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Tema: Calomarde: absolutista al que repudiaron carlistas y liberales

  1. #1
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    Calomarde: absolutista al que repudiaron carlistas y liberales

    CALOMARDE

    Por Francisco Canals Vidal

    “Se dice que la historia es la maestra de la vida, pero la lección que esta maestra enseña -dice Hegel- es la de que nunca los hombres hacen caso de las lecciones de la historia”.

    Si no aceptamos el fatalismo de la sentencia y nos decidimos por el intento heroico de “vencer las estrellas”, las palabras de Hegel podrían ser un llamamiento al despertar de nuestra conciencia histórica.



    Ensayemos, en todo caso, pensar en voz alta: ¿nunca se ha de decir lo que se siente?

    Al nombre de Francisco Tadeo Calomarde [1773-1842] se asocia la anécdota o leyenda de las bofetadas de la infanta Luisa Carlota, la clausura de las Universidades en los años 1830-32, y la fundación de una escuela de tauromaquia en Sevilla. Se simboliza con todo esto en él aquel obscurantismo y fanatismo atribuido a los que en la guerra de los siete años lucharon en favor de don Carlos.

    Las nebulosas que encubren la historia confunden el impopular absolutismo fernandino, aliado precisamente por obra de Calomarde con el despotismo ilustrado, con la popular causa tradicional de profundo y secular arraigo expresado en el “carlismo”.

    La lección de la historia real muestra a Calomarde como inspirador principal de la política que fue juzgada “afrancesada” y aliada de la masonería por los “agraviats” o “malcontents” de nuestra Cataluña. Señala también a Calomarde como el orientador de Fernando VII en la represión de aquella primera guerra precarlista catalana.

    Fue Calomarde el principal protagonista en el proyecto de sucesión femenina, orientado a evitar el acceso de don Carlos al trono. La lección de la historia sobre los “sucesos de la Granja”, de septiembre de 1832, la expresó así el marqués de Lema en sus Estudios históricos y críticos:
    “La derogación de la Pragmática Sanción de 29 de marzo de 1830, obtenida del moribundo monarca con asentimiento de todos sus ministros, incluso de aquel más conocedor que ninguno de su voluntad, y de cuya pluma había salido precisamente la Pragmática que se derogaba, don Francisco Tadeo Calomarde, no provocó movimiento de protesta en aquel palacio: hasta el ministro plenipotenciario del reino de las dos Sicilias sostenía los derechos del infante don Carlos; la aquiescencia, mejor dicho, la directa intervención que en aquellos actos toma Calomarde no cabe, pues, atribuirla a una ciega pasión de conservarse en el poder, pues torpe hubiera sido si creyera que el partido apostólico le perdonaría alguna vez, sino a convencimiento de lo inevitable; el mismo encargado de negocios de Luis Felipe comunicaba a su Gobierno la fuerza considerable que tenía en el país el hermano de Fernando VII; probablemente el mismo Fernando se dio cuenta de lo que hizo y obró contra todos los efectos de su alma, persuadido de que así convenía al país, falta la causa de su hija de elementos bastantes que le sostuviesen”.

    Confirma la hipótesis del marqués de Lema la declaración escrita y firmada en 31 de diciembre de 1832, en la que Fernando VII acusa a los hombres “desleales e intrusos” que habían abusado del amor a los españoles al anunciarle torrentes de sangre si no se derogaba la sucesión femenina. “Este anuncio atroz -dice en ella Fernando VII- consternó mi fatigado espíritu y absorbió lo que me restaba de inteligencia para no pensar en otra cosa que en la paz y en la conservación de mis pueblos”.

    Es extraño que historiadores liberales citen estas palabras increíbles como acusación contra los “desleales”, a los que los acontecimientos posteriores iban a dar razón plena en su “anuncio atroz”. Desde pocos meses después podía ya ser obvia la clarividencia de quienes, como los reyes de Nápoles, la hermana y el cuñado de Fernando VII, y padres de su esposa María Cristina, habían previsto exactamente lo que de hecho sucedió.

    También Calomarde se daba ya cuenta de ello. Hasta entonces su táctica había sido la de procurar convencer a la inmensa mayoría de los españoles, enemigos de la revolución liberal, de que la exclusión de don Carlos no representaba la victoria del liberalismo.

    Como sugiere sutilmente Ignacio Casanovas en su estudio sobre Balmes, la clausura de las Universidades se había dirigido a evitar que, al mostrarse la audacia impaciente del liberalismo, se produjese una reacción popular contra la sucesión femenina.

    Después de Calomarde, Cea Bermúdez iba a defender la rama isabelina con manifiestos que prometían el mantenimiento del edificio tradicional y garantizaban al país contra cualquier cambio político.

    El absolutismo fernandino había necesitado del despotismo ilustrado, al que cedía el lugar a partir de 1832. Este iba a necesitar, al servicio de su pedantería afrancesada, del constitucionalismo moderado. Estas alianzas ambiguas e insinceras explican tal vez lo más originario de la instauración del liberalismo por la monarquía en España.

