LOS INSTRUMENTOS DE DOMINACIÓN
Iglesia mozárabe de San Cebrián de Mazote
¿CÓMO DOMINARON LOS MUSULMANES A LOS MOZÁRABES EN LOS PRIMEROS SIGLOS?
EJERCICIO PRÁCTICO DE ESPECULACIÓN HISTÓRICA Y AVISO PARA NAVEGANTES
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Volvamos sobre un pasaje del fragmento que reproducíamos ayer, perteneciente al libro titulado "La catedral", escrito en 1903, de Vicente Blasco Ibáñez. El novelero masón no quedará sin respuesta, pues consideramos que es tal el veneno letal de sus declaraciones que es menester un antídoto de Historia, pura y dura Historia, para dejarse de míticos paraísos de "libertad de conciencia" en lo que llamaron otrora Al Andalus. Decía así la serpiente literaria:
"En dos años [los musulmanes invasores del año 711] tomaron lo que fueron necesarios siete siglos para arrancarles. No fue una invasión que se impusiera por la fuerza de las armas, fue una sociedad nueva que introducía por todos los lugares sus poderosas raíces...".
La situación hay que imaginarla más o menos así: en vastos territorios, prácticamente despoblados y boscosos, era imposible para cualquier minoría imponer un poder, por mucho que éste fuere, estrecho y directo. Muchas zonas escaparían al control directo de los musulmanes, lo cual explicaría que hasta mucho tiempo después, nuestros antepasados españoles no sabrían quiénes eran sus nuevos señores.
Por eso mismo, hasta el 15 de noviembre del año 851 no encontramos ningún documento en que se hable de Mahoma, ni de los mahometanos. Y cuando se habla lo hace San Eulogio de Córdoba, tras su viaje al norte, y en una carta que dice así:
"Encontrándome en los monasterios de Leyre [actual Navarra] hice conocimiento, por el deseo de instruirme, de todos los libros que el monasterio poseía, y leí aquellos que me eran desconocidos. A mis manos fue a parar una pequeña obra, cuyo autor ignoraba, y en la cual se contaba la historia de un profeta réprobo y nefasto"
("Apologética de los Mártires".)
El "profeta réprobo y nefasto" era Mahoma. Fue San Eulogio el primero en descubrir lo que estaba pasando, ciento cincuenta años después. Hasta cierto punto, y por las similitudes teólogicas, los musulmanes pudieron pasar inadvertidos encubriéndose -y hasta confundiéndose con la herejía arriana, contra la que combatió Speraindeo, maestro de San Eulogio y Álvaro de Córdoba.
¿Y cómo controlaron los invasores los territorios recién conquistados, en un primer momento? Aunque aquella minoría musulmana -árabe y beréber- no podía ejercer un dominio directo y presencial sobre toda España, esta contrariedad para ellos no significa que las zonas estuvieran a salvo de la codicia del invasor que, a través de sus instrumentos burocráticos, cobraba tributos e impuestos. A veces, incluso sirviéndose de cristianos (tanto clérigos como laicos); estos cristianos ejercían sobre las poblaciones cristianas un control muchas veces tiránico que, en nombre de las autoridades de ocupación musulmana, revertía también en provecho de los colaboracionistas.
Si atendemos a lo que nos cuenta el Abad Samsón (desterrado en Tucci (actual Martos, en la provincia de Jaén) será más fácil de entender quiénes prestaron estos servicios a la advenediza minoría islámica. En su "Apologético" contra Hostegesis (un herético Obispo de Málaga), el Abad Samsón de Córdoba nos habla sobre la catadura moral de sus enemigos que, si bien aparecían ante todos como cristianos, no lo eran por sus obras. Estos personajes que aparecen mencionados por Samsón Abad, so capa de ser cristianos (incluso obispos y condes mozárabes), extorsionaban a los fieles cristianos en territorios como Málaga (Malaca) o Granada (Elvira). Leamos lo que nos revela el Abad Samsón sobre el obispo malacitano Hostegesis, su enemigo, así como de algunos familiares del mismo heresiarca Hostegesis:
“El tío paterno de su madre [la madre de Hostegesis]fue el malvado Samuel, quien, bajo el pretexto de su episcopado, oprimió vergonzosamente durante largo tiempo a la iglesia iliberitana.”
