Fuente: The New Age, 13/04/1933.
Debate radiofónico
I.
Por C. H. Douglas
Las preguntas radiofónicas del Sr. Dennis Robertson
El 21 de Junio se emitió un debate entre yo mismo y el Sr. Dennis Robertson, M.A., sobre el tema de la Teoría del Crédito de Douglas, habiéndose escogido el título por la B.B.C., y habiéndose establecido también por ella las condiciones del debate en forma de una declaración de apertura de quince minutos para mí, una réplica de quince minutos para el Sr. Robertson, una contrarréplica de cinco minutos para mí, y una declaración de cierre de cinco minutos para el Sr. Robertson.
A fin de poder abordar un tema complejo de este carácter en el tiempo concedido, resultaba necesario, por supuesto, reducirlo a sus términos más simples posibles, y solamente se incluyeron por mí en la declaración de apertura aquellas materias que resultaban esenciales para un entendimiento de la situación.
El Sr. Robertson, sin embargo, o bien no quiso o bien fue incapaz de responder a esos argumentos en la misma forma simple con que fueron planteados en esa declaración, y dedicó la parte crítica de su réplica a realizar un ataque sobre la teoría en su forma más elaborada y, por tanto, también mucho más compleja; y siendo, como él mismo expresó, “una persona severamente práctica”, concluyó esa réplica formulando cinco preguntas sobre los aspectos más complejos de la teoría, refiriéndose a ellas como “tres”, y pidiendo una respuesta de cinco minutos.
Puesto que hay un buen número de afirmaciones en la réplica del Sr. Robertson –para cuyo tratamiento cinco minutos eran inadecuados– que están enteramente al margen de estas preguntas, únicamente era posible expresar mi completa disposición a responderlas en su forma más compleja, y atraer de nuevo la atención al hecho de que las respuestas ya estaban en realidad contenidas en los fundamentos que se expusieron en la declaración de apertura. Las cinco preguntas del Sr. Robertson fueron las siguientes:
1) ¿Está o no está (el Mayor Douglas) ahora de acuerdo en que los pagos de un productor a otro por materias primas constituyen un eslabón esencial en la cadena que genera ingresos?
2) ¿Que la realización de esos pagos, por tanto, normalmente no dan origen a ninguna deficiencia en el poder adquisitivo?
3) ¿Mantiene o no mantiene todavía que la industria en su conjunto, a lo largo de periodos considerables de tiempo, hace entradas contables para cargas corrientes o generales que exceden enormemente a sus desembolsos en intereses y dividendos y en mantenimiento, renovación y extensión de planta?
4) ¿Sostiene o no sostiene que la deficiencia de poder adquisitivo surge en parte como consecuencia de que la industria en su conjunto está normal y progresivamente devolviendo su deuda de capital a los bancos?
5) Y si éste fuera el caso, ¿cómo es que la banca es rentable o provechosa?
Estas preguntas implican claramente que las respuestas que yo les vaya a dar no encontrarán la aprobación del Sr. Robertson. En un editorial de “The Listener” del 28 de Junio, en donde aparece recogido el debate completamente, se dice que mis propuestas contienen un conjunto de proposiciones que todavía no han obtenido apoyo de ni un solo economista destacado de reconocido prestigio. Si por esto último se quiere dar a entender que ningún economista ortodoxo de reputación de primer rango está de acuerdo con mis puntos de vista, entonces debo decir al momento que eso es algo absolutamente incorrecto. Podría nombrar sin dificultad a seis de tales economistas, pero obvias consideraciones me impiden el hacerlo.
Sería absurdo sugerir que el desacuerdo –del cual es protagonista en este caso el Sr. Robertson– no sea un desacuerdo real y honesto en algunos casos; y a fin de poder entender cómo puede haber un desacuerdo de un carácter tan radical en un asunto al que los hombres de inteligencia media le han dedicado su atención, resulta necesario asumir, pienso yo, que existe de parte del economista ortodoxo una forma especial de mirar a las cosas, que a él le parece que cubre los hechos, y que no es la forma, por ejemplo, en la que yo –y aquéllos que están conmigo– miramos a las cosas.
No tengo duda alguna de que esta teoría ortodoxa es aquélla que puede denominarse como la “teoría de la circulación uniforme”. Supongamos una comunidad consistente en diez negocios, cada uno de los cuales distribuye £1 por semana en sueldos a un solo hombre, y que no hay ningún otro factor involucrado. El coste de cada uno de esos negocios será de £1 por semana. Se distribuirá £1 por semana por cada uno de ellos, y suponiendo que el producto se compra en la misma semana, sea lo que sea lo que produzcan podrá ser comprado a precio de coste por aquéllos que están empleados en el negocio. Si nueve de los negocios producen productos intermedios y solamente el décimo produce productos consumibles, todo el dinero habrá de ser recolectado del público por el décimo negocio, es decir, £10, y habrá de pagar éste £9 al noveno negocio, el cual a su vez pagará £8 al octavo negocio, y así sucesivamente.
Si no hubiera ningún otro factor involucrado, resulta bastante claro que un sistema monetario como ése estaría funcionando indefinidamente. Esta es la teoría del Sr. Robertson.
