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Tema: El catolicismo tradicional español ante el 'caso Lefebvre' (1976-1978)

  1. #21
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    Re: El catolicismo tradicional español ante el 'caso Lefebvre' (1976-1978)

    "la cuestión del latín y la liturgia no es el problema principal con que se enfrenta mons. Lefebvre, aunque sí el pretexto para atacarle, reduciendo a una diferencia casi folclórica la denuncia que se hace contra la traición a Cristo por parte de quienes están especialmente obligados a mantener su mensaje".


    Revista FUERZA NUEVA, nº 553, 13-Ago-1977

    Sin voz

    Hacía tiempo que no hablábamos del arzobispo de Olinda y Recife (Brasil), monseñor Helder Cámara. Hubo una época en que, como punta de lanza del progresismo, el monseñor brasileño mojaba la oreja a su colega mejicano de Cuernavaca, Méndez Arceo. Luego, la marabunta se llevó los nombres de ambos, pues el desbarajuste en la Iglesia se hizo tan grande, que el hecho de que un hombre mordiera a un perro paso a ser noticia tan vulgar como la de que un perro mordiera a un hombre.

    Sin embargo, últimamente hemos vuelto a escuchar su autoriza la voz. En relación con las actividades de monseñor Lefebvre, ha asegurado que el obispo francés “estaba siendo utilizado con fines políticos”, observación a la que lo menos que se puede llamar es pintoresca, en boca de un prelado representante del “ala marchante” de la Iglesia, instrumentada a bombo y platillo por el marxismo en su asalto a la civilización cristiana.

    La cuestión del latín y la liturgia es, según Helder Cámara, “un pretexto utilizado por los que no admiten que la Iglesia supere los límites de la sacristía, se interese por los grandes problemas humanos y clame contra las injusticias, dando su voz a los sinvoz, a los sinvez”.

    En efecto, nosotros creemos quela cuestión del latín y la liturgia no es el problema principal con que se enfrenta mons. Lefebvre, aunque sí el pretexto para atacarle, reduciendo a una diferencia casi folclórica la denuncia que se hace contra la traición a Cristo por parte de quienes están especialmente obligados a mantener su mensaje. (…)

    Juan Nuevo

    Última edición por ALACRAN; 31/07/2023 a las 14:12
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  2. #22
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    Re: El catolicismo tradicional español ante el 'caso Lefebvre' (1976-1978)

    Artículo del profesor Leopoldo Eulogio Palacios



    Revista FUERZA NUEVA, nº 568, 26-Nov-1977

    MONSEÑOR LEFEBVRE

    (Por Leopoldo Eulogio PALACIOS)

    La posición que sustenta Marcel Lefebvre podría ser calificada de catolicismo puro, en contraposición a otro catolicismo que acepta ingredientes extraños y que ya no es puro, sino mezclado de liberalismo: se le ha llamado catolicismo liberal. Para el concepto de catolicismo puro me remito al libro clásico de Karl Adam, «La esencia del catolicismo». Para el concepto de catolicismo liberal recuerdo la «Historia del catolicismo liberal», de Emmanuel Barbier, en cinco volúmenes.

    Lo que suele entenderse por catolicismo liberal es un movimiento que aspira a conciliar la Iglesia y la Revolución (con mayúscula), maridaje que correría a cargo de los que viven dentro de la ciudadela eclesiástica. No todos han mirado este movimiento con simpatía. Sus hombres pretendían dar un sesgo favorable a los principios revolucionarios opuestos al catolicismo, y trabajaban dentro de éste con la aspiración de trazar planes de poder, ganar adeptos entre el clero, captar la voluntad del episcopado y elegir un papa a su gusto, que, convocado un concilio, impusiera a todos los fieles, merced al firme aparato disciplinal de la Iglesia, la nueva concepción religiosa, coronando con la cruz de Cristo el gorro frigio de la Revolución.

    El liberalismo católico del siglo XIX halló en nuestro tiempo fervientes continuadores y paladines, entre cuyas manos se transformó en humanismo católico. Y con el advenimiento de Pablo VI esta tendencia doctrinal, que había sido en más de un punto discutidísima, comenzó a ejercer una influencia avasalladora. El Concilio Vaticano II no se hizo famoso por la exposición y defensa de innumerables verdades tradicionales, sino por el asombro que causaba en las gentes verle admitir ideas que se consideraron siempre enemigas de la tradición católica.

