EL GENERAL CARLISTA MIGUEL GÓMEZ DAMAS Y SU APRESAMIENTO EN PORTUGAL
“D. Tomás de Zumalacárregui, el gran estratega y militar de la I Guerra Carlista”
En el año 1839. Las tropas carlistas estaban exhaustas. Estaban reducidas a los bastiones más norteños de la península, pero aún defendían la legitimidad de Carlos V como heredero al trono de España.
Los isabelinos, comandados por el sanguinario general Espartero, acorralaban a las fuerzas en liza. Mientras tanto, se urdía a las espaldas de los carlistas la traición. Espías y embajadores se desplegaban por las cortes europeas y cortaban toda esperanza de que progresase la causa legitimista. En las cortes europeas, se cundía el rumor del pronto ocaso de la tentativa española de recuperar el trono de España por parte del pretendiente, y por lo tanto, la causa de Carlos V se veía privada de ingresos con los que sufragar a sus tropas y pagar a sus hombres.
No todo estaba perdido, pues en el corazón de los generales carlistas aún ardía el deseo de recuperar algunas zonas y volver a plantar batalla, más el líder de los Carlistas, el general Maroto, no estaba por la labor.
Muerto el carismático Zumalacárregui, la causa carlista se desvaneció entre sus sucesores. Había muerto el mejor general del carlismo y un caudillo nato, y lo peor de todo, había muerto sin que hubiese un sucesor claro a su puesto. Su genio militar y a su ascendencia sobre las tropas que comandaba era muy difícil de igualar. “El tío Tomás” fue irrepetible, y en esa su genialidad estriba gran parte del ocaso de la causa por la que luchaba.
El general Maroto no era tan apreciado por las tropas como “Zuma”. Maroto era más un general de componendas; un hombre que prefería el pacto en desventaja, aún perdiendo prestigio y honor, antes que el enfrentamiento bélico a la vieja ultranza, donde a buen seguro, sus escasas dotes militares, serían vapuleadas por el sanguinario Espartero y sus “belchas” o “negros”, soldados a sueldo, mercenarios sin honor, que en los combates en los que participaban, arriesgaban hasta la última bala y arrasaban con toda vida, sin respetar heridos, ni ancianos ni mujeres ni niños. Ellos se sabían sabedores de que los carlistas no harían de ellos sus prisioneros, pues su causa no era la Isabel ni la de Carlos, ni la de España, sino la del dinero, que todo lo compra y todo lo corrompe.
Así las cosas, el 29 de agosto de 1839, en las cercanías de Oñate, en la localidad de Vergara, se reúnen los dos ejércitos. Está a punto de fraguarse una gran traición. El ejército carlista se rinde en unas condiciones miserables. El pacto se firma a los pocos días, quedando para la historia el abrazo de los dos generales, Maroto y Espartero ante las tropas de ambos bandos. Este pacto pasó a la Historia como “El Abrazo de Vergara”.
“El general tosiriano D. Miguel Gómez Damas, quien no aceptó el Abrazo de Vergara"
No todos los generales carlistas aceptaron dicho acuerdo, y los más se hubieron de exiliarse a Francia o buscar refugio en diversos países.
La casusa del pretendiente no había muerto del todo, y aún quedaban rescoldos que apagar.
Estos generales, por su potencial y por su veteranía, eran perseguidos por los isabelinos y por lo tanto debían de esconderse, camuflarse o disfrazarse, para poder escapar de sus perseguidores. Su objetico era reunirse con los suyos y con los partidarios de sus causas legitimistas, tanto aquí en España, como en Portugal con sus “miguelistas”.
En la prensa decimonónica de 1849, podemos leer:
“De la frontera de Portugal escriben lo siguiente sobre el cabecilla carlista Gómez, de cuya prisión en el vecino reino nos ocupamos pocos días hace;
«El día 4 del corriente fué preso en Portugal en el reino del Algarve el célebre Gómez, caudillo carlista que en 1836 corrió como un rayo toda la España. Este aventurero se presentó en Lisboa como mejicano, pudo disfrazarse, de modo que obtuvo pasaporte para el Algarve, para desde allí principiar sus trabajos en favor de don Miguel y de don Carlos, y poder con más facilidad introducirse en España. Le acompañaba un tal don Manuel Rodríguez, que se decía boliviano. Antes que estos había llegado al Algarve otro español, López Caracuel, bien conocido como jefe carlista. La llegada de estos extranjeros activó mas la vigilancia del benemérito gobernador civil del Algarve don Antonio Muria Gomairo, que luego previno á su gobierno y observó tan de cerca los pasos de estos viajantes, que al momento de recibir orden del gobierno para prenderlos, sabedor de que se hallaban en la villa inmediata de Loulé dentro de dos horas fueron capturados. Grande fué el servicio que hizo dicho señor Comeiro a nuestra España y á Portugal, y grande desengaño deben tener estos agentes revolucionarios viendo el ningún apoyo que hallaron en Portugal, y sabiendo que los otros cabecillas carlistas han sido batidos en todas partes. También anunciamos con satisfacción que nuestro cónsul en el Algarve, don Manuel Gómez Roldan, expidió las mas acertadas órdenes á los vicecónsules de su dependencia tan luego como el señor gobernador civil le comunicó la aparición de personas tan sospechosas.»”
