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Tema: Infiltración comunista en la Iglesia, en el Postconcilio

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    Infiltración comunista en la Iglesia, en el Postconcilio

    "Marxismo y cristianismo: El porqué de una infiltración



    Revista FUERZA NUEVA, nº 528, 19-Feb-1977


    MARXISMO Y CRISTIANISMO: EL PORQUE DE UNA INFILTRACIÓN (I)

    José Maluquer Cueto

    La acción marxista sobre el cristianismo sigue en nuestros días (1977), y en los países donde no se ha implantado la dictadura comunista, dos rumbos. Uno, los intentos de captación de los cristianos, previamente adoctrinados, para sumarlos al marxismo y a la subversión; otro, la campaña de destrucción de la Iglesia Católica, que se lleva a cabo desde dentro por infiltración, e intentando sustituirla luego con Iglesias paralelas, cada vez más heréticas. Hoy informaré sobre la maniobra de captación de los cristianos, y en próximas entregas, sobre las diversas tácticas para lograr la desintegración de la Iglesia: PAX, IDO-C, “Cristianos para el Socialismo”, CELAM y Cuernavaca, “Comunidades de base” y “Grupos proféticos”.

    Conviene decir desde ahora que, por ser el marxismo de ámbito mundial, se ha infiltrado no sólo en el catolicismo y en los protestantismos e Iglesias Cristianas orientales, sino en él mahometismo, como vemos en el Oriente próximo y Norteáfrica, y en el budismo, con enorme repercusión en la política asiática, de lo que es prueba su colaboración en la caída del Vietnam en poder del comunismo.

    Rechazo de la dictadura del proletariado

    El comunismo triunfó en países pobres y atrasados -Rusia y China- por la presión de los campesinos que pedían la tierra y el fin de una guerra, o, caso de la Europa centro oriental, por imposición del ejército rojo. En ningún caso, tal como habían previsto Marx y sus epígonos -entre los que destaca Kautsky-, por insurrección del proletariado industrial urbano, en un país industrializado y con una burguesía dominante, seguida de la instrucción de la dictadura del proletariado, “la tiranía de los más sobre los menos”.

    En Occidente no existen (1977) partidos comunistas numéricamente importantes más que en Francia e Italia, pero están detenidos en su desarrollo por la desconfianza del resto, mayoritario, de la población, que rechaza la dictadura del proletariado y no olvida el terror que denunció Kruschev ni la represión de Praga (1968).

    Por otra parte, el proletariado industrial urbano, al que Marx había confiado la tarea de hacer la revolución, no parece muy dispuesto a cumplir con su misión. La depauperación progresiva del proletariado que había previsto Marx no se ha presentado, y el obrero occidental se siente integrado y satisfecho: sabe que disfruta de un nivel de vida muy superior al del obrero en la URSS.

    Esta deserción lo reconocen teóricos modernos del marxismo -Gorz, Mallet, Bon, Marcuse-, que intentan transferir la misión subversiva a los pueblos del tercer mundo, a los revolucionarios de color (Tricontinental de La Habana en 1966).

    Forzados, pues, por el rechazo general de la dictadura del proletariado y por la insuficiencia de la clase elegida, Berlinguer por el PCI, Marchais por el PCF y Carrillo por el PCE han proclamado el eurocomunismo en la Conferencia de Partidos Comunistas de Europa en Berlín-Pankow (Alemania comunista), en julio de 1976. Renuncian -de mentirijillas- a la dictadura del proletariado, que es sustituida por “todas las clases laboriosas”, que incluyen los “cuadros”, pequeños comerciantes, intelectuales, profesiones liberales; dicen aceptar el juego democrático; reclaman una vía propia para el socialismo, reduciendo la sumisión al PCUS (soviético), a la solidaridad entre los PCs de países comunistas y capitalistas”. Entre los llamados a colaborar están los católicos, cuya importancia se reconoce.

    El Partido Comunista español

    En el caso del PCE, los motivos para liberalizar el Partido fueron aún de más peso. La táctica violenta, que preconizaba la Ibarruri, guerrillas o invasión desde el exterior, apoyadas por la huelga general revolucionaria, había fracasado. Por otra parte, el intento de sumar el Partido de corte stalinista, y que arrastraba una siniestra historia de traiciones y crímenes, a las múltiples coaliciones subversivas españolas antifranquistas después del 40 -ANFD, IDC, Pacto de París, MFD- fracasó al ser constantemente rechazado el PCE por los grupúsculos componentes, especialmente el PCE histórico, dejándole fuera de juego. Había que cambiar de táctica.

    Carrillo, de acuerdo con Moscú, siempre realista, desplazó a La Pasionaria de la Secretaría General del PCE y propugnó la línea pseudodemocrática y la alianza con otras capas de la población y especialmente con los católicos, “que dieron el triunfo a Franco”, y hasta con la Iglesia. Es la “campaña de reconciliación nacional”, burdo engaño que estamos ya (1977) viviendo los españoles.

    La “aportación de los católicos al Frente Común” es para el PCE totalmente decisiva. La lucha abierta contra la Iglesia durante la pasada guerra civil fue un fracaso, y el PCE, ante este hecho, cambio de táctica y presenta hoy la necesidad de atraer a la lucha revolucionaria a la Iglesia”.

    Un importante trabajo de Santiago Álvarez, miembro del Comité Central del PCE, publicado en la “Revista Internacional” de Praga en junio de 1965, descubre el plan para poner a los católicos al servicio de la subversión comunista. Dice en la pág. 10: “Las dos grandes tendencias ideológicas hoy en nuestro país son la marxista revolucionaria y la católica. Una lucha verdaderamente popular entraña, por ello, la participación masiva de millones de católicos; es preciso, pues, atraer a la Iglesia a esta lucha o neutralizarla. La guerra pasada fue, a este respecto, terriblemente aleccionadora”. Y añade: “Podría objetarse que, si la Iglesia ha perdido influencia espiritual, esta alianza carece de base. Sin embargo, en España, a pesar del retroceso evidente de la influencia de la Iglesia, aún es muy grande y rentable la alianza”.

    Santiago Carrillo remacha en “Realidad Política” (Roma, agosto de 1966): “La única posibilidad de éxito consiste en marchar por el camino de la colaboración entre católicos y marxistas, dejando para el futuro demostrar cuál de las dos concepciones se impondrá”.

    Finalmente, citaremos un discurso de Dolores Ibarruri en el círculo Julián Grimau, en La Habana, en enero de 1966, donde dijo: “Tenemos que atraernos a los católicos, a los estudiantes, a la clase media, que han dado la victoria a Franco, y dividir las fuerzas entre ellos. Por eso es necesario no herir los sentimientos católicos hasta que podamos imponer nuestra ley. Las nuevas corrientes que han asomado entre los católicos franceses, totalmente divididos, pueden ser nuestra gran solución para España”.

    Obsérvese, desde ahora, la alusión a escisiones en la Iglesia. Carrillo, en unas declaraciones a “L´Unitá”, en 1966 también, dijo: “En España existen dos Iglesias: una, la de la Jerarquía, y otra, orientada hacia el porvenir. Para el futuro de España sería muy positivo que los católicos se identificaran con esta nueva Iglesia, que coincide con las aspiraciones progresistas del pueblo”.

    ***
    La doctrina de la Iglesia Católica respecto al comunismo, al marxismo, desde Pío IX en 1846 hasta nuestros días, ha sido constantemente de rechazo y condena. Condena no solo por su ateísmo, sino también como enemigo de los derechos fundamentales de la persona humana. De entre las condenas, cabe destacar las encíclicas “Divini Redemptoris”, en 1937, y “Quadragesimo Anno”, en 1931, de Pío XI, estudios completos y científicos del marxismo y socialismo, magistralmente refutados. “La doctrina comunista se funda esencialmente en los principios del materialismo dialéctico e histórico, ya proclamados por Marx. Esta doctrina enseña que no existe más que una sola realidad: la material, y no deja lugar para la idea de Dios”. “El socialismo ya se considere como doctrina ya como hecho histórico, es incompatible con los dogmas de la Iglesia católica”.

    La condena más tajante es el decreto del Santo Oficio, aprobado por Pío XII en 30-VII-1949: “No es lícito inscribirse en partidos comunistas o prestarles apoyo, ni publicar, difundir libros, periódicos u hojas volantes. El comunismo es, en efecto, materialista y anticristiano. Sus dirigentes, con la teoría y la acción, se muestran hostiles a Dios, a la religión verdadera y a la Iglesia de Cristo. Los fieles que profesan la doctrina del comunismo, aquellos que la difunden y propagan, incurren ipso facto en excomunión reservada a la Santa Sede”.

    Finalmente, recientemente, en 1964. Pablo VI concluye la encíclica Ecclesiam Suam con: “Estas son las razones que Nos obligan, como han obligado a Nuestros Predecesores a condenar los sistemas ideológicos que niegan a Dios y oprimen a la Iglesia y entre ellos, especialmente, el comunismo marxista”.

    El Concilio Vaticano II no es tan explícito

    En cambio, el Concilio Vaticano II no ha sido tan rotundo. Condena al comunismo como “ateísmo”, sin citarlo explícitamente. Verdad es que a continuación cita las encíclicas que lo condena nominalmente de Pío XI, Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI. Pero “el hecho concreto y a la vista, con todas las tortuosas maniobras conciliares evidentes, es éste: el Concilio Vaticano II no se decidió claramente ni por la condena jurídica ni por la condena nominal del comunismo”. Repetidamente los padres conciliares pidieron una condena explícita y nominal del comunismo, pero siempre, a última hora en los borradores del relator monseñor Garrone, había desaparecido la palabra “comunismo” o “marxismo”.

    Una petición reiterada por 435 padres conciliares fue escamoteada. El texto final se aprobó por sorpresa en un fin de semana, con una asistencia reducida. Pero es que, como dijo monseñor Lefebvre, “el Concilio, desde los primeros días, ha estado cercado por los progresistas”. Organizaciones contestatarias y misteriosas, como el Centro Holandés de Documentación, DOC, presionaron, tergiversaron, manipularon constantemente. No hay que olvidar que el DOC, en su última versión el IDO-C, ha resultado ser uno de los peores enemigos de la Iglesia Católica, ahora ya declarado.

    Pues bien, el extremista canónigo don José María González de Ruiz, componente del actual IDO-C, ha afirmado en “Sábado Gráfico”, en enero de 1975: “El material presentado por el DOC fue amplísimamente utilizado por los padres conciliares, hasta penetrar -a veces casi intacto- en las últimas redacciones de los textos más significativos del Concilio. El DOC cumplió su función principal, aportando una buena parte de sí mismo a las conclusiones de la magna asamblea”.

    En este trabajo, destinado a denunciar las infiltraciones en la Iglesia, había que principiar por esta denuncia.

    ***
    El Magisterio de la Iglesia, negando la licitud y posibilidad de entendimiento de católicos y marxistas, se ve singularmente confirmado, si necesidad de confirmación hubiera, con las declaraciones de destacados comunistas, que no han asimilado la maniobra o que recelan de la misma. Veamos unos cuantos ejemplos, que creo convincentes.

    El secretario general del PCF, el mismo Marchais que ha lanzado el eurocomunismo francés, en una entrevista con A. Moine (1972), declara: “Nosotros los comunistas profesamos una filosofía materialista y dialéctica y consideramos que nuestro Partido no podría desempeñar su papel si no fundara su acción en este materialismo dialéctico. No queremos crear ilusiones en este punto: entre el marxismo y el cristianismo no es posible conciliación teórica alguna, ni cabe ninguna convergencia ideológica”. Ya el antecesor de Marchais, Thorez, el de “la mano tendida”, había dicho: “El materialismo filosófico de los comunistas está lejos de la fe religiosa de los católicos”.

    Veamos ahora el testimonio de marxistas leninistas españoles del Partido del Trabajo de España. El máximo dirigente, Eladio García, ha dicho en Sevilla (1976): “El marxismo es contrario al idealismo. Ni los Cristianos para el Socialismo ni elementos procedentes de cualquier militancia cristiana podrían ingresar en el PTE. Hay que comprender que el materialismo dialéctico excluye toda posibilidad de seres espirituales. Otra cosa es colaborar con nosotros para la conquista de ciertas parcelas”. Y Sánchez Carrete, dirigente del PTE para Cataluña, recalca: Considero que no es posible militar en el Partido y tener creencias religiosas, ya que éstas están en contradicción con el materialismo dialéctico. Esto no impide que considere conveniente ahora la más estrecha colaboración con las fuerzas progresistas cristianas para el establecimiento de la democracia y luego para la transición al socialismo”.

    Y finalmente, decisivas por su autoridad, vayan las manifestaciones de Kazimier Carol, ministro de Asuntos Religiosos en Polonia. Dice en “Newsweek”, en febrero de 1975: “¿Se puede ser a la vez miembro del Partido Comunista y cristiano? Yo creo que no. La pertenencia al PC es un compromiso ideológico. Si la base del Partido es el materialismo dialéctico, uno no puede ser a la vez materialista y creer en Dios”. Y en una conferencia posterior, termine diciendo: “Como comunista, yo combatiré sin descanso a la Iglesia, tanto desde el punto de vista ideológico como filosófico”. Es esta la política de los países donde está implantado ya el comunismo. Donde ha de conquistar aún el poder, se halaga al cristiano, como hemos visto.

