¿Ha leído los contenidos de los enlaces que me he molestado en ir poniendo? Sinceramente lo dudo mucho. El tema de este hilo, abierto por mi, no era para tratar casi exclusivamente de Gibraltar, sino de los múltiples encuentros y desencuentros entre ambas naciones, ¿o es que pretende usted decir qué y para qué lo abrí y con qué ánimo, cuando no estaba usted ni registrado?
Cite usted esas ocasiones multitudinarias, ¿o es que es esta su fuente?:Y por supuesto Inglaterra sabía que una paz duradera con España era imposible mientras Gibraltar no fuese devuelto. Y no hace falta ser un lince para deducir que eso es precisamente lo que buscaba Inglaterra: Gibraltar era y es una escusa para desestabilizar a España. Cromwell ya lo había dejado bien claro en multitud de ocasiones.
Así nos robaron Gibraltar
cope.es, 21-07-2009
Martes 21 de julio de 2009, por DENAES
La visita del ministro Moratinos a Gibraltar supone un giro radical respecto a la política mantenida por España durante tres siglos, desde que Gran Bretaña robó literalmente el Peñón. ¿Cómo fue? ¿Cómo aquella tierra española pasó a ser ilegalmente inglesa? ¿Cómo nos robaron la Roca?
En 1704 los ingleses obtuvieron el control de Gibraltar
José Javier Esparza- cope.es - 21-07-09
La reivindicación de Gibraltar ha sido una constante de la política española desde su pérdida en 1704 hasta nuestros días. La propaganda de una clase política bastante inculta ha tratado de imponer la idea de que reivindicar Gibraltar es algo “franquista”. Falso de toda falsedad: durante tres siglos, todos los gobiernos españoles, de derechas o de izquierdas, monárquicos o republicanos, han defendido la soberanía española. He aquí algunos testimonios:
Francisco Pi y Margall, presidente federalista de la I República: "La patria está encogida porque está cercenada con la exclusión de Gibraltar”. Emilio Castelar, presidente conservador de la I República: “Yo admiro mucho a la nación inglesa. Mas declaro que no puede ser nuestra aliada mientras posea Gibraltar”. Manuel Azaña, presidente del Gobierno de la II República: “Toqué la cuestión del Estrecho haciendo ver la importancia de asegurar su dominio, en caso de guerra. Examiné la cuestión de Gibraltar y dije al Consejo mi propósito de preparar desde el Ministerio de la Guerra los planes necesarios para tener aquel dominio”.
La traición de Rooke
Gibraltar es suelo español desde tiempos de los romanos. La captura británica de la roca fue un simple acto de piratería. Pero, ¿cómo sucedió?
Estamos en 1704. España sufre la Guerra de Sucesión. Carlos II, el último Austria, ha muerto sin descendencia. Los grandes poderes mundiales mueven ficha para que la Corona española quede bajo su área de influencia, porque España ya no es el imperio que fue, pero sigue siendo una potencia descomunal. Por un lado está Francia, que tiene a su favor el testamento real, porque Felipe de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV, ha sido designado heredero por Carlos II, de quien era sobrino; Francia sueña con una alianza francoespañola que multiplique el poder de los Borbones y frene en seco a Inglaterra. Por otro lado está la coalición del imperio austriaco y de Inglaterra, el primero porque el Archiduque Carlos, igualmente sobrino de Carlos II, había sido designado sucesor con anterioridad, y los ingleses porque, evidentemente, temían la constitución de un bloque francoespañol. Podemos ahorrarnos el cruce de intrigas palaciegas y diplomáticas. El hecho es que en 1702 comienza la guerra; primero una guerra europea, después una guerra española.
En ese contexto de la Guerra de Sucesión, el 3 de agosto de 1704 se presenta ante Gibraltar una flota anglo-holandesa al mando del almirante Rooke. No viene en nombre de Inglaterra, sino del Archiduque Carlos; es decir, no es que los ingleses estén invadiendo España, sino que esa fuerza forma parte de los ejércitos de uno de los aspirantes al trono. La fuerza naval es importante: unos 900 cañones amenazan desde el mar. Las defensas de Gibraltar son exiguas: 80 soldados, un centenar de milicianos sin instrucción y 120 cañones de los que un tercio eran inservibles, al mando del sargento mayor Diego de Salinas. Los ingleses instan a la rendición en nombre del Archiduque. No obstante, como la mayor parte de España, incluido Gibraltar, ya habían prestado obediencia a Felipe V de Borbón, la fortaleza decide resistir. La flota anglo-holandesa bombardea a conciencia el peñón: cinco horas de cañoneo, unos 3.600 disparos. Finalmente la plaza se rinde. Es el 4 de agosto de 1704. Salinas no se rinde a los ingleses, sino a Carlos III de Austria, rey de España.
Pero es entonces cuando los ingleses hacen algo que, en rigor, sólo se puede considerar como un acto de piratería. El almirante Rooke, desobedeciendo las órdenes de su jefe, que es el Príncipe de Hesse Darmstadt, y aparentemente sin instrucciones directas de Londres, decide cambiar las tornas y tomar el peñón para la reina Ana de Inglaterra. Las tropas que habían tomado Gibraltar se entregan al asesinato, la violación y el saqueo. El Santuario de Nuestra Señora de Europa fue ultrajado; las imágenes sagradas, decapitadas. Los civiles, antes que someterse a los ingleses, prefirieron abandonar la ciudad; se refugiaron en la ermita de San Roque, y así nació la ciudad que ahora lleva su nombre. Allí se conservan las llaves de la vieja fortaleza gibraltareña.
Contra toda legalidad
Los españoles intentaron recuperar Gibraltar sucesivas veces desde aquel mismo año de 1704. Nunca fue posible. Inglaterra decidió aceptar el regalo del pirata Rooke. Después de todo, los ingleses ambicionaban Gibraltar al menos desde medio siglo antes, cuando Cromwell concibió el plan de tomar el Peñón y convertirlo en base para hacer guerra de corsario contra España. Cromwell no lo logró. Tampoco quienes, antes, habían lanzado sus barcos contra aquella roca española, como el pirata Barbarroja en 1540 o el almirante holandés Heemskerk en 1607. Gibraltar no cayó en una derrota militar, sino en una innoble trampa de trilero.
Como es sabido, el estatuto de Gibraltar se formalizó en 1713 el Tratado de Utrecht, que ponía fin a aquella gran guerra europea en cuyo interior se había librado la Guerra de Sucesión española. Aquel Tratado, en lo concerniente al Peñón, decía así:
“El Rey Católico cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillos de Gibraltar, (...) dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno. Pero, para evitar cualesquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías, quiere el Rey Católico que la dicha propiedad se ceda a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra. (...) Y si se aprehendieran algunas mercaderías introducidas por Gibraltar, ya para permuta de víveres o ya para otro fin, se adjudicarán al fisco y serán castigados severamente los culpados. (...) Si en algún tiempo a la Corona de la Gran Bretaña le pareciere conveniente dar, vender, enajenar de cualquier modo la propiedad de la dicha Ciudad de Gibraltar, se dará a la Corona de España la primera acción antes que a otros para redimirla.”
Aquello era, ciertamente, una borbónica bajada de pantalones, pero sólo hasta cierto punto. Primero, España no aceptaba la legitimidad de la captura inglesa de Gibraltar. Además, la cesión quedaba sometida a numerosas condiciones: la supresión del comercio entre la plaza y el territorio vecino, y el respeto por parte de Inglaterra del culto católico en la plaza. Desde entonces, y va ya para tres siglos, los ingleses han incumplido reiteradamente ya no sólo la legalidad, sino sus propios compromisos.
Tan evidente es que los ingleses no tienen razón, que en la propia Gran Bretaña han abundado los testimonios de gentes muy relevantes a favor de que Gibraltar vuelva a España. El general Sir Robert Gardiner, gobernador de Gibraltar, decía en 1856: “¿Cuáles deben ser los sentimientos de todos los españoles con esta noble Roca a la vista siempre, ocupada por extranjeros?”. John Bright, político liberal británico, denunciaba en 1862: “El Peñón de Gibraltar fue tomado y retenido por Inglaterra cuando no estábamos en guerra con España y su apropiación fue contraria a todas las leyes de la moral y del honor”. William C. Atkinson, hispanista escocés, reconocía en 1954: “La toma de Gibraltar en 1704 fue un acto de piratería”. Arnold J. Toynbee, historiador británico, se preguntaba en 1966: “¿Le agradaría al pueblo británico ver una fortaleza rusa o china en Land’s End o en las islas del Canal?".
La ONU definió en 1964 el estatuto de Gibraltar como colonia, lo cual debería haber implicado ya su devolución a España. Hoy se dice que en un entorno político como el de la Unión Europea, la reclamación española sobre Gibraltar ya no tiene sentido. En realidad, lo que no tiene sentido es la pervivencia de una colonia inglesa en suelo español. Porque el Peñón es suelo español… robado por un almirante inglés que traicionó la confianza de un pretendiente del trono de España. Gibraltar no puede ser moneda de cambio con ningún otro territorio. Gibraltar es, sencillamente, España.
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La Historia admite interpretaciones, esa es la causa por la cual hay muchos historiadores que realizando sus investigaciones sobre los mismos temas llegan a conclusiones diferentes. Usted opina que todas las relaciones entre ambos países están mediatizadas, pues ese el el término correcto que debería usar, por la Cuestión de Gibraltar. Pero esa es su conclusión, la de usted, no la de todos los españoles, ni la de todos los ingleses. La clave del problema arranca de lo que he destacado con un mayor tamaño de la letra... convenza usted a los ingleses de que no tienen razón, y explique que la"letra pequeña" del Tratado condicionaba semejante cesión, ¡¡¡ no, regalo !!!
Para mi dichas relaciones han estado determinadas por una ley histórica inexorable: dos potencias con los mismos intereses hegemónicos y comerciales sobre los mismos objetivos. Por eso hay paralelismos entre Rusia y Alemania, o entre Italia y Austria, entre Grecia y Turquía..., además de otros muchos casos. Y, por ello, es por lo que abrí este hilo para hablar de eso y de Gibraltar tangencialmente, partiendo del hecho de que dicho tema tiene un sub-foro específico. ¿Quiere usted hablar sobre Gibraltar? Hágalo en dicho sub-foro. Pero usted debe aprender dos cosas esenciales: la primera a respetar a los demás foristas, y en esto no hago más que avisarlo, piense usted por qué. Y, segundo, prescinda usted de insultos, epítetos, adjetivos calificativos y toda la parafernalia abusiva y grosera que le caracteriza.
