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Tema: Los orígenes políticos de Blas Piñar en el seno del ultramontanismo

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    Los orígenes políticos de Blas Piñar en el seno del ultramontanismo

    Fuente: Escrito para la Historia, Blas Piñar, FN Editorial, Madrid, 2000, páginas 379 – 383.




    Creo con toda sinceridad que tengo las ideas claras sobre los binomios Iglesia y Estado, y Religión y Política. La autonomía de lo temporal, perfectamente definida por el II Concilio Vaticano, no es independencia absoluta del orden sobrenatural. La Constitución Gaudium et Spes lo dice magistralmente, y la Conferencia Episcopal Española y los Nuncios de Su Santidad en España han reiterado esta jerarquía de valores y aconsejan a los católicos su presencia en la vida pública.

    En evitación de equívocos, conviene señalar que no es lo mismo un partido político de la Iglesia, un partido político confesionalmente católico, un partido integrado mayoritariamente por católicos, y un partido de inspiración cristiana. El primero es teóricamente inviable, por la naturaleza misma de la Iglesia. El segundo ha existido, y, aunque no mirado con simpatía, aún existe. El tercero hace compatible, al menos como ensayo, su laicismo como ente jurídico con la confesionalidad de la mayoría de sus miembros. El último, prescindiendo de la confesión de sus afiliados, dice buscar en el cristianismo las raíces de su doctrina y programa de gobierno.

    El esquema teórico no coincide, sin embargo, con la realidad. Por una parte, la Democracia Cristiana, como la experiencia ha demostrado, jugó en muchos países como Partido de la Iglesia, de la que recibió directa o indirectamente apoyo prácticamente incondicional, con discriminación clara frente a otros partidos que se definían como católicos. De otro lado, el argumento de que algunas agrupaciones políticas confesionalmente católicas tratan, no de servir a la Iglesia, sino de servirse de ella con objetivos electorales, olvida que un partido católico, por no ser un Partido de la Iglesia, puede discrepar de la actitud que en temas temporales adopten las autoridades eclesiásticas, sin incurrir en censura canónica. Por lo que afecta a los partidos no católicos integrados mayoritariamente por católicos y a los partidos de inspiración cristiana, entre los que se catalogan, sin duda, los que, con una u otra denominación, forman la Democracia Cristiana, es evidente –y ahí están la italiana y la chilena, y nuestro Partido Popular– que hay una contradicción flagrante y hasta escandalosa entre la conciencia privada de los militantes y dirigentes, y los Programas Políticos luego aplicados al llegar al poder. Así lo prueba que tales partidos acepten, por ejemplo, el divorcio vincular, que destruye el matrimonio y la familia; el aborto, calificado por la Iglesia como “crimen abominable”; y el uso y propaganda de los anticonceptivos.

    Fuerza Nueva y el Frente Nacional han sido confesionalmente católicos y han mantenido con tenacidad los principios cristianos en el campo político. El punto I de su Programa dice así: “Fuerza Nueva tiene un sentido espiritual y espiritualista de la Historia, y, sin ningún respeto humano, hace profesión privada y pública de catolicismo. El Estado español será confesionalmente católico”.

    A pesar de ello, en líneas generales –y con excepciones que confirman la regla– no contamos con el apoyo de muchos hombres de Iglesia, y en especial de los que en el proceso de la Transición Política –que empezó mucho antes de la muerte de Franco– tuvieron un papel influyente y a la larga decisivo.

    Quiero señalar, aunque como un paréntesis en el relato, que muchos de los fundadores de nuestro movimiento político procedíamos y nos habíamos formado en la Acción Católica, la “niña de los ojos de la Iglesia”, en frase de Pío XI.

    Yo, personalmente, y siendo alumno de Bachillerato, ingresé y trabajé en la Federación de Estudiantes Católicos, primero en Alicante y después en Toledo. Aquí, en mi ciudad natal, la Federación tenía por costumbre celebrar veladas semanales. Era entre 1933 y 1936. En ellas se alternaban las conferencias con recitales de música y poesía. El Presidente, Antonio Rivera Ramírez, que años después sería el “Ángel del Alcázar”, y el Consiliario Don Francisco Vidal, Sacerdote valenciano, que trajo consigo a Toledo el Cardenal Reig, dirigían con entusiasmo la organización. Participé en una de esas veladas. Tenía 14 años. Pronuncié, más que una conferencia, un discurso. Concluí haciendo una referencia a los “cristeros” de Méjico. Como la hostilidad a la Religión por parte de la II República era evidente, afirmé que si la hostilidad se convertía en persecución sangrienta, sabríamos morir como nuestros hermanos de Méjico al grito de “¡Viva Cristo Rey!”.

