El Descarrilamiento de Mons. Paglia

Las desafortunadas palabras del titular de Familia de la Santa Sede


Editor y Responsable


Ya se ha difundido lo suficiente la infortunada declaración periodística del Secretario del Pontificio Consejo de la Familia, Mons. Vincenzo Paglia.
La parte no discutible de lo dicho cede importancia, porque es lo que se espera de un sacerdote, y sobre todo de un funcionario de alto rango de la Santa Sede. Digo, porque hay algunos sitios católico-conservadores que se empeñan en defender la declaración citando justamente lo que no tiene disonancia con la doctrina.
Otros, en cambio, ponen énfasis en la “distorsión” de las palabras del prelado realizada por la prensa. La eterna “tergiversación” de los medios. Claro, lo que hace ruido es esta parte.
Lo dicho, dicho está
No solo lo que dice Mons paglia sobre las uniones civiles, de por sí contrario a la doctrina y aún expresamente contrario al documento que la Santa Sede ha publicado sobre esta materia bajo el anterior pontificado y firmado por el actual pontífice en su entonces calidad de Prefecto de la Fe; no solo lo que dice, insisto, pero lo que incita a que diga en la prensa.
La prensa liberal, militante en esta materia a favor de la homosexualidad casi sin excepciones, de por sí no deja pasar oportunidad, es cierto. Mas aquí no ha debido forzar mucho la cosa, porque Mons. Paglia se la ha servido en bandeja. ¿Ingenuamente? Hum...
Veamos qué dijo Paglia;
“Il matrimonio è una dimensione chiara del diritto. Ci sono poi le altre convivenze non familiari, che sono molteplici. In queste prospettive si aiutino ad individuare soluzioni di tipo di diritto privato e, a mio avviso, anche di prospettiva patrimoniale. Io credo che questo sia un terreno che la politica deve cominciare a percorrere tranquillamente”.
El matrimonio es una dimensión clara del derecho. Están también las otras convivencias no familiares, que son múltiples. En esta perspectiva, me parece, ayudará encontrar soluciones desde una perspectiva patrimonial. Yo creo que esto es un terreno que la política debe comenzar a recorrer tranquilamente.

“Secondo me, all’interno dell’attuale codice, sia civile che patrimoniale, si possono trovare soluzioni di cui bisogna tener conto, sia a livello patrimoniale sia a livello di facilitazione della vita, per impedire anche le ingiustizie sui più deboli. Questa è una via che, per quel poco che ne so, mi pare importante percorrere”.

En mi opinión, en el código actual, civil y patrimonial, podemos encontrar soluciones que tengan en cuenta, ya a nivel patrimonial o a nivel de la facilitación de la vida, impedir la injusticia sobre los más débiles. Esta es una vía que, por lo poco que yo se, me parece importante recorrer.

Fuente: Radio Vaticana
¿Qué soluciones? ¿A qué problemas? ¿A la herencia o reparto de bienes de los homosexuales que viven en común? ¿Es ese un problema de la sociedad? ¿Es ese un problema sobre el que la Iglesia debe pronunciarse y pedir intervención de los Estados? ¿Es posible que alguien deje de leer en esta declaración una insinuación, una sugerencia como mínimo, de sustento a la idea que proclaman los cultores de las distintas formas de “familia?
Yo no dije lo que dije
Luego Mons. Paglia ofreció la ya clásica “aclaración” en la que habló del “descarrilamiento” de sus palabras por parte de la prensa.
Obviamenteme ha sorprendido mucho lo que algunos medios han contado.No solamente no han sido comprendidas las palabras - y, en consecuencia tampoco el afecto con el que han sido dichas - sino en realidad, y quizá conscientemente, han sido como "descarriladas". Permítame esta imagen ferroviaria: han sido sacadas de su raíl. Y aseguro que, cuando el tren descarrila, no encuentra la estación, sino que se arriesga a encontrar el precipicio. Algo distinto es verificar si en los ordenamientos existentes se puedan buscar las normas que tutelan los derechos individuales. Esto es algo completamente distinto que la aprobación de ciertas perspectivas.
Poético, pero nada claro.
Ni siquiera en la aclaración se dignó hablar claramente de rechazo al llamado “matrimonio igualitario” y menos a las “uniones civiles” que suelen ser su precedente inmediato. Estas últimas, evidentemente propiciadas sinuosamente por el Arzobispo en cuestión.
Lo primero, es obvio, no lo podía defender. Pero lo segundo, camino de lo primero, está siendo elevado al rango de problema que hay que atender, y cuya “solución” NO puede ser la unión civil.
Ya lo ha establecido la Iglesia en un documento expresamente dedicado al tema: "Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales" de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

9. Dado que las parejas matrimoniales cumplen el papel de garantizar el orden de la procreación y son por lo tanto de eminente interés público, el derecho civil les confiere un reconocimiento institucional. Las uniones homosexuales, por el contrario, no exigen una específica atención por parte del ordenamiento jurídico, porque no cumplen dicho papel para el bien común.

