Fuente: Boletín Oficial del Obispado de Cuenca, Número 10, Agosto 1974, páginas 407 – 413.
Sobre la dotación económica del Clero
A fines del pasado Julio, un diario de Barcelona recogía y comentaba las manifestaciones de un sacerdote catalán en la Asamblea de la Previsión Sacerdotal tenida en la sede de la Mutual del Clero en Madrid, en las que apelaba a la Conferencia Episcopal Española para que (son sus palabras):
«nos resuelva de una vez el problema número uno que los señores Obispos tienen planteado desde hace mucho tiempo, y que cada día que pasa se nos hace más angustioso: la sustentación de los sacerdotes, que un día inolvidable se consagraron, y que continúan y que quieren continuar consagrados plenamente, al exclusivo servicio de la Iglesia». «Yo pido a los señores Obispos –añadía– que no nos hagan víctimas a los párrocos rurales, principalmente a los que ya no somos jóvenes, de cosas de política que ni entendemos ni queremos entender. Nosotros sólo nos consagramos a Dios, y sólo queremos ser pastores espirituales de nuestros pueblos».
Otras muchas voces similares vienen sonando hace años, reflejando no sólo una situación de notoria necesidad, sino también una indignación creciente ante los pocos compañeros que, desde posiciones económicamente privilegiadas, y al margen, a veces, del servicio sacerdotal, se permiten hacer campañas de falso purismo a costa de los demás.
Recientemente más del ochenta por cien de los sacerdotes de una Diócesis de la España rural, al Norte de Madrid, a los que se asociaron los de otra Diócesis, se dirigieron a las altas autoridades de la nación exponiéndoles su problema, tanto en lo tocante a la insuficiente dotación económica, como a la integración en el régimen de la Seguridad Social. Dichos sacerdotes, al comunicar a los Obispos diocesanos las respuestas alentadoras que habían obtenido, hacían además las siguientes consideraciones:
«Sabemos que la solución del problema económico del Clero español corresponde primordialmente y en justicia a la Jerarquía Eclesiástica española, a tenor del núm. 20 del Decreto Conciliar del Vaticano II sobre el Ministerio y Vida de los Presbíteros, ya que la mayoría de los sacerdotes nos hemos ordenado al servicio de la Diócesis, con la prohibición entonces de dedicarnos a actividades ajenas al ministerio sacerdotal; y que en diversas ocasiones se ha anunciado como temario de estudio de las Asambleas Episcopales el problema económico del Clero, aunque después nada se ha publicado de los acuerdos o medidas tomadas, o a tomar, para solucionar y actualizar la Dotación del Clero. Van celebradas 19 Asambleas de la Conferencia Episcopal Española, y el problema económico del Clero y la Seguridad Social del sacerdote siguen sin resolverse, siendo su situación económica cada vez peor, pues el coste de todo ha subido y sube de un modo alarmante… ¿Hasta cuándo?... La posibilidad de la paciencia y resistencia tiene un límite que está próximo a desbordarse. Sin duda que esta insuficiencia o inseguridad económica del Clero ha contribuido a que muchos sacerdotes hayan buscado empleos o trabajos civiles, con detrimento de su apostolado ministerial, y que no pocos se hayan secularizado…».
«Constantemente –siguen diciendo– vienen noticias en la prensa de que Obispos, en particular o unidos por Provincias Eclesiásticas, denuncian y urgen la debida adecuación y retribución justa de obreros y trabajadores… ¿Por qué no hacen lo mismo respecto de sus sacerdotes? Aquí podría aplicarse aquel aforismo: “Medice, cura te ipsum”. Luego preguntan por qué no se cumple, y quién lo impide, el artículo 19 del Concordato acerca de la adecuada dotación del Clero». «Mientras tanto, los sacerdotes somos víctimas de esta situación angustiosa y, cada día que pasa, menos soportable… Por ello, se ha elevado esa instancia al Jefe del Estado español y al Presidente del Gobierno, y ahora lo comunicamos a V. E. para que, de común acuerdo o separadamente, procuren solucionar con la mayor rapidez posible el problema económico del Clero, en su doble aspecto: de retribución mensual y de Seguridad Social».