“D. José María López Caracuel (1806-1872) Mariscal de Campo del Ejército de la I Guerra Carlista” Foto cortesía del blog: prieguenses4.blogspot.com
Algunos datos sobre la noticia.
El general don Miguel Gómez Damas fue uno de los muchos militares carlistas que no aceptó el “Abrazo de Vergara”, y junto con otros mandos y militares carlistas, se decidió disolverse y refugiarse en otros países, donde el legitimismo también estaba en liza y le servía de escapatoria. Este es el caso del vecino Portugal, quien padecía una situación sucesoria en su corona muy parecida a la que se sufría en España.
En Portugal, los partidarios del legitimismo eran llamados “miguelistas”, por ser su pretendiente, D. Miguel I, en detrimento de María II de Portugal, hija de Pedro I de Brasil y IV de Portugal, que reinó sólo durante unos pocos días y abdicó en su hija. Portugal hubo de padecer también su propia guerra civil por este motivo, ello ocurrió durante los años 1828 al 1834. Acabada la contienda, quedó en la sociedad portuguesa una profunda división, donde se podía entrever a los partidarios de unos, -los radicales liberales- y de otros los -absolutistas o miguelistas-.
En el año 1848 todavía quedaban en Portugal partidarios del legitimismo, y no sería extraño que viejos soldados carlistas buscasen en estos “hermanos de causa” fondos o ayudas económicas para su causa de entre los seguidores del miguelismo.
La vigilancia y la presión de los liberales, hizo que en esta ocasión Gómez viese frustrada sus expectativas y cayese prisionero.
De todas formas, no terminarían ahí las peripecias del más famoso general que haya dado Torredonjimeno en todos los tiempos, pues los últimos días de su vida, viejo y achacoso, los pasó exiliado en Burdeos, Francia, donde existía una gran colonia de refugiados carlistas de toda España los cuales malvivían y pasaban su existencia entre añoranzas de un pasado mejor y las esperanzas de poder regresar a su patria algún día.
Otro de los apellidos mencionados en el texto de la noticia es el de López Caracuel, que bien puede ser uno de los hermanos, o José María o Manuel López Caracuel, aunque por edad optamos por Manuel, ya que José María, que llegó a ser Mariscal del Ejército Carlista y uno de los miembros que asistió a la asamblea de Vevey, en Suiza, donde se diseñó el plan para apoyar la adhesión del Carlos VII, moriría en 1872.
Dichos hermanos eran unos ricos hacendados oriundos de la vecina localidad cordobesa de Priego, desde el principio aceptaron la causa carlista, siguiendo las vicisitudes de éste. Una vez concluida la contienda, se exiliaron con toda su familia, y pasaron largos años fuera de sus propiedades, hasta que regresaron a su localidad natal allá por el año 1864. Fueron recibidos con alegría por sus convecinos, incluso por los contrarios a su casusa.
A los pocos años, en los 70 del s. XIX, el entonces pretendiente de la causa carlista llamó a filas a Manuel López Caracuel, que bajo el grado de Brigadier aceptó luchar por el pretendiente. Su misión consistía en levantar a las tropas en Andalucía, pero le fue imposible, pues estaba bajo vigilancia. Optó por huir a Sierra Morena, pero al poco fue capturado y hecho prisionero. Manuel López Caracuel logró burlar la vigilancia y escapar de la cárcel, huyendo al norte, donde pasaría el resto de la contienda.