Es falso el argumento según el cual la legalización de las uniones homosexuales sería necesaria para evitar que los convivientes, por el simple hecho de su convivencia homosexual, pierdan el efectivo reconocimiento de los derechos comunes que tienen en cuanto personas y ciudadanos.
En realidad, como todos los ciudadanos, también ellos, gracias a su autonomía privada, pueden siempre recurrir al derecho común para obtener la tutela de situaciones jurídicas de interés recíproco.
Por el contrario, constituye una grave injusticia sacrificar el bien común y el derecho de la familia con el fin de obtener bienes que pueden y deben ser garantizados por vías que no dañen a la generalidad del cuerpo social.(17)

"(17) No hay que olvidar que subsiste siempre « el peligro de que una legislación que haga de la homosexualidad una base para poseer derechos pueda estimular de hecho a una persona con tendencia homosexual a declarar su homosexualidad, o incluso a buscar un partner con el objeto de aprovecharse de las disposiciones de la ley » (Congregación para la Doctrina de la Fe, Algunas consideraciones concernientes a la Respuesta a propuestas de ley sobre la no discriminación de las personas homosexuales, 24 de julio de 1992, n. 14)".
Sacrificar el bien común y el derecho de familias
Es decir, que la posición de la Santa Sede en la materia niega tal reconocimiento y afirma que sería una injusticia para con la familia otorgarlo. Agregando, además, que NO es necesaria ninguna legislación especial para garantizar los derechos individuales (patrimoniales, por ejemplo) de estas personas. Y por si fuera poco, agrega en nota que tal legislación sería un estímulo para la difusión de la homosexualidad.
Si bien extrañamos en todas estas disquisiciones las palabras “Ley Divina”, “pecado” y una rotunda condena del pecado nefando,(ya reiteradamente hecha por la Iglesia a lo largo de los tiempos) al menos vemos la defensa del valor de la familia como sociedad natural venerada por una milenaria tradición jurídica.
Tradición que hoy se pretende (y se ha logrado ya en varios casos) romper a favor de una minoría de personas moralmente descaminadas que pretenden llevar su vicio particular a nivel de norma jurídica de los estados, equiparando lo que no tiene ningún punto de equiparación.
Grave injuria a la familia, nefasto y caótico precedente jurídico, utilización de las leyes del Estado para difundir el vicio y la corrupción, los que, a lo sumo, pueden ser tolerados en el ámbito privado.
La Comunidad San Egidio y homosexualidad
No es un dato menor que Mons. Paglia sea un destacado miembro de la Comunidad San Egidio. Recientemente se ha publicado el artículo: Entre matrimonios homosexuales y elecciones. ¿Puede el Papa fiarse de Andrea Riccardi? Hay que buscar en los antecedentes de este movimiento político-religioso las causas de desliz de mons. Paglia.
Andrea Riccardi es el fundador y jefe de la Comunidad San Egidio, organización que se mueve -con grandes recursos- en las sombras del poder político y eclesiástico. En esta materia, Riccardi ha demostrado no apoyar nunca las posiciones de la Santa Sede y más bien favorecer al menos un reconocimiento de las uniones civiles de los homosexuales.
Por lo tanto cabe preguntarse: Mons. Paglia ¿habló ingenuamente cuando dijo lo que dijo? La “aclaración” de rigor en estos casos, que normalmente no aclara nada, la tuvimos. Muy didáctico lo del tren descarrilado, aunque la realidad de las cosas es que quien descarriló es Mons. Paglia, y lo hizo voluntariamente, dando motivo de escándalo y confusión. Porque difícilmente en una persona de su jerarquía pueda pasar inadvertida tal declaración, y más difícil aún, pueda –aunque quisiera- reparar el daño.
Hay otras preguntas que exceden este comentario: ¿qué hace un hombre de estas características presidiendo el Consejo Pontificia de la Familia? ¿Seguirá allí?
Más que seguro. Las espaldas de la San Egidio son anchas.

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