    Y, para terminar, veamos lo que dice Lenin en “Parti ouvrier et religión”. Ed. Soc. II, 315. “El marxismo es el materialismo. Como tal, tan inexorable hacia la religión como el materialismo de los enciclopedistas del XVIII o de Feuerbach. Debemos combatir la religión, es el abecé del todo materialismo y, por consecuencia, del marxismo. Pero el marxismo va más lejos. Dice: hay que saber combatir la religión, y para ello explicar al pueblo, en materialista, las fuentes de la fe y de la religión. La lucha antirreligiosa no puede limitarse a predicas abstractas, debe estar ligada a la práctica concreta de la lucha de clases que tiende a suprimir las raíces sociales de la religión”.

    Creo que está claro.

    José MALUQUER CUETO

    (continúa)

    Última edición por ALACRAN; 30/03/2022 a las 14:12
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Infiltración comunista en la Iglesia, en el Postconcilio

    “Objetivo final: EXTINCIÓN TOTAL DE LA IGLESIA”


    Revista FUERZA NUEVA, nº 529, 26-Feb-1977


    Objetivo final: EXTINCIÓN TOTAL DE LA IGLESIA (y II)

    José Maluquer Cueto

    En la primera parte de este informe vemos que el marxismo actúa sobre la Iglesia católica en dos frentes: captación de cristianos para servir al socialismo marxista, en los países donde no domina el comunismo, y suplantación y destrucción final de la Iglesia instituida. Vamos al principiar hoy el estudio de este segundo objetivo.

    Desde el principio conviene sentar que no todos los movimientos subversivos que se esfuerzan en destruir a la Iglesia son exclusivamente marxistas. Sí lo son, y totalmente, PAX y Cristianos para el Socialismo, pero no el IDO-C o los “Grupos Proféticos”, aunque en todos se descubre la presencia de agentes comunistas, como iremos viendo en cada caso. De todos modos, es difícil separar, prescindir del estudio de unos movimientos al considerar otros. Están sospechosamente enlazados entre sí; por ejemplo, se descubre el IDO-C en Cuernavaca (Méjico), en Cristianos para el Socialismo o en las “Comunidades de Base”. El final de PAX enlaza con el principio de IDO-C. Además, se encuentran los mismos dirigentes en movimientos diferentes; por ejemplo: Cristianos para el Socialismo y “Comunidades de Base” enlazan a través de directivos comunes, y el uno es totalmente marxista y el otro no.

    En el caso del marxismo, el objetivo final es la extinción total de la Iglesia, aunque el objetivo inmediato, de transición, no sea el de liquidar la Iglesia, sino sojuzgarla y ponerla al servicio de la revolución comunista. Para ello previamente se trataría de reformar la Iglesia, eliminando las estructuras “opresivas y alienantes”; introduciendo en ello la lucha de clases, como recomendaba Lenin; enfrentando seglares, sacerdotes y obispos y destrozando la jerarquía. Rompiendo la unidad de la Iglesia y negando la autoridad papal. Sustituyendo al magisterio por el “colectivo” de los laicos. Desacralizando (1). Es lo que pretendía PAX, que estudiaremos seguidamente.

    Movimiento PAX (2)

    Fue fundado en 1945 en Polonia, aunque luego pretendió que su ámbito fuese mundial, por el coronel Piasecki, subordinado al PC polaco. Se presentó en el extranjero como un movimiento de los católicos progresistas polacos, pero de hecho lucha por la integración de los católicos en la construcción del socialismo y para llevar a cabo la marxistización de la Iglesia, introduciendo la lucha de clases en su seno. Según Piasecki (“Problemas esenciales”, 1955), también “PAX se esfuerza en la captación y orientación de los movimientos progresistas de Europa occidental y del mundo”. La influencia es mayor por partir de la católica Polonia.

    En realidad, PAX, agencia secreta, es un instrumento de la policía política comunista UB y de la Oficina de Cultos. Su creación acordaba con la política de Stalin respecto a las religiones: utilizarlas como instrumentos de dominación, destrozarlas en su interior, tal como insinuó la Ibarruri en La Habana en 1964, en lugar de la desaparición pura y simple desde el principio, que quería Lenin. Por esto, como órgano de la Internacional Comunista, pretendió ser mundial y dependió naturalmente de la KGB soviética, y en ella de la 3ª División, la INU, responsable de la guerra psicológica y de la manipulación e intoxicación colectivas (3). Por ello, la desestalinización supuso un quebranto para PAX, que perdió importancia internacional.

    PAX cuenta (1977) con medios poderosos: una editorial, diarios, revistas, funcionarios retribuidos por el Partido Comunista polaco y considerables recursos.

    PAX, pugnando por expansionarse y respaldada por la diplomacia polaca, se infiltró pronto en los medios católicos progresistas de Francia, clero, órdenes religiosas, movimientos apostólicos, actuando durante diez años sin tropezar con obstáculos en la autoridad eclesiásticas, como etapa previa a su introducción en el Concilio Vaticano II, donde logró infiltrarse en la Oficina de Prensa conciliar. PAX fue fuertemente apoyada por la prensa progresista francesa, como “Informations Catholiques Internationales” (ICI), que luego se volcó apoyando al IDO-C, y a Temoignage Chretien”.

    La organización PAX fue frenada en Polonia por la valiente resistencia de la Iglesia polaca y del cardenal Wyszynski y detenida en su expansión mundial por la condena de la Santa Sede, en un documento que envió al Episcopado y superiores religiosos franceses (ver final Nota 2) en junio de 1963, desenmascarando a PAX. Este informe, inusitadamente claro y rotundo, fue eficacísimo. Así y todo, PAX no ha desaparecido (1977), y la persecución religiosa arrecia en Polonia. PAX se ha prolongado en la organización ZNAK, agencia del IDO-C en Polonia y con “Slant” del Reino Unido que enlaza también con IDO-C. Puede admitirse que IDO-C ha tomado el relevo de PAX. “Slant” está fuertemente infiltrado de comunistas como Dunman, del PCGB, especialista en ecumenismo.

    IDO-C (4)

    Como ya adelantamos, monseñor Lefebvre señaló que el Concilio Vaticano II fue, ya desde la fase preparatoria, cercado por los progresistas que, en realidad, iban más allá del progresismo (5). Ejemplo de ello fue PAX, y más importante aun la actuación del CCCC (Centro de Coordinación de Comunicaciones sobre el Concilio) ultra progresista, que actuaba sobre la prensa conciliar, y DOC (Centro Holandés de Documentación Conciliar), del ala izquierda, radical, y prácticamente herética de la Iglesia católica holandesa (6). DOC se amplió pronto, internacionalizándose, y editó sus boletines en cinco lenguas. En realidad, más que un órgano de información conciliar fue un instrumento de presión e influencia. El extravagante “canónigo” José María González Ruiz -como ya adelantamos en nuestra entrega anterior-, actualmente (1977) del IDO-C, dijo en “Sábado Gráfico”, en enero de 1975, que el DOC cumplió su función principal durante el Concilio, aportando buena parte de sí mismo a las conclusiones de la magna asamblea. Su material penetró -a veces casi intacto- hasta en las últimas redacciones de los textos más significativos del Concilio. (Sobre el triunfalismo de DOC, que llegó a creerse que era el Concilio, ver CIO 1973, página 201).

    Al terminar el Concilio, concluyó también CCCC, que fusionó con DOC, dando origen a IDO-C (Centro Internacional de Información y Documentación relativo a la Iglesia postconciliar), “grupo internacional cuyo cuartel general se halla en Roma, aunque nunca fue una organización católica romana, con una red de ramificaciones que abarca el mundo entero”. IDO-C se integró luego en el Consejo Mundial de Iglesias, promarxista, y en sus filas caben católicos, protestantes, judíos, agnósticos… (7). Los numerosos documentos que elabora o “interpreta” no se presentan a nivel popular sino a nivel para especialistas superiores, y se evitan en ocho lenguas, siendo su ámbito mundial. Está apoyado por numerosos periódicos o revistas, tales como “Slant”, ICI, “Tablet”, “The Month”, “The Critic”, y enlazado, a veces, con directivos comunes, con grandes editoriales progresistas como Herder, Burns-Odtis, Sheed. En España representa (1977) las publicaciones y el “Boletín Internacional de IDO-C”, la revista (promarxista) “Cuadernos para el Diálogo”, lo que equivale a toda una definición política.

    El Comité Internacional de IDO-C consta de quince miembros, de los cuales dos eran españoles: Miret Magdalena, de la revista (promarxista) “Triunfo”, y el padre Antonio Montero, que fue en España director de la revista “Ecclesia”. Entre otros miembros de España se han citado el padre Arias, del diario “Pueblo”, don Cipriano Calderón, de la revista “Ecclesia”, P. R. Duocastella, de “ISPA”, padre Martín Descalzo, padre Díez-Alegría, José María González Ruiz, don Joaquín Ruiz- Giménez, de la revista “Cuadernos para el Diálogo”.

    IDO-C “contesta” la Iglesia desde dentro, infiltrado, insidioso, sin enfrentarse, como recomendaba Lenin. Ultra- progresista, jerarquía paralela. Nueva Iglesia, en fin. Ejemplo de su modo de actuar (CIO 191): cuando fue convocado, para octubre de 1971, el Sínodo de Obispos en Roma, el “Movimiento de cristianos solidarios”, movido por el IDO-C, convocó en todo el mundo un Sínodo paralelo “de la base”, pues no podía admitirse monopolizara el acontecimiento el Vaticano, fue la Operación Sínodo, que en España se inició el 8 de septiembre de 1971 en el Colegio de las Madres Reparadoras de Barcelona. Esta operación del IDO-C fue desautorizada por la Santa Sede (CIO 257).

    Parecido es el caso de la Operación Concordato: en noviembre de 1973 se intentó negociar directamente con el Estado español un concordato extremista, clandestino, elaborado por los padres Montero Carvajal, a espaldas de Roma, nuevo ejemplo de intento de crear una “jerarquía” paralela que rompiera la unidad de la Iglesia. Otro ejemplo es la fallada Operación Moisés, en junio de 1966 (ver CIO 82 y 87) que pretendía también anular la actual jerarquía de la Iglesia. Otro sería la Asamblea Conjunta de septiembre de 1971.

    IDO-C, estado mayor de la revolución en la Iglesia, suele estar detrás de todos los movimientos subversivos religiosos. Así lo encontramos en “Cristianos para el Socialismo”, en Cuernavaca (obispo Méndez Arceo), y sobre todo tras los “Grupos Proféticos”, “Comunidades de Base”, “Movimiento de Cristianos Solidarios”, que en gran parte son obra suya pero que parece que se les escapan ya de las manos.

    IDO-C tiene, aparte de PAX, abundantes contactos con el comunismo (CIO 192, 220), pero no parece ser una organización típicamente marxista. Más bien enlazaría con una sinarquía. Según informó detalladamente, en enero de 1968, la revista inglesa “Approaches”, IDO-C sería una rama del “Grupo Católico Internacional de Influencia y Presión” y del “Concilio Americano para el establecimiento de la Democracia bajo Dios”, meta-progresistas, y del judeomasónico “Secular Establishment”, enlazados todos entre sí y que no serían más que la antesala de la Sinarquía, que ya anunciaron los “Protocolos de los Sabios de Sión” y las logias. (8).

    José MALUQUER CUETO

    (1) Ver, para el estudio completo de la estrategia y la táctica comunistas de ataque a la Iglesia, la admirable obrita del IDOPA “Planificación comunista para España” Ed. Asociación Universitarias Españolas, Alfonso XI, 4, Madrid, 3ª edición 1976.

    (2) Ver “Espionaje soviético en la Iglesia católica. El affaire PAX”. Ed. Afrodisio Aguado. Madrid, 1965. Pierre Lenert, “L’Eglise catholique en Pologne”, Paris 1962, y “Planificación comunista para España”, que lleva en anexo el importantísimo documento de la Santa Sede sobre PAX.

    (3) Ver John Barron, “KGB” Bentam Book. Ed. 4ª (Edición en español de Méjico). En el organigrama de la KGB, la 5ª sección de la 5ª Dirección tiene como misión la vigilancia y dirección de las religiones dentro de la URSS.

    (4) “El IDO-C, ¿una jerarquía paralela?” Ed. Agencia Informativa CIO. Avda. Generalísimo, 4, Madrid, 1973, y el volumen de CIO, reuniendo los boletines publicados durante ocho años, en 1973, pág. 119, al que nos referiremos a menudo bajo la sola sigla CIO, y “Planificación comunista para España”, I. c. página 167 y siguientes.

    (5) “Perspectives Conciliaires” por Mons. Marcel Lefebvre, en “Itineraires” Julio 65. Pág. 95.

    (6) CIO 247: “El Metacristianismo holandés” y 181: “La Iglesia en Holanda”

    (7) CIO, pág. 195

    (8) Ver “El IDO-C, ¿una jerarquía paralela?” l. c. págs. 29 a 44

    John Leo: “The Critic” dic. 1967

    Borrego: “Infiltración comunista mundial”. Ed. FUERZA NUEVA, 1976. pág. 295 y siguientes.