* * *
En esta sección informativa del Boletín no se opina; como lo indica su título (“Informaciones”), solamente se informa. Hace muy poco el Cardenal Presidente de la Comisión Episcopal de Asuntos Jurídicos y Económicos pidió a los Obispos que den información a sus sacerdotes sobre lo que ha hecho la Conferencia Episcopal para resolver el problema económico del Clero. La información sobre este tema se limitará aquí a recordar sucintamente cuatro puntos correspondientes a los nueve años de existencia de la Conferencia Episcopal (1966 – 1974): 1. Gestiones para la Previsión Social del Clero; 2. Gestiones para un aumento de la Dotación estatal (1967 – 1969); 3. Propuesta del Gobierno para una solución global (1966); 4. ¿Fórmulas independientes de la cooperación estatal?
1. Gestiones para la Previsión Social del Clero.– Entre 1966 y 1968, continuando esfuerzos de años anteriores, la Comisión de Asuntos Jurídicos y Económicos promovió intensos estudios en orden a un sistema nacional de previsión en favor del Clero. El problema económico de éste aparecía, por entonces, en la agenda de casi todas las reuniones de la Conferencia. A la vista de las dificultades, se abordó en 1966 una fórmula provisional que habían de aplicar las organizaciones diocesanas según criterios concordados en la Asamblea Plenaria; fórmula que, en efecto, fue implantada en numerosas Diócesis, y que supone una cuota mensual de 260 pesetas y una pensión a los beneficiados de 4.000 pesetas.
Siguieron, en 1967 y 1968, los estudios para lograr un sistema supradiocesano o Caja Nacional de Compensación. Se produjo también la vinculación de la Mutual del Clero a la Conferencia Episcopal, aunque el aprovechamiento de esta fuerza (que incluye a la mayor parte del Clero español) tropezó con reservas por parte de algunas Diócesis. Desde fines de 1970 las esperanzas se orientan, como único camino que se estima eficaz, hacia la inserción en la Seguridad Social del Estado. Se constituyó una Comisión Gestora, formada al principio por dos Prelados y el Director de la Mutual. La retirada de los Prelados y otras dificultades hicieron lenta la andadura, aunque en el terreno del estudio parece que las relaciones con el correspondiente órgano estatal avanzaron no poco. Pero en los años recientes el tema se ha eclipsado en las reuniones de la Conferencia. Las gestiones están en manos de los nuevos órganos jerárquicos de la Mutual: por eso conviene atenerse a las informaciones dadas por el Delegado de la Mutual del Clero, por ejemplo la publicada en el Boletín del mes de Julio de 1974 sobre la Asamblea de la Previsión Sacerdotal (18 y 19 de Junio), presidida por el Cardenal Presidente de la Comisión de Asuntos Jurídicos y Económicos de la Conferencia Episcopal, y en la que se pronunciaron las palabras con que se encabeza la presente información.
2. Gestiones para un aumento de la Dotación estatal (1967 – 1969).– En 1967, a la vista de la estrechez en que se encontraba gran parte del Clero, especialmente del mundo rural, la Comisión de Asuntos Jurídicos y Económicos estimó que era urgente conseguir que la dotación de los sacerdotes que ocupaban piezas eclesiásticas (y que, incluida la gratificación de dos mil pesetas otorgada pocos años antes, excedía poco de las tres mil pesetas mensuales) se aumentase hasta cinco mil pesetas.