(Recordemos "Iliberris" estaba en la actual provincia de Granada, muy cerca de la capital del Darro.)
Del mismo Hostegesis nos dice el Abad Samsón que había llegado a la mitra de Málaga por simonía, y contra las mismas leyes canónicas de la Iglesia (fue elevado al episcopado a los 20 años de edad, contraviniendo a las disposiciones eclesiásticas); entre las muchas maldades tan poco edificantes de Hostegesis, Samsón nos dice que:
“Finalmente, recorriendo todas las iglesias so pretexto de una visita, como suelen hacer los obispos, comenzó a preguntar los nombres de cada uno de los cristianos y a escrutar con particular atención los de los niños y jóvenes, como si fuera a orar por ellos. Después, teniendo anotados todos los nombres de cada uno, según atestigua toda la provincia, se dirigió a Córdoba, ciudad principal de España, y, como enemigos de sus conciudadanos, exigió que las gentes de su provincia fuesen castigadas con contribuciones excesivas.”
Por lo cual vemos que, tanto el indigno Obispo de Iliberris, Samuel, como su sobrino nieto Hostegesis, indigno Obispo de Málaga, eran celosos empleados del fisco de los musulmanes cordobeses; y no escatimemos que esto lo hacían para lucrarse ellos mismos ejerciendo tales y tan serviles menesteres. No sólo eran algunos Obispos, también algunos Condes mozárabes sirvieron como lacayos a los intereses del invasor como es el caso del cómplice del mismo Hostegesis, el Conde Servando, que destacó por su crueldad y del que el mismo Abad Samsón nos cuenta que:
“Hasta tal punto extendió las insidias de su precoz crueldad que, sometiendo a tributos públicos a los más pobres, expuso a un número infinito de cristianos al peligro de la prevaricación. Y a aquellos a quienes la misericordia divina hizo intrépidos y fuertes para soportar los males presentes por la esperanza de una vida eterna, los obligó a pagar impuestos a los reyes ismaelitas.”
Así es como se nos hace más fácil de entender la situación en que quedó la mayoría cristiana tras el año 711: ciertos Obispos, bajo máscara de cristianos, se aplicaban a elaborar censos de la población cristiana que estaba confiada bajo su custodia, para luego exigirles impuestos que se repartían entre los invasores mahometanos y los miserables traidores que se prestaban a esta corrupción. Y los condes, como Servando, podían llegar a tanto en su malignidad que, no contentos con oprimir a los cristianos, los ponían en la coyuntura de renegar de la fe, empujándoles a los brazos del Islam para de esta guisa librarse del impuesto religioso. La libertad de conciencia que invocaba Blasco Ibáñez es bastante sospechosa. Además de ser un concepto anacrónico para la época resulta una patraña a la luz de los mecanismos rotundos de persuasión de que disponían los dominadores para convertir cristianos al Islam.
Digamos también que estos colaboracionistas, en muchos casos -según nos confirma el relato de Samsón- terminaban apostatando de la fe católica, para convertirse en musulmanes. Es el caso del mencionado Samuel, Obispo de Iliberris, que "habiendo sido apartado poco antes del ministerio pontifical por su mala conducta, como un nuevo Judas Iscariote, se dirigió a Córdoba. Con la cabeza afeitada, negando a Cristo, se adhirió fácilmente a los muzlemitas, puesto que ya estaba circuncidado, y, después de haber sido sacerdote, se dedicó a los ritos profanos".
El padre de Hostegesis, nos dice Samsón, fue Auvarno "por cuya maldad fueron maltratados y arruinados en otro tiempo los pobres del rebaño de Cristo". Auvarno, no nos dice qué oficio desempeñaba, terminó "amenazando con la apostasía, dijo que se haría muzlemita y después, como es costumbre de esta secta, comenzó a cumplir punto por punto todos sus preceptos." Samsón nos termina diciendo de Auvarno, como señal indubitable de su renegación de la fe cristiana, que fue circuncidado cuando ya era viejo.
