Ese sitio tiene un tufillo nazi o a algo parecido. Y en cuanto al origen del Antiguo Testamento y el Nuevo, no supone ningún descubrimiento para mí. Todos esos seudoteólogos y exegetas que vienen tratando de desmentir y desacreditar las Escrituras desde la época de la ilustración, como el citado Wellhousen y una muchedumbre de otros como Bousset, Reitzenstein, Von Harnack, Bultmann y muchos otros han influido bastante en los teólogos modernistas y hecho muchísimo daño a los creyentes, sobre todo después del Concilio, pero están muy superados. Sin embargo, la arqueología y la exegesis seria han confirmado cada vez más las Sagradas Escrituras. La verdadera crítica textual no cae en el ridículo que hacen los que tratan de explicar que el Pentateuco es poco menos que un batiburrillo o rompecabezas compuesto por varios autores en distintos momentos, para que despojarlo de toda inspiración divina y achacarlo a los hombres. Pero lo cierto es que hay demasiada unidad estilística para que se deba a diversos autores, y ciertamente no es de una época posterior a Moisés, lo cual se demuestra por ejemplo en el empleo de palabras egipcias, costumbres del segundo milenio antes de Cristo, el autor está familiarizado con la geografía, la flora y la fauna de Egipto, está más que probado que ya se conocía la escritura incluso mucho antes de Moisés, y por supuesto ya sabemos lo puntillosos que son los judíos con estas cosas: todo tiene que ser exacto hasta la más mínima coma. De modo que, tratándose de la Palabra de Dios, los escribas tienen que asegurarse de que todas las copias están exactas y nada varía. La tradición judía es tajante al respecto, y el propio Jesucristo lo avala, y por supuesto la propia Iglesia cree en la Verdad revelada. Es uno de los pilares de la fe junto con la Tradición y el Magisterio. Sin el Antiguo Testamento no tendría sentido el Nuevo (ni el Antiguo sin el Nuevo), con lo que vana sería nuestra fe. Pero es natural que los enemigos de la religión traten de sembrar incredulidad. No es de extrañar que todas esas corrientes tendientes a minar la fe surgieran en Siglo de las Luces (apagadas), en los albores de la Masonería, en tiempos de Kant y de Voltaire, de la Revolución Francesa y el nacimiento de las ideologías liberales.