El surgimiento del Catolicismo liberal
Como ya hemos observado, el objetivo de la Masonería no era destruir la Iglesia, cuya imposibilidad los masones reconocían, sino más bien neutralizarla y hacer de ella un instrumento. O sea, transformar el elemento humano de la Iglesia en un instrumento de promoción de los objetivos masónicos, persuadiendo a los miembros de la Iglesia a que abrazasen las ideas liberales. Una Jerarquía liberal se prestaría fácilmente a colaborar en la instauración del ideal masónico de un nuevo orden mundial (novus ordo seclorum) – una falsa “fraternidad” pan-religiosa, en la cual la Iglesia renuncia a Su título de ser la única Arca de Salvación, y deja de oponerse a las fuerzas del mundo. La primera fase de este proceso surgió en el siglo XIX, una época en que los principios liberales de la Revolución Francesa habían penetrado en la sociedad con creciente intensidad. Aún a mediados de aquel siglo, este programa ya había provocado un gran detrimento de la Fe católica y del Estado católico. Las supuestas “más amables y más mansas” ideas de pluralismo, de indiferentismo religioso, de una democracia en la que se cree que todo el poder emana del pueblo, de falsas nociones de libertad, de encuentros interreligiosos, de separación entre la Iglesia y el Estado, y de otras novedades, encandilaron las mentes de la Europa post-ilustración, contaminando tanto a estadistas como a eclesiásticos.
La condenación del Catolicismo liberal
Los Papas del siglo XIX y de comienzos del XX combatieron abiertamente esas peligrosas tendencias. Con una presencia de espíritu fundada en la irrenunciable convicción de su Fe, estos Papas no se dejaron arrastrar. Sabían que los principios perniciosos, por muy noble que sea su apariencia, no pueden dar buen fruto; que se hallaban delante de malos principios en su peor forma, porque no se fundamentaban tan sólo en la herejía, sino también en la apostasía. Como generales en jefe que reconocen su deber de defender su territorio a todo trance, estos Papas asestaron una poderosa artillería contra los errores del Mundo moderno, e hicieron fuego incesantemente.
Su munición fueron las encíclicas, y jamás erraron el blanco. Su ataque más contundente vino bajo la forma del monumental Syllabus Errorum (Relación de Errores), del Beato Papa Pío IX, como Apéndice de su encíclica Quanta Cura (1864). Cuando se disipó el humo, a ninguno de los combatientes le quedó la duda sobre quién estaba de cada lado. La línea de demarcación había sido trazada de forma muy clara. En el Syllabus, el Beato Pío IX condenó los principales errores del Mundo moderno, no porque fueran modernos, sino porque estas nuevas ideas se basaban en un naturalismo panteísta y, por lo tanto, eran incompatibles con la Doctrina Católica, además de ser destructivas para la sociedad.
Las enseñazas del Syllabus se oponían al Liberalismo, de la misma forma que los principios del Liberalismo se oponían al Syllabus. Ambos lados lo reconocieron explícitamente. El P. Denis Fahey definió esta declaración de principios como: “Pío IX contra la Deificación Panteísta del Hombre.”10 Hablando en nombre del lado contrario, el masón francés Ferdinand Buissont declaró que «una escuela no puede permanecer neutra entre el Syllabus y la Declaración de los Derechos del Hombre.»11
Sin embargo, surgió en el siglo XIX una nueva categoría de católicos, que buscaban una fórmula de compromiso utópico entre los dos bandos. Estos hombres examinaron lo que consideraban “bueno” en los principios de 1789 e intentaron introducirlo en la Iglesia. Muchos clérigos, contaminados por el espíritu de la época, se quedaron atrapados en la red que la Masonería había “echado en las sacristías y en los seminarios”. Se trata de aquéllos que vinieron a ser conocidos con la denominación de católicos liberales. El Beato Pío IX los veía con profunda aversión. Afirmó que esos “católicos liberales” eran “los peores enemigos de la Iglesia”. En una carta de 18 de junio de 1871, dirigida a la delegación francesa encabezada por el Obispo de Nevers, declaró el Beato Pío IX:
Lo que más me preocupa no es la Comuna de París, no. Lo que más me preocupaes el Catolicismo liberal (...) Ya lo he dicho más de cuarenta veces, y os lo vuelvo a repetir por el amor que os profeso. El auténtico flagelo de Francia es el Catolicismo liberal, que se esfuerza por unir dos principios tan repulsivos entre sí como el fuego y el agua.12
El surgimiento del Modernismo
