El Roscón Interreligioso
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A propósito de cierto roscón (ver aquí) servido el día de Reyes, aquí van algunos subsidios para evitar indigestiones comiéndose la habichuela sin cocinar. Que los Santos Magos otorguen a nuestros queridos lectores la prenda buena que tan sólo la doctrina inmortal de la Santa Iglesia les puede proporcionar:
- Rechaza la verdadera religión el que opina que otras son buenas y laudables
Convencidos de que son rarísimos los hombres privados de todo sentimiento religioso, parecen haber visto en ello esperanza de que
no será difícil que los pueblos, aunque disientan unos de otros en materia de religión, convengan fraternalmente en la profesión de algunas doctrinas que sean como fundamento común de la vida espiritual.
Con tal fin suelen estos mismos organizar congresos, reuniones y conferencias, con no escaso número de oyentes e invitar a discutir allí promiscuamente a todos, a infieles de todo género, de cristianos y hasta a aquellos que apostataron miserablemente de Cristo o con obstinada pertinacia niegan la divinidad de su Persona o misión.
Tales tentativas no pueden, de ninguna manera obtener la aprobación de los católicos, puesto que
están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables, pues, aunque de distinto modo,
todas nos demuestran y significan igualmente el ingénito y nativo sentimiento con que somos llevados hacia Dios y reconocemos obedientemente su imperio.
Cuantos sustentan esta opinión, no solo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial,
y poco a poco vienen a parar al naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios. (
Pío XI. Encíclica Mortalium animos, n. 8-9, 6 de enero de 1928)
- No se puede identificar la fe teologal cristiana y la creencia en las otras religiones
Debe ser, por lo tanto,
firmemente retenida la distinción entre la fe teologal y la creencia en las otras religiones. […] No siempre tal distinción es tenida en consideración en la reflexión actual, por lo cual a menudo se identifica la fe teologal, que es la acogida de la verdad revelada por Dios Uno y Trino, y
la creencia en las otras religiones, que
es una experiencia religiosa todavía en búsqueda de la verdad absoluta y carente todavía del asentimiento a Dios que se revela. Este es uno de los motivos por los cuales
se tiende a reducir, y a veces incluso a anular, las diferencias entre el cristianismo y las otras religiones. (
Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus, n. 7, 6 de agosto de 2000)
- La filiación divina no se puede lograr sin el bautismo
Aunque Jesucristo murió por todos, no todos participan del beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunican los méritos de su pasión. […] En las palabras mencionadas se insinúa la descripción de la justificación del pecador:
de suerte que es tránsito del estado en que nace el hombre hijo del primer Adán, al estado de gracia y de adopción de los hijos de Dios por el segundo Adán Jesucristo nuestro Salvador. Esta traslación, o tránsito no se puede lograr, después de promulgado el Evangelio, sin el bautismo, o sin el deseo de él; según está escrito: “No puede entrar en el reino de los cielos sino el que haya renacido del agua, y del Espíritu Santo” (
Concilio de Trento, cap. II, sesión VI. De los predicadores de la palabra divina, y de los demandantes. Celebrada en 13 de enero de 1547)
- El bautismo nos distingue de todos los grupos religiosos
El Pueblo de Dios tiene características que le distinguen claramente de todos los grupos religiosos, étnicos, políticos o culturales de la Historia:
– Es el Pueblo de Dios: Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo. Pero El ha adquirido para sí un pueblo de aquellos que antes no eran un pueblo: “una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa” (