    Terminado el Concilio, el seguimiento de las ideas triunfadoras desconcertó la vida de la Iglesia de Cristo. Eran ideas diferentes de las que habían imperado hasta entonces, sobre todo en lo más característico de la nueva concepción: su manera de mirar al mundo y la modernidad. Desde la Revolución francesa, los grandes pontífices -Pío VI, Gregorio XVI, Pío IX, León XIII, San Pío X, Pío XII- habían enseñado sobre el mundo moderno todo lo contrario de lo que se enseñaba ahora. Pero no por eso variaba el tono autoritario de las enseñanzas, ni se evitaba desazonar a sacerdotes y fieles, como se vio en la imposición despótica de las reformas litúrgicas. No es maravilla que el descontento cundiera por doquier y que surgieran movimientos de resistencia católica. Uno de ellos -no el único- es el representado por el obispo Lefebvre, fundador del Seminario Internacional de Ecône (Suiza) y de la Hermandad Sacerdotal San Pío X.

    Hay personas que no pueden vivir más que apoyadas moralmente por un jefe espiritual: si son católicas, este jefe es el Papa. Pero cabe la posibilidad, ya estudiada por los teólogos, de que este jefe pierda la confianza de sus fieles, por no defenderles de los enemigos de la Iglesia o por favorecer dentro de ella a un partido unilateral. ¿Qué hará entonces el católico ajeno a dicho partido? No le queda otra posición más digna que la de mons. Lefebvre, el cual se siente en perfecta comunión con el Papa, pero solamente cuando el Papa sigue en unión con sus predecesores y transmite el depósito de la fe. También acepta mons. Lefebvre las novedades íntimamente conformes a la tradición y a la fe, pero no se siente vinculado por la obediencia a novedades que van en contra de la tradición y que amenazan la fe. En lo que toca al Concilio, cuando le preguntan si no es un concilio como los demás, responde: «Por su ecumenicidad y su convocatoria, sí; por su objeto, y esto es lo esencial, no. Un concilio que no es dogmático puede no ser infalible; no lo es más que en la medida en que repite verdades dogmáticas tradicionales.»

    Monseñor Lefebvre advierte que los tres principios de la Revolución: Libertad, Igualdad, Fraternidad han tenido reciente entrada en la Iglesia. La libertad, con la suplantación de la tolerancia por la libertad religiosa, que otorga los mismos derechos a la verdad y al error. La igualdad, con la práctica de la colegialidad, que debilita la autoridad del obispo en cada diócesis y la del Romano Pontífice en toda la Iglesia, subordinando derechos de origen divino a la decisión de asambleas puramente humanas, reunidas para discutir y votar, y en las que triunfa la autoridad del número. La Fraternidad, con la idea del ecumenismo, que para agradar a los «hermanos separados» ha elaborado reformas litúrgicas de marcado sabor protestante, que no han unido a los cristianos y han desunido a los católicos. Con ninguna de estas tres cosas transige monseñor Lefebvre, porque al parecer la Iglesia conciliar no ha hecho un uso acertado ni de la libertad, ni de la igualdad, ni de la fraternidad. Y donde se trasluce mejor esta intransigencia es en la celebración de la misa. Rechaza las variaciones introducidas en la ceremonia por el nuevo rito de Pablo VI, y celebra castizamente, de cara a Dios y en latín, según el rito inmemorial que San Pío V legalizó para siempre.

    Es explicable que los prelados que simpatizan con las «ideas modernas», como las llamaba Nietzsche, obedezcan a las nuevas orientaciones posconciliares: es su inclinación y su gusto. Pero que también hagan lo mismo los prelados conservadores ya no es tan fácil de explicar. En religión, la obediencia a la autoridad puede convertirse en «obediencia indiscreta» cuando pone en peligro la supervivencia de la fe divina tradicional de los fieles. Ahora bien, esta fe católica tradicional está hoy muy debilitada por la atmósfera enervante del nuevo clima vaticano, que se refleja en la catequesis, en los seminarios, en la liturgia de la misa y de los sacramentos, en la noción del sacerdocio y hasta en la constitución de la Iglesia.