Pero ahora supongamos que cada uno de esos negocios añade un 10 por ciento a su precio además de la suma que distribuye en costes. El negocio nº 1 cargará al negocio nº 2 veintidós chelines por su producto. El negocio nº 2 cargará al negocio nº 3 cuarenta y cuatro chelines por su producto, y así sucesivamente. Finalmente el producto llegará al décimo negocio con un precio adjunto de £11. Ahora bien, resulta, por supuesto, evidente que la suma total de precios realmente realizada mediante la venta del producto es exactamente igual a la cantidad de ingresos aplicados a la adquisición de ese producto. Si la totalidad de los diez receptores de sueldos aplicaran la totalidad de sus ganancias en comprar todo lo que puedan del producto sólo serán capaces de comprar diez onceavas partes del mismo.
Esto es a lo que viene a parar la teoría del continuo-proceso-continua-circulación. El Sr. Robertson, sin duda, diría que la cantidad de dinero en circulación es £11 y no £10, con el resultado de que cada una de las diez compañías referidas está distribuyendo el 10 por ciento en dividendos. La suma de esos 10 por cientos completan la £1 extra. Esta respuesta, por supuesto, evade la cuestión y no explica cómo las £10 se convierten en £11, o cómo es posible comenzar un nuevo negocio sin arruinar uno antiguo. Los negocios no empiezan distribuyendo el dinero para pagar sus propios beneficios. Pero afortunadamente ésta es una cuestión que puede ser remitida a los hechos, al margen de la teoría.
Tengo delante de mí la hoja de balance de una compañía industrial bastante exitosa, la cual la he cogido al azar. No tengo duda alguna que sería fácil encontrar una hoja de balance más favorable para mi caso, pero ésta servirá. Está auditada por la más famosa empresa de auditores del mundo. Volviéndome a la cuenta de pérdidas y ganancias, encuentro las siguientes entradas contables:
Por beneficio comercial durante el año, después de aprovisionar para deudas
de dudoso e imposible cobro y para depreciación de planta; y también por
ingresos procedentes de inversiones comerciales y generales, y dividendos
procedentes de compañías subsidiarias………………………………………........................ £302.085 .. 18 9
Por saldo de beneficio de 1931………………………………...........................................£372.155 .... 9 0
Por saldo de beneficio de 1932………………………………...........................................£291.449 ...16 6
............................................................................................................-----------------------
.....................................................Total…………………………………………………………...£663.605 .... 5 6
Frente a esto encuentro las siguientes entradas contables:
A Dividendo sobre Acciones Preferentes Acumulativas…………...............£55.000 .. 0 0
A Dividendo Provisional de 2,5% sobre Acciones Ordinarias…..............£61.250 ...0 0
A Interés sobre Títulos de Obligaciones………………………….....................£27.675 ....0 0
A Amortización de Títulos de Obligaciones……………………......................£39.764 ....0 0
A Saldo llevado a la Hoja de Balance………………………….......................£479.916 ....5 6
...........................................................................................-------------------------
....................................Total……………………………………………………………..£663.605 ...5 6
De todo esto se podrá ver que, de una asignación de £302.085, 18 chelines y 9 peniques (cantidad que real y probablemente sea mucho mayor teniendo en cuenta la frase “después de aprovisionar para deudas de dudoso e imposible cobro y para depreciación de planta”) solamente se redistribuyen £143.925, y es altamente probable que una buena parte de esta suma se pague a los bancos, los cuales a su vez absorben en forma de reservas invisibles una gran parte de ella, ya que, aunque los dividendos de los bancos son altos, se sacan sobre un capital comparativamente pequeño, al tiempo que el dinero pagado a los bancos en amortización de obligaciones queda automáticamente cancelado. Nótese que se está tratando en esta descripción solamente con un componente asignado del precio, esto es, el beneficio.
Ahora bien, el negocio en cuestión es uno que en gran medida no vende su producto directamente al público. Sus ingresos, por tanto, caen bajo la designación de pagos hechos de una organización a otra, y se podrá ver que las deudas creadas en su favor exceden considerablemente sus desembolsos al público en el mismo periodo de tiempo. Sin embargo, en última instancia es al público únicamente al que debe mirar en busca del pago de todas esas deudas, más cualesquiera beneficios adicionales, si es que quiere seguir siendo solvente. Estamos ahora, por tanto, en una posición de poder abordar la primera pregunta del Sr. Robertson, y la respuesta a esa pregunta nº 1 es: a) Los pagos hechos de un productor a otro por materias primas no constituyen un eslabón esencial en la cadena que genera ingresos, porque pueden ser eliminados mediante la fusión de negocios que siguen adelante con sus sucesivos procesos de producción, y porque no se genera ningún ingreso mediante la fabricación; b) los pagos implicados en transacciones entre un productor y otro no distribuyen ingresos que sean equivalentes, en el mismo periodo de tiempo, a los precios que se generan por el mismo proceso. Y la respuesta a su pregunta nº 2 es que la realización de esos pagos normalmente sí da origen a una deficiencia de poder adquisitivo.
Me gustaría dejar claro que todavía queda mucho más que decir en relación a esta cuestión de los pagos hechos de una organización a otra de lo que se ha dicho arriba. Yo he dicho mucho sobre ello en otros sitios. Me estoy esforzando en responder las preguntas del Sr. Robertson –de manera cualitativa y no cuantitativa– en un tiempo casi igual a los cinco minutos que se me concedieron, y tengo ciertas esperanzas de poder hacerlo en cincuenta y cinco minutos.
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