Todos hemos sentido alguna vez cómo nos arrebataban parte de la vida cuando esa vieja mercería o esa tienda de ultramarinos a la que íbamos con nuestra madre de pequeños, había sido sustituida por una inmobiliaria o por un banco. Sinceramente, comprendo perfectamente este tipo de sentimientos que nos narra don Juan Manuel, porque yo también alguna vez los he tenido, y también he sentido que moría un poco.
Recuerdo ahora ese viejo ferrocarril de vía estrecha que existía en la localidad de Puente Viesgo
(provincia de Santander), hoy convertida en una de esas estúpicas
'vías verdes' (la Vía Verde del Pas, creo que la llaman...), que tanto proliferan. En la que multitud de ciclistas y practicantes de futing, ambos igual de estúpidos, disfrazados de deportistas que simulan haber llegado ayer mismo de correr el Tour, compiten para ver a cuantos peatones y a cuantos niños sortean
(e incluso a veces atropellan...) mientras zigzaguean desafiantes con sus estúpidos velocípedos. Y lo que es peor... todo eso, además, donde antes existían una de aquellas magníficas y románticas vías férreas que comunicaban nuestros pueblos, como era el caso de Puente Viesgo. Y es que no hay cosa que mas me joda que se cierren líneas ferroviarias en España para dejar que crezcan sobre ellas los zarzales, o lo que es casi peor... convertirlas en una de esas flamantes
"vías verdes" (tan monas ellas...), que no sirven para nada más que para que demasiados pijos y pijas se paseen sobre ellas montados en bicicleta. Y mientras con esa estúpida política se potencie el uso del transporte individual
(e individualista) por carretera, al haber sido suprimido un excelente y bello transporte ferroviario.
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Gracias a Dios que allí, en Puente Viesto, al menos han tenido la delicadeza de dejar como recuerdo una de aquellas pequeñas locomotoras a vapor que yo recordaba que existían en los tiempos en que, oficialmente, yo era un niño todavía.
Esta ha sido una de las poquísimas desagradables sorpresas que he tenido que sufrir en mis últimas vacaciones estivales. ¡Y es que hay que ver, cuántos lugares de mi infancia también han sucumbido! (de modo que comprendo perfectamente lo que narra este artículo y creo que el resto de comentarios sobran...)
¡No me digan que no es estúpido observar en lo que han dejado convertida aquella magnífica y romántica línea ferroviaria de vía estrecha que existía en esa localidad y transcurría a lo largo de todo su recorrido por un paisaje sencillamente magnífico!. |
El infierno debe de estar repleto de personas que no supieron tener la sensibilidad suficiente para percatarse de la terrible pérdida que supone que nos arrebaten todas estas pequeñas cosas.
Personas que, debido a su falta de sensibilidad y pragmatismo, acaban transitando casi siempre por caminos nefandos que, lo mismo aplauden ante un bombardeo que se muestran indiferentes ante cualquier barbaridad como ésta que se narra en el artículo. Personas que, sin excepción, SIEMPRE suelen terminar en las hogueras del mismísimo Pedro Botero
(...y en esto si que no habrán purgatorios ni componendas).
Un saludo
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