    Mitterand: “La politique des Francs-Maçons”. Ed. Roblet. Pág. 170


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    Re: Infiltración comunista en la Iglesia, en el Postconcilio

    Marxismo y cristianismo (III): “Cristianos para el socialismo”

    Revista FUERZA NUEVA, nº 534, 2-Abr-1977


    MARXISMO Y CRISTIANISMO (III): “CRISTIANOS PARA EL SOCIALISMO”

    José Maluquer Cueto

    Hemos visto ya, en la primera parte de este estudio, cómo los partidos comunistas occidentales, PCI, PCF, PCE, se han visto obligados, para romper el cerco de recelo y rechazo, a proclamar un falso aperturismo, puramente táctico: el eurocomunismo. El motivo no ha sido el cultural que imagino Gramsci, sino la necesidad de atraerse unas masas europeas que son antimaterialistas por su antigua impregnación cristiana. Este es, en mayor grado aún, el motivo del llamamiento a los católicos españoles por el PCE, que ha tenido que reconocer la importancia decisiva de los católicos en España “que dieron la victoria a Franco”. Por ese mismo motivo también, la Internacional Comunista atribuye capital importancia a la conquista de las muchedumbres católicas iberoamericanas, donde el pueblo sigue siendo religioso.

    Hispanoamérica es para el comunismo tierra de misión, su misión. Por esto es, en el Chile de Allende, que nace como organización el movimiento Cristianos para el Socialismo (CPS), que luego se extiende por Sudamérica; y en Brasil, la Educación Liberadora de Pablo Freire. Y en Méjico, en Cuernavaca, donde se forjan los clérigos que proclamarán la “teología de la liberación” y la “teología de la violencia” en toda América. Y esta subversión se ve facilitada por las condiciones socioeconómicas sudamericanas: bajo nivel de vida, diferencias económicas, poca industrialización, monocultivos, explotación por el gran capitalismo internacional y las multinacionales, yanquis principalmente.

    En España y en El Escorial

    El reclutamiento y la formación -o deformación- del clero, adecuado para la revolución en América, progresista primero y marxista, luego, fue objetivo de interés preferente, del que es ejemplo, la reunión de El Escorial en 1972 y la recientemente (1977) celebrada en Madrid. Sobre Hispanoamérica han caído clérigos de lo más comprometido en Europa, especialmente españoles, holandeses y belgas, muchos de los cuales hubieron de ser expulsados de Ecuador, Argentina, Méjico o Chile, mientras otros acabaron en la guerrilla, como Camilo Torres o Pedro Laín, matando y muriendo.

    La cadena de la evolución político-religiosa a partir del Vaticano II podría ser: progresismo (PAX y CPS), comunismo ateo o bien progresismo, comunidades de base y grupos proféticos -con nihilismo final-, acompañados de desacralización, “muerte de Dios” y antropocentrismo. En América se ha dado preferencia a la primera vía, la que pasa por Cristianos por el Socialismo. Los precedentes podrían ser el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, procomunista, en Argentina y Uruguay; el grupo SAL -Sacerdotes para la Liberación-, en Colombia, laicizados, marxistas y en rebeldía; ONIS, en Perú; el importante CELAM (Congreso Episcopal Latinoamericano), prosocialista y radicalizado desde el Congreso de Medellín en 1968; la democracia cristiana de Frei, que franqueó el paso al marxista Allende; los ensayos del “obispo rojo” Sergio Méndez Arceo, en Cuernavaca (Méjico)…

    El caso de Cuernavaca es sobremanera interesante; descubre la conexión de los diversos movimientos subversivos que atacan a la Iglesia. El obispo Méndez Arceo, amigo de Allende, Fidel Castro y el “Che” Guevara, promueve el CPS y ampara los disturbios maoístas en la Universidad de Méjico; es invitado públicamente por las logias, que visita, y defiende la masonería en el Concilio. Aprueba el ensayo del prior Roger Lemercier, que impone el constante psicoanálisis freudiano a los frailes benedictinos de Cuernavaca, prohibido luego por la Santa Sede. Sergio Méndez acogió y apoyó al misterioso padre Iván Ilich, de origen judío, venido de tras el Telón de Acero, agente secreto durante la segunda guerra mundial. Iván Ilich, ayudado por otros religiosos venidos también del Este como Ceuslavs Hoinaki o Joan Goss (CIO, 273), creó en Cuernavaca el CIDOC (Centro intercultural de Comunicación), que forma religiosos para el marxismo; ya más de 2.000 para Iberoamérica y Europa (y en ella España). CIDOC es apoyada por IDO-C y el Concilio Americano para el establecimiento de la Democracia bajo Dios, y mantenido económicamente por las fundaciones Rockefeller y Guggenheim, todos sospechosos de integrar la sinarquía. Vemos, pues, aunados marxismo, judaísmo, freudismo, con masonería y sinarquía, bajo la dirección técnica del IDO-C.

    Apoyo de Allende y Castro

    Cristianos para el Socialismo, CPS, llamado por algunos con mayor exactitud “cristianos para el marxismo”, “que no es una fórmula vacía de sentido, sino una propuesta significativa” (Fierro-Mate), y por otros, con intención, “cristianos por el socialismo” irrumpe en la vida pública en el Chile precomunista de Allende en 1971 con un Secretariado de los Cristianos por el Socialismo, “Grupo de los 80”, del que es alma el jesuita Gonzalo Arroyo, que se comprometían en la construcción del socialismo marxista en Chile. Se entrevistaron con Allende y con Fidel Castro, a los que prestan acatamiento y de los que reciben apoyo y consignas. El movimiento se extendió rápidamente y acoge a religiosos y laicos de varias confesiones cristianas.

    Al año siguiente, en abril, se celebró en Santiago un importante encuentro internacional CPS, al que asisten 400 congresistas de 27 países (entre ellos España), iberoamericanos sobre todo, con observadores de la URSS, PAX y Vietnam del Norte. Preside monseñor Sergio Méndez, pero lo repudia el cardenal Silva y el episcopado sudamericano. En la Comisión Teológica Asesora están Gustavo Gutiérrez, autor de una “Teología de la Liberación”; el “politruck” Hugo Assmann, el dominico Morello, Pablo Richard, el catalán Rovira Belloso, el italiano Julio Girardi, el obispo luterano Helmut Frenchs... Se publicaron un “Documento de Trabajo” y un “Documento Final”, carta magna de CPS, que sentimos no poder reproducir y comentar por apremios de espacio.

    En la “Resolución Final” se afirma el compromiso con una única revolución global hacia el socialismo (marxismo), que excluye cualquier otra vía, “en contra de la Conferencia Episcopal Latino-Americana y la tradición de la Iglesia”. Se proclama el fracaso de una tercera vía y se excluye la neutralidad o el apoliticismo. Se afirma que “los cristianos aceptan la alianza estratégica (no solamente táctica) con los marxistas, caminando unidos en una acción política común”, tal como recomendaron inequívocamente a “los 80” el “Che Guevara” y Castro. Se afirma luego que “esta inserción exige por parte de los cristianos el aceptar el método de análisis marxista”, “única forma existente de conseguir una liberación integral”, rechazando la “ingenuidad política de la dignidad de la persona humana, la libertad, etc.”. Se afirma que “la lucha de clases debe extenderse al nivel ideológico, para hacer posible la formación de conciencias revolucionarias”. Se afirma el papel político el sacerdote en esta lucha revolucionaria.

    La plana mayor de la subversión clerical iberoamericana, el CPS, se reunió luego, en julio de 1972 (observen cómo se queman etapas), en España, en El Escorial, en la Casa de los SS. CC. La organización corrió a cargo de las Misioneras de Bérriz y del Instituto Fe y Secularidad. La mayor parte de los 350 asistentes eran misioneros de varias nacionalidades, muchos españoles, junto con dirigentes del CPS, como el padre Arroyo, amigo de Allende, o el jesuita brasileño Hugo Assmann, o teólogos de la liberación y de la violencia, como el peruano Gustavo Gutiérrez o el sacerdote belga padre Comblin, expulsado de Brasil. Con ellos, dos obispos españoles, monseñor Osés, de Huesca, y monseñor Palenzuela, de Segovia. Según informó la agencia CIO, el motivo de reunirse en España no fue sólo el no haber sido autorizados en América por las autoridades civiles eclesiásticas, sino el que, “teniendo como uno de sus fines la deformación de los misioneros que han de ir a Iberoamérica y siendo en su mayoría españoles, lo mejor era concienciarlos desde antes de su partida. Formación política, marxista, de los misioneros, para su participación en la lucha subversiva e incluso guerrillera”.

    CPS ha ido extendiéndose por toda América, aunque en menos escala que en Chile. Es importante en Méjico, donde es apoyado por el obispo Sergio Méndez.

    En Europa, CPS halla menor acogida: no suele ser un movimiento de masas, sino limitado a minorías de religiosos comprometidos y de teóricos de la subversión cristiano-marxista, como Girardi, Díez-Alegría, Chenu o Congar. Pero cuajó en Italia y en España. En cambio, es inexistente tras el Telón de Acero, donde se impone la sumisión total de los que aún son cristianos.

    En Italia, CPS se apoya en la ACLI, Asociación Católica de Trabajadores Italianos, que se ha radicalizado hacia la izquierda. Celebró un Congreso en Bolonia, en 1973, que se considera continuidad del de Santiago de Chile, y otro en Nápoles, desautorizados por Roma (“Iglesia-Mundo”, núm. 62, 8-12-73).

    Otra vez en España

    En España la primera reunión tuvo lugar en Ávila, en enero de 1973. “Nos hemos un reunido 200 cristianos, provenientes de diversas provincias de España -obreros, estudiantes, sacerdotes, religiosos e intelectuales-, para reflexionar sobre el sentido de nuestra fe desde una opción de clase marxista”. En el “Documento Final” se lee: “Constatamos el proceso revolucionario y de lucha de clases en curso y reflexionamos sobre su incidencia sobre nuestra fe, llevándonos hasta una opción y militancia socialista (marxista), tenemos también una tarea pendiente: la construcción de una Iglesia libre de todo enfeudamiento”. De este documento se tiraron 60.000 ejemplares, que fueron ampliamente difundidos.

    Los CPS catalanes, 250, se reúnen aparte, en la “Catalunya Nord”, en Perpiñán, en diciembre de 1973, y publican un “Documento Perpiñán” (Fierro-Mate, pág. 222), donde se propone reformar la fe, liberándola de toda “impregnación burguesa” y adoptando el lenguaje de los oprimidos”. Estimula a los cristianos a avanzar en la militancia y praxis socialistas. Denuncia las posturas antirrevolucionarias de la Iglesia-institución: “Nuestro intento es ser cada vez más cristianos y más marxistas”.

    Una reunión importante fue la de la “zona centro”, en marzo de 1974. En el “Documento de Marzo” (Fierro-Mate, págs. 177 y 194), después de repetirse las declaraciones acostumbradas y de invitar a todos los cristianos marxistas a ingresar en la militancia organizada de CPS, se insiste sobre todo en la “crítica marxista” de la religión, “utilizada durante siglos como mecanismo de alienación religiosa al servicio de las clases dominantes” y en la reconstrucción de una Iglesia identificada con la liberación de los oprimidos. Se repiten, pues, los tópicos de Perpiñán.

    Luego, CPS ha ido extendiéndose por toda España, con asambleas en Valencia, en 1974; Tarrasa, 1975, etc., Infiltrándose en parroquias, conventos y movimientos apostólicos. En Madrid tienen más de medio centenar de centros; en Barcelona es importante en el cinturón de la capital; en Sabadell, Tarrasa, Granollers… Crece rápidamente.

    ***
    Hubiera querido discutir las tesis de CPS y tratar de refutarlas, pero me falta ya espacio y sobre todo, preparación teológica. Por otra parte, mi propósito era sólo informar, dar la voz de alarma, desenmascarar la maniobra y señalar las líneas de ataque de la subversión. Sin embargo, me permitiré algunas, inconexas, consideraciones finales

    Antes era difícil este estudio porque faltaba aún la doctrina CPS, se conocían sólo los atisbos de los ideólogos (o activistas) precursores, Girardi, Farner o Garaudy. Ahora se dispone de una base de partida, con las resoluciones de los congresos CPS en Santiago, Bolonia, Ávila, Perpiñán o de “Marzo”. Son coherentes y rotundos.

    Resumámoslos y de paso tendremos el esquema de la “teología de la liberación”. Como hemos visto, CPS repudia la sociedad capitalista y afirma que no tiene remedio ni mejora. En contra de León XIII, del Vaticano II, de Medellín, arbitrariamente se afirma que no existe otra alternativa, una tercera vía entre capitalismo y comunismo, y no hay evolución posible; es irremediable la revolución. Tabla rasa. La violencia es también lícita.