Última edición por Valmadian; 25/01/2014 a las 22:05
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
Añado a lo señalado por Valmadian en su último aporte, que las relaciones entre España e Inglaterra también quedaron determinadas por la ruptura protestante Británica, lo que quedo evidenciado definitivamente, con lo proclamado contra España, en el discurso del Lord Protector Cromwell, pronunciado el 17 de septiembre de 1656.
El caso es que esos intereses comerciales solapados no impidieron que Holanda y Portugal fuesen aliados de Inglaterra hasta el día de hoy.
Quizá más que la religión o que cualquier otra cuestión de intereses, pesaba el hecho de que en aquellos años el ejército español estaba acampado al otro lado del Canal de la Mancha. Demasiado cerca para su gusto. ¿No lo ha pensado Vd? Pues es un pequeño detalle que no debería pasar por alto. Los Países Bajos fueron españoles (Spanish Netherlands) hasta 1711. Esa cercanía de un ejército español numeroso y permanente, altamente profesionalizado y dirigido por buenos generales no debería ser precisamente tranquilizadora para una Inglaterra todavía envuelta en revoluciones, golpes de estado, traiciones y conspiraciones de todo tipo.
Los católicos ingleses e irlandeses (numerosos y beligerantes) a menudo cruzaban el canal y se alistaban en ese ejército español y deseaban y confiaban en que algún día cruzarían el canal para liberar a su país de los herejes. Guido Fawkes fue uno de ellos, y su complot para volar por los aires el parlamento inglés con todos los lores y el rey dentro, aún se conmemora todos los años en Inglaterra. Ellos le llamam Gunpowder Plot
Última edición por Valderrábano; 26/01/2014 a las 02:11
¿¿¿¿¿ Y ?????? Usted sigue empeñado en ver las cosas a "su" manera. O sea, que se queja de que los Países Bajos se aliasen con Inglaterra, pero le parece cojonudo que nosotros tuviésemos allí a nuestros Tercios. ¿Ha intentado usted ponerse en la piel de los holandeses? Más aún ¿ha intentado por un momento imaginar lo que puede ser tener un país mucho más grande que limita el propio por todas partes, como es el caso de Portugal? Esta claro que no, que su visión histórica es tuerta y sólo entiende de lo propio, pero lo ajeno no tiene derecho a nada. Son los mismos argumentos que los que esgrimen aquellos que están queriendo romper España.
No paso nada por alto, y muestra de ello es que en todo momento he procurado mantener el hilo centrado en la totalidad de las relaciones entre ambos países, no sólo con la mirada puesta en Gibraltar, ya que los "pequeños detalles", tal como indiqué en la cita que usted me hace, se refieren a los aspectos "hegemónicos". Dicho de otra manera, ¿para qué se mantenían tropas españolas en los Países Bajos? y, ¿dónde estaba la necesidad de mantenerlas, acaso porque eran tropas de ocupación? Usted mismo lo dice, hasta 1711, o sea, desde Carlos V, Primero de España, otro "pequeño detalle" y a lo largo de todo el periodo de los Austrias. ¿Cree usted que los holandeses se sentían "españoles"?Quizá más que la religión o que cualquier otra cuestión de intereses, pesaba el hecho de que en aquellos años el ejército español estaba acampado al otro lado del Canal de la Mancha. Demasiado cerca para su gusto. ¿No lo ha pensado Vd? Pues es un pequeño detalle que no debería pasar por alto. Los Países Bajos fueron españoles (Spanish Netherlands) hasta 1711. Esa cercanía de un ejército español numeroso y permanente, altamente profesionalizado y dirigido por buenos generales no debería ser precisamente tranquilizadora para una Inglaterra todavía envuelta en revoluciones, golpes de estado, traiciones y conspiraciones de todo tipo.
Ahora de pronto se fija usted en la cuestión religiosa que, por cierto, la "añadía" a mi anterior mensaje Juan Vergara, no yo que no la mencionaba en él. Pero, en fin, parece que se va dando cuenta usted de que no todo es Gibraltar.Los católicos ingleses e irlandeses (numerosos y beligerantes) a menudo cruzaban el canal y se alistaban en ese ejército español y deseaban y confiaban en que algún día cruzarían el canal para liberar a su país de los herejes. Guido Fawkes fue uno de ellos, y su complot para volar por los aires el parlamento inglés con todos los lores y el rey dentro, aún se conmemora todos los años en Inglaterra. Ellos le llamam Gunpowder Plot
Guy Fawkes o Guido Fawkes
Guy Fawkes (13 de abril de 1570, York - 31 de enero de 1606, Londres), también conocido como Guido Fawkes, fue un conspirador católico inglés. Sirvió en el Ejército Español de los Países Bajos y perteneció a un grupo del Restauracionismo Católico inglés, el cual planeó la Conspiración de la pólvora con el objetivo de derribar el Parlamento con explosivos situados en las bases del edificio y asesinar al rey Jacobo I de Inglaterra, a sus familiares y al resto de la Cámara de los Lores. Él era la pieza clave: debía detonar los explosivos cuando los parlamentarios estuviesen reunidos. Finalmente fue arrestado el 5 de noviembre de 1605, declaró que sus intenciones eran acabar con las persecuciones religiosas, se negó a denunciar a sus cómplices y fue ejecutado. Desde entonces ese día se rememora en su país natal la Noche de Guy Fawkes o la Noche de las Hogueras -Bonfire Night en inglés-, donde se simula la quema del mismo en la hoguera.
El único hijo de Edward Fawkes y Edith Blake, el descendiente de los Fawkes de Farnley y posible notario de cortes eclesiásticas que acabó convertido en abogado del Tribunal eclesiástico del Arzobispado de York y era descendiente de reconocidos mercaderes y del concejal de la ciudad, tuvo dos hermanas pequeñas: Anne (llamada así en honor a una hija del matrimonio nacida dos años antes que él y fallecida con tan solo siete semanas de vida) y Elizabeth. Fue bautizado a los tres días de nacer en la iglesia St. Michael le Belfrey y estudió en la escuela St. Peter (York), donde estuvo bajo la tutela de John Pulleyn y donde conoció a dos futuros compañeros en la Conspiración de la pólvora -John y Christopher Wright- y al futuro Obispo de Durham Thomas Morton.
Su padre murió en 1579, cuando él tenía la pronta edad de 9 años, y su madre se casó tres años más tarde con Denis Bainbridge, un católico cuya familia era conocida por ser protestante y que además ofrecía resistencia a la autoridad de la Iglesia de Inglaterra. Es posible que él fuera quién influyera a Guy y contribuyera a que se convirtiera al catolicismo. Con 16 años (1586), y convertido junto a toda su familia a tal rama del cristianismo, se dio cuenta de la brutal represión que el Parlamento inglés ejercía sobre los católicos locales. Un ejemplo de ello fue el caso de la Perla de York, una mujer que fue torturada y aplastada hasta morir por alojar a curas católicos en su casa.
Posibles matrimonios
Según The Internacional Genealogical Index, Guy se casó en 1590 con una mujer llamada Maria Pulleyn, con la que tuvo un hijo llamado Matthew el 4 de febrero de 1591.
Ocupación como soldado
Después de dejar la escuela a una edad muy temprana, se convirtió en sirviente de Anthony Browne, quien tras tener un disgusto con él, lo despidió. Tiempo después, sería su nieto, Anthony-Maria Browne, quién lo contratara nuevamente como mesero. En 1591, Fawkes heredó las fincas de su padre; después de arrendarlas por un tiempo, para ganar dinero, las vendió a Anne Skipsey.
En Europa, ocurrían una serie de Guerras de Religión. Fawkes y su primo Richard Collinge fueron a Flandes para unirse a Sir William Stanley en contra de la Revuelta holandesa. Fawkes estuvo diez años luchando por la causa católica española como soldado. Fue durante este tiempo que adoptó el nombre de Guido.
La conspiración de la pólvora
Fawkes es conocido por su participación en la Conspiración de la pólvora, liderada por Robert Catesby. Probablemente le encargaron la operación por su experiencia militar y con explosivos. Fawkes y otros conspiradores alquilaron una cripta debajo de la cámara de los lores, tras el intento fallido de cavar un túnel debajo del edificio. El 26 de octubre de 1605, Lord Monteagle recibió una carta anónima advirtiéndole que se mantuviera alejado del parlamento.
Monteagle le mostró la carta al rey Jacobo, quien ordenó que se condujera la búsqueda en las bodegas debajo del parlamento. A tempranas horas del 5 de noviembre, Fawkes fue descubierto y detenido cuando salía de la bodega que habían alquilado. Dentro de la bodega se encontraron barriles de pólvora debajo de leña y carbón. Fawkes dijo que su nombre era John Jonson, y fue torturado durante unos días para tratar de extraerle información sobre sus compañeros en la conspiración. Después de unos días, Fawkes reveló algunos nombres de los conspiradores, pero sólo de aquellos que estaban muertos o los que las autoridades ya conocían.
El 31 de enero fue llevado a juicio, donde se le declaró culpable. Llevado al Old Palace Yard en Westminster, fue ejecutado allí mismo, siendo el último en llegar a la horca desde la que saltó para romperse el cuello y evitar así la agonía de la última parte de su ejecución. Su cuerpo sin vida fue descuartizado y, como era costumbre, las partes de su cuerpo fueron repartidas por las cuatro esquinas del reino como advertencia para otros aspirantes a traidores.
www.es.wikipedia.org/wiki/Guy_Fawkes
Y si los acontecimientos hubiesen sido los contrarios, ¿dónde cree usted que hubiesen acabado los protagonistas de tales acciones? Y con ello, no defiendo a nadie, ni reprocho nada tampoco, analizo, sólo analizo. La verdad histórica no es "leyenda negra", ni "leyenda rosa". Lo peor que se puede hacer para entender un problema de esta naturaleza es mirarlo sólo desde la mentalidad actual, así no se va a ninguna parte. Si además de entender lo "cojonudos" que eran los Tercios de Flandes (cojonudos porque eran nuestros, claro), entendemos que cada cual "barre para casa", es posible que uno pueda ponerse en la piel del otro y así acabar entendiendo de qué va "la marcha".
Última edición por Valmadian; 26/01/2014 a las 03:53
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
No me quejo. Simplemente digo que la competencia comercial no explica la frialdad existente entre España e Inglaterra.
Respecto las tropas españolas en los Países Bajos, decir que desaparecieron hace más de 300 años. Sin embargo la ocupación de Gibraltar persiste a pesar de que ya no hay nada de aspectos hegemónicos ni aspectos comerciales en juego como Vd dice. Lo que SÍ hay es una falta de escrúpulos total por parte de Inglaterra, un patriotismo británico mal entendido, y ganas de aprovecharse de una posición todavía privilegiada para seguir haciendo AQUÍ lo que ya no se puede hacer en ninguna parte: COLONIZAR.
