En Occidente tardaron cinco años en comprender que Yúschenko es un inepto
11:38|20/ 01/ 2010
Dmitri Bábich, RIA Novosti
La reacción de países europeos tras los resultados de la primera ronda de las elecciones presidenciales en Ucrania es tanto o hasta más interesante que los propios comicios celebrados el pasado 17 de enero en el país eslavo.
Los reportajes y comentarios publicados en periódicos de Polonia, el Reino Unido y Estados Unidos demuestran que en algunas capitales europeas y en Washington, evidentemente confunden los deseos con la realidad.
Por lo visto, una buena parte de los analistas y políticos europeos y estadounidenses prefieren que el nuevo presidente ucraniano continúe la política antirrusa promovida por el actual presidente, Víctor Yúschenko.
Pero, ¿qué se pude hacer, si un 80% de los ciudadanos de Ucrania apoyan unas relaciones más estrechas con Rusia? Esa tesis la subrayó el experto en política ucraniana, Tarás Kuzio, en un comentario publicado por la Jamestown Foundation (agencia de prensa estadounidense especializada en temas referentes a los Estados comunistas y poscomunistas y al terrorismo).
Al respecto de los candidatos que participaron en la primera ronda en los comicios presidenciales en Ucrania, la mayoría de los editoriales de la prensa occidental coincidieron en afirman que Yúschenko, al obtener menos de un 6% de votos, perdió para siempre su influencia política en Ucrania, entre otras cosas por su retórica antirrusa,
Ahora, es necesario aceptar la "triste realidad" y buscar fórmulas de compromiso.
Hasta Kuzio, que solía pronunciarse a favor de distanciamiento entre Rusia y Ucrania, dijo que no tuvieron ningún sentido las acusaciones de Yúschenko contra la "coalición pro-moscovita" al referirse a los candidatos que pasaron a la segunda ronda; la primera ministra Yulia Timoshenko y el candidato opositor Víctor Yanukóvich.
Las posturas han cambiado de signo drásticamente. Kuzio ha dejado de sospechar que algunos miembros del gobierno ucraniano fueran espías al servicio del Kremlin, al descubrir que los propios ciudadanos de Ucrania se oponen el ingreso del país en la OTAN.
Y que no sólo Yanukóvich apoya la permanencia de la Flota rusa del mar Negro en el territorio de Ucrania, sino también el banquero Serguei Tiguipko, quién reunió el 13% de votos en la primera vuelta de las presidenciales y quedó como el tercer candidato más votado.
Con mucho acierto, los medios de prensa subrayan que al acumular tantos votos, Tiguipko pasó a ser una figura clave, una especie de "kingmaker" (creador de reyes), porque el resultado de la segunda vuelta en gran medida, ahora depende del apoyo que preste el propio Tiguipko y sus partidarios, a los dos candidatos que pasaron a la segunda ronda.
Sobre todo si se tiene en cuenta que el electorado de extrema izquierda (que muy probablemente deberá votar por Yanukóvich en la segunda vuelta) en número, es casi igual al electorado nacionalista que apoya la política de Yúschenko.
El periódico británico The Economist descubrió horrorizado que en los comicios presidenciales de 2004, Tiguipko había financiado la campaña electoral de Yanukóvich, caracterizado por periodistas británicos, "como un malvado apoyado por el Kremlin".
Según la lógica elemental, los analistas de TheEconomist deberán concluir que los electores ucranianos se volvieron locos o son masoquistas, o que Yanukóvich no es tan malo como dicen, y que su campaña no es menos sucia que la política de Yúschenko y Timoshenko.
Recordemos, por ejemplo, las broncas entre estos dos políticos transmitidas en directo por TV, la lucha ostentosa que libraron por controlar el dinero proveniente por el tránsito de gas, la disolución del Parlamento legítimo, y la falta de respeto hacia la población rusa residente en Ucrania.
Si el líder de cualquier país democrático se comportara de esta forma, esto significaría el fin de su carrera política. En cuanto a Yúschenko, los medios de prensa europeos y estadounidenses apenas ahora empiezan a reconocer que su favorito abordó las transformaciones de una forma muy precipitada, y que debió de haber actuado con más prudencia.
Las propuestas de que ahora con Ucrania se debe actuar con cautela están sustituyendo las perentorias exigencias sobre la admisión de Ucrania en la OTAN y la Unión Europea publicadas por la prensa de Polonia hace unos cuatro años. Sin embargo, estos cambios no significan en ningún caso que esos gobiernos de Occidente ahora sienten simpatía por Rusia.
Washington y sus incondicionales en Europa reconoce errores en la táctica pero no en la estrategia, y ahora el tema principal del debate es cómo mantener la esperanza de una Ucrania antirrusa después de que Yúschenko perdió el poder.
Y en este sentido, los puntos de vista son muy variados. La mayoría se pronuncia por Timoshenko como la candidata que en reiteradas ocasiones hizo alarde de posturas antirrusas.
Kuzio, por ejemplo, destacó que en 2007, Timoshenko apoyó el proyecto de ley que prohibía cualquier forma de privatización de los gasoductos de Ucrania.
Otros expertos afirman que la política de Yanukóvich no es tan mala del todo, al recordar que el uso del idioma ruso fue retirado de las escuelas y universidades ucranianas cuando éste ocupó el cargo de primer ministro
El asunto es que los expertos no se plantean cómo se compaginan estas situaciones con los documentos internacionales sobre los derechos de las minorías, o con la Carta Energética de Europa suscrita por Ucrania y que incentiva la privatización de los gasoductos.
Únicamente el diario estadounidense The New Republic expresó la preocupación de que Timoshenko en caso de llegar al poder, puede optar por el autoritarismo y arroje a la basura la democracia.
Al expresar tales opiniones, ¿cómo pueden esperar los periodistas de Washington, Bruselas y Varsovia que los ciudadanos rusos o ucranianos confíen en sus palabras a favor de la democracia y la defensa de los derechos de minorías, o en sus habladurías sobre una nueva Europa que prosperaría en cualquier caso, sin tener en cuenta Rusia ni Ucrania?
La experiencia demuestra que la política que ignora 400 años de la historia puede tener resultados lamentables. Y poniendo en marcha esa política Europa, o la Unión Europea para ser más precisos, corre el riesgo de perder tanto a Rusia, como a Ucrania.
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