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Tema: Rusia y España

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    Re: Rusia y España

    DE MOSCOVIA LAS MURALLAS




    DE MOSCOVIA LAS MURALLAS

    Meditación española acerca de Rusia


    A finales de 2013 o inicios de 2014, D. Sergio Fernández Riquelme preparaba la edición de su libro "El nuevo imperio ruso. Historia y Civilización" y fue entonces cuando me invitó gentilmente a que prologara su obra que constituye un óptimo estudio de la realidad rusa como pocos se han hecho en nuestros días. Fue para mí un honor que contara conmigo para el prólogo, pero cuando se me pide escribir o hablar de Rusia me faltan páginas por la admiración y el amor que le profeso a la gran nación rusa. Así que salió esto que excede el prólogo y no llega al ensayo. Pasado un tiempo prudencial, durante el cual deseo que la obra del profesor Fernández Riquelme haya tenido la proyección que merece, publico esta
    "Meditación española acerca de Rusia"
    en RAIGAMBRE, con muy pocas correcciones y alteraciones del texto original.


    Manuel Fernández Espinosa


    El título que encabeza esta meditación española acerca de Rusia es un verso perteneciente a una obra dramática de D. Antonio Mira de Amescua (1577-1644) intitulada “El esclavo del demonio”. La obra del dramaturgo guadijeño es una versión autóctona de la leyenda portuguesa de Gil de Santarén que, cual Fausto ibérico, comete la temeridad de firmar un pacto con el diablo; tal y como los que hoy firman un papel en el banco. En “El esclavo del demonio” el diablo (a diferencia del de Goethe) no se llama “Mefistófeles”, sino que se nombra “Angelio” y es en el acto tercero de la susodicha, cuando Angelio trata de divertir la melancolía de su “esclavo”, que el demonio le pinta la “ciudad terrenal” ofreciéndosela, ya que no está en su mano brindarle la “ciudad celestial”. Para encarecer las excelencias terrícolas de cuyo señorío se jacta Angelio ser el titular, recurre el diablo a yuxtaponer las más admirables y pintorescas particularidades (pompas mundanas) de muchas celebradas urbes: París, Zaragoza, Florencia, Madrid, Granada… Y del elenco de vistosas y amenas ciudades se acuerda el diablo de Moscovia. Angelio pone la nota de Moscovia en sus murallas: “…de Moscovia las murallas”. Podemos presumir que un español de la primera mitad del siglo XVII poco más sabría de la remota Moscovia que la monumentalidad de sus murallas.

    Alexis II, patriarca de Moscú y de todas las Rusias, muchos años después recordaría que, en su visita a España del año 1966, tuvo la ocasión de estar en San Lorenzo de El Escorial; en su visitación le llamaría poderosamente la atención un mapa del siglo XVI. Lo peculiar de este mapa es que el cartógrafo que lo hizo había rotulado sobre la superficie que correspondía a Rusia una frase: “Terra incognita”. Podemos decir que, para la mayoría de españoles, eso era Rusia y, por desgracia, podemos decir que, pese a las ventajas que hoy pudieran alegarse en lo concerniente a facilidad informativa y comunicación, Rusia sigue siendo, para nosotros, “tierra incógnita” todavía a día de hoy.

    Sin embargo, nunca faltaron los tanteos y aproches de España a Rusia a lo largo de la historia. Felipe II envió a Pedro Fajardo con la misión de establecer una alianza con la Rusia de Iván IV el Terrible, mas Pedro Fajardo no pasó de Praga y aquella intención quedó para empedrar el infierno. Por aquel tiempo, cuando Felipe II acariciaba una alianza con Rusia para hacer frente a Turquía, Iván el Terrible (digamos en descargo del monarca ruso que éste ignoraba las benevolentes intenciones de Felipe II) ponderaba los pros y contras de un pacto con los turcos, de tal manera que aquellas negociaciones llegaron al conocimiento de nuestro Duque de Alba y éste, ante flirteos tan peligrosos, ordenó a los fabricantes alemanes que no comerciaran con Rusia. Muchas más son las noticias, siquiera aisladas, de viajeros españoles a Rusia en los siglos XVI y XVII: valga el ejemplo del aventurero jaenero Pedro Ordóñez de Ceballos (1550-1634) que, en sus expediciones mercantiles, menciona haber puesto el pie en Moscovia; pero este aventurero nos deja con la miel en los labios, puesto que en su libro de memorias y viajes (“Viaje del mundo”) no da mayor cuenta de su visita a Rusia que dejar constancia de su paso por ella. Para lo que nos concierne, más celebridad alcanzaría en su época el libro de un viajero aragonés: Pedro Cubero Sebastián (1645-1696). Éste sí registrará sus impresiones sobre Rusia en la expedición que emprendió en 1670 y que se dilató durante nueve años. Las noticias españolas sobre Rusia escasean, pero viajeros españoles no faltarán que puedan dar noticia de Rusia, de tal modo que los españoles de los siglos de oro podían barruntar que existía un vastísimo territorio al otro extremo de Europa: una enorme nación (que es cristiana, sin ser católica; que es europea, sin ser europea).

    De Moscovia las murallas

    ¿Qué idea tenían los españoles de nuestros siglos áureos de la enigmática Rusia?

    Los libros que venían de otros países de Europa y, sobre todo, las relaciones que debemos a los jesuitas fueron una fuente constante de noticias de Rusia. Algunos jesuitas, al igual que en China y en Japón, habían estado en Rusia, involucrándose en algunos de episodios cruciales de la historia rusa. Lo dejaron por escrito y fueron traducidos al español: tal es el caso, por ejemplo, de la “Historia pontifical y católica. Compuesta y ordenada por el D. Luis de Bauia, Capellán del Rey nuestro Señor, en su Real Capilla de Granada” del año 1606. Esta parece haber sido la fuente a la que acudieron tanto Enrique Suárez de Mendoza y Figueroa como Lope de Vega: Suárez de Mendoza para componer su novela “Eustorgio y Clorilene. Historia moscovica” (del año 1629) y Lope de Vega para su obra dramática “El Gran Duque de Moscovia y emperador perseguido”. Tanto la novela referida de Suárez de Mendoza, conceptuada como emulación del “Persiles y Sigismunda” de Cervantes, como el drama de Lope de Vega tienen a Moscovia como escenario de sus respectivas tramas; pero ambas acusan ciertas imprecisiones históricas que llegan al disparate: esto proporciona una ligera idea de que Rusia invitaba por su exotismo a fantasear literariamente, sin mayor preocupación por los dislates históricos que pudiera cometer el autor literario.


    Francisco de Quevedo, uno de los españoles mejor informados de su época, abordará la situación política de Rusia en el discurso XXVI de “La hora de todos y la fortuna con seso”. Quevedo presentará al Gran Duque de Moscovia en ese discurso, agobiado por las deudas que causan las invasiones tártaras y las fricciones con Turquía. Quevedo adjudica al Gran Duque de Moscovia una favorable opinión, algo excepcional, dado que Quevedo juzgaba a la mayoría de gobernantes europeos de modo muy severo. Peor será la opinión que sobre los rusos pareció tener Diego Saavedra Fajardo (1584-1648), al menos así lo parece según podemos leer en su “Idea de un príncipe político cristiano representada en cien empresas” (1640). Cuando este diplomático español tan avezado y con tanta mundología pasa revista a los caracteres de los pueblos europeos mete en el mismo saco a moscovitas y a tártaros y dice de ellos que: “Los moscovitas y tártaros, nacidos para servir, acometen en la guerra con celeridad y huyen con confusión” (la negrita es nuestra).

    “Nacidos para servir” dice Saavedra Fajardo. Es ésta una de las impresiones que más se repiten en aquellos escasos pasajes de la literatura española de los siglos XVI y XVII que abordan la realidad rusa de su época. Y se repetirá parecida percepción hasta bien entrado el siglo XVIII. Es una idea que arraiga entre los españoles la del pueblo ruso como pueblo servil: pareciera que a los españoles les resulta extraño y hasta inadmisible los extremos de servidumbre que se constatan en Rusia por parte de los viajeros españoles y europeos. La alta estima de la libertad que existe entre los españoles se espanta ante un sojuzgamiento tan abyecto como el que se cuenta que existe en Rusia. Los españoles entienden tan antinatural como envilecedor ese resignado sometimiento y tal condición servil es muy fácil de achacar desde fuera a cobardía (así parece interpretarlo Saavedra Fajardo y otros). Para entender esta estimativa española tendríamos que tener muy presente que España se forjó sobre la base de unas libertades adquiridas en reconquista beligerante del territorio peninsular (como bien lo mostró D. Claudio Sánchez-Albornoz). La realidad de las gentes que conformaban los reinos cristianos peninsulares y, posteriormente, su natural y sobrenatural eclosión en la España de los Siglos de Oro no corresponden a esa deplorable caricatura que un progresismo ignorante y extranjerizante ha pergeñado. Los indeseables detractores de España (extranjeros de la Leyenda Negra y sus secuaces hispanoides) han podido pervertir la historia, presentando una España tradicional, inculta, huérfana de libertades, oscurantista, clerical y siniestramente inquisitorial, pero ha sido a costa de omitir que el ideal que siempre animó a los españoles y que prevaleció en los siglos dorados fue la libertad que, en teología era “libre albedrío” y que, en política se expresaba bajo el lema: “Del rey abajo, ninguno”; con esta ley aceptada por todos se consagraba la igualdad de todos los regnícolas y, en virtud de su condición de cristianos viejos, nadie se tenía por menos que nadie. En el caso de que cualquiera osara conculcar este principio fundado en un espíritu cristiano y social, siempre quedaba al español el recurso a la rebelión: el “¡Viva el Rey y muera el mal gobierno!” y, cuando después del tumulto, venían a depurarse las responsabilidades de los levantiscos, siempre había un: “Fuenteovejuna, ¡todos a una!”.

    Con mucha seguridad podemos decir que para el español la consideración de cualquier sumisión política más allá de lo natural era una oprobiosa tiranía y, contra la tiranía (como bien postulaba el jesuita Mariana), siempre cabía el recurso del “tiranicidio”. Que en Rusia existiera una situación de general sujeción era un escándalo para el español que, en aquel tiempo, no podía explicárselo si no era por presumirle cobardía al pueblo que de esa guisa se dejaba tratar. Baltasar Gracián, al igual que Saavedra Fajardo, también atribuye a falta de coraje nacional que los rusos inclinaran su cerviz a un poder despótico; en las exiguas noticias que de Rusia pudiera tener Baltasar Gracián (no estaría ayuno de ellas, dado que era miembro de la Compañía de Jesús) la sumisión del pueblo ruso no puede atribuirse a otra razón y así, cuando (en una de sus donosas alegorías de “El Criticón”) el autor aragonés reparte las suertes que le correspondió figurativamente a cada una de las naciones humanas en cuanto al coraje, concederá lo más valioso de la valentía (representado en el “corazón”) a los japoneses (los cuales son para Gracián los “españoles del Asia”)... ¿Y a los rusos? A los rusos les adjudica el “pulmón” de la valentía que –bien descifrado- es como decir que el valor de los rusos es como aire y, en el mejor de los casos, como viento. Gracián también reputará a Moscovia como “ceñuda”, un rasgo que no pasa de una generalización fisiognómica insignificante.

    Es más que probable que las noticias llegadas de la remotísima Rusia a España vinieran por conductos de la Compañía de Jesús, como he dicho más arriba: la obra más arriba mencionada de la “Historia pontifical y católica” era una traducción cuya fuente era un texto italiano de un jesuita. Sería será muy celebrado el “Viaje de Moscovia” del jesuita Antonio Possevino (1533-1611), diplomático eclesiástico que había tenido la experiencia de dilatadas estancias en Rusia en misiones pontificias.



    El lector coincidirá conmigo en que estos juicios (y prejuicios) de nuestros antepasados españoles sobre Rusia (y sobre los rusos) son tan categóricos como superficiales. A la luz de la historia, el pueblo ruso ha demostrado (contra Napoleón y contra Hitler) ser uno de los pueblos más heroicos que existen sobre la faz de la tierra; empero si discrepamos de la interpretación que dan de la causa de esa “sumisión” perpetuada del pueblo ruso, lo que no podemos es soslayar que, cuantos viajeros extranjeros visitaron Rusia coincidieron en denunciar que los rusos soportaban más de lo que cualquier occidental estaba dispuesto a admitir en cuanto a sometimiento; de lo que se colige que el ruso ha sido con mucha probabilidad uno de los pueblos más sufridos y más maltratados por su casta dirigente. Pero, es justo admitir que la razón de ese hecho no tiene que ser forzosamente la de faltarles el coraje a los rusos.

    Haber acopiado aquí algunas de las pocas y dispersas noticias que de Rusia se registran en la literatura española del siglo de oro español tenía para nosotros una intención didáctica, cual era la de mostrar precisamente que Rusia ha sido para los españoles “tierra incógnita”, como indicaba el mapa aquel que viera Alexis II en El Escorial. Sin embargo, a finales del siglo XVII, reinando en España su católica majestad Carlos II “El Hechizado”, un español va a realizar la ímproba y meritoria labor de escribir una ambiciosa Historia de Rusia, y para ello empleará un ingente material, amén de las impresiones y noticias que, del modo más metódico, ha recogido sobre Rusia. Ese español que, como tantos españoles de mérito está por descubrir, fue D. Manuel Villegas Piñateli, Secretario del Rey y académico de la RAE. Manuel Villegas Piñateli en el año 1736 publicaría en dos tomos su voluminosa “Historia de Moscovia y vida de sus Czares, con una descripción de todo el imperio, su gobierno, religión, costumbres y genio de sus naturales”.

    Y resulta que a principios del siglo XVIII todavía llama la atención a Villegas Piñateli esa férrea servidumbre de que es víctima el pueblo ruso. Así nos lo dice Villegas Piñateli, en pocas líneas:

    “…los Moscovitas padecen gran falta en su crianza y costumbres. Su misma barbaridad y la sujeción con que viven (tanto la plebe, respecto de los nobles y señores, como estos respecto del Czar, de quien creen saber solo decidir en todo, lo que se ofrece), [esa creencia] es causa, de que no lleguen a descubrir lo pesado de su yugo, ni la violencia, con que son dominados; habiendo fabricado de la misma ignorancia el principio elemental de su política, y soberanía” (“Historia de Moscovia y vida de sus Czares…”, cap. VIII).

    Si en los siglos anteriores la servidumbre en que yacía la población rusa era atribuída por nuestros españoles a una presumible falta de valentía para desuncirse del yugo servil, algo que en sus entendederas bien podría hacerse alzándose contra un régimen inhumano, la interpretación que se abre paso con Villegas Piñateli es de otra índole. Menos simple y superficial, mucho más perspicaz, Villegas Piñateli considera que la razón que explica ese sojuzgamiento tan extraño consiste en una casi supersticiosa creencia que ubica al Zar en la cúspide de una pirámide vasallática; en último término, la persona del Zar se inviste de una infalibilidad de naturaleza religiosa; y entonces ese extraño sometimiento encuentra otra explicación más plausible: la idiosincrasia religiosa del pueblo ruso. Y aquí sí, aquí Villegas Piñateli ha acertado, pues la peculiarísima religiosidad rusa es la clave de esa estrecha obediencia que, al ser de carácter religioso, facilita la resignación ante cualquier humillación: “fatalismo ruso” dijo Nietzsche. Para Villegas Piñateli es precisamente la creencia de los rusos el “principio elemental” de la política rusa y ese cristianismo ruso será el que hace de Rusia un país extraño, a la vez que bárbaro y ajeno a Europa.

    ¿Pero qué es Europa? Europa es el despliegue de una idea subversiva que aprovechó un momento de crisis para ir progresivamente conquistando las almas. La funesta idea consistía en desplazar a Dios de la centralidad que le estaba reservada en la Edad Media y poner al Hombre en el lugar de Dios. Sus gérmenes pueden detectarse en el otoño de la Edad Media, pero el proyecto va gestándose a lo largo de la revolución cultural del Renacimiento (con el progresivo descrédito de la escolástica medieval y el alborear de la “nueva ciencia”; ciencia que tantas veces se confundía con la magia); el avance tenebroso de esa idea subversiva eclosionará en el mismo seno de la Iglesia (cuando se produce la revolución religiosa que desencadenó Martín Lutero y otros sedicentes “reformadores”). La Cristiandad resiste, pero el golpe ha sido asestado y es así como va imponiéndose el concepto de Europa, desplazando el antiguo concepto de Cristiandad hasta eliminarlo por completo. La idea antropocéntrica es prometeica en su desafío a la divinidad, pero también tiene mucho de Proteo en cuanto a su capacidad mutante: el tímido antropocentrismo renacentista irá recrudeciéndose con virulencia hasta convertirse en ateísmo patente y explicito (es lo que se llamaría “humanismo ateo”). Así las cosas, las elites políticas, económicas y culturales que están de consuno implicadas en la tarea de unificar económica y políticamente Europa han rechazado (en coherencia con esa tradición antropocéntrica, tan divergente del cristianismo) el elemento cristiano que la constituyó otrora y se apresta a levantar su Torre de Babel de espaldas a Dios. ¿Podrá esto aceptarse por los cristícolas? El laicismo rampante se encarga de acomplejar a los cristianos y apartarlos de la escena pública, para que no sean un elemento perturbador para el ambicioso plan de edificar una Europa con vestigios museísticos del cristianismo, sí; pero sin participación del cristianismo en ella.


    Culturalmente, lo que llamamos Europa ha prevalecido marcando su liderazgo político. En un momento era bajo la férula de una nación-estado, más tarde era bajo la égida de otra nación-estado distinta (así España, Francia, Inglaterra…). Algunos países europeos lo intentaron, pero por diversas razones no llegaron a culminar sus aspiraciones (le pasó a Alemania y a Italia, que llegaron a constituirse tardíamente como naciones en el siglo XIX). Otras naciones llegaron a su apogeo, lo perdieron y fueron capaces de recobrar el poderío internacional, aunque variando la duración de su hegemonía recuperada (así Francia en varios momentos espléndidos de su historia: la Francia del Rey Sol y más tarde la de Napoleón Bonaparte); otras construyeron con tenacidad su imperio, manteniéndolo e incrementándolo (como Inglaterra) y, por ende, otras (como Portugal y España) alcanzaron su pujanza y declinaron paulatinamente para no reconquistar nunca más el prestigio que tuvieron en sus siglos áureos. Las naciones-estado que componen Europa podían estar siempre a la gresca las unas contra las otras, pero compartían una cultura fundada sobre el común patrimonio de la Filosofía helénica, la Mitología grecorromana (perenne inspiración del arte), el Derecho Romano y el Cristianismo (aunque predominando la desviación protestante). Sin embargo, Rusia permanecía al margen de todo esto.

    Se piensa que fue Alejandro Dumas quien sentenció aquello de que “África empieza en los Pirineos”; aunque esté por confirmar que fuese el escritor francés el autor de esa frase despectiva para España, otro escritor francés (Remy de Gourmont) pudo describir a España como un país “tibetanizado”. Bajo los clichés que hacían de España un país “extra-europeo” latía algo más profundo que una extrañeza del “europeo” frente a una España atrasada y africanizada (esto es: “bárbara”). Y es que no eran nuestras peculiaridades históricas (ocho siglos de Reconquista) o nuestra idiosincrasia nacional lo que nos hacía extraños a la moderna Europa que, no lo echemos al olvido, arranca del Renacimiento y la Revolución Religiosa de los protestantes: lo que nos hacía extraños y exóticos para Europa era nuestra inveterada y firme resolución de permanecer católicos y defender con las armas ese catolicismo (a veces incluso defenderlo contra la misma Roma: pues siempre fuimos los españoles, como decía D. Álvaro d’Ors, “más papistas que el Papa”). España se había preservado de la herejía protestante, pero no había logrado exterminar los diversos focos protestantes que se propagaron por toda Europa y, pese a denodados esfuerzos, tampoco pudo corregirse la desviación del cisma anglicano. Sin embargo, España, gracias a nuestros católicos monarcas y a nuestros reformadores católicos (desde Cisneros a San Juan de Ávila) y a la Santa Inquisición (mucho más popular entre los españoles de la época de lo que piensan los necios) podía blasonar de haberse mantenido incólume a los miasmas protestantes. Sin embargo, esa misma integridad católica era la que nos distanciaba de una Europa que, mientras tanto, se había secularizado al calor del ponzoñoso aliento de la herejía y que, hasta en países que aparecían oficialmente católicos (como Francia) había llegado a tolerar a los heréticos. Todo el celo puesto por la España de Carlos I y Felipe II en mantener unida la Cristiandad, a costa del oro y de la plata de América, a costa de torrentes de sangre española vertidos por doquier, no había servido para aniquilar los gérmenes de la descomposición protestante en el resto de Europa. Y es la permanencia del protestantismo la que explica la supuesta extravagancia de España: en un mundo todo disfrazado de payaso, suele pasar por payaso el que viste con más elegancia.

    Hubo un tiempo en que el atraso se identificaba con el catolicismo: lo que no pudieron ganar las espadas y los arcabuces, lo ganaron las imprentas que, no por casualidad, estaban implantadas en los países protestantes (huelga decirlo: hostiles a la católica España). España siempre perdió la guerra de la propaganda y sus enemigos inundaron el mundo con la vomitona de sus panfletos, difundiendo la “Leyenda negra” antiespañola. Arrinconando a España a este lado de los Pirineos (y a sus territorios de ultramar), el protestantismo pudo marcar el guión de la “cultura europea” incluso hasta volver en contra de España a las naciones que España alumbró: las americanas. Fue así como el protestantismo diseñó un mundo con unas relaciones humanas muy distintas del estilo español: como elocuentemente mostraría el clásico estudio de Max Weber el protestantismo conformó el mundo moderno en lo económico, instaurando las bases éticas del capitalismo y el más papista que el Papa (o sea, el español) pasó a ser un extraño para el mundo moderno. A todo esto, Rusia seguía permaneciendo al margen.

    Kant, el apologeta de la Ilustración, podía escribir sobre el carácter español: “el español no aprende de los extranjeros, ni viaja para conocer otros pueblos […] está en las ciencias retrasado de siglos […] difícil a toda reforma, está orgulloso de no tener que trabajar, […] es de un espíritu romántico, como lo demuestran las corridas de toros, y cruel, como demuestra el antiguo “auto de fe”, y revela en su gusto, en parte, un origen extra-europeo”. Vemos que Alejandro Dumas y Gourmont no estaban solos en esto de discriminarnos a los españoles, poniéndonos al margen de Europa. ¿Y qué era lo que pensaba Kant de los rusos? La sentencia del ilustrado alemán es todavía más severa para los rusos: “Como Rusia todavía no es lo que se requiere para forjarse un concepto determinado de las disposiciones naturales que ya se aperciben a desarrollarse […] puede omitirse aquí razonablemente su diseño”. Kant renuncia de antemano a caracterizar a los rusos: los rusos “no son todavía” europeos, son extra-europeos, bárbaros para el espíritu ilustrado.

    Hasta el final de la II Guerra Mundial podemos decir que esa “comunidad de naciones-estado” europeas dominaba el mundo, relevándose una a la otra; y cada una de ellas con la creencia (no la “idea”, sino la “creencia” en estricta terminología orteguiana), la creencia -digo- de ser la cumbre de la civilización. De tal manera que los americanos (septentrionales, centroamericanos o sudamericanos), al fin y a la postre descendientes de los países del Viejo Continente, eran considerados también como “semi-bárbaros” (los hispanoamericanos más todavía, por razón de su procedencia ibérica) y, por supuesto, todo pueblo ajeno a los parámetros europeos no era más que un salvaje por civilizar o un bárbaro a medias civilizado: el etnocentrismo europeo estuvo vigente mientras duró el liderazgo de Europa, pero, con la devastación material y espiritual de Europa a resultas de la II Guerra Mundial, Estados Unidos de Norteamérica adquiere el predominio internacional y, a partir de ese momento, podemos decir que Europa se eclipsa y se preferirá hablar de “Occidente”. Rusia (desde 1917: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) había luchado contra Hitler (al igual que en el siglo XIX lo había hecho contra Napoleón Bonaparte), pero los rusos, habiendo asumido a su manera el marxismo, no podían aceptar la primacía de los Estados Unidos de Norteamérica, nación emergente desde 1898 con la derrota infligida a España en Cuba y que en 1945 se había alzado indiscutiblemente con la hegemonía global, puesto que resultó menos afectada por los estragos de la II Guerra Mundial. Los Estados Unidos de Norteamérica se convertían así en el portaestandarte de esa Europa fundada sobre los cimientos de la filosofía, el derecho romano y el cristianismo (aunque prevaleciendo la versión adulterada de éste: la protestante).

    Los rusos (ahora soviéticos) no iban a aceptar la hegemonía del capitalismo occidental, abanderado por los Estados Unidos de Norteamérica. La historia y la intrahistoria de Rusia (que, en definitiva, son las que configuran las creencias en que vive una nación, así como el genio de la misma) la ponían al margen del capitalismo, seguía siendo una nación bárbara, como esta otra nación del Finisterre europeo: España, el bastión de la reacción católica y monárquica contra la revolución protestante.

    A semejanza de España, la historia de Rusia (centurias antes de irrumpir el marxismo soviético) había estado marcada por una tensión entre unas élites que episódicamente (al contacto con Europa) intentaban (frecuentemente sirviéndose de las más draconianas leyes impositoras) la modernización de Rusia frente a un pueblo refractario a las novedades. En España hubo ilustrados, tantas veces rendidos admiradores de Europa (que aquí siempre fueron Francia o Inglaterra) y denostadores de lo propio, hasta tal punto que la elite culta se dividió en dos bandos enfrentados: los “novadores” que apostaban por la importación de lo “ilustrado” (léase: “moderno”) y los castizos (“ranciosos” que diría Cervantes) que se resistían a las innovaciones. En Rusia había ocurrido algo similar, ya desde antiguo. Y esta oposición, a veces cruenta, otras veces pasiva, rebrotaría siempre que los innovadores hicieran acto de presencia. Tempranamente, en el siglo XVII se haría patente este enfrentamiento.

    Reinando Alejo I de Rusia (1629-1676) el patriarca Nikon plantea el año 1654 una reforma litúrgica con la pretensión de aproximar la iglesia ortodoxa rusa a la iglesia ortodoxa griega. El amparo estatal a la reforma de Nikon impone ésta, pero no sin una resistencia que emerge de los fondos del pueblo ruso: el cisma de los “raskólniki” (los “cismáticos”, por otro nombre llamados “viejos creyentes”) que acaudilla Avvakum. Con anterioridad, en el año 1511 el monje ruso Filoteo había escrito al Zar Basilio III que, tras la caída de Bizancio (segunda Roma) y la anterior caída de la primera Roma (propiamente dicha), Rusia era la Tercera Roma. Esa creencia está profundamente arraigada en los ortodoxos rusos y se ha mostrado operante en muchas ocasiones cruciales de la historia de Rusia. Los “raskólniki” creían en la Tercera Roma y no querían trato con los ortodoxos griegos, por este motivo se mostraron insumisos a la reforma de Nikon y, por más que ésta viniera impuesta por la misma autoridad del monarca, se enfrentaron a la línea oficial por extranjerizante. El resultado fue el que era de esperar: persecución, masacres, destierros y marginación de los “raskólniki”. Como bien escribiera Nicolás Berdiaev, al hilo de este episodio histórico de Rusia: “A semejanza de la ciudad de Kitezh, el reino ortodoxo se vuelve invisible. Los disidentes huyen de las persecuciones y se esconden en la selva; los más fanáticos y exaltados se echan a las llamas”.
    Comunidad de "Viejos Creyentes"


    La evocación que hace Berdiaev de la “ciudad de Kitezh” merece una aclaración, puesto que se trata de una de las constantes más dignas de notar en el imaginario colectivo ruso. Según una antigua leyenda, la ciudad de Kitezh se sumergió bajo las aguas lacustres para no caer en las crueles manos de los invasores tártaros. Los “raskólniki” vieron en esta leyenda un símbolo del estado de latencia al que los condenaron las persecuciones del poder oficial. Evocar la “ciudad de Kitezh” era como decir que la Santa Rusia se ocultaba para no ser corrompida por el poder hostil que con sus reformas pretendía desfigurarla. El tema de la ciudad de Kitezh se convertiría en un perenne motivo para abrigar las esperanzas de una renacencia de Rusia incluso en las peores circunstancias. Siempre que Rusia se veía amenazada en su ser más profundo se ocultaba, como la ciudad de Kitezh, para preservarse de quienes pugnaban por corromperla: los eslavófilos (otra de las constantes rusas), los poetas simbolistas rusos, la resistencia silenciosa de millones de almas rusas oprimidas por el terrible marxismo… todos hallarían en la legendaria ciudad de Kitezh la imagen de su resistencia frente a las circunstancias más adversas y desfavorables. El gran compositor Nicolás Rimski-Korsakov inmortalizaría este mito ruso en su ópera “La leyenda de la ciudad invisible de Kitezh y la doncella Fevróniya”, estrenada el año 1907.

    Rusia se ha caracterizado siempre por conservar celosamente su carácter. Si en el siglo XVII los “raskólniki” se alzaron frente a una reforma litúrgica que entendieron como una intromisión griega, con el siglo XVIII y la entrada en escena de los ilustrados, la resistencia rusa a occidente volvería a reeditarse; en el siglo XIX serían los eslavófilos frente a los liberales de cuño occidental y europeísta. Pero, prescindiendo de las particulares circunstancias de cada episodio de esta larga y constante resistencia a ser occidentalizados, ¿qué es lo que opera para que Rusia se resista una y otra vez a “occidentalizarse”?

    El occidental de hoy, remedando a Kant, atribuiría esta oposición a la modernidad al atraso de la mentalidad rusa, a la barbarie que se resiste a las novedades, a las décadas soviéticas si quiere. Pero, primero: ¿en qué consiste la civilización occidental actualmente? La civilización occidental (si “civilización” puede ser llamada) es el resultado de esa rebelión de la que más arriba tratábamos: el antropocentrismo cada vez más virulento que, habiendo emprendido su ruptura con Dios, ha venido a exaltar a la humanidad en Feuerbach, al “proletariado” en Marx, al “Único” de Max Stirner, al “superhombre” que columbraba frenéticamente Nietzsche, hasta devenir en el actualísimo (y no tan conocido como debiera) “transhumanismo” que en nuestros días viene a postular la supresión de la misma humanidad en lo que denomina “post-humanidad”: lógica tan inexorable como satánica cuando se rechaza a Dios.

    Hay que tener en cuenta que el cristianismo ruso adquiere características muy particulares que, reelaboradas y refinadas por el pensamiento ruso-ortodoxo (que también es la gran novela rusa), ha estado marcado, en palabras de Michele Federico Sciacca, por: “un super-misticismo de tendencia profética, escatológica y apocalíptica, que lleva a la desvaloración de todo lo que es obra de la razón y, en general, humano y temporal”. El “antropocentrismo” occidental siempre fue percibido con hostilidad por la piadosa y mística alma rusa. Ni siquiera el marxismo pudo calar en Rusia y su triunfo revolucionario en 1917 no hubiera podido ser posible sin la impostura del bolchevismo que, traicionando la doctrina marxista, improvisó sobre la marcha, embaucando al pueblo con el señuelo de un falso mesianismo y vertebrando toda una teocracia a la inversa: “satanocracia” la llamaría el mismo Berdiaiev. Este autor ruso supo verlo mejor que nadie: “La antigua idea mesiánica sobrevive en lo más hondo del alma del pueblo ruso. Pero lo que se transforma es el fin supremo, el simbolismo de esta idea mesiánica. Nacida en el seno de la vida colectiva e inconsciente del pueblo, esta idea cambia de nombre. Tan pronto se denomina la Tercera Roma del monje Filoteo como la Tercera Internacional de Lenin; y esta Tercera Internacional revestida de la doctrina marxista, hereda los atributos del mesianismo, de la vocación del pueblo ruso”. Las razones del triunfo del comunismo en Rusia y su asombrosa duración no se deben al discurso marxista, sino a los resortes internos y espirituales del pueblo ruso.




    Nuestro añorado Antonio Machado (arrinconado y marginado hoy por la elite cultural progresista indígena) también tuvo la perspicacia de notar que el comunismo marxista no arraigaría en Rusia, por entender que el auténtico espíritu marxista era antítesis del espíritu ruso: “El marxismo, señores, es una interpretación judaica de la Historia” –nos dice Juan de Mairena, el “alter ego” de Antonio Machado. Y remacha: “Con Marx, señores, la Europa, apenas cristianizada, retrocede al Viejo Testamento. Pero existe Rusia, la Santa Rusia, cuyas raíces espirituales son esencialmente evangélicas” (“Juan de Mairena”, Antonio Machado).

    El occidental de hoy podría dividirse en dos categorías: los que somos occidentales, por mera razón de localización en el espacio; y los que son occidentales por haber asimilado ese “antropocentrismo” que, desde las postrimerías de la Edad Media, viene conformando la mentalidad del hombre europeo y americano. Para éste último occidental, moldeado en la idea subversiva antropocéntrica, Rusia es una incógnita y, como tal, una amenaza siempre en potencia. No se la comprende: no se comprende que Rusia se oponga con tanta firmeza a los supuestos “avances” de esta “civilización occidental” que ha llegado a legalizar el “matrimonio homosexual”, que está normalizando lo anormal, dándonos continuamente gato por liebre. Por el contrario, para el occidental que siente que esta “civilización occidental” se ha pervertido hasta extremos intolerables, Rusia es hoy la esperanza para una humanidad, la señal de que no está todo perdido.

    El Nuevo Orden Mundial se empeña en implantar sus políticas delirantes contra la familia (que no es una institución tradicional, sino natural), contra los no-nacidos (imponiendo el aborto), contra el legítimo patriotismo, contra todo lo que ha sido hasta hoy “santo” y “venerable”. Pero en este mundo que parece estar consumando las más siniestras expectativas que George Orwell ofrecía en “1984” o Eugenio Zamiatin en “Nosotros”, una nación permanece al margen y cada vez se yergue con más pujanza, como si todo esto no fuese con ella, orgullosa de su cristianismo y convencida de ser la Tercera Roma y esta nación se ha convertido, para cuantos queremos librarnos de esta opresión cada vez más agobiante en occidente, en una nación preñada de esperanza para todo el mundo y que, si permanece fiel a su espíritu, muy posiblemente esté destinada a dar cumplimiento a ese destino mesiánico que ha sido su más entrañable creencia y querencia. La “ciudad de Kitezh” está emergiendo de los fondos del lago cuyas aguas la ocultaron: vedla cómo se yergue en el horizonte.

    Heráclito de Éfeso escribió que: “El pueblo debe luchar por sus leyes como por sus murallas”. Así es, frente al Nuevo Orden Mundial el pueblo ruso defiende sus murallas (…de Moscovia las murallas) como defiende sus leyes interiores y espirituales, todavía más altas y robustas que el alzado de cualquier cinturón mural. Y esas leyes interiores y espirituales son de cuño cristiano: el cristianismo mesiánico y místico, refractario a todo antropocentrismo; el mismo cristianismo que la ha conservado a lo largo de su historia jalonada por miles de tragedias y millones de tribulaciones y que ahora la guía para cumplir su destino: Tercera Roma, Santa Rusia.

    En Tosiria, 3 de marzo de 2014.





    RAIGAMBRE
    ReynoDeGranada y raolbo dieron el Víctor.

  2. #2
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    Re: Rusia y España

    Repor - La tentación viene del este

    01 dic 2009

    ¿Bellas, calladas y sumisas?. Así promocionan a las mujeres rusas miles de páginas Web de agencias de contacto. En nuestro país, buscar novia rusa a través de la red se ha convertido en un ¿boom? para cierto tipo de hombres que opinan que la mujer española se ha liberado demasiado y no quiere asumir roles demasiado femeninos. La cámara de Repor ha viajado hasta San Petersburgo con Iván, un madrileño que busca a su media naranja en Rusia desengañado ya de sus experiencias con españolas.


    Repor - La tentación viene del este , Repor - RTVE.es A la Carta
    Última edición por Mexispano; 31/01/2016 a las 06:27

  3. #3
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    Re: Rusia y España

    La influencia española en la música rusa.


    Los compositores rusos y España | Casa Rusia

  4. #4
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    Re: Rusia y España

    3 agosto 2013, 09:40

    Los rusos en España (Parte 1ª)




    Collage: La Voz de Rusia


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    Ha despertado gran interés el libro Los rusos en España que abre páginas de la historia de las relaciones entre nuestros países. El libro fue impreso en la editorial de la Biblioteca Nacional de Literatura Extranjera con el apoyo del Instituto Cervantes en Moscú.



    Queremos informar a nuestros oyentes sobre esta edición para lo cual hemos invitado al redactor del libro y director del centro científico bibliográfico de la Biblioteca de Literatura extranjera Yuri Fridstein.

    Ahora bien, ¿qué materiales entraron en su recopilación?

    Se trata de los testimonios de aquellas personas que estuvieron en España: su prosa, diarios, cartas, memorias, impresiones, dice Yuri Fridstein. Hay muchos nombres que conocemos bien, por ejemplo el compositor Mijaíl Glinka, pero hay muchos otros de los que no sabemos tanto.

    España, distante y cercana, les atraía a todos: viajeros, diplomáticos, personalidades de la cultura, científicos. Ellos relatan su permanencia en este país. Cabe precisar que ahora ha aparecido el primer volumen de Los rusos en España, que comprende materiales relativos a los siglos XVII-XIX. La compiladora y autora de los comentarios es la hispanista, colaboradora de la Biblioteca de Literatura Extranjera Valentina Guinkó. Al año siguiente nos proponemos publicar el segundo volumen de la obra, que tratará de nuestros compatriotas que visitaron España en el siglo XX.

    El primer volumen se inicia con acontecimientos del siglo XVII, cuando –en 1667- partió a España, por edicto del zar Alexéi Mijáilovich la primera embajada rusa, encabezada por Piotr Potiomkin y Semión Rumiántsev, a fin de establecer contactos de amistad y relaciones diplomáticas.

    Después de varios meses de viaje llegaron a la ciudad de Cádiz, de donde partieron rumbo a Madrid, pasando por Sevilla, Córdoba y Toledo. En el libro se reproducen los apuntes conservados de Potiomkin y Rumiántsev: datos sobre el reino ibérico y el curso de las negociaciones en Madrid.

    La embajada rusa llegó a Madrid durante la regencia de la viuda del rey Felipe IV: María Ana de Austria. El rey Carlos II tenía por entonces siete años. La embajada rusa gozó de mucha atención. Las partes intercambiaron cartas y regalos, pero en aquella ocasión no se establecieron relaciones diplomáticas oficiales.

    Al pasar en Madrid tres meses, la embajada rusa partió a la patria vía Francia. Un recuerdo sobre los primeros rusos que visitaron España se quedó en el Museo del Prado: allí se guarda el retrato de Piotr Potiomkin, hecho por Carreño de Miranda, alumno de Velázquez.

    En el libro Los rusos en España, continúa Yuri Fridstein, se publican los apuntes del diplomático Alexander Vorontsov, que más tarde ejerció altos puestos estatales. Su viaje a España tuvo lugar en 1760, cuando comenzaba apenas su carrera profesional. Tenía la misión de tomar conocimiento de la estructura estatal, la política exterior de España, la situación del ejército y la flota, en general conocer la vida del país. Alexander Vorontsov debía entregar toda la información a su tío Mijaíl Vorontsov, canciller de Estado de Rusia, y aquel cumplió su tarea.

    Después de recorrer muchas ciudades españolas, entre ellas Madrid y Barcelona, el joven diplomático redactó Apuntes sobre España,en los que describió con lujo de detalles el régimen de vida de la familia real y su entorno, la situación política y económica en el país.

    El acercamiento entre Rusia y España comenzó a principios del siglo XIX, cuando ambos países luchaban por su independencia contra el ejército de Napoleón. Fue entonces cuando los rusos se interesaban mucho por la lejana España y este interés venía aumentando con el tiempo. Igualmente crecía el interés por la literatura, la música y las artes plásticas de España. Una de las primeras personalidades de la cultura que visitaron España fue el compositor Mijaíl Glinka.

    Al encariñarse con la música popular española, creó dos maravillosas obras: la obertura “La jota aragonesa” y “Una noche en Madrid” e introdujo así el tema español en la música rusa. El compositor comparte sus impresiones sobre España en cartas a sus allegados y amigos. Dichas cartas también forman parte del libro Los rusos en España. El compositor llegó a España en 1845 y se proponía pasar allí diez meses, pero estuvo dos años y aprendió la lengua española. En estas cartas Mijaíl Glinka expresa a menudo su admiración por la naturaleza española, cuenta sus encuentros y amistades con españoles, destaca su bondad y hospitalidad. Escribe mucho sobre las ciudades españolas, de las que le gustó en especial Granada. En una carta Glinka constata: “En primer lugar, nada me recuerda de los sufrimientos de antes, por el contrario, el país me presenta sus vistas pintorescas y majestuosas, las ciudades sus preciados monumentos, el cielo su sol resplandeciente, los habitantes su generosidad y su corazón noble”.

    Nuestros escritores, pintores, artistas han compartido siempre sus impresiones de España. Muchos de sus apuntes y cartas también pasaron al libro Los rusos en España. De ello les informaremos, amigos, en uno de los siguientes programas nuestros.



    vs/sk/er

    Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.


    ___________________________

    Fuente [con audio descargable]:

    Los rusos en España (Parte 1ª) - Noticias - Sociedad - La Voz de Rusia

  5. #5
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    Re: Rusia y España

    Rusia y España ante Europa


    Antonio Moreno Ruiz










    Para españoles y rusos, “Europa” es algo que parece distante. El polígrafo español Francisco Elías de Tejada (1) llega a aseverar que “Europa” no era sólo un término geográfico, sino que suponía el fin de la Cristiandad, el fin de una civilización, para dar paso abierto a una serie de rupturas que cristalizarán en las latencias de la Revolución Francesa y sus respectivas ondas expansivas; por lo cual, el mundo hispánico se configura “contra Europa”. Yo particularmente no sé si esta terminología es la más adecuada y comprensible, pero desde luego, sí comulgo con el contenido, máxime cuando españoles y rusos hemos sufrido los continuos desaires de no pocos vecinos del Viejo Continente; a franceses e ingleses les gusta mucho decir que Europa acaba en los Pirineos o en los Urales; o que más para abajo de los Pirineos es África y más allá de los Urales es Asia, y todo en un sentido peyorativo. Y la verdad es que tanto España como Rusia tienen territorio en África y Asia respectivamente, pero ni los españoles nos podemos llamar “africanos” ni los rusos se pueden llamar “asiáticos”. Es más: “Europa”, ese término que tanto comenzó a utilizarse a partir del siglo XVII, luego de la paz de Westfalia que provoca una extraña “síntesis” de fuerzas teóricamente insolubles del centro al norte de Europa y que suponen el fin de la Cristiandad con la consiguiente confirmación de la ruptura religiosa y política, como señalaba el mentado Elías de Tejada… Pues bien, si el limes del occidente no hubiera sido salvaguardado por España (y Portugal) y el de oriente por Rusia, a día de hoy ni existiría la palabra. Porque ciertos países que presumen de ser “muy europeos” nada hicieron contra la penetración de fuerzas extraeuropeas; y de hecho, cuando se han tenido que enfrentar por derecho, han fracasado estrepitosamente.
    Las Españas y las Rusias constituyen la periferia del mundo europeo, de ese mundo que en muchas ocasiones, se empeña en desconocer a sus mejores guardianes, cuando no los vilipendia alevosa y directamente. Sin España y Rusia manteniendo la cruz enhiesta frente a los inquietos y continuos invasores, no habría sido posible mantener una civilización que es la admiración del mundo entero. Porque en verdad no fue el meritorio Carlos Martel, sino la monarquía astur, la que con su esfuerzo y tesón cerró el camino de los Pirineos a unos moros poderosos y envalentonados, que encima habían llenado sus tropas con multitud de hispanos conversos (2) que, de hecho, dominaron buena parte del norte peninsular frente a la élite siria establecida en Córdoba. Fue esta obstinación de galaicos, astures, cántabros y vascones, junto con los mozárabes, esto es, los cristianos que mantuvieron su fe bajo dominio islámico, lo que pudo recrear una monarquía cristiana en el sur de Europa que soñara con recuperar lo que ellos llamaban “la España perdida”.
    Asimismo, sin la conversión de Vladimiro I de Kiev, no se hubiera podido conformar toda una marca defensiva, herencia del mundo eslavo con grandes dosis vikingas, escitas, alanas, y por último, bajo la culta advocación de la Romania; no se habría forjado una potencia que se puso firme ante tártaros y mongoles.
    Y de Oriente a Occidente, mientras que ciertas potencias europeas coqueteaban con los turcos (y de hecho, siguen coqueteando), éstos eran cercados por España y Rusia.
    No veamos como casualidad que Estados Unidos insista en que Turquía haya de entrar en la Unión Europea, una Unión Europea de burócratas pesados e inoperantes que no rinden más cuentas que a las barras y las estrellas de Washington.
    Pareciera que para nosotros se hizo el águila bicéfala, el águila del Oriente y el Occidente de Alejandro Magno que las Españas ondearon con la casa de Habsburgo y las Rusias con los Romanov.
    No obstante, ¿qué fue Europa para españoles y rusos? ¿Y qué es en la actualidad?
    Detengámonos en España. Año de Nuestro Señor de 1492. Granada, el último reducto musulmán ibérico, cae derrotada ante la Corona de Castilla, que la incorpora a su dominio. La Península Ibérica y sus adyacentes islas quedan libres en su solar del dominio mahometano. En ese mismo año, Cristóbal Colón, avezado marinero que ya había servido a Portugal, arriba a Guanahaní, y aun creyendo que aquello es Asia, está ante un Nuevo Continente. El Atlántico se abre ante una gran trilogía: Los puertos andaluces, las islas Canarias y el Caribe. España restablece su unidad político-religiosa y se expande hacia el Atlántico. Se han unido las coronas de Castilla y Aragón a través de sus monarcas, Isabel y Fernando. Probablemente, a la Corona de Castilla le hubiera interesado más afianzarse con Portugal, quien seguía su misma política expansiva a través del deseo de Reconquista de la Hispania Transfretana y de los viajes atlánticos, pero la unión con Aragón supuso entrar en una escena política muy diferente: El Mediterráneo y Europa. Y decimos “Europa” porque Aragón gastaba una fuerte enemistad con una Francia que, sin embargo, había tenido amistad con Castilla. Tanto el continente como el antiguo mar romano eran unos temibles avisperos que no auguraban ni paz ni estabilidad, y de buenas a primeras, soldados de toda España veían que de Granada pasaban a Nápoles. La Italia Aragonesa fue, de hecho, la afloración de bravos conquistadores indianos como Hernán Cortés y Francisco Pizarro. Con todo, muerto Fernando el Católico, y siendo que Doña Juana de Castilla era casada con Felipe el Hermoso, las Españas entraban de pleno en la política continental, puesto que Carlos de Habsburgo no era sólo Carlos I de España, sino que también era V de Alemania. Así, si bien nunca habíamos pertenecido al Sacro Imperio Romano Germánico (a excepción de la Marca Hispánica, germen de Cataluña, que estuvo bajo su protectorado durante una época), ahora nos veíamos entreverados en su política. Carlos I no empezaba con buen pie: Su desconocimiento de la Piel de Toro y su entrada arrogante con déspotas flamencos originó un terrible descontento. Las revueltas de los comuneros y los agermanats, lejos de ser “revolucionarias”, estaban impregnadas de espíritu medieval y autóctono; y si Carlos I las venció, fue porque se adaptó a su pueblo, siendo que en muchas ocasiones, ofreció armas a los campesinos para que pelearan contra los nobles que acaudillaban la rebelión. Luego promulgó una amnistía bastante generosa, y por fin se dio cuenta de dónde estaba. Fue ese rasgo de sobriedad y austeridad que el polígrafo Ramón Menéndez Pidal destacaba como intrínsecamente español lo que moldeó a la Casa de Austria y no al revés. Sin embargo, las obligaciones de esta casa real eran muchas, y pronto, en la Europa Central, la ruptura espiritual iniciada en Alemania por Lutero, y apoyada en la retaguardia franco-suiza por Calvino (el mismo que decía que el dinero era una divina predestinación), pronto devendría en una explosión que afectaría a la política imperial. Lutero hablaba del “libre examen”; sin embargo, exhortaba a los príncipes a “exterminar como a perros” (literalmente) a los campesinos que se le rebelaban. La política de las dos espadas desaparecía para dar paso a los reyes-papas, y con ello, el germen del absolutismo que luego fraguara Hobbes en Inglaterra. Y España, que ya había restablecido su unidad, que miraba a otros horizontes, dejando bien saneada la periferia sudoccidental europea, sin embargo, se veía inmersa sin comerlo ni beberlo en este inmenso campo de batalla que, a decir verdad, ni le iba ni le venía.
    “Adelante mis leones de España” decía Carlos, rey español y césar romano-germánico. Y si bien intentó en determinados momentos aplicar una política de “tolerancia” en los Países Bajos, aquello se iba de las manos. Cada vez más hispanizado, se retira a Yuste, no sin darle muchas indicaciones a su hijo, Felipe II de España, un rey de madre portuguesa, y con un ardor religioso potente que acudirá en auxilio de los príncipes católicos centroeuropeos porque creía firmemente en la unidad católica, y que con los protestantes poco o nada se podía negociar. Así, intenta crear toda una geopolítica que alcance la tierra y el mar para restaurar una Cristiandad que se niega a creer que esté muerta. La mal llamada “Armada Invencible” fue un gran escollo, sin duda, aunque totalmente mitificado por unos ingleses que luego fracasarían continuamente en sus incursiones piráticas hasta contra la Península; pero como símbolo, acaso es ilustrativo. La extensión territorial que se hacía movediza en los pantanos de Flandes, y la extensión del mar que empezaba a ser asaltado por tirios y troyanos se hacían demasiado grande para un país que no contaba ni con diez millones de almas.
    Sin desmerecer a Carlos I y Felipe II, esto es, los Austrias Mayores, y a los bravísimos soldados que por su corona pelearon, a toro pasado puede pensar uno que si nos hubiéramos centrado en salvaguardar el norte de África y en la pacificación y continuidad de América, tal vez nos hubiéramos ahorrado mucho sufrimiento. Aunque esto puede ser relativo, porque Portugal no entró en la política continental y sin embargo, corrió una suerte muy pareja a la del otro lado del Guadiana. Y hablando de Portugal: El advenimiento de los Austrias Menores supuso más desgaste en el continente y, por desgracia, el aprovechamiento del descontento luso, que si bien se había sentido muy a gusto con Felipe II, no se sintió igual con Felipe III y Felipe IV. En 1640, los daños colaterales nos asaltaban no sólo en el ultramar, pues a Dios gracias se pudo derrotar a los holandeses en su intentona brasileña (mientras que sin embargo se aposentaban en el Pacífico); pero en la Península, el descontento de ciertos portugueses era aprovechado por los británicos. Ni ingleses ni galos querían una Península unida, y maquinaron todo lo que pudieron y más para que se produjera un resquebrajamiento. Asimismo, la falta de vista de Pau Claris en el nordeste ibérico facilitó que Francia invadiera el Rosellón y la Cerdaña, perdiendo Cataluña su territorialidad norteña; mientras que en Aragón, Navarra y Andalucía, la falta de vista de algunos nobles revoltosos pudieron llevar a problemas mayores. Se ha pretendido enmarcar como villano al conde-duque de Olivares, el cual es posible que se equivocara con su política centralista, acaso antecedente del despotismo ilustrado; ¿pero acaso no era menos equivocado que sólo la Corona de Castilla mantuviera una pesada maquinaria de guerra universal, siendo que los que más tributaban eran castellanos y andaluces, como decía el grandísimo escritor Francisco de Quevedo? No vemos que muchos que se quejan de un supuesto centralismo castellano, sin embargo, protesten por la presencia de soldados extremeños o andaluces en Nápoles, salvaguardando los intereses de la Corona de Aragón. Y vemos muchas quejas de los validos, y luego de los Borbones, pero no un análisis pormenorizado y desapasionado sobre los Austrias…
    En fin, como decimos, a toro pasado todo lo vemos muy fácil, pero el caso es que España entró con vigor en el tablero continental y sin embargo, perdió mucho más de lo que ganó. Aunque la estocada final la tendría el imperio británico, quien entendió en el siglo XVIII que “a España hay que vencerla en América y no en Europa”. Pareciera que a partir de este siglo, con los Borbones, tendríamos un enfoque más “nacional” por así decirlo, pero por una cosa o por otra, el mar se infestaba; y además, la política europea nos había salpicado en demasía: Teníamos el borbónico Pacto de Familia con Francia, la misma que pretendía que ya “no hubiera Pirineos”, y gracias al desastroso, usurpador e invasor archiduque de Austria, el imperio británico se aposentaba en Gibraltar, mientras que Holanda se permitió el lujo de razziar nuestra Península. Con estos moldes, era difícil retomar una política lasmás de tierra adentro y de mare nostrum.
    Así las cosas, pensando en estas dificultosas reflexiones, se me vienen a la cabeza los ensayos sobre la Rusia contemporánea del eminente sabio Alexander Solzhenitsyn (3). Solzhenitsyn era muy crítico sobre las incursiones políticas de Rusia en Europa. En contra de ciertos nacionalistas de su tierra, siempre se mostró crítico, por ejemplo, con la ocupación de Polonia, a cuyo pueblo no dejaba de admirar. Nuestro gran matemático, físico e historiador decía que una vez conseguida la unidad política, defendiéndose de incursiones lituano-polacas, Rusia mejor se tenía que haber dedicado a afianzar su territorialidad e independencia, y no dejarse influenciar por otras potencias, ya fueran alemanes, franceses o ingleses; ni tan siquiera por el paneslavismo, que según él, no había traído más que desgracias a su patria, porque una cosa era la eslavofilia, el amor cultural de los antepasados y la reafirmación en esa identidad en lo concerniente a las comunidades orientales (puesto que entre los eslavos del centro estamos hablando de otras realidades), y otra cosa el pretender hacer aventuras político-militares de engañosas bases.
    De todos modos todo aquel que se junta mucho con Inglaterra acaba mal, y ese ha sido el caso tanto de Portugal como de Rusia. Inglaterra, siempre en el mar, ha utilizado como ha querido a países dentro del continente para imponer sus intereses. Y pareciera que Napoleón le dio la excusa perfecta. Mientras que el ejército bonapartista se había pavoneado por Europa, España y Rusia fueron las patrias artífices de su derrota militar, y tal vez momentáneamente en lo espiritual, por desgracia, no tuvieron poder para derrotar su forma de hacer política, que no era otra que la Revolución hecha conservadora; y asimismo, tampoco tuvieron poder para evitar la definitiva penetración británica, que si a priori durante el XIX encontró un escollo en su hijo norteamericano, en el XX se confirmarían como inmejorables aliados, siendo que es rigurosamente falso eso de que el imperio británico no exista, puesto que éste, además de ostentar jefaturas de estado como las de Canadá y Australia, no deja de tener un aura mística para los hijos de Washington: No olvidemos que la reina de Inglaterra es la papisa anglicana y toda una figura dentro del protestantismo anglosajón en general.
    En el pasado, Rusia se dejó engatusar por franceses, ingleses, prusianos o austríacos, los mismos que en muchas ocasiones, la menospreciaban. Algunos románticos tardíos suelen echar en cara a Rusia las invasiones de Polonia, y sería menester recordarles que en verdad fueron Prusia y Austria las que decidieron repartirse a esta noble y antigua nación; y Austria no muchos años después de que Juan Sobieski y sus húsares fueran determinantes para derrotar a los turcos que pretendían quedarse con Viena. Lo mismo podríamos decirle en España a los múltiples románticos austracistas que encontramos en los más variados sectores políticos, reiterándoles la irresponsabilidad de un archiduque Carlos que nada tenía que pintar en España luego del testamento de Carlos II, y que entró con ingleses y holandeses. Casi nada…
    Con todo, lo que un servidor pretende no es cargar contra los austríacos, sino referir que la historia es muy compleja y hay que contarla toda para intentar comprenderla en su contexto y en su momento, y no desde un “presentismo” ciego o ideológico, y tampoco como una oferta conveniente y antojadiza de cualquier supermercado. La Historia nos da muchas enseñanzas y el sentido común que nos da el filtro de la experiencia es lo que construye la tradición, y en ese proceso tiene que trabajar la lija, si se quiere.
    Volviendo a Solzhenitsyn, hemos de recordar que este gran intelectual era contrario a aventuras militaristas, e incluso se mostró crítico con ciertos aspectos de la guerra de Chechenia. Él abogaba por la reunión de los eslavos orientales, de la Rusia Pequeña (buena parte de la actual Ucrania), la Rusia Blanca (Bielorrusia) a todas las Rusias, pero nunca desde la “fuerza”, ni tampoco permitiendo agresiones a la población rusófona, pues no en vano, denunció que la rusa era la mayor y más desconocida diáspora de la actualidad, entre veinticinco y treinta millones de almas, esparcidas desde los lindes de la Europa Central al Extremo Oriente por obra y gracia de las deportaciones soviéticas. Es por ello que jamás creyó en lo que algunos llaman “patriotismo soviético” y lo fustigó como la mayor de las imposturas, llenando sus escritos de futuras advertencias en este sentido. Y en estas advertencias iba el peligro de la artificialidad de las fronteras soviéticas, con ejemplos como el nuevo estado de Kazajstán, que tiene una buena parte rusa, así como las fronteras caucásicas. Y curiosamente, aunque eso parezca lejos de Europa, sin embargo, los occidentalistas de estas regiones son los más descarados europeístas, porque de hecho, saben que al ser europeístas tendrán contentos a la administración angloamericana.
    Y claro, otra cosa sobre la que Solzhenitsyn advertía era Siberia, la inmensa frontera llena de materias primas y despoblada, con la cercanía de China. Y quién sabe si determinadas potencias podrían forzar un desencuentro entre rusos y chinos, o por la contra, a la administración rusa se esfuerza en tener buenas relaciones con China por esto mismo.
    Parece que el Oriente es una tierra propicia para profetas. Solzhenitsyn siempre señalaba la perspicacia de su compatriota el grandísimo escritor Fiodor Dostoyevski, a esa Europa que por un lado, tanta curiosidad le inspiraba, pero que también le provocó no pocos recelos. Es obligado citar a Dostoyevski cuando situamos a Rusia ante Europa, porque no en vano, el autor de “Los hermanos Karamazov” dijo: “Quiero ir a Europa. Sé que sólo encontraré un cementerio, pero ¡qué cementerio más querido! Allí yacen difuntos ilustres; cada losa habla de una vida pasada ardorosa, de una fe apasionada en sus ideales, de una lucha por la verdad y la ciencia. Sé de antemano que caeré al suelo y que besaré llorando esas piedras convencido de todo corazón de que todo aquello, desde hace tiempo, es ya un cementerio y nada más que un cementerio... Europa, ¡qué cosa tan terrible y santa es Europa! ¡Si supieran ustedes, señores, hasta que punto nos es querida – a nosotros, los soñadores eslavófilos, odiadores de Europa según ustedes – esa Europa! ¡Como amamos y honramos, de un amor y una estima más que fraternales, las grandes razas que la habitan y todo lo que ellas han culminado de grande y de bello! Si supieran ustedes hasta que punto nos desgarran el corazón las nubes sombrías que cada vez más velan su firmamento...”
    Creemos que más de un viaje ayudó a destapar la curiosidad de Dostoyevski, y que a día de hoy Europa, más que un ilustre cementerio, es un museo muerto. Dostoyevski también intuyó que la vocación de Rusia radicaría en absorber a Europa, cosa que en verdad no gustaba demasiado a Solzhenitsyn, quien decía que si bien Rusia había abierto las puertas al infierno, acaso estaba destinada a cerrarle las puertas conforme el advenimiento del fin de los tiempos.

    ¿Qué es “Europa” para nosotros? Está claro que no estamos hechos para los laberínticos vericuetos de sus políticas, los cuales nos enredan, nos confunden y encima, procuran la dormición de nuestras almas. Empero, no olvidemos una cosa: Nosotros somos los pilares, y sin nosotros no hay nada. Y es que como vemos, los limes irredentos de España y Rusia, del Atlas a Siberia respectivamente (y España debiendo contar con el continente americano) no dejan de ser un enlace obligado para con Europa, y eso Europa lo sabe. Otra cosa es que el enlace sea fuerte o débil y así aprovechar con justicia su voz y su influjo. En el caso de Rusia, parece ser lo primero. En el caso de España, no hay duda de que, por desgracia, es lo segundo. Y sin firmeza y coherencia, nada se puede hacer, y ya ven ustedes cómo es la desastrosa política internacional española, totalmente entregada a la peor Europa y al atlantismo…

    Así las cosas, sólo nos queda por remachar que España y Rusia tienen su misión ante Europa, y que desde luego, sería muy deseable, como ya escribimos en alguna otra ocasión, como españoles, mirarnos más en el espejo ruso y procurar su alianza dentro de este alocado mundo global. Podríamos ser, por honor a nuestro pasado y por nuestro real potencial, mucho más de lo que tristemente somos. ¡Y debemos serlo!


    Notas:
    (1) Sobre Elías de Tejada: Fundacion Elías de Tejada | Promover el estudio y la difusión del pensamiento católico
    (2) Sobre este particular, véase: ANTONIO MORENO RUIZ: MIS LECTURAS: "ORÍGENES DE LA NACIÓN ESPAÑOLA. EL REINO DE ASTURIAS", DE CLAUDIO SÁNCHEZ ALBORNOZ
    (3) Sobre Solzhenitsyn: Apologías de Solzhenitsyn... , Mis lecturas: "El primer círculo", de A. Solzhe... , De Dostoyevski a Solzhenitsyn.


    Rusia y España ante Europa | Katehon think tank. Geopolitics & Tradition

  6. #6
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    Re: Rusia y España

    Cumplimentando la invitación formulada por las autoridades locales, los 26 y 27 de febrero de 2016 Yuri Korchagin, Embajador de la Federación de Rusia en España, visitó Astorga (Castilla y León) donde tomó parte en los eventos solemnes con motivo de la conmemoración del segundo centenario de la acogida por la ciudad del Regimiento Imperial Alejandro, la unidad militar formada por militares españoles del ejercito napoleónico que desertaron para pasar a enrolarse en el ejército ruso durante la Guerra Patriótica de 1812.

    Con el motivo de este acto memorable se celebró una conferencia científico-práctica con elementos de práctica “La Epoca Histórica del Regimiento Imperial Alejandro” donde los historiadores rusos y españoles leyeron sus informes. El Embajador inauguró la exposición de obras de la fotógrafa rusa Ekaterina Dyuzhikova “Los Paisajes Rusos” en la casa-museo del poeta Leopoldo Panero.

    Durante la reunión con empresarios de Astorga y León en la Cámara de Comercio local Yuri Korchagin y la delegada comercial de Rusia en España Galina Kurochkina tuvieron una discusión fructífera sobre la actual situación económica en Rusia, las perspectivas del desarrollo de la cooperación bilateral y la búsqueda de posibles soluciones de problemas pendientes.

    El evento central fue el acto solemne en el Ayuntamiento de Astorga donde el Embajador de Rusia y el Alcalde de la ciudad Arsenio García Fuertes contaron al auditorio representativo que fueron los esfuerzos de Rusia que permitieron a los soldados volver a su patria tras la guerra de 1812. Suscitaron un gran interés las palabras del poeta guerrillero ruso Denis Davydov, quien dijo que los pueblos de Rusia y España que habitaban en las dos extremidades del continente Europeo lograron alcanzar un auge interior del patriotismo en aras de preservar su propia vía histórica: "Las dos resistencias realizadas por los pueblos de Rusia y España conmovieron hasta la base el poder y el dominio de Napoleón, que parecían imperturbables”.

    Con el telón de fondo de los himnos nacionales de los dos países inauguraron la placa conmemorativa en homenaje a la acogida en Astorga del Regimiento Imperial Alejandro en 1814-1816. Luego, ante los habitantes y visitantes de la ciudad se celebró un desfile de reconstructores históricos que demostraron un porte militar sobresaliente en uniforme militar de los principios del siglo XIX con armas de aquella época. Las danzas de folklore “maragatos” fueron una condecoración adicional del evento solemne.

    Yuri Korchagin y Arsenio García Fuertes depositaron una ofrenda floral al monumento en honor a los defensores de Astorga caídos durante la defensa de la ciudad en 1810 y su asedio en 1812.

    El programa oficial se dió por terminada con la liturgia en la iglesia de Santa Marta en memoria de los rusos y españoles fallecidos en los años de guerras napoleónicas y el concierto de la banda municipal que interpretó marchas españolas y rusas en el edificio histórico de la catedral de Astorga.

    Todos los participantes del evento sintieron la profundidad de tradiciones históricas que unían Rusia con España.




















    ___________________________

    Fuente:

    https://www.facebook.com/EmbajadaRus...90648347622465

  7. #7
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    Re: Rusia y España

    Mitad ruso, mitad español

    14 de febrero de 2011 Elena Novikova


    José Biriukov. Foto de Ria_Novosti



    El jugador de baloncesto José Biriukov nació en Moscú en 1963. Ha jugado en el Dinamo de Moscú y ha participado en la selección de la URSS, llegando a ser “maestro del deporte de la Unión Soviética de nivel internacional”. Todos le auguraban un gran futuro en el baloncesto ruso, pero el auge de su carrera deportiva tuvo lugar en otro país. A los 20 años firmó un contrato con el Real Madrid, club en el que jugó magnificamente durante 11 años. En gran medida, gracias a Biriukov este período fue uno de los mejores en la historia del club madrileño. En España le siguen considerando una de las leyendas del baloncesto. Biriukov abandonó el deporte en 1995 debido a un traumatismo grave en la rodilla. Ahora vive en Madrid, pero visita Moscú cada vez que puede.



    - ¿José, cómo empezó tu carrera en España? ¿Se enteraron los entrenadores españoles de que eras hijo de una española?

    - Sí, fue exactamente así. Los periodistas españoles me vieron cuando todavía jugaba en la selección juvenil, en el Campeonato de Europa de 1981: les llamó la atención el apellido ruso “Biriukov” junto al nombre “José”. Se acercaron a preguntarme. Después de aquello volví a jugar varias veces en España con la selección rusa, es decir, soviética en aquella época, y con el club Dinamo de Moscú. ¡Jugué bien! El Real Madrid me propuso un contrato. Así que me fui a España con toda mi familia. En aquella época era así: o se iban todos, o ninguno. Tuve que dejar muchas cosas en Rusia. Me fui del Komsomol (la organización de jóvenes comunistas), mejor dicho, me echaron… Y como era maestro del deporte de la URSS de nivel internacional, pues también me quitaron el título…


    - Cuando llegaste a Madrid, ¿tuviste muchos problemas?

    - Al principio, ¡no pude jugar durante un año entero! Tenía que haber recibido inmediatamente el pasaporte español, como hijo de española que soy, pero al final tuve que esperar todo año. Sólo podía participar en partidos amistosos, así que durante aquella época no hacía más que entrenarme. Era duro, porque cuando uno no juega, pierde mucho. Creo que el primer año siempre es el más difícil, sobre todo porque los rusos no somos un pueblo emigrante. Estamos acostumbrados a nuestro país, sea como sea, e intentamos no despegarnos de él pase lo que pase. Soy mitad ruso, así que el primer año lo pasé bastante mal. Además, ¡llegué a España sin saber el idioma!


    - ¿A pesar de que tu madre fuera española?

    - Mi madre nunca me enseñó el idioma, no le apetecía. Además, no tenía fuerzas para ello. La pobre trabajaba el día entero, llegaba a casa cansada y no era como para ponerse a enseñarme el idioma…


    - Antes de llegar, ¿qué sabías de España?

    - Prácticamente nada. Aunque, gracias a mi madre, conocía la cocina española. Por cierto, ella sigue mezclando las tradiciones culinarias. Por ejemplo, siempre comemos borsch con tortilla de patatas. Con la tortilla hubo una anécdota. Cuando todavía vivía en Moscú, íbamos a los campeonatos en tren. Imagínate, cuatro compañeros de equipo en el mismo compartimento. Normalmente viajábamos de noche y nos poníamos de acuerdo sobre la comida que iba a llevar cada uno. A mí me decían siempre que llevara una tortilla. Así que mi madre me hacía dos tortillas enormes. Naturalmente, ¡todo el equipo acababa metido en nuestro compartimento!


    - ¿Qué tal te llevabas con los españoles? ¿El carácter español te ha resultado familiar?

    - Me parece que el carácter español y el ruso se parecen mucho. Por ejemplo, los españoles son igual de negligentes que los rusos. En Rusia muchas cosas se hacen al azar, mientras que aquí se oye constantemente “mañana, mañana”. Los rusos y los españoles tenemos mucho en común. Cuando uno va a Francia, Inglaterra o Alemania y no sabe hablar el idioma, le miran con cara rara y te dicen: “No te entiendo”. En este sentido, los franceses y los ingleses son muy estrictos. Sin embargo, aquí cuando la gente ve que te estás esforzando mucho para hablar español, todo el mundo te ayuda. Así que me parece que es más fácil adaptarse a este país que a cualquier otro. Por ejemplo, yo aprendí español hablándolo, pero sigo cometiendo errores gramaticales, metiendo la pata con los verbos, con los artículos... Quizás en otro país no se lo perdonarían, pero aquí todo el mundo está dispuesto a apoyarte y a ayudarte. Además, en Madrid hay muy poca gente que sea originaria de Madrid, aquí todo el mundo es de algún otro sitio: de Salamanca, de Andalucía, del País Vasco o de América Latina... En este sentido, Madrid es una ciudad muy abierta y fácil para vivir.


    - ¿Cómo reaccionó tu madre cuando te propusieron un contrato con el Real Madrid?

    - Mi madre era la que más ganas tenía de irse a España, como es natural. Llegó a Rusia durante la guerra civil, en 1937 ó 1938, no me acuerdo exactamente. Mi abuela era una mujer temeraria. Mandó de repente a sus tres hijos a Rusia. ¡No se quedó con ninguno! Los envió a todos. Aunque luego tuvo un cuarto, porque no podía vivir sin hijos. No dejo de sorprenderme, por qué los envió tan lejos, a Rusia, y no a Francia, por ejemplo. Mi madre hasta el día de hoy no es capaz de ver fotos ni documentales sobre la guerra civil. Ahora, muchos de los niños que habían emigrado a Rusia se encuentran de nuevo en su patria. En el País Vasco, donde nació mi madre, los “niños de la guerra” se reúnen todos los años.


    - ¿Vas mucho a Moscú?

    - Cada verano voy con mis dos hijas a Moscú. Quiero que aprendan ruso y lo hablen.



    ___________________________

    Fuente:


    https://es.rbth.com/articles/2011/02..._espanol_12081

  8. #8
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    Re: Rusia y España



    España, acusada de traicionar a la OTAN por permitir ingreso de buques rusos


    © Foto: US Marine Corps / Paul Peterson



    Política18:33 27.05.2016(actualizada a las 18:40 27.05.2016) URL corto

    92215



    MOSCÚ (Sputnik) — El congresista estadounidense Joe Pitts, del Partido Republicano, acusa a España de traición a los intereses de la Alianza Atlántica.

    Ceuta es un enclave español en el norte de África, a 30 kilómetros de la base naval británica en Gibraltar.

    "España, miembro de la OTAN, permitió a la Armada rusa el uso regular del puerto del enclave soberano de Ceuta en el norte de África", se quejó el congresista.





    © Flickr/ U.S. Army Europe Images


    Los países europeos buscan escapar de sus obligaciones con la OTAN

    Esta práctica, en su opinión, representa "riesgos significativos a la inteligencia y seguridad de EEUU y el Reino Unido", así como para toda la Alianza en general."La autorización de España a los barcos rusos socava el principio de solidaridad de la OTAN. La Alianza debe tener una estrategia clara para prevenir que Moscú obtenga acceso a puertos de abrigo", solicitó Pitts.

    Según The Times, desde 2011 al menos 57 buques de guerra y submarinos rusos entraron en Ceuta por motivos logísticos y para descanso de las tripulaciones, en ningún caso para actividades militares.

    Pitts pide modificar una cláusula de la Alianza para que los responsables de Defensa informen sobre si proporcionan sus puestos a buques de la Marina rusa.



    ______________________________


    Lea más en España, acusada de traicionar a la OTAN por permitir ingreso de buques rusos

  9. #9
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    Re: Rusia y España

    Pues yo me apunto a salir de la organización terrorista y criminal OTAN y aliarnos con Rusia militarmente. Además, podemos firmar acuerdos armamentísticos, las armas rusas son más baratas y dudo que tengan que envidiar al armamento americano que es, además, mucho más caro.
    Hyeronimus, Mexispano y raolbo dieron el Víctor.
    ¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA HISPANIDAD!

    "Dulce et decorum est pro patria mori" (Horacio).

    "Al rey, la hacienda y la vida se ha de dar, pero el Honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios" (Calderón de la Barca).

  10. #10
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    Re: Rusia y España

    Lo que aprendi viviendo 30 días en Rusia


    Quería viajar y como se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las desoidas, me tocó un destino a Rusia. Destino lejano. Hostil. Peligroso. Incierto. La mayoría de la gente que conozco, y que no conozco, ni siquiera se hubiera atrevido. El Telón de Acero. Los destierros de prisioneros. Borrachos de vodka y..ah, sí, el tren ese tan famoso. A mí me despertaba una enorme curiosidad. Encima no era ni las habituales Moscú o San Petersburgo. Siberia. Para mí solito. Mejor que mejor; instintivamente, sin pararme a pensar nada como buen preludio para una vivencia que recordar o un gran desastre…acepté.

    Nunca voy a arrepentirme



    Destino Siberia



    ¿Simbólico? Un helado soviético para Siberia



    Esta pregunta me la hicieron tantas veces que perdí la cuenta. Mi familia y amigos no alcanzaban a entender qué me llevaba a ir un lugar tan perdido, el infierno helado en el que Stalin desterraba a sus enemigos y que imaginaban como una especie de poblado de madera en medio de un bosque donde si no te come un oso te pasará por encima un trineo de renos. Allí os rusos tampoco entendían qué movía a un español, habitante de un país cálido y turístico, a acabar visitando su tierra. Los españoles me decían que nunca irían ahí, y los rusos que, de ser españoles, tampoco lo harían.

    ¿Por qué no un lugar más cercano, glamuroso, cómodo y progre? Londres, París, Berlín, Amsterdam, Milán…todos ellos el destino predilecto del Homo Globalis de starbucks, instagram y hashtag, en los que se sentirán como en casa independientemente de donde vengan. Y es precisamente por ello por lo que escogí Siberia: no quería ver el mismo paisaje urbano que se repite en las grandes capitales europeas; consistente en hipsters, malabaristas, artistas callejeros, manteros y carteristas, con una atmósfera aburrida y monótonamente cosmopolita y tolerante con lo intolerable. Lo tengo ya demasiado visto. Quería visitar un lugar con cultura propia y que no reniegase de sí mismo y lo encontré. A pesar de lo burocrático del visado, de no saber el idioma en un país en el que pocos hablan otro y de todos los problemas que podría encontrar allí, no me achanté y finalmente llegué a mi destino después de cinco horas de vuelo y medio día haciendo escala en el aeropuerto de Moscú. Mi periplo siberiano acababa de comenzar en una ciudad de tamaño considerable no muy alejada del gigantesco y profundo Lago Baikal.

    La primera impresión que te da en toda la cara cuando bajas del avión es que si te hubieran llevado con los ojos vendados, sabrías donde te encuentras.. Si llegaste a Rusia, sabes que estás ahí y no en cualquier otro lado. Un panorama de carretera sacado de los años noventa, ladas desprejuiciados sobre si tener el volante a la derecha o a la izquierda, baches en el pavimento, cintas de San Jorge celebrando el Día de la Victoria y esa Unión Soviética que se resiste a marchar para siempre, con su simbología particular que hacían inconfundible el lugar. Cada día sería una sucesión de cosas nuevas, y sobre todo muy diferentes a las que acostumbramos en Europa occidental. El paisaje infinito, la mentalidad a veces tan cercana y a veces tan opuesta y la sorpresa de que muchas veces lo distinto no se debía a diferencias culturales, sino a cosas y modos de pensar que existían aquí también pero se han perdido.


    Carácter ruso




    Origen pero solución de todos los problemas



    La personalidad rusa no entiende de sutilezas ni familiaridades. Nadie te va a dar una sonrisa por educación ni por tratar de encubrir algo; cuando haces la compra, otro trámite o simplemente hablas con un desconocido, lo normal es que no te sonrían. El que sonríe educadamente está mostrando servilismo y falsedad y la única sonrisa aceptada es la verdadera, la que sale del buen humor o buena relación. Esto es algo que verás nada más llegar al control de pasaportes del aeropuerto. Las sonrisas si están, son y si no son, no están.

    El trato es frío e incluso rozando lo hostil con los desconocidos. Te puede hacer pensar que estás en un país de habitantes tan helados como su invierno. Error; en cuanto los conoces te das cuenta de que no es así y que bajo esta escarcha se esconde gente acogedora, honesta, simpática y dispuesta a ayudar.

    En Rusia siguen existiendo los roles hombre-mujer. Lo común es que ambos estén claramente delimitados y diferenciados: los hombres se comportan como hombres y las mujeres como mujeres. No existe el feminismo cultural misándrico. Tampoco una comercial y artificial guerra de sexos que en vano tratan de espolear Pussy Riot o FEMEN. No hay pelea por ocupar el espacio del hombre o buscar desesperadamente discriminaciones y micromachismos por todas partes. Tampoco es un tabú opinar que cada sexo tiene sus fortalezas y debilidades en diferentes ámbitos. Contra pronóstico progre, no encontré mujeres oprimidas y anuladas; al contrario, suelen ser más cultas y tener más intereses que aquí. Casi todas tienen alguna afición como tocar instrumentos, pintar o deportes de todo tipo. Ni siquiera es raro encontrar chicas que se dedican a deportes tradicionalmente de hombres como artes marciales o de fuerza, e incluso diría que es más normal que aquí verlas en carreras masculinizadas como ingenierías. Las parejas jóvenes son lo habitual. La impresión es de que la mayoría de mujeres tiene hijos sobre los 25 años, algo que se puede ver en cualquier calle. Definitivamente, el feminismo no está ni se le necesita.



    Un español en la traiga




    El animal más raro de la taiga era yo



    Esta zona de Rusia por lo lejano de su ubicación apenas recibe gente de Europa occidental, lo que significa que a los siberianos les despiertas la misma extrañeza que ellos a ti. Si hablas castellano y hay gente a tu alrededor, puedes estar seguro de que todos se girarán para mirarte y que algunos te preguntarán con curiosidad (siempre en ruso, por supuesto) de donde eres, para seguidamente sorprenderse de qué puede llevar a un español a tal lugar. Incluso habrá quienes te den la mano y te digan que es la primera vez que ven a uno, se hagan una foto contigo o incluso te inviten a una caña o a un chupito de vodka si están en un bar. También puede ser que te hablen en castellano porque han vivido en algún país hispanohablante o lo estén aprendiendo. Todo esto me pasó en mi estancia ahí.

    En mi estancia tuve la oportunidad de visitar y vivir en diferentes ambientes. Tanto en los mejores barrios, donde se concentra toda la gente con suficiente solvencia para permitirse vivir en un lugar con el aire limpio y rodeado de bosques, como en el infierno depresivo de los bloques soviéticos sin luminosidad en la calle. En ciudades grandes, con el mismo tipo de comodidades y servicios que cualquier ciudad europea, y en aldeas de unos pocos cientos de habitantes. Subí en lujosos mercedes con todos los complementos incorporados y en ladas de los 90 llenos de abolladuras, conocí a quienes había viajado por prácticamente todo el mundo y otros que no habían salido de su provincia.



    No es lugar para blandos



    No lo intentes ni aunque midas 2 metros y peses 120kg



    El invierno es extremadamente frío y dura gran parte del año, con la sola pausa del verano que puede ser muy caluroso, lo que significa convivir con unas temperaturas que podrían matarte en unas horas de estar expuesto a ellas, nieve y placas de hielo por todas partes y oscuridad a partir de las 5 de la tarde. Para evitar grandes desplazamientos en estas circunstancia cada pocas calles hay un pequeño colmado abierto casi ininterrumpidamente con todo lo básico y en las residencias de estudiantes incluso suele haber uno situado dentro. Aunque la gente trata de hacer una vida normal y salir fuera (de hecho hay más diversidad de actividades culturales y entretenimientos que aquí) es inevitable pasar mucho tiempo en casa, y este enclaustramiento unido al paisaje gris y la temprana oscuridad en calles escasamente iluminadas, hace extremadamente dura la vida aquí.

    Por si no fuera suficiente con el clima, los rusos también tienen que lidiar con lentísima burocracia, infraestructura anticuada, generalmente bajos sueldos y ahora también, devaluación del rublo. No existe la cultura de la paguita tan extendida en los países ricos, lo que si bien evitan lacras como inmigrantes viviendo del cuento, rentas de inserción o mamandurrias femenistas también significa que si no trabajas, no comes. Si no tienes red familiar y te quedas en el paro, los aproximadamente 15 euros de subsidio de desempleo no te llegarán más que para el transporte público, así que o te buscas la vida o en el peor de los casos puedes acabar viviendo en las alcantarillas, alimentándote de perros y gatos si no hay otra cosa y bebiendo colonia para emborracharte.