    Martínez de la Rosa, que sucedió, con su Estatuto Real -incipiente constitucionalismo de “Carta otorgada”-, al despotismo ilustrado de Cea Bermúdez, siguió fiel a la misma táctica. Escribía a las potencias de la Santa Alianza, asegurando que el “principio monárquico” se sostendría en España sólo por medio de la causa de doña Isabel.

    Argumentaba que “la usurpación -es decir, el carlismo-, despreciada y maldecida por todas las clases elevadas y ricas, ha tenido que echarse en brazos de la “ínfima plebe”. El distinguido literato romántico busca convencer, alegando el apoyo aristocrático, a la Rusia del zar Nicolás I y a la Austria de Metternich del carácter conservador de la España isabelina.

    Martínez de la Rosa deseaba la revolución liberal más que Cea Bermúdez, y mucho más que Calomarde; su anuncio de que no tendría lugar se dirigía a hacerla posible. Es frecuente en el lenguaje político tal insinceridad y la búsqueda indirecta de los efectos intentados...

    Calomarde, rechazado desde 1832 por los carlistas y los liberales, fue para éstos la personificación de todos los males que atribuían al carlismo y de los que habían sido propios del absolutismo fernandino.

    Las lecciones de la historia tal vez nos sugerirían la posibilidad de que la tópica acusación de “fascismo” recaiga contra los últimos, cronológicamente que se hallen situados en las odiadas estructuras del “sistema”. Aunque éstos quieran tener para sí mismos conciencia de deseos “aperturistas” y de esperanzas reformistas y evolutivas.

    Francisco CANALS VIDAL

    Revista FUERZA NUEVA, nº 438, 31-May-1975



    Última edición por ALACRAN; 11/05/2020 a las 17:37
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

  2. #2
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    Re: Calomarde: absolutista al que repudiaron carlistas y liberales

    Después de Calomarde, Cea Bermúdez iba a defender la rama isabelina con manifiestos que prometían el mantenimiento del edificio tradicional y garantizaban al país contra cualquier cambio político.

    Gran artículo; yo diría que, si dejamos a un lado los nefastos (por incomparables) gobiernos izquierdistas de la I y II Repúblicas, este de hoy en día puede recordar por su manifiesta incapacidad de gestión [1] inconcreción y proliferación de falacias al de Cea Bermúdez...quizá en dura pugna con el gabinete de Sagasta-Moret en la luctuosa fecha de 1898.

    Calomarde, rechazado desde 1832 por los carlistas y los liberales, fue para éstos la personificación de todos los males que atribuían al carlismo y de los que habían sido propios del absolutismo fernandino.
    Las lecciones de la historia tal vez nos sugerirían la posibilidad de que la tópica acusación de “fascismo” recaiga contra los últimos, cronológicamente que se hallen situados en las odiadas estructuras del “sistema”. Aunque éstos quieran tener para sí mismos conciencia de deseos “aperturistas” y de esperanzas reformistas y evolutivas.

    Es graciosa, esta asociación que hace el profesor Canals entre los absolutistas fernandinos y los "fascistas" (de 1975) que a su vez serían los llamados "aperturistas" del Franquismo. Curioso paralelismo.

    [1] Quizá en el plano económico, el de Cea Bermúdez sea más cabal que este que nos ocupa.

  3. #3
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    Re: Calomarde: absolutista al que repudiaron carlistas y liberales

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Cita Iniciado por DOBLE AGUILA Ver mensaje
    Es graciosa, esta asociación que hace el profesor Canals entre los absolutistas fernandinos y los "fascistas" (de 1975) que a su vez serían los llamados "aperturistas" del Franquismo. Curioso paralelismo.
    Realmente el profesor hace una aproximación al caso del Portugal revolucionario de 1974-75, texto que no me pareció procedente copiar porque ese tema como otros, quedan ya muy lejanos al lector actual. Pero efectivamente el profesor Canals apuntaba por esa paradoja. Los pioneros de la revolución siempre quedan superados por ella, creen controlarla pero otros más audaces acaban llevándose el gato al agua.

    En la España reciente tendríamos el caso de Arias Navarro (1974-76) como una especie de Calomarde que se quedó en tierra de nadie y aborrecido por todos, con pésima fama ante los patriotas, ante los aperturistas centristas de Suárez y no digamos ante la izquierda. (Aunque realmente su vía a la democracia hubiera sido infinitamente más aceptable que la de Suárez ¡y cuánto le echó de menos el bunker cuando vio la que se le venía encima con Adolfo Suárez!).

    http://hispanismo.org/historia-y-antropologia/27112-el-presidente-arias-navarro-1974-76-liquidador-del-estado-del-18-de-julio.HTML

    Pero ese es otro tema.
    Última edición por ALACRAN; 12/05/2020 a las 21:28
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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