Nunca he leído nada al respecto. Es una teoría personal y puedo estar equivocado, pero me parece bastante verosímil. En español siempre han sido frecuentes los chistes de chinos. No me refiero a esos chistes que preguntan "¿Cómo se dice tal y tal en tal y tal idioma?" con una respuesta en español que dice algo gracioso que suena muy parecido al idioma en cuestión. También hay chistes de esos con la lengua china (Por ej.: ¿Cómo se dice en chino "pelo sucio"? Respuesta: "Sin cham-pú"). No me refiero a esos. Me refiero a aquellos sobre los equívocos que se producen por culpa del marcado lambdaicismo en que caen los chinos por su incapacidad para pronunciar la r y la rr. Siempre han sido frecuentes los chistes sobre las cosas que dicen o entienden los chinos. Y es un fenómeno que se da a ambos lados del Atlántico, bastante difundido y arraigado por todo el mundo hispánico. Sin embargo, hasta hace dos días como quien dice, prácticamente nadie había visto un chino. Eran raros, con la excepción quizás del Perú, donde siempre ha existido una minoría china que ha dejado sentir su influencia, entre otras cosas con la cocina chifa. Aun así, desde Texas a la Tierra del Fuego y aquí en España todo el mundo imita a los chinos hablando con la ele y haciendo chistes de chinos. En los últimos años nos han invadido con sus tiendas de artículos baratos manufacturados con mano de obra esclava en China, tiendas abiertas desde la mañana hasta altas horas de la noche, con lo que hacen una competencia desleal a nuestros comerciantes, muchos de los cuales se han visto obligados a cerrar. Y hemos comprobado que, en efecto, hablan con la ele. Que levante el dedo quien no haya entrado en un bazar de esos y no le haya salido un chino preguntándole "¿Qué quiele"?, con una ele bien clarita, no como la de los japoneses cuando pronuncian la ere, que se queda a medio camino entre ere y ele.

Mi teoría es la siguiente: En Filipinas siempre hubo bastantes comerciantes chinos. Los españoles que estuvieron por allí en tiempos virreinales destinados como funcionarios o como militares debieron indudablemente de tener contacto con chinos y sangleyes. La forma en que estos pronunciaban cuando "hablaban la castilla", como se dice en Filipinas, les hizo gracia, y naturalmente empezaron a surgir los chistes. Estos chistes viajaron luego en el galeón de Manila hasta Acapulco, y desde allí fueron extendiéndose poco a poco hacia el sur del continente, y viajaron también en los barcos que vía La Habana llegaban desde Nueva España a Sevilla y Cádiz, teniendo también mucho éxito en España.