1 P 2, 9).
–
Se llega a ser miembro de este cuerpo no por el nacimiento físico, sino por el “nacimiento de arriba”, “del agua y del Espíritu” (Jn 3, 3-5), es decir, por la fe en Cristo y el Bautismo. (
Catecismo de la Iglesia Católica, 782)
- Grande injuria es poner la Iglesia Católica al mismo nivel de las demás
Tampoco faltan los que, si bien no impugnan de propósito la verdad,
adoptan, sin embargo, ante ella una actitud de negligencia y sumo descuido, como si Dios no les hubiera dado la razón para buscarla y encontrarla. Tan reprobable modo de actuar conduce, como por espontáneo proceso,
a esta absurda afirmación: todas las religiones tienen igual valor, sin diferencia alguna entre lo verdadero y lo falso. “
Este principio —para usar las palabras de nuestro mismo predecesor—
lleva necesariamente a la ruina todas las religiones,
particularmente la católica, la cual, siendo entre todas la única verdadera, no puede ser puesta al mismo nivel de las demás sin grande injuria”. Por lo demás, negar la diferencia que existe entre cosas tan contradictorias entre sí, derechamente conduce a la nefasta conclusión de no admitir ni practicar religión alguna. (
Juan XXIII. Carta Encíclica Ad Petri Cathedram, n. 10-11)
- Contra los imprudentes “pancristianos”, recuérdese que San Juan prohibía el trato con quien no tuviera la doctrina íntegra
Podría parecer que dichos ‘pancristianos’, tan atentos a unir las iglesias, persiguen el fin nobilísimo de fomentar la caridad entre todos los cristianos, pero, ¿cómo es posible que la caridad redunde en daño de la fe? Nadie, ciertamente, ignora
que San Juan, el Apóstol mismo de la caridad, el cual en su Evangelio parece descubrirnos los secretos del Corazón Santísimo de Jesús, y que solía inculcar continuamente a sus discípulos el nuevo precepto Amaos unos a los otros,
prohibió absolutamente todo trato y comunicación con aquellos que no profesasen, integra y pura, la doctrina de Jesucristo: ‘Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, y ni siquiera le saludéis’ (2 Jo 1,10). Siendo, pues, la fe integra y sincera, como fundamento y raíz de la caridad, necesario es que los discípulos de Cristo estén unidos principalmente con el vínculo de la unidad de fe.
(Pío XI, Encíclica Mortalium animos, 6 de enero de 1928) - No es lícito esconder la verdad so pretexto de facilitar la paz
No es lícito, ni siquiera con el pretexto de hacer más fácil la concordia, disimular siquiera un solo dogma; pues, como advierte el patriarca de Alejandría: ‘
Desear la paz es ciertamente primero y mayor bien, pero no si debe por tal motivo permitir que venga a menos la virtud de la piedad en Cristo (Epis. 61). (
Pío XII, Encíclica Orientalis Ecclesiae, 9 de abril de 1944)
- La paz sólo vendrá mediante la luz de la razón regida por la ciencia de las cosas divinas
La actual depresión y debilidad de las almas, de que resultan los mayores males, provienen, principalmente, de la ignorancia de las cosas divinas. Esta opinión concuerda enteramente con lo que
Dios mismo declaro por su profeta Oseas: ‘No hay conocimiento de Dios en la tierra. La maldición, y la mentira, y el homicidio, y el robo, y el adulterio lo han inundado todo; la sangre se añade a la sangre por cuya causa se cubrirá de luto la tierra y desfallecerán todos sus moradores.’ (Os 4,1ss) […] Con razón decía el apóstol
San Pablo escribiendo a los de Éfeso: ‘La fornicación y toda especie de impureza o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como corresponde a santos, ni tampoco palabras torpes, ni truhanerías’ (Ef 5,3ss).
Como fundamento de este pudor y santidad, con que se moderan las pasiones, puso la ciencia de las cosas divinas: ‘Y así, mirad, hermanos, que andéis con gran circunspección; no como necios sino como prudentes… Por lo tanto, no seáis indiscretos, sino atentos sobre cuál es la voluntad de Dios (5, 15ss) […]
Sentencia justa; porque la voluntad humana apenas conserva algún resto de aquel amor a la honestidad y la rectitud, puesto en el hombre por Dios creador suyo, amor que le impulsaba hacia un bien, no entre sombras, sino claramente visto.