    Por eso se han vuelto tantos ojos hacia monseñor Lefebvre, el fundador del Seminario Internacional de Ecône, que da respuesta a un gravísimo problema. «Porque el problema de Ecône -afirmaba una vez monseñor Lefebvre- es el problema de millares y millones de conciencias cristianas destrozadas, divididas, trastornadas por este dilema martirizante: u obedecer arriesgándose a perder la fe, o desobedecer y conservar la fe; u obedecer y colaborar a la destrucción de la Iglesia, o desobedecer y trabajar por la preservación de la Iglesia; o aceptar la Iglesia reformada y liberal o mantener su pertenencia a la Iglesia católica.» Por eso, cuando el 29 de agosto de 1976 monseñor Lefebvre, dando testimonio de una fortaleza singular que después le ha asistido siempre, celebró contra viento y marea la histórica misa de Lille, se ensanchó el corazón de millares de católicos, que encontraban por fin un pastor que entendía sus problemas espirituales.

    Este gran galo que es monseñor Lefebvre, hijo de Francia, la primogénita de la Iglesia, es un «gallus» en el sentido cabal del término, que en latín significa, a la par, galo y gallo. Le vemos como un gallo valeroso al que han querido dar en la cresta; y le oímos hablar de la separación de la luz y las tinieblas que hoy se entremezclan en el catolicismo posconciliar como oímos al gallo cuando canta limpiamente esa disociación de la luz y las tinieblas que es el amanecer.

    Leopoldo Eulogio PALACIOS

    “ABC” (29-X-77)


    Última edición por ALACRAN; 06/02/2024 a las 14:00
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  3. #23
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    Re: El catolicismo tradicional español ante el 'caso Lefebvre' (1976-1978)

    "...proceso” informal o irregular que se le ha seguido a monseñor Lefebvre, efectivamente no sólo se aprecia que ha habido por parte del cardenal secretario de Estado Vaticano una oposición a que V. E. pueda apelar al Papa, por haber sido sentenciado sin ser oído y sin abogado, sino que se echa de ver que en V. E. no sólo no se respeta la libertad de conciencia, sino que ni siquiera se le respetan los más elementales derechos humanos, a pesar de que la Iglesia hoy proclama que le incumbe la defensa de esos derechos...."



    Revista FUERZA NUEVA, nº589, 22-Abr-1978

    A Monseñor Marcel Lefebvre

    ¿QUIÉN FALLA EN LA IGLESIA?

    por Eulogio Ramírez


    Mi querido monseñor Lefebvre:

    Mi presencia en la rueda de prensa y en las dos conferencias que V. E. ha sostenido y pronunciado en Madrid, y la lectura de las noticias y comentarios que su estancia aquí ha suscitado, (ver:
    Mons. Lefebvre en la sede de Fuerza Nueva: discurso de Blas Piñar (1978) ) ha vuelto a plantear a mi conciencia, y sin duda, a la conciencia de muchos españoles el caso de V. E.

    ¿En qué consiste, a la verdad, este caso?¿Qué trascendencia tiene? ¿Ha sido bien planteado jurídica y religiosamente? ¿Qué visos de solución tiene?

    He aquí unas cuestiones que a mí me hubiera gustado ver planteadas y resueltas por persona con autoridad y conocimientos de que yo, simple periodista católico, carezco. En defecto de esa persona idónea y dispuesta a esclarecer estas cuestiones, por razones de conciencia y de amor a la Iglesia Católica y al Papado, que ayer y hoy la rige, yo me lanzo ahora al ruedo con temor y temblor, dado lo espinoso del asunto y reconocida mi incompetencia.Y me lanzo con el ánimo de provocar o desencadenar a los encadenados por el temor reverencial a Roma y por la presunción de que todo lo que hace Roma está siempre bien hecho.