Como el Gobierno había propuesto antes un plan de solución global del problema, según se verá en el siguiente número 3, no veía con buenos ojos esta especie de remiendo parcial que, además de ser insuficiente, quizá contribuiría a diferir el estudio de aquella solución. Por eso la Conferencia, pensando que parte del Clero tampoco podía esperar a que se terminase el estudio requerido por la solución global, solicitó el aumento referido como una fórmula provisional de urgencia, comprometiéndose al mismo tiempo a estudiar sin dilaciones el plan global del Gobierno.
Por otra parte, coincidiendo con estas gestiones, ciertos grupos sacerdotales desplegaron una actividad ruidosa opuesta a la Dotación estatal, tanto que, a principios de 1969, se encargó a la Comisión de Asuntos Jurídicos y Económicos aclarar públicamente la posición de la Conferencia en relación con el aumento de los haberes del Clero.
Como es sabido, el Gobierno acordó en 1969 aumentar hasta cinco mil pesetas mensuales la dotación mínima mensual de los sacerdotes que cubren pieza eclesiástica. Este aumento se incorporó al Presupuesto bienal de 1970-71, asignándose el 50 por 100 en el año 1970.
3. Propuesta del Gobierno para una solución global (1966).– En 1966 el Gobierno tomó la iniciativa de proponer por escrito a la Conferencia Episcopal, sometiéndolo al estudio de ésta, un cambio del sistema actual de Dotación estatal del Clero por otro, cuyos puntos fundamentales serían los cuatro siguientes:
– Asignación a la Iglesia de una cantidad global, que habría que determinar mediante un estudio de todas las necesidades, incluyendo sectores y agentes de la pastoral que ahora no están dotados.
– Esa cantidad constaría como partida única en el Presupuesto, suprimiendo la variedad de subvenciones procedentes de los distintos Departamentos Ministeriales.
– La cantidad tendría que cifrarse según lo que resultara después de un estudio completo de la cuestión; pero ya se adelantaba, a modo de ejemplo, que podría ser más o menos el dos por cien del Presupuesto del Estado.
– La administración de esa cantidad quedaría en manos de la Iglesia con plena autonomía; se indicaba la oportunidad de un Consejo de Gerencia Nacional, y la necesidad de elaborar Presupuestos Diocesanos y un Presupuesto Nacional de la Iglesia en España.
Este proyecto parecía realizar con ventaja el objetivo señalado en el Concordato, superando el vigente sistema provisional, que asigna directamente a ciertas piezas eclesiásticas unas cantidades reducidas, necesitadas de revisiones siempre difíciles, nunca adecuadas; subrayaba la autonomía administrativa de la Iglesia, con una vinculación directa de los miembros del Clero a órganos eclesiásticos; y, tratándose de un porcentaje del Presupuesto, quedaba garantizado el reajuste automático de las asignaciones de acuerdo con las variaciones del nivel de vida, evitando enojosos replanteamientos de la cuestión, y satisfaciendo en este caso lo que es gran aspiración de los trabajadores de todo el mundo: la escala móvil de retribuciones.
La Conferencia Episcopal acordó manifestar su gratitud, y dejó sobre la mesa una serie de cuestiones que había que estudiar: por ejemplo, el deslinde entre lo que la Iglesia recibe como ayuda para su misión propia, y lo que personas e instituciones de la Iglesia reciben, al igual que otros ciudadanos, por servicios sociales de índole civil; recogida de información y criterios del Clero diocesano; datos técnicos para elaborar un Presupuesto Nacional sobre la base de Presupuestos Diocesanos, etc.
Pasó un año. El Gobierno urgía insistentemente el estudio del proyecto, porque interesaba llegar lo más pronto posible a la implantación del nuevo sistema. Mientras tanto, la Conferencia pidió el aumento de la dotación personal, dentro del sistema antiguo, hasta cinco mil pesetas. Como ya se dijo, el Gobierno temía que esta fórmula sirviese para aplazar el estudio requerido. La Conferencia manifestó que aceptaba, en principio, hacer dicho estudio, y se comprometió a iniciarlo oficialmente en la Asamblea de finales de 1967. La Comisión Episcopal de Asuntos Jurídicos y Económicos anunció entonces su intención de estudiar algunas de las cuestiones pendientes.