    Se rechaza el pluralismo socialista y se sienta que la única solución es el marxismo y el materialismo dialéctico, sin justificarlo tampoco. Los cristianos son de alistarse, aceptar la praxis sin discusión, son militantes (no sólo aliados) y han de renunciar, en cambio, a toda intención de proselitismo cristiano, tal como dispuso el Che Guevara. “Los cristianos no pueden pretender imponer sus propios dogmas en la lucha revolucionaria; deben venir sin la pretensión de evangelizar a los marxistas”. El cristianismo revolucionario se halla constreñido a abandonar su fe.

    Como final y arbitrariamente, se denuncia a la Iglesia “constantiniana” como ligada a los intereses económicos de la burguesía. Precisa erradicarla y fundar una Nueva Iglesia del Pueblo, que acabará en un cristianismo marxista, con el ateísmo como fondo.

    Se habrían logrado así los dos objetivos previstos en la planificación comunista: llevar las masas al marxismo y destruir la Iglesia y la religión.

    Algo que es irrebatible

    Pero lo más importante, el punto de partida, es la pretendida convergencia de cristianismo y marxismo, su compatibilidad. “La pretendida incompatibilidad es un cuento”, afirma caprichosa y chocarreramente el ex jesuita José María Díez Alegría, que agrega que Marx le ha ayudado a descubrir a Jesucristo. Pero como vimos en la primera entrega, el magisterio de la Iglesia, los teóricos marxistas, los filósofos imparciales, coinciden en afirmar rotundamente la incompatibilidad del cristianismo con el marxismo: “son dos formas de fe que se excluyen radicalmente”. Esto es irrebatible.

    Algunos de los primeros ideólogos de CPS, como Richard, en su afán de no romper totalmente con la Iglesia, se preguntaban si era posible separar el marxismo, en cuanto a teoría científica, de la ideología marxista, de su filosofía; separar la praxis del ateísmo. Entonces, para un cristiano podría ser lícito el utilizar el marxismo como mero instrumento económico social. (...)

    Los CPS dicen haber llegado al marxismo por la caridad, por el amor al prójimo; pero será solo el amor al proletariado industrial urbano -de alto nivel de vida, con seguridad social, libre-, que da la casualidad que es el que, según Marx, ha dejado de ser el instrumento de la revolución. Y, sin embargo, son muchos los que sufren, aun sin ser proletarios.

    Pero a Marx no le movía la caridad, que rechazó indignado; el marxismo es una teoría científica en la que no interviene la compasión, el amor, que no son categorías racionales. Aquí tampoco acertó, pues CPS. (…)

    Cristianos para el Socialismo cae en la vieja herejía saducea y pretende construir la sociedad marxista –“Reino de Dios sobre la tierra” (sic)- sin Dios. El teocentrismo pasa a antropocentrismo; la teología se queda en sociología. Desacralización. Muerte de Dios. Queda sólo el “cristianismo horizontal”, un Cristo redentor social, humano, que aún es admitido porque “tenemos constancia histórica de su existencia”. Cristianismo ateo.

    José MALUQUER CUETO

    (continúa)


    Última edición por ALACRAN; 30/06/2022 a las 14:20
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    Re: Infiltración comunista en la Iglesia, en el Postconcilio

    “Comunidades de Base”

    Revista FUERZA NUEVA, nº 539, 7-May-1977

    Marxismo y cristianismo (y IV)

    C. B. “Comunidades de Base”

    No hace mucho, en junio de 1975, en el nº 442, la redacción de FUERZA NUEVA publicó un excelente informe sobre “Las Comunidades de Base. Subversión en la Iglesia”. En junio del 71, “Iglesia-Mundo” (nº 7) había publicado ya un importantísimo estudio, al que nos referimos constantemente, sobre el mismo tema, “Comunidades de Base y Nueva Iglesia” (B.N.I.) realizado por su Equipo para la Investigación de Cuestiones Actuales, que, ampliado con unos valiosos anexos, fue editado por la Acción Católica Española en 1971.

    Debieran estos documentos relevarnos de tratar de las C. B. en esta serie de estudios de la subversión contra la Iglesia, pero el tiempo transcurrido y la conveniencia de presentar el enlace de las C. B. con las otras subversiones en una planificación total, me mueven a volver sobre el tema, rogando, dispensen las repeticiones.

    Introducción informativa

    Las “Comunidades de Base” o “Grupos Proféticos” o “Comunidades de Catecumenado” o “Cristianos Solidarios”, que principiaron a proliferar hacia 1967, suelen ser pequeños grupos aparentemente independientes y espontáneos, desligados de la jerarquía, pero a menudo insertados aun en la Iglesia -para poder mentalizar desde dentro-, cuyas estructuras rechazan, que se constituyen en germen de una Nueva Iglesia, o Iglesia del Pueblo, reinterpretada e inventada desde la base. “Preconizan una Iglesia secularizada, desacralizada, antropologizada, comprometida, reducida a pequeñas comunidades de seglares, sin clero, sin manifestaciones de poder, sin idealismos”. Vienen a ser, pues, unas células ácratas religiosas. La subversión suelen extenderla a toda la sociedad y a su organización política. Rechazan toda colaboración con los gobiernos de los países “capitalistas”, pero no con los socialistas. “Cristianos para el marxismo” han abierto nuevas perspectivas a las C. B., con las que enlazan. En las C. B. el compromiso político es fundamental.

    Las C. B. son células de diez a treinta miembros, que no tienen que ser necesariamente católicos ni creyentes y que pueden ser marxistas, a menudo nacidas de la acción de un “profeta”, seglar o “laico ordenado”, caso, por ejemplo, de la Comunidad de Moratalaz y del sacerdote marxista P. Mariano Gamo, o a la sombra de una revista como “Temoignage Chretien” o “Frères du Monde”, que difunde su ideología y sus tácticas. A ser posible, incluyen un “liberado” que lleva el peso de la actividad de la célula. A veces se agrupan un centenar de comunidades, en lo que en Francia han llamado “concertaciones”, organización paralela a las diócesis.

    IDO-C e “Informations Catholiques Internationales”, que con “Échanges et Dialogue” patrocinan y tutelan las C. B., a las que controlan, pronto se dieron cuenta de que, al acelerar su evolución ácrata, se les escapaban de las manos, e intentaron restablecer una estructura eclesial para frenarla. Aunque las C. B. recelan de toda atadura, no tardaron, pues, en aparecer “Conversaciones”, “Colectivos” y Asambleas, con una organización aparente y otra subterránea, donde está él IDO-C, con secretariados permanentes regionales, nacionales y mundiales a cargo de “liberados” y una Comisión Permanente nacional que asume la dirección política. En España, el Secretariado General y la redacción del Boletín radican en las inquieta Salamanca, donde ya están implantados “Concilium” del IDO-C, y “Sígueme”.

    Ejemplos de una actividad

    El enlace se efectúa a través de los responsables de grupo. La coordinación es muy importante, sobre todo en el plano internacional. Boletines a distintos niveles, a veces muy importantes, como el de la Semana de Teología C. B. de Deusto o las actas de la “Asamblea del Clero comprometido” de Valencia, difunden las tácticas y codifican los acuerdos. En la imposibilidad de extenderme sobre esta actividad de organización, remito a “C. B. N. I.” en sus anexos I y II.

    Ejemplos de los resultados de esta coordinación de actividades son, en el plano español, la lucha para controlar los nombramientos de obispos auxiliares en 1969, en que se pretende sean elegidos por la base y no designados por la Santa Sede; la “Operación Concordato” en 1974, que vimos ya en la entrega segunda, pretensión de negociar directamente con el Estado español un Concordato revolucionario a espaldas de Roma; la “Operación Moisés” en 1966, contra la disciplina en la Iglesia, y el terreno mundial, cumplimentando y secundando las consignas del IDO-C, el intento de intervenir y doblar el Sínodo de Obispos en Roma, en 1971, con otro paralelo, o las maniobras para alentar una fantástica dimisión de S. S. Pablo VI, ataques todos a la Iglesia instituida y a su unidad y universalidad.

    A la multitud de las C. B., hay que añadir numerosos movimientos y disidencias diferentes en su composición a aquéllas y entre sí, pero de parecida intención contestataria, desacralizadora, antieclesial; constituidas sobre todo por clérigos y religiosos que rechazan la disciplina y el celibato y pretenden la libre contestación, el compromiso político, la militancia marxista. Enlazan con las C. B., a las que a menudo pretende encuadrar. Todos estos movimientos, que integran a clérigos conocidos y hasta jerarquías que tienen aún un pie dentro de la Iglesia, contribuyen poderosamente a su erosión. Suelen tener mayor volumen de afiliados que las C. B., mayor organización y enlaces, superior nivel intelectual. Están orientados a menudo por IDO-C. y respaldados por numerosas revistas. Citaremos, por ejemplo, el movimiento “Échanges et Dialogue”, que encuadra más de mil sacerdotes activistas en Francia, con la consigna “tuer le clerc”, que controla la amplia “Asamblea Europea de Sacerdotes” (A. E. S.) y que enlazó con la “Asamblea Peninsular de Comunidades Cristianas” de Valencia, en 1969, como colabora con grupos similares en los cinco continentes, o bien la “Sociedad de Sacerdotes para un Ministerio libre” de la Federación Nacional de EE.UU., que agrupa a 35.000 sacerdotes de los 60.000 del país. Iglesia paralela: o “Frères du Monde”, que controla a muchas células C. B. en veinte países del Tercer Mundo. Es interesante saber que -sobre todo en Francia- muchos de estos movimientos aparecieron o se expansionaron con la explosión anárquica de los estudiantes libertarios de París, en mayo del 68.

    “Échanges et Dialogue” y la A. E. S. organizaron, entre 1969 y 71, Asambleas de Sacerdotes Contestatarios en Coire, Roma, Milán, Ámsterdam y Namur, y en 1971, otra paralela al Sínodo de Obispos en el Vaticano, con la ayuda de IDO-C y la colaboración personal de González Ruiz, Congar, Rahner, etc., para proporcionar a los restantes movimientos, incluidos el español, bases doctrinales, directrices y consignas, y para impulsar y coordinar los movimientos nacionales de subversión religiosa.

    En España

    En España, la primera asamblea tuvo lugar en el inevitable Montserrat, en 1967, con mediano resultado debido a las intemperancias políticas del clero nacionalista catalán y vasco. Siguió luego la de Segovia, en 1968 y otras menores. Pero la más importante fue la “1ª Asamblea Peninsular de Comunidades Cristianas en Valencia en 1969, muy radical y con participaciones extranjeras. Siguió en el mismo año la Semana de Teología C. B. de Deusto, en Bilbao, importante bajo el punto de vista ideológico, con la participación de Girardi, Gomis, Llanos, Caffarena, Basilio de Rubí y el equipo de “Fe y Secularidad”, que ya encontramos en la Asamblea de C. P. S. en El Escorial. En 1970, se celebró otro concilio de “Teología de C. B.” en Segovia, en el que fue ponente el obispo monseñor Palenzuela, quien estuvo también con los cristianos marxistas de El Escorial en 1972. Esta presencia simultánea enlazando varios movimientos - C. B., C. P. S., IDO-C- se repite. Es el caso también de los PP. Montero, Dalmau, González Ruiz, Calderón, etc., indicio de planificación general.

    En todo el mundo se han multiplicado las C. B. de un modo increíble, ha sido una verdadera explosión subversiva. En España, un boletín de información del Secretariado General, difícil de obtener, da cuenta del número y actividades de las C. B. Había ya, en 1970, Comunidades en medio centenar de diócesis, cuya relación puede verse en el artículo de FUERZA NUEVA arriba citado. En CIO (nº 220 de 12-VII-75), bajo el título “La otra Iglesia en Madrid”, se da la relación nominal de ochenta C. B. del centenar existente. En Cataluña son muy numerosas; se destacan por su actividad la C. B. del Besós-Maresma, con Jaime Cuspinera; la Comunidad de Can Anglada, en Tarrasa; la del Campo de la Bota, con Fco. Botey; la de Centelles con Jaime Rodry, etc.

    A pesar del anticlericalismo de las C. B. y de su propósito de suprimir el clero, seminarios y conventos, están desempeñando un importante papel en ellas sacerdotes y religiosas “mentalizados”. Las C. B. intentan infiltrarse en parroquias, órdenes religiosas, movimientos apostólicos, de acuerdo con una técnica muy estudiada y minuciosa, típicamente marxista: lavado de cerebro y mentalización.

    En una primera fase, siguen con un pie dentro de la Iglesia, para tranquilizar catecúmenos y jerarquías y para poder contaminar desde dentro, a veces con el beneplácito de la jerarquía que espera poder controlarlas. Es el caso, citado, de Madrid y así lo que sucede en Suramérica después de Medellín, con las Comunidades Eclesiales de Base, C. E, B., que pronto pasan de controladas a controladoras.

    El compromiso político

    En las C. B., sorprendentemente, se admite un pluralismo religioso -católicos, protestantes, agnósticos, ateos, marxistas- porque “es construyendo el mundo como se construye la Iglesia”, pero, en cambio, un único compromiso político, que es el aglutinante y no la fe, el marxismo, ya que éste, como sostienen también los cristianos para el socialismo, es la única política científica que ha de permitir construir el nuevo mundo. Por tanto, la colaboración con los marxistas debe buscarse, ya que se trata de construir juntos “algo nuevo”.