    Todo esto ha hecho de los rusos gente endurecida, poco dada a tragarse los mantras izquierdistas de empoderar la cultura de la cigarra, de miradas de los 3000 kilómetros y del “hombre blandengue”. El número de hipsters, perroflautas y progres caviar es mínimo, y de hecho si alguien lleva esa estética hará que el resto lo mire con extrañeza y hostilidad que puede ir más allá de las palabras. No solamente los homosexuales están mal vistos, sino también vestir de forma similar a ellos.



    Si funciona, no lo toques

    Ideológicamente, por lo que pude comprobar los rusos piensan que los experimentos solo deberían hacerse con gaseosa y no son amigos de los que prometen paraísos terrenales, pues superaron esa etapa hace mucho. Se podrían definir por tanto como pragmáticos, pues prefieren lo conocido si es medianamente decente a lo incierto y peligroso, y tradicionalistas en el sentido de que defienden lo tradicional como mejor forma de mantener cohesionada y operativa la sociedad. Piensan que la familia tradicional es la mejor forma de tener una demografía sana, que su país pertenece a sus habitantes y no al viento, creen o al menos respetan el papel que juega la religión, y de la misma forma que los occidentales se escandalizan y suelen pensar que están atrasados por ello, ellos creen que somos nosotros quienes nos estamos degenerando y suicidando en una loca espiral de progresismo sin cabeza.

    Rusia sufrió una revolución, dos guerras mundiales, una guerra civil y 70 años de comunismo, y a día de hoy sigue teniendo graves problemas sociales y económicos. Tienen material más que de sobra para autoflagelarse, renegar de su historia y estancarse en el odio contra los bandos del pasado, sin embargo tratan de quedarse con lo mejor de cada época y en mirar hacia el futuro. Por este motivo,es muy común que aún queden nombres de calles, avenidas o plazas con nombres de comunistas célebres, principalmente Lenin y Marx, o que sus bustos, estatuas o relieves suyos se encuentren con relativa facilidad, así como hoces y martillos o estrellas rojas. Esto no indica una nostalgia o una apreciación por el comunismo pues todo ello para la mayoría de la población no son más que ídolos de cartón piedra, como si de dioses paganos olvidados se tratase, que como tales no despiertan ningún tipo de sentimiento, ya sea de aprecio o de rechazo. A nadie le molesta

    La endofobia tampoco es común, y aunque los rusos puedan llegar a ser extremadamente críticos con su país, esa crítica sana no deriva hacia el desprecio hacia ellos mismos. Son gente muy patriótica y es muy común ver coches con pegatinas conmemorativas del Día de la Victoria de la Segunda Guerra Mundial. Llegaron a tener un imperio, pero no lo ven como algo negativo, ni se culpan ni buscan su redención en la solidaridad, al contrario lo ven como un motivo de orgullo. Aunque tengan políticos corruptos y una mala situación económica, no afecta a su autoestima pues son capaces de diferenciar entre Patria y Estado.



    Aprender de ellos

    Rusia es un país que ha sufrido traumatismos gravísimos, que llevaron a la práctica desintegración social, demográfico y nacional. El último hace 24 años, con la disolución de la URSS. Heredados de esa época aún quedan muchos problemas como la corrupción, la pobreza o la plaga de heroína, a los que se les ha unido la inmigración ilegal del Cáucaso y Asia Central y la reciente crisis del rublo, lo cual hace que sigan estando por detrás de Europa occidental en la actualidad. Detrás de la Europa sobreinmigrada y sobreendeudada. De la Europa con la naturaleza destruida. Las familias inservibles. Los políticos que causan más problemas de los que heredan. Y del sometimiento económico y cultural a los Estados Unidos de América y cada vez más, a China. Una Europa Occidental sin voz, borracha de riqueza del mañana. Drogada con el éxito y llena de elois ajenos a los morlocks. Hasta que inevitablemente, se vaya la luz.

    Rusia pesar de todo es un país que sigue avanzando. La natalidad vuelve a subir. Mientras la corrupción poco a poco va disminuyendo, los valores crecen, aguantando sin fisuras el embite de la propaganda progresista difundida sin descanso por las élites globales. Puedes estar seguro de que Rusia y los rusos seguirán existiendo dentro de cien años.

    No he viajado mucho pero sí he observado bastante. No es necesario estar en todos los lugares para establecer lo que es bueno y lo que es malo. No me interesa la bondad de un lugar en relación a otro. Me basta dentro de todos los problemas lo que ví en Rusia.

    Gente orgullosa de su país, con los valores necesarios para formar una sociedad fuerte y sana, que no se deja embaucar por los vendedores de humo.

    _________________________

    Fuente:

    Lo que aprendi viviendo 30 días en Rusia | Soul Guerrilla
    DOBLE AGUILA dio el Víctor.

  11. #11
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    Re: Rusia y España

    Cuando los primeros rusos llegaron a España

    15 de diciembre de 2015

    Elena Nóvikova, RBTH



    ¿Qué impresión se llevaron los primeros visitantes eslavos?



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    ilyá repin, españa



    Fuente:Alamy / Legion Media

    Hoy resulta difícil imaginar cómo Alexander Pushkin escribió su Convidado de piedra inspirado en Sevilla sin haber estado nunca en España. Hasta el siglo XIX, los rusos no salían al extranjero por placer. Era un privilegio de diplomáticos y condes, como Nikolái Yusúpov, que pasó varios años recorriendo Europa desde 1770.

    Los primeros viajeros rusos llegaron a España décadas más tarde. Esa lejana tierra mítica atraía a escritores, músicos y otros intelectuales. Uno de ellos, el periodista Vasili Botkin, plasmó sus impresiones en Cartas sobre España, escritas en 1845. Después le siguieron el compositor Mijaíl Glinka, los pintores Iliá Repin, Iván Aivazovski, Karl Brullov y muchos otros.

    No todos dejaron testimonios, pero algunos describieron sus sensaciones en detalle. Así lo hizo Mijaíl Glinka nada más llegar a Pamplona: “Querida madre, creo que es mi deber tranquilizarla y asegurarle que los españoles son buenas gentes y no como les describen...”, sentenciaba.


    Mijaíl Glinka (1804-1857) estuvo en España entre 1845 y 1947. Llevó a Rusia cuadernos con canciones, apuntes y dos oberturas españolas. Iliá Repin (1844-1930) se graduó por la Academia Imperial de las Artes de San Petersburgo. Emprendió un viaje a España en 1883.


    Recuerdos de los turistas del siglo XIX


    Durante un viaje que Iván Ayvazovski emprendió en una carroza de Granada a Málaga (1840), acompañado por un comerciante español, se cruzó con tres hombres armados “de un aspecto severo”, como les describió posteriormente el pintor en su diario. “Desde el primer momento me pasó por la cabeza que eran bandidos, y este pensamiento se convirtió en una convicción cuando uno de ellos subió al pescante sin ceremonia y los otros dos fueron caminando a ambos lados de la carroza”.

    “¿Son bandidos?”, preguntó Ayvazovski a su acompañante, quien intentó tranquilizarle diciendo que no lo eran.

    Sin embargo, las pistolas y los cuchillos anchos que los jóvenes llevaban colgados del cinturón contradecían las palabras del comerciante. El que estaba encaramado en la carroza dijo algo al oído al conductor, y después este le entregó un dinero. Deseando mantener una relación amable con los acompañantes no deseados, Ayvazovski quiso hacer lo mismo, sin embargo, su compañero español se lo impidió.

    Al llegar a Málaga se despidieron. “Invité a mi compañero a comer y me explicó sonriente que fuimos acompañados por los bandidos. ¡He de decir que sus bandidos son muy pacíficos!”, exclamó Ayvazovski.



    Iván Ayvazovski (1817-1900), graduado por la Academia de Artes de San Petersburgo,
    fue enviado a Europa en el año 1840 para perfeccionar su pintura.




    Los trenes pueden esperar


    El pintor Iliá Repin soñaba con ver las obras de Velázquez. Cuando llegó a Madrid en 1883, pasó días enteros encerrado en El Prado, copiando al maestro español. “Para comprender cómo son las copias de Repin, tienes que saber que hizo una de ellas en un día y medio y la otra en un día. Todo el tiempo estaba rodeado por una muchedumbre de gente... que se quedaba asombrada por su rapidez y precisión”, escribió más tarde un amigo del artista que le acompañó en aquel viaje. En el despacho de su casa en San Petersburgo había un solo cuadro: una copia de Las Meninas.

    Sin embargo, el pintor trajo otros recuerdos de España. Un día decidió tomar el tren a Toledo, pero cuando finalmente consiguió parar a un acarreador, se dio cuenta de que llegaba tarde a la estación. “Vimos que el tren ya empezaba a echar humo... Pero los servidores nos avistaron y agitaron las manos. ¡Nos estaba esperando todo el tren! ¿En qué otro país del mundo vais a encontrar esta fraternidad?”, recordaba el pintor en su diario.


    Don Miguel

    Mijaíl Glinka fue a España en 1845 para estudiar las tradiciones musicales de diferentes provincias. Enviaba con frecuencia cartas a su madre, en las que contaba todo lo que le impactaba del país, como, por ejemplo, el hecho de que le consideraran “un hombre alto” y le llamaran Don Miguel. “España no se parece a ninguna otra parte de Europa... cada provincia aquí es diferente, por eso la mayoría de los viajeros la describieron de forma incorrecta, juzgando a todo un país por algunas partes. Para conocer a toda España hay que pasar aquí varios años”, escribió el músico.


    _________________________

    Fuente:

    Cuando los primeros rusos llegaron a España | Noticias de Rusia | RBTH

  12. #12
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    Re: Rusia y España

    Armada planta cara a EEUU: 'La OTAN no protege Ceuta'

    Un congresista de los Estados Unidos exigió prohibir a España las escalas de los buques rusos, pero no planteó nuevas medidas para tratar a Ceuta y Melilla como "territorios OTAN".


    Gaceta.es

    Viernes, 20. Mayo 2016 - 7:48







    El congresista republicano Joe Pits exigió la pasada semana en Washington que Barack Obama prohibiera a España las escalas de buques y submarino rusos en Ceuta, al tratarse de un enclave de la OTAN. Durante los últimos cinco años, más de medio centenar de unidades rusas han atracado en la ciudad autónoma para llevar a cabo el repostaje y el aprovisionamiento de víveres.

    Según informa El Confidencial Digital, este tipo de prácticas también han sido denunciadas por las autoridades británicas por poner en peligro "las aguas de Gibraltar". Para los republicanos, la presencia de buques y submarinos rusos pone "en riesgo" la flota de la US. Navy que habitualmente atraca en la colonia. Cabe recordar que hace dos semanas, el submarino nuclear USS Florida provocó un fuerte encontronazo entre la Royal Navy y la Guardia Civil.

    Pits consideró que las decisiones de España comprometen la "inteligencia y seguridad" de la OTAN. Estados Unidos teme que la flota rusa "espíe" los movimientos norteamericanos en aguas del Estrecho.

    Desde la Armada, los mandos ya han expresado, de forma extraoficial, su desconocimiento y consideran que se trata de una "maniobra desafortunada". “Estados Unidos utiliza la base de Gibraltar en cualquier momento y casi siempre sin avisar de su paso por aguas españolas. De hecho, solicitan la presencia y protección de la Royal Navy, y son unidades británicas las que les escoltan por aguas de soberanía españolas”, subrayan.

    La flota española considera que la OTAN siempre ha mirado hacia otro lado en el tema de Ceuta y Melilla porque la Alianza nunca ha excluido explícitamente "a ambas ciudades autónomas como territorio de pleno derecho en términos de protección".

    “Si para Estados Unidos Ceuta y Melilla no son territorio OTAN, entonces los submarinos y buques rusos pueden atracar allí cuando quieran. De otra forma, si son considerados territorios OTAN, merecen el mismo estatus que cualquiera de las colonias británicas por ejemplo”, sentencian.




    ________________________

    Fuente:

    La Armada planta cara a EEUU: 'La OTAN no protege Ceuta' | La Gaceta

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