicionalismo Español», de Melchor Ferrer, tomo XXX, pág. 31.
(5) Don Juan de Olazábal y Ramery fue detenido en San Sebastián, en su casa de Mundaiz, en cuanto fracasó el alzamiento de los cuarteles de Loyola; ante el avance nacional, fue conducido con otros presos en un barco a Bilbao, donde pasó al edificio de Los Ángeles Custodios, convertido en prisión; en su patio fue asesinado el día 4 de enero de 1937. Más detalles de su vida y martirio se encuentran en el libro de Adrián de Loyarte «Mártires de San Sebastián», Madrid, 1944, sin editorial.
(6) Entre otros, el propio Franco.
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