"APOCALYPTO" O VENCER EL MIEDO







EL TERROR: CLAVE PARA LA HERMENÉUTICA DE UNA PELÍCULA DE MEL GIBSON


Manuel Fernández Espinosa





APOCALYPTO de Mel Gibson es una de esas películas que convierten el cine en una de las bellas artes. El genial director, actor y productor católico es una autoridad, le pese a quien le pese y, de entre todas sus películas, la tríada que conforman "Braveheart" (1995), "La Pasión de Cristo" (2004) y "Apocalypto" (2006) lo ha convertido en un autor cuyas obras pueden ser consideradas como clásicas. La susceptibilidad y el encono de sus enemigos (la flor y nata de Hollywood) empujan a estos a hostigar a Gibson, sacando a relucir los trapos sucios de su vida personal, calumniándole y persiguiéndole con ese odio que caracteriza a los cobardes, pero que no puede ensombrecer el magisterio cinematográfico que merecidamente ostenta.

Parece ser que Gibson acarició el proyecto, tras Apocalypto, de rodar una película sobre Vasco Núñez de Balboa (sobre ello se hacían eco los medios: aquí, p. ej.), sin embargo, pasados los años este proyecto que generó tan halagüeñas expectativas en 2007, por motivos que se me escapan, no se ha visto cumplido; es algo que lamentamos todos los seguidores de Mel Gibson, que -le pese a quien le pese- en el mundo somos millones. El final de "Apocalypto" predispone a esperar una segunda parte que, bien basándose en las peripecias de Núñez de Balboa o en las de cualquier otro descubridor y conquistador español, ofreciera cinematográficamente una visión gibsoniana de lo que fue el descubrimiento, la conquista, el poblamiento y evangelización de América por España. Pero, dejando a un lado nuestras especulaciones desiderativas, vayamos a "Apocalypto".

La película se inicia con una frase del filósofo norteamericano Will Durant (1885-1981) que concentra lapidariamente lo que parece la tesis fundamental del filme: "Una civilización no es conquistada desde fuera si no ha sido destruida antes desde dentro". Will Durant es un desconocido entre nosotros, pero se trata de uno de los filósofos más laboriosos del siglo XX, prueba de ello son sus once volúmenes bajo el título "Historia de la Civilización", para cuya realización solo contó con la ayuda de su esposa. Pero hacer depender de este lema la interpretación de la película sería harto pobre. En cierto modo, los sacrificios humanos que se filmaron con tanta crudeza y verismo, dan buena cuenta de la corrupción moral que existía en algunos pueblos amerindios. Se le criticó a Gibson cierto anacronismo, olvidándose muy a la ligera que una obra de arte siempre tiene cierta licencia poética.

Lo que está más que claro -soslayando las acusaciones de anacronismos- es que ciertos pueblos nativos con los que se las vieron los descubridores españoles realizaban grandes hecatombes con víctimas humanas y hasta cebaban a sus congéneres para comérselos en banquetes canibalescos: los sacrificios humanos y la antropofagia ritual estaban instaladas hasta que los españoles llegamos para acabar con esa lacra. Las víctimas de estas abominaciones veían a los españoles como libertadores y los mismos españoles así se sentían, como "enviados" -tal y como dice Bernal Díaz del Castillo- "para deshacer agravios y castigar a los malos y mandar que no sacrifiquen más ánimas".

El estado en que aquellos pueblos se hallaban parece que es al que nos quieren hacer retrotraer los progresistas de nuestros días. El mismo Díaz del Castillo afirma que los españoles se encontraban con la prostitución pedofílica y homosexual establecida; era por eso por lo que Hernán Cortés y otros conquistadores disponían que los indios "habían de ser limpios de sodomías, porque tenían muchachos vestidos en hábito de mujeres que andaban a ganar en aquel maldito oficio". Existía todo un comercio de carne humana, pues "cada día sacrificaban delante de nosotros tres o cuatro indios, y los corazones ofrescían a sus ídolos, y la sangre pegaban por las paredes, y cortábanles las piernas y los brazos y muslos, y lo comían como vaca que se traen de las carnecerías en nuestra tierra, y aun tengo creído que lo vendían por menudo en los tianguez, que son mercados". Los que, propios o extraños, tanto lamentan la conquista de América debieran más bien atender a estas execrables prácticas y agradecer que los españoles pusiéramos fin a estas barbaridades.

