Recensión de “Nuestras propias vidas”
Por Michael Watson
Nuestras propias vidas: Crédito Social, Catolicismo y Orden Social Distributista, recientemente escrito y publicado por el Doctor canadiense en Filosofía, el Profesor Oliver Heydorn, constituye una pieza escrita monumental para los tiempos en que vivimos, tanto en Australia como en el resto del mundo. Tiempos en los que nos encontramos nosotros mismos en una creciente inseguridad económica y social, y en los que las tensiones del alcista coste de la vida y la ansiedad de la inseguridad laboral son una constante fuente de miedo y angustia para la mayoría de la gente en Australia, especialmente para aquéllos que figuran entre los pobres y desfavorecidos. La paralizante deuda pública y privada continúa subiendo como un cohete. Las familias quedan destrozadas por problemas financieros. La automatización está reemplazando a más y más empleos. El poder de compra de la gente común tan sólo se contrae cada año, y sin embargo poca gente, por no decir ninguna, parece saber el por qué y el cómo está realmente ocurriendo todo esto. Para exacerbar aún más esta crisis, ambos padres se están viendo forzados a obtener empleo fuera del hogar a expensas de los hijos, los cuales deben dejarse al cuidado de servicios de guardería comerciales. Y toda esta presión se intensifica todavía más por la decreciente disponibilidad de empleos estables, conduciendo así al expolio de la vida familiar y del ocio, y a la indigencia económica y social de hombres y mujeres. Hubo una vez un tiempo, hace unos cincuenta años, en que un padre podía proveer para toda su familia con sólo un ingreso, es decir, sin que la madre tuviera que trabajar fuera del hogar.
Pues bien; el Dr. Heydorn, en su libro, proporciona una muy necesaria explicación respecto a las causas de todas estas graves inequidades económicas y sociales. Traza la principal fuente del problema remontándose al sistema bancario privado, el cual sostiene un monopolio sobre el sistema financiero y monetario, y controla el flujo y distribución del dinero a los productores y consumidores. Este monopolio transfiere gradualmente cada vez más y más riqueza, privilegio y poder a disposición de cada vez menos y menos manos, al aprovecharse de una brecha crónica existente entre los precios de los bienes de consumo y los ingresos de los consumidores. El único medio que tienen los consumidores para poder adquirir ese adicional y muy necesario poder adquisitivo es el de tomar prestado dinero de los bancos privados, el cual estos mismos bancos lo crean también de la nada. La susodicha brecha entre precio e ingreso es un fenómeno reciente, y es resultado del creciente desplazamiento del trabajo humano por los desarrollos tecnológicos, lo cual se traduce en menores empleos y, de esta forma, en menos dinero en forma de sueldos, salarios y dividendos distribuidos a los consumidores. Existe, por tanto, a su vez, una constante necesidad de “crecimiento” económico por el crecimiento mismo, a fin de poder rellenar esa brecha, así como mediante cualquier otro medio posible. En el caso de Australia, esto se consigue más a menudo manteniendo imprudentemente altos flujos de inmigración neta hacia el país, con el fin de proporcionar más consumidores, así como con la liquidación de nuestros recursos, producción, tierras de cultivo y propiedades a compañías e inversores extranjeros, para así poder pagar los préstamos bancarios y rellenar la brecha crediticia o monetaria. Todas esas acciones arriba mencionadas únicamente constituirán un perjuicio para el futuro de Australia como nación.
El Dr. Heydorn proporciona una solución a esta crisis socio-económica en Australia y en el mundo desarrollado volviéndose hacia un Mayor británico de principios del siglo XX, Clifford Hugh Douglas, quien desarrolló el sistema del “Crédito Social”, una reforma del sistema monetario de tal forma que la alta finanza sirviera a los intereses del pueblo en lugar de a los de los financieros. Esto había de conseguirse poniendo la creación y el poder del crédito, es decir, del dinero, de nuevo en manos del pueblo. A su vez, también examina los escritos de G. K. Chesterton y H. Belloc, dos escritores de principios del siglo XX que acuñaron la idea del Distributismo y abogaron por una amplia y equitativa distribución de la riqueza y de la propiedad entre la población.
La propuesta del Crédito Social de Douglas hecha por Heydorn como medio para una reforma monetaria y financiera, incorporando la idea fuerza general del Distributismo clásico (es decir, la idea de que la posesión de la propiedad productiva debería difundirse de una forma u otra), implica que el pueblo, actuando a través del Estado, establezca una Oficina Nacional de Crédito que sea la única responsable de asegurar que se atienda la correcta política financiera en todo el país. Para cubrir la brecha entre precios e ingresos, y para compensar por la automatización de los empleos, se crearía dinero “libre de deuda” en forma de un dividendo ciudadano universal, y se emitiría a todo ciudadano con independencia de que éste estuviera o no empleado. La cantidad de este dividendo se ajustaría de acuerdo con la producción total de la nación, de tal forma que permanece ligado a la productividad de los ciudadanos, y disminuiría en caso de que muchos ciudadanos cesaran en el trabajo o la producción. Reemplazaría al disfuncional Estado del Bienestar, con un dividendo no discriminatorio emitido a todos sin ninguna burocracia, prueba o comprobación de medios, ni estigmas sociales añadidos. Este dividendo, al re-aforar económicamente a los pobres, los desfavorecidos y las clases de bajos ingresos, con poder adquisitivo libre, proporcionará un campo de juego más igualado, y permitirá una más justa distribución de riqueza y propiedad entre la población, tal y como justamente reclamaban Chesterton y Belloc. Los beneficios físicos, sociales y culturales de este dividendo transformarían a la sociedad. La mayor seguridad económica resultante reduciría significativamente la pobreza, el crimen, la escasa salud física y mental, el estrés, y otras enfermedades sociales relacionadas con la tensión financiera, y, en su lugar, aumentaría la vida de familia, las artes, el pensamiento libre y la libertad individual, ya que haría financieramente posible el ocio. La seguridad económica ya no dependería necesariamente más del pleno empleo, una política que, de todas formas, ya no es más universalmente posible hoy día debido a las mejoras tecnológicas. Los bancos privados quedarían, a su vez, regulados por la Oficina Nacional de Crédito, y ya no serían más los únicos responsables de la distribución del crédito. La liquidación de los recursos naturales de Australia, así como la entrega de sus tierras y propiedades a propietarios extranjeros, no serían ya más necesarios para rellenar la brecha precio-ingreso; y la inmigración, junto con los problemas demográficos, culturares y religiosos que la acompañan, quedarían eliminados o reducidos a un nivel más seguro y prudente, puesto que no sería ya más necesario proporcionar nuevos consumidores a fin de mantener un crecimiento económico perpetuo. En su lugar, el dinero compensatorio del dividendo y del precio descontado (otra de las sugerencias de Douglas para la reforma financiera) cubrirían la brecha.
La propuesta del Dr. Heydorn de un dividendo universal de Crédito Social para todos como solución a la gran crisis económica y social que está afectando a Australia y al mundo, ciertamente es radical, y requerirá de un re-pensamiento y reevaluación de la forma en la que miramos y valoramos el trabajo y el ocio; pero puede ser la única solución viable en un mundo de creciente automatización tecnológica, de creciente desintegración e inhumanidad de las condiciones de vida, y del resultante aumento de la tensión política y cultural entre las muchas comunidades demográficas y agrupaciones sociales que compiten las unas con las otras por un pedazo de la menguante tarta, a las órdenes de una corrupta oligarquía financiera.
Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE
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