El poco edificante ejemplo de Hostegesis no se limita a la codicia. Según Samsón, este Obispo indigno que cobraba impuestos a los cristianos para el gobierno de ocupación musulmán de Córdoba, era asimismo un epulón que confraternizaba con los ocupantes en sus banquetes, dando muy mal ejemplo por su falta de templanza, y terminando por cometer el pecado nefando: "...se cuenta -dice Samsón- que un individuo impurísimo, al que llamaban Ibin Calamauc, se jactaba de haberse prostituido con él en numerosas ocasiones". Por el nombre de este personaje con el que más que probablemente mantuviera relaciones homosexuales el Obispo de Málaga Hostegesis podemos presumir que se trata de un agareno, por la partícula "Ibin"; que, como es sabido, en lenguas semíticas viene a ser como un patronímico. Hostegesis era el hijo de un renegado público, un obispo simoníaco, un heresiarca y un vil colaboracionista, extorsionador de su propia grey; y, para rematar, era un sodomita redomado.
Esa era la situación en los años en que vive el Abad Samsón. Y en ese entonces, para cuando escribe Samsón, ya se conocía el nombre de Mahoma y de sus sectarios que habían invadido la Península Ibérica. Pero, por el testimonio que nos deja Samsón, pensemos un poco: la situación se había venido produciendo, más o menos de igual modo, desde el principio de la invasión. Pues perfectamente nos podríamos remontar a dos generaciones atrás, si pensamos en el tío abuelo de Hostegesis. Si Hostegesis era contemporáneo de Sansón, dos generaciones más atrás, el tío abuelo de Hostegesis, Samuel, cumplía similares funciones a las de su sobrino nieto. Y eso lo hacía Samuel con anterioridad a que San Eulogio descubriera el nombre de la secta que gobernaba España, tras la conquista. El Abad Sansón, nacido en Córdoba, vivió entre los años 810 y 890. Teniendo en cuenta que la invasión se efectuó en el año 711, Sansón nació 99 años después de la misma y, gracias a su larga vida, le fue dado llegar a los umbrales del siglo IX.
En el siglo XI, como tuvimos ocasión de recordar en otra entrada de esta bitácora, todavía podemos ver al Conde mozárabe Sisnando Davídiz recordándole al reyezuelo moro de Granada -Abd Allah- las justas reivindicaciones de los cristianos, avalados por el legítimo derecho de haber sido éste su suelo, antes de ser invadido nuestro territorio, para ser ocupado por la morisma invasora que, como podemos apreciar, contó con destacados colaboracionistas que redoblaron la opresión sobre los cristianos llamados "mozárabes". Recordemos aquellas palabras de Sisnando:
"Al-Andalus era en principio de los cristianos, hasta que los árabes los vencieron y los arrinconaron en Galicia, que es la región menos favorecida por la naturaleza. Por eso, ahora que pueden, desean recobrar lo que les fue arrebatado, cosa que no lograrán sino debilitándoos y con el transcurso del tiempo, pues, cuando no tengáis dinero ni soldados, nos apoderaremos del país sin ningún esfuerzo."
En la cita que encabeza esta entrada, Vicente Blasco Ibáñez está mintiendo:
"No fue una invasión que se impusiera por la fuerza de las armas, fue una sociedad nueva que introducía por todos los lugares sus poderosas raíces."
Desde luego, introdujo por todos los lugares sus poderosas y podridas raíces. Pero fue una invasión primeramente armada, y más tarde, una auténtica ocupación extranjera auspiciada por traidores -que nunca faltan- que colaboraban, a manera de caciques cipayos, con los invasores instalados que sometían a la población indígena. Y estos mamarrachos traicioneros colaboraban gustosos a cambio de satisfacer sus vicios más degenerados, desde la codicia hasta la sodomía.
Cualquier semejanza con la actualidad puede o no ser mera coincidencia.
De lo poco que hay sobre este asunto en la red, recomendamos que se vea lo que nuestro amigo Reke_Ride publicó en su día en: EL BANDIDO REALISTA
“Apologético”, Abad Sansón, Edición de José Palacios Royán, Akal, Clásicos Latinos Medievales, Madrid, 1998, pág. 72.
Publicado por Maestro Gelimer en 02:13 1 comentarios
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