"Nadie tiene mayor amor que este de dar uno la vida por sus amigos" (Juan 15,13). O sea, por el prójimo, no necesariamente los amigos. ¿Cómo va Dios a considerarlo un temerario y un suicida si precisamente puso la vida del prójimo antes que la suya y realizó un acto heroico para salvarlo aunque no lo consiguiera? Eso no quita que sea necesaria cierta prudencia y convenga evitar correr riesgos innecesarios cuando no se pueda hacer nada. Pero muchas veces en una urgencia uno no tiene tiempo de pensar mucho las cosas y se lanza. Pero es un acto de heroísmo para salvar a sus semejantes y Dios se lo premiaría. Otra cosa sería si su motivación fuera hacerse el valiente, claro. Ahí ya no hay mérito, todo lo contrario.
Marcadores