todavía calles ni plazas, pero disfruta de una frondosidad tropical, muy africana, digna de ser contemplada.
19 de octubre de 1890. Nuestros expedicionarios de pie, sobre la cubierta del Larache, ven aparecer la cónica silueta de la isla de Fernando Poo con su pico de tres mil metros de altura. A medida que avanza el barco se perfila la isla con su vegetación tropical lujuriosa y los pequeños islotes, centinelas del puerto natural de la bahía. Ese es el término de su viaje y el escenario de su aventura misionera más allá del mar. ¡Cuánto han soñado en esas tierras y en esas gentes africanas!
La isla que los descubridores llamaron “Formosa”, y en los días del P. Armengol Coll se llamaba Fernando Poo, ahora es conocida por el nombre de Bioko. Es de una hermosura fascinante, pero mortal.
Más allá de la “Cuesta de las Fiebres”
Del puerto a la ciudad de Santa Isabel suben nuestros misioneros por la llamada “Cuesta de las fiebres”. Muchos han muerto ya al desembarcar. El nombre del camino ascendente les recuerda a los recién llegados la historia trágica y lúgubre de tantos hermanos suyos misioneros sacrificados ya en estas tierras ardientes del Golfo en tan pocos años de presencia evangelizadora de los claretianos. En siete años, son 18 los fallecidos, la mayoría de ellos víctimas de las fiebres. Todos están entre los 25 y los 30 años.
Pero la alegría y algazara acompañada de cantos religiosos con que el pueblo creyente, ya bautizado, ha salido a esperarles, les anima a subir por la fatídica cuesta.
Más allá de esa “Cuesta de las fiebres”, esperan al P. Armengol y sus compañeros 15.000 bubis que pueblan la isla y han de ser evangelizados, muchos otros africanos de naciones vecinas, la mayoría de confesiones protestantes, algunos cubanos deportados a Fernando Poo por el gobierno español, algunos ingleses dueños de factorías y negocios; y también amos de las mismas calles que no ostentan sino nombres británicos. No es ciertamente muy optimista la descripción que el nuevo prefecto apostólico hace de cada uno de esos grupos o etnias afincados en la isla.
Más allá de la Isla de Fernando Poo
Pero el campo misionero confiado a los claretianos va más allá de esta isla hermosa y sus habitantes de etnias diferentes. El recién llegado prefecto apostólico, sin descansar, recorre con los escasos medios de transporte los territorios más cercanos y accesibles: Corisco, los dos Elobeys, la parte continental del Muni y la lejana isla de Annobón. Tribus diferentes, distintas lenguas, costumbres exóticas... África es otro mundo que el nuevo prefecto apostólico ama y se esfuerza por conocer y comprender. Le va la salvación de esos sus hermanos africanos. Recorre ríos, selvas y mares de ese trópico implacable para evangelizar a sus habitantes.
En sus años misioneros en Guinea hablará, y a perfección, todas las lenguas nativas de esas tribus: bubi, fang, combe, benga y ese inglés negro que llaman “pichinglis”, que sirve para entenderse con todos.
Consciente de la necesidad imprescindible de escuelas para los nativos, urge a sus misioneros a que en todos los centros misionales levanten en primer lugar una escuela para instruir niños y jóvenes en régimen de internado y comedor gratuito.
Durante muchos años en Guinea Ecuatorial no habrá más escuelas, aparte de alguna protestante en la capital, que las escuelas de las misiones claretianas, y siempre mal
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