Totalmente cierto, aunque algunos descubren ahora lo que lleva años gestandose y degradandose.
El paseo más bello del mundo
"Hi, darling", saludan las patéticas rameras de la Rambla, siempre negras, siempre indocumentadas
Alfred Rexach
Dicen que Hemingway decía que la Rambla de Barcelona es el paseo más bello, pintoresco y cosmopolita del mundo. No hacía falta que el autor de El viejo y el mar se deshiciera en ditirambos. Esto ya lo sabían los barceloneses mucho antes de que el barbudo y sediento periodista yanqui paseara bajo los plátanos de Canaletes a Colom.
Las Ramblas, la de Canaletes, la de los Estudis, la de las Flors, la de los Caputxins y la de Santa Mònica, forman un conjunto urbano sin comparación. Ni Champs Elysées, en París, ni Oxford Street, en Londres, ni la Quinta Avenida, en NY, ni la avenida Paulista en São Paulo, ni la 9 de julio en Buenos Aires están siquiera a su altura.
No, al menos, hasta ahora, hasta hace unos meses, cuando la decadencia, la suciedad, el trapicheo de drogas y bebidas, los robos al descuido, las peleas y las broncas callejeras y hasta la prostitución más cruel y vejatoria le han robado su gracia, la han sepultado bajo una costra maloliente y supurante que asquea a sus vecinos, arruina a sus comerciantes, atemoriza a sus paseantes y destruye su belleza.
"Hi, darling", saludan a voleo las explotadas rameras, sistemáticamente negras, patéticas e indocumentadas, que agarran por el brazo a cualquier hombre, solo o acompañado, que circule por la Rambla cuando la noche ha caído ya. Son diez euros por "una mamada, guapu", que no se diga después que la integración lingüística no da resultados.
Ni una palabra les hace falta a los lateros, dicen que pakistaníes, para ofertar su mercancía de cervezas almacenadas en los zulos del Raval. O cerveza a lowcost o algo llamado drogas, auténtica porquería elaborada con residuos industriales (el yeso de las paredes resulta perfecto) que ofrecen a los incautos jovenzuelos llegados de Londres o de Génova, de Liverpool o de Lyon, de Frankfurt o de Roma, en busca de la diversión más estúpida del mundo.
Rambla arriba, Rambla abajo, y si hace falta por el centro de la calzada, Mossos d´Esquadra y agentes de la Guardia Urbana (brigada especial) a pie, en camionetas blindadas o en motos, corretean inútilmente tras la plaga. Desconfían unos de otros, cuando no rivalizan o se entorpecen. Sólo comparten una idea: su trabajo es inútil.
"Freír a multas al barcelonés y poner la cara ante los extranjeros", para eso nos envían. "Somos la coartada para los que mandan", para "no matar la gallina de los huevos de oro del turismo".
Mientras, la Rambla se hunde en la miseria.
Totalmente cierto, aunque algunos descubren ahora lo que lleva años gestandose y degradandose.
Excelente artículo, que había leído en la Vanguardia. Desconozco la trayectoria del articulista, pero cuando lo leí pensé que vaya coraje que tenía su autor.
A los dos días, el tebeo sociolisto del Períodico de Catalunya, esto es, el fanzine del Partido de los Montillas y Maragalles del buen rollito, publicaba una bateria de propuestas para mejorar la Ramblas. Ninguna de ellas, hacía mención a la cagada que representan las sociedades multiculturales-guetto, donde el al final, puedes encontrar comida de los cinco continentes, pero es imposible pedir un pa amb tomàquet como Dios manda. Eso si, muchos camellos, putas, rateros y lateros enfundados con la camiseta del Barça del la integración posmoderna.
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Que no me abandone la Fe,cuando toque a bayoneta,que en tres días sitiamos Madridy en otros quince la capital, Lisboa.
Sic Semper Tyrannis
No sólo Las Ramblas de Barcelona. Casi cualquier capital de provincia está infestada de estos individuos que han venido al olor del dinero fácil y de la cobertura política de unos cuantos. El mal llega ya a casi todos los pueblos de España, y en algunos, como si del famoso "Barrio Chino" de otras megalópolis se tratase, te encuentras luminosos ofreciéndote comida hindú, mientras en la acera de enfrente un almacén de los "Chinos" o "Coreanos" abre durante las 24 horas sin ser molestado ni multado por autoridad alguna, sólo incordiado por su comepetencia directa, un bazar regenteado por marroquíes. Un negro vende en la acera discos piratas, sin que los buitres de la SGAE les pidan el cuantioso impuesto revolucionario y mientras esto ocurre, algún chaval joven mordisquea un trozo de pizza de un restaurante que antaño era una taberna.
Como digo. Eso es ya una realidad en los pueblos, no sólo en las capitales.
Lo peor. La pérdida deliberada por parte de nuestras gentes de alrededor de las señas de identidad propias. De la dejadez de nuestra tradición gastronomía, de nuestras costumbres y de nuestros hábitos.
Supongo que más adelante habrá más.
Conócete, acéptate, supérate.(San Agustín)
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