    Tratan preconciliarmente a monseñor Lefebvre

    Monseñor Lefebvre, yo he leído el libro cuya presentación motivó su reciente viaje a Madrid: “Yo acuso al Concilio” (Vassallo de Mumbert, Editor, Madrid, 1978)
    http://hispanismo.org/crisis-de-la-iglesia/16721-yo-acuso-al-concilio-intervenciones-de-mons-lefebvre-en-el-vaticano-ii.html?highlight=acuso; y he releído “in extenso”“La condamnation sauvage de Mgr. Lefebvre” (“Itineraires, Juin, 1976, Paris); “Bref examen critique de la nouvelle messe” (presenté à Paul VI par les cardinaux Ottaviani et Bacci” (“Itineraires”, Mars, 1970) http://hispanismo.org/crisis-de-la-iglesia/4711-breve-examen-critico-del-nuevo-ordo-de-la-misa.html?highlight=examen; “L’abus du pouvoir”, por J. Madiran (“Itineraires”, Juillet, 1976); “Un evêque parle”, por Mons. Lefebvre (sobre todo la “Lettre 9, aux amis”; y “Pour l´honneur de l’Eglise”, por Mons. Lefebvre, libros franceses que yo tuve ocasión de comprar en Madrid hace unos años, porque entendí que este asunto nos concierne a todos los católicos.

    ¿Qué he sacado como conclusión de todo eso?

    Dispuesto a retractarme en cuanto se me dé razón para ello, yo entiendo, monseñor Lefebvre, que la Santa Sede y V. E. se están cambiando los papeles, es decir, que la Santa Sede está obrando con V. E. preconciliarmente, casi inquisitorialmente, sin respeto a los derechos de la persona humana de V. E. y sin rigurosa observancia de la caridad dialogante sin fin y tolerante; y, en cambio, V. E. está obrando respecto a la Sede Apostólica “posconciliarmente”, es decir, conforme a unos principios y a un proceder imperados por su libertad de conciencia, libertad de conciencia que V. E. recusa en general. De este modo, entrambos resultarían inconsecuentes: V. E. rehusando la obediencia y la disciplina eclesiástica en nombre de su libertad de conciencia, y la Sede Apostólica rehusando la libertad de su conciencia en nombre de la obediencia y disciplina eclesiástica.


    Libertad de las conciencias en conflicto

    Porque la verdad de este caso, en último término, es ésa: ¿Hasta qué punto y con qué condicionamientos está V. E. obligado a aceptar el contenido de la conciencia de Pablo VI y de los cardenales y demás dignatarios de la Curia Romana en lo tocante a la pastoral del Vaticano II y a las reformas postconciliares? ¿Hasta qué punto el Papa y sus colaboradores deben respetar la libertad de conciencia de V. E. y de los católicos epígonos suyos? En último término, ¿está equivocado en parte el Decreto “Dignitatis Humanae” del Vaticano II sobre la libertad religiosa, puesto que no lo tienen en cuenta en Roma al enjuiciarle a V. E.? Visto el caso desde otro punto de vista, ¿llevaría razón y obraría católicamente Roma, al ser intolerante respecto a la conciencia de V. E., y obraría rectamente V. E., al ser intolerante respecto a la tolerancia general romana en materia de libertad de conciencia?

    Hay inicialmente, radicalmente, un problema de conciencia de V. E. que es, cada vez más, un problema de conciencia de muchos católicos, tanto más cuanto más le escuchamos a V. E.


    ¿Obedecer, con el riesgo de perder la fe católica?


    En efecto, V. E. escribe: “Porque el problema de Ecône es el de millares y millones de conciencias cristianas desgarradas, divididas, conmocionadas desde hace diez años por este dilema martirizante: o bien obedecer, con el riesgo de perder la fe, o bien desobedecer y conservar su fe intacta, o bien obedecer y colaborar a la destrucción de la Iglesia o bien desobedecer y trabajar para la preservación y la continuación de la Iglesia, o bien aceptar la Iglesia reformada y liberal o bien mantener su pertenencia a la Iglesia Católica”(“Lettre 9).

    “Nosotros queremos responder a la objeción que no dejará de hacérsenos a propósito de la obediencia, respecto a la jurisdicción de aquellos que quieren imponernos esta orientación liberal. Nosotros respondemos: En la Iglesia, el derecho, la jurisdicción, están al servicio de la fe, finalidad primera de la Iglesia. No hay ningún derecho, ninguna jurisdicción que pueda imponernos una disminución de nuestra fe. Nosotros aceptamos esta jurisdicción y este derecho cuando están al servicio de la fe. Pero ¿quién puede juzgar sobre esto? La tradición, la fe enseñada desde hace dos mil años… Es porque consideramos que nuestra fe está en peligro por las reformas y las orientaciones posconciliares, por lo que tenemos el deber de “desobedecer” y de conservar las tradiciones… Un concilio no dogmático (como el Vaticano II) puede no ser infalible… Nosotros aplaudimos al Papa, eco de la tradición y fiel a la transmisión del depósito de la fe. Nosotros aceptamos las novedades íntimamente conformes a la tradición y a la fe. Pero nosotros no nos sentimos obligados por la obediencia a novedades que van contra la tradición y amenazan nuestra fe” (ib.)


