Cita:
Aunque muchos lingüistas clasifican al aragonés en el grupo de lenguas iberorromances, el aragonés presenta unas divergencias que lo separan de los romances del oeste peninsular (
castellano,
astur-leonés y
gallego-portugués), relacionándolo más con el
catalán y el
occitano (especialmente el occitano
gascón), y con el resto de la Romanía en general. Un ejemplo es el caso de la conservación de las partículas pronominalo-adverbiales
ibi/bi/i y
en/ne. En su léxico elemental, el aragonés también cuenta con un porcentaje ligeramente superior de vocablos más cercanos al catalán (especialmente el
catalán occidental) y con el gascón, que no pasa con el castellano, aunque eso depende también de la variedad de aragonés.
Así pues, el
aragonés occidental no comparte ya tanto léxico con los vecinos orientales como lo hace el
oriental y el
ribagorzano. Los antiguos
navarro y
riojano eran variedades navarroaragonesas más cercanas al castellano o que aparentemente se castellanizaron posteriormente.
Posición intermediaComo consecuencia, el aragonés moderno es un idioma romance posicionado entre el conjunto iberorromance y el conjunto formado por el catalán y el occitano, haciendo de puente entre el castellano y el catalán, pero también en muchos casos entre el castellano y el gascón. El hecho de compartir con el gascón y el catalán noroccidental (y en ocasiones con el vasco) una serie de vocablos exclusivos provenientes del latín, pone también al aragonés en un subgrupo llamado en ocasiones
pirenaico. A su vez, su arcaísmo en algunas ocasiones lo acerca al asturiano frente al castellano.
Subrayo esto:
Cita:
TOLEDANISMO OVETENSE. EL DIALECTO ASTURIANO Y LEONÉS. III. LOS PUEBLOS INDOCTOS DEL NORTE Los reyes asturianos, que se decían continuadores de los godos, recogieron el espíritu político y unitario de la monarquía toledana, con aspiración al completo recobro de España. Alfonso II el Casto (791-842) imitaba en Oviedo toda la organización civil y eclesiástica de la perdida Toledo «omneque Gotorum ordinem, sicuti Toleto fuerat, tam in Eclesia quam Palatio, in Ouetao cuneta statuit» 48. Sin duda en el palacio era imitada también el habla cortesana que Toledo había comenzado a generalizar 49. El dialecto asturiano de hoy, especialmente el central, el de Oviedo, es un vivo residuo del habla común que Toledo propagaba a lo largo de la calzada de la Plata 50; en el asturiano central subsisten hoy Iluna, llobu, Ellos tocóron, nueche 'noche', ueyu 'ojo', Tú yes, Él ye, les cases y otros rasgos más que debieron de existir en el habla cortesana de Toledo 51. Por lo demás, claro es que el asturiano central, aunque muy arcaizante, es una lengua evolucionada y ha perdido muchos arcaísmos; en tiempo de sus Alfonsos y Ramiros tenía que conservar aún los diptongos decrecientes a u > ou, ai > ei que hoy viven relegados más al Occidente, a Tineo y Astorga, pero que entonces se dan por toda España, cousa, autro, outro, carraira carreira, y que en el siglo XI se conservaban todavía en León y en Toledo.
Mas a pesar del goticismo toledano de la corte ovetense, los neologismos que imponía la nueva vida empiezan a detectarse en la documentación de aquella época. Hacen su aparición los primeros arabismos: alcor, alfoz, almexía, almofalla, cármez, metcale, xafarice, alguno de los cuales dura hasta hoy 52. Por otra parte, el comercio con el reino franco hacía llegar hasta Braga los «sonidos gallecanos» (mencionados en un documento del año 900) y, claro está, a otras partes del reino («sollidos gallicenses», en 955)53; y, con la moneda, penetrarían objetos francos y palabras
Cita:
EL MAPA LINGÜÍSTICO DEL REINO GODO. I. EL REINO TOLOSANO Y EL TOLEDANO La distribución territorial de estos fenómenos tiene una explicación topográfica. La región central visigótica de Mérida y Toledo tenía como grandes medios de comunicación dos principales vías que en forma de V arrancaban de Mérida hacia el Norte 117: una, la calzada llamada de Quinea o «de la Plata», que conducía a Astorga, León y Gijón; otra, la «vía Galiana», que se dirigía a las Galias por Toledo, Zaragoza y Jaca, y por cima de Toledo se bifurcaba de nuevo en V hacia occidente para buscar la vía de la Plata. A uno y otro extremo de esa bifurcación vemos hoy coincidir rasgos dialectales que faltan en el medio; prueba de que el foco uniformador se hallaba en el vértice de esa V, en Mérida o Toledo. Lo cual se ve aún mejor en otros casos. Más ceñidamente a las inmediaciones de las dos grandes vías en su extremo norte vemos hoy coincidencias de los dos dialectos asturo-leonés y navarro-aragonés en rasgos del todo singulares, como la persona Ellos del Perfecto en -orón. Ellos comproron, metioron (con ó tomada de la persona Él compró): tal coincidencia se da sólo junto a la vía de la Plata, hacia Salamanca, Astorga y Gijón, pero no se da lejos de ellas, no en Galicia, no en Castilla; e igualmente junto a la vía Galiana, hacia Jaca, pero no ya lejos de ella, y lo mismo que no se da en Castilla, tampoco en Cataluña. Semejante situación a los dos extremos de las vías de la Plata y Galiana tiene hoy la vacilación del diptongo incondicionado de ĕy de ŏ: siella, sialla; puorta, puarta, puerta, extraña a Castilla, donde desde muy pronto se fijó en las formas ié, ué 118, y extraña a Galicia y Cataluña, que no diptongan.