No sea ridículo mencionando cuestiones de religión que han quedado olvidadas entre otras cosas porque nunca fueron más que politiqueo entre reyes, príncipes y Papas... de religión nada de nada.
Última edición por Valderrábano; 26/01/2014 a las 12:11
Lea usted con detenimiento, entre ambos pretendientes re-ga-la-ron el Peñon. "Es que no han cumplido con los ciertos puntos establecidos en el Tratado" . ¡Claro! a usted le regalan una casa con la condición de no tener inquilinos alquilados, de no poner un comercio junto al portal y va usted y no lo cumple, le reclaman quienes se la regalaron y los descendientes de usted y los ellos, y los suyos de usted aceptan la devolución de la propiedad. ¡De traca!
El problema está en nosotros, el problema somos nosotros. Lo único que se reclama hoy en día son las aguas jurisdiccionales que, en efecto, son espacio robado por ellos, lo que se les puede reclamar son los metros cuadrados que han ido ganando al mar. Y eso se lo cuenta usted a ellos, no a mí, y deje de fastidiar el hilo de una vez.
Los ingleses tienen un carácter frío y eso es algo archiconocido pero, además, si tienen que bregar con fanáticos que ellos consideran que los perjudican, con mayor motivo aún, ¿o es que no ha oído nunca aquello de "ladran, luego cabalgamos"?
Es usted quien las mencionó como ejemplo de lo "guays" que éramos. O sea, ponemos a parir a los países ocupantes de Irak o Afganistán, y resulta que nosotros lo hacíamos hace ya 400 años, ¡¡¡ manda... !!! Y encima nos quejamos, protestamos y hacemos como esos "aliados ad hoc" que llaman a terroristas a los nativos.Respecto las tropas españolas en los Países Bajos, decir que desaparecieron hace más de 300 años.
¿Tiene usted algún problema de comprensión con lo que digo? ¿Cuándo y dónde he dicho yo nada de hegemonia e intereses comerciales sobre Gibraltar? ¡Diga! ¿Dónde? Dicha frase obedece a un hecho que se da siempre y en todos los rincones del planeta cuando dos pueblos o dos potencias chocan sobre el mismo terreno. Vamos, es lo de dos gallos en el mismo corral, pero como usted tiene neurosis obsesiva con Gibraltar no es capaz de ver ni entender nada que no se refiera al Peñón. Y, además, se ve que es incapaz de entender la gravedad del texto del Tratado de Utrech.Sin embargo la ocupación de Gibraltar persiste a pesar de que ya no hay nada de aspectos hegemónicos ni aspectos comerciales en juego como Vd dice
En lo único que puedo coincidir con usted es sobre el estatuto de colonia que tiene Gibraltar. Pero le diré a usted que dé gracias a Dios por ello, pues debido a la existencia del actual Derecho Internacional Público -que no es de obligada aceptación para los Estados-, es posible que acaben devolviendo el Peñón. Porque si cambian dicho estatuto y lo declaran como territorio nacional de ellos, a partir de dicho instante a los niños en el colegio habría que enseñarles que España limita también con Gran Bretaña.Lo que SÍ hay es una falta de escrúpulos total por parte de Inglaterra, un patriotismo británico mal entendido, y ganas de aprovecharse de una posición todavía privilegiada para seguir haciendo AQUÍ lo que ya no se puede hacer en ninguna parte: COLONIZAR.
Le diré para su información, y de ahí a que yo le diga que todavía no se ha enterado de donde está en este sitio, que aquí todos debemos ser ridículos (según usted, que es portavoz de la única posible verdad, "Sr. Ciruela"), porque todos vemos que la cuestión religiosa ha sido, y es, a lo largo de la historia de ambas naciones una fuente permanente de problemas. Y eso se lo dicen a usted todos los historiadores para, además añadir, que hasta usted lo menciona dedicando todo un mensaje a Guido Fawkes y a los ingleses e irlandeses que se alistaban en los Tercios de Flandes y que se supone que usted debería y tener "muy olvidadas" pues también se trataba de politiqueo de reyes, príncipes y papas, mensaje adornado de dos peliculitas de lo más rollazo. Ya le he repetido hasta la saciedad que no ofenda, ni insulte, y menos a mi inteligencia. Por cierto, Hispanismo.org es un sitio Católico, Apostólico, Romano, de modo que tenga eso muy presente a la hora de hacer ciertas afirmaciones. muy presente.No sea ridículo mencionando cuestiones de religión que han quedado olvidadas entre otras cosas porque nunca fueron más que politiqueo entre reyes, príncipes y Papas... de religión nada de nada.
Y termino, cuando vaya usted a Inglaterra con motivo de su trabajo, tal como explicó en otro mensaje, les cuenta usted a ellos todo lo que está diciendo aquí; les cuenta cómo ha de ser "SU" patriotismo para no ser mal entendido, y una hecho, se levanta del sitio y se vuelve con su "comercial cartera vacía", eso sería coherencia.
Última edición por Valmadian; 26/01/2014 a las 15:36
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
GIBRALTAR
Texto completo del Tratado de Utrecht
La soberanía de Gibraltar depende del Tratado de Urecht, firmado por Gran Bretaña y España en 1713. Este es el texto completo del documento.
«El Rey Católico, por si y por sus herederos y sucesores, cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortaleza que le pertenecen, dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno.
Pero, para evitar cualesquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías. quiere el Rey Católico, y supone que así se ha de entender, que la dicha propiedad se ceda a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra. Y como la comunicación por mar con la costa de España no puede estar abierta y segura en todos los tiempos, y de aquí puede resultar que los soldados de la guarnición de Gibraltar y los vecinos de aquella ciudad se vean reducidos a grandes angustias, siendo la mente del Rey Católico sólo impedir, como queda dicho arriba, la introducción fraudulenta de mercaderías por la vía de tierra. se ha acordado que en estos casos se pueda comprar a dinero de contado en tierra de España circunvecina la provisión y demás cosas necesarias para el uso de las tropas del presidio, de los vecinos y de las naves surtas en el puerto.
Pero si se aprehendieran algunas mercaderías introducidas por Gibraltar, ya para permuta de víveres o ya para otro fin, se adjudicarían al fisco, y presentada queja de esta contravención del presente Tratado serán castigados severamente los culpados.
Y Su Majestad Británica. a instancia del Rey Católico consiente y conviene en que no se permita por motivo alguno que judíos ni moros habiten ni tengan domicilio en la dicha ciudad de Gibraltar, ni se de entrada ni acogida a las naves de guerra moras en el puerto de aquella Ciudad, con lo que se puede cortar la comunicación de España a Ceuta, o ser infestadas las costas españolas por el corso de los moros. Y como hay tratados de amistad. libertad y frecuencia de comercio entre los ingleses y algunas regiones de la costa de Africa. ha de entenderse siempre que no se puede negar la entrada en el puerto de Gibraltar a los moros y sus naves, que sólo vienen a comerciar.
Promete también Su Majestad la Reina de Gran Bretaña que a los habitantes de la dicha Ciudad de Gibraltar se les concederá el uso libre de la Religión Católica Romana.
Si en algún tiempo a la Corona de la Gran Bretaña le pareciere conveniente dar, vender o enajenar, de cualquier modo la propiedad de la dicha Ciudad de Gibraltar, se ha convenido y concordado por este Tratado que se dará a la Corona de España la primera acción antes que a otros para redimirla».
Nota importante: Aunque se ha realizado el máximo esfuerzo para una reproducción textual minuciosa de estos datos, textos y documentos de la política exterior española, esta versión electrónica no tiene más valor y pretensión que servir a la divulgación informativa de la acción exterior de España.
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FUENTE: Texto completo del Tratado de Utrecht
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Ahora arregle usted el desaguisado.
Última edición por Valmadian; 26/01/2014 a las 17:06
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
Tratado de Utrecht
El Tratado de Utrecht, también conocido como Paz de Utrecht o Tratado de Utrecht-Rastatt, es en realidad un conjunto de tratados firmados por los Estados contendientes en la Guerra de Sucesión Española entre los años 1713 y 1715 en la ciudad holandesa de Utrecht y en la alemana de Rastatt. Los tratados ponen fin a la guerra, aunque posteriormente a su firma continuaron las hostilidades en el Principado de Cataluña hasta su conquista definitiva por Felipe V de España en septiembre de 1714 —el reino de Mallorca, excepto Menorca que pasó a soberanía británica, no caería hasta julio de 1715—. En este tratado Europa cambió su mapa político.
Los primeros intentos de lograr la paz (1709-1710)
La primera iniciativa para intentar llegar a un acuerdo que pusiera fin a la Guerra de Sucesión Española tuvo lugar a principios de 1709 y partió de Luis XIV. El rey francés se veía presionado por las últimas derrotas que habían sufrido sus ejércitos, y más aún porque Francia atravesaba una grave crisis económica y financiera, que hacía muy difícil que pudiera continuar combatiendo. Finalmente, el acuerdo de los preliminares de La Haya, de 42 puntos, fue rechazado por el propio Luis XIV porque imponía una condiciones que consideraba humillantes —entre otras, ayudar a desalojar del trono de la Monarquía de España a su nieto Felipe de Borbón, duque de Anjou—. Tampoco el emperador José I de Austria pareció muy dispuesto a firmarlas: a pesar de que se reconocía a su hermano el Archiduque Carlos como rey de España (con el título de Carlos III) consideraba que se hubierna podido obtener más concesiones por parte de Luis XIV, a quien sus consejeros consideraban incapaz de continuar la guerra.
Como Luis XIV había previsto, Felipe V no estaba dispuesto a abandonar voluntariamente el trono de España. Así se lo comunicó su embajador, Michael-Jean Amelot, que había intentando convencer al rey de que se conformase con obtener algunos territorios y evitar así la pérdida de la monarquía entera. A pesar de ello Luis XIV ordenó a sus tropas que abandonaran España, excepto 25 batallones: «he rechazado la proposición odiosa de contribuir a desposeerlo [a Felipe V] de su reino; pero si continúo dándole los medios para mantenerse en él, hago la paz imposible». "La conclusión a la que llegó [Luis XIV] era severa para Felipe V: era imposible que la guerra finalizara mientras él siguiera en el trono de España", afirma Joaquim Albareda.
Cuando el marqués de Torcy, ministro de Estado de Luis XIV, comunicó a los aliados la negativa del rey francés a firmar los preliminares de La Haya afirmó: «preveo que habrá que esperar otro momento para una paz tan deseada y necesaria para toda Europa».2 Ese momento llegó el 3 de enero 1710 cuando a iniciativa del propio Torcy comenzaron unas nuevas negociaciones con los aliados en Geertruidenberg sobre la base de los preliminares de La Haya. Luis XIV pretendía asegurar a Felipe V la soberanía sobre algunos de los estados italianos de la Monarquía de España —concretamente el reino de Nápoles, el reino de Sicilia, y la isla de Cerdeña— como compensación a su renuncia a la Corona de España en favor de Carlos III el Archiduque.