    El grito de “¡Viva Cristo Rey!” estaba considerado subversivo. Fui denunciado. Tuve que declarar en una Comisaría. Me impusieron cien pesetas de multa, que en aquel tiempo era una cantidad muy respetable, la quinta parte del sueldo de un Capitán. Mi padre era entonces Capitán y Profesor de Balística en la Academia de Infantería, Caballería e Intendencia. El disgusto fue enorme, y Antonio Rivera y otros directivos de la Federación, entre ellos Alfredo del Campo, asesinado con su padre por los rojos apenas ocupado Toledo por las Milicias, fueron a casa para acompañarme, darme ánimos, y tranquilizar a mis padres. Se ofrecieron para hacer una colecta y pagar la multa. Mis padres lo agradecieron, pero no aceptaron.

    Muchos años después, siendo yo Notario de Madrid y Director del Instituto de Cultura Hispánica, la Asociación de Estudiantes Mejicanos, de Madrid, tuvo noticias del hecho que acabo de narrar. Me hicieron un homenaje y me entregaron un diploma. Adjuntaban, en pesos mejicanos, el importe de la multa que la autoridad me impuso en Toledo, cuando era tan sólo un adolescente.

    Siguiendo el hilo de los recuerdos, añado que de la Federación de Estudiantes Católicos nació la Juventud de Acción Católica de Toledo. Antonio Rivera asumió la presidencia de la Unión Diocesana, y Don Antonio Gutiérrez Criado fue nombrado por el Arzobispo y Cardenal Gomá Consiliario de la misma. Don Antonio Gutiérrez era Sacerdote castrense, de la Marina, y, separado del servicio, regresó a Toledo. Su labor apostólica en la Archidiócesis fue enorme. Se fundaron centros, se celebraron actos, hubo cursillos, tandas de ejercicios, y participación activa en reuniones y Congresos. Uno de ellos, de carácter nacional, se convocó en Toledo. Se declaró una huelga por la Unión General de Trabajadores. La consigna era: “ni pan ni agua para los perros fascistas”. El Congreso se celebró. Fue un éxito. Don Antonio Gutiérrez Criado –ejemplar en su tarea, y perfecto conocedor de la psicología juvenil– fue asesinado por los rojos en el Cerro de los Ángeles el 6 de Agosto de 1936.

    Terminada la Guerra de Liberación, fui designado por el Cardenal Gomá Presidente de la Unión Diocesana de la Juventud de Acción Católica. Mi padre fue destinado a Valencia a comienzos del año 1940. Tuve que dejar el cargo. Me despedí del Cardenal. Anochecía cuando fui a visitarle. Me recibió con su amabilidad acostumbrada. Me invitó a acompañarle en el rezo del Santo Rosario. Me regaló un ejemplar de su precioso libro María, Madre y Señora, que conservo como un tesoro.

    En Valencia, fui vocal del grupo universitario de la Juventud de Acción Católica. Allí conocí e hice amistad con otros estudiantes, que luego destacaron en sus profesiones y en la política. Intervine en muchos actos de propaganda.

    En las oposiciones a Notarías, tuve éxito. Mi promoción, la de 1944, fue muy numerosa. Con ella, y la de 1942, se cubrieron las vacantes que habían producido la Guerra y la Revolución marxista. Fui a Cieza (Murcia). Me incorporé y trabajé en la Acción Católica. Organicé y participé en un cursillo sobre la familia, en el que habló, entre otros, Adolfo Muñoz Alonso, Profesor de la Universidad de Murcia. Le conocí entonces. Estuvo brillantísimo y convincente. Estando en Cieza, tuvo lugar la Peregrinación Nacional de la Juventud de A. C. a Santiago de Compostela. Sustituía a la que se convocó para el 25 de Julio de 1936, y que no pudo celebrarse por el estallido de la contienda. Vinieron muchos jóvenes de Hispanoamérica. Dos de ellos, ecuatorianos, antes del comienzo de la Peregrinación, estuvieron en Cieza. Tuvimos un acto. Fue en el Cine Galindo. Se llenó a rebosar. Jorge Salvador Lara pronunció un discurso bellísimo, que interrumpían los aplausos. Jorge Salvador Lara ha sido, años más tarde, Ministro de Asuntos Exteriores de su país. Ha publicado un libro, Semblanza apasionada de Isabel, La Católica (Ed. Minerva, Quito, 1957) sobre Isabel La Católica. La edición está dedicada a Joaquín Ruíz Giménez, Alfonso Junco, Ernesto La Orden, y a mí. También ha publicado una Historia del Ecuador. Pertenece a una familia que en la guerra emancipadora estuvo con los realistas.

