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Tema: Portazo a Dios en la Constitución de 1978

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    Re: Portazo a Dios en la Constitución de 1978

    “Constitución atea para un pueblo católico”


    Revista FUERZA NUEVA, nº 603, 29-Jul-1978

    Constitución atea para un pueblo católico

    Lo que más desalienta o encocora -según los casos-, al considerar lo poco que ha trascendido de las sinrazones y razones esgrimidas por nuestros parlamentarios al debatirse en el pleno del Congreso la Constitución nacional, es el dogmatismo y la incoherencia o, si se prefiere, la falta de lógica racional y moral de la clase dominante y teóricamente representativa hoy en España. Supongo que no son pocos los españoles que, como yo, ni se sienten representados en las Cortes por nadie, ni consideran que está en buenas manos, en buenas cabezas, el futuro de la nación.

    Así, por ejemplo, el diputado señor Barón, comisionado por el PSOE para defender la eliminación de la ruin mención que la Iglesia Católica se hace en la Constitución, según Europa Press, discurrió con esta “lógica”: “Que España sociológicamente sea católica hoy día no tiene por qué llevarnos a una confesionalidad del Estado, ya que esto sería una burla, y también habría que constitucionalizar que los españoles somos generalmente morenos y de baja estatura”.
    ¡Tamaña argumentación envilece a un Parlamento! (…)

    Lo lógico y lo democráticamente obligado, lo justo es que la Constitución nacional sea un trasunto de la fe o axiología de la mayoría del pueblo, ya que la fe y la axiología no admiten componentes ni transacciones sin desvirtuarse. Cuando un pueblo cree, piensa y juzga mayormente como católico, es decir, cuando la constitución real dominante en un pueblo es predominantemente católica, lo democrático, lo político, lo justo y lo moral es que también sea católica su Constitución nacional: ¡No va a ser la idiosincrasia, la fe o la ideología minoritaria lo que inspire la Constitución!

    ***
    Pero no es sólo el PSOE quien discurre torcida y sectariamente en detrimento y con menosprecio de los sentimientos mayoritarios del pueblo español, tenemos también el caso del señor Fraga, adalid de la ultraderecha parlamentaria, mostrando pareja incoherencia.

    Don Manuel Fraga, plagiando en parte a Castelar, ha hecho en las Cortes una profesión pública de catolicismo que, sin duda, le honra. Pero, desdiciéndose con sus hechos, ha votado una Constitución atea para un pueblo católico, lo mismo que los socialistas y que los comunistas. Estas son sus palabras, según la misma agencia de noticias: “Lo que no puede negarse es que la gran mayoría de los españoles, por encima de sus decisiones políticas e ideológicas, son y se sienten cristianos y católicos. Fraga dijo que incluso se podía haber mantenido el Estado confesional, pero se ha optado por una separación amistosa en la Constitución de la Iglesia y del Estado”.

    Lo que ni Fraga ni nadie ha querido decir al pueblo español, mayoritariamente católico, es la razón por la cual una mayoría de parlamentarios católicos ha redactado y votado una Constitución atea para un pueblo católico. A mí tampoco, ni en rueda de prensa ni en privado, ha querido demostrarme el señor Fraga por qué abandona Alianza Popular el confesionalismo católico del Estado, aun proclamándose A. P. inspirada en el humanismo cristiano. Nadie ha querido explicar a los católicos españoles dónde ni cuándo ha enseñado el Magisterio católico que un pueblo mayoritariamente católico haya de tener una Constitución atea. Y no lo ha podido explicar, porque esa desconfesionalización es doctrina del liberalismo y del marxismo ateos, pero no es doctrina enseñada ni siquiera por el Vaticano II.

    ***
    Yo he lanzado un desafío varias veces, en diversos artículos, para que los renegados del confesionalismo católico muestren un solo texto donde el Vaticano II proponga esa innovación doctrinal, y nadie ha sido capaz de exhibir ese texto que autorizaría la Constitución atea para un pueblo mayoritariamente católico.

