Me encantaría confiar en la capacidad espontánea de las masas, pero me resulta casi imposible. Seguramente me paso de pesimista, pero es que, mire a donde mire, no veo más que aborregamiento y estulticia. Aun así, no hay que ceder a la desesperación. La Providencia no nos abandonará. De eso no tengo ni la más mínima duda.
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