Mas,
depravada por la corrupción del pecado original y olvidada casi de Dios, su Hacedor, la voluntad humana convierte toda su inclinación a amar la vanidad y a buscar la mentira. Extraviada y ciega por las malas pasiones, necesita un guía que le muestre el camino para que se restituya a la vía de la justicia que desgraciadamente abandono. Este guía, que no ha de buscarse fuera del hombre, y del que la misma naturaleza le ha provisto,
es la propia razón; mas si a la razón le falta su verdadera luz, que es la ciencia de las cosas divinas, sucederá que, al guiar un ciego a otro ciego, ambos caerán en el hoyo […]
Solo la doctrina cristiana pone al hombre en posesión de su eminente dignidad natural en cuanto hijo del Padre celestial […]
Pero de esta misma dignidad y del conocimiento que de ella se ha de tener infiere Cristo que los hombres deben amarse como hermanos y vivir en la tierra como conviene a los hijos de la luz, no en comilonas y borracheras, no en deshonestidades y disoluciones,
no en contiendas y envidias (cf. Rm 13,13); mándanos asimismo que nos entreguemos en manos de Dios, que es quien cuida de nosotros;
que socorramos al pobre, hagamos bien a nuestros enemigos y prefiramos los bienes eternos del alma a los perecederos del tiempo. […]
Cuando al espíritu lo envuelven las espesas tinieblas de la ignorancia, no pueden darse ni la rectitud de la voluntad ni las buenas costumbres, pues si caminando con los ojos abiertos puede apartarse el hombre del buen camino, el que padece de ceguera está en peligro cierto de desviarse. (
Pío X. Encíclica Acerbo Nimis, sobre la enseñanza de la Doctrina cristiana, 15 de abril de 1905)
- Los fieles sencillos no deben tratar con los infieles por temer su propia perversión
A los fieles se les prohíbe el trato con alguna persona por dos razones: la primera, en castigo de aquel a quien se le sustrae la comunicación con los fieles;
la segunda, por precaución hacia quienes se les prohíbe el trato con ella. Ambas razones pueden deducirse de las palabras del Apóstol. […] En cuanto al segundo título,
hay que distinguir, de acuerdo con las condiciones diversas de personas, ocupaciones y tiempos. Si se trata, efectivamente, de cristianos firmes en la fe, hasta el punto de que de su comunicación con los infieles se pueda esperar más bien la conversión de éstos que el alejamiento de aquéllos de la fe, no debe impedírseles el comunicar con los infieles que nunca recibieron la fe, es decir, con los paganos y judíos, sobre todo cuando la necesidad apremia.
Si, por el contrario, se trata de fieles sencillos y débiles en la fe, cuya perversión se pueda temer como probable, se les debe prohibir el trato con los infieles; sobre todo se les debe prohibir que tengan con ellos una familiaridad excesiva y una comunicación innecesaria. (
Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica, II-II, q.10, a.9, co.)
- Los no creyentes deben convertirse y hacer penitencia
- Una súplica a los que no pertenecen a la Iglesia Católica: se esfuercen por salir de ese estado
También a
aquellos que no pertenecen al organismo visible de la Iglesia Católica, […] nada Nos preocupa más sino que tengan vida y la tengan con mayor abundancia. Esta Nuestra solemne afirmación deseamos repetirla por medio de esta Carta Encíclica, en la cual hemos cantado las alabanzas del grande y glorioso Cuerpo de Cristo, implorando oraciones de toda la Iglesia para invitar, de lo más íntimo del corazón, a todos y a cada uno de ellos a que, rindiéndose libre y espontáneamente a los internos impulsos de la gracia divina,
se esfuercen por salir de ese estado, en el que no pueden estar seguros de su propia salvación eterna. (
Pío XII. Encíclica Mystici Corporis Christi sobre el Cuerpo Místico de Cristo, 29 junio 1943)
- Callar es propio del cobarde o de quien duda de la verdad, y es injurioso a Dios
Pero
cuando la necesidad apremia no sólo deben guardar incólume la fe los mandan, sino que cada uno esté obligado a propagar la fe delante de los otros, ya para instruir y confirmar a los demás fieles, ya para reprimir la audacia de los infieles.
Ceder el puesto al enemigo, o callar cuando de todas partes se levanta incesante clamoreo para oprimir a la verdad, propio es, o de hombre cobarde o de quien duda estar en posesión de las verdades que profesa. Lo uno y lo otro es vergonzoso e injurioso a Dios; lo uno
y lo otro
, contrario a la salvación del individuo y de la sociedad: ello aprovecha únicamente a los enemigos del nombre cristiano, porque la cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos. (
León XIII, Encíclica Sapientiae Christianae, n.14, 10 de enero de 1890)
- Quien tiene autoridad para enseñar y no lo hace es transgresor de la Ley
Nota bien cómo [Cristo] empieza y por dónde hace resaltar las culpas de ellos. Porque dice: Enseñan, pero no obran. Como si les dijera:
cada uno tiene culpa como transgresor de la Ley, pero sobre todo el que tiene autoridad para enseñar, pues queda reo de doble y aun triple condenación. En primer lugar como transgresor: en segundo lugar
porque debiendo enseñar a los otros y enmendarlos falla en esto, y por razón de su dignidad de maestro es digno de pena mayor. En tercer lugar porque es motivo de mayor corrupción, pues procede así estando constituido en el grado de doctor de la Ley. (
San Juan Crisóstomo, Homilía LXXII sobre el Evangelio de San Mateo, n.72)
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