Sin embargo, los aliados se negaron a introducir modificaciones en lo estipulado en los preliminares de La Haya, que no contemplaban ninguna compensación por el abandono de trono español por Felipe V, y, sobre todo los británicos, volvieron a insistir en que si Felipe V se negaba a renunciar a la Corona española Luis XIV debía colaborar con los aliados para destronarlo. El consejo de Estado de la Monarquía francesa presidido por Luis XIV se reunió el 26 de marzo para discutir la situación y finalmente el 11 de mayo, que Luis XIV no emprendería ninguna acción militar para destronar a su nieto Felipe V pero que sí que aportaría dinero a los aliados —500.000 libras mensuales— para que combatieran contra él.
Esta última propuesta les pareció insuficiente a los aliados, y sobre todo a los holandeses que exigieron primero que la armada francesa participase en las operaciones militares contra Felipe V, y más tarde, que su ejército también interviniera, estableciendo un plazo de 15 días para responder. Entonces Luis XIV puso fin a las conversaciones de Geertruidenberg.
Según Joaquim Albareda, "aquella tanda de negociaciones constituyó una nueva ocasión perdida para alcanzar la paz. El príncipe Eugenio de Saboya y Marlboroug debieron arrepentirse de no haber cedido en sus pretensiones desmesuradas ante el veterano y experimentado rey de Francia, puesto que habían dejado escapar la oportunidad de lograr una paz altamente favorable a los intereses aliados y, en especial, a la Casa de Austria".
La Paz de Utrecht.
Las negociaciones secretas entre Luis XIV y Gran Bretaña.
Ante la intrasigencia mostrada por los holandeses en las conversaciones de Geertruidenberg para alcanzar la paz, Luis XIV y su ministro de estado el marqués de Torcy decidieron sondear al gobierno de Gran Bretaña y en agosto de 1710 su agente en Londres François Gaulthier se puso en contacto con el miembro del gobierno Robert Harley. Estos contactos se vieron favorecidos por la victoria de los tories en las elecciones del otoño de ese año ya que este partido defendía poner fin a la guerra, frente a la postura belicista del derrotado partido whig. Harley se convirtió en secretario de finanzas y junto con Henry St John, vizconde de Bolingbroke, secretario de Estado, impulsó la nueva política "pacifista" que se vio reforzada cuando se conocieron en Londres las dos resonantes victorias que había obtenido Felipe V en las batallas de Brihuega y de Villaviciosa a principios de diciembre de 1710 frente al ejército del Archiduque Carlos —tras el fracaso de su segunda entrada en Madrid— y que le aseguraban a Felipe V el trono español —el dominio austracista quedó reducido al Principado de Cataluña y al reino de Mallorca—. Ese mismo mes de diciembre de 1710 el gobierno tory hizo saber al marqués de Torcy que Gran Bretaña no apoyaría las aspiraciones del Archiduque Carlos a la Corona Española a cambio de importantes concesiones comerciales y coloniales, lo que significaba un vuelco total en las perspectivas de paz. A partir de entonces se incorporaron a las negociaciones el poeta y diplomático Matthew Prior, por el lado británico, y un buen conocedor del comercio colonial Nicolas Mesnager, por el lado francés.
El giro definitivo en el escenario internacional se produjo el 17 de abril de 1710 con la muerte del emperador José I, lo que suponía que el Archiduque Carlos era el nuevo emperador. Este hecho, según Joaquim Albareda, proporcionó "el pretexto perfecto a los británicos a la hora de argumentar el cambio de rumbo emprendido: había que evitar la constitución de una monarquía universal, ahora de los Habsburgo". La primera medida que tomaron fue reducir notablemente la ayuda económica que sostenía al ejército imperial, al tiempo que continuaban con las negociaciones secretas con los franceses. El 27 de septiembre de 1711 Carlos abandonaba Barcelona para ser coronado emperador con el nombre de Carlos VI (la ceremonia tuvo lugar el 22 de diciembre en Frankfurt) dejando a su esposa Isabel Cristina de Brunswick como su lugarteniente y capitán general de Cataluña y gobernadora de los demás reinos de España, para demostrar su «paternal amor» hacia sus fieles vasallos de la monarquía. Además de con este gesto, Carlos VI quiso dejar claro que no renunciaba al trono de España y mandó acuñar una medalla conmemorativa con la leyenda Carolus Hispaniarum, Hungariae, et Bohemiae Rex, Arxidux Astriae, electis in Regem Romanorum.
El 22 de abril de 1711, sólo cuatro días después de la muerte del emperador José I, el marqués de Torcy enviaba a Londres a su agente Gaulthier con un documento en el que aceptaba las dos principales exigencias británicas: dejar de apoyar a Jacobo III Estuardo en sus aspiraciones a suceder a la reina Ana de Inglaterra y reconocer la línea protestante de la sucesión en la persona de Jorge de Hannover, y dar garantías de que nunca se unificarían las Monarquías de Francia y de España, una posibilidad que aparecía en el horizonte al haber muerto ese mismo mes el Gran Delfín, con lo que Felipe V de España pasaba a ser el segundo en la línea sucesoria, tras su hermano mayor Luis, duque de Borgoña.
Pocos días después volvía Gaulthier con el acuerdo de los británicos. "El resultado de la negociación se tradujo en tres documentos que prefiguraban los acuerdos posteriores de Utrecht y concretaban los beneficios obtenidos por el Reino Unido. Los holandeses no fueron informados de todo ello hasta el mes de octubre de 1711". Cuando la Cámara de los Lores votó en contra del acuerdo el 7 de diciembre de 1711 la reina Ana nombró doce nuevos pares favorables a los mismos y en una nueva votación consiguió que fuera aprobado. A continuación cesó a Marlborough —que era un firme partidario de continuar la guerra— como capitán general, siendo sustituido por el duque de Ormond que en mayo de 1712 recibió órdenes secretas del gobierno de evitar batallas o sitios.
La reacción de Carlos VI no se hizo esperar y su embajador en Londres hizo llegar a la reina Ana un memorial en el que manifestaba su sorpresa por el acuerdo alcanzado con Francia negociado a sus espaldas. En el mismo mostraba su estupefacción por la renuncia al objetivo de la Gran Alianza cediendo España y las Indias a Felipe V después tantas victorias, tantas plazas conquistadas, después de un gasto excesivo de tesoros inmensos, después de haber obtenido unos artículos preliminares en el año 1709 muy distintos a éstos, y después de haber llevado las armas de los aliados a las puertas de Francia de manera que, si se quiere continuar la guerra, ya no está en disposición de impedir la entrada de las tropas en el corazón del reino.
Los Tratados de Utrecht.
La reina Ana convocó a las partes en conflicto en la ciudad holandesa de Utrecht para firmar la paz que pusiera fin a la Guerra de Sucesión Española. Las sesiones se iniciaron el 29 de enero de 1712 y enseguida se hizo evidente, como comunicó el embajador imperial desde La Haya, «la grande unión y armonía que hay en Utrecht entre los ministros de Inglaterra y Francia» y otro representante informaba de la determinación de los británicos en concluir «la mala paz que nos anuncian».
La muerte en febrero de 1712 del heredero al trono de Francia, el duque de Borgoña, y al mes siguiente el hijo de éste, el duque de Bretaña, lo que convertía a Felipe V en el sucesor de Luis XIV, aumentó la necesidad de que éste renunciara a sus derechos a la Corona de Francia o a la de España para que el acuerdo entre Luis XIV y la reina Ana pudiera ir adelante. Al parecer Luis XIV hubiera preferido que su nieto renunciara a la Corona de España y se convirtiera en el nuevo delfín de Francia —e incluso en este propósito recibió el apoyo de la esposa de Felipe V, María Luisa Gabriela de Saboya, y los británicos estaban dispuesto a aceptarlo a cambio de que fuera el duque de Saboya el que ocupara el trono de España y las Indias, menos sus estados patrimoniales de Saboya y Piamonte, más el reino de Sicilia, que pasarían al nuevo delfín—, pero Felipe V en abril de 1711 comunicó que prefería seguir siendo rey de España —agradecido por la fidelidad que le habían mostrado sus súbditos de la Corona de Castilla— por lo que renunciaba a sus derechos al trono de Francia. Así el acuerdo secreto franco-británico pudo seguir su curso.
Lo esencial del acuerdo alcanzado entre Francia y Gran Bretaña fue dado a conocer por la reina Ana en una sesión del Parlamento británico celebrada el 12 de junio de 1712 en la que, después de garantizar la sucesión al trono en la línea protestante de la Casa de Hannover, afirmó:
"Al final, Francia ha manifestado que ofrece que el duque de Anjou renuncie para siempre, para él y todos sus descendientes, a cualquier pretensión sobre la corona de Francia, ya que la ansiedad de que España e Indias hubiesen podido estar unidas a Francia ha sido la principal causa del inicio de esta guerra, y la prevención efectiva de esta unión ha sido el objetivo que he tenido desde el principio del presente tratado... Francia y España estarán ahora más divididas que nunca y de esta manera, gracias a Dios, se restablecerá el equilibrio de las potencias de Europa".
La importancia que tenía el ejército británico en la Gran Coalición se pudo comprobar al mes siguiente en la batalla de Denain, en la que el nuevo capitán general inglés, el duque de Ormond, recibió órdenes de su gobierno de no intervenir, y los ejércitos holandés e imperial fueron derrotados por el ejército de Luis XIV. La retirada de facto de Gran Bretaña de la guerra se confirmó el 21 de agosto cuando se declaró el armisticio entre británicos y franceses.13
La noticia del fin de las hostilidades entre las monarquías de Gran Bretaña y de Francia, como era de esperar, fue muy mal recibida en la corte de Viena en la que se hicieron severas críticas a la conducta de los británicos que vendían «a mal precio tanta sangre derramada», con lo que «quedaban el emperador y el Imperio abandonados de sus amigos».
Tampoco fue bien acogida en la corte de Madrid la noticia de «tan inminente ruina» pero Felipe V ya había decidido renunciar a la Corona de Francia, aunque eso también suponía que los Estados europeos extrapeninsulares de la Monarquía de España pasaran en su mayoría a la soberanía del emperador Carlos VI. Así, el 5 de noviembre de 1712 se formalizó la renuncia en una ceremonia celebrada ante las Cortes de Castilla, y a la que asistieron los embajadores de la reina de Inglaterra y del rey de Francia. De esta forma ya no quedaban impedimentos para firmar los tratados que pusieran fin a la guerra de sucesión española.