    Por oposición entre Notarios, fui a Murcia. Era el año 1947. Me encomendaron la Escuela de Propagandistas de los Hombres de Acción Católica. Tuve la oportunidad de intervenir en diversos actos, en la capital y en los pueblos de la Diócesis. Recuerdo el de Lorca. Fue en el Teatro Guerra, con motivo del día del Papa, el día 14 de Marzo de 1948.

    Tomé posesión de la Notaría de Madrid el 26 de Octubre de 1949. La conseguí en oposición directa. Fui el número dos. El número uno fue para Juan Vallet de Goytisolo, de la promoción precedente, español de primera línea, profesional serio, y una auténtica autoridad en el mundo jurídico. Hizo la guerra con los Nacionales, y fue un antitanquista de primera línea. Trabajé en los Hombres de Acción Católica. En un grupo, que dirigía Don Enrique Valcárcel Alfayate, Sacerdote y Profesor de Teología Moral, reencontré a Pedro Laín Entralgo, a quien había conocido cuando dirigía la Residencia de Estudiantes, y conocí a José Luis Aranguren Egozcue, autor, entre otros libros, de Catolicismo y Protestantismo como formas de vida, que me causó una gran impresión.

    Fui nombrado por la Jerarquía eclesiástica Vicepresidente de la Junta Técnica Nacional de Acción Católica. Para el mismo cargo, la Jerarquía designó a Gabriel del Valle, excelente amigo, Abogado del Estado, y a Javier Echánove Guzmán. El Presidente, curtido en tareas apostólicas, fue Alfredo López Martínez, que años más tarde sería Subsecretario de Justicia, cuando Antonio María de Oriol fue nombrado Ministro.

    No puedo ocultar que tuve enfrentamientos muy duros en el seno de la Directiva. Se me encomendó, en 1954, que organizara la Campaña Nacional del Rosario. Me volqué. Aparte de los actos que debían celebrarse en Caleruega, se acordó que en Madrid, en un cine céntrico, se diesen unas conferencias por personas de alta significación nacional. Visité a los elegidos, y, entre ellos, a Federico García Sanchiz, al que admiraba muy de veras. Me acompañó en la visita su gran amigo, y amigo del que esto escribe, Manuel Jiménez Quilez. La conversación fue muy amena. Accedió y se fijó la fecha y el tema.

    Mi turbación fue muy profunda cuando, con gesto desabrido, el Consiliario Nacional, Don Alberto Bonet, que antes de la Guerra había sido Consiliario de la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña, se opuso de forma tajante a la intervención de García Sanchiz. Tenía –afirmó– un pasado político ultrafranquista que obligaba a rechazarlo. El tema se hizo vidrioso y se arregló de mala manera. Al ser nombrado Director del Instituto de Cultura Hispánica [en Noviembre de 1956], cesé como Vicepresidente de la Junta Técnica Nacional de Acción Católica.

  2. #2
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    Re: Los orígenes políticos de Blas Piñar en el seno del ultramontanismo

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    Fuente: Escrito para la Historia, Blas Piñar, FN Editorial, Madrid, 2000, páginas 379 – 383.

    Creo con toda sinceridad que tengo las ideas claras sobre los binomios Iglesia y Estado, y Religión y Política. La autonomía de lo temporal, perfectamente definida por el II Concilio Vaticano, no es independencia absoluta del orden sobrenatural. La Constitución Gaudium et Spes lo dice magistralmente, y la Conferencia Episcopal Española y los Nuncios de Su Santidad en España han reiterado esta jerarquía de valores y aconsejan a los católicos su presencia en la vida pública.

    En evitación de equívocos, conviene señalar que no es lo mismo un partido político de la Iglesia, un partido político confesionalmente católico, un partido integrado mayoritariamente por católicos, y un partido de inspiración cristiana. El primero es teóricamente inviable, por la naturaleza misma de la Iglesia. El segundo ha existido, y, aunque no mirado con simpatía, aún existe. El tercero hace compatible, al menos como ensayo, su laicismo como ente jurídico con la confesionalidad de la mayoría de sus miembros. El último, prescindiendo de la confesión de sus afiliados, dice buscar en el cristianismo las raíces de su doctrina y programa de gobierno.