    Pero a los católicos tradicionales, que sólo votaremos favorablemente una Constitución confesionalmente católica, ¿quién nos dejara los medios de la RTVE y de la prensa privada necesarios para desengañar al pueblo católico español, embaucado por los políticos inspirados en el humanismo liberalista y marxista para descatolizar la Constitución y el Estado español?

    ¿Por qué la minoría acatólica española va a poder imponernos su fe, a través de la Constitución, a la mayoría católica? (*)

    ¿Porqué los acatólicos habrían de ser menos tolerantes con los católicos que lo que lo son los católicos con los acatólicos? ¿Por qué los católicos habrían de tener una tolerancia civil llevada al extremo de la regeneración de las consecuencias políticas de su fe, que no tienen los acatólicos, los cuales no se sienten comprometidos con Dios?

    ¿Por qué, en suma, los católicos no habrían de tener votos, deseos, voluntad constituyente de católicos? ¿Por qué pudiendo votar y conseguir una Constitución católica -que es lo bueno- votan y quieren una Constitución atea, agnóstica -que es lo malo-?

    Eulogio RAMÍREZ


    (*) NOTA NUESTRA: Muy sencillo, porque la Conferencia Episcopal consintió tal Constitución

    .
    Última edición por ALACRAN; 06/05/2025 a las 12:59
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  2. #22
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    Re: Portazo a Dios en la Constitución de 1978

    “Estabilizar y desestabilizar”


    Revista FUERZA NUEVA, nº 605, 12-Ago-1978

    ESTABILIZAR Y DESESTABILIZAR

    LAS últimas muestras oratorias del «establishment» confirman definitivamente que el próximo lavado de cerebro que se les hará a los españoles para que voten «sí» al proyecto constitucional usará profusamente, como concepto tabú, el binomio estabilizar-desestabilizar… ¿Qué? La democracia, en función de la aceptación o del rechazo del proyecto constitucional. Se partirá, se parte ya, del supuesto, que ya es suponer, de que la democracia es el nuevo alfa y omega de la Creación, el principio y fin de todas las cosas, que han de ser valoradas según su vinculación a ella. Es una nueva moral, idolátrica. Es bueno lo que conduce a la democracia y es malo lo que aleja de ella. Es bueno lo que estabiliza la democracia, como el voto afirmativo en el referéndum de otoño, y es malo lo que la desestabiliza, como el voto negativo.

    Estabilizar le suena bien a la gente, porque lo asocia a las buenas digestiones, al «dolce far niente», y al sanchopancesco refrán de que «más vale malo conocido que bueno por conocer». Desestabilizar le suena a riesgo, a aventura, a lo desconocido, a quijotismo.

    Pero estabilizar y desestabilizar, en abstracto, son acciones ni buenas ni malas, sino de suyo indiferentes. No hay que caer en el prejuicio de considerar buena cualquier estabilización, y mala cualquier desestabilización. No se pueden calificar hasta conocer el objeto a que se aplican.

    Estabilizar el mal, es malo. Desestabilizar el mal, es bueno. El mal es la democracia inorgánica. Es ese proyecto de Constitución apóstata. Es el liberalismo, la soberanía popular, el sufragio universal. Es la pérdida de la unidad católica por la libertad de cultos como «tesis». Es la separación de la Iglesia y del Estado por la pérdida de la confesionalidad católica del Estado. El mal son las incalculables consecuencias que de todo esto se van deduciendo con lógica implacable: divorcio, aborto, escuela laica, etc.

    Desestabilizar todo ese tinglado es buenísimo. Estabilizar la pornografía, etc., es un remordimiento para toda la vida y prenda de castigos en el purgatorio o en el infierno.

    Cuando Hernández Gil descolgó su crucifijo de las Cortes; cuando con igual impunidad blasfemó en ellas Nicolás Redondo, cuando vemos que se pierde la confesionalidad del Estado, muchos dicen: ya nos han puesto a nivel europeo. Esto cabría pensar también al ver la cartelera de espectáculos o cualquier quiosco. Pero no. Todavía nos separa de Europa algo importantísimo, que es la estabilidad de la apostasía. Allá el mal se ha estabilizado: los hechos consumados malos, pasado mucho tiempo sin ser impugnados, han engendrado una especie de derecho por una cierta prescripción Aquí aún no. Esa es la gran diferencia, que hay que mantener a toda costa.

