Texto de una obra del sr Codón (año 1979), editada ante las pretensiones secesionistas riojanas, desgraciadamente triunfantes, hacia el cantonalismo ínfimo y ridículo presidido por la banderita del parchís
1. La Rioja, esencia y solera de Castilla
La Rioja, como Burgos y Santander, es la tierra más castellana de nuestra región, la más genuina de la Vieja Castilla. En todas las pupilas están retratados su paisaje multicolor, verde y oro según las estaciones, sus horizontes jugosos y abiertos, y las cumbres lejanas de sus montañas, a veces nevadas, sus paisajes y sus monumentos, y en el regusto del paladar, ese vino impar y los productos de su rica huerta. En todas las almas españolas están impresos los valores heroicos de esta tierra de grandes capitanes castellanos, sobre todo en el Renacimiento y en la etapa americana, sus teólogos, filósofos y literatos, sus virreyes del Nuevo Mundo y sus gobernantes españoles en el Viejo.
Por ello no puede prosperar (1979) una leyenda minoritaria e inexacta que sostiene que la Rioja puede ser autónoma porque es una personalidad política trashumante que pasó y puede pasar por las manos de Castilla, Aragón, Navarra o las Vascongadas. Las leyendas no interpretan la historia, la falsifican.
La Rioja, que no coincide territorialmente con la provincia de Logroño, fue siempre castellana, desde su amanecer histórico más lejano, al día de hoy (1979). Nadie puede extrañarse de que no existiera hasta el pasado siglo XIX, ni en la administración ni en la política, como entidad sustantiva, porque, sencillamente estaba contenida dentro del territorio de Burgos hasta hace poco más de un siglo.
Pero entre ambos territorios, burgalés y logroñés, no ha habido nunca fronteras históricas ni políticas, sino un ambiente de unidad castellana y compenetración. Por esto, cuando se creó en el siglo XIX la provincia de Logroño, el poder central actuó por una partenogénesis impuesta sobre la provincia de Burgos. El Gobierno dispuso de 121 municipios burgaleses y de otros sorianos y los adjudicó a la entonces inexistente provincia de Logroño. Operó partiendo, sencillamente, un pan. Pero cuando se parte un pan, los dos pedazos conservan la identidad y la sustancia. La Rioja es pues tan castellana como lo fue siempre, una comarca de la Madre Castilla, hasta aquel año de 1833 en que pasó a formar una provincia en aquella división cartesiana, que comenzó con las medidas centralistas de 1812.
Es inconcuso que la provincia de Logroño ha sido siempre de Burgos y, por Burgos, de Castilla, que dotó a la capital de la Rioja de las libertades concretas contenidas en su insigne fuero municipal castellano.
El embrión de la provincia se había iniciado por el Decreto de las Cortes de 1822, pero fue derogado en 1823 y siguió actuando sobre ella el jefe político de Burgos hasta la constitución de la provincia de Logroño en 1833.
En el célebre “Tesoro de la Lengua castellana o española” (acertada manera de sentar la equivalencia de los adjetivos para una misma Lengua, que su autor editó en 1611), Sebastián de Covarrubias definió así a la capital de la Rioja: “Logroño: Ciudad de Castilla, en los confines de Navarra, a la ribera del Ebro”. Con la misma rotundidad histórica, el “Diccionario geográfico” de Madoz, dedica algunas páginas a explicar cómo una parte de Burgos se transformó en provincia de Logroño con algunas aportaciones sorianas, en el siglo XIX.
En el día de hoy (1979), el “Diccionario” de Sopena tiene esta definición de Rioja: “Comarca de Castilla la Vieja”. Todavía en el siglo XVIII, la Rioja dependía del Intendente de Burgos y era conocida con el nombre de “Rioja Castellana”.
Volveremos sobre estos temas, tanto en las demarcaciones romano-visigóticas, como en los momentos de la Edad Media y Moderna.
Basta con fijarse en el cantabrismo y celtismo de los berones y en que, en la Edad Media, la política guerrera y el desarrollo civil de la Rioja y de Burgos eran los mismos. En la Edad Media nacieron simultáneamente la fe, la lengua y el arte, en Arlanza y Valbanera, San Millán y Silos. Ni un rastro de disidencia se ve en los documentos.
Un milenio de castellanía común de ambas provincias, con unidad lingüística, jurídica y social, no puede echarse por la borda. Lo que un milenio ha conservado unido, no debe separarlo (1979) una minoría secesionista en un cuarto de hora de pasión. En mis viajes profesionales frecuento toda la Rioja y no he observado más que un gran amor a Castilla y una mesura perfecta en el sentir de la mayoría de las gentes. ¿Por qué sin argumentos ni históricos, ni políticos ni económicos, quieren levantar murallas que conviertan a la Rioja en un islote solitario? Un sector sugiere que después de obtener la autonomía podría incorporarse la Rioja a un marco castellano, vascongado o navarro, ya que como tierra fronteriza convivió con dichos tres pueblos.
Pero esto no es exacto: Ni siquiera en la más remota Edad Media las tres provincias vascongadas ocuparon la Rioja, ya que dichas provincias, desde hace más de un milenio, pertenecieron a Castilla. Lo que tuvo con Navarra, reino fundamental de España, fue algún choque fronterizo, en situaciones bélicas de Castilla o de monarcas que eran a la vez navarros y castellanos. Pero desde el siglo IX con Fernán González y los Condes soberanos de Castilla y sobre todo desde el siglo XI, reinando Alfonso VI, la Rioja perteneció a Castilla. Su nombre de Rioja, de cuño semántico netamente castellano, sin etimología vascongada alguna, aparece por primera vez en el fuero de Miranda de Ebro, reinando precisamente el conquistador de Toledo.
Es más: Alfaro era llamada “La puerta de Castilla” y Logroño fue la muralla y el foso contra franceses y navarros.
El hermano Reino de Aragón tampoco puso la planta en la Rioja, salvo en alguna ocasión inapreciable y fugaz en tiempo de guerra.
En fin: los Adelantados, después los Corregidores e Intendentes y los jefes políticos de Burgos, ejercieron quieta y pacíficamente su respectiva jurisdicción sobre el territorio riojano y hasta hace menos de treinta años (1950) buena parte de Logroño ha seguido perteneciendo a la Diócesis y no sólo a la Archidiócesis de Burgos.
Como ha pertenecido siempre al Arzobispado, a la Audiencia Territorial y actualmente (1979) a la Capitanía General de Burgos, la entrañable tierra riojana.
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