    La única forma de fidelidad a la Iglesia es la repulsa de esta reforma


    Habiendo salido del liberalismo y del modernismo, esta reforma está por completo emponzoñada; sale de la herejía y conduce a la herejía, aun cuando todos sus actos no sean formalmente heréticos. Es, pues, imposible a todo católico consciente y fiel adoptar esta reforma y el someterse a ella, cualquiera que sea la forma de sumisión. La única actitud de fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica, para nuestra salvación es la repulsa categórica de aceptación de la reforma… Haciéndolo así… estamos convencidos de permanecer fieles a la Iglesia católica y romana, a todos los sucesores de Pedro” (Declarat. du 21-XI-74). Con el Papa Pablo VI denunciamos el neomodernismo, la autodemolición de la Iglesia, el humo de Satanás en la Iglesia y, en consecuencia, rehusamos cooperar a la destrucción de la Iglesia” (Rép. 19-III-75).

    Como explicara para justificar tales exabruptos V. E. mismo, después de recibir en Ecône a los dos visitadores de la Santa Sede, belgas, “yo no podía adherirme a esta Roma a la que representaban visitadores apostólicos que se permitían encontrar normal la ordenación de personas casadas, que no admiten una verdad inmutable, que emiten dudas sobre la manera tradicional de concebir la Resurrección de Nuestro Señor”(Relat. 30-V-75).

    Justamente, la insistencia que ponen los que son enviados de Roma para pedirnos que cambiemos el rito nos hace reflexionar, y tenemos la convicción de que precisamente este rito nuevo de la misa expresa una nueva fe,una fe que no es la nuestra, una fe que no es la fe católica” (Sermón del 29.VI.76).


    Pueden ser herejes

    Pero, como se ve, este problema de conciencia de V. E. y de sus seguidores es un problema trascendente y trascendental, porque trasciende gravemente a nosotros, los que también queremos ser fieles a la Iglesia fundada por Jesucristo y con una tradición creada por el Espíritu Santo.

    Y nosotros, los católicos medianamente instruidos, hemos aprendido que un Papa y la mayoría de los obispos pueden equivocarse. Pero digámoslo más claramente, con la autoridad del cardenal Newman: “Además de que es históricamente cierto, en ningún sentido es doctrinalmente falso que un Papa, como doctor privado, y muchos más obispos, cuando no enseñan autorizadamente (“formally”) pueden errar, como nosotros hemos encontrado que erraban en el siglo IV. Quiero decir… que, en aquel tiempo de inmensa confusión…, el cuerpo del episcopado fue infiel a su misión, mientras el cuerpo del laicado fue fiel a su bautismo; que en un tiempo el Papa, en otros tiempos un patriarca, un metropolitano u otros titulares de grandes sedes…, dijeron lo que ellos no deberían haber dicho o hicieron lo que oscureció y comprometió la verdad revelada; mientras, por otra parte, fue el pueblo cristiano quien, guiado por la Providencia, constituyó la fuerza eclesiástica de Atanasio, Hilario, Eusebio de Vercelli y otros grandes confesores solitarios, que habrían sucumbido sin la ayuda del pueblo cristiano… Hubo una temporal suspensión de las funciones de la Iglesia docente” (“The arians of the fourth century”, Longmans Green, 1897, págs.. 464-67).

    Efectivamente, la herejía arriana no sólo hubo un momento en que conquistó a los emperadores y a la mayoría de los obispos del ecúmene, sino al propio Papa Liberio. Y, por lo demás, en el siglo VII hubo un Papa, Honorio I, que después de su muerte fue condenado como hereje por el III Concilio Constantinopolitano y por los Papas San Agatón y San León II. Un Papa, pues, no sólo puede equivocarse, sino que puede llegar hasta a ser hereje.