    Para las C. B., la contestación de Iglesia y Sociedad es global, inseparable, es un combate único. La aceptación del compromiso revolucionario supone el aceptar la lucha de clases como método y motor, lucha que ha sido condenada por la Iglesia institucional, como ratificó en su día Juan XXIII. Se combate a la Iglesia porque rechaza el marxismo, ateo. Los males de la sociedad se achacan a la traición de la Iglesia al contenido político revolucionario del Evangelio; por lo tanto, hay que destruirla.

    Como en el caso de PAX, como con los C. P. S., vemos cómo con la ayuda de unos endebles sofismas se infiltra como motor y meta el marxismo.

    ***
    La ideología religiosa de las C. B., debido a su anarquismo fundamental, es variada y plural, aunque bajo la influencia oculta del IDO-C. y la de las Asambleas y Congresos tiende a unificarse.

    En las C. B. toda la autoridad radica en la base, que reinventa la teología e interpreta libremente las Escrituras, prescindiendo de los “teólogos tecnócratas”, ya que el objetivo primero es la desclerificación, la secularización. La reforma de la moral compete también al seglar, no al clérigo. El Derecho Canónico no se reforma, se suprime.

    La liturgia, el culto, quedan reducidos a casi nada o desaparecen. La Eucaristía, desacralizada, se celebra en un domicilio particular sin ornamentos, sentados alrededor de una mesa, después de cenar, con pan corriente y vino común. De los sacramentos, el bautismo de los niños se rechaza, porque coarta su libertad futura y porque crea diferencias, bautizados y no bautizados. La penitencia con confesión desaparece. El vínculo matrimonial queda roto con la desaparición del amor. Los votos religiosos son una nota anacrónica, sobre todo las monjas. Deshumanizan, cerrando a las realidades temporales. No hay distinción entre sacerdote y laico. Se puede aun admitir un sacerdocio a media jornada, aunque el final ha de ser la desaparición del clero, con la supresión de los seminarios, que son sustituidos por la Comunidad de Base, de los conventos, etc. Los sacerdotes y obispos eventuales son formados, elegidos por un tiempo limitado y cesados por la base. El clérigo de transición no ha de ser célibe y gozará de las libertades de trabajo, contestación, compromiso, político. Esto último es fundamental, se ha de solidarizar con la lucha popular.

    Pero a lo que se ataca es a toda la Iglesia. Unas veces, sin justificarlo, se la declara constantiniana y corrompida; otras, que está deshumanizada y es alienante; otras, que está desfasada, que no responde a las exigencias del mundo moderno, secularizado y adulto. La crítica se hace con criterios socio-políticos, siguiendo el materialismo marxista. Método evidentemente inadecuado. De lo que se trata es de destruirla, no de reformarla. Sin embargo, a veces se propone convocar un nuevo Concilio, en el que hablarán los seglares.

    La Iglesia no necesita templos. Debe desprenderse de todas sus instituciones docentes, de sus seminarios. La parroquia, alienante, será sustituida por una red de C. B.; se prescindirá de las obras que tutelaba: escuelas, patronatos, caridad, bibliotecas, que serán estatizadas. Como la instrucción ha de ser laica, las órdenes religiosas que se dedican a la enseñanza suprimirán toda alusión confesional. Las obras apostólicas, las misiones, sustituirán la acción evangelizadora, desfasada, por un compromiso temporal, revolucionario. Los cristianos deben abandonar toda acción política y social que implique la defensa de los principios cristianos, porque impide la hermandad con los demás hombres, especialmente con los marxistas. Es decir, exactamente lo que recomendaron Castro y el Che Guevara a los cristianos para el socialismo sudamericano.

    Más allá de lo que creían muchos

    Estas metas, las más extremas, claro, van más allá de lo que pretendía PAX y de las viejas aspiraciones masónicas. Ahora ya sabemos lo que quería insinuar La Pasionaria en el Círculo Grimau de La Habana, cuando decía que “las nuevas corrientes que han asomado entre los católicos franceses, totalmente divididos, pueden ser nuestra gran solución para España”. Estas metas están tomadas de las actas de los Congresos C. B. y de las revistas afectas, sobre todo del artículo de Grotaers, del IDO-C ya citado. Vamos a probar con un ejemplo real que no hemos exagerado.

    Cuando en 1974 la “Operación Concordato”, antes ya citada, fracasó, replicaron las “Comunidades Cristianas de las Españas”, “que abarcan la mayoría de las diócesis españolas”, con un manifiesto multicopiado en las oficinas del Arzobispado de Madrid, según parece, en el que, después de declarar “legítimos representantes del pueblo de Dios en España a los elementos más comprometidos de la Conferencia Episcopal Española” y de atacar cualquier Concordato directo entre la Santa Sede y el Estado español, se aboga por conseguir:

    • Un entendimiento sin intermediarios (léase Santa Sede) entre la “auténtica” Iglesia española y el Estado español.

    • El reconocimiento de la libertad religiosa, reflejado en la supresión de los documentos religiosos (partidas de bautismo, certificados de matrimonio, etc.)

    • Legítima opción a leyes que admitan el divorcio, aborto y otras libertades que son admitidas por otras religiones, por la moral moderna y por los no creyentes.

    • Abolición de todo tipo de censura.

    • Supresión de la enseñanza religiosa obligatoria en los Centros Oficiales.

    • Supresión de todo tipo de privilegios y subvenciones a la Iglesia católica y a sus jerarquías, para conseguir una fraterna igualdad con las demás religiones.

    • Independencia de la Iglesia frente al Estado con la denuncia profética y el compromiso político.

    • Por una Iglesia del Pueblo.

    Las Comunidades de Base son el instrumento para la destrucción de la Iglesia instituida y el germen de una Nueva Iglesia. “La destrucción es inevitable por la incapacidad congénita de la Iglesia para comprender y aceptar los signos de los tiempos”. Las C. B., a medida que destruyen, van inventando, con la colaboración de los clérigos comprometidos, una iglesia paralela. Una vez concluida la destrucción de las estructuras eclesiales, su misión habrá concluido; solo quedará la Nueva Iglesia.

    Pero la teología de la Nueva Iglesia rechaza todo apriorismo anterior. Se trata también de una nueva religión. Se habla ya de religión sin Dios y sin Iglesia. El cristianismo sería sólo una actitud vital. El cristiano dará testimonio por la acción y por el compromiso. (…) Antropocentrismo sustituyendo a teocentrismo. “Muerte de Dios”. La figura del ateo adquiere una nueva dimensión, es un hombre que camina en vanguardia, que tiene la valentía de vivir los problemas del mundo sin la ayuda de un “Dios explicación”. Materialismo marxista.
    La Nueva Iglesia no parece pueda ser otra que la Iglesia de las Tinieblas. (…)


    José MALUQUER CUETO
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    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Infiltración comunista en la Iglesia, en el Postconcilio

    La inflitración comunista en la Iglesia era conocida de bastante tiempo atrás. Otro artículo del año 1968 sobre el tema

    Revista FUERZA NUEVA, nº 76, 22-Jun-1968

    Los “falsos hermanos”, instrumento de Moscú

    “Para acabar con la religión es mucho más importante introducir la lucha de clases en el seno de la Iglesia que atacar a la religión de frente”, decía Lenin. Todo el materialismo dialéctico estriba en la introducción de las contradicciones en todos los ambientes, instituciones y sociedades. El padre Schweiglen, en “La Civiltá Cattolica”, ya en 19 de febrero de 1949, estudiaba el proceso desintegrador de la dialéctica marxista en el seno de la Iglesia. Señalaba estas cinco etapas: separar y alejar a los fieles de la jerarquía y del clero; no hacer mártires; activar la lucha de clases en el medio cristiano; utilizar y favorecer la religión más débil y menos jerarquizada contra la más sólida y fuerte, y apoderarse del mecanismo eclesiástico.

    En el documento del cardenal Wyszynski, que acompañaba la nota de la Secretaría de Estado de la Santa Sede sobre la organización seudo católico-comunista PAX, de Polonia, destaca como su táctica opera “disolviendo, formando focos antagónicos entre los fieles y, sobre todo, en los medios eclesiásticos y religiosos… No atacar jamás a la Iglesia de frente, sino “por su bien”, por sus “estructuras caducas” y los “abusos que la desfiguran”. Con hábiles maniobras de zapa formar en los medios eclesiásticos núcleos de “insatisfechos”, para meterles poco a poco en el “clima fecundo de la lucha de clases”. Se trata, no de liquidar a la Iglesia, sino de sojuzgarla y ponerla al servicio de la revolución comunista”.

    Podemos decir que en Barcelona vivimos este proceso de división planificado, creciente, fácilmente detectable, para que no haga política de avestruz.

    Recuérdense las campañas contra el arzobispo doctor Modrego, las manifestaciones subversivas en su palacio episcopal, las organizaciones clandestinas, el boicot a la campaña del Rosario en Familia del padre Peyton, la bien financiada agitación con el slogan provinciano de “Volem Bisbes Catalans”, la manifestación facciosa de sacerdotes en la vía Layetana el 11 de mayo de 1966, el asalto a los cuadros directivos de las asociaciones católicas, la red de editoriales y publicaciones con el claro designio de dividir y “dialectizar” a los católicos, los cargos eclesiásticos que permiten la anulación de los que no piensan como ellos y preparan el ambiente para atacar al Vaticano, son una amalgama encadenada de la organización progresista entre nosotros.

    En el programa de acción de Li Wei Han, del Partido Comunista chino, se dice textualmente:

    Hemos llegado a la última etapa.

    Después de la separación de la Iglesia del Vaticano, se pueden consagrar nuestros propios líderes en la Iglesia.

    Cuando llegue el momento en que los puestos de responsabilidad del clero sean de los nuestros y sometidos al gobierno popular, se procederá a erradicar paulatinamente los elementos de la liturgia incompatibles con el gobierno popular.

    Los primeros cambios serán de los sacramentos y de las oraciones, luego se protegerá a las masas contra coacción y presión a asistir a la iglesia, a practicar la religión u organizar grupos colectivos representando cualquier secta religiosa.

    Cuando la práctica de la religión se convierta en responsabilidad individual, se sabe que lentamente la religión se olvida.

    Las nuevas generaciones reemplazarán a las pasadas y la religión será un episodio del pasado digno de ser tratado en las historias del futuro
    ”.

    El programa se cumple

    (…) Veamos unos ejemplos. Recientemente, la Junta Nacional de la Acción Católica española publicó un comunicado de la sesión plenaria celebrada en 11 del pasado mayo. En el mismo se hacía constar la adhesión a la Jerarquía, el agradecimiento por los trabajos efectuados por los antiguos dirigentes y la Unión que debe reinar en el apostolado seglar organizado. Inmediatamente, el Consejo de Hombres de Acción Católica de Barcelona, cuyos cuadros parroquiales y cuya influencia esencial es ridículamente minúscula -como lo demuestra la ineficacia de su epiléptica disconformidad contra la campaña del Rosario en Familia del padre Peyton y otros “éxitos” similares-, ha hecho pública una nota de disconformidad con la Junta Nacional de Acción Católica.

    Uno se sorprende de que un organismo diocesano, que toda su fuerza y razón de ser es la vinculación con el Pastor de la diócesis, tenga la facultad -o indebidamente se le tolere- de manifestarse incompatible contra aquellos de quien recibe el mandato apostólico. Al fin y al cabo, el comunicado de la Junta Nacional de Acción Católica no era sino la aplicación de lo que dijo Pablo VI al III Congreso Mundial de Apostolado Seglar. (…) Pero claro, el Consejo de Hombres de Acción Católica de Barcelona no se enteró de este discurso pontificio, pues, con el afán de propagar y divulgar la (herética) “Vida de Jesús”, de Renán, no tuvieron espacio para tal discurso en su publicación “Apostolado Seglar”. (…)

    Jaime TARRAGÓ


    Última edición por ALACRAN; 20/10/2022 a las 14:27
    Pious dio el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: Infiltración comunista en la Iglesia, en el Postconcilio

    Plan comunista para la Iglesia en España

    Revista FUERZA NUEVA, nº 554, 20-Ago-1977

    PLAN COMUNISTA PARA LA IGLESIA EN ESPAÑA

    Por el P. Roberto García

    El pretendido “flirteo” del PSOE con la Iglesia es una hábil e hipócrita maniobra que actualmente (1977) le es del todo imprescindible para conseguir el poder. Su “manipulación” forma parte del plan vital proyectado para la conquista de la Patria. Es increíble la ceguera, y tal vez la malicia, de algunos obispos y bastantes clérigos y católicos españoles que se prestan complacientes al flirteo comunista, cuando la historia pasada y los hechos presentes evidencian las profundas intenciones, ahora disimuladas, del comunismo: la lenta y dolorosa estrangulación de la Iglesia hasta su total aniquilación.