    Cada voto «sí» en el referéndum de otoño sobre la Constitución será como un camión de tierra echado en el foso que separa el catolicismo de España del liberalismo europeo; y cada voto «no» será como una gran cucharada de excavadora que asegure la existencia de ese bendito foso.

    Los que voten «sí», que no vengan luego quejándose de la pornografía, de las escuelas sin crucifijos, del divorcio, del aborto y de la descatolización de España.

    Ya sabemos que muchos heresiarcas se van a lavar las manos recurriendo al libre examen del protestantismo y diciendo que cada uno vote lo que le parezca. Otros no dirán ni eso. Callarán. Al fin y al cabo, lo que pudieran decir a estas alturas no puede ya contrarrestar la previa descristianización del país y los contubernios formales, de los que son responsables. A los «perros mudos» les da todo igual.

    Es clásico citar como paradigma de confusión y decadencia la leyenda de que cuando Bizancio cayó en poder de los turcos, sus teólogos estaban entretenidos en discutir el sexo de los ángeles. Ahora es peor. Vuelvo de un circuito de vacaciones y en todas partes donde he encontrado sacerdotes conocidos, les he sorprendido absolutamente ajenos a la pérdida de la confesionalidad del Estado, hablando de bobadas, como de lo animada que está la Costa Brava y de lo barato que se come en Soria. Los bizantinos se interesaban por un tema, aunque inoportuno, al menos, teológico y sin desentrañar.

    Nosotros, los verdaderos católicos, aunque seglares y de filas, vamos a votar «no», para que el mal no se estabilice: y si se estabilizara, seguiríamos luchando todo el tiempo que sea necesario para desestabilizarlo. Desestabilizar el mal será una de las más importantes empresas de nuestra vida política. Porque, como los macabeos, preferimos morir en el combate que ver la ruina del santuario.

    J . ULIBARRI

    Última edición por ALACRAN; 29/05/2025 a las 13:18
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  3. #23
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    Re: Portazo a Dios en la Constitución de 1978

    “Parece como si la Iglesia, afanosa por prestar acatamiento al nuevo régimen ateo, y miedosa de crearle problemas políticos si ilustra debidamente la conciencia de los fieles, ha dejado a estos fieles la decisión de si España, debe ser o no ser confesionalmente católica…”


    Revista FUERZA NUEVA, nº 606, 19-Ago-1978

    CONTRA LA CONSTITUCIÓN

    YO no sé bien para qué reclama el cardenal Tarancón tanta libertad e independencia para la Iglesia si luego —ahora— demuestra que no es capaz de usar de esa libertad para explicar a los fieles católicos los pros y los contras del ateísmo de la Constitución que para España nos proponen las Cortes. Ha habido, ciertamente, obispos como los de Orihuela, Orense y Cuenca (Guerra Campos), cuyas pastorales bien claramente muestran lo contraria a la doctrina católica que es una Constitución como la que se está elaborando. Pero la Iglesia española colectivamente —el Papa y la Conferencia Episcopal Española no ha querido ilustrarnos a los fieles católicos acerca de la bondad o maldad de esa Constitución. Y el cardenal Tarancón. tampoco.

    La «Nota» de la Comisión Permanente de hace unos meses es inútil por su vaguedad: nos deja a los católicos indoctos para que, desde nuestra ignorancia y desde nuestra perplejidad, tomemos una decisión al respecto, sin que esa Comisión ni la Conferencia hayan ilustrado suficientemente nuestra conciencia. Parece como si la Iglesia, pues, afanosa por prestar acatamiento al nuevo régimen ateo, y miedosa de crearle problemas políticos a ese régimen si ilustra debidamente la conciencia de los fieles, parece como si careciese de libertad y ha dejado a estos fieles la decisión de si España, en lo por venir, debe ser o no ser confesionalmente católica.