A pesar de todo, continuó aumentando el número de los católicos liberales. La crisis llegó a su apogeo hacia finales del siglo XIX, cuando el Liberalismo de 1789, que “soplaba como el viento” se transformó violentamente en el huracán del Modernismo. El P. Vincent Miceli identificó esta herejía como tal al describir “la tríada de los antepasados” del Modernismo: “Su antepasado religioso es la Reforma protestante, (...) su madre filosófica es la Ilustración, (...) su ascendencia política proviene de la Revolución Francesa.”13
¿En qué consiste eso que llamamos “Modernismo”? El Modernismo es, ni más ni menos, una síntesis o agrupamiento de todos los errores del Catolicismo liberal, en un sistema filosófico y teológico completo, cuyo efecto es el insidioso debilitamiento de toda la Fe católica. Un examen detallado del vasto sistema modernista de pensamiento, excede en mucho el ámbito de este libro; basta decir que, a través de múltiples errores sutiles, el modernista niega o ataca la Divinidad y la Revelación divina de Cristo; Su fundación de la única Iglesia verdadera, y la absoluta inmutabilidad de la Doctrina Católica (de la que el modernista afirma que puede “evolucionar” según cambien las circunstancias). El modernista adopta y promueve también las ideas liberales de “libre expresión” y “libertad de conciencia”, y el error del Indiferentismo religioso, según el cual todas las religiones serían más o menos buenas y dignas de aprecio, pues provienen del llamado “sentido religioso”, innato en el hombre: un error que, por supuesto, niega implícitamente la realidad del Pecado Original, al insinuar que todos los hombres pueden ser verdaderamente religiosos, y que pueden salvarse dentro de las diversas religiones que ellos mismos han creado, sin necesidad del Bautismo, ni de la Fe, ni de los Sacramentos de la Iglesia Católica.
San Pío X aplasta la rebelión modernista
El Papa San Pío X, que ascendió al Solio Pontificio en 1903, reconoció en el Modernismo una plaga altamente mortífera que había que extirpar. Combatió el Modernismo individualizando, definiendo y condenando sistemáticamente sus muchas proposiciones erróneas. En particular, San Pío X publicó una grandiosa encíclica contra el Modernismo (Pascendi Dominici Gregis) y un Syllabus de los errores modernistas (Lamentabili). En su encíclica Pascendi, este gran Papa escribió: «(...) Se empeñan en que circule el virus por todo el árbol y en tales proporciones, que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper.» En la misma encíclica calificó al Modernismo como “un conjunto de todas las herejías”, declarando que la obligación fundamental del Papa era el de conservar la pureza y la integridad de la Doctrina Católica, y que si nada hiciese, faltaría a su deber esencial.14
Pero San Pío X no se limitó a eso. Algunos años después de la Pascendi, reconociendo que los modernistas deberían ser aplastados antes que se levantasen y provocasen el arruinamiento de la Iglesia, este santo Papa publicó su epístola Sacrorum Antistitum, que disponía que todos los sacerdotes y profesores prestasen el Juramento Antimodernista. Supervisó la exclusión de los modernistas de seminarios y universidades, y excomulgó a los obstinados e impenitentes. San Pío X sabía que los modernistas atacaban la esencia misma de la Iglesia y que, en su audacia, se dedicaban abiertamente a demoler la Tradición y el Dogma católicos.
[La] gravedad del mal crece a cada día y se debe reprimir a toda costa. Ya no afrontamos en nuestra propia casa adversarios “con piel de cordero”, sino enemigos declarados e insolentes, los cuales, habiendo celebrado un pacto con los principales enemigos de la Iglesia [es decir, los masones, los liberales, los protestantes, los judíos, los musulmanes, etc.], están decididos a destruir la Fe (...) Quieren renovarla, como si estuviera consumida por la decrepitud; quieren ampliarla y adaptarla al Mundo y a sus progresos y comodidades, como si ella se opusiera, no sólo a la frivolidad de algunos, sino al bienestar de la sociedad. (...) Nunca habrá demasiada vigilancia ni firmeza por parte de aquellos a quienes les ha sido confiada la fiel custodia del sagrado depósito de la Doctrina evangélica y de la Tradición eclesiástica, con el fin de desbaratar esas acometidas contra Ella [la Iglesia].15
San Pío X logró efectivamente detener en su época el avance del Modernismo. Sin embargo, se cuenta que cuando lo felicitaron por haber erradicado este grave error, el Papa respondió de inmediato que, a pesar de todos sus esfuerzos, no había conseguido matar esta bestia, sino que tan sólo la había arrojado a la clandestinidad. Advirtió que, si los dirigentes de la Iglesia no permaneciesen vigilantes, la bestia retornaría en el futuro, más violenta que nunca.16 Como veremos, la predicción de San Pío X se tornó realidad – y con renovada truculencia.
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