    Naturalmente, el señor Carrillo y sus huestes y anfitriones bien se cuidan ahora de amenazar a la Iglesia, y hasta son generosos en elogios, sonrisas y aun promesas de un próximo compromiso nupcial, aunque después termine todo en una tragedia y baño de sangre o, en el mejor caso, en una vergonzosa esclavitud, como vemos hoy (1977) en todos los países comunistas. Ellos hablan de paz, coexistencia pacífica, alianza, respeto y libertad, pero éste es su verdadero plan de liquidación de la Iglesia.

    ***
    Objetivo final: Extinción total de la Iglesia en España.

    Objetivo inmediato: No liquidar a la Iglesia, sino sojuzgarla, enfeudarla y ponerla al servicio de la revolución comunista. Se trata, en suma, de aplicar íntegramente el famoso principio “política ante todo” mediante el sometimiento total de la Iglesia en provecho de la revolución comunista (DSS, 5 y 9).

    Estrategia: Debilitar a la Iglesia y despojarla de sus instituciones y de todo tipo de influencia social bajo el pretexto de construir “la Iglesia de los Pobres”.
    -Atraerla al diálogo y colaboración con los comunistas para “mentalizarla” e implicarla en la revolución mediante el compromiso político para la “liberación de los oprimidos” como “exigencia de la fe”.
    -Integrarla en el “frente común político” en lucha por la “Reconciliación Nacional” y las “Libertades democráticas”.
    -Utilizarla para “destruir la ciudadela reaccionaria”, derribando todas las estructuras de la Iglesia y sociedad actuales como “opresivas”.
    -Pagar “con elogios y promesas” (de una sociedad más justa y una coexistencia pacífica) su indispensable cooperación en la marcha hacia el comunismo.
    -Introducir en la Iglesia la lucha de clases. “Para acabar con la religión -dice Lenin- es mucho más importante introducir la lucha de clases en el interior de la Iglesia que atacarla de frente” (DSS, 5)
    -“Obrar disolviendo, formar focos antagónicos entre los fieles y sobre todo en los medios eclesiásticos y religiosos” (DSS, 5).
    -Escindir a los obispos en dos bloques: los integristas y los progresistas (DSS, 5).
    -Denigrar a los obispos ante el pueblo: “grandes señores de estilo feudal, colmados de bienes terrenales y que guardan las distancias con los sacerdotes y los fieles” (DSS, 6).
    -Colocar, bajo mil pretextos, a los sacerdotes contra los obispos (DSS, 5)
    -Hacer ver que “los laicos están oprimidos por los obispos y los sacerdotes, los cuales les privan de toda iniciativa dentro de un sistema clerical caduco” (DSS, 6).
    -Abrir una grieta sutil en las masas mediante ingeniosas distinciones entre “reaccionarios” y “progresistas” (DSS, 5)
    -Con hábiles maniobras de zapa, formar en los medios eclesiásticos núcleos de “insatisfechos”, para meterlos poco a poco “en el clima fecundo de la lucha de clases” (DSS, 5)
    -Adaptación lenta y paciente mediante la infiltración de nuevos contenidos en las ideas tradicionales (DSS, 5) El proyecto de “nuevos contenidos” para una “Nueva Iglesia” al servicio de la revolución comunista está expuesto en el libro del jefe del movimiento marxista “Pax”, señor Piasecki. “Problemas Esenciales”, libro condenado por la Santa Sede en 1955 (DSS, 4). (…)
    -Hacer ver que “la era tridentina en la historia de la Iglesia parece definitivamente cancelada y comienza una nueva época “más abierta y más tolerante”.
    -Supresión del dualismo temporal-espiritual.
    -Equiparación de la Revelación con “los signos de los tiempos”.
    -Colocación en un mismo plano del orden creado del trabajo “para el perfeccionamiento de la tierra” y el orden de la gracia.
    -Hacer que “los católicos inteligentes, sacerdotes y laicos tengan los ánimos y argumentos necesarios para que los obispos se avengan a razones y mantenerlos en una justa evaluación de la realidad temporal, político-social” (DSS, 6)
    -Reinterpretar la historia de la Iglesia según el esquema de la crítica marxista.
    -Realizar un análisis crítico del Evangelio politizante y radicalizando la persona de Jesucristo.
    -Afirmar el papel del cristiano en el mundo como “un compromiso político revolucionario” según la dialéctica marxista de la lucha de clases.
    -Identificar la “liberación cristiana” con la lucha contra las estructuras injustas de la sociedad y de la Iglesia (DSS, 6 y 8).

    (…) Diálogo entre católicos y comunistas

    La llamada “Estrategia de las Alianzas” implica el diálogo y colaboración amistosa entre católicos y comunistas como algo no solo posible, sino necesario e imprescindible. Para los comunistas, la alianza con los católicos en España es necesaria, ya que la Iglesia sigue teniendo una gran influencia espiritual sobre amplios sectores del país, “particularmente en el campo, entre la pequeña burguesía y entre las mujeres (SUCC, p.10). Bien saben los comunistas que si no logran consolidar dicha alianza y colaboración desaparece su única posibilidad de éxito: “es menester cuidar de no comprometerse delante del pueblo, afirmando lo que de veras queremos. Eso sería falta de táctica” (Lenin, “Sobre la Religión, pág. 67).

    Los comunistas reconocen complacidos esta colaboración hasta el punto de escribir estas palabras, muy significativas, Santiago Álvarez, “Sobre la unidad de católicos y comunistas”: “… una de las razones subjetivas de que el movimiento de oposición adquiera hoy las dimensiones mencionadas se debe a la unidad de acción en la lucha de católicos y comunistas. Hoy, nuestros aliados principales en la lucha contra Franco son los católicos. Esta es una realidad. Y quizá el signo más característico y más prometedor de la actual situación española” (SUCC)

    El PCE no puede, cara a los católicos, declarar abiertamente el verdadero -y único- sentido instrumentalista que dicha alianza tiene para él. No puede reconocer que sólo desea la colaboración de los católicos para conseguir -y sólo hasta que lo consiga- sus propios objetivos políticos, pues le resultaría muy difícil así lograr la alianza que busca. Por el contrario, se esfuerza por hacer creer que esa alianza beneficiará positivamente a los propios católicos, que, gracias a ella, no sólo se verán libres de los ataques del Partido contra la Iglesia, sino que podrán así realizar las únicas acciones eficaces, las únicas que deben y pueden emprenderse “si se quieren de verdad resultados”, y que no son otras que las que el Partido propugna. Por lo tanto, a los católicos no les queda más remedio que colaborar con los comunistas, si no quieren verse condenados a la inacción y ser tachados de cómplices de las injusticias (BII).

    Que el diálogo y la colaboración son posibles, ya se encargan no pocos clérigos y católicos de afirmarlo y defenderlo cada vez con mayor frecuencia y claridad, ignorando y combatiendo la doctrina de la Iglesia sobre el particular, o, lo que es aun peor, interpretando algunos documentos del Magisterio como si de ellos se desprendiera la posibilidad de la colaboración con los comunistas. Estos no solo no ocultan su satisfacción y hasta los elogios a los que dentro de la Iglesia propugnan la colaboración, sino que incluso les apoyan y ensalzan a través de la prensa, intentando incrementar su prestigio e influencia sobre el resto de los sacerdotes y católicos.

    ***
    La preciosa colaboración que sacerdotes y militantes católicos vienen prestando al Partido Comunista la declara abiertamente el mismo comunista Santiago Álvarez, cuando escribe: “Los cambios que se operan en el movimiento católico español no se han producido de golpe ni son espontáneos. Su génesis y su desarrollo parten de la fuerza que ha ido adquiriendo la lucha de clases obrera especialmente en la unidad de acción de comunistas y católicos desde finales de la década 1950. Pero estos hechos no son sino la continuidad, en una fase más avanzada de la lucha obrera y popular, de la participación que sacerdotes y otros ministros de culto católico han venido teniendo al lado de los comunistas en los últimos años.

    Y prosigue diciendo Santiago Álvarez: “Son muchos los casos en los que las octavillas o llamamientos a las huelgas se han impreso con su colaboración. En que las Comisiones Obreras se han reunido en locales facilitados por los sacerdotes, y éstos han hecho de vigilantes o guardianes para preservar los obreros de la represión policiaca. En otros casos, grandes asambleas de obreros no autorizadas han tenido lugar en locales de las parroquias, etc” (SUCC)

    Hoy es para los comunistas y para millones de españoles evidente que los planteamientos hechos por el Partido, a partir de 1954, respecto al culto católico y, sobre todo, la política de “Reconciliación Nacional”, elaborada en 1956, han producido un impacto muy profundo en amplios sectores de la sociedad española y, concretamente, entre los católicos. Con esto -dice Santiago Álvarez- hemos facilitado su unidad de acción con nosotros, a pesar de las amenazas de excomunión del Santo Oficio y de la actitud tradicionalmente reaccionaria de la jerarquía española (…)


    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
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    Re: Infiltración comunista en la Iglesia, en el Postconcilio

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    La alianza entre católicos y comunistas confesada y demostrada por los comunistas con luz y taquígrafos. Su autor Santiago Álvarez, miembro de la Comisión Política del Comité Central del Partido Comunista Español (1969)


    Revista
    FUERZA NUEVA, nº 140, 13-Sep-1969

    Editorial

    Hasta el silencio

    Nuestros lectores podrán leer, en otras páginas de este número, y suponemos que no sin asombro, lo que existe de verdad en eso que hasta hace poco hubiesen parecido exageraciones y hoy (1969) es una triste realidad: la alianza entre católicos y comunistas. La pluma del secretario del Comité Central del Partido Comunista Español (en el exilio) ilustra bien y no deja la menor duda y el menor resquicio a la esperanza.

    La actitud de “Fuerza Nueva” ante estos hechos no hay que hacerla resaltar ahora, ya que sus 140 números entregados al público hablan con más claridad que todo cuanto pudiésemos repetir ahora.

    Pero hay un hecho, mejor aún, una serie de hechos sobre los que creemos hay que insistir. No se puede comprender una infiltración marxista tan perfecta en un medio tradicionalmente antimarxista como ha constituido siempre la generalidad de los católicos españoles, si no se cuenta con el apoyo y la ayuda, tácita o descarada de los medios de comunicación social.

    A veces se habrá revestido bajo el disfraz de un elogio solapado un personaje de la oposición al Régimen, otras, la publicación y auspiciamiento semi-oficial de una determinada obra siempre clara, siempre, claro está, bajo sus pretendidas cualidades literarias, otras, la publicidad excesiva y sospechosa a determinado editorial o colección de libros. A veces es la carta “privada”, dejada en el buzón o enviada a abonados. Otras, sutilmente, con culpables aquiescencias, en dosis diluidas o masivas, se ha hecho resaltar, bajo la forma de una mística de la reforma, una conferencia, unas charlas públicas y hasta una simple exposición artística en determinados locales. Todo ha servido. Cualquier medio ha sido utilizado para alcanzar el fin propuesto. Una entrevista, el inocente relato de un viaje, los gruesos titulares sobre una noticia al parecer intrascendente y, sobre todo ello, la gran arma de estos medios de comunicación: el silencio, cuando conviene a los fines perseguidos, sobre personas o hechos que han dado la señal de alarma.

    Nuestros lectores se habrán hecho más de una vez esta pregunta: ¿Cómo es posible que el marxismo penetre en la Iglesia? Persona tan destacada como el catedrático de la Universidad de Lieja, Marcel de Corte, contesta: “El marxismo moderado o violento ha invadido la mentalidad de los católicos que ocupan los cargos directivos en materia de medios de comunicación masiva. Se expende por sus vías al conjunto de los fieles”.

    Posiblemente, algunos, para tranquilizarse, piensen: Bueno, pero “España es diferente”. Nosotros, más realistas, por mejor informados, podremos contestarles: “ERA”…



    *****


    Revista FUERZA NUEVA, nº 140, 13-Sep-1969

    A CONFESIÓN DE PARTE…

    Tomamos para nuestros lectores los principales párrafos un artículo que, bajo este mismo título, publica “Revista Internacional”. Su autor, bien conocido por desgracia, de los españoles, es Santiago Álvarez, miembro de la Comisión Política del Comité Central del Partido Comunista Español.

    Por nuestra parte, sin comentarios, cuando ellos lo dicen…

    Aunque no está de más señalar la razón que nos asiste cuando, desde las columnas de “Fuerza Nueva”, insistimos una y otra vez sobre el mismo tema, pese a que, para algunos, seamos alarmistas, exagerados, reiterativos o anticuados.

    ***

    “Revista Internacional”, Septiembre 1968

    Por Santiago Álvarez (miembro de la Comisión Política del C. C. del P. C. español)

    LA ALIANZA DE CATÓLICOS Y COMUNISTAS

    Nuevas experiencias

    “Tenemos que rendir justicia -ha dicho, con este motivo, el camarada Santiago Carrillo- y lo hacemos contentos, a los militantes católicos que combaten codo a codo con nosotros, que se comportan lealmente con la clase obrera, que desean ardientemente poner fin a la dictadura, y tienen además, conjuntamente con los comunistas, la aspiración de acabar con la explotación del hombre por el hombre”.

