Revista FUERZA NUEVA, nº 589, 22-Abr-1978
ASESINATO DE FRANÇOIS DUPRAT
Un muerto de tercera
Como era un muerto de tercera, la noticia del atentado que costó la vida a François Duprat, en vísperas de la última jornada de las elecciones francesas (año 1978), apenas si merecía unas líneas en la prensa, escritas además con el peculiar estilo despectivo de la indiferencia ante su asesinato, cuando no una disimulada satisfacción.
François Duprat, de treinta y siete años, era el candidato del Frente Nacional por la cuarta circunscripción del Sena-Marítimo en las elecciones para diputados de la Asamblea francesa. Eso le había designado para caer víctima del terrorismo: una bomba puesta en su vehículo le produjo la muerte y causó graves heridas a su esposa que le acompañaba. El terrorismo le cercaba desde hacía tiempo: el 8 de marzo de 1974 otra bomba había estallado en el jardín de su casa.
Sabiéndose amenazado, este patriota prosiguió sin tacha y sin miedo su combate político y su labor intelectual. La doble condición se unía, en efecto, en su persona, y ésta es una de las virtudes excepcionales de los hombres de pensamiento en Francia.
Recuérdese la larga lista de figuras que siguieron esta línea: Maurras, Bardeche, Daudet, Brasillach, Drieu la Rochelle… No citamos estos nombres al azar. Todos ellos están en la línea de grandes figuras intelectuales de una Francia del espíritu, enraizada en la defensa de los más puros valores de su historia y fiel a la época en que surgieron, en que se propagaron y en que combatieron. Y a esta línea pertenecía también François Duprat, profesor de historia, escritor, periodista y miembro del comité nacional del Frente Nacional (F.N.) presidido por Jean María Le Pen.
De Bardeche, cuñado de Brasillach, la más alta inteligencia de las jóvenes generaciones y cuya desaparición es lamentada hoy (1978) incluso por los encarnizados enemigos secretos que le llevaron ante el piquete de ejecución en los días de la “liberación”, de Bardeche, decimos, Francois Duprat fue secretario. De hecho se formó a su lado; como Bardeche, se había sentido ganado por la pasión nacionalista y social del inolvidable autor de los poemas de Fresnes, escritos en la celda de la que no saldría más que para ser fusilado tras una sentencia que deshonró para siempre a los que la dictaron.
Colaborador de la revista “Rivarol”, director de “Los cuadernos europeos”, autor de varias obras como “Las jornadas de mayo 1968” y “Los Movimientos de extrema derecha en Francia”, dotado de excelentes condiciones de organizador, ejercía una influencia intelectual en los medios políticos nacionales y jóvenes de Francia que, sin duda, le designaba a ser asesinado por quienes tratan de destruir las posibilidades de este movimiento.
Y es hora de decir que quienes tantos se “indignan contra la violencia”, quienes tanto se rasgan las vestiduras cuando se someten a la rigurosa crítica intelectual las contradicciones de la democracia, no se han creído en el caso de condenar este asesinato contra un candidato a unas elecciones democráticas.
Hay que imaginarse lo que se habría dicho y escrito en los clamores que se hubieran levantado si el atentado hubiera sido contra un candidato que no llevara la honrosa etiqueta de la derecha nacional.
G. T.
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