También los tres rasgos representados por uello, llengua y les cases se extienden sólo en las inmediaciones de la vía de la Plata, León-Gijón, alguno como les cases, cantaben muy ceñidamente a ambos lados de ella 119. En fin, entre los rasgos que no son peculiares a la Península y que debieron de ser propagados desde Toledo hacia el Norte, cabe citar uno de la Romania del Sureste, la persona Él *ĕt, del presente indicativo del verbo esse, que en leonés y en aragonés hace iet antiguo, ye o e moderno, y en gallego-portugués he, como el italiano è, rumano e; mientras se conserva el clásico est en la Romania Septentrional, francés, provenzal, catalán y castellano, Él es 120.
Combinando así los escasos datos mozárabes con las coincidencias entre los dialectos occidentales y orientales, llegamos a saber algo de la lengua hablada en tiempos visigodos. Los varios romances peninsulares de entonces estaban distribuidos en forma muy diversa de la que después estuvieron. En el mapa lingüístico del siglo XIII acá los dos extremos, es decir, el portugués con el leonés al occidente y el catalán con el aragonés al oriente, aunque presentan entre sí notables semejanzas, están en absoluto incomunicados por la interposición del castellano; por el contrario en el mapa antiguo esos dos extremos no sólo se acercaban más por el Norte, sino que se unían por el Sur mediante los dialectos del centro, análogos a los de los extremos 121. Desde la ciudad regia comenzaba a formarse un romance común, y esa habla toledana usada en la corte del rey Rodrigo se parecía mucho más al asturiano y al aragonés que al castellano, más que nada se parecía al asturiano, aun al asturiano occidental, pues los mozárabes toledanos todavía en el siglo XIII seguían pronunciando el diptongo ei gallego-astur: veiga, carreira 122. Si la invasión árabe no hubiese venido a despojar a Toledo de su ascendiente lingüístico uniformador, la Carpetania de Eugenio Ildefonso y Julián, en unión con la Bética de Isidoro, habrían consumado la formación de la lengua literaria. Podríamos así bromear que de haberse escrito el Quijote sin que Cid Hamete se asentara en la Mancha habría comenzado: «En un llugar de la Mancha», y usando les cases, uello, vinioron, Él ye, fillo, feito y demás rasgos en que el asturiano y el aragonés pirenaico se distinguen del castellano. Pero hondas conmociones históricas hicieron que la urbe regia visigoda, decayendo de su dignidad, olvidase su romance originario, y cuando rodando los siglos recobró la jerarquía de ciudad imperial y volvió a ser norma del buen decir, como afirmaba Cervantes, fue norma del puro castellano, una lengua allí advenediza.
La Bética, con Hispalis, Corduba, Iliberris y demás ciudades episcopales, y toda la costa levantina de la Cartaginense y la Tarraconense, tierras todas ellas herederas de la más antigua romanidad y cultura urbana más desarrollada, se destacarían, sin duda, en la España visigótica como áreas refractarias a ciertos neologismos de pronunciación, como la diptongación de las vocales ǫ, ę surgida para extremar su diferenciación respecto a ọ, ẹ, que el centro del reino toledano practicaba. También ya entonces se iniciaron las singularidades lingüísticas de los núcleos bracarense y tarraconense y, asimismo, debieron de formarse multitud de variedades dialectales en las zonas montañosas, más aisladas de influjos uniformadores; en algunas de ellas ni siquiera se había completado la romanización de los pueblos autóctonos.
El Castellano antiguo, la base del moderno dialecto castellano (aunque no la única ya que muchísimas formas actuales vienen de los antiguos dialectos asturiano y aragonés: los tiempos compuestos tienen su origen en el antiguo aragonés) precisamente tuvo muchas novedades que rompieron con la vieja lengua hispanogoda.
Cita:
CANO: “En los muchos casos de diferencias dialectales (históricas y modernas) basadas en la morfología, en especial la verbal, tampoco se trata de que el castellano desplazara desde el principio unas formas que, ante su empuje, quedaran arrinconadas en los márgenes: por el contrario, el castellano compartió muchas de esas formas en la época antigua, e incluso después.
[…] en el plano sintactico […] este dialecto vuelve a estar acompañado por los vecinos del leonés al aragonés, con el castellano como elemento central, la imagen de homogeneidad interna y de mutua comunidad sintáctica es completa. Los dialectos centrales forman en este sentido un bloque compacto, en el que comparten fenómenos como el empleo de a ante Objeto Directo en condiciones idénticas, el uso de los tiempos y modos verbales, los mecanismos y modos específicos de rección y complementación oracional e interoracional…” (1998: 138-139)
Pd: Lo mismo que he dicho al principio del Aragonés se puede decir del Leonés. Y es que según los nacionalistas leoneses el leonés se hablaba en todo el Reino de León, como si existiera una perfecta coincidencia entre lengua y estado, cuando no existe más que una correlación. Y a parte no saben ni de que Reino de León hablan. Hasta 1135 Portugal había sido parte integrante del Reino de León sin ninguna particularidad institucional propia. Y Castilla hasta 1157 solo abarcaba la actual burgos y el condado de Monzón: la zona más occidental de Palencia. En esta época ya estaban los romances muy avanzados, ¿no debería haberse hablado entonces como ellos suponen el actual asturiano hasta en Palencia capital? Y según esa coincidencia entre estado y lengua, ¿Cómo se pega lo de Galicia, siempre dentro del Reino? Y como se pega que Cantabria que en su totalidad ,exceptuando el valle de Liebana, más una muy pequeña parte de la frontera occidental de Asturias, ¿fueran parte del Condado Hereditario de Castilla desde su mismísima creación por Fernán González en el 938, y en cambio hablen algo más parecido al asturiano actual que al castellano?