    Yo no tengo autoridad para decidir si, en este particular tan grave, es la Iglesia en cuanto Iglesia, es decir, los fieles dirigidos por sus obispos y por el Papa, la que debiera haber tomado una determinación o si, por el contrario —como ha ocurrido—, los obispos se inhiben por respeto humano, por miedo, como «perros mudos». Esto, naturalmente, plantea la cuestión de si podrán intervenir en lo sucesivo los obispos colectivamente cuando la política toque al altar, ya que esta vez se han abstenido.

    Pero, sea como- fuere —deban estar o no estar mudos los obispos oficialmente ante las cuestiones político-religiosas -, lo que es evidente es que estos obispos, desde su declaración colectiva sobre la Iglesia y la comunidad política de hace unos años, nos dejan a los seglares la potestad de decidir si el Estado español debe ser o no ser católico. No es que los obispos oficial y colectivamente se pronuncien en contra del confesionalismo católico del Estado, es que deciden que seamos los españoles en cuanto tales los que decidamos al respecto,como si éste fuera un asunto de la exclusiva competencia del Estadoy no de la Iglesia ya, supuesto que me parece falso, porque lo que es obvio es que se trata de un asunto de competencia de la Iglesia, en que sólo la Iglesia es competente: sólo la Iglesia sabe discernir qué es lo católico y cuándo conviene el Estado confesionalmente católico.

    En cualquier caso, si hemos de decidir nosotros los católicos, decidamos que el Estado sea confesionalmente católico y rechacemos la Constitución atea.

    Eulogio RAMÍREZ



    Última edición por ALACRAN; Hace 4 semanas a las 12:55
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

  4. #24
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    Re: Portazo a Dios en la Constitución de 1978

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Desde los supuestos de la fe católica no hay otra solución que la del Estado y los partidos confesionales. Cualquier otra solución sería negación radical y práctica de esa fe...”


    Revista FUERZA NUEVA, nº 607, 26-Ago-1978

    Renegados por la Constitución

    Como ocurre ahora en España, cuando los católicos se ven forzados a entrar en sociedad civil o a formar partidos políticos en compañía con otros ciudadanos diagnósticos, ya agnósticos, ya ateos positivos, los católicos deben postular -por todos los medios lícitos- que esa sociedad civil y esos partidos no sean laicos, que confiesen a Dios, pues de otro modo el católico se convierte en un renegado, en un infiel. Basta con releer la Sagrada Escritura para advertir que el Dios que se revela a los hombres por amor, gratuitamente, es un Dios que castiga muy severamente la infidelidad, el culto a los ídolos de los gentiles, la inobservancia de la ley, el retorno a la esclavitud de la carne.

    Cuando el católico se asocia para fines políticos con un creyente en que Dios no existe, no caben más que dos opciones: o bien se constituye tal sociedad sobre el supuesto de que existe Dios, de que existe un soberano y universal legislador, cuyas leyes ha de respetar toda asociación humana, o bien se constituye tal sociedad sobre el supuesto de que no existe la ley de Dios, creador del hombre.

    Pues bien, en el caso de que un católico acepte el supuesto u opción atea, comete el mayor pecado y, por supuesto, el mayor error: el pecado y el error de menospreciar las revelaciones de Dios acerca de cómo deba ser la convivencia humana. Cuando un católico elabora o vota para su patria una Constitución atea, una Constitución en que no se reconoce a Dios como supremo legislador, cuyas constituciones morales han de respetarse, ese católico, al menos en ese acto constituyente, está haciendo un acto de fe en que Dios legislador universal no existe, o el pecado de reconocer que ese Dios existe, pero él no le guarda el debido amor, el debido respeto, la debida gratitud y reconocimiento. Un católico que contribuye a promulgar una Constitución que no reconoce a Dios, “ipso facto” deja de ser verdadero creyente en Dios, verdadero hijo de Dios, puesto que obra con menosprecio de la gracia que lo hace “partícipe de la naturaleza divina”, comulgante con el comportamiento o moral divinos. La creencia en Dios no cubre tan sólo la vida privada, sino que abarca la vida pública, porque todo poder viene de Dios y ha de ser ejercido como Dios quiere.

