Jerga de “arzobispo” del siglo XXI.
Hacer justicia a los mártires y honrar su memoria es simplemente un “embolado” y por tanto, hay que “endosarlo” “con nocturnidad” a algún futuro arzobispo, arrepentido de haberlo escrito.
O sea que había “dos españas”, igual de respetables (se sobreentiende): una, la católica, la de las víctimas; y otra, la de los delincuentes que quemaban iglesias y asesinaban, tan “españa” como la perseguida, según parece.Su laicismo agresivo, puesto de manifiesto en una Constitución hostil a la Iglesia y en leyes tan radicales como la expulsión de los jesuitas, el control de las órdenes religiosas, la anulación de la enseñanza de la Religión en los Centros públicos y del Presupuesto del clero, acabó por desplazar a la Iglesia de su presencia pública en el país. Primero las quemas de Iglesias en mayo del 31, después la revolución de Asturias en el 34 y finalmente los disturbios continuos del Frente popular del 36 agravaron al máximo la feroz división entre las dos españas.
El problema no eran, pues, los incendios ni asesinatos, sino que se iban dividiendo las “dos españas”. Lógicamente porque una “españa” se apartaba, se “dividía” de la otra "españa” (sin razón, por supuesto) cuando ésta incendiaba iglesias y provocaba continuos disturbios y tropelías.
¡Qué falta de respeto, caridad y de espíritu evangélico por parte de la “españa" católica!
Cierto que fue bastante escaso el sentido social de los católicos de clase alta, vapuleados por Severino Aznar y Ángel Herrera, lo mismo que también el espíritu democrático de bastantes católicos,
Es que, en la II República, los sinvergüenzas de los católicos no sólo no asesinaban ni incendiaban como los “demócratas”, sino que, además, se quejaban de ello. Un auténtico católico “demócrata” y con “sentido social”, hubiera debido sumarse a incendiar iglesias junto a los rojo-liberales.
¡Cómo no! La culpa era de de San Pío X y su "Pascendi", que había dividido a los católicos.así como la división de los mismos por la tozudez de los grupos integristas, reprendidos por Roma en más de una ocasión.
Todos los católicos habían sido felizmente modernistas en su día, pero este lamentable Papa los hundió en la miseria “integrista”. Ahora bien, si todos aquellos católicos hubiesen sido modernista-liberales, al gusto masónico, ningún católico hubiera sido asesinado, sino que los obispos hubieran pasado nada menos que a dirigir la revolución masónico-marxista. Una pena.
(Y es que no olvidemos que para todo católico-liberal nadie ha cometido más maldades y tropelías que los “integristas”. Frente a los crímenes del “integrismo”, los asesinatos cometidos por la pandilla rojo-liberal son una minucia).
Es que los famosos 7.000 obispos, sacerdotes, religiosos... "murieron" en actos de “guerra”. Iban en tanques, en aviones, y murieron heroicamente en el Jarama, en Brunete, en la Batalla del Ebro, etc.En las guerras mueren los mejores,
Sí. Pero antes los “hermanos” asesinados piden perdón a sus “hermanos” asesinos, por la monstruosa incitación al crimen a que los condujeron. Los asesinos, aceptan las disculpas de sus víctimas sólo a regañadientes y tras mucho insistir, pero a condición de repetir lo mismo si se volviera a las andadas.Todas las víctimas de una guerra de hermanos se encuentran y abrazan en el más allá.
en el más allá.
Un arzobispo católico reconociendo que ¿en vez de Cielo e infierno? hay un “más allá” celestial donde parece dar lo mismo ser católico liberal que rojo-liberal (aunque no “integrista”: esos van al infierno directamente).
A quienes, tras la lectura de mi libro, me han preguntado en ocasiones en que lado me situaría yo, si me viera en el dilema del año 36, les di siempre la misma respuesta: me colocaría, sin dudarlo, entre ambos para separarlos,
O sea, sólo separarlos… pero para que los incendiarios y asesinos ¿acaso continúen haciendo su trabajo tranquilamente?
Porque los católicos, hasta la guerra, se estaban quietecitos.
Pero como respondieran a las provocaciones, se enzarzaran, y empezara la guerra, este señor ya se encargaría de separar… a los católicos, claro.
Y es que es un deber separar a la víctima que lucha defendiéndose, del asesino que la quiere matar, no vaya a ser que la víctima haga algún rasguño al asesino.
Eso sí, nada se dice aquí de quitar la pistola o la gasolina al asesino o al incendiario tras su “separación”.
aunque eso me costara la vida. Lo que sería también un martirio y a mucha honra.
…“martirio”… cometido por los “integristas”, claro.. No olvidemos que ser atacado por un “integrista” a causa de las “libertades” es la mayor “honra” a que puede aspirar un católico-liberal.
Sólo que, al contrario del abrazo en “el más allá” con el rojo-liberal, el católico liberal nunca se encuentra y abraza en el “más allá” con el “integrista”. Y es que el “integrista” arde perpetuamente en el infierno; ese es su castigo por osar rebelarse contra el liberalismo incendario y sus cómplices infiltrados en el clero.
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