La Cruz de Caravaca
Estoy convencido que todos hemos oído hablar de la Cruz de Caravaca. Incluso diría que a muchos de nosotros les han regalado alguna vez una pequeña réplica de ella. Pero seguramente, si pregunto quiénes saben cuál es la historia de su origen, sea solo una minoría la que lo conozca. Es una historia fascinante en la que se dan cita la cruz en la que fue crucificado Nuestro Señor Jesucristo, Santa Elena, el patriarca Roberto de Jerusalén, el rey almohade Abu-Ceyt, la Orden del Temple, el ejército napoleónico… y, por supuesto, el pueblo de Caravaca de la Cruz.
Caravaca de la Cruz
Para encontrar el origen de la Cruz de Caravaca debemos retrotraernos hasta el siglo IV, a los tiempos de Santa Elena, la primera emperatriz romana en convertirse al cristianismo. Santa Elena no quería morir sin antes haber rezado en la tierra donde Nuestro Señor había vivido, muerto y resucitado. A la edad de ochenta años consigue llevar a cabo la peregrinación a Tierra Santa.
San Ambrosio en un texto la describe como una anciana de gran vitalidad, que se pregunta: “He aquí el lugar de la batalla: ¿pero dónde está el trofeo de la victoria? ¿Yo estoy en un trono y la cruz del Señor enterrada en el polvo? ¿Yo estoy rodeada de oro y el triunfo de Cristo entre las ruinas? (…). Veo que has hecho todo lo posible, diablo, para que fuese sepultada la espada que te ha reducido a la nada.”
En la época que Santa Elena visita Jerusalén ésta tiene otra denominación: Aelia Capitolina, dada por el emperador Adriano tras demoler toda la antigua ciudad como castigo a la revuelta de los judíos del año 135.
Recreación de Aelia Capitolina
Según queda recogido en La Leyenda Dorada de los santos, del dominico Santiago de la Vorágine, Santa Elena se entera de que los judíos coetáneos a Jesucristo decidieron esconder la cruz para evitar la veneración de dicha reliquia por parte de los primeros cristianos. La emperatriz interroga a varios judíos sospechosos de poder conocer el lugar en el cual sus antepasados la escondieron y obtiene como premio de sus pesquisas un posible lugar donde buscar.
Esta localización es una cisterna muy próxima al Monte Gólgota. Después de las pertinentes excavaciones se localizan no una sola cruz, sino tres: la de Jesús y las de los dos ladrones. La leyenda narra que Santa Elena, para averiguar cuál es la cruz de Nuestro Señor, manda traer a un hombre muerto y acercarle a las cruces. Al tocar la cruz de Jesucristo, la Vera Cruz, aquel hombre resucita.
Santa Elena (Jan Van Eyck)
La emperatriz junto a su hijo Constantino mandan derribar un templo dedicado a la diosa Venus que había sido erigido en el Monte Gólgota y levantar en ese mismo lugar la Basílica del Santo Sepulcro para depositar allí tan apreciada reliquia. La reliquia a lo largo del tiempo sufre bastantes vicisitudes. El rey persa Cosroes II en el 614 toma Jerusalén y, como parte de su botín, está la Vera Cruz. El emperador bizantino Heraclio en el 628 consigue vencer a los persas y así recuperarla.
El 14 de septiembre de ese mismo año, se realiza una ceremonia para celebrar el regreso de la reliquia de manos del emperador a la ciudad de Jerusalén. Desde entonces celebramos ese día como el de la Exaltación de la Santa Cruz.
Icono de la Exaltación de la Santa Cruz
Puede que el lector se haya perdido a estas alturas y piense: Pero ¿qué tiene que ver la Vera Cruz con la Cruz de Caravaca? Ahora se revelará el misterio. Inmediatamente después de la aparición de la Vera Cruz se fueron creando relicarios que portan en su interior pequeños trocitos pertenecientes a ella. En un principio, tal honor recaía únicamente en los Patriarcas de la Iglesia Oriental. Uno de estos relicarios es ¡La Cruz de Caravaca! Según la tradición, pertenecía al patriarca Roberto, primer obispo de Jerusalén tras ser reconquistada a los musulmanes durante la Primera Cruzada en 1099.