    Pablo VI se ha retractado


    Así, no es extraño que el mismo Papa Pablo VI, en un primer momento, y a pesar de los pronunciamientos en contra expresados en el Sínodo católico romano de 1967, promulgó una “Nueva forma de la misa”, cuyo número siete de su capítulo II da una definición de la misa igual que la hacen los protestantes, como se percibe por el “Breve examen crítico de la nueva misa, presentado a Pablo VI por los Cardenales Ottaviani y Bacci”
    http://hispanismo.org/crisis-de-la-iglesia/4711-breve-examen-critico-del-nuevo-ordo-de-la-misa.html?highlight=examen. Aquí leemos:“Un periódico conocido, destinado a los obispos y expresando su enseñanza, resumió el nuevo rito (de la misa) en estos términos: “se quiere hacer tabla rasa de toda la teología de la misa. En sustancia, se aproxima a la teología protestante, que ha destruido el sacrificio de la misa”. No es extraño: la autoridad competente había dispuesto que para redactar la nueva misa fueran convocados ciertos prohombres protestantes (unos seis), con los cuales se fotografió Pablo VI agradeciéndoles su aportación al nuevo ordo de la misa, en una primera determinación de la cual se hacía de la misa una mera “cena” y “asamblea” presidida por el sacerdote para realizar el “memorial del Señor”. Quedaba proscrita la idea de sacrificio incruento del propio Jesucristo, esencia de la misa, tal como venía proponiéndose a los fieles desde el Concilio de Trento, recogiendo la tradición católica más acendrada y anatematizando la noción protestante.

    Tantas y de tal calidad fueron las protestas a Pablo VI, que éste debió retractar su primera definición de la misa, introduciendo elementos que, aunque ambiguos en el texto de la misa actual, permiten celebrarla y entenderla al antiguo y canónico modo.


    Pablo VI puede seguir equivocado en otras cuestiones


    Pues bien, por lo mismo que se ha hecho patente una garrafal aberración de Pablo VI en un punto tan fundamental como el de la significación y esencia de la santa misa, puede estar aconteciendo con algunas de las reformas e innovaciones introducidas en la Iglesia desde el Concilio Vaticano II. Si Pablo VI no es Dios, ni parece querer cumplir con los requisitos en que una proposición o actuación de un Papa es infalible, ¿cómo va a poder exigir a monseñor Lefebvre y a los católicos en general una obediencia ciega y absoluta, como la que es debida a Dios?


    No se respetan los derechos humanos de monseñor Lefebvre

    Al analizar a los términos del “proceso” informal o irregular que se le ha seguido a V. E., monseñor Lefebvre, efectivamente no sólo se aprecia que ha habido por parte del cardenal secretario de Estado Vaticano una oposición a que V. E. pueda apelar al Papa, por haber sido sentenciado sin ser oído y sin abogado, sino que se echa de ver que en V. E. no sólo no se respeta la libertad de conciencia, sino que ni siquiera se le respetan los más elementales derechos humanos, a pesar de que la Iglesia hoy proclama que le incumbe la defensa de esos derechos. A V.E. no se le ha tratado conforme a derecho, ni con arreglo a caridad cristiana, porque ni V. E. ni nadie sabemos a estas alturas de qué se le acusa en la Sede Apostólica formalmente, cuáles las posibilidades de hacerse oír V.E. por sí y mediante abogado, antes de sentenciarle, si es que no se quiere suponer que se le ha sentenciado sin asomo siquiera de proceso.


    Lo propio de la religión no es de constreñir sino de convencernos


    Y no es de ahora, del Vaticano II, la sentencia: es nada menos que de San Atanasio: “Lo propio de la religión no es de constreñir, sino de convencer”. El Vaticano II lo dice en parecidos términos: “Todos los hombres están obligados a buscar la verdad, sobre todo en lo que se refiere a Dios y a su Iglesia, y una vez conocida, a abrazarla y a practicarla. Confiesa asimismo el Santo Concilio que estos deberes tocan y ligan la conciencia de los hombres, y que la verdad no se impone de otra manera sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas… Este Concilio declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de personas particulares como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que en materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público”.


    Aplicar la libertad de conciencia al caso Lefebvre

    Si esta declaración del Vaticano II es verídica, lo primero que tiene que hacer la Iglesia católica es aplicarla a su caso, monseñor Lefebvre, dejarle a V. E. “inmune de toda coacción y entablar un caritativo y minucioso proceso, merced al cual se perciba lo que hay de verdadero y de razonable en la postura de la Santa Sede y lo que hay de verdadero y de razonable en la actitud de V. E., monseñor Lefebvre, de tal suerte que se observe el principio de que “la verdad no se impone de otra manera sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas”.