    El esquema teórico no coincide, sin embargo, con la realidad. Por una parte, la Democracia Cristiana, como la experiencia ha demostrado, jugó en muchos países como Partido de la Iglesia, de la que recibió directa o indirectamente apoyo prácticamente incondicional, con discriminación clara frente a otros partidos que se definían como católicos. De otro lado, el argumento de que algunas agrupaciones políticas confesionalmente católicas tratan, no de servir a la Iglesia, sino de servirse de ella con objetivos electorales, olvida que un partido católico, por no ser un Partido de la Iglesia, puede discrepar de la actitud que en temas temporales adopten las autoridades eclesiásticas, sin incurrir en censura canónica. Por lo que afecta a los partidos no católicos integrados mayoritariamente por católicos y a los partidos de inspiración cristiana, entre los que se catalogan, sin duda, los que, con una u otra denominación, forman la Democracia Cristiana, es evidente –y ahí están la italiana y la chilena, y nuestro Partido Popular– que hay una contradicción flagrante y hasta escandalosa entre la conciencia privada de los militantes y dirigentes, y los Programas Políticos luego aplicados al llegar al poder. Así lo prueba que tales partidos acepten, por ejemplo, el divorcio vincular, que destruye el matrimonio y la familia; el aborto, calificado por la Iglesia como “crimen abominable”; y el uso y propaganda de los anticonceptivos.

    Fuerza Nueva y el Frente Nacional han sido confesionalmente católicos y han mantenido con tenacidad los principios cristianos en el campo político. El punto I de su Programa dice así: “Fuerza Nueva tiene un sentido espiritual y espiritualista de la Historia, y, sin ningún respeto humano, hace profesión privada y pública de catolicismo. El Estado español será confesionalmente católico”.
    Este inicio del texto de Blas Piñar contiene bastante heterodoxia, si lo confrontamos con el magisterio anterior al Vaticano II.

    Aunque está publicado según parece el año 2000, no sabemos a qué época se están refiriendo esas afirmaciones doctrinales de Blas Piñar. Pues parece estar dando por incuestionable el estatus de vigencia del catolicismo a nivel político sólo mediante partidos, excluyendo su influencia mediante otras vías tradicionales.
    ¿Nada que decir sobre la situación del catolicismo en países como la España de Franco, donde no había partidos?
    ¿Está eso presuponiendo su aceptación de la democracia moderna (condenada por anticristiana y apóstata) como axioma incuestionable?
    ¿Está desconociendo también textos del Magisterio de León XIII y Pío X, sin ir más lejos, que afirman que la Iglesia no se pronuncia sobre la organización del Estado ni aconseja ninguna forma, permitiendo incluso el mando de uno solo, siempre que se cumpla la ley de Dios y se atienda al bien común?

    ¿Está queriendo decir que solo si un partido católico "triunfa" electoralmente en España, el Estado tendría que pasar a ser católico? (¿o ni tampoco así?) ¿o que mientras tanto no triunfe el Estado "tiene derecho" a ser acatólico?

    ¿Y está dando el visto bueno a que los obispos "se escaqueen" en materia política, como fijó el Vaticano II, "cargando el mochuelo" a los laicos en base a esa argucia de la "autonomía temporal"... ¡para que los laicos se escaqueen completamente del asunto!, como era evidente que sucedería... y queden los católicos absolutamente huérfanos a nivel político tanto representativo como doctrina como viene sucediendo y que él ya comprobó de sobra?

    Son preguntas entre mil que uno puede hacerse sobre ese texto.

    Y por supuesto, Blas Piñar aceptaba la herética libertad religiosa.

    El Estado español será confesionalmente católico, respetando el derecho civil a la libertad religiosa de los no católicos. Las relaciones entre la Iglesia y el Estado se regularán de acuerdo con lo que las circunstancias exijan, procediéndose con la mayor urgencia a la denuncia del actual Concordato y a su revisión o sustitución por un “modus vivendi”.
    http://hispanismo.org/historia-y-antropologia/24805-declaracion-programatica-del-partido-fuerza-nueva-en-la-transicion-1976-a.html


    En fin, que todo su texto es heterodoxia pura (comentarlo punto por punto llevaría horas), dando él por buena la Gaudium et Spes, y todo el barullo de textos del Vaticano II que condenó a las catacumbas al catolicismo.

    Otra cosa es que en "el reino de los ciegos el tuerto (Blas Piñar) sea el rey". Y eso, tal "como está el patio" se le valora, pero salvando la crítica de fondo.
    Última edición por ALACRAN; 19/11/2020 a las 21:50
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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