Los tratados entre Francia, Gran Bretaña y Holanda.
El 11 de abril de 1713 se firmaba en Utrecht el primer tratado entre el reino de Francia, el reino de Gran Bretaña, el reino de Prusia, el reino de Portugal, el ducado de Saboya y las Provincias Unidas. anterior al tratado que se dió en Alemania por la Guerra.En el mismo los representantes de Luis XIV, a cambio del reconocimiento de Felipe V como rey de España, tuvieron que ceder a Gran Bretaña extensos territorios en la futura Canadá (Saint Kitts, Nueva Escocia, Terranova y territorios de la Bahía de Hudson), además de reconocer la sucesión protestante en el Reino Unido —comprometiéndose a dejar de apoyar a los jacobitas— y prometer el desmantelamiento de la fortaleza de Dunkerque —en compensación Francia incorporaba el valle de Barcelonette en la Alta Provenza cedido por el duque de Saboya.
En cuanto a Holanda Luis XIV cedió la "Barrière" de plazas fuertes fronterizas en los Países Bajos españoles que aseguraran su defensa frente a un eventual ataque francés (Furnes, Fort Knocke, Ypres, Menin, Tournai, Mons, Charleroi, Namur y Gante), aunque en menor número que el acordado en los preliminares de La Haya de 1709. Como finalmente los Países Bajos españoles pasaron a soberanía austríaca se firmó un nuevo tratado de la Barrera el 15 de noviembre de 1715 entre las Provincias Unidas y el Imperio, que según Joaquim Albareda, los convirtieron "en una especie de colonia neerlandesa tanto en términos militares como económicos, al pasar a ser un territorio abierto a las exportaciones holandesas e inglesas, realidad que impedía a los manufactureros belgas competir industrialmente con los productos originarios de aquellos países".
Los tratados entre Gran Bretaña y España
Tres meses después los representantes de Felipe V —que habían permanecido retenidos en París casi un año (entre mayo de 1712 y marzo de 1713) por orden del marqués de Torcy para que no interfirieran en las negociaciones, aunque con la excusa de que necesitaban un pasaporte para ir a Utrecht—17 se incorporaban al acuerdo con la firma el 13 de julio del tratado entre el reino de Gran Bretaña y el reino de España.18 Los embajadores de Felipe V, el duque de Osuna y el marqués de Monteleón, llevaban instrucciones muy precisas de su rey como que mantuvieran el reino de Nápoles para su Corona o que «nación ninguna ha de traficar derechamente en las Indias ni ha de llegar a sus puertos y costas» y en caso de concederles ventajas las naves serán españolas y deberán partir y retornar a puertos españoles. Un tema al que concedía mucha importancia era el referido al caso de los catalanes —en aquellos momentos Barcelona todavía resistía el cerco borbónico— sobre el que afirmaba que «de ninguna manera se den oídos a propósito de pacto que mire a que los catalanes se les conserven sus pretendidos fueros».
De las instrucciones que recibieron de Felipe V los plenipotenciarios tuvieron que hacer concesiones en todos los apartados, y su único éxito en realidad fue mantener lo referido al "caso de los catalanes". Gran Bretaña recibió Gibraltar y Menorca y amplias ventajas comerciales en el imperio español de las Indias, concretadas en el asiento de negros, que fue concedido a la South Sea Company y en virtud del cual podía enviar a la América española un total de 144.000 esclavos durante treinta años, y el navío de permiso anual, un barco de 500 toneladas autorizado a transportar bienes y mercancías a la feria de Portobelo y libres de aranceles. Con estas dos concesiones se rompía por primera vez el monopolio comercial que había mantenido la Monarquía Hispánica para sus vasallos castellanos durante los dos siglos anteriores —los términos en que debía operar el navío de permiso fueron concretados en un sentido aún más favorable para los intereses británicos en el tratado comercial que se firmó en 1716.
Le siguieron otros 19 tratados y convenciones bilaterales y multilaterales entre los estados y monarquías presentes en Utrecht, entre los que destacan:
a).- Tratados entre Francia y las Provincias Unidas, Brandeburgo, Portugal y el ducado de Saboya (julio de 1713).
b).- Tratados entre España y el ducado de Saboya (julio de 1714), las Provincias Unidas (julio de 1714) y Portugal (febrero de 1715).
c).- Convenios comerciales entre Gran Bretaña y España (marzo y diciembre de 1714 y diciembre de 1715).
Los Tratados de Rastatt y de Baden.
A pesar de que recibió el Ducado de Milán, el reino de Nápoles, la isla de Cerdeña (intercambiada por el reino de Sicilia en 1718) y los Países Bajos españoles,21 Carlos VI no renunció a sus aspiraciones a la Corona española —por lo que no reconoció a Felipe V como rey de España ni al duque de Saboya como rey de Sicilia— y se negó a firmar la paz en Utrecht, aunque los holandeses —sus últimos aliados— sí lo habían hecho. Según el cronista austracista exiliado en Viena Francesc Castellví, Carlos VI actuó así porque fiaba en las contingencias del tiempo. La mucha edad del rey Luis [XIV] y un príncipe de tres años que debía sucederle, los grandes achaques de la reina Ana, la inquietud del pueblo de Inglaterra, la poca satisfacción de los holandeses y generalmente todos los aliados le daban esperanza que en el espacio de una campaña podía mudarse el sistema y volver a encenderse con más fuerza la guerra.
Al no firmar el Imperio los acuerdos de Utrecht la guerra prosiguió en la primavera de 1713. El ejército francés ocupó las plazas de Landau y de Friburgo y la flota británica bloqueó a la emperatriz Isabel Cristina y a las tropas imperiales que seguían en el Principado de Cataluña. Estos reveses militares convencieron a Carlos VI que debía poner fin a la guerra por lo que se iniciaron las negociaciones de paz en la ciudad alemana de Rastatt a principios de 1714.
El tratado de paz entre Francia y el Imperio se firmó en Rastatt el 6 marzo de 1714. Las fronteras entre ambos vuelvieron a las posiciones de antes de la guerra, salvo para la ciudad de Landau in der Pfalz (en el Palatinado Renano), que quedó en manos francesas. El acuerdo se completó con la firma del Tratado de Baden del 7 de septiembre de 1714.
El «caso de los catalanes»
Una vez iniciadas las negociaciones en Utrecht la reina Ana de Inglaterra —quien, según Joaquim Albareda, "por motivos de honor y de conciencia, se sentía obligada a reclamar todos los derechos de que gozaban los catalanes cuando les incitaron a ponerse bajo el dominio de la Casa de Austria"— hizo gestiones a través de su embajador en la corte de Madrid —cuando aún no se había firmado ningún tratado— para que Felipe V concediera una amnistía general a los austracistas españoles, y singularmente a los catalanes, que además debían conservar sus Constituciones. Pero la respuesta de Felipe fue negativa y le comunicó al embajador británico «que la paz os es tan necesaria como a nosotros y no la querréis romper por una bagatela».
Finalmente el secretario de estado británico vizconde de Bolingbroke, deseoso de acabar con la guerra, claudicó ante la obstinación de Felipe V y renunció a que éste se comprometiera a mantener las "libertades" catalanas. Cuando el embajador de los Tres Comunes de Cataluña en Londres Pablo Ignacio de Dalmases tuvo conocimiento de este cambio de actitud del gobierno británico consiguió que la reina Ana le recibiera a título individual el 28 de junio de 1713, pero ésta le respondió que «había hecho lo que había podido por Cataluña».
El abandono de los catalanes por Gran Bretaña quedó plasmado dos semanas después en el artículo 13 del tratado de paz entre Gran Bretaña y España firmado el 13 de julio de 1713. En él Felipe V garantizaba vidas y bienes a los catalanes, pero en cuanto a sus leyes e instituciones propias sólo se comprometía a que tuvieran «todos aquellos privilegios que poseen los habitantes de las dos Castillas».26 El conde de la Corzana, uno de los embajadores de Carlos VI en Utrecht, consideró el acuerdo tan «indecoroso que el tiempo no borrará el sacrificio que el ministerio inglés hace de la España y singularmente de la Corona de Aragón, y más en particular de la Cataluña, a quienes la Inglaterra ha dado tantas seguridades de sostenerles y ampararles».
En las siguientes negociaciones llevadas a cabo en Rastatt el «caso de los catalanes» pronto se convirtió en la cuestión más difícil a resolver, porque Felipe V estaba deseoso de aplicar en Cataluña y en Mallorca la "Nueva Planta" que había promulgado en 1707 para los "reinos rebeldes" de Valencia y de Aragón y que había supuesto su desaparición como Estados.28 Así el 6 de marzo de 1714 se firmaba el tratado de Rastatt por el que el Imperio Austríaco se incorporaba a la paz de Utrecht, sin conseguir el compromiso de Felipe V sobre el mantenimiento de las leyes e instituciones propias del Principado de Cataluña y para el reino de Mallorca que seguían sin ser sometidos a su autoridad. La negativa a hacer ningún tipo de concesión la argumentaba así Felipe V en una carta remitida a su abuelo Luis XIV:
No es por odio ni por sentimiento de venganza por lo que siempre me he negado a esta restitución, sino porque significaría anular mi autoridad y exponerme a revueltas continuas, hacer revivir lo que su rebelión ha extinguido y que tantas veces experimentaron los reyes, mis predecesores, que quedaron debilitados a causa de semejantes rebeliones que habían usurpado su autoridad. [...] Si [Carlos VI] se ha comprometido en favor de los catalanes y los mallorquines, ha hecho mal y, en todo caso, debe conformarse del mismo modo que lo ha hecho la reina de Inglaterra, juzgando que sus compromisos ya se veían satisfechos con la promesa que he hecho de conservarles los mismos privilegios que a mis fieles castellanos.
En julio de 1714 Bolingbroke también rechazó una última propuesta del representante de los Tres Comunes de Cataluña en Londres Pablo Ignacio de Dalmases para que la reina Ana «tome en depósito a Cataluña o por lo menos Barcelona y Mallorca hasta la paz general sin soltarlas a nadie hasta que mediante tratado se adjudiquen y se asegure la observancia de sus privilegios» —en referencia a las negociaciones que tenían lugar en Baden—, porque eso podría suponer la reanudación de la guerra.30 La corriente crítica hacia la política británica respecto de los aliados catalanes y mallorquines se plasmó además de en los debates parlamentarios en dos publicaciones aparecidas entre marzo y septiembre de 1714. En The Case of the Catalans Considered, después de aludir repetidamente a la responsabilidad contraída por los británicos al haber alentado a los catalenes a la rebelión y a la falta de apoyo que tuvieron después cuando lucharon solos, se decía:
Sus antepasados les legaron los privilegios de que gozan hace siglos ¿Ahora deben renunciar a ellos sin honor y han de dejar, tras de sí, una raza de esclavos? No; prefieren morir todos; o la muerte o la libertad, esta es su decidida elección.