    ***
    La participación de los católicos en las Comisiones Obreras junto a los comunistas y otros trabajadores es ya conocida. Mas las luchas sociopolíticas que se han ido produciendo en los últimos dos años largos, han contado también con el conjunto del movimiento católico progresista. Y es un hecho que esa participación abarca a todos los aspectos que, en la situación de España, condicionan las luchas obreras.

    ***
    Una de las experiencias más positivas en este orden, en los dos últimos años, es la que se está realizando entre la juventud obrera, con la creación de Comisiones Obreras Juveniles de fábricas, empresas, etc., en las que los jóvenes obreros católicos se esfuerzan por emular con los jóvenes comunistas, dando prueba de una gran combatividad y entusiasmo revolucionario.

    ***
    El papel del Partido Comunista en este movimiento nadie lo discute. Pero la aportación al mismo de los católicos progresistas y, de modo muy concreto, de la Juventud Estudiantil Católica (JEC), que ha venido colaborando estrechamente con los estudiantes comunistas y otros grupos, es también una realidad. Se recordará, además, que el primer pilar del SDE, el de Barcelona, fue establecido con la ayuda de los frailes capuchinos de Sarriá, que cedieron los locales del convento para la asamblea constitutiva, siendo por ese motivo sitiado por la policía.

    ***
    En este movimiento, la colaboración de comunistas y católicos progresistas se produce sobre todo en las acciones contra la represión y por la amnistía, la libertad de palabra, de prensa y de creación intelectual y artística, por las demás libertades democráticas, etc., pero también admitiendo que en nuestras revistas (“Realidad”) puedan opinar los católicos sobre los problemas del diálogo, y en algunos de sus órganos de expresión puedan, a veces, exponer su criterio los comunistas.

    En el surgimiento y desarrollo más reciente del movimiento democrático, ya muy importante, de profesionales (abogados, médicos, arquitectos, profesores de enseñanza media y primaria, peritos e ingenieros, etc.), la acción unida de comunistas y católicos progresistas ha sido y sigue siendo un factor de importancia. Los “bufetes laborales” creados por los abogados para defender a los obreros, los esfuerzos que en algunas zonas se realizan para extender esa ayuda a los campesinos, las asociaciones o movimientos de médicos jóvenes, de peritos y técnicos, de profesionales de la enseñanza, etc., son un ejemplo de cuento aquí afirmamos.

    ***

    En el movimiento campesino, junto a la labor de los comunistas en defensa de los obreros agrícolas y de los campesinos, juegan un importante papel los jóvenes sacerdotes y seminaristas (Asturias, Santander, Galicia, y Cataluña). En más de una ocasión, a la cabeza de las acciones o de las manifestaciones de los campesinos, al lado de los comunistas y de otros anti-franquistas se han encontrado sacerdotes jóvenes que, con su decidida actitud en defensa de los humildes, no temen desatar la cólera de las autoridades de su propia jerarquía y la de otros sacerdotes de posición integrista, defensores de los terratenientes, de los caciques o del franquismo. Algunos sacerdotes jóvenes y seminaristas no sólo suelen leer y discutir los materiales de nuestro Partido, sino que, por su propia iniciativa, los hacen llegar a los campesinos. En el movimiento católico progresista ha calado la idea de la necesidad de que “la tierra sea para el que la trabaje”.

    ***
    En el movimiento nacional democrático que, con el estímulo y apoyo de los comunistas, lucha contra el régimen y su cerril centralismo burocrático y por la libertades democrático-nacionales de Cataluña, Euzkadi y Galicia -entre ellas las de la lengua y la cultura-, también participan los católicos progresistas. A los centenares de sacerdotes catalanes y vascos que son veteranos en esa lucha, se unen, últimamente algunos sacerdotes de Galicia.

    La colaboración de católicos y comunistas apunta también en el movimiento de los pequeños empresarios (modestos industriales y comerciantes) que está emergiendo y cuyos núcleos más importantes se hallan en Madrid, Las Palmas de Gran Canaria, Barcelona y Valencia.

    El nivel de incorporación de la mujer a la lucha obrera y popular la pone de relieve su participación masiva en las más recientes luchas y particularmente en los jornadas del 30 de abril y del Primero de Mayo. En esa incorporación, el catolicismo progresista también colabora, de modo especial en el movimiento específicamente femenino, importante ya en Madrid, Barcelona, Canarias etc., y que progresa hacia su coordinación nacional.

    El odioso crimen de genocidio que con el heroico pueblo de Vietnam cometen los imperialistas yanquis, suscita en España una viva indignación y una cada vez más amplia y profunda repulsa. La participación del catolicismo progresista en ésta, es, asimismo, un hecho.

    ***
    En los últimos años han surgido en Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, Zaragoza, Coruña, etc., las Comisiones Obreras Cívicas, creadas para luchar contra la represión y por la libertades democráticas y que agrupan a representantes de todos los sectores populares y ciudadanos. En ellas, junto a otros católicos, participa también un importante número de sacerdotes.

    En conclusión, actualmente (1968) no existe en nuestro país ningún sector del movimiento democrático de masas en el que, de uno u de otro modo, no tomen parte los católicos progresistas. La acción de éstos se eleva a nuevos niveles, adquiere un mayor compromiso, en relación directa con el desarrollo de la lucha de masas y con el crecimiento del papel político que, al frente de esa lucha, desempeñan los comunistas.

    ***
    De otra parte, esta alianza de comunistas y católicos no es formal ni escrita, se está formando en la acción común en las fábricas, en la Universidad, en el campo, ante los tribunales y en las cárceles de la dictadura. Pero hoy no sólo es “la piedra angular de la unidad del nuevo movimiento obrero español”; no sólo permite registrar que “los estudiantes católicos participan también en la lucha estudiantil”, sino que deviene cada vez más la piedra angular de todo nuestro movimiento democrático de las masas.

    ***

    HECHOS CONCRETOS


    Nos es imposible referirnos al cúmulo de hechos demostrativos de que la afirmación que acabamos de hacer reposa sobre una realidad que se profundiza y amplía. Entre ellos tienen importancia las manifestaciones de sacerdotes que han venido a repetir y ampliar ejemplos anteriores. Cabe destacar, entre ellos, la que tuvo lugar ante la jefatura de policía de Barcelona (1966), en la que participaron 200 religiosos (entre ellos jesuitas y capuchinos) para protestar por la represión contra el movimiento estudiantil y, concretamente, contra un estudiante revolucionario, manifestación que tuvo honda repercusión en toda España, provocando, además, una gran polémica pública y un enfrentamiento directo de los sacerdotes con la jerarquía.

    Tres días después, 150 religiosos de todas las la diócesis de Cataluña (sacerdotes, jesuitas, benedictinos) se manifestaron, asimismo, ante el arzobispo de Barcelona, protestando por la violencias policíacas, solidarizándose con las anteriores manifestaciones y censurando la actitud de sus jerarquías. Y en ciudades e iglesias de Cataluña y de otras provincias (Sevilla, Albacete, etc.) frente a la versión franquista y de las jerarquías eclesiásticas sobre los hechos, se explicaban éstos en documentos clandestinos o los párrocos daban desde los púlpitos la versión real.

    La manifestaciones, reuniones de protesta contra el régimen y contra las propias jerarquías de la Iglesia, ha devenido una práctica en las filas eclesiales. La última demostración ha sido la asamblea de 70 sacerdotes celebrada en Madrid después de las jornadas. Lo mismo cabe decir de la solidaridad a raíz de la intervención policíaca en el convento de capuchinos de Sarriá (Barcelona) con motivo de la constitución del Sindicato Democrático de Estudiantes, cuando los provinciales de todas las órdenes religiosas de Cataluña se solidarizaron con los capuchinos. Se produjo, además, la protesta de diecisiete entidades católicas de Barcelona. Y cuando el obispo de Lérida expulsó de su diócesis al jesuita director de los círculos católicos que divulgaron el manifiesto sobre el caso, todas las organizaciones de Acción Católica de dicha provincia hicieron patente su protesta contra el prelado.

    Uno de los fenómenos más significativos del proceso que vive el catolicismo progresista español en este orden es el que se produce entre los seminaristas. En un momento dado, en la facultad de sociología del Seminario de San Sebastián se suspendieron los cursos porque la expulsión de cinco seminaristas suscitó la solidaridad de todos sus compañeros, que se declararon en huelga. La “revuelta huelguística” se produjo también, entre otros, en el Seminario de Teología de Barcelona. En estos días (1968), la expulsión de los alumnos del Seminario de Teología de Lugo ha provocado una ruidosa protesta de los demás seminaristas contra el obispo, y en el Seminario de Navarra, en relación con el Plan de Estudios, ha estallado una crisis que ha llevado a la mayoría de los teólogos a enfrentarse con el arzobispo, amenazándole con abandonar el Seminario.

    Las pruebas de solidaridad y compañerismo que esos hechos entrañan se extienden a la lucha contra la represión policíaca.

    Pero lo que sucede entre los seminaristas ¿no es acaso un aspecto de esa general “rebelión de la juventud”, expresión entre otras cosas de su generosidad y del espíritu objetivamente revolucionario que lo anima? ¿No es además un reflejo en esos medios juveniles eclesiásticos de los cambios radicales habidos en el mundo y de la enorme influencia de la ideología del marxismo-leninismo cuando la teología tradicional está en entredicho?

    La participación en las acciones de masas y la propia decisión de recurrir a métodos de protesta y de lucha características de la clase obrera y de las fuerzas revolucionarias halla su equivalente en las posiciones de orden político y, como veremos más adelante, en todas las demás esferas de la ideología. La actitud del movimiento católico progresista y, por el contrario, la de la jerarquía respecto a la pasada guerra civil, y esa propia actitud ante el pasado referéndum franquista (1966), quizás son dos ejemplos que merece la pena también subrayar.

    Mientras la alta jerarquía de la Iglesia no ha superado el espíritu de “cruzada” que le hizo tomar partido contra la democracia y por el fascismo, el movimiento católico progresista, con motivo del XXX aniversario de la guerra civil, levantó su voz para reclamar la amnistía para presos y exiliados políticos y la cancelación de aquel periodo. Y respecto al referéndum, en tanto que dicha jerarquía instó a los católicos a ir a las urnas, dando de hecho un apoyo al régimen, el movimiento católico progresista coincidió en general con el Partido Comunista de España y las demás fuerzas de la oposición en boicotear dicho referéndum, exigiendo para votar condiciones democráticas y rechazando al mismo tiempo el compromiso existente entre la Iglesia y el poder.

    Y una forma del rechazo de este compromiso por muchos sacerdotes consiste en pedir que se retire (o retirar ellos mismos) de las iglesias el yugo y las flechas y los retratos de Franco y del fundador de Falange.

    Nos hemos detenido en la explicación de la participación del catolicismo progresista en el movimiento de masas, haciendo alusión a la vez a algunos hechos políticos, porque en las condiciones de España, ese es el aspecto principal a través del cual se puede medir mejor los progresos del diálogo entre cristianos y marxistas. La lucha en apoyo de reivindicaciones inmediatas de la población trabajadora y de las libertades políticas es, además, el único camino para elevar aquélla a la fase más avanzada de la liberación social del hombre y para sustraer a éste de toda alienación, incluida la alienación religiosa. ¿No fue Lenin mismo quien indicó la necesidad de plantear esta última cuestión de modo concreto “sobre la base de la lucha de clases que se libra de hecho y que educa a las masas más que nada y mejor que nada”?

    ***
    Esta actitud tiene su lógico reflejo en los problemas del diálogo cristiano-marxista a nivel de discusiones ideológicas que en España se traducen en el diálogo entre católicos y comunistas. En contradicción con los acuerdos del Concilio y con la práctica que a través del Secretariado para los No creyentes acepta el propio Vaticano, las jerarquías eclesiásticas españolas se oponen a ese diálogo. Alguna de dichas jerarquías, como el obispo Guerra Campos, retrocediendo en sus propios pronunciamientos ante el Concilio, se halla en primera línea de esa cerril actitud y cuando se refiere al diálogo lo concibe como un instrumento de proselitismo a favor de la fe.

    Sin embargo, esa posición de las jerarquías de la Iglesia española no puede impedir que el diálogo se manifieste en el terreno que es más fecundo, en la coincidencia en desarrollar la lucha de masas, es decir, en el terreno de la praxis, y, como podremos ver, que se realice también al más alto nivel en el plano ideológico. Por lo contrario, dicha posición contribuye a profundizar las diferencias entre esas jerarquías y un sector más vasto del catolicismo, a que acabamos de aludir, perfilándose cada vez más netamente la existencia de dos Iglesias. Uno de los hechos que ilustra esa situación es la profunda crisis existente en la Acción Católica.
    (http://hispanismo.org/crisis-de-la-iglesia/28790-crisis-posconciliar-y-autodemolicion-de-la-accion-catolica-espanola.html).

    ***

    ELEMENTOS IDEOLÓGICOS DEL MOVIMIENTO CATÓLICO PROGRESISTA

    ¿Cuáles son, en el contexto de todo lo ya descrito, los elementos ideológicos más característicos que afloran en la posición de ese movimiento católico progresista? Dejemos, ante todo, que hablen algunos de sus testimonios.

