¿Los niños abortados reciben el bautismo de sangre?
En una entrevista concedida a Infovaticana, Mons. Mario Iceta, obispo de Bilbao, que según dice estudió en una universidad del Opus Dei cuando estuvo en Roma, nos encontramos con lo siguiente:
–Usted es considerado un experto en bioética, hay dos preguntas de esa materia que me gustaría hacerle: ¿Dónde van los niños cuando son abortados?
Estos niños, injustamente sacrificados, reciben un bautismo de sangre y, acogidos por el Señor, gozan para siempre de su visión y compañía en el cielo junto con María, los ángeles y todos los santos. Desde allí interceden por nosotros y de modo particular por sus familiares, a quienes no se les ha permitido conocer en esta tierra.
Antes de continuar, conviene recordar los requisitos para que pueda hablarse de un verdadero martirio, de acuerdo con la exposición de Palazzini:
Para el verdadero martirio se requieren tres cosas:
a) Que se sufra verdaderamente la muerte corporal. El mártir es, en efecto, el testimonio perfecto de la fe cristiana, según la cual debemos sufrir todos los males antes que dañar a nuestra alma. Pero el que continúa viviendo la vida corporal no demuestra de un modo absoluto que desprecia todas las cosas terrenas por amor de Cristo, Señor Nuestro. Por lo tanto, antes de haber sufrido la muerte por el Señor, nadie puede ser llamado martirio en un sentido absoluto, Por esta razón los que han sufrido tormentos por el Señor, pero no hasta llegar a la muerte, no son perfecta y completamente mártires, aunque hayan recibido heridas mortales, de las cuales ordinariamente hubiera debido haber seguido la muerte, de la cual, sin embargo, fueron librados de un modo natural o milagroso.
b) Que la muerte sea infligida en odio a la verdad cristiana. A la verdad de la fe cristiana pertenece no sólo la adhesión interna de la mente a las verdades reveladas (pia credulitas cordis), sino también la profesión externa, la cual se tiene no sólo con las palabras, sino con los hechos, con los cuales se demuestra la propia fe. y por esta razón todas las obras de las virtudes, en cuanto que se refieren a Dios, son de algún modo profesiones y testimonios de fe, en cuanto que por medio de la fe se nos da a conocer que Dios nos pide estas obras y nos premia por ellas y por esto pueden ser razón de martirio, ésta es la causa de que la Iglesia celebre el martirio de San Juan Bautista, el cual sufrió la muerte no por negar la fe, sino por combatir el adulterio, y el de Santa María Goretti, heroína de la pureza. Se requiere además que la muerte sea infligida por el enemigo de la fe divina o de la virtud cristiana.
Por esta razón no son mártires en sentido estricto: a) los que sufren la muerte por enfermedad contraída al cuidar por amor de Dios de los leprosos o de los apestados; b) los que sufrieron la muerte por verdades naturales; c) los que sufrieron la muerte por defender la herejía; d) los que se mataron para conservar alguna virtud cristiana, porque este acto sería un verdadero suicidio y es ilícito, a no ser que sea excusado por la buena fe del que lo cometió o se haya realizado por impulso especial del Espíritu Santo.
c) Que la muerte haya sido aceptada voluntariamente. Por esta razón si el adulto es muerto por la fe durante el sueño, sin que antes haya pensado en el martirio, probablemente no es verdadero mártir. Sin embargo, hay autores que defienden que el hombre que lo dejó todo por el Señor es verdadero mártir, aunque haya sido muerto durante el sueño en odio a la fe cristiana por los enemigos de la religión.
Los niños que fueron muertos en odio a Cristo (Santos Inocentes) se llaman verdaderos mártires, porque en este caso la aceptación de la voluntad fue suplida por una gracia particular.
No alcanzamos a explicarnos cómo es posible que se cumplan estos requisitos en el caso de los niños abortados. Es cuestión de mirar con realismo el horrendo crimen del aborto para darse cuenta de que en la mayoría de los supuestos no se mata por odio a la verdad cristiana, sino por motivaciones muy distintas. Y aunque hubiera tal odio, no dejaría de ser muy discutible acudir a la analogía con el caso de los Santos Inocentes con la suposición de una gracia particular que no consta que la Revelación enseñe se da siempre y en cualquier circunstancia.
Tal vez la explicación de la nueva doctrina Iceta sobre el martirio la tenga D. Winfried Due: “Los juanpablistas tienen flojo y fácil el muelle de la gloria beata: Canonizan a todos.”
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