S. GUIJARRO. MADRID.
Iberoamérica absorbía, en 1997, más de la mitad de la inversión española en el extranjero. En 2006, diez años después, las inversiones españolas que tenían como destino los países de Centro y Suramérica representaban sólo el 4% del total, mientras la Europa de los Quince acaparaba el 78%, según los datos del Anuario de la Internacionalización de la Empresa Española, realizado por el Lauder Institute de The Wharton School de la Universidad de Pennsylvania y el Círculo de Empresarios.
Las políticas populistas, medidas agresivas como intervencionismo y expropiaciones y una creciente inestabilidad política que incluye el giro que han dado algunos gobiernos de la región, «creando un ambiente incluso hostil a la presencia de empresas extranjeras», parecen estar, según los expertos, en el origen de esta retirada de la inversión española de Iberoamérica para incrementar la entrada en otros mercados.
Duras críticas
Las recientes declaraciones del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en las que arremetía contra los empresarios españoles, declaraciones secundadas por mandatarios de otros países, entre ellos el argentino, Néstor Kirchner, el nicaragüense, Daniel Ortega o el ecuatoriano, Rafael Correa, han corroborado este «ambiente hostil» hacia las empresas españolas.
Sin apoyo, nos vamos
«La inversión extranjera directa tiende a huir de aquellos lugares donde se producen incrementos en la incertidumbre y en la inestabilidad institucionales, pues las compañías multinacionales interpretan ambas como generadoras de riesgo para cualquier proyecto», señalan los autores del anuario, palabras que coinciden con las declaraciones del presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, en el sentido de que las empresas se van de donde no las quieren.
El anuario resalta el papel protagonista de España en Iberoamérica en la segunda mitad de los años noventa. «De hecho -afirma el documento- pasó a ser el segundo mayor inversor en la zona con un 30% de la inversión directa extranjera total, sólo superado por el 39% alcanzado por la procedente de EE.UU». Se trató sobre todo de empresas que operaban servicios, como Telefónica, Gas Natural, Endesa, Iberdrola, Fenosa, Agbar o Iberia, muchas de las cuales todavía no estaban privatizadas del todo. También desembarcaron los bancos y el Santander y el BBVA tejieron amplias franquicias en la región. Y cómo no, los grupos de infraestructuras. Varias razones explican la prioridad que las empresas españolas otorgaron a su expansión internacional a través de Iberoamérica. Por un lado, «los vínculos culturales entre las dos regiones, lo que unido a la lengua común permite importantes ahorros en los costes de transacción, lo que facilita la integración».
Por otro lado, la experiencia adquirida por los empresarios españoles durante el proceso de liberalización de nuestra economía constituyó una ventaja ante posibles competidores dadas las similitudes entre las reformas que se hicieron en España y la desregulación y privatización iniciadas en los países iberoamericanos a partir de los años 80.
Invertir en Europa
Sin embargo, la situación cambió radicalmente en los primeros años de este siglo y en 2006 las empresas españolas sólo destinaron un 4% de su inversión a los países de Centro y Suramérica, mientras la mayor parte se concentraba en Europa. Operaciones tan sonadas en Reino Unido como las compras de O2 por Telefónica, Abbey por el Santander, Scottish por Iberdrola y los aeropuertos británicos por Ferrovial, han contribuido a ello. Pero es que también el Santander ha comprado con socios ABN Anro, el Popular ha entrado en Portugal, Telefónica se hizo con la checa Cesky Telecom y con una reciente participación en Telecom Italia. Endesa entró en Francia e Italia. Y la lista es mucho más amplia.
Los expertos señalan como causas de este descenso de la inversión en Iberoamérica, en primer lugar, el posible agotamiento del ciclo de vida de parte de la inversión extranjera directa en la región. En segundo lugar, el crecimiento del descontento en la zona, ya que no se han cumplido muchas de las expectativas acerca de los efectos positivos que podían esperarse de la inversión y de los procesos de privatización. «En respuesta a este descontento -subrayan los responsables - algunos gobiernos han dado un giro hacia políticas populistas creando un ambiente incluso hostil a la presencia de las empresas extranjeras».
El trabajo, del que son autores Belén Romana García, Mauro F. Guillén, María Jesús Valdemoros Erro y José Luis Álvarez Arce, analiza específicamente este punto y señala que «son muchas las condiciones que influyen de manera decisiva sobre los flujos de inversión directa extranjera que llegan a un país. El tamaño y la situación de la economía emisora, su capacidad de inversión en el exterior, su proximidad con los países receptores, sea geográfica, cultural, social o histórica y la forma en que las propias condiciones económicas del país sirvan de foco de atracción».
Normas claras
Las empresas reclaman reglas del juego claras para invertir, ya que la incertidumbre es el peor entorno para una compañía, y eso es lo que está pasando ahora en muchos países de Iberoamérica. «España disfrutó durante muchos de los últimos 30 años de grandes flujos de entrada de inversión extranjera directa gracias al progresivo asentamiento de un sólido marco institucional, además del atractivo de otros factores, como el bajo coste de la mano de obra», explica el anuario.
«Por el contrario -continúa el análisis- en un país de gran inestabilidad política, con gobiernos poco creíbles e incluso corruptos, donde el imperio de la ley brilla por su ausencia, se reducen los incentivos para la inversión exterior».
El estudio concluye que, tras el «boom» experimentado por la inversión española en Iberoamérica en los 90, «en el transcurso del último lustro la situación ha cambiado y los flujos de inversión española hacia el subcontinente han caído, entre otras razones, por una cierta hostilidad hacia la inversión extranjera. Hostilidad que se explica por una cierta insatisfacción de las expectativas creadas en su momento entre la población latinoamericana y que, en último término. ha servido de muchos países de caldo de cultivo para políticas populistas que detraen inversión y ahuyentan al inversor extranjero a base de medidas agresivas, como regulaciones crecientes y expropiaciones». Fenosa tuvo que abandonar República Dominicana y ahora no está nada bien en Nicaragua. Y Repsol aguanta como puede en Bolivia y hasta en Argentina, donde tiene casi la mitad de su negocio.
http://www.abc.es/20071114/economia-...711140248.html
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