    El primero de mayo de 1966, el teólogo José María González Ruiz hizo pública, en una iglesia de Barcelona, una homilía, en la que no sólo se propone una autocrítica en cuanto a la conducta pasada de los católicos, sino que se indica la necesidad de luchar por “una sociedad más justa” y se alerta a los católicos contra el enorme peligro de “intentar llevar la batuta en los movimientos de lucha y reivindicación obrera”, el “mundo del trabajo -dice- es indudablemente el primero en esta lucha por la libertad y la promoción humana”. Como puede apreciarse en esa justa concepción, la dirección de la lucha corresponde a la clase obrera.

    En septiembre de 1966, numerosos católicos, eclesiásticos y seglares, habían convocado una reunión que el arzobispo de Madrid y la policía prohibieron. Mas si la junta no tuvo lugar, los organizadores de la “Operación Moisés” discutieron con millares de religiosos el documento que les serviría de base, al cual dieron su apoyo más de un millar de sacerdotes. En él se somete a crítica a la jerarquía de la Iglesia española por su colaboración y complicidad con el franquismo, se opina que la Iglesia no debe tener privilegios y que las altas jerarquías que tienen cargos políticos deben renunciar a ellos, se hace un pronunciamiento a favor de la libertad religiosa, de la separación de la Iglesia y del Estado y porque éste sea laico, en pro de una sociedad pluralista en la que sean reales todas la libertades, se clama por la justicia social, por la superación del nacionalismo, el militarismo y el integrismo.

    ***
    En una declaración que veinticinco religiosos de Cataluña elevaron al arzobispo de Barcelona, al lado de afirmaciones en el sentido de que “los protagonistas de la promoción obrera no pueden ser otros que los mismos obreros” se hace una justa crítica del neocapitalismo y se defiende el socialismo: “Ante una sociedad de consumo -dicen- que nos presenta como valores supremos el máximo confort o el capital (poco cuenta el hombre), los comunistas nos presentan unos valores mucho más humanos”.

    En un documento de la llamada Comunidad de Nuestra Señora de la Montaña (Madrid), que fue leído en varias parroquias madrileñas en vísperas de las jornadas del 30 de abril y 1 de mayo, se condena la explotación capitalista y se rechaza el “Dios mito” construido por los explotadores.

    Sacerdotes de dieciséis diócesis (Coloquio sobre “Evangelio y praxis”) se rebelan contra “el efecto alienante de que el mundo está dividido entre creyentes y no creyentes, siendo así que la división más profunda es entre explotados y explotadores”, y se pronuncian por entablar un diálogo y comprometerse en una praxis con todos los que intenten con justicia superar la discriminación clasista. “Nuestra fe clasista -agregan- nos predispone en pro de la lucha que hoy sostienen todos los oprimidos del mundo”.

    En este orden, la actitud juvenil católica es también concluyente. En un reciente “Juicio ético sobre la Situación Económico-Social Española”, la Federación de Congregaciones Universitarias Marianas (Fecum), orientada por los jesuitas, denuncia a la Iglesia oficial por ser “consciente o inconscientemente un factor para el mantenimiento del sistema capitalista imperante, pareciendo afirmar… un orden social injusto”. Por su parte, la JEC plantea los mismos problemas y se halla empeñada en la elaboración de una posición que fundamenta la necesidad de la más radical transformación social.

    Y la XVII Semana Social que acaba de celebrarse en Valladolid, dedicada este año a la juventud, fue convertida por los jóvenes “en el marco de una protesta colectiva”, pronunciándose por las libertades democráticas y “afirmando su compromiso de llegar a una verdadera democracia económica”.

    Estas actitudes no hacen sino confirmar cuán profundas son las corrientes que reflejaba un editorial de la revista “Signo” (órgano nacional de la Juventud de Acción Católica) que, en respuesta a declaraciones del camarada Santiago Carrillo, y dirigiéndose fraternalmente a “nuestros hermanos comunistas” escribía: “Estamos de acuerdo en que los católicos no tienen por qué tener ningún freno en su inserción en movimientos auténticamente liberadores e, incluso, en una marcha directa hacia el socialismo”.

    Condena del sistema dictatorial existente en España, crítica de las jerarquías eclesiásticas que le apoyan, condena del neocapitalismo como sistema social, pronunciamientos favorables a la democracia y al socialismo, revisión incluso de ciertos fundamentos teológicos de la ideología católica: he aquí lo que se desprende de estos testimonios, que de la práctica confirma. Mas respecto a la actitud sobre el socialismo quizá es oportuno aun ofrecer otros.

    ***
    La condena de la propiedad capitalista y las aspiraciones al socialismo son claras y precisas, por ejemplo, en organizaciones obreras de inspiración católica como la Asociación Sindical de Trabajadores (AST), que proclama que “la plena promoción humana del trabajador es incompatible con el concepto de propiedad capitalista”.

    El ya mencionado P. González Ruiz escribe:

    “Los católicos pueden ya correr a campo traviesa y cogerse del brazo de todos los demás hombres para construir sin prejuicios renueva sociedad”.

    Y en su artículo “¿Neocapitalismo? ¿Socialismo? ¿Tercera vía?”, junto a opiniones discutibles y otras compartibles, afirma: “Hoy no podemos negar que muchos cristianos han asumido plenamente la problemática marxista, sin que por ello se hayan visto obligados a renunciar a su orientación hacia el fin último ni a la dignidad y libertad humanas”.

    El publicista católico Enrique Miret Magdalena afirma: “Debemos aceptar… el sentido profundo de la palabra revolución, no como un simple cambio de gobernantes, sea por la violencia física, sea sin ella, sino como transformación radical de las estructuras y de las instituciones de la sociedad de Occidente… para obtener una… nueva justicia social en el futuro”.

    Y a una pregunta responde: “La Iglesia… ha tenido desde hace 150 años… una especial alergia al socialismo… si el Evangelio sintoniza con algo es con el sentido comunitario del socialismo, y no con el egoísmo del capitalismo”.

    Por su parte, el padre José María Díez Alegría plantea la necesidad de denunciar con toda claridad “el sincretismo sacrílego de nuestro tiempo, el culto simultáneo a Dios y a un capital idolatrado que, en lugar de estar radicalmente al servicio del hombre, es objeto de un culto que, como en el antiguo Israel, llega hasta a ofrecerle sacrificios humanos”.

    En las fórmulas elaboradas por el catedrático don Joaquín Ruiz Giménez, figura prominente del catolicismo, y reunidos en el llamado “Manifiesto de Palamós”, existen muchos puntos de coincidencia o de aproximación a los propuestos por nuestro Partido para la transformación económico-social, política y cultural de España, que habrá de desembocar en el socialismo. Y recientemente, con motivo de una conferencia, en respuesta a una pregunta, Ruiz Giménez afirmó: “En mi intervención en el Concilio… dije que la Iglesia había sido liberal con 200 años de retraso, y que había que impedir que fuese socialista con otros 200 de retraso”. Afirmación que tiene una relación directa con otra de sus manifestaciones de que “nuestro mundo camina indefectiblemente hacia un socialismo”. ¿Puede objetivamente ser este socialismo otro que el marxista?

    Compromiso cada vez más neto de lucha por conquistas parciales y por libertades democráticas, pero también a favor de transformaciones sociales, incluida la transformación socialista de la sociedad; existencia de dos “Iglesias”: una, comprometida con las estructuras oficiales, y otra, que no sólo no vive al margen de esas estructuras, sino que incluso se enfrenta a ellas”: he ahí la que nos parece una lógica conclusión.

    ***
    En el rumbo que sigue nuestro catolicismo progresista, en el surgimiento de esa “nueva Iglesia”, influye el mundo circundante en el que, a pesar de los problemas existentes en el campo socialista y en el movimiento comunista, crecen y se fortalecen las fuerzas revolucionarias y triunfa la ideología del marxismo-leninismo, mientras el sistema social imperialista ve agravada su crisis general. La profundidad y las nuevas manifestaciones de esta crisis, cuyo exponente más elevado está siendo la derrota del imperialismo norteamericano en el Vietnam, se pone más de relieve con la explosión político-social que, en los meses de mayo-junio, se ha producido en Francia.

    ***
    Los factores objetivos acabados de mencionar condicionan la actitud del movimiento católico progresista español. Este posee su propio dialéctica interna, su dinámica. En ella influyen (factor subjetivo) el núcleo de dirigentes católicos, sacerdotes o seglares que, interpretando el sentimiento de millones de trabajadores creyentes y apoyándose en los antecedentes de rebeldía democrático-revolucionarios del cristianismo primitivo, orientan “teológicamente” la senda de dicho catolicismo. Pero en la posición de éste no puede dejar de repercutir, aunque indirectamente, la posición del Partido Comunista.

    Hace ya varios años que nuestro Partido formuló la idea de que si, junto a la bandera roja, con la hoz y el martillo como enseña el comunismo, los católicos avanzaban con nosotros hacia dicho sistema social con la cruz en alto, nosotros les dábamos la bienvenida. En todo este tiempo, partiendo de la defensa de nuestros principios filosóficos materialistas, pero aplicándolos con criterio dialéctico, hemos realizado esfuerzos para que esa posibilidad tienda a convertirse en realidad. Y el criterio de que ese pronunciamiento no obedece a un instrumentalismo, a una “táctica” de circunstancias, ha hecho su camino.

    ***
    Cuando como consecuencia del cambio de estructuras de la sociedad moderna, lo que llamamos las fuerzas de la cultura se convierten en una fuerza matriz de la revolución, la alianza de éstas con las del trabajo es fundamental para llevar adelante la lucha por los objetivos acabados de indicar. Componente de esa Alianza de las Fuerzas del Trabajo y de la Cultura es el movimiento católico progresista, una de cuyas concreciones y realizaciones más tangibles y eficaces es la que los propios católicos denominan el Sindicato de Sacerdotes.

    ***
    ¿Esa tendencia profética de la nueva Iglesia no es la continuadora, a un nivel nuevo, del cristianismo primitivo al que se refirieron Marx y, especialmente, Engels, y del cual Lenin también destacó “su espíritu democrático y revolucionario”?

    No es el momento de examinar aquí hasta qué punto el movimiento católico progresista, apoyándose en los antecedentes de la doctrina religiosa profética de los primitivos cristianos, coincide en en gran medida con nuestra concepción histórico-materialista del desarrollo social. Pero lo importante es, ante todo, esa coincidencia.

    ***
    Lo importante estriba en que un sector obrero, popular y democrático del catolicismo no se refiere ya al socialismo cristiano o clerical que, justamente, criticaba Marx, ni a un sucedáneo del socialismo al estilo de la pretendida “Revolución en la Libertad” de la democracia cristiana chilena, por ejemplo, sino a un socialismo cualitativamente nuevo: el socialismo científico, el socialismo marxista. Ello aunque los católicos no se identifiquen en el orden filosófico con el marxismo leninismo.

    ***
    Y ¿qué nos está demostrando la situación concreta?

    Que la protesta contra el sufrimiento real expresada en la religión, a la que se refirió Marx, tiende, en millones de católicos, a sobreponerse cada vez con más fuerza a lo que la religión significa como “opio del pueblo”.

    Actualmente, si bien las “organizaciones religiosas”, en tanto que entidades oficiales y por la postura de sus jerarquías en general pueden ser consideradas aún como órganos de la reacción burguesa, en el seno de éstas surge la oposición, la rebelión y la lucha contra el carácter tradicional de esas organizaciones. Son millones de católicos los que después de arrojar al rincón de los trastos viejos las anacrónica tesis conciliatorias, no sólo aceptan la lucha de clases, sino que contribuyen a ésta y hasta desean llevarla a su último límite, con la supresión de las clases en una sociedad socialista.

    El P. González Ruiz expresó hace algún tiempo la idea de elaborar una “teología del trabajo”. En el reciente Congreso Mundial del Apostolado Seglar, celebrado en Roma, se habló de elaborar una “teología de la revolución”. Y esta idea ya ha sido expresada también por otros teólogos.

    La vuelta al recuerdo, a las tradiciones, a las bases, aunque a otro nivel, del cristianismo primitivo, a la llamada Iglesia “profética”, es, evidentemente una consecuencia de la etapa de transición del capitalismo al socialismo que vive la humanidad, pero reviste suma importancia el comprender la aportación que puede ofrecer la nueva realidad de ese cristianismo para acelerar tal proceso.

    “Únicamente la lucha de clases de las masas obreras, al atraer en forma amplia a las vastas capas proletarias a la práctica social, consciente y revolucionaria, será capaz de librar a las masas oprimidas del yugo de la religión”.

    La realidad confirma, en general, esa previsión de Lenin. Pero esta liberación abarca un largo proceso histórico social en que la evidente tendencia objetiva hacia la extinción de la religión, reconocida ya hoy por algunos teólogos lúcidos, se prolonga a través de la sociedad socialista hasta que existan para los seres humanos “relaciones claras y racionales entre sí y respecto a la naturaleza”, que señalaba Marx. Esos factores, que son esenciales, no pueden sino ser tenidos en cuenta, tanto por lo que respecta a nuestra alianza como a nuestra lucha con el catolicismo en la esfera de la ideología.


    Última edición por ALACRAN; Hace 3 semanas a las 14:26
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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