Luis Gómez
EL BLOG DE CASSIA
Miguel Gómez y Damas nació en la villa de Torredonjimeno el día 5 de junio de 1785; siendo bautizado el 7 de julio. En 1808, abandonó la carrera de Derecho y se presentó al duque de Montemar para combatir a los franceses, siendo <<el primero que se me presentó en Jaén, en defensa de S.M>>, según afirmó el propio conde.
Tomó parte en la batalla de Bailén como subteniente y participó en diversas acciones hasta que fue hecho prisionero durante una acción en Castalla en junio de 1812. Fue conducido a Francia hasta que se fugó del depósito de Autum y se presentó al general en jefe del segundo ejército, Francisco Javier de Elío. Tras un consejo, se le reafirmó como subteniente y teniente y en septiembre de 1812, se graduó como capitán. Se retiró del servicio activo en 1816.
En diciembre de 1815, se desposó con Vicenta de Parada.
Tras retirarse se dedicó a administrar bulas en Jaén, hasta que se produjo el sublevamiento de Riego y la proclamación de la "Pepa", cuando empezó a conspirar contra el gobierno. En 1822, se vio obligado a abandonar a su familia y se presentó al conde de Montemar para contactar con las tropas realistas. Fue delatado en Buendía y puesto en libertad tras sobornar al juez. En octubre sirvió en las tropas realistas tomando parte en la acción de Nazar. En 1823, fue ascendido a 2º comandante y marchó a Extremadura. En 1824, fue nombrado comandante, puesto en el que continuó hasta 1827, año en el que se retiró a su tierra.
Con posterioridad, frenó la sublevación en Cádiz en la que fue asesinado Antonio del Hierro Y Oliver, a causa de lo que fue fue elevado a comandante de Algeciras hasta su destitución por ser partidario de Carlos V.
Se volvió a Madrid con su familia, y tras la muerte de Fernando VII pasó a Navarra, donde sirvió a las órdendes de Zumalacárregui como jefe de su estado mayor. En 1834, fue ascendido a brigadier por Carlos V. Derrotó a Espartero en Garvea en diciembre de 1834. En 1835 derrotó a Evans y Jáuregui en Hernani, siendo ascendido a mariscal de campo.
En 1837, a la vuelta de la expedición que le hizo famoso (La expedición del General Gómez), fue encarcelado en Urquiola. Durante la visita del barón von Rahden, le respondió, al preguntarle éste si necesitaba algo -estaba en una habitación de 30 pies cuadrados- <<No quiero nada, tengo todo lo que deseo>>.
Fue puesto en libertad poco antes al Convenio de Vergara, al que no quiso acogerse. Marchó a Francia, siendo uno de los generales que protegió la entrada de Carlos V en Francia. A partir de entonces vivió en Burdeos hasta 1846, cuando intentó extender la guerra de los matiners a Andalucía. La ausencia del agente carlista que debía ponerles en contacto con el interior y la falta de la organización que esperaba en Andalucía, hizo que Gómez se retirara a Lisboa, donde intentó extender la "guerra de los matiners" hasta 1849.
En 1849, dio permiso a los que lo desearan de acogerse a la amnistía de Isabel II, no acogiéndose a ella a pesar de la precariedad de su situación. Los isabelinos llegaron a prometerle una gran cantidad de dinero a cambio de que el nombre de Gómez apareciera el primero entre los amnistiados.
En 1859, será deportado a Londres acusado de instigar contra el régimen liberal. El 11 de junio de 1864, Gómez realizar el que Alfonso Bullón de Mendoza llama el hecho que más honra la memoria del general Gómez: reconoce a Isabel II. <<Puede parecer el afirmar que la mayor gloria de un general del ejército de Don Carlos se halle en reconocer a los derechos de Isabel II al trono de España. Pero esta aparente contradicción se desvanece cuando observamos la fecha en que está firmada la petición que hace Gómez de que se le sean revalidados los cargos y honores en el ejército cristino y la de su muerte, acaecida entre la noche del 15 al 16 de noviembre de 1864. No nos encontramos pues ante un hombre que acepta la situación de España con el propósito de volver a ella y disfrutar de los ingresos que le correspondiesen en virtud del convenio de Verdara, sino ante un anciano enfermo, que tras venticuatro años antes de su patria trata, antes de morir de asegurar a su esposa los recursos necesarios para la subsistencia>> afirma el historiador en un apéndice de La expedición del general Gómez.
Todo el mundo moderno se divide en progresistas y en conservadores. La labor de los progresistas es ir cometiendo errores. La labor de los conservadores es evitar que esos errores sean arreglados. (G.K.Cherleston)
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores