Pues si mal no recuerdo,Felipe II contrajo matrimonio con María Tudor,por lo que durante un breve espacio de tiempo fue rey consorte de Inglaterra,aunque no tenía poder alguno sobre esta,ídem con la reina británica y las Españas.
Valderrábano ya no puede participar más en este tema, por lo que no le respondáis.
Aquí corresponde hablar de aquella horrible y nunca bastante execrada y detestable libertad de la prensa, [...] la cual tienen algunos el atrevimiento de pedir y promover con gran clamoreo. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar cuánta extravagancia de doctrinas, o mejor, cuán estupenda monstruosidad de errores se difunden y siembran en todas partes por medio de innumerable muchedumbre de libros, opúsculos y escritos pequeños en verdad por razón del tamaño, pero grandes por su enormísima maldad, de los cuales vemos no sin muchas lágrimas que sale la maldición y que inunda toda la faz de la tierra.
Encíclica Mirari Vos, Gregorio XVI
Pues si mal no recuerdo,Felipe II contrajo matrimonio con María Tudor,por lo que durante un breve espacio de tiempo fue rey consorte de Inglaterra,aunque no tenía poder alguno sobre esta,ídem con la reina británica y las Españas.
LA INGLATERRA SECRETA
CATÓLICOS CLANDESTINOS EN UN ESTADO ANTIPAPAL
Por Manuel Fernández Espinosa
Aunque pudiéramos citar muchos otros factores y antecedentes, podemos decir que el pecado de Enrique VIII de Inglaterra fue el desencadenante del cisma de Inglaterra. Enrique VIII no logró obtener de la Iglesia Católica de Roma la anulación de su matrimonio. El rey se dirigió a Cranmer, arzobispo de Canterbury y de este modo logró divorciarse de Catalina de Aragón. Después de la excomunión hizo aprobar por el Parlamento (1533) una serie de leyes que rompían los vínculos con Roma y sometían internamente el clero inglés a la corona, por los medios más expeditivos: se cerraron monasterios y se confiscaron los bienes eclesiásticos. Enrique VIII se autoproclamó "Cabeza de la Iglesia Inglesa" con el Acta de Supremacía (del año 1534).
Beatos Tomás Green y Gualterio Piersonati, pintura de Fray Juan Sánchez Cotán, pintor cartujano
El cisma anglicano no halló en Inglaterra apenas resistencia en el estamento eclesiástico (con la excepción de algunos religiosos franciscanos y cartujos, además del Obispo Fisher). La víctima más famosa fue el Gran Canciller del Rey, Tomás Moro. Pero en la Inglaterra septentrional estalla la revuelta de los católicos (1536-1537) contra el rey Enrique VIII, la que se llamará "Peregrinación de la Gracia" (en inglés "Pilgrimage of Grace"). Aquel año de 1535 el abogado Robert Ask acaudilló en Yorkshire esta revuelta católica contra la supresión, por parte del Parlamento, de numerosos conventos, la abolición de algunas fiestas religiosas y los ataques a la doctrina católica de la Eucaristía. Enrique VIII promete clemencia a Ask, empero faltó a su palabra y terminó recluyéndolo en la Torre de Londres y, a la postre, ahorcándolo.
Es interesante decir que una de las banderas empleadas por los rebeldes católicos llevaba la Corona de Espinas, las Cinco Llagas de Cristo, un Cáliz (o un Corazón Sangrante) y una Hostia y el lema IHS. En resumen, el cisma de Inglaterra (revolución) tuvo una resistencia católica (contra-revolución), pero la violencia política impuso la oficialidad del cisma y el anglicanismo fue mezclándose con doctrinas heréticas (como la herejía puritana, pongamos por caso).
A partir de 1553, bajo el reinado de María I de Inglaterra, hija católica de Enrique y de Catalina de Aragón, la reforma fue abolida. María I de Inglaterra hizo por obtener la reunificación con Roma. Pero su muerte, en diciembre de 1558, sin hijos ni haberse tomado la precaución de poner un sucesor católico, no permitió la consolidación del catolicismo. Su hermanastra Isabel heredó el trono.
Con Isabel en el trono se impuso la iglesia nacional y los católicos ingleses pasaron a las catacumbas. Pero lo que contribuyó más que nada al éxito del anglicanismo fue que, mientras María dispuso de cinco años para imponer su programa, Isabel disfrutó de más de cuarenta años para imponer el suyo.
En el extranjero se adivinaba que Inglaterra contenía una gran porción de católicos clandestinos. Por ejemplo, Miguel de Cervantes, en una de sus "Novelas ejemplares", nos presenta a una familia inglesa que vive su catolicismo en lo doméstico y públicamente acepta la oficialidad anglicana.
"Quiso la buena suerte que todos los de la casa de Clotaldo eran católicos secretos, aunque en lo público mostraban seguir la opinión de su reina."("La española inglesa")Sin embargo, a lo largo de siglos, el catolicismo -que los herejes llamaban "papismo"- será perseguido en Inglaterra: silenciados, encarcelados y martirizados.
LOS INGLESES CATÓLICOS EN EL EXILIO
Aunque de un modo indirecto, España estaba implicada, desde el inicio, en los acontecimientos del Cisma de Inglaterra. Enrique VIII repudió a su esposa española Catalina de Aragón, tía del Emperador Carlos I de España y V de Alemania. Maria I de Inglaterra, la reina católica que no pudo restaurar el catolicismo en Inglaterra, fue esposa de Felipe II de España. Estratégicamente, si Inglaterra era católica, podría ser un fuerte aliado de España contra el protestantismo continental: lamentablemente, no fue así.
A la muerte de María sucedió en el trono Isabel. Después de los intentos de restauración católica realizados por María Tudor, Isabel provocó fuertes tensiones religiosas en el reino. En el año 1569 Isabel hace frente a la "Rebelión Septentrional", instigada por el Duque de Norfolk. El Papa Pío V apoyó la rebelión católica excomulgando a la reina y declarándola depuesta con la bula papal "Regnans in Excelsis". Después de la bula, Isabel comenzó a perseguir a sus enemigos religiosos, provocando de este modo y por reacción varias conspiraciones católicas. Los hombres que querían abrazar el sacerdocio se veían impelidos a salir al extranjero para formarse: Roma, los Países Bajos (todavía dominio de la Casa de Austria) y España fueron los asilos religiosos de nuestros hermanos ingleses.
Felipe II de España fue un protector de los católicos ingleses exiliados. Por ejemplo, el Colegio de San Albano (también llamado Colegio Inglés) fue fundado por jesuitas ingleses en 1590 con el propósito de formar sacerdotes ingleses y evangelizar en su patria, y estuvo bajo la protección real de Felipe II. San Albano fue el primer mártir cristiano de Inglaterra.
El jesuita inglés, escritor y diplomático, Robert Persons (Roberto Personio, se le llamaba en la España de la época) era amigo de San Edmundo Campion. Compañero del mártir Campion, Robert Persons pudo escapar de Inglaterra y desarrolló una brillante actividad en la obtención de ayudas para la misión jesuita en Inglaterra, secreta y perseguida. Robert Persons fue enviado a España en las postrimerías de 1588 y tuvo éxito, más tarde pudo emplear el favor real para fundar los seminarios de Valladolid, Sevilla y Madrid (1589, 1590, 1598). También San Enrique Walpole (martirizado el 7 de abril de 1595) estuvo en el Colegio de San Albano (Valladolid), como tantos otros mártires y confesores de la Fe. Durante esta época el Colegio de los Ingleses fue un seminario donde se formaban sacerdotes ingleses que regresaban a Inglaterra con muchas probabilidades de ser martirizados.
En el gran retablo de la Capilla del Colegio de los Ingleses de Valladolid está la talla de Nuestra Señora de la Vulnerata (que significa herida e insultada).
Isabel I de Inglaterra se mostró una gran enemiga de España, impulsando la piratería y algunas incursiones bélicas que perjudicaron los intereses españoles en América, en las Islas Canarias y en la misma península, como fue el ataque contra la ciudad portuaria de Cádiz.
El 29 de junio de 1596 Cádiz pudo contemplar una poderosa flota de 157 naves armadas holandesas e inglesas, al mando del Conde de Essex, general inglés favorito de la reina Isabel I de Inglaterra. Los ingleses y holandeses desembarcaron en Cádiz y la sometieron a un tremendo saqueo. Algunos desalmados de la soldadesca inglesa saquearon una iglesia y, tomando una talla de la Virgen María con el Niño Jesús, la arrastraron a la plaza del mercado donde profanaron la sagrada imagen. Le cortaron los brazos y todo cuanto quedó del Niño Jesús fue parte de sus pequeños pies sobre el regazo de la Madre. La estatua mutilada recibió las mayores honras por parte de la Condesa de Santa Gadea, esposa del Adelantado de Castilla, que la puso en el lugar de honor de la capilla que tenía la Condesa en Madrid. Sin embargo, los profesores y estudiantes del Colegio de Ingleses de Valladolid se la pidieron a la Condesa con el propósito de reparar espiritualmente el comportamiento de sus compatriotas que la habían profanado. En el año 1600 la Santísima Virgen de la Vulnerata fue entronizada en el altar del Colegio Inglés de Valladolid.
Era el tiempo en que Felipe II podía decir:
"Prefiero perder todos mis estados y cien vidas antes que reinar sobre herejes".
Continuará
RAIGAMBRE
LA INGLATERRA SECRETA (II parte)
Manuel Fernández Espinosa
LA ARMADA VENCIDA Y LA VERDADERA ARMADA INVENCIBLE
En el año 1587 Felipe II, Rey de España, ordena que se disponga todo para invadir Inglaterra. Así se organiza la Armada Invencible: 130 buques y 24.000 hombres. Es la respuesta de España a una Inglaterra que emerge como potencia marítima, en franca confrontación con España y secundando las líneas trazadas por los ideólogos del imperialismo inglés, como fueron el brujo John Dee o Sir Walter Raleigh. El mismo Raleigh fue un experto marino, un pirata y un ideólogo que había protagonizado operaciones de piratería y hostigado las posesiones españolas en América. El desastre de la Armada Invencible frente a las costas inglesas pasó a la Historia. Se suele recordar que, sea o no cierto, Felipe II dijo aquello de: "No mandé mis naves a luchar contra los elementos".
Pero el desastre fue exagerado por el triunfalismo nacionalista británico. La catástrofe de la Armada no fue obstáculo para que España todavía pudiera resarcirse, puesto que disponía de recursos suficientes como para recomponer una flota y volver a dar jaque a Inglaterra. Por este motivo la coalición anglo-holandesa atacó Cádiz el año de 1596.
Los ingleses pudieron impedir la invasión de la Armada Invencible... Pero se les estaba fraguando una Armada contra la cual no podían hacer nada, dado que aquí Dios estaba del lado español.
Su nombre era Luisa de Carvajal y Hurtado de Mendoza. En sus apellidos esclarecidos fulguran dos estirpes linajudas de España. Nació el año 1566 en Jaraicejo, Extremadura, la tierra árida pero fecunda en conquistadores, como Hernán Cortés o Francisco Pizarro. Era hija de D. Francisco de Carvajal y Vargas, regidor de la ciudad de León, y de Doña María Hurtado de Mendoza y Pacheco. Luisa quedó huérfana cuando era una niña. A cuidarla en su orfandad acudió su tía María Chachón que, a la sazón, era madre del Cardenal Arzobispo de Toledo, así como también aya del Príncipe de Asturias y Camarera de las Infantas. Luisa se crió en las casas propincuas al Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, con las Infantas de España, compartiendo juegos y devociones religiosas a tan tierna edad. Después la reclamó su tío D. Francisco Hurtado de Mendoza, Conde de Monteagudo y Marqués de Almazán, embajador del Rey de España en la Corte Imperial de Austrias y, más tarde, Virrey de Navarra. Su tío era severo y devoto, un español chapado a la antigua, educado en la reciedumbre de la vieja hidalguía española y muy amigo de la Compañía de Jesús. Fue su tío quien inició a Luisa en la vida de piedad donde la oración, la austeridad y el celo por la gloria de Dios ocupaban la vida entera.
La Infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II de España, amiga y compañera de Luisa de Carvajal en la niñez
Luisa, con los 16 años, mientras vivía con su tío y familia en Pamplona, siente un deseo intenso de martirio. Es el año 1583. En aquel entonces cundía por España el relato que había escrito D. Bernardino de Mendoza, a la sazón embajador de España en Inglaterra, narrando el glorioso martirio del jesuita Padre Edmundo Campion (la relación del embajador español se titulaba "Comentarios de lo sucedido en los Países Bajos desde el año 1567 hasta el de 1577"). Era la primera de las señales que Dios enviaba a Luisa, para reclamar que luchara por su Gloria en Inglaterra. Luisa, en el secreto de su alcoba, hace el voto del martirio:
"Con voto estrecho, prometo a Nuestro Señor que procuraré, cuanto me sea posible, buscar todas aquellas ocasiones de martirio que no sean repugnantes a la ley de Dios, y, que siempre que yo hallare oportunidad semejante, haré rostro a todo género de muerte, tormentos y rigoridad...".
Son palabras de la misma Luisa de Carvajal.
Casa Palacio del Marqués de Almazán. Almazán (Soria).
Fotografía de la Web Oficial de Turismo de Soria.
Cuando su tío D. Francisco de Mendoza fallece, Luisa quiere vivir la pobreza y algunos de sus primos reniegan de ella, por entender que su modo de vida es una afrenta a la poderosa e ilustre Casa de aquellos "Hurtado de Mendoza". Por este motivo se retirará a una pequeña casa, donde con sus sirvientas más fieles organiza lo más parecido a un convento, todavía sin defenir Regla, pero prestándose voluntariamente a asistir a las prostitutas y otros sifilíticos, los excrementos de la sociedad que se hacinaban en el Hospital del Venerable Antón Martín, una fundación con sede en Madrid muy famosa en la época.
Luisa deberá resolver algunos pleitos de herencia y pasa a Valladolid, donde se ha trasladado la Corte del Rey. En Valladolid residió vecina al Colegio de los Ingleses, fundado por Robert Persons con el patronazgo de Felipe II para la formación de los católicos ingleses refugiados en España. Allí conoce personalmente al Padre Persons y a los hermanos Walpole (Ricardo y Miguel Walpole eran, a su vez, hermanos del mártir San Enrique Walpole; y Miguel Walpole fue director espiritual de Luisa de Carvajal). Luisa de Carvajal era devota de la Virgen de la Vulnerata, una sacra imagen profanada por los herejes en el ataque a Cádiz y que terminó siendo venerada en el Colegio de los Ingleses, como al día lo sigue siendo. Permanecía Luisa horas y horas frente a la Virgen, doliéndose por las afrentas cometidas contra su santísimo rostro por los impíos herejes.
El principal interés que la inspiró a sostener aquel pleito por la herencia ante la Justicia no era egoísta. La herencia que recibió de sus padres la puso a disposición de la Compañía de Jesús con el propósito de levantar una institución docente en Lovaina. La Compañía de Jesús, cuyo General era Claudio Acquaviva de Aragón, agradeció a Luisa la generosa donación, concediéndole la Carta de Hermandad con la Compañía. Luisa decide partir a Inglaterra sin llevar consigo nada de su peculio. Luisa recibe la aprobación de sus directores espirituales, reza ante la Virgen de la Vulnerata y emprende el largo y duro camino a Inglaterra. Luisa de Carvajal y Hurtado de Mendoza abandona Pucela y parte a Inglaterra el 21 de enero del año de gracia de 1604. En su corazón hay un deseo ardiente: sufrir el martirio por Dios.
Inglaterra pensaba que la amenaza española había sido vencida, pero ignoraba que una española católica, una pobre mujer a los ojos del mundo, pero llena de Dios, era suficiente para invadir Inglaterra.
Es continuación de LA INGLATERRA SECRETA
RAIGAMBRE
LA MISIÓN DE INGLATERRA
Después de un largo viaje desde Valladolid a Calais, sufriendo el rigor de los malos caminos, delicada de salud, pero con una fe grande, Luisa de Carvajal alquila una barcaza, se embarca superando su miedo a navegar, y cruza el Canal de la Mancha, no sin sortear el peligro de los holandeses que hostigaban en maniobras de piratería a los buques españoles. Luisa de Carvajal desembarcará en Dover y, al llegar a la playa (contará ella más tarde) la española fue recibida por un misterioso zagal que, sin que nadie de los que iba con Luisa se percatara, le tendió la mano para ayudarla a poner el pie en tierra firme... Y aquel extraño y sonriente muchacho se volatilizó, sin que nadie, salvo Luisa, pudiera decir que lo hubiera visto. Luisa de Carvajal narra este recibimiento entendiéndolo como una señal divina... ¿quién sería aquel muchacho solícito? ¿Un ángel del cielo que se adelantaba para acogerla dándole la bienvenida a Inglaterra? Nadie lo sabe.
Luisa ha llegado a Inglaterra sin conocer el idioma. Eso sí, se ha preparado a conciencia estudiando la historia más reciente de Inglaterra, para poder ejercer una eficaz acción apologética entre los cismáticos, para poder aportar razones (incluso de índole histórica) en su combate dialéctico a favor de la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana. Por eso ha leído a los principales especialistas en la cuestión: el Padre Pedro de Rivadeneyra, por ejemplo, con su "Historia del cisma de Inglaterra". De esta forma Luisa se armará de argumentos para refutar las falacias de los cismáticos con la finalidad de convertirlos a la fe verdadera.
Padre Henry Garnet, de Portrait of Henry Garnet
Al llegar a Inglaterra es acogida en una casa de campo, al norte de Londres: es la casa del Padre Henry Garnet, (de la Compañía de Jesús). En las casas de campo de la nobleza viven retiradas comunidades de católicos ingleses, apartados de la saña de los cismáticos, evitando las hostilidades y llevando una vida de piedad conforme a nuestro credo. No dura mucho aquella paz y reposo, pues los celosos vigilantes cismáticos descubren aquel idílico refugio de católicos y los católicos tienen que darse a la fuga con precipitación. Luisa y otras mujeres serán conducidas a Londres, donde se las aloja en casas de católicos clandestinos. La familia que la acoge empieza a sentir temores por tener a Luisa entre ellos, están dando refugio a un fugitiva y si son descubiertos puede ser la ruina de la familia: el hecho de ser española hace que sea más difícil la comunicación. Para evitarles más enojos, Luisa abandona aquella casa. En ningún momento quiere Luisa la ayuda de la embajada española, pero el embajador español -enterado de su presencia en Londres- dispone que sus agentes la busquen por doquier, para traerla a la embajada y darle amparo. En este entonces se descubre el Complot de la Pólvora (el P. Garnet -que había hospedado a Luisa nada más llegar ésta a Inglaterra- será capturado, juzgado, sentenciado a muerte y ejecutado bajo la acusación de estar implicado en la conjura de Guy Fawkes). A la postre, Luisa es convencida de las ventajas de vivir en la sede de la embajada española en Londres, pues la Misa y la Comunión diarias se le aseguran en la Embajada y en ningún otro sitio de la capital inglesa.
El descubrimiento de la Conjuración de la Pólvora sirve de pretexto para endurecer las medidas contra los católicos, la persecución arrecia y cobra mayor virulencia. Son muchos los amigos españoles que por carta le recomiendan que abandone aquella posición; le aconsejan que regrese a España, puesto que su estancia en Inglaterra entraña un peligro muy grave para su integridad física y son muy inciertos los frutos de su misión. Pocos saben que Luisa ha hecho privadamente el "voto de martirio". Luisa, desoyendo las amistosas amonestaciones, persevera en su propósito de permanecer en Inglaterra y aprende el idioma poco a poco para empezar su apostolado.
TESTIMONIO VALIENTE DE UNA MUJER
Muchos católicos ingleses están en las cárceles. Pocos de sus compatriotas son capaces de asistirlos en la prisión, por miedo a las represalias. Luisa de Carvajal piensa que ese será el campo apostólico al que, en un primer momento, aplicarse. La española empieza a visitar a los católicos encarcelados para consolarlos y alentarlos en la adversidad. Serán muchos los católicos ingleses que se admiren de ello: una mujer (española) es la única que se cuida de los presos ingleses católicos. Ella les anima a mantenerse firmes en la fe, a no doblegarse, a no claudicar, a testimoniar el nombre de Jesucristo frente a los suplicios y, si es voluntad de Dios, el martirio. Y son muchos los que sienten renovadas sus energías, pues ven con sus ojos (no necesitan de palabras) que aquella mujer que les anima al martirio está dispuesta a abrazar el martirio.
Luisa no se asusta. Los cismáticos tienen la costumbre de hacer carteles en los que estampan blasfemas caricaturas del Papa, representándolo con cuernos de demonio y vomitando jesuitas. Luisa, con una valentía inaudita, sin ocultarse de los ingleses, arranca los carteles de las paredes de la calle, a plena luz del día, delante de los viandantes cismáticos, y los rompe desafiando a quienes la miran atónitos: "Pero, ¿de dónde ha salido esta mujer?" -parece que se dicen. Cierto día sí que Luisa estará en peligro de ser linchada.
En Londres todavía estaba en pie la Cruz de Cheapside, alzándose en uno de los mercados más populosos de la ciudad y, según la misma Luisa, el mercado en que más cismáticos rabiosos se concentraban. Este monumento a la Cruz era una de las doce Cruces llamadas "Cruces de Leonor" (Eleanor Crosses) que el amor de Eduardo I de Inglaterra mandó levantar para honrar la memoria de su difunta esposa Leonor de Castilla (hija de Fernando III el Santo y Jeanne de Dammartin). Leonor murió el año 1291 al dar a luz a su último hijo. Habiendo fallecido fuera de Londres, el cadáver embalsamado de Leonor de Castilla fue acompañado por su séquito hasta la abadía de Westminster y, desde Lincoln hasta Londres, doce Cruces se pusieron, una por cada uno de los lugares donde se detuvo el cortejo fúnebre para reposar.
Las Cruces de Leonor eran monumentales. La Cruz de Cheapside, también llamada de Westcheap, fue demolida en mayo de 1643. Pero Luisa de Carvajal pudo verla en la primera década del siglo XVII. Estaba Luisa un día en el mercado y, ante aquella portentosa Cruz, sintió que Cristo seguía reinando incluso entre infieles. Por eso, en un acto de adoración a Dios, no le importó que aquel mercado estuviera lleno de gentes enemigas de la Iglesia Católica. Imaginemos la muchedumbre que se aglomeraba en aquel mercado; casi todos anglicanos con el peor concepto del catolicismo que pudiera imaginarse. No le importó a Luisa lo más mínimo la multitud que la contemplaba, pues sin pensarlo mucho, al ver la Cruz de Cheapside, la española se puso de rodillas ante la Cruz y se recogió en oración. La gente que la vio allí de hinojos empezó a alarmarse ante una manifestación tan patente de catolicismo, considerando una provocación que aquella mujer diera culto a Dios rezándole a la Cruz de Cheapside. Los más fanáticos de entre el público comenzaron a increparla, la injuriaron... Otros clamaban contra ella, llamándola "papista" y pidiendo a voces que había que llevarla a la cárcel o ajusticiarla allí mismo. Ese día pudo haber sido el día de su martirio, pero Dios no quiso. Cuando terminó su oración, se levantó entre la airada concurrencia, una mujer sola contra una ciudad cismática, y con mucho porte siguió su camino, mientras la turbamulta la seguía, amenazándola con palos y piedras, ultrajándola de palabra y escupiéndole.
Sobre estos casos Luisa escribió a su amiga la Madre Mariana de San José, expresando lo que en todos sus trabajos sentía y declarando que ella le decía a Dios:
"...Adsum, Domine, non recuso laborem".
Es continuación de LA INGLATERRA SECRETA
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LA INGLATERRA SECRETA (III)
LUISA DE CARVAJAL EN SU "ORÁN"
Manuel Fernández Espinosa
Más o menos un año después de vivir bajo el amparo de la embajada española en Londres, Luisa de Carvajal se decide a buscar una casa propia. Don Pedro de Zúñiga, a la sazón embajador, sintió mucho que Luisa se expusiera a tanto riesgo y trató de convencerla recurriendo a la peor amenaza para ella, la de vetarle el paso a la embajada española que era uno de los lugares donde se permitía, digamos que por inmunidad diplomática, la Santa Misa en todo Londres. La brava extremeña no se detuvo ante aquellas amenazas que, todo sea dicho, procedían del buen amor que le tenía el embajador a su compatriota.
Ella abandonó la embajada española y con dos doncellas que le prometieron seguirla a todas partes venciendo el miedo a la persecución, hizo su mudanza. En aquellos tiempos para que una mujer pudiera habitar a solas en una casa de Londres no podía hacerlo sin un hombre, por ello Luisa tuvo que buscar a un hombre honrado que, viviendo bajo el mismo techo que ella, le pudiera permitir habitar casa propia. Este hombre fue el francés Lemeteliel y su esposa (un matrimonio sin hijos), los cuales habían sufrido cárcel en Londres, así como la pérdida de sus bienes por ser fieles a su fe católica. La casa en que se instala Luisa, sus dos doncellas y el matrimonio Lemeteliel está, según el decir de ella: "sola, aunque muy cercada de protestantes alrededor", tenía que ser una casa chiquita, pues cuenta que aunque era de habitaciones bonitas, era "como para muñecas los aposentos della". Los viernes eran los días que más sufría Luisa, pues sus vecinos ingleses tenían la costumbre de reunirse en las casas y armaban mucho alboroto con sus francachelas. La pobreza en que vivía la comunidad que componía aquella casa llegó a oídos del Rey Don Felipe III de España y el Católico Monarca ordenó que la embajada asistiera a Carvajal con 300 reales al mes. Esta ayuda, caída del cielo, permitió emprender la labor apostólica; pero Luisa no acaparaba la limosna, sino que el dinero que de la embajada recibía lo daba a otros más pobres que ella, como era el caso de sacerdotes católicos ingleses que vivían en lamentable situación económica.
Luisa expone su plan a un religioso italiano en una epístola de julio de 1606:
"En sabiendo hablar suficientemente, tomando casa aparte con dos o tres compañeras, procuraré gastar mi tiempo en oración, lección y trabajo de manos Y acudiendo también al servicio y consuelo de los siervos de Dios lo que pudiere, no rehusaré las ocasiones que ofreciere Su [Divina] Majestad de tratar con los demás herejes en la más conveniente manera que me sea posible".
Y así lo cumplió. El trato que proponía mantener con los herejes no era otro que el de hablar con ellos, para convertirlos, demostrándoles el error en que estaban, empleando todo tipo de argumentos: históricos, teológicos, en fin, apologéticos. Empleó todo su vigor en esta empresa y obtuvo resultados en este apostolado frontal, de tú a tú, cara a cara:
"Los herejes mismos no se cansaban de oírla, y quedaban espantados de la viveza y claridad de sus razones y de la libertad y espíritu con que se las decía. Algunos confesaban que no hallaban la fuerza y virtud en las palabras de nadie como en las de doña Luisa." -cuenta el P. Valpolo en la biografía que escribiera de Luisa de Carvajal.
Valpolo cuenta casos de conversiones en los que tuvo parte la Carvajal. Gentes de todas clases fueron removidos por su celo apostólico: estudiantes, obreros, ancianos. Hubo incluso el caso de un predicador calvinista al que la española convenció de su error. El calvinista se convirtió, sufrió cárcel (adonde, por cierto, lo visitó Luisa). Cuando fue puesto en libertad Luisa le facilitó el paso a Flandes y de Flandes este ex-calvinista viajó a España, terminándose por ordenar de sacerdote y profesando en la Orden de San Benito.
Pero, no obstante estos éxitos, tampoco podían faltar episodios desagradables. El mes de junio de 1608 tuvo el primero de estos encontronazos. Fue en Cheapside -en cuyo mercado ya llevamos contado que se concentraba el vecindario antipapista más acérrimo. Todo tuvo su origen en una disputa que Luisa mantuvo en el mostrador de una tienda, mientras se disponía a comprar paños. Como era su costumbre, sacó el asunto de la religión y discutió con un mancebo de la tienda. El debate fue tan acalorado que dio lugar a que intervinieran otros tenderos que se agolparon, acusándola de papista. Aquella polémica duró unas dos horas y no hubo quien doblara a Luisa en su firme defensa del Papado, de la Misa, los Sacramentos y el sacerdocio. Quince días después, al volver al escenario del incidente, algunos testigos la reconocieron y la denunciaron al juez del distrito. Ante dicho juez declaró estar presta a morir por Cristo. Por la noche la condujeron, con dos de sus doncellas, a la cárcel vecina. El criado Lemeteliel las acompañó, aunque no estaba detenido. Fue puesta en libertad por orden de Robert Cécil, Conde de Salisbury, que así quiso congraciarse con el embajador español. El tiempo que pasó en la cárcel lo empleó para hablar de religión con los presos que allí había.
Por este tiempo fue cuando Luisa funda la Compañía de la Soberana Virgen María Nuestra Señora, cuyas Constituciones redactó ella misma y en las que se estipulaba los tres votos tradicionales de pobreza, castidad y obediencia y un cuarto voto, signo de la impronta ignaciana, como era el voto de obediencia al Romano Pontífice. Fundar en el mismo corazón de Londres, capital de Inglaterra, una congregación religiosa era, por supuesto, todo un desafío a la herejía. En la Congregación trazada por Luisa no había clausura y trabajó apostólicamente en el suburbio de Haigat y más tarde en la calle de Barbicán. El número de las que compusieron esta Compañía de la Soberana Virgen María Nuestra Señora fue siempre pequeño y fluctuante: algunas venían y muchas se iban, permanecer lo hicieron: Ana, prima hermana del P. Henry Garnet; Juana; Susana, de familia noble y Fé. La Congregación nacía con el espíritu combativo de no cejar en el empeño de convertir Inglaterra a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. La casa que más tarde ocupará con sus religiosas inglesas será llamada por Luisa, en sus cartas, con el beligerante nombre de "mi Orán" y téngase en cuenta la resonancia bélica que el nombre de la ciudad de Orán (hoy Argelia) tenía para un español de la época; hay que recordar que, a las órdenes del Cardenal Cisneros, la plaza de Orán había sido tomada en 1509 por los españoles, permaneciendo bajo dominio español hasta 1708). Por aquel entonces Mary Ward fundaba su Instituto y se tiene constancia de que la Ward admiraba a la española por los consejos que daba a sus hijas, pidiéndoles que fuesen tan fuertes y corajudas como Carvajal.
A principios de 1613 fue nombrado embajador de España Don Diego Sarmiento de Acuña (luego sería Conde de Gondomar), que logró hacerse con las simpatías del Rey Jacobo I de Inglaterra. La amistad entre el embajador español y el monarca inglés puso celosos al gobierno anticatólico y antiespañol, a los anglicanos y, sobre todo, a los puritanos. Se publicó el libro del P. Francisco Suárez S. J. "Defensio fidei contra catholicae anglicanae sectae errores" en octubre de ese mismo año y, aireado en Inglaterra, aquel libro -que era una fuerte refutación a Jacobo I de Inglaterra en sus pretensiones contra el Papado- fue empleado por los enemigos del catolicismo como un motivo para enemistar a Jacobo con el embajador español. Jacobo se encolerizó y el Arzobispo de Canterbury, George Abbot, conocedor de la existencia de Luisa, aprovechó la coyuntura para dar orden de prender a la española. Y así se ejecutó la prisión de aquellas pobres mujeres religiosas e indefensas que vieron como su morada era asaltada por un contingente de lacayos del Arzobispo y servidores de la justicia, enviados por orden de George Abbot.
Llevada Luisa a presencia del Arzobispo, éste le preguntó. Pero ella se negó rotundamente a responderle nada, alegando la católica que él "no era su juez". El Arzobispo porfió un poco más, pero siempre obtuvo la misma contestación. A la postre, Abbot perdió la compostura, ante la perseverancia de la española y terminó diciendo:
Luisa fue puesta en la cárcel pública.
"¡Hase visto tan extraña mujer en el mundo, que se haya atrevido a hacer un monasterio en la cara del Estado! ¡En Londres! ¡A la vista del Rey y de sus consejeros!".
RAIGAMBRE
Para que a algunos se les quite el complejo de inferioridad
Victorias épicas de España sobre Inglaterra o Gran Bretaña en combate. Las batallas incluyen diversos conflictos militares:
+ Guerra de los Cien Años
+ Guerra de los Treinta Años
+ Guerra Anglo-Española
+ Guerra de la Independencia de los Estados Unidos
+ Guera de la Independencia Española
+ Guerras Napoleónicas
El texto pasa muy rápido, pero se puede hacer pausa cuantas veces haga falta.
Algunos autores han apuntado que, al ser Portugal tradicional aliado de los ingleses, la leyenda negra no cayó sobre ellos. Es más, los brasileros en el 2000 celebraron sin complejos sus 500 años desde el descubrimiento de Álvares Cabral.
A no bajar los brazos, hispanos. Reivindiquemos nuestra identidad.
Don Luis De Córdova captura 52 navíos británicos
LOS LEGÍTIMOS DE GIBRALTAR 1.502: Don Luis De Córdova captura 52 navíos británicos
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Córdoba y Córdoba, Luis de (1706-1796).
Marino español nacido en Sevilla en 1706 y muerto en la isla de León en 1796. En su carrera militar alcanzó el grado de capitán general de la Armada.
Era miembro de una ilustre familia andaluza, su padre fue capitán de navío. A los trece años realizó sus dos primeras singladuras a América, en compañía de su padre. En diciembre de 1721, cuando contaba con quince años, ingresó en la marina de guerra con el grado de guardia marina; inició de este modo una larga carrera militar plagada de éxitos y acciones bélicas. Luchó contra argelinos, austríacos e ingleses durante más de setenta y cinco años. Intervino en la expedición que llevó a Italia al infante don Carlos, en 1730; en la reconquista de Orán, en 1732; en la ocupación de Nápoles y Sicilia por Carlos de Borbón, en 1734; en la defensa de Cartagena de Indias por Blas de Lezo, en 1740; y en numerosas acciones contra corsarios argelinos. En 1740 fue ascendido, por sus méritos militares, al grado de capitán de fragata y siete años después alcanzó el de capitán de navío.
Como capitán de navío se le concedió el mando del buque América, el cual, junto con el Dragón, protagonizó una serie de encarnizadas batallas contra los corsarios argelinos que asolaban el Mediterráneo. Por todo ello, en 1760 fue ascendido a jefe de escuadra y se le puso al frente de una flota que viajaba hasta América del Norte ese mismo año. Regresó en 1774 a Cádiz y se le concedió el rango de teniente general.
Al comenzar la guerra entre España e Inglaterra, con motivo de la Independencia de los Estados Unidos, Luis de Córdoba fue puesto al frente, junto con el almirante galo Orvilliers, de una escuadra franco-española compuesta por 68 navíos. La escuadra apresó, en el Canal de la Mancha, al navío inglés Ardiente, de 74 cañones. En agosto de 1780 la escuadra combinada capturó en el cabo portugués de Santa María un gran convoy de 55 buques, junto con los tres barcos de escolta que lo protegían (éstos pasaron a la Armada española con los nombres de Santa Balbina, Santa Paula y Colón). Al año siguiente, mientras la flota combinada atravesaba el Canal de la Mancha les sorprendió una fuerte tormenta que lograron superar gracias a la pericia de Luis de Córdoba. Tras la tormenta se apoderaron de otro convoy británico de 24 barcos.
Dada su larga carrera naval y los éxitos obtenidos, en 1782 se le puso al frente de las operaciones navales destinadas a reconquistar el peñón de Gibraltar, que se encontraba en poder inglés desde que el Tratado de Utrecht de 1715 sancionara los acontecimientos de la Guerra de Sucesión. No pudo evitar el fracaso de las baterías flotantes, incendiadas por los sitiados, pero hizo todo lo posible por salvar a la mayor parte de los tripulantes de las mismas. Mantuvo el bloqueo a Gibraltar ante los continuos ataques de los almirantes ingleses Rodney y Howe. Pese a que los ingleses lograron romper el asedio, Luis de Córdoba permaneció en Gibraltar hasta la firma del armisticio. Por su labor en la guerra contra los ingleses fue ascendido en 1783 al grado de capitán general y se le encargó la dirección general de la Armada.
En 1796 falleció, tras haber prestado sus servicios a la Armada durante setenta años.
https://www.youtube.com/watch?v=_ZxuDTbwWYo
Drake y Hawkins: La América Española en juego...
Hawkins y Drake. Drake y Hawkins. Ellos son un buen ejemplo de lo que ocurría cuando la maquinaria del Imperio Español se ponía en marcha. Sin duda esa maquinaria tenía sus "fugas" y algunos remiendos y apaños dignos de nuestra mejor manera de ser (en "fino" se le llama "arte de improvisar"), pero, en general, funcionaba realmente bien. Envidiablemente bien.
Sus comunicaciones por mar con la Metrópoli y con otros Continentes, mejoradas en cada viaje; sus rutas comerciales interiores, en permanente ampliación por todo el Nuevo Mundo; sus ciudades, que no paraban de crecer atrayendo a nuevos pobladores con su pujanza; sus puertos, punto de llegada y de partida de todo tipo de mercancías; sus fortalezas, que daban seguridad a todo el entramado. Orquestar todo eso y que funcionara de una manera razonablemente correcta, ayudando a prosperar a la gente, no era fácil. (El que lo ponga en duda, debería preguntarse que tal es gestionar su comunidad de vecinos...)
Pero volvamos a Drake y Hawkins. Partamos de la base de que ambos, sobre todo Drake, sabían lo que se hacían. Él había sido el segundo en capitanear la circunnavegación del globo (ahí es nada ...), conocía los mares de Centro-América como la palma de su mano y ya nos había "castigado" por aquellas zonas hacía unos años (1585-1586), incluso se había significado positivamente contra la Gran Armada en 1588 (Vamos que le teníamos ganas...). Cierto es que había un manchurrón en su hoja de servicios por el fiascazo de la Contra-Armada inglesa (1589) que le había costado (casi) la bancarrota a la Reina Isabel. Pero eso lo pasamos por alto...
Así que cuando Drake y Hawkins (en la imagen) convencieron a su graciosa Majestad, Isabel de Inglaterra, de atacar la América Española, sabían qué buscaban. Cierto es que a Isabel no le costaría mucho convencerse porque España e Inglaterra estaban en Guerra desde 1585 (la Guerra de las Armadas). Una guerra con escenarios en Europa, en los mares y que Inglaterra quería llevar también al nuevo Continente. A ver si de paso pescaba en río revuelto, habida cuenta que con sus colonias del Norte no sacaba ni para papel de fumar...
Fue un 7 de septiembre de 1595 cuando la escuadra inglesa partía de Plymouth: soberbios, seguros. Muy ingleses ellos (... como a nosotros nos gustan, confiados. Sabiéndose vencedores...).
Una veintena de embarcaciones entre ellas seis galeones, de lo mejorcito de Inglaterra, con 1500 marinos expertos, 3000 soldados de "tierra" y, al frente, dos hombres temibles y respetados: Hawkins y Drake.
Tal vez penséis que no era mucho pero de veras que la cosa iba en serio. Era la mayor flota enviada, hasta el momento, contra la América Española (otra fue, mucho después, la de un tal Vernon. Que ellos tampoco aprenden, no penseis ...).
Para poner en contexto, recordemos que la Contra-Armada Inglesa (y otros serios encontronazos varios contra España en esa guerra) había diezmado tanto el número de barcos ingleses "capaces" de un ataque de esta envergadura, como las arcas de su graciosa majestad (que estaban más tiesas que la mojama). La apuesta era arriesgada...(se deshacía de dos de sus mejores marinos y de buenos galeones, de los que andaba escasa, para defender Inglaterra...)
La apuesta era arriesgada, decíamos, y no empezaba bien. Algún problema surgió (queremos pensar que no fue fruto de la mala organización, lo que llamaríamos en argot "técnico" una chapuza) porque no habían llegado ni a la altura de las Canarias y ya tenían problemas de avituallamiento: Sin agua potable no podrían alcanzar el nuevo Continente.
Estaba claro que le tenían más miedo a su reina que a los españoles, así que decidieron abordar Gran Canaria para abastecerse. Total ... ¿qué les podría costar doblegar una pequeña población con semejante repertorio de barcos y hombres?.
Alonso de Alvarado (deberíamos recordar este nombre...), gobernador de Gran Canaria, detecta su presencia (que tampoco sería muy difícil) y prepara la isla para su defensa (eso ya tenía más miga, porque no todos los días recibe uno tan "amistosa" visita...).
Los Ingleses lo intentan... pero aun con lo puesto, los guanches les dan suficientes palos como para no insistir mucho más en Gran Canaria. Además, en la trifulca, son apresados un par de soldados de cierto rango que le revelan a los españoles 'grosso modo' los planes ingleses. Los anglos realizan una inteligente maniobra de "avance en retroceso", subiéndose a los barcos y consiguiendo lo básico para partir a América un par de islas más allá.
Claro que para entonces 'La Máquina Hispánica' se había puesto en marcha ... y ya no se detendría hasta tocar hueso.
Ahí entra Téllez de Guzmán (también para recordar...), al mando de flotilla de los nuevos barcos que revolucionaron la navegación: Las fragatas. Excelentes barcos, maniobrables, rápidos y artillados. Españoles. Temibles.
Téllez de Gúzman (avisado por las autoridades gracias a la información de Alvarado) prepara su flotilla en un tiempo récord y parte de España llegando (atención) a la vez que Hawkins y Drake a América (de autentico 'crack') a la altura de la Isla Guadalupe. Ahorrándose las presentaciones enviste por detrás a los ingleses (que todavía se están preguntando de dónde había salido ese 'Miura'...).
Del encontronazo, los españoles capturan uno de los galeones y de la tripulación consiguen conocer con cierto detalle las futuras intenciones inglesas: San Juan (en Puerto Rico) es su objetivo. La flotilla de Téllez se va directa a informar y a reforzar la ciudad.
El motivo de ir a San Juan es que el galéon Nuestra Señora de Begoña (perteneciente a la flota de Tierra Firme) estaba siendo reparado porque había sufrido daños en un fuerte temporal y obligado a separarse de la flota tuvo que buscar resguardo (...ni idea de donde saca Drake esa info...). Un galeón con más de 3 millones de 'Reales de a ocho' en sus bodegas (moneda española de plata y primera moneda de curso universal por su aceptación en todos los continentes. Sí, también los chinos ...)
No cejan en su empeño los ingleses, aún sabiendo alertado y reforzado el puerto. Tenían ventaja numérica aunque hubieran perdido el factor sorpresa... (y dudamos mucho, dicho sea de paso, que el buen Drake se planteara si esa plata era el "quinto del rey de España" o bien pertenecía a miles de esforzados comerciantes europeos una vez vendidas sus mercancias en los mercados de América...)
Sea como fuere, lentamente, como león que acecha a la temerosa pero atenta gacela, recorren la distancia que les separa de su objetivo. Esperando, mientras tanto, la llegada de la luna nueva para atacar al amparo de la noche cerrada. La victoria será, si cabe, más espectacular.
Se acerca el momento clave. Arriman los barcos los ingleses (como quien dice a tiro de piedra) bajo la protección de la oscuridad. Silencio absoluto. En la bahía, las fragatas españolas en posición defensiva, en las fortalezas, actividad frenética. Están acojonados, casi se les oye decir a los ingleses mientras plasman la estrategia para hacerse con el puerto: Incendiar las fragatas para inutilizarlas y desembarco posterior, con todo. Victoria segura. Clinck, clinck, clinck ... (o como carajo suene el choque de copas al brindar por su graciosa majestad).
Espectacular Castillo de San Felipe del Morro, Puerto RicoY ahora a cenar bien, con doble ración de tocino y ron para la tropa (que en tres o cuatro horas han de luchar como jabatos), mientras en el camarote de cada uno de los capitanes de navio, todos los oficiales del buque, dan cuenta de una glamurosa cena, preludio de una gran victoria (casi) segura.
Hete aquí que un pequeño imprevisto, pudiera torcerlo todo ... A Hawkins, al gran Hawkins, se le atrangantó un huesecillo en forma, tamaño y contundencia de bala de cañón que le amargó el resto de la noche. A él y a quince más. Así lo dejó escrito un tal Lope de Vega:
Cenando estaba un Anglo caballeroAsí que, a las primeras de cambio por un quítame allá esa bala, Hawkins se caía de la lista de convocados. (vaaaya por Dios...)
que de Teniente al General servía,
vió la luz desde el puerto un artillero,
y a la mesa inclinó la puntería:
la vela, el blanco, el Norte y el lucero
de aquella noche a su postrero dia
la bala ardiente acierta de tal suerte,
que quince y él cenaron con la muerte.
La mesa, los manjares, los criados,
el dueño y todo junto fue al infierno...(*)
Eso sí, debemos conceder a los ingleses que el duro golpe no les hizo abandonar su empeño (3 millones, son 3 millones...). Más bien al contrario lucharían con más rabia y pundonor para vengar así la muerte de Hawkins al conseguir la victoria. Al fin y al cabo seguían teniendo (casi) intactas sus fuerzas y Francis Drake, el alma de la expedición, estaba convencido de que la presa estaba lista para ser cazada ... Al menos es lo que dicen que él decía.
Continuará ...
El Camino Español
(*) en realidad la historia es todavía más espectacular. Los barcos ingleses no estaban a tiro de las fortalezas pero fondearon al alcance desde un montículo cercano al Fuerte de San Felipe del Morro. Los españoles movieron, amparados en la misma oscuridad que pensaban utilizar los ingleses, un cañón (que se dice pronto) de largo alcance hasta ese saliente. No nos resulta dificil escuchar las risotadas contenidas de los españoles mientras empujando sudorosos el pesado cañón, se imaginaban la sorpresa que se iban a llevar los ingleses...
El fragmento es de la Dragontea, donde Lope de Vega cuenta, en certeros versos, lo acontecido en aquel episodio de historia compartida entre ingleses y españoles.
http://www.elcaminoespañol.com/index...?view=featured
La humillante derrota que acabó con la vida de Drake, el héroe nacional inglés
César Cervera
Tras el monumental fracaso que supuso «la Contraarmada inglesa», el pirata Francis Drake cayó en el ostracismo político durante seis años hasta que en 1595 le llegó la oportunidad de resarcirse en el Caribe. Allí fue humillado por una minúscula fuerza española en Panamá
Retrato de Sir Francis Drake pintado por Marcus Gheeraerts el Joven
Embarcado en su buque insignia «El Pelican», cuya construcción fue subvencionada con dinero de la Corona inglesa, Francis Drake realizó la segunda circunvalación al globo en 1579, la cual aprovechó para asaltar de paso las indefensas poblaciones españolas en el Pacífico, que no habían conocido hasta entonces mayor amenaza europea que la presentada por portugueses y españoles. A su regreso a Inglaterra, el pirata fue recibido como un héroe nacional y nombrado Sir por la Reina. Como queriendo solapar que los españoles ya habían dado la vuelta al mundo 55 años antes con la expedición Magallanes-Elcano, los ingleses celebraron la hazaña de Drake como un hito de la navegación mundial. Durante años, la suerte siguió acompañando al inglés, que secuestró a pilotos portugueses y españoles para acometer su gran gesta, pero le abandonó en el peor momento. El Caribe español le devolvió parte de las afrentas cometidas en 1596, el año de su muerte y de su derrota más humillante.
Francis Drake consiguió su fama como militar saqueando los puertos españoles en el Caribe cuando Inglaterra y el Imperio español ni siquiera estaban oficialmente en guerra. Bajo el mando de su primo segundo John Hawkin, aprendió con solo 13 años lo rentable que resultaba atacar los puertos españoles aprovechando las deficientes defensas hispanas y el lucrativo negocio del contrabando de esclavos. Lo cual no evitó que sufriera en persona una derrota de envergadura en esos años. En 1567, Hawkins realizó su tercera acometida contra las posesiones hispánicas. Tras hacerse con 450 esclavos en Guinea y Senegal, puso rumbo al Caribe al frente de seis barcos, entre los que estaba «El Judith», capitaneado por Drake. Una tormenta los obligó a dirigirse a Veracruz, donde, haciéndose pasar por la armada española, forzaron al virrey Martín Enríquez de Almansa a entregarles suministros. Para su desgracia, a los pocos días arribó en Veracruz la auténtica armada española. Cuatro buques piratas fueron hundidos, 500 tripulantes abatidos y las ganancias del contrabando de esclavos capturadas casi en su totalidad. Drake y su primo pudieron escapar de milagro. Estaban resueltos a remediar en los siguientes años aquella humillación.
La oportunidad de los puertos mal defendidos
La primera actuación individual de Drake lo bastante reseñable para ser mencionada ocurrió en 1572. Un año después de que la mejor generación de marineros españoles se doctorara en el Golfo de Lepanto, Drake asoló indefensos puertos en el Caribe, entre ellos el Nombre de Dios, en el istmo de Panamá, y Cartagena de Indias, y capturó un convoy español cargado de oro y plata con la ayuda del pirata francés Guillermo Le Testu. Esta acción reportó una gran fortuna a Drake e hizo que la Corona inglesa le designara para la misión de atacar intereses españoles en el Pacífico.
La vuelta al mundo de Drake y sus hombres fue enormemente lucrativa. El botín obtenido fue valorado en 250.000 libras, una suma equiparable al presupuesto anual del Parlamento británico. El 4 de abril de 1581, la Reina Isabel I subió en persona al buque insignia de Drake y le nombró caballero allí mismo. De golpe y porrazo, el pirata se había convertido en un hombre respetable, con su asiento en el Parlamento y con responsabilidad en la armada inglesa. En este contexto, con la guerra ya oficialmente declarada entre ambos países, la Reina puso al corsario inglés al frente de una flota de 21 naves y 2.000 hombres con el objetivo de atacar de nuevo el Caribe español en 1586. Como explica Carlos Canales en el libro «Las reglas del viento: cara y cruz de la Armada española en el siglo XVI», pese a los éxitos iniciales en Santo Domingo y Cartagena de Indias, el botín final de 200.000 ducados se antojó insuficiente para cubrir los daños registrados en 18 de los buques y la muerte de la mitad de la tripulación original.
Ilustración del «El Pelican», el barco que usó Drake para dar la vuelta al mundo
Cansado de ver sus barbas chamuscadas, como rezaba una expresión acuñada por el propio Drake, Felipe II tomó la determinación en 1587 de atacar a los ingleses en su propio territorio. Los preparativos a cargo de Álvaro de Bazán, uno de los héroes de la batalla de Lepanto, sufrieron el sabotaje de Drake, quien el 29 de abril de ese año atacó el puerto de Cádiz y hundió una veintena de embarcaciones españolas. Durante esta misma expedición, los ingleses capturaron cerca de la isla de San Miguel, en las Azores, una carraca procedente de la India con un tesoro valorado en 140.000 libras.
Dentro de la estrategia para defenderse del ataque español de 1588, Drake fue nombrado vicealmirante de la flota inglesa bajo las órdenes del almirante Charles Howard. Una leyenda inglesa cuenta que Francis Drake se encontraba jugando a los bolos en la localidad de Plymouth cuando fue avisado de la llegada de la flota que Felipe II había mandado contra la Reina Isabel I. «Tenemos tiempo de acabar la partida. Luego venceremos a los españoles», afirmó el corsario antes de arrojar la siguiente bola. Un episodio inverosímil que el historiador naval Agustín Rodríguez González asemeja al clásico «mito fundacional» –en su libro «Drake y la Invencible»– para esconder una verdad vergonzosa: el secreto peor guardado de Europa sorprendió al grueso de la escuadra inglesa en puerto y sin la artillería preparada. Drake, sin auténtica experiencia en guerra naval, se encontraban reparando y aprovisionando sus barcos tras un fracasado intento por emboscar a la flota España durante su salida. La flota de Plymouth estaba acorralada.
El Duque de Medina-Sidonia, el comandante español, decidió seguir de largo en contra de la opinión de la vieja guardia de oficiales que había servido con su predecesor, Álvaro de Bazán, quien había fallecido durante los preparativos. La decisión condenó a la Armada a vagar hacia el desastre sin objetivos claros, más allá de la quimera de recoger a las tropas de Flandes, algo en lo que Alejandro Farnesio –comandante de esa infantería– no puso mucho empeño. Sin que en ningún momento se entablara un combate naval masivo más allá del incansable hostigamiento británico, Drake tuvo su momento de mayor protagonismo durante los combates también en Plymouth, donde Diego Flores de Valdés rindió el galeón «Nuestra señora del Rosario» al corsario inglés sin oponer ninguna resistencia.
Monumento de bronce en Tavistock que reproduce la leyenda de Drake jugando a los bolos
La «Contraarmada», el gran fracaso de Drake
Tras el desastre de la Armada española en 1588, Isabel I de Inglaterra ordenó a Drake lanzar un contraataque contra España, la conocida como «Contraarmada», que curiosamente tuvo un destino tan trágico como el de su precursora española. A falta de la experiencia española para la organización de una operación de grandes dimensiones, que tampoco había servido de nada a éstos, la aventura de la escuadra inglesa acabó en un irremediable desastre. El primer objetivo fue La Coruña, que albergaba a algunos barcos supervivientes de la Empresa inglesa todavía en reparación. Y aunque los ingleses tomaron parte de la ciudad, la actuación heroica de las milicias, entre las que se contaba la popular María Pita, forzaron la huida de los extranjeros sin obtener botín.
A continuación, Drake y su flota –formada por más de un centenar de barcos de distinto tamaño– se dirigieron a Lisboa con la intención de provocar un levantamiento portugués contra los españoles. El desembarco de cerca de 10.000 hombres para «liberar» Lisboa fue inicialmente un éxito, pese a que las epidemias ya empezaban a causar estragos entre las tropas angloholandesas. Sin embargo, la durísima guerra de desgaste que padeció el ejército de Drake durante su marcha hacia las inmediaciones de Lisboa y la brillante actuación de Alonso de Bazán –hermano del célebre marino– al frente de una escuadra de galeras hizo imposible que la capital portuguesa fuera rendida. Al contrario, el 16 de junio, siendo ya insostenible la situación del ejército inglés, Drake ordenó la retirada, que fue seguida de una asfixiante persecución a cargo de las fuerzas hispano-lusas. El resto de la campaña, que trasladó la acción a las islas Azores, tan solo sirvió para alargar la agonía de una expedición que, según el historiador británico M. S. Hume, costó la muerte o la deserción del 75% de los más de 18.000 hombres que formaron originalmente la flota.
Sir Francis Drake quedó condenado al ostracismo tras el fracaso, negándosele el mando de cualquier expedición naval durante los siguientes seis años. Su oportunidad de resarcirse llegó cuando la Reina inglesa, cansada de no haber cosechado nada más que derrotas desde 1588, volvió a depositar su confianza en él hacia 1595. El objetivo era de nuevo el Caribe. Así y todo, la escuadra real para esta misión –vertebrada en su mayor parte por particulares– fue puesta bajo un mando compartido, dado que la confianza en el liderazgo de Drake seguía en cuarentena. John Hawkins –muy deteriorado por la edad y enfrentado con Drake desde el fracaso de Veracruz– fue el otro almirante designado para la misión.
Desastre en el Caribe: España aprende de los errores
La expedición no pudo empezar de peor forma. En contra de la opinión de Hawkins, Drake ordenó atacar las Canarias y abastecerse allí antes de dirigirse al Caribe. Calculaba el pirata inglés tomar Las Palmas –defendida por apenas 1.000 hombres, la mayoría civiles– en cuestión de cuatro horas, pero los defensores rechazaron sin dificultad el primer desembarco. Con 40 muertos y numerosos heridos, la escuadra inglesa estimó inútil gastar más soldados en algo que iba a ser supuestamente sencillo pero no lo era. La captura de un capitán inglés en este tropiezo por las Canarias reveló las intenciones británicas y permitió dar aviso a las autoridades españolas del otro lado del charco.
Cuando la flota de Drake hizo acto de presencia en Puerto Rico, los defensores les recibieron con una hilera de cinco fragatas –de reciente construcción y adaptadas al escenario atlántico– apuntando sus cañones hacia los forasteros. La flota invasora tuvo que retirarse momentáneamente cuando los cañones españoles penetraron en la mismísima cámara de Drake justo cuando éste brindaba con sus oficiales. El jefe de la flota salió ileso, pero dos oficiales fallecieron y otros tantos quedaron gravemente heridos. Además, la salud de John Hawkins se consumió por completo poco antes de estos primeros combates, dejando a Drake como único mando.
Pese al furioso recibimiento, los ingleses no desistieron y lanzaron un desembarco masivo con barcazas en la noche del día 23. Drake ordenó acercarse en silencio a las fragatas, que se mantenían como pétreas guardianas del puerto, para prenderlas fuego con artefactos incendiarios. Lejos de destruir los barcos españoles, solo uno quedó inservible, el fuego iluminó la noche facilitando que los defensores rechazaran el desembarco. La jornada acabó con 400 hombres muertos en el bando británico.
Placa de bronce en Tavistock que reproduce la muerte de Drake en Portobelo
Además de las nuevas fragatas destinadas a luchar precisamente contra ataques piratas, los españoles habían aprendido de sus errores defensivos. Cuando Drake decidió alejarse finalmente de Puerto Rico –previo paso por dos pequeños pueblos, Río del Hacha y Santa Marta, que le reportaron escasísimo botín– tuvo que descartar atacar Cartagena de Indias al ver las imponentes defensas con las que ahora contaba la ciudad. El objetivo, por tanto, se trasladó a Panamá, donde ordenó un doble ataque, por tierra y por mar, que tuvo un destino parecido a lo ocurrido en Lisboa siete años atrás. Baskerville, al frente de 900 soldados, se dirigió por tierra hacia las cercanías de Panamá. En el camino se topó con un pequeño reducto, el San Pablo, guarnecido por 70 hombres al mando de Juan Enríquez, que impidieron por dos veces el avance inglés. Cuando llegaron otros 50 hombres a reforzar la guarnición, Baskerville decidió poner pies en polvorosa. La persecución, entre muertos, heridos y prisioneros, se saldó con 400 bajas entre los ingleses.
Desmoralizado, agotado y enfermo de disentería sangrante, Francis Drake buscó sin éxito posibles presas. El 27 de enero, estando fondeada la flota en la entrada de Portobelo, Drake pidió que le pusieran su armadura «para morir como un soldado». Falleció la madrugada siguiente y su cuerpo fue lanzado al mar dentro de un ataúd de plomo, en contra de su voluntad de ser enterrado en tierra firme. Aún sin tiempo de velar su muerte, dos de sus herederos, su hermano Thomas y su sobrino Jonas Bodenham, se enfrentaron en el mismo buque por algunas de las pertenencias del pirata.
Su otro legado, la desastrosa expedición en curso, todavía tuvo que hacer frente a otra dura prueba: el viaje de regreso a Europa. Así, llegaron a puerto solo ocho de los 28 buques iniciales y un tercio de los hombres.
La humillante derrota que acabó con la vida de Drake, el héroe nacional inglés - ABC de Sevilla
Última edición por Hyeronimus; 17/04/2015 a las 13:12
El mito de la piratería inglesa: menos del 1 % de los galeones españoles fue apresado
César Cervera
La literatura y la propaganda anglosajona han exagerado los episodios de una guerra que ganó España. Entre 1540 y 1650, de los 11.000 buques que hicieron el recorrido América-España solo se perdieron 107 a causa de los ataques piratas
ABC
Grabado de la época donde la Reina Isabel I nombra caballero al corsario Francis Drake
La historiografía inglesa ha insistido en repetir que la actividad pirata fue un constante quebradero de problemas, con corsarios de la bajeza moral de Francis Drake o John Hawkins a la cabeza, para el traslado del oro, plata y otras mercancías del Nuevo Mundo a España. Así, según la imagen todavía presente en el cine y en la literatura, Felipe II y el resto de monarcas españoles de la dinastía Habsburgo terminaron desesperados ante los ataques auspiciados por la Monarquía Inglesa y otros reinos europeos. Sin embargo, las cifras de barcos que llegaron a puerto español desdicen esta versión romántica y falseada de la historia. La Flota de Indias se reveló como un sólido sistema casi sin fisuras.
«El sol luce para mí como para otros. Querría ver la cláusula del testamento de Adán que me excluye del reparto del mundo», aseguró el Rey francés Francisco I tras el tratado de Tordesillas, donde españoles y portugueses se repartieron el Nuevo Mundo con el beneplácito del Papa Alejandro VI. Y desde luego los dos imperios ibéricos –más tarde unidos por Felipe II– no estaban dispuestos a compartir su herencia. Es por ello que la Monarquía francesa y otros enemigos del imperio comenzaron a financiar la expediciones piratas contra los barcos que usaban los españoles para transportar las mercancías.
En 1521, piratas franceses a las órdenes de Juan Florin lograron capturar parte del conocido como «El Tesoro de Moctezuma», el grueso de las riquezas que Hernán Cortés envió a Carlos V tras la conquista de Tenochtitlan, abriendo toda una nueva vía para asaltos y abordajes. Sin embargo, los españoles aprendieron pronto a defenderse de los piratas franceses, a los que más tarde se unieron los ingleses y los holandeses, a través de impresionantes galeones, mucho más armados que los navíos piratas, y un sistema de convoys que, siglos después, serviría a las naciones aliadas en la Primera Guerra Mundial para vertebrar su defensa contra los submarinos alemanes.
Entre 1540 y 1650 –periodo de mayor flujo en el transporte de oro y plata– de los 11.000 buques que hicieron el recorrido América-España se perdieron 519 barcos, la mayoría por tormentas y otros motivos de índole natural. Solo 107 lo hicieron por ataques piratas, es decir menos del 1 %, según los cálculos de Fernando Martínez Laínez en su libro «Tercios de España: Una infantería legendaria». Un daño mínimo que se explica por la gran efectividad del sistema de convoys organizado por Felipe II.
Así, el Monarca estableció por Real Cédula nada más llegar al trono las condiciones para asegurar un sistema de defensa naval inmune a los ataques piratas. El viaje de la Flota de Indias se efectuaba dos veces al año. El punto de partida se emplazaba en Sanlúcar de Barrameda, donde la flota realizaba las últimas inspecciones, y desde allí partía hacia La Gomera, en las islas Canarias.
Tras la aguada –recoger agua en tierra–, la escuadra conformada por unas 30 naves navegaba entre veinte y treinta días, en función de las condiciones climáticas, hasta las islas Dominica o Martinica (Centroamérica) donde se reponían los suministros. Durante todo el trayecto el convoy era encabezado por la nave capitana y los galeones mejor artillados se situaban a barlovento –donde sopla el viento– para proporcionar escolta al grupo. El objetivo general era que ningún barco se perdiera de vista o se desviara del rumbo en solitario. Y por la noche, los bajeles encendían un enorme farol a popa para servir de referencia al que tenían detrás.
Pintura que a un galeón español defendiendose del ataque de dos galeras
El sistema de convoy español, cuyo teórico fue el capitán Menéndez de Avilés, sería copiado por Inglaterra y EE.UU. en las dos guerras mundiales. Pero la auténtica prueba de que cumplió con su proposito es que solo dos convoys fueron por completo apresados en toda su historia: la primera, en 1628, a la altura de Matanzas (Cuba), a manos del almirante holandés Piet Heyn; y una segunda vez en 1656.
¿Quedó herido el Imperio por la piratería?
Sin capacidad para atacar a la Flota de Indias o a los galeones de gran tamaño, la actividad de Francis Drake y de otros de su tallaje se limitó en la mayoría de casos a ataques contra indefensas poblaciones del Caribe. No en vano, el sistema defensivo de algunas poblaciones españolas era realmente deficiente y era fácil sacar partido de la incompetencia de los gobernadores locales. Por ejemplo, el 1 de enero de 1586, el citado Drake tomó la ciudad de Santo Domingo durante un mes y luego la incendio impúnemente.
Sin embargo, tras el desastre de la Armada Invencible Felipe II se tomó en serio el problema de la piratería y destinó ocho millones de ducados para nuevas naves y fortificaciones en el Caribe. Estas, como la inexpugnable Cartagena de Indias, fueron reforzadas por los mejores arquitectos del Imperio. Un esfuerzo logístico que aceleró la decadencia de este tipo de piratería, aquella financiada e impulsada en las sombras por países como Inglaterra, Francia o Holanda. Cabe recordar que, aunque personajes como Drake contaban con patente de corso, España no reconocía a estos piratas como consarios sino como piratas, puesto que actuaban en tiempos de paz.
Es por todas estas razones que el historiador Germán Vázquez Chamorro resta importancia a la influencia que pudo tener la piratería en el proceso de decandecia del Imperio español. En su opinión, los más famosos piratas encumbrado a la fama, sobre todo por la literatura y la propaganda inglesa, realmente atacaban barcos pesqueros o chalupas de escaso o nulo valor para la Corona española. De hecho, los enemigos de España prescindieron de aliarse con los piratas cuando descubrieron otros métodos para ganarle terreno a este imperio. Así, en los siglos XVII y XVIII, todas las naciones se conjuraron para perseguir y castigar sin piedad a los piratas.
El mito de la piratería inglesa: menos del 1 % de los galeones españoles fue apresado - ABC de Sevilla
Última edición por Hyeronimus; 17/04/2015 a las 13:20
LA MUERTE DE DRAKE
De cómo los españoles le aplicaron al pirata mas sádico una receta inapelable
Venerado en Inglaterra como un icono de la Edad de Oro de la piratería, sus descendientes veían como aceptables sus sanguinarios comportamientos
Sir Francis Drake retratado por Marcus Gheeraerts el Joven.
Autor Álvaro Van den Brule
Contacta al autor
19.11.2016 – 05:00 H.
"Hay una grieta en todo, así es como entra la luz".–Leonard Cohen
La persecución se hacía cada vez más intensa, mientras que dos docenas de perros y 300 jinetes seguían a las huestes de Drake a través de la selva del Darién. Alta humedad, caimanes, mosquitos de alta gama, indios cabreados, la ropa pegada al cuerpo, agua en las botas, la luz penetrando las copas de los descomunales árboles en una atmósfera irreal; y un marcaje al hombre como antes nunca se había visto.
Cerca de medio centenar de piratas ingleses habían sido emboscados tras una fallida entrada en el istmo de Panamá y sus correrías se habían visto truncadas ante la alerta en la que estaban instaladas las guarniciones locales. El corso se había puesto muy difícil desde que los españoles se habían fortificado a conciencia en previsión de evitar ataques como el sucedido en Cartagena de Indias años ha.
Se vengó arrasando Cartagena de Indias y hundiendo una veintena de navíos en Cádiz durante la preparación de la Felicísima Armada
No es fácil saber si Francis Drake lamentó en sus postreros momentos haber conocido el Caribe en particular, o a los españoles en general; pero al parecer según estadísticas, éramos su karma. Desde su dura derrota en San Juan de Ulua en 1568 a manos españolas, había incubado un rencor incontenible.
Se vengó arrasando Cartagena de Indias y hundiendo una veintena de navíos en Cádiz durante la preparación de la Felicísima Armada para la demorada invasión a Inglaterra, y echándole el guante a un galeón del tesoro con jugosos dividendos. Pero eso fue todo, era un mito sobredimensionado.
A este sir y corsario, venerado en Inglaterra como un icono o paradigma de la Edad de Oro de la piratería insular, se le ha hecho un traje a medida y sus descendientes ven como aceptables comportamientos que hoy habrían sido calificados de delitos de lesa humanidad. Por eso, cuando cayó en la morada del olvido, nadie lo lamentó; ni siquiera su propia reina (Isabel I) a la que había defraudado unas cuantas veces de pie y tumbado.
Mapa de la flota de Drake en Santo Domingo.
Pocos son los historiadores ingleses que han querido meter mano en el mito, con suerte varia, y pocos han podido desmontar al personaje y ponerlo en su sitio. El historiador militar A. Beevor tiene un opúsculo universitario en el que con perceptibles acotaciones señala la absoluta falta de principios y de respeto a las leyes del mar y de la guerra por parte de este sujeto aupado por el caprichoso destino a un sitial inmerecido.
Se dice que en el ataque a traición perpetrado en San Juan de Ulúa, cuando la tropa española allá acantonada pudo neutralizarlo, este granuja –por suavizar el adjetivo un poco–, dejó en la estacada a todos los compañeros, huyendo a toda pastilla y sin mirar atrás. Un fenómeno.
Pero la cosa no queda ahí, hay más.
Sir, corsario y granuja
En Irlanda le recuerdan por la matanza de la bahía de Smerwick, en la que, en uno de sus afamados ataques de cólera, pasó a cuchillo a más de 600 mercenarios italianos enviados por el Papa y que previamente se habían rendido. Tras rebanarles el gaznate, los despeñaría por un acantilado.
Montó la Contraarmada para agradar a su exigente reina y como respuesta al ataque de nuestra flota, perdida en las procelosas aguas de Irlanda
Cobardía y ego iban de la mano en este personaje, y mira que Inglaterra ha tenido piratas con más caché, pero han quedado en segundo plano. Este mequetrefe –por llamarlo de alguna manera–, dicen que es el que dijo durante el abortado ataque español a Plymouth, en medio de una partida de bolos, que los españoles podían esperar, que más tarde acabaría con ellos... Años más tarde lamentaría estas palabras.
Como amante de la reina se podía decir que tenía recursos ilimitados para invertir, y así lo hizo. Su circunvalación al Globo en 1579 en la Golden Hind le había dado un reconocimiento importante y se podía decir que tenía carta blanca.
Montó la Contraarmada para agradar a su exigente reina y como respuesta al ataque de nuestra malhadada flota, perdida en las procelosas aguas de las costas de Irlanda. Tras sumar sendos fracasos en el ataque a La Coruña (recordar María Pita) y Lisboa, conduciría a una larga agonía a la expedición, que costó la muerte y desaparición –añadidas las enormes deserciones– de las tres cuartas partes de los 18.000 hombres a su mando. Suma y sigue.
Su empeño por la venganza y el desquite del ataque a Ulúa le condujo a un fracaso monumental y ello le llevó a estar castigado contra la pared durante seis años. Transcurrido este tiempo, se le rehabilitó con todos los honores y se le envió al Caribe con plenos poderes para afanar sin cortapisas. Es curioso que hoy estén los paraísos fiscales en islas que fueron antaño madrigueras de piratas.
Corría 1595 cuando Drake intentó asolar como antaño los puertos españoles del Caribe. La Corona inglesa traduciría en una designación que en román paladino sería la de embajador de la piratería inglesa en los territorios de ultramar.
Al hacer aguada en Las Palmas en el viaje de ida y contraviniendo las órdenes del otro almirante (Hawkins) –con más rango por antigüedad–, se había dejado durante el desembarco a un centenar de hombres entre muertos y prisioneros sin conseguir su objetivo; pero la cosa no acababa ahí. En Puerto Rico le dieron una somanta de antología y en Panamá otra inenarrable. Tras arrasar, expoliar, capturar esclavos, incendiar, saquear y varias terminaciones en -ar, atacaría pequeñas poblaciones indefensas, e inasequible al desaliento, lo intentaría de nuevo con Cartagena de Indias, que ya había sufrido sangrientos ataques anteriores por parte del prenda. Pero esta vez los españoles habían aprendido la lección y estaban más que preparados; la cosecha de fracasos y el sumatorio de bajas iba in crescendo y no tenía visos de remitir.
Las guarniciones en Centroamérica combatían hasta el último hombre a sabiendas de lo que les esperaba
Su leyenda de crueldad siempre le precedió. Si capturaba una nave española, la íntegra tripulación era pasada a cuchillo sin más preámbulos; solo se salvaban los pilotos por la información cartográfica que podían aportar. Por ello, las guarniciones en Centroamérica combatían hasta el último hombre a sabiendas de lo que les esperaba.
Con este pedigrí y sus terribles credenciales, los que iban detrás de él se la tenían jurada. Un 27 de enero de 1596, sus implacables perseguidores se llevarían un chasco tremebundo; cuando llegaron a la playa de Portobelo y casi lo tenían al alcance de arcabuz, este ángel del infierno escapaba a remo en una veloz chalupa hacia una de las fragatas apostadas en la bahía.
Pero la flota inglesa financiada a escote por la reina y Drake no tenía su día. En la isla de Pinos, una escuadra española enviada para expulsarlos del Caribe al mando de Bernardino de Avellaneda y de Gutiérrez de Garibay, aplicaría un contundente correctivo al crápula. Su colega de correrías, otro pirata de relumbrón, John Hawkins, se había embarcado hacía unos días en el largo tránsito cuando el capitán de una fragata española descargó una entera andanada sobre la popa del barco en la que este marino de fortuna estaba apretándose un whisky doble para aplacar el fuego de la disentería que lo minaba.
Los restos de Francis Drake también aparecen en el videojuego 'Uncharted'.
Más de 17 buques hundidos, tres capturados, cerca de 2500 muertos y más de 500 prisioneros sería el balance de tan abultada derrota, que sabiamente sería ocultada al pueblo inglés para evitarle una depresión más y la evidencia de la mortalidad del mito.
Pero de lo que no se salvaría Drake sería de la atroz muerte que venía incubando desde hacia meses, una disentería aguda que convertía su interior en una licuadora y lo vaciaba de vida sin remisión.
La muerte de este espécimen glorificado por Inglaterra tras una intensa cortina de humo, todavía hoy sin disipar por los historiadores locales, no puede soslayar la desaparición de uno de los mayores criminales de guerra de la historia conocida, dicho y reconocido por sus propios coetáneos, y si no que se lo pregunten al valeroso Thomas Doughty, al que le separó la testa del soporte sin más preámbulos por una afrenta trivial.
Decía Dostoievski en "Los Hermanos Karamazov" algo así como... "Hombre, no te encumbres sobre los animales: ellos no pecan, mientras que tú, con tu grandeza, pudres la tierra al aparecer en ella y dejas huellas de tu podredumbre". Es de suponer que se refería a Francis Drake.
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Fuente:
Historia: De cómo los españoles le aplicaron al pirata mas sádico una receta inapelable. Noticias de Alma, Corazón, Vida
Última edición por Mexispano; 16/06/2017 a las 06:12
Cómo batallar por otros medios
Los sucios perros del mar: la guerra entre España y los piratas
Corsarios como Jon Hawking, Francis Drake o Walter Raleigh se enfrentarían a nuestros barcos tanto en la península como en las colonias. Así fueron sus singladuras
Historias tras las batallas entre corsarios y la flota española.
Autor Álvaro Van den Brule
Contacta al autor
29.04.2017 – 05:00 H.
"La esperanza es como la sal, no alimenta, pero da sabor al pan".- José Saramago
Tras el descubrimiento de América en 1492, el trajín de mercaderías empezó a abarrotar las bodegas de los galeones españoles y a despertar la secular afición por lo ajeno de nuestros voraces vecinos del norte, los ingleses. La codicia de piratas, corsarios, bucaneros, filibusteros y toda laya de oportunistas, amparados unas veces y financiados abiertamente otras por la Corona de su Graciosa Majestad; de haber cotizado corporativamente en bolsa, habrían tenido un éxito arrollador.
Aunque bien es cierto que antes de que los ingleses hubieran terminado de hacer el calentamiento y coger carrerilla, otros animosos aventureros con parche o sin él, ya estaban haciendo su agosto. Este es el caso de los avispados galos Jean Terrier, Francois Le Clerc o el mismísimo Jean Fleury y su famoso golpe al tesoro de Cortés con la apropiación del llamado “quinto del rey “ o tributo correspondiente al monarca español. Afortunadamente, para alivio de nuestros dolores de cabeza, este pirata francés acabaría meciéndose como un sincronizado péndulo, colgado de una soga en Cádiz en el año 1527 tras ser capturado por el capitán vasco Martín Pérez de Irizar, al ser pillado ‘in fraganti’.
John Hawkins, aficionado al alzamiento de bienes y con patente de corso, la emprendió contra los españoles, recibiendo una buena serie de tundas
Pero, probablemente, el detonante que dio alas a la piratería en el siglo XVI fue el increíble episodio del combate de San Juan de Ulúa, puerto español magníficamente fortificado en el golfo de Mexico.
El pirata que odiaba a los españoles
Tras una durísima tormenta, dos de los piratas mas famosos de la historia, John Hawkins y Francis Drake, arribarían para guarecerse a este inexpugnable puerto. Esforzándose en parecer unos angelitos ante las autoridades locales, fueron descubiertos con las manos en la masa al revelarse como traficantes de esclavos. Coincidiendo con este hecho, llegaría al puerto en su persecución una flota española que los embotellaría sin remisión, desatándose un infierno sobre la superficie del mar. En medio del follón, estos dos valientes de pacotilla, se darían a la fuga en una veloz fragata dejando a más de cuatrocientos de los suyos abandonados a su suerte. Pero la cosa no quedaría ahí…
John Hawkins le cogió gustillo al tema y se entregó con inusitada afición al alzamiento de bienes amparado por su bien amada reina Isabel I - aquella que tenía serias carencias capilares en el frontispicio-, y con unas generosas patentes de corso bajo el brazo y con fortuna varia, la emprendió contra los españoles, recibiendo una buena serie de tundas, haciendo que su carrera y nombre iniciaran un sostenido declive.
Durante el ataque a La Coruña, los gallegos le aplicarían a Drake una sonada derrota
Pero a este elemento sobrevalorado por la historia inglesa, le salió un serio contrincante que de pupilo aventajado pasó a ser no se sabe cómo ni porqué, un icono nacional con méritos mas que discutibles; Francis Drake se llamaba el sujeto en cuestión.
Su auge en los anales de la historia de la piratería como referente de esta cuestionable disciplina, le alzaron a la fama cuando escamoteando sus fragatas con un severo camuflaje en Puerto Escondido en Panamá, se hizo con una entera recua de acémilas que a la sazón portaban plata en abundancia.
La flota de Drake en Santo Domingo en 1585.
El golpe fue sonado, pero no contento con ello, cruzaría el Estrecho de Magallanes y asaltaría por sorpresa varias ciudades agostadas tranquilamente sobre el Océano Pacífico. Antofagasta, Callao, Guayaquil y otras menores, caerían sorprendidas ante el cruel pirata educado exhaustivamente en el odio hacia los españoles por su progenitor, un protestante confeso que había padecido las guerras de religión en las islas. Se dice, y quizás con fundamento, que con los dividendos de aquella durísima razia, se cimentaron los fundamentos del Banco de Inglaterra con el millón y medio de libras conseguido tras sus tropelías.
Una disentería reduciría a Drake a la nada, siendo lastrado en un clásico entierro marinero
Aquella próspera singladura caló hondo entre los armadores y comerciantes isleños y les incitó a financiar nuevas expediciones de saqueo contra las posesiones españolas allende los mares. Las por aquel entonces desguarnecidas poblaciones de Santo Domingo, Cartagena de Indias y puertos de menor entidad fueron pasadas a cuchillo y expoliadas. Mas tarde, Drake tuvo un golpe de fortuna atacando Cádiz e incendiando la flota española. Pero la confianza en sí mismo le alimentó un ego desmesurado. Durante el ataque a La Coruña donde estaban refugiados los restos de la Felicísima Armada (llamada la Invencible por los ingleses), los gallegos le aplicarían una derrota sonada; el principio del fin se avecinaba.
En 1594 con una ágil escuadra de 26 navíos compuesta de fragatas muy marineras, atacaría las Canarias siendo rechazado con cuantiosas perdidas. Escaldado, volvió al escenario temprano donde hizo sus primeros pinitos. En Puerto Rico perdería a la mitad de sus tripulaciones y a su mentor John Hawkins. En Cartagena de Indias las tropas españolas alertadas le aplicarían un severo correctivo; todavía hoy yacen millares de soldados ingleses en las tumbas marinas de Honduras y Panamá. Finalmente una disentería galopante lo reduciría a la nada siendo lastrado en un clásico entierro marinero. El que fuera el azote de los mares pagaría con creces su osadía.
Los últimos estertores corsarios
Pero a esta saga de perros del mar les saldría un aristocrático competidor, Walter Raleigh. Este engolado perillán de altura, le hizo durante bastante tiempo la pelota a su reina Isabel I. La reina estaba encantada con el porte y otras habilidades complementarias del estirado Sir, y mientras le hacia ojitos y manitas, al aristócrata todo le fue bien (comercio de esclavos, asaltos a galeones y otras minucias) e incluso puso una pica en Virginia, estado matriz de las posteriores oleadas de anglos en el continente americano; pero cayó en desgracia por unos asuntillos de faldas con una de las damas de compañía (Elizabeth Throgmorton) de la testa coronada y cuando se descubrió el pastel, esta le retiró su confianza tras un más que probable ataque de celos convirtiéndolo en un ente invisible y desahuciado en el bullicioso trajín de la Corte.
Los protoholandeses “Mendigos del Mar" nos infligirían hostigamientos lacerantes en la zona hostil del Canal de la Mancha
Pero el tema no estaba cerrado ni mucho menos. Tras la muerte de Isabel I y la entronización de Jacobo II, este almidonado pirata, amigo de Shakespeare e intelectual de pro, se encaró con su rey en un antológico rifirrafe y fue a dar con sus huesos a las mazmorras de la Torre de Londres durante doce largos años.
Sir Walter Raleigh.
Tras esta embarazosa experiencia y arrullado por una fuerte inspiración literaria, escribiría muchos de los mejores versos de la época. Pero patinaría de nuevo con su suspicaz rey al infringir el tratado de paz firmado con España por el cual, la piratería quedaría desactivada. Enterado el rey de que campaba libre y asaltaba galeones por la ancha mar, a su vuelta a Inglaterra le igualaría los hombros.
España no solo sufriría con intensidad variable en los periodos de entre guerra con Inglaterra y Francia, sino que también los llamados “Mendigos del Mar “, unos protoholandeses cabreados con la gobernadora Margarita de Parma, le infligirían en la hostil zona del Canal de la Mancha hostigamientos lacerantes como si de alfileres se tratara. El apoyo de Inglaterra proporcionandoles puertos seguros en las islas y un toque de conciencia nacional naciente por parte de estos cualificados comerciantes, con el añadido de un Carlos V cerrado a cualquier negociación, empujaron a este pueblo a soluciones que tal vez con una mente ancha se podrían haber evitado.
España tuvo una consistente actuación durante mas de trescientos años evitando vía profilaxis la erosión de la piratería o manteniéndola a raya a cara de perro; pero ya se sabe, “a un panal de rica miel mil moscas acudieron”...
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Fuente:
Historia: Los sucios perros del mar: la guerra entre España y los piratas. Noticias de Alma, Corazón, Vida
En vez sufrir una muerte más honrosa, como sería morir luchando, Drake murió de forma humillante: de disentería, o sea de una diarrea atroz. Lo cual hasta se presta al chiste fácil de que murió como un cobarde, muerto de miedo ante los españoles.
La historiografia inglesa, francesa y hasta la hispana nos han contado falacias. Hay que decirlo así de claro.
Y desde luego la actitud, bien sea por idiosincracia o a lo que se le deba achacar, anglosajona nos debe una enorme disculpa seguida de un agradecimiento O reconocimiento en su absoluta y verídica plenitud. Harto difícil por parte de uno de estos anglosajones: los británicos ( O bien sus gobiernos); puesto que no muestran el debido respeto, formas, y entendimiento ni en unas aguas que no les pertenecen y por las que inevitablemente deben pasar barcos españoles por la obvia "cercania"; y que seguramente la mayoría de veces, lo harán por su debido y correspondiente lugar salado.
Luego, si ya ni esto son capaces de "entender" para mantener un mínimo de respeto; pues algunas personas no podemos más que deducir que siguen siendo los mismos cafres de mente, aún con su educación. Lo cortés no quita lo burro.
Sus conocimientos navales nos los deben a los españoles. Que siendo una enorme isla, su desarrollo en la Armada, durante siglos, se dedicó a copiarnos todo....la extrañeza para mí es que bien podría haber sido al contrario, por su natural geografía. Pero no, fue aquí en España donde se creo la primera Armada y la primera infantería de marina.
Luego, esa altivez que siempre han demostrado, les viene ancha y larga. Tanto, como sus "errores"*, al trasmitir historia.
* Bueno, errores no parecen, sino falacias. Pero así, con la educación y finolismo para entenderse con Albión. Si es que se pudiese, que lo dudo. La tozudez.
Última edición por Vainilla; 18/06/2017 a las 02:36
Tándem Aquila Vincit
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Salve, llena de gracia; el Señor es contigo..
Bendita tú eres entre todas las mujeres que fueron, son y serán; Reina Virginal, Madre Santísima, Virgen Pura..El Espíritu Santo vendra sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá; por eso el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios.
Y el Oriente, Luz Verdadera vino al mundo e ilumina a todo hombre y toda mujer como Sol de justicia.
TÚ DIOS mío solo ayúdanos, que nosotros haremos para Su camino.
Gloriosa batalla de Oriamendi. El ejército carlista derrota a los soldados británicos, 1837
Batallla de Oriamendi, por Ferrer Dalmau
El 15 de marzo de 1837 el ejército carlista al mando del infante Don Sebastián de Borbón, sobrino de Don Carlos, atacó por sorpresa al ejército liberal, del que formaban parte unos 5000 soldados británicos de la llamada Legión Auxiliar Británica junto al reducto de Oriamendi en las inmediaciones de San Sebastián.
La batalla terminó en un completo desastre para las tropas de la Legión Auxiliar inglesa. Murieron, según sus propias fuentes, entre 600 y 1200 soldados británicos entre la citada batalla y la campaña de Guipúzcoa de aquel año.
Relato de la batalla, según Pirala
La Legión Británica era un cuerpo formado por 10000 soldados voluntarios británicos al mando del general Lacy Evans enviado por su gobierno para ayudar al ejército liberal durante la I Guerra Carlista.(1833-1840). Durante la batalla los carlistas, según los cronistas, dejaron escapar a los soldados españoles del ejército liberal y se centraron en exterminar a los ingleses. Destacaron por su bravura en las filas carlista el 4 Batallón de Álava, el 6 de Guipúzcoa y el 1 de Castilla. La intervención británica en España durante la I Guerra Carlista terminó en desastre y la unidad fue repatriada en los meses siguientes. De esta batalla toma su nombre el “Oriamendi”, el tradicional himno carlista
El Parlamento británico dedicó una amarga sesión a lamentar lo que consideró una “humillación para el Imperio británico”. Así se narra esta batalla en una de las páginas que dedica a ella el historiador (liberal) coetáneo Pirala en el tomo 6 de su célebre obra “Historia de la Guerra Civil”
Rafael María Molina. Historiador.
https://somatemps.me/2017/06/21/glor...itanicos-1837/
La Wiki esplica esto:
A principios de 1837, el mando isabelino del norte planeó una ofensiva de grandes alcances que consistía, fundamentalmente, en que sus fuerzas estacionadas en Pamplona, Bilbao y San Sebastián saldrían de sus guarniciones a un mismo tiempo, convergiendo en un lugar que nunca quedó definido con claridad, pero que estaría situado entre el alto Deva y el alto Urola.
Espartero no encontró sentido en realizar esta operación por lo que salió de Bilbao con poco entusiasmo el día 10 y aunque consiguió llegar hasta Elorrio, volvió a su punto de partida al ver el tesón con el que se oponían a su marcha los carlistas.
Sarsfield partió con su importante fuerza de Pamplona el día 11 y se dirigió hacia Irurzunpara penetrar por allí en Guipúzcoa. Los Carlistas, que tenían por un lado conocimiento del plan isabelino y por otro,conocían la importancia de las fuerzas que habían de partir de Pamplona, enviaron contra ellas al grueso de sus tropas al mando del infante Sebastián, rechazándolas y obligándolas a volver a Pamplona el día 12.
La batalla
Evans inició su ataque desde San Sebastián el día 10, ocupando Lezo y Ametzagaña. Al día siguiente, ante la nula resistencia ofrecida por la débil fuerza enemiga, dejó descansar a su tropa. El día 12 inició su ataque a Loyola, conquistando la localidad al día siguiente. El 14 marchó con el grueso de su tropa por Ayete a ocupar Oriamendi, lo que consiguió realizar un día después. Pero ya esa misma noche del día 15 llegaron a Tolosa, tras dura marcha, las tropas carlistas que habían rechazado a Sarsfield en Navarra y al amanecer el día, sin haber descansado, llegaron a Hernani, iniciando inmediatamente el combate. Las fuerzas cristinas intentaron un ataque al flanco derecho de los carlistas, pero este fue rechazado y una dura contraofensiva carlista en el centro del ejército isabelino desbarató la ofensiva enemiga.
Una compañía de infantería regular británica perteneciente a su armada con base en Pasajes, salió desde San Sebastián para cubrir la retirada de sus compatriotas.
Victoria carlista Beligerantes Comandantes Fuerzas en combate
5900 hombres, 90 caballos y 11 piezas de artillería 8300 hombres Bajas
809 soldados (88 muertos, 699 heridos y 22 prisioneros) 1437 soldados (400 muertos, 900 heridos y 137 prisioneros)
Creo que los Carlistas los llamaban mercenarios, yo apoyo su denominación. Pasado el plazo de dos años de servicio de la legión británica, muchos regresaron alegando el retraso de las pagas.
Espartero ofreció a Evans 30.000 libras esterlinas, dejando saldada la deuda, pero éste no renunció a su decisión por el hastío de combate en dureza junto a "la ingratitud que sentían".
Quedaron aún algunos, pero en el 37 se vuelven a disolver , quedando restos, y en el 40 ya los llaman mercenarios a los escasos que quedaron.
La "cuádruple alianza para el auxilio", solicitada por Cristina y Pedro -duque de barbanza- desde sus tronos el 22/04/1835; en este acuerdo, los ingleses se comprometieron a intervenir en las guerras de España y Portugal....
cuando los crsitinos liberales sufrieron las derrotas por Zumalacárregui y la situación bélica: derrota en Guernica, las fortificaciones Carlistas, Estella, Irún y Pamplona sitiadas, Treviño había capitulado.
Y antes, por ejemplo en 1833 Palmerston ordenó a Parker el envío de buques a nuestras costas para defender los derechos de la reina..llegado el caso.
Los britanicos incurrieron en incumplir el derecho internacional, puesto que no hicieron una declaración de guerra
al Estado Carlista.
Su paso por la penisula , desde luego ha dejado el recuerdo de lo que su idiosincracia llevaba en sí.
Por ejemplo: siendo que nuestros militares navales arrastraban falta de sueldo de año anterior más retrasos actuales; ante la panorámica y contando, claro, que los británicos fueron reclutados voluntariamente y supuestamente asegurandoles sus pagas en orígen, pues es un desatino que tanto oficiales como infantería exigiesen respecto a los españoles.
Lo cual hace sospechar que o bien no se les reclutó con la cruda verdad o bien consideraron que una vez aquí sus exigencias serían sarisfechas por su "natural prepotencia exigente y por su necesario auxilio".
En en los víveres, el alimento en concreto, consiguieron obtener mejor carne fresca, pues Mendizabal trató directamente para un contrato que logro acordar con Londres para procurar lo mejor a las dotaciones del Isabel II y al reina gobernadora; pero aún así sus quejas siguieron porque encontraban demasiado hueso en el tocino. Y por cierto, estos buques ingleses cabe recordar, que les costó enormemente el bloqueo del Cantabrico.
En el Mediterráneo, unos 14 buques al mando de Stepford, exigieron, que los buques españoles abasteciesen, y trasportasen a su personal a tierra y la necesidad que se diese.
Tuvo la Dirección general de Aduanas española que negarselo, pues la misión de los requeridos era la de perseguir el contrabando.
Fueron recompensados por la reina gobernadora, tanto franceses como ingleses.
No están todos los que fueron, claro:
Última edición por Vainilla; 24/06/2017 a las 02:19
Tándem Aquila Vincit
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Salve, llena de gracia; el Señor es contigo..
Bendita tú eres entre todas las mujeres que fueron, son y serán; Reina Virginal, Madre Santísima, Virgen Pura..El Espíritu Santo vendra sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá; por eso el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios.
Y el Oriente, Luz Verdadera vino al mundo e ilumina a todo hombre y toda mujer como Sol de justicia.
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Los descendientes españoles del corsario Francis Drake
Jorge Alvarez 21 Julio, 2016
Licenciado en Historia y diplomado en Archivística y Biblioteconomía. Fundador y director de la revista Apuntes (2002-2005). Creador del blog El Viajero Incidental. Bloguer de viajes y turismo desde 2009 en Viajeros. Editor de La Brújula Verde. Forma parte del equipo de editores de Tylium.
La República de Salé, cuando los corsarios españoles tuvieron su propio país
Castillon, la primera vez en la Historia que la artillería decidió una batalla
El Golden Hind, galeón de Drake
No deja de resultar irónico que una de las bestias negras de nuestra historia moderna haya dejado en ésta una impronta marcada de una forma tan singular. Francis Drake, el corsario inglés que chamuscó las barbas del rey de España asaltando Cádiz en una audaz incursión, el marino que protagonizó algunos de los episodios más osados y temerarios contra la Armada Invencible y el mismo que luego fracasó estrepitosamente intentando dar la réplica en suelo español y portugués antes de volver a estrellarse de manera similar en América y perder la vida en el intento, al final se ha congraciado con esa nación contra la que combatió empecinadamente por la vía de la sangre. No la derramada precisamente.
Drake, al que los españoles de la época conocían hispanizando su nombre en un más castizo Francisco Draque y al que Lope de Vega rindió honores de gran enemigo dando ese apellido a su poema épico La Dragontea, tuvo desde luego una vida digna de plasmar en literatura. Como marino ya desde la infancia, cuando se embarcó de grumete a los trece años de edad, se formó a las órdenes del célebre John Hawkins, que era primo segundo suyo, Junto a él practicó el comercio de esclavos y se inició en la guerra de corso, atacando posesiones españolas de ultramar intentando hacerse con la Flota de Indias. Regresó a Inglaterra con su tripulación diezmada pero cargada de riquezas, lo que le valió al patrocinio de la reina Isabel I.
Así formó una flota con la que planeaba saquear los puertos españoles del Pacífico. En ese largo viaje que supondría la segunda vuelta al mundo tras la realizada por Elcano y Udaneta, pasó el Estrecho de Magallanes, bautizó la franja marina que separa Sudamérica de la Antártida (cambiándole la denominación, pues los españoles la llamaban Mar de Hoces en memoria de su descubridor medio siglo antes, Francisco de Hoces), recorrió la costa hasta Alaska buscando el ansiado Paso del Noroeste, cruzó el Pacífico hasta las Molucas y finalmente volvió doblando el Cabo de Buena Esperanza. La hazaña le valió ser nombrado Sir por la reina en persona. Merecido acreedor, pues, a la divisa otorgada de Sic parvis magna (Todo lo grande empieza pequeño).
Retrato de Francis Drake
Después vinieron los choques continuos con los españoles, con suerte desigual: victoria en Cádiz y ante el intento de invasión que planeó Felipe II como vimos, derrota en la Contraarmada organizada luego y fracaso definitivo seis años después, en una nueva campaña contra el Caribe español. Esta última fue, además, la definitiva: Drake enfermó de disentería y murió en enero de 1596 a la edad de cincuenta y seis años, siguiendo así el mismo destino de Hawkins el año anterior. Su cuerpo fue arrojado al mar (la versión de que lo llevaron a su país en un tonel es un bulo) en una auténtica metáfora de cómo acabó aquella aventura: miles de bajas y diecisiete buques perdidos.
Pero dio igual. Su nombre ya estaba inscrito con letras de oro en los anales de Inglaterra, donde su labor como corsario fue objeto de admiración en la misma medida que España, que por entonces no reconocía esa categoría y le consideraba sólo un pirata, le ponía en su lista de enemigos históricos. Sin embargo, la política es una cosa y el arte otra; Lope no fue el único que dedicó líneas al marino inglés en su propio tiempo y autores como Juan de Castellanos (Elegía de varones ilustres) o Juan de Miramontes (Armas antárticas) contribuyeron a perpetuar su recuerdo en el papel, en términos alejados de la tradicional enemistad.
Quiso la inglesa nación
dejar a España ultrajada,
y a tan altiva intención,
vuestra pluma y una espada
le dan la satisfacción.
El fiero orgullo reporta,
y España porque le importa
por su defensa recibe
pluma que tan bien escribe,
y espada que tan bien corta.
(La Dragontea, Lope de Vega)
Lope de Vega, autor de La Dragones
Algo que seguramente agradecerán los descendientes españoles de sir Francis. Porque sí, hay un linaje nobiliario en nuestra tierra que desciende de él: el marquesado de Cañada Honda, cuyo actual titular es Francisco de Paula de Alfaro y Drake. El primero se llamaba Emilio Drake de la Cerda, era diputado y senador por Segovia, caballero gran cruz de la Orden de Isabel la Católica y caballero de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, recibiendo el título en 1893 de manos de la reina regente María Cristina. Y más de uno se preguntará cómo llegó el apellido Drake a establecerse en España.
La respuesta no hay que buscarla en la Península Ibérica sino en el Caribe y varios siglos después de las andanzas del personaje por aquellos lares. Mas concretamente, en el XVIII, cuando descendientes suyos emigraron a Cuba y, siendo de sangre azul -estaban emparentados con la familia Marlborough (cuyo miembro más famoso fue el musical Mambrú, el que se fue a la guerra y no sabemos cuándo volverá), no tuvieron mayor problema para unirse a la aristocracia local y convertirse con el tiempo en unos españoles más de ultramar.
Escudo heráldico del apellido inglés Drake
De hecho, cuando Carlos III decretó la liberalización comercial, los Drake aprovecharon la ocasión y se enriquecieron con sus plantaciones azucareras. Fue precisamente la protección de esos intereses ante los brotes emancipadores que empezaban a surgir por toda América lo que llevó a James Drake a trasladarse a la España peninsular, estableciéndose en Madrid. El hecho de que estuviera casado con la hija de un Grande, Carlota Núñez del Castillo (hija del marqués de San Felipe y Santiago, y conde del Castillo), les hizo echar raíces con facilidad y su hijo, Carlos Guillermo Drake y Núñez del Castillo, ya fue español peninsular plenamente. Quien se lo iba a decir a Francis Drake, que al final tendría familia en su odiada España.
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Fuente:
Los descendientes españoles del corsario Francis Drake
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