[...]
Todas estas cuestiones tocan el corazón de cualquier ciudadano británico generoso cuando considera el caso de los catalanes... ¿La palabra catalanes no será sinónimo de nuestra deshonra?
Por su parte, The Deplorable History of the Catalans, tras narrar lo sucedido durante la guerra, elogiaba el heroísmo de los catalanes: «ahora el mundo ya cuenta con un nuevo ejemplo de la influencia que puede ejercer la libertad en mentes generosas».
El «caso de los catalanes» dio un giro completo cuando la reina Ana de Inglaterra murió el 1 de agosto de 1714 y su sucesor, Jorge I de Hannover, dio órdenes al embajador británico en París para que presionara a Luis XIV con el fin de que obligara a Felipe V a que se comprometiera a mantener las leyes e instituciones propias del Principado de Cataluña. Pero las presiones británicas no surtieron efecto en Luis XIV, a pesar de que desde hacía meses aconsejaba a su nieto «moderar la severidad con la que queréis tratarles [a los catalanes]. Aun cuando rebeldes, son vuestros súbditos y debéis tratarlos como un padre, corrigiéndolos pero sin perderlos». El embajador catalán Felip Ferran de Sacirera fue recibido en audiencia el 18 de septiembre por el rey Jorge I, que se encontraba en La Haya camino de Londres para ser coronado, en la que le prometió que haría lo posible por Cataluña, pero temía que fuera demasiado tarde. En efecto, unos días después se conocía la noticia de que el 12 de septiembre de 1714 Barcelona había capitulado.
Tanto el nuevo rey Jorge I como el nuevo gobierno whig, salido de las elecciones celebradas a principios de 1715, eran contrarios a los acuerdos que el gobierno anterior tory había alcanzado con Luis XIV y que habían constituido la base de la Paz de Utrecht, pero acabaron por aceptarlos porque las ventajas que Gran Bretaña había obtenido eran evidentes, lo que supuso que el viraje británico sobre el «caso de los catalanes» finalmente no se produjera. Así el gobierno whig no hizo nada para ayudar a Mallorca que aún no había caído en manos borbónicas y el 2 de julio de 1715 Mallorca capituló.
Los cambios territoriales de la Paz de Utrecht.
Como balance global, la serie de tratados supuso los siguientes acuerdos:
Mapa político de Europa después del tratado.
1.- El Reino de Gran Bretaña obtiene Menorca y Gibraltar, ocupadas durante la guerra (cedidas por la Monarquía de España); Nueva Escocia (Acadia), la bahía de Hudson y la isla de Terranova (cedidas por la Monarquía de Francia); la isla de San Cristóbal en el Mar Caribe, el asiento de negros (un monopolio de treinta años sobre el tráfico de esclavos negros con la América española) y el navío de permiso (concedidos por España).
2.- La Casa de Saboya ve devueltas Saboya y Niza (ocupadas por Francia durante la guerra) y recibe Sicilia (cedida por España). Con la posesión de Sicilia recibe el título de rey que, con diversas denominaciones, tendría en adelante la casa de Saboya (primero reyes de Sicilia, luego reyes de Cerdeña y finalmente reyes de Italia).
3.- Las Provincias Unidas reciben la "barrera" flamenca (una serie de fortalezas en el norte de los Países Bajos españoles que el Imperio ayudó a financiar), cedida por Felipe V de España.
4.- Brandeburgo recibe Güeldres del Norte (cedido por el rey de España) y la "barrera" de Neuchâtel (cedida por Francia), además de su transformación en reino con el nombre de Prusia. Federico Guillermo I fue su primer rey.
5.- Portugal obtiene la devolución de la Colonia del Sacramento, ocupada por España durante la guerra.
6.- Carlos VI de Austria obtiene los Países Bajos españoles, el Milanesado, el reino de Nápoles, Flandes y Cerdeña (cedidos por el rey de España). El Archiduque Carlos de Austria, ahora emperador, abandona cualquier reclamación del trono español en 1725.
7.- El Reino de Francia reconoce la sucesión protestante en Inglaterra y se compromete a no apoyar a los pretendientes Estuardo.
8.- También se compromete a demoler las fortificaciones de Dunquerque y a cegar su puerto y obtiene definitivamente el principado de Orange (en Provenza).
9.- Felipe V (Felipe de Anjou) obtiene el reconocimiento como rey de España y de las Indias por parte de todos los países firmantes, en tanto que se establece una cláusula que prohíbe que el rey de España y el de Francia sean una misma persona.
10.- Además, las tropas austriacas se comprometen a evacuar las zonas del Principado de Cataluña, lo que realizan a partir del 30 de junio de 1713. Ante lo cual, la Junta General de Brazos (Brazo Eclesiástico, Brazo Militar y Brazo Real o Popular) acuerda la resistencia. A partir de este momento empezó una guerra desigual, que se prolongó durante casi catorce meses, concentrada en Barcelona, Cardona y Castellciutat, al margen de los cuerpos de fusileros dispersos por el país. El punto de inflexión será cuando las tropas felipistas rompan el sitio de Barcelona el 11 de septiembre del 1714. Mallorca, Ibiza y Formentera cayeron diez meses más tarde (11 de julio del 1715).
Consecuencias: el "equilibrio de poder" en Europa.
El gran beneficiario de este conjunto de tratados fue Gran Bretaña que, además de sus ganancias territoriales, obtuvo cuantiosas ventajas económicas que le permitieron romper el monopolio comercial de España con sus colonias. Por encima de todo, había contenido las ambiciones territoriales y dinásticas de Luis XIV, y Francia sufrió graves dificultades económicas causadas por los grandes costes de la contienda. El equilibrio de poder terrestre en Europa quedó, pues, asegurado, mientras que en el mar, Gran Bretaña empieza a amenazar el control español en el Mediterráneo occidental con Menorca y Gibraltar. Como ha señalado Joaquim Albareda, "en último término, la paz de Utrecht hizo posible que el Reino Unido asumiera el papel de árbitro europeo manteniendo un equilibrio territorial basado en the balance of power de Europa y su hegemonía marítima".
Para la Monarquía de España la paz de Utrecht supuso, como han señalado muchos historiadores, la conclusión política de la hegemonía que había detentado en Europa desde principios del siglo XVI.
www.es.wikipedia.org/wiki/Tratado_de_Utrecht
Última edición por Valmadian; 26/01/2014 a las 17:46
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
Lo que son fáciles son las simplificaciones y los reduccionismos tan característicos de la ignorancia a la hora de tratar ciertos temas. Lo cierto es que después de los 50 años la cuestión sigue igual. Por tanto, lo que esperamos aquí son "SUS, las de usted, propuestas ponderadas y realizables" Por otra parte, sigo insistiendo en que usted desconoce la realidad: el Derecho Internacional Público, salvo en determinados tratados y convenios, no obliga a los Estados, sólo facilita las relaciones entre ellos.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
Por otra parte, sigue sin entender lo que significan los términos del Tratado de Utrecht ¿verdad? Pues en tales frases se contiene el meollo del asunto y la falta de la resolución del problema: un rey, que no era español independientemente de sus derechos sucesorios, hizo un "regalo" que el pueblo no aceptó nunca, pero el daño quedó hecho y firmado definitivamente, salvo que la corona inglesa decida otra cosa, y no parece tener intención de cambiar su postura.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
Vd se ve que es más anglófilo que los británicos y la mismísima Enciclopedia Británica la cual reconoce desde el siglo XIX que la ocupación de Gibraltar fue un acto deshonesto usurpación.
"In 1704 Britain was dishonest enough to accept the usurpation of Gibraltar, ..."
Encyclopaedia Britannica of 1879 (vol. 10, page 586)
"The conquest of Gibraltar in 1704 was an act of piracy."
Halliday Sutherland 1954
"Gibraltar was taken and kept by England when there was no war between England and Spain, and its acquisition was against every possible moral law and code of honour."
John Bright, MP in 1862
Cierto y es que con embajadores como Vd vamos listos. Sólo le falta decirnos que Gibraltar tiene derecho a la autodeterminación...
¡¡Ala más demagogia barata!!
O sea que España invadió los Países Bajos ¿pero Vd a qué viene aquí con esa mamarrachada?
Y Vd es incapaz de entender las resoluciones de la ONU sobre colonialismo. Además España e inglaterra ya no son gallos de corral, ese papel ahora lo ejercen otros así que a qué viene esa chorrada de "choque de potencias hegemónicas"... ¿Tiene Vd delirios de grandeza?
Pues menos mal.Porque un par de párrafos antes Vd comparó Gibraltar con Holanda e Irak y no se que tonterías más.
Lo que honra al autor del artículo de la Enciclopedia Británica, la cual debe de tener usted en casa a efectos de consultarla, "Sr. Don Estupendo que certezas no tengo, pero las voy vendiendo", y poderla citar con tanto detalle. ¿No será usted un infiltrado, verdad?
En cambio, hay que ver lo que le cuesta entender el texto del Tratado, ese mismo que se niega a mirar con un mínimo de coherencia y decencia personal en lugar de soltar una gilipollez tras de otra con su odio, el cual puede colgarlo en su casa pero no aquí.
Verdaderamente es usted idiota y no lo digo como insulto, sino como definición. Resulta que el "embajador" es usted, que es quien comercia con ellos. Y por mi parte, no voy vendiendo la película tripero-patriotera de usted, sino que me limito a exponer los hechos como son, ¡bodoque!Cierto y es que con embajadores como Vd vamos listos. Sólo le falta decirnos que Gibraltar tiene derecho a la autodeterminación.
¿A quien ésta llamando,l tal vez a Aláh? la interjección es con hache y entre exclamaciones: ¡Hala!. Consulte usted un diccionario, allí se lo explican. Y también el significado de demagogia, a ver a quien cree que estoy halagando los oídos o jaleando para que se pongan de mi lado, ¿a los ingleses? ¡No, hombre, no! eso es lo que supongo que hará usted cuando va a Inglaterra en viaje de negocios, a ver si así vende más.¡¡Ala más demagogia barata!!
O sea que España invadió los Países Bajos ¿pero Vd a qué viene aquí con esa mamarrachada?
¡Si, si, si, si, si, estoy totalmente convencido! ¡si usted lo dice es que es dogma! Como decía mi padre (q.e.p.d.) "qué sabrá el pez de lo que canta el ave".Y Vd es incapaz de entender las resoluciones de la ONU sobre colonialismo.