Sin embargo, aunque la corrupción moral en que se hallaban las "civilizaciones" precolombinas era notable y ello explica la facilidad con la que los españoles vencimos a esa civilización que, desde dentro estaba destruida, el horror que se pone de manifiesto en el filme de Gibson nos conduce a una tesis que nos parece clave para comprender "Apocalypto". No solo asistimos a la degradación de un pueblo que ha caído en los más abyectos sacrificios humanos, sino que la película puede convertirse en una profunda reflexión sobre el terror.

El miedo aparece con los rostros temerosos de aquel pueblo que vaga por la selva, huyendo de sus persecutores, y que se encuentra con los protagonistas. El miedo lo siente Garra de Jaguar, el joven protagonista de la acción. Cielo de Sílex, el padre de Garra de Jaguar, nota que aquel encuentro ha impresionado a su hijo y le previene contra el miedo, apartándolo de los demás y antes de entrar en la aldea adonde regresan con la presa cazada: el miedo repta en el alma, es una enfermedad contagiosa -le dice el padre a su hijo. Cuando los despiadados cazadores de seres humanos caen sobre la pacífica aldea, reduciendo a la tribu de Garra de Jaguar, el héroe tiene que ver impotente el modo como el enemigo degüella a su padre pero, antes de ser degollado, Cielo de Sílex le dice a Garra de Jaguar: "Hijo, no tengas miedo". Es el miedo a Kukulkán lo que conduce a los sacrificios humanos para templar la cólera del dios terrible: el discurso del siniestro sacerdote que arranca los corazones da buena cuenta de ello. El eclipse es interpretado como señal de que Kukulkán ha sido satisfecho en su sed de sangre. Cuando Garra de Jaguar es perseguido, el jefe de los cazadores cree que es el miedo lo que le hace correr al protagonista, pero -aunque corre para salvar su vida, Garra de Jaguar tiene otro motivo para correr: salvar a su esposa, a su hijo pequeño y al hijo que está por nacer. El terror parece apoderarse de los perseguidores de Garra de Jaguar cuando comprueban que se ha consumado el vaticinio que cierta niña abandonada les hizo a uno de los cazadores... Es, por fin, el asombro (no sin cierto miedo) lo que salva la vida a Garra de Jaguar: la perplejidad que experimentan sus captores en la playa cuando, providencialmente, ven sobre las aguas los galeones españoles y a los conquistadores avanzar sobre las barcazas, con los estandartes y la cruz.

Por estas claves (y por muchas otras que podríamos añadir) entiendo que "Apocalypto" es una película que no sólo refleja la depravación en que se hallaban muchos nativos americanos con antelación a la llegada del cristianismo de la mano de España. Otro de los aspectos interesantes de la película es la religiosidad que guardan los personajes: entre las víctimas que pertenecen a un cultura menos desarrollada técnicamente hay un politeísmo que, como una especie de religión natural anterior a la revelada, parece balbucear una cierta noticia de lo divino, aunque incompleta y derramada en un politeísmo "blanco", mientras que entre los indígenas de la ciudad, donde hay industria, comercio, edificaciones de piedra, majestuosos edificios como pirámides... el politeísmo reviste las más negras notas con dioses terribles que son proyección del egoísmo, la lujuria, la voracidad y la miseria humanas.

"Apocalypto" es una gran película de Mel Gibson. Puede resultar menos "familiar" que "La Pasión de Cristo" o "Braveheart", pues resulta exótica; pero en ella se muestra, además de una magnífica producción, una elaborada tesis sobre la religiosidad en conexión con el miedo. Y la tesis fundamental podría sintetizarse en que los malvados viven en el terror como en su elemento propio, produciéndolo a los demás, mientras que los buenos tienen que vencer el miedo y hacer frente al terror que produce el mal.


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Las citas han sido extraídas de "Historia verdadera de la conquista de Nueva España", de Bernal Díaz del Castillo. Libro que recomiendo.

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RAIGAMBRE