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Arcipreste
El Estado debe estar apartado de la religión, por completo, como afirma la historia de la Iglesia en su intento permanente por escapar de la injerencia del Estado. Pero es que, además, me gustaría citar un párrafo de Santo Tomás Moro, en su obra Utopía, que puede arrojar luz sobre esta cuestión:
"(...) en el supuesto de que únicamente existiese una religión verdadera y el resto fuesen falsas, previó que la fuerza misma de la verdad fácilmente terminaría despuntando e imponiéndose de por sí, siempre que se actuase con sentido común y discreción. Por el contrario, si se combatiese a mano armada y con alboroto, dado que los peores son las gentes más pertinaces, el resultado sería que la más excelsa y santa de las religiones correría el riesgo -en medio de supersticiones a cual de ellas más huera- de ser asfixiada entre espinas y maleza".
Resulta difícil creer que un Estado confesional que impusiera a los ciudadanos la profesión de catolicidad bajo amenaza sea moralmente aceptable, no ya por el papado por cualquier católico. La unión entre el Estado y la Iglesia ya hizo, y hace, mucho daño al papado. La Iglesia se liberó del cesaropapismo hace muchos siglos.
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