    ¿Por qué ha de sentirse dispensada la autoridad romana de cumplir un precepto como el de respeto a la libertad de conciencia que ella inculca a las autoridades civiles y a los particulares? ¿O es que ese principio del Vaticano II es falso y hay que retractarlo?


    Luz y taquígrafos sobre el Vaticano II

    En vuestro libro “Yo acuso al Concilio”, en “Pour l’honneur de l’Eglise”, etc., V. E., monseñor Lefebvre, acusáis a la Iglesia de haber permitido que teólogos heterodoxos redactaran e hicieran aprobar los esquemas falsos propuestos por ellos, en algunos casos no sin intrigas pecaminosas. También acusáis a la Iglesia de haberse enrolado en una reforma neoprotestante y neomodernista. Estas son acusaciones muy graves, evidentemente, que no sólo empeñan vuestra propia conciencia, sino la del Papa y la de los hombres de la Curia Romana, la de los obispos y la de los católicos del mundo entero. Y habría que probarlas seriamente.

    Pues bien, lo primero que ha de hacerse concienzudamente es un proceso al Vaticano II, un proceso dogmático, acaso un nuevo Concilio dogmático para sentenciar sobre las eventuales desviaciones doctrinales implicadas en la pastoral del Vaticano II. Nadie mejor que V. E., monseñor Lefebvre, para probarlo, puesto que ha tomado la iniciativa de la denuncia y de la rebeldía, santa o “non sancta”, que eso está por ver y tenemos derecho a verlo.


    La Santa Sede, la más obligada a arrojar luz sobre esto

    Y si la Sede Apostólica, por su parte, y dados los desastrosos resultados de la pastoral del Vaticano II, lastimeramente reconocidos hace unos pocos días por el cardenal Garrone (aunque la noticia se la hayan sustraído “ABC” y “Ya” a sus lectores), no quiere tomar espontáneamente la iniciativa de averiguarlo y proclamar los resultados, que incoe un verdadero y abierto proceso en que se ponga de manifiesto si es verdad o no es verdad y en qué parte es verdad cuanto dice en sus libros y conferencias monseñor Lefebvre.


    Monseñor Lefebvre, presto a la sumisión

    Ya sabemos que V. E., monseñor Lefebvre, ha declarado a “La France Catholique” (13-II-76) que “después de un proceso llevado en buena y debida forma, según las normas elementales del derecho natural y del derecho eclesiástico, yo aceptaría cerrar mi seminario” (de Ecône, etc.). Naturalmente, el proceso podría acabar reconociéndole, monseñor Lefebvre, la libertad de seguir obrando conforme a vuestra conciencia, pero sin suspenderle “a divinis” ni excomulgarle.

    Es, por consiguiente, todo un desafío a la Iglesia católica entera lo que supone el caso de monseñor Lefebvre. Los hombres tenemos derecho a saber dónde ha fallado la Iglesia católica hoy, si en V. E., monseñor, o en las contaminaciones y ambigüedades del Vaticano II. Y habría que obrar en consecuencia para que cese la calamitosa situación de la Iglesia actual.

    Eulogio RAMÍREZ

    Última edición por ALACRAN; 14/11/2024 a las 14:43
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    Re: El catolicismo tradicional español ante el 'caso Lefebvre' (1976-1978)

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Desde 1978 a la fecha los "Autodemoledores" continúan aquerónticamente con su siniestra labor de destruir a la Tracición Católica.Lobos desfrazados de obejas no toleran la sana doctrina, fungen para el padre de la mentira.Para más gravedad se han confabulado consiente o inconcientemente, con el aquelerre de los LGBT, lenguaje inclusivo, hermanos tres puntos, hermanos separados , hermanos mayores y un largo etcétera.Todo ello con la complicidad o el silencio, de las conferencias episcopales, y la más alta Jerarquía del Vaticano.

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    Último mensaje: 20/10/2006, 21:29
  5. Ante el Trigésimo Aniversario del 24 de marzo de 1976
    Por José en el foro Hispanoamérica
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    Último mensaje: 21/03/2006, 02:32

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