Juan de Pablo Bonet




Cesáreo Jarabo 12/01/2024






Juan de Pablo Bonet
nació en el último cuarto del siglo XVI en El Castellar (Zaragoza), y murió en Madrid el 2 de febrero de 1633.

No se conoce dónde estudió, siendo que no se encuentra registrado en ninguno de los centros de estudio superior existentes en el momento. Sin embargo, hablaba hebreo, latín, griego, francés e italiano, lo que le sirvió para desarrollar las funciones burocráticas a las que dedicó su vida, siempre al servicio de personajes de alta influencia política, así como al servicio de la Corona. Acabó ocupando cargos de secretario en diferentes despachos, siendo que en 1622, fue nombrado Secretario de Felipe IV. En esas labores tuvo también una activa figuración como diplomático.
Sin embargo, no serían esas las funciones que le abrirían un espacio propio en la historia, sino el desarrollo de una actividad que, en principio, era de carácter secundario en su currículo: La enseñanza.



El año 1604, entró como secretario al servicio de Juan Ramírez de Guzmán y Toledo, marqués de Ardales, que en aquel momento era capitán general de Orán, y en 1607, ya en Madrid, entró al servicio del Condestable de Castilla, Juan Fernández de Velasco, en cuya familia había varias personas sordas, incluido el hijo del Condestable, Luis, que a la sazón nacería en 1610, cuando Juan de Pablo ya llevaba tres años en su función de secretario.

Esta circunstancia, la sordera del hijo del Condestable, significaría el punto de inflexión que marcaría la actuación de Juan de Pablo Bonet.

En aquellos momentos en España, y en Europa, el problema de la sordera era insalvable, estimándose que los sordos eran ineducables, pero Juan Pablo Bonet entendía que la ineducabilidad aducida se debía a la inexistencia de métodos de educación. El Condestable facilitó que su secretario desarrollase su teoría.

Ya se conocían métodos que pretendían solventar el problema con formas que llegaban a ser inhumanas… y siempre resultaron un fracaso, pero también es cierto que décadas atrás, en la misma familia del Condestable, Pedro Ponce de León, monje benedictino, había tenido una actuación con cierto éxito.



Es el caso que con el niño Luis aplicó Pablo Bonet sus teorías, que excluían el uso de señas, dedicándose a la enseñanza por medio del alfabeto manual, a través de la enseñanza de lectura y la escritura, método absolutamente novedoso que en 1620 publicó con el título: “Reducción de las letras y arte para enseñar a hablar a los mudos” en el que marcaba las formas ideales no sólo para la enseñanza de los niños sordos, sino para la formación de maestros de sordos.

Una obra que en esencia es un tratado de Lingüística castellana que proponía distintos métodos que permitiesen a los sordos articular sonidos, vocalizar o diferenciar las letras. Fue una publicación excepcional por la temática y por el momento de su publicación, ya que no había sido editado textos alguno que abordase propuestas completas sobre cómo enseñar a hablar a los sordos. Hace hincapié en la fonética, la logopedia y la ortofonía, y resulta también positiva para la enseñanza de la lectura a los niños sin problemas auditivos. Una obra que tendría reconocimiento internacional siglos después, cuando en el Congreso de Milán de 1880 fue recogido su legado, que acabaría siendo traducido a varios idiomas.

Es opinión de los lingüistas que el tratado de De Pablo se trata de un manual único dentro de la tradición gramatical, que reduce a tres las partes de la oración: nombre, verbo y la conjunción, cuyas partículas servían para unir el verbo y el sujeto, que incluye el aprendizaje de los números como una parte del aprendizaje de la lengua, y cuya teoría resulta de especial interés para los docentes, completamente insólito en el momento que fue publicado y de total actualidad en el siglo XXI.

El método acabaría siendo conocido como “método español”, siendo que en el siglo XVII fue aplicado en Italia, y en el XVIII en Francia, Alemania, Holanda y Suiza.

Su alfabeto manual es el primero que utiliza una sola mano para la enseñanza del sordo. Con pocas diferencias, es el mismo alfabeto que se emplea hoy día en casi todo el mundo, siendo que la última edición tuvo lugar en España el año 1992.




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