En 1969, se le encargó a la Comisión que prosiguiese el estudio de la propuesta del Gobierno. A fines de este año el Gobierno otorgó el aumento antes citado, hasta las cinco mil pesetas. En cuanto a los estudios de la Comisión sobre el plan de dotación global, no se ha vuelto a tener noticias; la Conferencia no ha llegado a examinar una fórmula concreta, y no ha dado respuesta determinada a la proposición del Gobierno de 1966; de hecho el tema ha desaparecido de las reuniones del Episcopado. El mismo proyecto ministerial parece, desde entonces, como un tren olvidado en vía muerta, con la locomotora apagada y sin visos de que vuelva a circular.
Sin embargo, en Septiembre de 1971 la «Asamblea Conjunta» nacional, desconectada de la situación real de este asunto, en un clima de grave recelo ante el Estado, pero coincidiendo, sin advertirlo, con la vieja iniciativa gubernamental, aprobó esta conclusión:
«En sustitución del sistema vigente, proponemos que las aportaciones económicas de la Administración Pública sean recibidas globalmente, y administradas, sobre la base de criterios objetivos y pastorales, por un organismo de la Iglesia competente y representativo».
* * *
A pesar del atascamiento de estos últimos años, se han dado algunos pasos, otra vez por la vía del sistema antiguo. Amplios sectores del Clero han manifestado sus preferencias por los servicios directos de la Administración Pública. Ha habido gestiones de distintos Prelados y varios intentos del Ministerio de Justicia para mejorar la situación. Según informaciones dignas de crédito, parece que las autoridades competentes están convencidas de que –en el supuesto de que haya de continuar la Dotación estatal– la justicia y el decoro exigen actualizarla, al menos en favor de las personas que más lo necesitan. Más aún: según las mismas informaciones, hay estudiada una solución; pero la decisión final depende de las negociaciones en curso sobre el Concordato.
4. ¿Fórmulas independientes de la cooperación estatal?.– En algunos sectores del Clero español se ha hablado mucho de esta independencia, y se ha intentado presionar a la Conferencia Episcopal, a veces con actitudes de gran radicalismo. Pero nunca se ha pasado de veleidades o de comentarios irresponsables; jamás se ha presentado a la Conferencia un proyecto que pudiera ser objeto de consideración en el terreno de la aplicación práctica, y, por tanto, cualesquiera que fuesen sus dificultades, ofreciera al menos un mínimo de viabilidad. Lo característico de estos años es la coincidencia de abundantes manifiestos «valientes» con un vacío total de estudios o programas para llevarlos a la realidad.
La «Asamblea Conjunta», aunque declaró que «es preciso que se arbitren los medios para llegar, cuanto antes, a la total independencia económica de la Iglesia», antepuso una condición muy cómoda: «mientras no cuente con otras fuentes adecuadas de recursos, la Iglesia Española no puede prescindir de los bienes que la Administración Pública pone en sus manos». Ahora bien, nada se ha aportado para «arbitrar los medios» o para alumbrar esas «otras fuentes adecuadas de recursos». Por su parte, la Conferencia Episcopal no se ha acercado a este tema.
Episodio pintoresco: a lo más a que se ha llegado en esta línea fue a empujar a algún señor Obispo, desde puestos de no escasa representación, a que renunciase, a ciegas, en bloque y de repente, a las aportaciones actuales, con la “esperanza” de que la Diócesis que así se lanzase al vacío se vería más urgida a movilizar todas sus fuerzas para buscar con eficacia una solución nueva, y, al mismo tiempo, según decían los autores de la sugerencia, daría un ejemplo heroico y estimulador a las demás. Ninguno de los pocos Obispos solicitados en esa dirección hizo caso de tales consejos.
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