Ya no, pero cuatrocientos años interpretando el mismo papel pesan mucho...Además España e inglaterra ya no son gallos de corral, ese papel ahora lo ejercen otros así que a qué viene esa chorrada de "choque de potencias hegemónicas"...
Algunos menos que usted...¿Tiene Vd delirios de grandeza?
Pues menos mal.Porque un par de párrafos antes Vd comparó Gibraltar con Holanda e Irak y no se que tonterías más.
Ve como no entiende nada y hay que explicárselo todo. Que no, que yo no he comparado a Gibraltar, su amada obsesión vital, con Holanda, ni con Irak. Lo que yo quería hacerle ver, es que los españoles hubo un tiempo en el que nos encontramos en nuestro Trono con un señor que siendo alemán y emperador de Alemania, nos dejó un legado de países que no eran nuestros. y hasta allí se enviaron tropas nuestras, los llamados "Tercios de Flandes" para que se ocupasen de controlarlos. La lógica pregunta es, ¿si no eran territorios españoles, sino pertenecientes al Imperio Alemán, porqué esas mismas tropas no eran alemanas? Y lo que pasa es que nos sentimos muy orgullosos del tiempo en que estuvieron allí -más o menos siglo y medio-, y nos cabreamos cuando los nativos de los Países Bajos se acabaron rebelando, al igual que pasa con los nativos de Irak y Afganistán con los "ocupantes" de la coalición internacional: USA, Gran Bretaña, etc. ¿Lo va entendiendo ya un poco? A eso me refería, no a que la situación fuera igual, o que Gibraltar sea un criadero de cabras de astracán.
Ande, sea usted bueno y dedíquese a otros temas.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
Origen de los Tercios
Aunque fueron oficialmente creados por Carlos I de España (los denominados Tercios Viejos)2 tras la reforma del ejército de octubre de 1534 y la ordenanza de Génova de 1536, donde se emplea por primera vez la palabra tercio, como guarnición de las posesiones españolas en Italia y para operaciones expedicionarias en el Mediterráneo, sus orígenes se remontan probablemente a las tropas de Gonzalo Fernández de Córdoba en Italia, organizadas en coronelías que agrupaban a las capitanías. Con estas tropas españolas asentadas en Italia, Carlos I en sus ordenanzas de 1534 y 1536 organizaba su ejército en tres tercios: uno en el reino de Sicilia, otro en el ducado de Milán (o reino de Lombardía) y otro en el reino de Nápoles. En realidad, se comenzaron a gestar en la península. Durante el reinado de los Reyes Católicos y a consecuencia de la guerra de Granada, se adoptó el modelo de los piqueros suizos, poco después se repartían las tropas en tres clases: piqueros, escudados (espadachines) y ballesteros mezclados con las primeras armas de fuego portátiles (espingarderos y escopeteros). No tardaron mucho en desaparecer los escudados y pasar los hombres con armas de fuego de ser un complemento de las ballestas a sustituirlas por completo. Las victorias españolas en Italia frente a los poderosos ejércitos franceses tuvieron lugar cuando todavía no se había completado el proceso.
Los tres primeros tercios, creados a partir de las tropas estacionadas en Italia, fueron el Tercio Viejo de Sicilia, el Tercio Viejo de Nápoles y el Tercio Viejo de Lombardía. Poco después se crearon el Tercio Viejo de Cerdeña y el Tercio de Galeras (que fue la primera unidad de infantería de marina de la Historia). Todos los tercios posteriores se conocerían como Tercios nuevos. A diferencia del sistema de levas o mercenarios, reclutados para una guerra en particular, típica de la Edad Media, los tercios se formaron con soldados profesionales y voluntarios que estaban en filas de forma permanente, aunque en un principio cada localidad debía prestar uno de cada doce hombres para los servicios del rey si este los necesitaba para la guerra. Sin embargo, nunca faltaron voluntarios.
El tercio en un principio no era, pues, propiamente hablando, una unidad de combate, sino de carácter administrativo, un Estado Mayor que tenía bajo su mando una serie de compañías que se hallaban de guarnición dispersas por diversas plazas de Italia. Este carácter peculiar se mantuvo cuando se movilizaron para combatir en Flandes. El mando del tercio y el de las compañías era directamente otorgado por el rey, por lo que las compañías se podían agregar o desvincular del mando del tercio según conviniera. De este modo, el tercio mantuvo su carácter de unidad administrativa, más parecida a una brigada del siglo XVIII que a un regimiento de la época, hasta mediados del siglo XVII, cuando los tercios empezaron a ser levantados por nobles a su costa, quienes nombraban a los capitanes y eran efectivos propietarios de las unidades, como sucedía en el resto de los ejércitos europeos.
Estaban inspirados en la Legión romana, por lo que algunos historiadores creen que pudieron ser bautizados así debido a la tercia, la legión romana que operaba en Hispania. Eran unidades regulares siempre en pie de guerra, aunque no existiera amenaza inminente. Otros se crearían más tarde en campañas concretas y se identificaban por el nombre de su maestre de campo o por el escenario de su actuación. El origen del término «tercio» resulta dudoso. Algunos piensan que fue porque, en su origen, cada tercio representaba una tercera parte de los efectivos totales destinados en Italia. Otros sostienen a que se debían incluir a tres tipos de combatientes (piqueros, arcabuceros y mosqueteros) de acuerdo con una ordenanza para “gente de guerra” de 1497, donde se cambia la formación de la infantería en tres partes.
«Repartiéronse los peones (la infantería) en tres partes. El uno, tercio con lanzas, como los alemanes las traían, que llamaron picas; y el otro tenía nombre de escudados (gente de espadas); y el otro, de ballesteros y espingarderos (ballesteros y espingarderos serían sustituidos posteriormente por los arcabuceros)».
También hay quienes consideran que el nombre proviene de los tres mil hombres, divididos en doce compañías, que constituían su primitiva dotación. Esta última explicación parece la más acertada, ya que es la que recoge el maestre de campo Sancho de Londoño en un informe dirigido al duque de Alba a principios del siglo XVI:
«Los tercios, aunque fueron instituidos a imitación de las legiones (romanas), en pocas cosas se pueden comparar a ellas, que el número es la mitad, y aunque antiguamente eran tres mil soldados, por lo cual se llamaban tercios y no legiones, ya se dice así aunque no tengan más de mil hombres».
Entonces, el nombre de tercio puede venir del hecho de que los primeros tercios italianos estuvieran compuestos por 3000 hombres. Lo más probable es que se refiriese simplemente a una parte de las tropas, como en los abordajes, donde se dividían los hombres en tres «tercios» o «trozos».
Tercio - Wikipedia, la enciclopedia libre
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
Historia de Europa
Las guerras de religión
Durante el periodo de 1525 a 1648, las guerras de religión inundaron Europa. Sin embargo, es importante reconocer que pese a que la religión es uno de los motivos principales de estas guerras, hay también otras razones para que ocurrieran, como tierras, riquezas, poder político, recursos naturales, etcétera.
Estas guerras incluyeron la Guerra de los campesinos en el Sacro Imperio, la Guerra de Esmalcalda entre 1540 y 1555, el conflicto en curso entre el Imperio y los turcos, la rebelión guerras husitas, además de la labor misionera y la conquista de los nativos americanos.
Conflictos bélicos.
Las luchas y conflictos religiosos aumentaron con el protestantismo. La nueva doctrina radical introdujo a Alemania en una crisis social; las revoluciones sucedieron en 1525, llevando al caos a Austria, Suiza y al sur de Alemania. Las masas de oprimidos se rebelaron especialmente contra los ricos propietarios de tierra, exigiendo la igualdad social y la distribución de la riqueza. El movimiento tomó un cariz violento y fue duramente reprimido por los ejércitos de los príncipes. Los principales líderes fueron ejecutados. Mientras, Martín Lutero, insipirador de la reforma, desautorizó a los rebeldes y defendió a las autoridades para que acabaran con ellos.
Paz de Augsburgo.
La paz de Augsburgo, en 1555, instauró el principio cuius regio, eius religio. Es decir, cada principe podría declarar su religión como oficial en su territorio. El resultado fue la aceptación de la tolerancia al luteranismo en la Alemania católica. Esta tolerancia también causaba problemas ya que cuando un nuevo príncipe tenía otra religión obligaba a los principales grupos a la conversión. Este proceso no concluyó hasta 1648, con el fin de la guerra de los treinta años.
En el norte de Europa (Alemania del norte, Países Bajos y Francia) la clase media tendió al protestantismo, lo que corresponde con su filosofía y ética de trabajo. Los campesinos se convertían a menudo para obtener unos u otros trabajos.
Tratado de Cateau-Cambrésis.
Con la Paz de Cateau-Cambrésis, en 1559, España y Francia acordaron el fin de las hostilidades. Al mismo tiempo ambas naciones acordaron acabar con la herejía protestante, especialmente con el calvinismo, que se consideraba más peligroso que el luteranismo.
Guerras de Religión francesas
En Francia hubo una guerra civil religiiosa entre 1558 y 1598 que enfrentó al rey (la Liga Católica) con la nobleza (los protestantes hugonotes). Las tres principales familias de las nación competían por el control de Francia. Esas naciones son la familia Valois, que ostentaba el trono y era católica, los Borbón, hugonotes, y los Guisa, que también eran católicos. Finalmente, los Borbón ganarán la guerra, pero Enrique IV no conseguía hacerse con la ciudad de París. Pudo tomarla tras convertirse al catolicismo, dando lugar al dicho "París bien vale una misa". La guerra civil concluyó con el Edicto de Nantes de 1598, que consideraba al Catolicismo con religión oficial en Francia, pero a cambio, otorgaba una serie de libertades y plazas fuertes a los hugonotes.
España y los holandeses.
En 1566, el día de la Asunción de la Virgen, un grupo de calvinistas tomaron iglesias católicas, destruyeron estatuas y reliquias en una ciuda a las afueras de Amberes. Los calvinistas holandeses estaban resentidos con el catolicismo y los conflictos religiosos, especialmente por la devoción católica, y su intrasigencia con otras religiones, del rey español Felipe II. Esa intrasigencia era una medida de presión de Felipe II para imponer sus condiciones al parlamento holandés.
Guillermo de Orange escapó a Alemania desde donde incitaría una rebelión de 1568 en adelante, aunque al principio tuvo escaso éxito. Usando a pritas y bandidos logró tomar la ciudad de Brielle en 1572. La ciudad declaró su fidelidad al príncipe de Orange. El ejemplo fue seguido por otras ciudades de las provincias de Holanda y Zelanda.