    ***
    Y a nadie se puede hacer creer que, por espíritu de civismo, con ánimo de consenso, el creyente ha de sacrificar a Dios y ha de renunciar a lo que sabe por Dios y dispensarse de lo que debe a Dios, para complacer a sus conciudadanos creyentes en que no existe Dios. El católico ha de ser transigente, tolerante: pero no renegado, apóstata.

    ¿Qué solución cabe, entonces, a la convivencia entre el creyente en que tal Dios existe y el creyente en que no existe tal Dios?

    Cabría la solución del sufragio universal: cabría someter a referéndum la cuestión de si la Nación o el Estado ha de darse una Constitución laica (atea) o una Constitución que confiesa y acata al Dios revelante. Pero ésta es una solución radicalmente agnóstica, liberal, sectaria, partidista. El creyente en Dios no puede aceptar la solución de poner en tela de juicio ni someter a sufragio la existencia de Dios. El creyente en Dios está firmemente convencido de que existe Dios como soberano y universal legislador del hombre, y que la existencia y soberanía de Dios es un hecho objetivo, que no queda invalidado ni descartado o anulado por el mero hecho de que haya hombres que lo repudien o lo desconozcan.

    La soberanía y el imperio de Dios es “de iure” efectivo sobre el creyente en Dios como sobre el no creyente en Dios: la ley moral (divina), como ley civil, obliga tanto a aquel que la conoce y está conforme con ella, como a aquel que la ignora o la rechaza. Dios no deja de existir ni de ser legislador y juez por el simple hecho de que un hombre niegue a Dios.

    Así, pues, desde los supuestos de la fe católica no hay otra solución que la del Estado y los partidos confesionales. Cualquier otra solución sería negación radical y práctica de esa fe.El católico, ni siquiera al hacer la Constitución del Estado puede admitir el supuesto de que Dios no existe o de que su ley es desdeñable, porque “ipso facto” reniega de Dios, sustrae a Dios la actividad humana, practica el ateísmo: el católico “ha de confesar a Dios delante de los hombres”. Y es el derecho natural, no solo la fe católica, lo que exige la confesión constitucional de Dios, si bien se mira, única garantía absoluta y correcta de los derechos del hombre, en tanto en cuanto la Constitución de Dios trasciende y sobrepuja las voluntades humanas
    .

    ***
    Si la libertad, entendida como la explican la teología y la filosofía católicas, no es la capacidad para hacer lo que uno quiere sino la capacidad física y civil para hacer lo que uno debe hacer, discurriendo desde las premisas de la concepción cristiana, no es verdadero respeto civil de la libertad humana el dar la primacía a la creencia constitucional de que el hombre es un ser autónomo, que no tendría sobre sí una ley de Dios natural o moral obligándole en conciencia.

    Los católicos, pues, sean mayoría o sean minoría en un país, deben sentirse y proclamarse discriminados y aun oprimidos cuando la Constitución nacional sea laica, atea, desdeñosa de la Constitución querida por Dios para la naturaleza humana. En este punto capital de la afirmación o de la negación de Dios legislador universal, los católicos no pueden ser tolerantes sin dejar de ser católicos. Los católicos deben sentirse marginados y aun oprimidos cuando desde la Constitución se les impone la creencia en que Dios no existe o la creencia en que Dios no es legislador universal de la vida humana. Y la opresión es opresión, independientemente de que la imponga la mayoría a través del sufragio universal o de que la imponga un déspota o una minoría.

    Eulogio RAMÍREZ

    Última edición por ALACRAN; Hace 1 día a las 12:02
    “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad: no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los reyes de Taifas.

    A este término vamos caminando: Todo lo malo, anárquico y desbocado de nuestro carácter se conserva ileso. No nos queda ni política nacional, ni ciencia, arte y literatura propias. Cuando nos ponemos a racionalistas lo hacemos sin originalidad, salvo en lo estrafalario y grotesco. Nuestros librepensadores son de la peor casta de impíos que se conoce, pues el español que deja de de ser católico es incapaz de creer en nada. De esta escuela utilitaria salen los aventureros políticos y salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es cenagal fétido y pestilente”. (Menéndez Pelayo)

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