Fuente:
ABC, 7 de Noviembre de 2020.
EL TRUMPAZO
Juan Manuel de Prada
Aunque estén mareando la perdiz con un escrutinio caótico que mantiene entretenidos a ilusos, el resultado de las elecciones americanas ya quedó proclamado
urbi et orbi cuando Twitter decidió censurar un tuit de Donald Trump.
Si, como piensan los ilusos, el presidente de los Estados Unidos fuese «el hombre más poderoso del planeta», a los cinco minutos de producirse tal censura Twitter habría dejado de existir y su consejo de administración habría sido convertido en comida para los peces. Pero Twitter está en manos de los verdaderos amos del cotarro; y Trump, como cualquier otro mindundi con cuenta en la cochiquera, es un simple empleado suyo. Un empleado, si se quiere, relevante, pues además de trabajar gratis como todos, contribuye con su inmensa legión de
followers y
haters a mejorar el tráfico de la cochiquera, llenando de dinero los bolsillos de su consejo de administración. Ningún «hombre más poderoso del planeta» se deja convertir en un histrión vociferante al que el dueño del circo apaga el micrófono si sale contestón. Los «hombres más poderosos del planeta» no salen contestones; los «hombres más poderosos del planeta» las matan callando. Los «hombres más poderosos del planeta» no vociferan sus planes por Twitter; simplemente, los ejecutan. A la postre, Trump muere «por do más pecado había».
Los ilusos también piensan que en las elecciones americanas se ha perpetrado un fraude, sin entender que el fraude es el sistema, que arroja a las masas cretinizadas la gallofa de las elecciones, como quien arroja una víscera podrida a un perrillo. Decía Bloy que esperar que
la salvación de los pueblos venga del sufragio universal no es lograr que triunfe la mayoría, sino que la mayoría así lo crea; para lo cual los amos del cotarro –los auténticos «hombres más poderosos del planeta»– urden determinados trampantojos, que a veces son más refinados y a veces más burdos. Pero, como también señalaba Bloy, «las elecciones constituyen, cada vez más, el testimonio de una aceleración inaudita, fatal, verdaderamente simbólica y profética hacia la pequeñez de espíritu, la bajeza de corazón y la idiotez»; así que los amos del cotarro pueden permitirse trampantojos cada vez más burdos, como por ejemplo hacer que los fiambres también voten, para echar al tipo que sale contestón. De este modo le dan un nuevo y cínico sentido a la «democracia de los muertos».
Y, mientras tanto, Trump se desgañita en Twitter, hasta que los amos del cotarro deciden que está «desinformando» y le apagan el micrófono. Pero, al menos, mientras gobierne Biden, no nos darán la tabarra con los negros apiolados a manos de la policía, que podrá seguir apiolándolos tranquilamente –como acaba de hacer un yihadista en Niza– sin temor a revueltas. Y sin temor a la «desinformación», que los amos del cotarro perseguirán con ayuda de Twitter.
That´s all, folks.
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