Felipe II envió tropas españolas en respuesta. Tomaron Naarden y Haarlem, causando un gran trastorno en la población. Sin embargo, otras ciudades fueron más complicadas de tomar y por eso Felipe se quedó sin dinero para pagar a las tropas. En lo que se conoce como Furia Española los soldados españoles atacaron Amberes en noviembre de 1576 matando a siete mil personas en once días. Amberes, que en aquel entonces era una de las ciudades más ricas pudo pagar a los mercenarios que saqueaban la ciudad y así el Parlamento de Amberes tomó el control de las acciones de Felipe.
El rey, para evitar esto, mandó más tropas exigiendo al Parlamento su disolución y nombrando al Duque de Parma, Alejandro Farnesio, como nuevo gobernador de los territorios holandeses. En 1579, las diez provincias del sur, que eran católicas, formaron la Unión de Arras, expresando su lealtad a Felipe y reafirmando la soberanía del rey español. Al mismo tiempo Guillermo de Orange formó con la siete provincias del norte la Unión de Ultrecht, en clara oposición a Felipe. Así se sellaba la separación de los Países Bajos, confirmada con el Acta de abjuración, de 1581, en la que las provincias del norte declaraban su independencia formando la República de las Provincias Unidas de los Países Bajos. En respuesta, el ejército español fue enviado a tomar la nueva república, recrudeciéndose así la guerra.
El 10 de julio de 1584, Guillermo de Orange fue asesinado. Después de su muerte, el Duque de Parma hizo grandes progresos en la "reconquista", ocupando importantes territorios de las Provincias Unidas. Sin embargo, Inglaterra, con el liderazgo de Isabel I, ayudó a los holandeses con tropas y caballos, y así España volvió a perder el control del Norte, esta vez de forma definitiva. Con el desarrollo de la guerra España tuvo que reconocer finalmente la indepedencia holandesa en 1648.
La Armada Invencible.
Felipe II de España intentó eliminar del trono a Isabel I de Inglaterra. Felipe se enfrentó primeramente a Isabel por sus acciones contra los católicos ingleses, pero también influyeron los ataques de los corsarios ingleses a los buques españoles y su ayuda a los holandeses, además de la ejecución de la católica María, Reina de Escocia.
Felipe II ideó un plan para invadir Inglaterra. La invasión se preparó en dos frentes. Por un lado, la mayor parte del ejército se trasladaría desde Flandes bajo el mando del Duque de Parma. Además, el Duque de Medina-Sidonia preparía una gran flota para unirse a las huestes de Flandes. Con esa flota España ganaría el control del Canal de la Mancha y protegería a las tropas del Duque de Parma. Finalmente, las tropas que invadieran Inglaterra forzarían a Isabel a aceptar las demandas españolas: permitir a los católicos ingleses practicar su religión, dejar de apoyar a los rebeldes holandeses e indemnizar a España por los gastos de la invasión y los daños a los barcos españoles. Felipe no intentaba invadir Inglaterra de forma permanente, tan sólo presionar a Isabel para que aceptara sus demandas, pese a que el Papa Sixto V había garantizado el apoyo papal a quien derrocara a Isabel, a la que se había declarado hereje.
Problemas iniciales del plan.
En primer lugar, el Duque de Medina-Sidonia fue nobmrado jefe de la operación. Su falta de experiencia en navegación fue fatal. En añadidura, el Duque de Parma se negó a cooperar poniendo en peligro la operación. Como resultado no se pudieron reunir los buques deseados. Además, durante las preparaciones, Drake de Inglaterra atacaó la ciudad de Cádiz, hundiendo treinta buques españoles además de quemar los barriles con la alimentación de la armada. Finalmente, la invasión consistiría en 131 barcos, lo que dificultaba enormemente las comunicaciones y la coordinación.
Consecuencias de la Armada Invencible
La flota española fue capaz de recuperarse en cuanto a número, pero no moralmente. El suceso marcó el crecimiento de Inglaterra como potencia naval. Además, significó la independencia de hecho de los Países Bajos al no poder derrotar España a Inglaterra. En fin, fue una derrota de la Contrarreforma, pasando a un declive de las posiciones contrarreformistas.
El declive de España.
Tras la fallida invasión de Inglaterra, España comenzó un periodo de declive por diversas razones. La contrarreforma gastó numerosos recursos españoles. Además, muchas de las fuentes de recursos de las colonias españolas estaban gastadas. Adicionalmente, sólo un tercio de la población española trabajaba (los otros dos tercios eran clérigos y baja nobleza). Finalmente, otra causa es el escaso liderazgo de la monarquía.
La Guerra de los Treinta Años.
La Guerra de los Treinta Años comienza con la defenestración de Praga. Un grupo enfurecido de protestantes por la política anunciada por el emperador electo Fernando, que era católico, entraron en el castillo de Praga y lanzaron a varios funcionarios por la ventana.
La guerra comenzó como un mero conflicto religioso pero con su desarrollo sobrepaso ampliamente esa dimensión. Se convirtió en una lucha por definir el poder de Europa y, principalmente, en una lucha contra los Habsburgo. Así por ejemplo la católica Francia financió a la Suecia protestante. En la misma Francia es destacable la figura del cardenal Richelieu que pese a ser un jerarca católico, expresa muy bien la condición de "politique", poniendo primero los intereses de la nación.
Precedentes
La Paz de Augsburgo dejó varias cuestiones abiertas. En primer lugar, el principio de "cuius regio, eius religio" sólo se aplicaba para el catolicismo y el luteranismo, no para el calvinismo. En segundo lugar, esa paz no ha solucionado los problemas entre los príncipes y el emperador. Además se unen otros factores como la marcha arrolladora de la contrarreforma católica con la amenaza que sentían los príncipes protestantes o la personalidad de algunas regiones está ya muy consolidada. Bohemia y Hungría, muy definidas ya, son reticentes a integrarse en el conjunto imperial. Finalmente el conflicto estallará con la elección como emperador del católico y centralista Fernando II de Habsburgo. En su contra se alza una "Unión Evangélica" con Federico V al frente.
Etapa de Bohemia (1618 - 1625)
Se inicia con las operaciones que se plantean en Bohemia. Fernando II decide intervenir y su brazo será el barón de Tilly quien se va a enfrentar al ejército de Federico V en un lugar próximo a Praga conocido como la Montaña Blanca en 1620. Esta batalla dio el control de Bohemia a los imperiales, seguida por una represión durísima. La religión protestante quedó abolida, la Constitución de Bohemia abolida y el alemán quedó como cómo el idioma administrativo y comercial.
Poco después, un ejército español desciende desde los Países Bajos y toma el Palatinado, Federico V tiene que refugiarse en Holanda. El Palatinado pasará a Maximiliano de Baviera con lo cual éste podrá ser elector, cualidad que tenía el Palatinado pero no Baviera.
Etapa danesa (1625 - 1630)
Etapa sueca (1630 - 1635)
El rey sueco Gustavo Adolfo, luterano, acudió en ayuda de Alemania. Austria derrotó en última instancia a Suecia y la paz parecía posible. En este contexto se retiró el Edicto de Restitución.
Internacionalización del conflicto o etapa francesa (1635 - 1648)
Francia sacó provecho del fortalecimiento del imperio Habsburgo. En 1647 se unió a la refiega declarando la guerra a España. Al mismo tiempo forjó una alianza con los calvinistas holandeses ayudándoles en su lucha por la independencia contra los españoles. La intervención francesa conjugada con el agotamiento de todos los bandos por la lucha sin fin, dio como resultado que todos estuvieran preparados para la paz.
Paz de Westfalia (1648)
En primer lugar hay que indicar que lo que se conoce como Paz de Westfalia son en realidad dos acuerdos distintos, llevados paralelamente pero no con los mismos actores, en Münster y Osnabrück. Los tratados de Westfalia pusieron fin a la guerra religiosa más larga en Europa. El sistema sirvió como modelo para resolver futuros conflictos entre naciones europeas. Era la primera vez que todas las partes envueltas en alguna disputa se reunían, en vez de los habituales acuerdos a dos o tres bandas.
Beneficiados.
Francia, nueva poder dominante en Europa, pasando a España y Austria. Además consiguió la zona de Alsacia-Lorena e impidió la unida alemana, evitando así la presencia de un competidor fuerte.
El Duque de la Casa de Orange. España y el Sacro Imperio tuvieron que reconocer finalmente su independencia tras más de sesenta años de guerra.
Suizos. Lograron su independencia del Sacro Imperio.
Suecos. Pasaron a controlar el Mar Báltico y el norte de Europa.
Prusia y los Hohenzolerns. Es el comienzo de Prusia como gran potencia militar.
Principes germanos. Ganaron soberanía y pudieron elegir la religión de sus estados.
Protestantes. La Paz de Westaflia marcó el final de la Contra-Reforma. El Calvinismo pasó a ser tolerado.
Perdedores
España y los Hasburgo españoles. Perdieron colonias y posesiones territoriales.
El Sacro Imperio Romano, Austria y los Hasburgo austriacos. 1648 marca el fin efectivo de la influencia del emperador del Sacro Imperio; los príncipes ganan la soberanía.
Catolicismo: Fin de la Contra-Reforma y de la supremacía de la autoridad papal y el poder de la Iglesia Católica.
http://www.es.wikibooks.org/wiki/His...as_de_religion
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
Lo que es peculiar es que usted disponga de una edición decimonónica, es decir, no traducida, que tenga lo que debe de ser un buen nivel en el dominio del inglés, trate o comercie con ingleses, y que sea al tiempo un anglófobo. O sea, una pura incoherencia.
Y, si, ya se sabe que en el XIX eran menos imbéciles, por eso en España fue el siglo del afianzamiento del liberalismo y de su decadencia total. El problema es que con fanáticos no se puede llegar a ninguna parte, y a la vista están los logros conseguidos y los éxitos que se han tenido y se tienen. Así, cuando se comprueba que los logros son inexistentes, cuando no hay soluciones a un problema planteado artificialmente, lo inteligente es intentar conocer a fondo las causas del problema para ver si hay solución alternativa. Pero ya se sabe que el fanático querrá acabar con la epidemia a garrotazos, o pretenderá cazar gorriones para comer con un fusil de asalto.
Y si usted quiere ver restituida Gibraltar, muy posiblemente yo lo quiera muchísimo más que usted, porque a patriotismo usted no me gana, eso se lo garantizo hasta por escrito. Pero usted representa ese estorbo que hace imposible e inútil cualquier esfuerzo. Y, si cree -pensar es una acción muy diferente- que lo que yo planteo se parece a las posturas del PP$OE, se volverá a equivocar, es usted quien está más cerca de ellos, al menos en cuestiones sobre el liberalismo, Franco, democracia, etc., etc., y es que una discrepancia no es suficiente.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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