Transcurridos ciento treinta y dos años se pierde el rastro de la Cruz de Caravaca en Jerusalén. Evidentemente en esa época no se llamaba así, hasta que dos años después, en 1231 aparece milagrosamente en la localidad española de Caravaca.
Alcázar de Caravaca de la Cruz
Según narra la leyenda, el rey almohade de Valencia y Murcia, Abu-Ceyt se encuentra en 1231 en sus dominios, entre los que se encuentra Caravaca. Como es habitual en aquellos tiempos, se les pregunta a los cautivos cristianos qué oficios saben desempeñar para destinarles a una ocupación u otra. Entre estos cautivos se halla el sacerdote Ginés Pérez Chirinos, el cual es apresado por su actividad misionera de anunciar el Evangelio en tierras musulmanas. El clérigo contesta que su oficio es celebrar la Santa Misa. Abu-Ceyt siente curiosidad por cómo debe ser tal celebración y le manda que realice una para él y su corte.
El 3 de mayo de 1232, recién traídos los ornamentos necesarios desde Cuenca, el sacerdote comienza con la liturgia. Al poco de empezar se detiene la celebración al darse cuenta que le falta en el altar un elemento imprescindible: un crucifijo.
Es en este momento cuando sucede el milagro. Dos ángeles descienden desde el cielo y depositan una cruz de doble brazo en el altar. Ante tal hecho maravilloso, Abu-Ceyt junto con parte de su corte se convierten al cristianismo y recibe el nombre de converso de Vicente Bellvis.
Oleos sobre tabla que describen la aparición de la Vera Cruz en Caravaca
Una década después de la aparición de la Cruz en Caravaca, el infante Alfonso, futuro Alfonso X, toma posesión del reino de Murcia. De esta forma, Caravaca se transforma en un importante bastión militar y religioso de las tierras fronterizas con el reino de Granada. La Cruz de Caravaca, reliquia de la Vera Cruz, se convierte en un centro de peregrinación de primera magnitud. Muchos cristianos liberados de su cautiverio inician la tradición de depositar sus cadenas como ofrenda en la pequeña capilla de la fortaleza de Caravaca.
La defensa y custodia del castillo y de la Cruz de Caravaca recae en la orden militar de los templarios hasta su desaparición cincuenta años después en 1312. Toma el relevo la orden militar de Santiago, que permanece en su cometido hasta el año 1868, cuando por ley se abolen todas las órdenes religiosas.
Órdenes militares medievales
La Cruz de Caravaca siempre ha tenido un reconocimiento oficial por parte de la Iglesia. Han sido muchos pontífices los que han otorgado alguna indulgencia o bula a los peregrinos que han ido a venerarla. Como ejemplos podemos citar la bula del Papa Clemente VII en 1392, decretos de Clemente VIII en 1597 y de Pablo V en 1606, las bulas de los Papas Alejandro VIII en 1690 y de Clemente XI en 1705. El Papa Clemente XII le concede el culto de latría relativa a la Cruz de Caravaca en 1736. No confundir con el culto de latría absoluta (o simplemente, latría) que es el culto dado solamente a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Papa Clemente XII
El Papa Juan Pablo II concede a la ciudad de Caravaca de la Cruz la Bula de Concesión del Año Jubilar in perpetuum. Tan grande gracia le da a esta localidad la misma consideración religiosa que a otras ciudades claves para el cristianismo como son: Roma, Jerusalén, Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana.
Con el descubrimiento de América y la creación del Imperio Español, la devoción a la Cruz de Caravaca se extiende rápidamente por todos los rincones del mundo. Esto en parte se debe a que gran cantidad de ordenes religiosas fundan conventos en Caravaca, siendo una mayoría de misioneros residentes o que pasan de camino por aquí hacía las diferentes misiones.
Los misioneros franciscanos y jesuitas dan a conocer esta devoción desde la Patagonia hasta California. A partir del siglo XVII comienza su devoción por toda Europa. En Polonia existe una reproducción de la Cruz de Caravaca en la catedral de Gniezno. En Francia también aparecen numerosas reproducciones de la Cruz e incluso se edita en 1652 un libro dedicado a la Cruz de Caravaca. Se tiene constancia que en 1668 se llevan reproducciones de la Cruz de Caravaca a Filipinas por petición expresa de los cristianos de allí.
Saqueos del ejercito Napoleónico
A causa de la invasión de España por las tropas napoleónicas, la Cruz de Caravaca debe ser escondida para evitar su robo. Es enterrada en una caja en la parroquia del Salvador desde 1809 hasta 1818. A lo largo de los siglos XIX y XX se van conformando en la localidad la estructura y forma de las celebraciones religiosas en honor de la Cruz de Caravaca que han llegado hasta la actualidad.
El episodio más triste por el que tuvo que pasar la Cruz de Caravaca se produjo durante la II República. En la madrugada del 13 de febrero de 1934 se descubre el sagrario abierto y vació sin la reliquia de la Vera Cruz. Es un robo sacrílego de carácter político-religioso que deja a la ciudad de Caravaca sumida en una gran consternación. Hasta la fecha no sabemos quién o quienes fueron los culpables ni qué hicieron con la reliquia.
Artículo del diario La Verdad sobre el robo
El antiguo alcázar se convierte durante la Guerra Civil en una cárcel para presos políticos. Con la finalización de la contienda el recinto queda sin culto religioso y en estado de abandono.
La ciudad de Caravaca se pone en contacto con la Santa Sede para tratar de conseguir una nueva reliquia de la Vera Cruz. El Papa Pio XII concede esta petición y manda dos pequeñas astillas del lignum crucis (literalmente, madera de la cruz) que se conserva en el Vaticano.
Presbiterio basílica del Real del Alcázar de la Vera Cruz
Con un gran alborozo se recibe la llegada de la nueva reliquia, que se deposita en una reproducción exacta del estuche-relicario original, la cual debe permanecer unos años en la parroquia del Salvador mientras se restaura el templo del alcázar. El 5 de mayo de 1945, la Cruz de Caravaca vuelve a su lugar primitivo, la basílica del Real del Alcázar de la Vera Cruz, custodiada desde entonces por la Orden de los frailes claretianos.
Cruz de Caravaca
Una vez explicado el origen, historia y vicisitudes de la Cruz de Caravaca, es el turno de centrarnos en describir sus cualidades artísticas. La reliquia de la Vera Cruz está depositada en un estuche-relicario metálico con forma de Cruz Patriarcal de doble brazo horizontal, 7 cm el superior y 10 cm en el inferior, y de 17 cm el larguero vertical.
Como podemos observar el brazo o viga horizontal superior es más corto. Este brazo representa el lugar en el cual se coloca la placa con la inscripción INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudeorum = Jesús Nazareno Rey de los Judíos). Ésta es la razón primitiva del por qué tienen dos brazos este tipo de cruz, aunque en el caso de la Cruz de Caravaca se le añade el letrero con la palabra INRI en el extremo superior.
Estuche-relicario de la Cruz de Caravaca
Se pueden ver en el interior, a través de un cristal, las astillas de la Vera Cruz. En su parte frontal y exterior el relicario lleva engarzadas varías líneas de piedras preciosas. Bajo el brazo inferior aparecen los dos ángeles que, según la leyenda, portaron la Vera Cruz desde Jerusalén hasta el alcázar de Caravaca.
Relicario de la Cruz de Caravaca
La Cruz de Caravaca pertenece al grupo de cruces-relicarios que contienen partes del lignum crucis, tales como la Santa Cruz de Scheyern (Alemania), el Lignum crucis del monasterio de Carrizo en León (España), la Cruz Patriarcal de la catedral de Astorga (España) y el Lignum crucis del monasterio de Santo Toribio de Liébana.
Lignum crucis del monasterio de Santo Toribio de Liébana
Como no puede ser de otra manera, las fiestas de Caravaca de la Cruz son en honor de la Santísima y Vera Cruz. Estas fiestas están declaradas de Interés Turístico Internacional, y se celebran del 1 al 5 de mayo. Para más información visitar www.caravacaenfiestas.com.
Espero que ahora seamos más los que conocemos la historia de la Cruz de Caravaca y sirva para decidirnos visitar tan hermosa localidad para venerar la Vera Cruz.
Custodia de la Cruz de Caravaca
Dibujos y fotografías tomadas de Wikipedia, sacerdotescatolicosnews.blogspot.com, 1.bp.blogspot.com, regmurcia.com, .voxtempli.org, nuestramurcia.es.
https://arquitecturaycristianismo.co...z-de-caravaca/
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